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32

Jimin levantó la mirada, sus ojos finalmente encontraron los de Yoongi. Había ira en ellos, pero también determinación. Sabía que enfrentarse a un demonio como Yoongi no era tarea fácil, pero no iba a dejar que su familia cayera bajo su control sin luchar.

—Si crees que puedes controlarme como a los demás, te equivocas. —dijo Jimin con voz firme. —No me interesa lo que ofrezcas, ni tus trucos, no te tengo miedo.

Yoongi soltó una carcajada, su sonrisa se ensanchó de forma antinatural.

—Valiente como siempre, Jimin, pero incluso los valientes caen y cuando eso pase, estaré ahí… esperándote. —Se inclinó un poco más, susurrando. —Nos veremos pronto.

Con eso, el demonio desapareció en un parpadeo, dejando el aire helado tras de sí.

Jimin soltó un suspiro, dejando caer el hacha por un momento. Sabía que esta batalla no había terminado, que Yoongi volvería a intentar manipularlo. Pero, por ahora, debía mantenerse firme. Porque aunque él mismo no quisiera admitirlo, en el fondo sentía que las piezas ya se estaban moviendo, y la oscuridad estaba más cerca de lo que imaginaba.

Sonrió de lado, con una chispa de satisfacción oscura en sus ojos al recordar algo crucial: Yoongi, el demonio que creía tener el control, aún llevaba la bala en su pecho. Esa bala, cargada con un poder que ni siquiera el demonio podía ignorar, era el recordatorio de que no todo estaba bajo el control de Yoongi.

—Oh, lo olvidaba. —murmuró Jimin mientras se agachaba para recoger el hacha nuevamente, sin dejar de sonreír. —Todavía tienes esa bala incrustada, ¿verdad?

El eco de su voz se dispersó en el silencio del bosque, pero sabía que Yoongi lo escuchaba, aunque estuviera lejos. Esa bala había sido un golpe inesperado. Había llegado en un enfrentamiento anterior, cuando Jimin, desesperado y casi sin opciones, usó una antigua arma bendecida por el padre Min.

Una bala que no mataría a Yoongi, pero que lo debilitaba, lo mantenía atado a un límite que no podía superar. Y ahora, cada vez que el demonio aparecía, Jimin podía ver el leve destello de molestia en su sonrisa afilada, la tensión en sus movimientos.

—No todo es tan fácil, ¿verdad? —Jimin murmuró para sí mismo, volviendo a cortar la leña.

Sus pensamientos aún en la herida que, por más que Yoongi intentara ocultar, no sanaba por completo. Él sabía que mientras esa bala siguiera en el cuerpo de Yoongi, el demonio no estaría en su máximo poder. Podía aparecer, burlarse, manipular a otros, pero su influencia estaba limitada. Y eso le daba a Jimin una ventaja, por pequeña que fuera.

El viento sopló entre los árboles, y por un instante, Jimin sintió como si una risa distante, fría y burlona, resonara entre las sombras. Sabía que la batalla con Yoongi estaba lejos de terminar, pero cada vez que recordaba esa bala, se sentía un poco más preparado para lo que vendría.

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