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Capítulo 4

Los chicos llegan a la casa Bailey. Dejan el carro estacionado afuera debido al ruido que podría hacer el garaje al abrirse y entran a casa, cerrando con llave la puerta.

Lo primero que hacen es tomar un poco de agua, luego Esteban y Benjamín ayudan a Maya a sentarse en el sofá, con la pierna elevada en la mesita de centro. Michelle llega con una bolsa de gel frío, y se la coloca en el tobillo.

Prenden la televisión y colocan los canales de noticia, pero ninguno de ellos está al aire, todos se encuentran con estática.

—Encerrados y desinformados, genial—Dice Esteban tirándose en el sofá, seguido por los demás excepto Benjamín quién se queda parado a un lado del sofá.

— ¿Me prestarían su teléfono para llamar a casa?—Pregunta, y todos lo voltean a ver. Esteban asiente a su pregunta.

—Claro, sabes dónde está—Le contesta Esteban, y este asiente yéndose a la cocina. Michelle y Ansel se encuentran abrazados en uno de los sofás pequeños, teniendo la mirada fija de Esteban encima.

Aunque Esteban quiera preguntar cada detalle acerca de la relación de su hermana, Maya llama su atención. Se encuentra cabizbaja, con las manos escondidas entre sus piernas y la mirada fija en el piso.

—Maya—Esteban le toca el hombro, y ella lo mira rápidamente, limpiándose las lágrimas de los cachetes—Ven, ven—Este la atrae hacia ella, abrazándola de medio lado.

—Pensaba en Nolan, fue tan... horrible lo que le pasó—Por más que intente mantenerse fuerte, la voz se le corta.

Esteban empieza a recordar como hace unas tres horas, un chico que estudio con él desde hace mucho, que él consideraba un amigo, era atacado como los leones devoran a las cebras y los ñus.

Cierra los ojos para imaginar otra cosa, pero solo puede ver la sangre borbotar del cuerpo de Nolan. La forma en la que el tipo desgarraba su cuerpo como si fuese un pollo al horno. Lo oscuros y vacíos que se veían sus iris cuando su mirada se paralizó en el cielo.

Quizá si le hubiesen dicho desde un principio que entrara por la otra puerta...

—Chicos...—Benjamín entra al salón, interrumpiendo sus feos pensamientos. Todos nuevamente giran a verlo—En la contestadora tienen un mensaje de sus padres.

Se van todos rápidamente a la cocina, excepto Maya que no puede pararse. Michelle y Esteban van delante, quienes ni se imaginan que podrían decir los mensajes. Presionan el botón de la contestadora para reproducir los mensajes, y empiezan a reproducirse inmediatamente.

—Mensaje número uno, once treinta am—Dice la voz de la contestadora, que es seguida por el mensaje—Chicos, es mamá—Dice al otro lado la madre, tranquila—Queríamos saber si están ustedes bien, nosotros estamos aquí en la empresa, retenidos, nos han puesto en cuarentena debido a un peligroso virus, tengan mucho cuidado en la calle. Les estaremos avisando cualquier cosa, devuelvan la llamada en lo que puedan.

Los chicos se ven entre sí, antes de reproducir el siguiente mensaje, tienen un mal presentimiento.

—Mensaje número dos, doce cuarenta y cinco pm—Vuelve a decir la contestadora—Chicos, han cancelado nuestro vuelo, y también han cerrado Las fronteras—Habla la Madre de nuevo, esta vez, agitada—Oh dios... Esto no me está gustando nada, su papá está llamando a gente para ver como podríamos irnos a casa. Las llamadas a sus teléfonos no me caen, espero lleguen pronto a casa y estén a salvo—Termina el segundo mensaje

Michelle ve a Esteban, perplejo y le agarra la mano, antes de reproducir el siguiente mensaje.

—Mensaje número tres, dos y diez pm. Hijos, esto se está poniendo muy feo—dice la Madre, con la voz Baja y temblorosa, no hace falta mucho para que explote a llorar—A su papá y a mí nos van a trasladar a otro sitio, donde estaremos seguros. Necesito saber si ustedes están bien, las llamadas a sus teléfonos no las procesa por estar en países distintos. Espero que en el sitio a donde nos llevaran haya un teléfono de donde llamar, espero estén bien. Recuerden que... Los amamos mu... cho...—La señora rompe a llorar, y suena el pitido de que acabó El mensaje.

Ambos hermanos tienen lágrimas en Los ojos. Esteban presiona para escuchar el siguiente mensaje, pero la contestadora avisa que ya no hay ninguno, insiste una y otra vez con el botón de la contestadora, confiando en que aparecerá uno nuevo.

