Prologue
Closer.
Prólogo.
La noche caía sobre el paisaje cubriendo el cielo de un manto negro con luceros destellantes, hacía una ligera brisa fría que traía nieve consigo, pero sin embargo el frío no era lo suficiente como para calar en los huesos. La mujer pelirroja habría disfrutado del espectáculo nocturno de no ser por lo que haría esa noche.
Mejor dicho, harían.
Se abrazó a si misma buscando el calor corporal mientras sus pies la guiaban hacia adelante, por suerte ya no faltaba mucho por recorrer. Miró de reojo al hombre a su lado, inquisitiva.
—¿Qué sucede, Yuri? —su gruesa e imponente voz la llamó con curiosidad.
Oh, como amaba oír su nombre de la boca de ese hombre.
—Solo me preguntaba ¿Por qué decidiste venir caminando si podías simplemente venir más rápido como un perro gigante? —alzó una ceja inquisitiva.
—Porque a ti te gusta caminar —respondió con simpleza y luego la miró con una pequeña sonrisa—. Eres mi esposa y si recorres el camino a pie, entonces yo también.
¿Acaso era posible amarlo más?
Pero esperen, ¿Como que esposa?
Yuri lo miró con sorpresa mientras una sonrisa se extendía por su rostro:— ¿Soy tu esposa ahora? —preguntó divertida.
—Solo si aceptas.
Dejó escapar una risa sin poder evitarlo. No pretendía burlarse, solo le parecía curiosa la manera que tenía Yamato para conquistarla.
—¿Te estás burlando? —indagó empezando a sentirse ofendido.
Ella negó con gracia:— Por supuesto que no —el demonio a su lado le dirigió una mirada—. ¡No es sarcasmo!, te lo digo en serio. Si me gustaría ser tu esposa.
Paró abruptamente de caminar ganándose una mirada extraña color esmeralda de Yuri, la pelirroja notó como su rostro irradiaba felicidad. Yamato se acercó a la mujer, su mujer, para abrazarla. Se sentía aliviado puesto que creyó que le negaría la propuesta.
—Muchas gracias —le susurró en su oído, su aliento le hizo cosquillas.
—¿Y por qué me agradeces?
—Por amarme sin condiciones —respondió resplandeciente, se separó lo suficiente de ella como para ver su hermoso rostro con pecas iluminarse ante sus palabras.
Quiso besarlo, en serio que sí, pero al ver las facciones de su hombre endurecerse cuando desvío la mirada a la derecha le hizo saber que algo pasaba.
Siguió el mismo camino que la mirada del demonio que la abrazaba encontrándose con los ojos ámbar de Sesshomaru, el primogénito de Inu No Taisho, mirarlos con desagrado. La pelirroja suspiró moviéndose para quedar abrazada de lado por Yamato, por la dirección de su caminar ambos podían suponer que el muchacho regresaba de hablar con su padre. Y por lo visto no fue muy agradable la conversación.
El muchacho con la luna marcada en la frente pasó por su lado siguiendo su camino, pretendiendo que ambos adultos no estaban ahí. Yuri se rió mentalmente por la inmadurez del joven, pero de algo si estaba segura y es que dos podían jugar ese juego.
La pareja subió el último trecho cuesta arriba para encontrar a su amigo Inu no Taisho de pie al borde de la montaña nevada, Yuri lo contempló dándose cuenta por millonesima vez que su esposo y el amigo de su esposo incluso desde espalda podían lucir intimidantes, incluso infundir temor.
—Toga, mi amigo, ¿Es hora? —inquirió Yamato esperando las órdenes de su amigo.
—Así es. Hay que ir por Izayoi, de lo contrario la matarán —afirmó dándose la vuelta para encarar a la pareja, tenía cierto atisbo de preocupación. Cuando sus ojos se posaron en la bella pelirroja que acompañaba a Yamato su pecho se llenó un poco de alivio, su presencia indicaba que tenía todo su apoyo si algo sucedía—. Yuri, que bueno que estés aquí, tal vez podemos necesitar tus poderes.
—Nunca dejaría de lado a un amigo, mucho menos a Izayoi en su estado —habló con decisión, se sentía confiada pues hasta la fecha ningún hombre humano había sido capaz de herirla.
Yamato la miró con orgullo, definitivamente era la mujer más valiente que había visto.
Supongo que necesitan el contexto completo, ¿No? Bien, empecemos por lo primero:
¿Quién es Yuri?
