Grietas.
Hacia unas horas Tooru había vuelto de entrenar con Suzuya. Su nuevo instructor en el arte de las dagas, le había comentado cuánto había mejorado en cuanto a las técnicas que utilizaba. También le había dicho que de seguir con ese entusiasmo, pronto sería hasta incluso, mejor que él. Aquello le había causado algo de gracia y alivio a Mutsuki, quien no creía que algún día pudiera estar orgullosa de sus logros.
Camino a casa, revisó la herida que se había provocado ese día durante su entrenamiento, aunque sentía algo de dolor, una leve sonrisa deformó su rostro entristecido con la esperanza de que alguien especial aplicara primeros auxilios sobre aquella laceración.
Al llegar al Chateau, se percató de que tanto Saiko como Shirazu se habían internado en sus habitaciones. Sasaki siempre tenía una excusa para ir por un café a :re.
La casa se volvía solitaria, sino fuese porque dos individuos le hacían honor a la frase "vida hogareña", o como fuera, ellos no eran de salir demasiado del Chateau. Aunque, existieron millones de ocasiones en las que Mutsuki acompañaba a su superior, a donde fuera que este fuere. Sin embargo, y para el pesar de Mutsuki, de a poco el mayor se fue alejando de ella. Tal vez y porque "algo" más bonito, le llamaba la atención. Sin más suspiró, al tiempo de que cubrió su mano izquierda con la derecha, demostrando algo de dolor en su rostro.
Esa herida, dolía.
Urie la había estado observando desde el sofá, ocultándose bajo su objeto preferido: el periódico, y es que otra cosa no podía hacer. Ella parecía un hermoso péndulo y su brillo lo hipnotizaba, cada vez que se paseaba por la casa, por demás inquieta, ansiosa de que los minutos se diluyeran con rapidez en el tiempo.
De pronto se paró sobre sus pies y se encaminó hacia la morena. Ella parecía perdida en su mente, quizá buscando algo con que entretenerse. Se detuvo a unos cuantos pasos, siendo ella la primera que lo encara con la mirada, un "necesitas algo de mí", se transfería por telequinesis.
Kuki no era atento y no tenía ni un miligramo de bondad. Emitía contestaciones groseras y siempre parecía enfadado. No obstante con Mutsuki la situación era diferente y por mucho que le pesara, siempre terminaba brindándole la ayuda y la atención que ella necesitara.
Él titubeó un poco y finalmente habló:
—Déjame ver—Su voz era algo grave, muy diferente a la de su sensei. El tono de sus palabras era suave, sin embargo.
—¿Qué?... ¿Te refieres a esto?— señaló su mano sana — No es nada, en serio. — Su voz era nerviosa y sus palabras eran algo apresuradas, en un intento de escape había ocultado su mano detrás de su espalda.
Urie no se dejaría convencer por simples artilugios, su mirada se había endurecido, vamos que le costaba muchísimo portarse tan gentil.
—Mutsuki— Le llamó por su nombre y ella lo miró algo dudosa.
(En verdad quiero ayudarte)
Tooru entendió el mensaje y extendió su mano con algo de desconfianza. Al ver los ojos serios de su compañero, se dejó llevar un poco y confió en el tacto de sus manos. El contacto era suave y cálido, sus manos eran grandes y pálidas, le recordaban un poco a su maestro.
Urie tenía la mano de su compañera sobre las suyas, él solo las examinó detenidamente, la herida que ostentaba no era una muy profunda. Sin embargo a Urie parecía importarle mucho el hecho de poder auxiliarla, para evitar el surgimiento de alguna cicatriz.
Mutsuki entrecerró un poco sus ojos y ladeó la mirada hacia otro extremo. Recordaba a la perfección cada día en el que regresaban al Chateau después de alguna operación y Sasaki se ofrecía a curarle las heridas. Hubiera querido vivir en sus memorias para siempre. Recuerdos en los que su antiguo maestro se portaba tan gentil y solo vivía para cumplir misiones junto a ellos.
Urie no es tonto y pudo percatarse de lo ida que se encontraba Tooru, por aquellos momentos. Con la mirada nostálgica y el ceño levemente fruncido dejó de sentir todo el dolor físico de aquella herida abierta. Ella no sentía nada y no era por la destreza de su compañero, quien aplicaba alcohol en un algodón, lentamente para evitar cualquier malestar en la misma.
Odiaba verla en aquel estado, y por supuesto... lo odiaba a él.
La risita que emitió su compañera lo sacó de sus pensamientos y le obligó a mirarla con algo de recelo, detestaría verse al espejo en ese preciso momento, con algo de sonrojo bajó la mirada hacia la palma herida.
— ¿Cuál es la gracia? —
— Mmm...No es nada. Gracias— Agradeció sinceramente — En verdad creo que soy patética— Mencionó algo desanimada.
— No lo eres— Había dicho eso sin pensar y ya comenzaba a lamentarse. Aunque al ver rápidamente la sonrisa en el rostro femenino, creyó desfallecer de la ansiedad.
— Ya debería estar acostumbrada a estas cosas— Aquello hizo que Urie la mirara fijamente—...me refiero a las heridas.—
— Me he lastimado mucho ¿sabes?, quiero decir más de una vez. Creo que mi cuerpo ya está adaptado, sin embargo...— Ella cayó por un breve momento y sus ojos se cristalizaron un poco.
Urie se sintió vacío y lleno de dolor al verla así, tan débil. Él sabía que era una mujer, que era sensible y que buscaba fortalecerse a cualquier costo. Pero ahí estaba con un nudo en la garganta afligida por cosas que no puede manejar. Por mucho que odiara a Sasaki, debía de admitir que no tenía culpa alguna de no corresponder a los sentimientos de Mutsuki. Él sentía muchas cosas y entre todos esos sentimientos revoltosos en su interior el amor llevaba nombre y apellido. Ella estaba ahí con su mano temblorosa y él era el único que la sostenía con delicadeza.
Tooru nunca le había hablado de sus sentimientos ni de su pasado, pero si tan solo echaras un vistazo a sus cicatrices, notarias que no había tenido una historia feliz. Urie lo deducía, lo sentía en su corazón. No quería verla llorar jamás, porque no sabría cómo actuar. Él es débil en los asuntos de amor y teme por el sufrimiento de ella por encima del de él.
Vendó la mano sutilmente y encintó el extremo al terminar. Ella quiso apartar su mano, más él se lo impidió.
— Podrías prepararme un café, por favor— Tooru alzó su mirada sorprendida para después sonreír débilmente.
— Claro, lo haré como pago por curarme—Mencionó encaminada hacia la cocina.
(Gracias)
Urie sonrió gentilmente al ver la espaldafemenina alejarse.
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