—Hey, hey, Esteban, ya no hay más—Le dice Michelle, tomándolo de las manos. Benjamín, quien permanecía un poco alejado junto con Ansel, se acerca para abrazarlo, lo cual lo hace llorar. 

Ansel se acerca a Michelle y la abraza, esta guarda sus ganas de llorar, mostrándose fuerte como siempre. Acuna su rostro, y lo levanta, viendo esos bellos ojos azules, cristalizándose.

— ¿Sabes que conmigo no tienes que hacerte la fuerte, verdad?—Le susurra, y ella asiente, apoyando la frente en su hombro.

Todos se quedan un rato parados en la cocina, hasta que Esteban es el primero que rompe el grupo y se va al baño a lavarse la cara. Benjamín vuelve al salón y se sienta en el sillón junto con Maya, quien le pregunta que ha pasado. Michelle se queda en la cocina para preparar algo de comer junto con Ansel.

— ¿Seguro no había más mensajes?—Le pregunta Maya a Benjamín, una vez que este le ha terminado de contar.

Este niega con la cabeza, y maya pone una mueca triste.

— ¿Pudiste hablar con tu papá?—Pregunta ella, esperanzada de que luego pueda llamar a su hermana también, pero Benjamín niega con la cabeza de nuevo, mirando al suelo.

—El teléfono no tenía tono—justifica él, y Maya asiente, triste.

Luego de un rato, Esteban entra al salón con la cara lavada, pero con los ojos rojos aún. Se echa en el sofá al lado de maya, dándoles una sonrisa triste de boca cerrada.

— ¿Estás mejor?—Le pregunta Maya buscando su mirada. Ambos se ven a los ojos, y este asiente. Benjamin recuesta su cabeza en el hombro de ella y esta le toma la mano a esteban, haciendole caricias con el pulgar. Se sienten tranquilos ahora, aunque llenos de pensamientos.

Benjamín no para de pensar en cómo ha de estar su padre, solo en casa, sin saber de él. Esteban trata de esperanzarse en que sus padres están a salvo esperando por volver, una parte de si se siente tonto por extrañar a unos padres ausentes como ellos, pero aun así, llega a echar de menos su breve presencia.

Maya trata de pensar en que su familia se debe encontrar bien en casa, pero eso no le quita el recuerdo de como aquel tipo pálido le comía el cuello a su amigo. Las lágrimas empiezan a brotar de sus ojos, llamando la atención de sus amigos. 

Benjamin le pasa un brazo por los hombros para abrazarla, mientras que esteban voltea la situación y ahora el le hace caricias, colocando su otra mano encima.

Mientras los chicos se apoyan entre sí, Ansel y Michelle se encuentran en la cocina preparando unos sándwiches, mientras discuten la situación.

—Podríamos quedarnos aquí hasta que resuelvan la situación—Propone él mientras le unta mantequilla a una rebanada de pan y se la pasa a ella, quien niega con la cabeza poniéndole una lonja de queso y una de jamón a la rebanada de pan, colocándole otra rebanada como tapa.

—Amor, tú mismo viste lo que sucede, ¿crees que puedan solucionarlo? Con lo eficiente que es el gobierno—Ironiza, repitiendo el proceso con los panes—La única opción que tenemos realmente es esa, quedarnos aquí. Solo que no hay la suficiente comida para aguantar más de tres días.

Termina de poner en un platón grande el décimo sándwich, poniendose a revisar las alacenas y la nevera.

—Tenemos comida para al menos unos dos días, se suponía que nos tocaba hacer el mercado mañana—Dice ella, y Ansel hace una mueca.

Michelle toma la bandeja, pero Ansel se lo quita para llevarlo él, ganándose una sonrisa de ella.

—Quizá pueda ir de compras mañana—Dice él, llegando al salón y poniendo el platón en la mesita de centro. Maya baja su pierna para no estorbar— ¿Te sientes mejor?—le pregunta, y ella inclina la cabeza lado a lado.

—Más o menos, lo tengo un poco inflamado, el gel ayudara, gracias—Le sonríe ella, y el asiente. Todos toman un sándwich. Esteban toma dos y le da uno a Maya para que no haga mucho esfuerzo, esta le agradece con una sonrisa mientras muerde el pan.

Comen callados por un rato, cada uno analizando la situación que han vivido el día de hoy; carros incendiados, personas inertes en el piso cubiertas de sangre, caníbales de piel pálida. Piensan que están soñando, porque todo parece de película. Después de un rato, Ansel es el primero que rompe el silencio.