Era una mujer adulta pelirroja de ojos verdes y pecas esparcidas por su blanquecina piel. Ustedes dirán ¿Por qué es pelirroja? Si las japonesas son de cabello oscuro y ojos marrones o negros. Sencillo. Yuri tuvo la desdicha de nacer en una familia llena de brujas, su linaje provenía de muchos años atrás, y si bien algunos en su familia si poseían las características normales de cualquier japonés habían otros —como ella— que nacían completamente diferentes. La explicación que recibió de niña es que la causante de sus características fuera de lo común era la magia; Yuri no era una mujer corriente y, de alguna manera, el color fuego de su melena y las esmeraldas de sus ojos eran una señal de que por sus venas se mantenía vivo el linaje de las brujas.
Al nacer siendo diferente todos los habitantes de la aldea en la que se crió la juzgaban e insultaban alegando que era una maldición que cayó sobre ellos, muchas veces quiso partirle la cara a quienes tuvieron la osadía de escupirle en la cara al pasar pero no, ella era mejor que eso. No iba a ser el monstruo que decían que era. Por eso, tomó una importante decisión: ser la aprendiz de una sacerdotisa. Su madre supo inmediatamente la razón, quiso convencerla de que no debía probarle nada a nadie, pero en su corazón Yuri sentía que debía hacerlo.
Ella les probaría que no era un monstruo.
Durante un tiempo lo logró, pasó un largo tiempo ejerciendo como sacerdotisa hasta que conoció a Yamato, el amor de su vida, un demonio perro muy temido y respetado entre los suyos. Yamato cuando conoció a Yuri le confesó que había caído irremediablemente a sus pies por tal belleza que contemplaban sus ojos, el demonio afirmó que lo había embrujado a lo que la fémina le respondió con una sonora carcajada de diversión. "¿Yo? ¿Embrujarte? No, señor. Mi trabajo es cuidar de los demás, no embrujarlos" le había comentado en ese entonces.
Cuando la aldea se enteró —como si no fuesen chismosos— comenzaron a temerle pensando en el mal que podían hacer juntos, una bruja y un demonio. La pelirroja sintió un amargo sabor en su boca y un malestar en su pecho, todo lo que había hecho para que al final siguiese siendo la misma "bruja malvada".
Y, aún así, no los odió. No pudo. Sus padres la habían hecho así de blanda.
Al aceptar los cortejos de Yamato se vio muy involucrada en su mundo y conoció a Inu no Taisho o Toga como solían llamarle, él al principio no le tuvo fé a que una mujer humana reaccionara tan normal con alguien de su especie —teniendo en mente como suelen reaccionar— pero al conocer su naturaleza como bruja entendió porque se sentía muy abierta a conocer todo sobre Yamato.
Pero volviendo al dilema actual, Toga al parecer se enamoró de una mujer humana de nombre Izayoi, una princesa, quien ahora llevaba a su hijo en su vientre. Por supuesto que Yuri la había conocido, ambas se habían vuelto cercanas desde el primer momento, así que cuando supo que estaba embarazada usó sus poderes para determinar el día exacto del parto para poder sacarla de su palacio junto al bebé. Al ver el día del nacimiento, también le fue revelado lo que sucedería cuando diera a luz al híbrido en su vientre; razón por la cuál ahora los tres estaban reunidos en esa montaña cubierta de nieve.
Pero había un problema; Inu no Taisho estaba herido al igual que Yamato. Ambos recién habían tenido una pelea con el dragón Ryūkotsusei en dónde resultaron heridos —más Toga que Yamato, quién sus heridas no lucían tan graves—, a pesar de que la pareja de Yuri apenas podía mover bien su brazo izquierdo ahí estaba para apoyar a su amigo.
Solo bastó una mirada cómplice para entender el siguiente movimiento. Los demonios tomaron su otra forma convirtiéndose en perros gigantes de blanco pelaje, cada uno con marcas distintivas propias. La bruja se subió en las espalda de su hombre sujetándose firme del pelaje blanco espeso con tal de no caerse.
—Si me dejas caer, Yamato, yo misma volveré como espíritu para atormentarte —le advirtió señalandolo con un dedo.
『• • •』
—Yuri —llamó su atención su esposo sujetándola de las caderas, ella le respondió con un sonido inquisitivo dándole a conocer que lo escuchaba—. ¿Has pensado en que tengamos hijos?
