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La atmósfera entre ellos estaba cargada de una tensión palpable. Jimin se desnudó lentamente, cada prenda que caía al suelo acentuaba la intensidad del momento, y su mirada fija en Yoongi no dejaba espacio a dudas. El desafío seguía presente en su tono y en su actitud, pero también había algo más en sus ojos, algo que hablaba de una curiosidad más profunda.
Yoongi no se movió, observando en silencio mientras el aire se volvía más denso con cada acción de Jimin. El demonio respiró hondo, sus ojos brillando con una mezcla de ira y deseo reprimido, como si cada parte de él estuviera luchando contra la parte de su ser que quería sucumbir.
—No creas que esto te da ventaja, Jimin. —La voz de Yoongi era baja, y a pesar de sus palabras, su mirada traicionaba su control.
Jimin sonrió con arrogancia, acercándose más al demonio, su cuerpo ahora completamente expuesto. Sabía que Yoongi estaba al borde de perder la calma, y eso era exactamente lo que quería. La lucha de poder, el juego entre el control y la rendición, lo excitaba, y en ese instante, sentía que había ganado más de lo que había anticipado.
—Ya veremos si es ventaja o no. —respondió Jimin con voz suave, dejando que su cercanía fuera el último empujón que Yoongi necesitaba para perderse en la tormenta de deseos y control que ambos se habían creado.
La suavidad con la que Yoongi lo tomó del cuello hizo que Jimin sintiera una mezcla extraña de control y sumisión. No hubo violencia en su gesto, pero la intensidad de la acción lo atrapó por completo. Cuando Yoongi lo acostó en la cama, la sensación de su peso encima de él, la proximidad, le hizo acelerar la respiración.
El beso en su cuello fue un acto de contradicción: suave y posesivo, como si Yoongi marcara territorio sin realmente necesitarlo. Las marcas en su piel fueron inevitables, un dolor que pronto se convirtió en algo excitante. Cada presión, cada roce de los labios de Yoongi contra su piel, dejaba una huella que, aunque dolorosa, era exactamente lo que Jimin deseaba en ese momento.
Jimin cerró los ojos por un segundo, disfrutando del dolor que se deslizaba por su cuello, y luego sonrió con satisfacción, buscando que Yoongi lo llevará aún más lejos.
—¿Eso te excita? —preguntó Jimin con voz baja, su tono retorcido y lleno de burla, aunque una parte de él deseaba que Yoongi siguiera dejando esas marcas, como una señal de que ya no había vuelta atrás.
Yoongi no respondió con palabras. En lugar de eso, continuó dejando su marca, esta vez más profunda, más pronunciada, sin importarle lo que Jimin deseara mostrar al mundo. La pelea entre ellos, el control y la entrega, seguía jugando su juego peligroso, y Jimin estaba más que dispuesto a seguirlo hasta el final.
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