Una sonrisa dulce apareció en su rostro ante la pregunta.
—Es posible... Me agradaría la idea de un pequeño híbrido jugando en esta cabaña —su corazón se alegró al imaginar a un futuro bebé corriendo y jugando— ¿Tú quieres un hijo?
—Si es contigo tendría tantos como tú quisieras, Yuri —ronroneó seductor, la recién nombrada se mordió el labio, excitada.
—¿Te han dicho que eres muy romántico para ser un demonio?
—¿Y tú muy sarcástica y grosera para ser tan bonita? —contraatacó sonriendo.
—¡Oh, por favor! Ese es un estereotipo muy estúpido —se burló echando su cabello detrás de su espalda con gracia.
Y entonces sucedió. Al quedar en silencio la tensión se creó a su alrededor embargandolos, la pelirroja —sin romper el contacto visual— se acomodó en el regazo de Yamato ejerciendo una ligera presión desencadenando una serie de reacciones que comenzó con un gruñido y terminó la excitación reflejada en su rostro. Su agarré se afianzó en las caderas de su mujer, quién comenzó un vaivén generando fricción.
—¿Quieres comenzar ahora? —gimió cerrando sus ojos en el acto.
—Estoy de acuerdo.
El demonio se sentó de golpe y tomó su rostro para besarla con pasión, entre besos se quitaron la ropa con movimientos torpes —ninguno lo había hecho antes—, Yamato bajó sus labios por su cuello dejando marcas hasta sus senos dónde se encargó de lamer con especial atención el izquierdo y con su mano masajeó el derecho; Yuri jadeó y pidió que comenzara la verdadera acción. Yamato rió por la impaciencia de la mujer.
Yuri lo empujó con suavidad para que cayera de espalda, con agilidad se elevó lo suficiente y tomó el miembro de Yamato con cuidado sintiéndolo ya duro, él la miraba espectante. Con suavidad rozó la punta con su entrada, su hombre gimió.
—Yu-Yuri... Hazlo de una vez —pidió echando su cabeza hacia atrás del placer.
Acatando su pedido bajó por toda su longitud cerrando sus ojos sintiendo su grosor ensanchar sus paredes. No lo iba a negar, le había dolido y no estaba segura si era buena señal o no pero solo se quedó quieta esperando que pronto pudiera acostumbrarse.
—Estás... Muy apretada —gimió sintiendo el calor y la humedad de su mujer apretarlo deliciosamente— ¿Te sientes bien?
—Mmmh —asintió—. Un poco, sí.
Durante esa noche se amaron como nunca antes, conociendo gustos y debilidades del otro. Ese hombre demonio nunca en su vida pensó en amar tanto a alguien como lo hizo con Yuri, y la pelirroja se burló de sí misma por haber dicho años antes que jamás estaría con un hombre.
Pasó el tiempo y, efectivamente, Yuri concibió a un hijo en su vientre. Fueron nueve meses arduos en los que fue acompañada por Yamato y por Izayoi junto a su pequeño niño Inuyasha, el último recuerdo de que Inu no Taisho estuvo vivo. El momento del parto fue complicado y definitivamente muy cansado, ya no tenía la fuerza que una vez poseyó, ahora era una simple humana.
Fueron tres horas largas de espera y ansiedad, la preocupación los aprisionaba en esa cabaña sin descanso. Izayoi podía jurar que los quejidos de Yuri podían oírse por toda la aldea y no la culpaba, sabía lo doloroso que podía ser un parto.
Cuando finalmente el suplicio terminó Yamato pudo conocer a su primer hijo, se acercó a paso lento a la habitación donde reposaba su mujer con la criatura en brazos. Por dentro esperaba que su primogénito tuviera la suficiente fuerza como para defenderse en un futuro, deseaba que pudiera sobrepasarlo a él para que no le sucediera la misma desgracia.
Aquella noche cuando fueron a rescatar a Izayoi, Yuri se quedó afuera abriéndole el paso a Toga para ir por ella; Yamato también se quedó a la intemperie solo para cuidar a la bruja. Todo iba bien hasta que unos soldados planeaban atacarla por la espalda y él, como buen enamorado, se interpuso. Al principio les dió pelea, de hecho parecían hormigas frente a él pero... No pudo decir lo mismo cuando las flechas se clavaron en su cuerpo. Una tras otra cayeron en su cuerpo tocando puntos que lo habían dejado herido permanentemente.
Hasta la fecha no sé arrepentía si con eso la vida de su amada Yuri estaba a salvo. En el momento en que la pelirroja vio las flechas impactar contra él, explotó. Nadie. Tocaba. A. Su. Hombre.
Y con un movimiento de sus manos todos los soldados cayeron al suelo sin poder respirar, dándole tiempo a Izayoi salir del palacio para encontrarse con ellos y huir, no les había quedado más remedio que dejar a Toga atrás.
—Yuri, ¿Cómo te sientes? —se sentó a su lado admirando al bebé que dormía entre sus brazos.
—Cansada —suspiró acariciando el suave rostro de su bebé, la sacerdotisa de la aldea había aceptado ayudarla con el parto pero tan pronto como terminó, se fue—. No sé cómo aguantaste todo ese sufrimiento, Izayoi.
—Fue difícil, pero lo superaste —le apretó la mano en apoyo junto a una bonita sonrisa.
—Es una niña —lo miró con alegría—. Nuestra niña.
Yamato la observó; lucía exhausta, con la frente perlada en sudor, los cabellos se le pegaban al rostro y las marcas de ojeras resaltaban debajo de su rostro. Usó sus dedos para apartar el cabello de su cara y con su palma acunó la mejilla de Yuri brindándole caricias. Luego bajó la mirada a la bebé envuelta en mantas, un par de orejas blancas sobresalían de su cabecita, una fina capa de cabello como el color de la nieve las acompañaba; las relajadas facciones de su carita eran un reflejo de sí mismo. Era su pequeña, su cachorrita.
Cabe destacar que esa tarde la lluvia sonaba sobre los techos de todas las casas a la vez que regaba las plantas en la naturaleza, algunos niños traviesos habían escapado de sus hogares para correr bajo el aguacero riendo y bañándose. A decir verdad, era un clima relajante para varios pero para Yuri fue el responsable de una idea.
—Es preciosa —el demonio de pelo blanco agarró con suavidad su manita descubierta y le acarició los dedos. Su corazón se llenó de un sentimiento indescriptible al ver al fruto de su amor reposar como si nada en el pecho de su madre— ¿Cómo quieres llamarla?
La pelirroja lo pensó con cuidado cuando el ruido de la lluvia torrencial la distrajo, las gotas cayendo por la ventana le dieron una idea.
—Ame, su nombre será Ame —respondió volviendo la mirada a su esposo.
—¡Por la lluvia! Es un lindo nombre —halagó Izayoi juntando sus manos, encantada.
La de ojos verdes recibió un beso en la frente de Yamato y se giró a ver al pequeño hijo de su amiga:— ¿Quieres verla? Acércate, no tengas miedo.
El pequeño se giró hacia su madre y ella lo alentó con una sonrisa. El niño híbrido se acercó a paso tímido y asomó sus ojitos ámbar por sobre la manta con tal de ver el rostro de la recién nacida. Ame pareció sentir la mirada curiosa de Inuyasha por lo que abrió despacio sus ojitos revelando el verde igual a los de su madre.
La pequeña híbrida mostró sus encías en un intento de sonrisa al ver al pequeño de dos años frente a ella, se veía contenta, y lo mismo pasó con Inuyasha que al verla sonreír se sintió emocionado, ¡La había hecho sonreír!
『• • •』
—Júrame que si algo sucede no atacarás a la aldea —demandó severa Yuri acostando a su hija en su habitación, muy lejos de la puerta.
—Amor...
—¡Júralo!
—¡Está bien! —tomó una bocanada de aire como si lo siguiente que diría le costara— Lo juro.
—Bien, porque no podría vivir con eso en mi consciencia —respiró tratando de tranquilizarse, le dió una pequeña sonrisa forzada.
—Yuri, ¿Que está pasando? Estás muy extraña —exigió saber confundido, en el fondo su actitud lo asustaba pues presentía a dónde quería llegar.
—Yo...
Pero cualquier clase de respuesta se perdió en el aire.
Una turba enfurecida se acercaba a pasos veloces en dirección a la cabaña de la familia, Yamato se asomó por la ventana viendo como el tumulto de gente se desplazaba hacia ellos con antorchas y armas, tratando de verse amenazantes.
Antes de que su boca exigiera una explicación, Yuri abrió la puerta para salir y alzó los brazos en son de paz.
—¡Amigos, calma! —los detuvo sonriendo con gentileza— ¿Qué está sucediendo?
—¡Sabes muy bien qué sucede, bruja! Venimos a llevarte con nosotros para que pagues por tus crímenes por brujería —exclamó el que parecía ser el líder de la tropa, un hombre adulto con indicios de canas en su cabellera.
—¡Sí! —lo secundaron los demás.
—¡Se equivocan! Dejé eso atrás hace mucho. No veo la razón de su visita nocturna. No he hecho nada malo —sentenció con dureza, estaba ofendida porque siguieran creyendo en esas estupideces.
—¿Ah, no? —inquirió con burla uno, ella respondió con un firme «no»— ¿Entonces por qué engendraste un hijo con esa bestia? —señaló hacia la puerta.
Ahí, Yamato se alzaba intimidando a muchos de la horda —no eran todos los aldeanos, pero si eran una cantidad considerable—, su rostro ardía en molestia pura ante los insultos hacia su esposa. Yuri lo miró con un gesto de disculpa y se volvió hacia sus vecinos.
—¡Tuve una hija porque me dió la gana! Nos amamos y formamos una familia, ¿Es eso un crimen?
—Ese bebé lleva la sangre de un demonio y de una bruja. ¡Es una abominación! ¡D-deberíamos quemarlos a todos para librarnos del problema! —su voz tembló inevitablemente, estaba asustado. Nuevamente los demás gritaron en apoyo.
—¡No! —los calló la pelirroja— No se atrevan a tocar a mi familia, estoy segura de que podemos solucionar esto como personas civilizadas —movió sus manos tratando de indicarles calma.
Pero el gentío se negaba a escuchar, estaban decididos a hacer lo que sea con tal de proteger a su hogar de una amenaza; aún cuando su sacerdotisa les aseguró que no tenían nada que temer. Se acercaron a paso decidido hacia la mujer, su idea era llevarla a ella y quemarla en la hoguera. Yamato salió de la cabaña como pudo tomando una de sus espadas por la empuñadura, listo para atacar pero su esposa lo detuvo.
—¡No! Me lo juraste —le suplicó con sus ojos que no se atreviera, aunque quiso negarse no lo logró.
—¡Van a matarte!
—Confía en mi ¿Sí? —parecia saber lo que hacía.
Los que estaban delante la tomaron de los brazos y comenzaron a arrastrarla con ellos, otros hicieron el amago de acercarse pero el demonio los detuvo. Desenfundó la espada mostrando su hoja y su cara brilló con enojo, automáticamente retrocedieron y se llevaron con ellos a Yuri. Ambos se habían visto por última vez a los ojos con pesar, no querían admitirlo pero sabían que sería su última vez juntos.
Yamato ya no era el mismo, ya no tenía la fuerza suficiente para pelear y Yuri ya no poseía sus poderes, lo único que les quedaba era rezar porque su hija pudiera salvarse de un destino tan cruel.
Ahí, esa noche, se dedicaron un último «te amo» y una última mirada...
Cuatro años después, por causas desconocidas, mientras los mejores amigos Inuyasha y Ame recorrían el bosque en busca de una pequeña distracción, en esa vieja cabaña Yamato descansó. Durante tantos años había dado todo de sí para cuidar de su amada Yuri y ahora de su hija, pero luego de una siesta a las dos de la tarde sus ojos ya no volvieron a abrirse.
Cuando Ame lo encontró solo hizo lo que su corazón creyó recomendable: llorar. Estaba frustrada, sola y con miedo, sin saber la razón exacta de que su padre ya no despertara.
—Papi... Papi despierta —colocó sus manitas en su pecho intentando moverlo—. Papi no es gracioso, despierta. ¿Papi?
Pero nada, ni una sonrisa o una mueca que le dijera que estaba interrumpiendo su sueño. No había nada.
—¡Papi! Tienes que despertar, no me puedes dejar. Te necesito... —su voz se quebró por las lágrimas que bajaban por sus mejillas, no entendía nada— No...
El gran demonio Yamato se había ido y de una manera inusual para un guerrero. Estaba muerto y ya no había marcha atrás.
°.°
Lloré escribiendo la última escena 🥺😢
Pobre Ame, perdió a su papá y a su mamá siendo chiquita 😭.
Pero bueno, dejando la chilladera de lado, ¿Que les pareció el prólogo? Espero que les haya gustado, voten y comenten si fue así.
Bye.
Minaela1234~
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