—Chicos, en vista de que nos quedaremos aquí, no sabemos por cuanto tiempo, he pensado que lo esencial sería tener comida—Comenta él, y los tres chicos asienten. Michelle solo come, no muy convencida de su plan—En las alacenas ya no queda mucha comida, así que mañana por la mañana saldré e iré al super para abastecernos.

Todos mastican, pensando en la idea, por un rato El silencio inunda la habitación, Junto con El ligero frío de invierno que llega con la pronta Noche.

—Iré contigo—Avisa Michelle, mientras come su último trozo de pan y se sacude las manos para limpiarse las migas.

—No, no creo que...

—Si mi hermana va, yo voy—Interrumpe esteban, asintiendo mientras mastica.

Michelle y Ansel abren la boca para protestar, pero son interrumpidos por Benjamín.

—Ya que vamos a salir, ¿podemos ir a mi casa por mi papá?—Pregunta él, y Maya asiente emocionada, masticando y tragando rápido para poder hablar

—Yo también necesito ir a mi casa y saber si mis hermanas están bien—Dice ella, juntando sus manos para rogar.

Ansel y Michelle se ven, tratando de tomar una decisión por ser los adultos.

—Niños, vean, no me parece que sea buena idea. Tenemos que cuidarlos, y ustedes mismos pudieron ver la situación afuera—Ansel toma un suspiro dispuesto a proseguir, pero Esteban lo interrumpe de nuevo.

—Primero, no somos niños—reprocha, recibiendo un codazo de Maya, quien como todos, notó El feo tono con l que habló— y segundo, podemos cuidarnos.

—Habla por ti—Agrega maya, tirando la vista a su tobillo. Esteban también lo ve, y hace una mueca al recordarlo.

Ansel está listo para rebatir, y Esteban no está nada asustado por empezar una discusión, así que es Michelle la que habla, evitando una batalla campal.

—Ya que necesitamos los alimentos, iremos a buscarlos, todos—dice con tono fuerte, mirando a Ansel, a quien no le queda nada más que aceptar—E iremos a sus casas si es lo que necesitan, no se preocupen.

Una sonrisa de alivio se les dibuja tanto a Benjamín como a Maya. Estar tanto tiempo sin saber de sus respectivos familiares, por la unión que tienen, los carcome.

Pasada una hora, la noche termina de caer y con ella, la luz empieza a parpadear, brindando otro problema a la lista, al menos aun tienen agua en las tuberías, no morirán deshidratados.

—Esteban, sabes dónde están las linternas? —Pregunta Michelle desde la cocina, obteniendo un "si" de su hermano, quien aparece en la cocina con unas dos linternas de mano y una linterna tipo farol.

—Mira que más encontré—Dice el, poniendo el farol en el piso, y sacando de su bolsillo unas cartas de uno. Michelle con una sonrisa termina de poner la bandeja recién lavada en el fregador y se va con su hermano a la sala— ¿Alguien quiere jugar uno?—Levanta el mazo de cartas, mientras su hermana coloca el farol encendido en la mesa de centro.

Se colocan todos alrededor de la mesa de centro, excepto Maya quien se queda sentada en el sofá con la pierna sobre la mesa.

Juegan unas cuentas partidas, donde rieron absortos de la situación que están viviendo. Hubo también algunas discusiones acompañadas de traiciones, que se terminaron arreglando fácilmente, excepto una discusión entre Esteban y Ansel, que termino con Ansel olvidando el tema y Esteban viéndolo de reojo.

Pasada una hora y media de juegos, la luz se va por completo. Los chicos ya no prestan atención a la luz, están a la espera de que Benjamín termine de barajear para seguir jugando, pero un grito de auxilio los paraliza, viéndose unos a otros.

Todos empiezan a levantarse y se acercan a la ventana, incluso maya hace intentos de pararse.

—Mejor quédate aquí—Le recomienda esteban al ver que no puede y no debe. Ella asiente y él se va con los demás a la ventana.

Entre la oscuridad y la luz de la luna, se puede ver a un hombre corriendo por la calle, pidiendo auxilio, siendo perseguido por unas 4 personas, que seguro ya no han de ser personas.

—Deberíamos ayudarlo—Propone Maya desde el sofá, pero nadie le responde.

Cuando el tipo pasa al frente de la casa, y se la queda viendo fijamente, Michelle cierra las cortinas.

—Apaga la lámpara rápido—Ordena, y Benjamín corre para apagarla. Todos se quedan estáticos por un momento hasta que empiezan a tocar la puerta agitadamente.

—Auxilio, auxilio—gritan desde afuera—Sé que hay alguien ahí dentro, por favor ayúdeme—dice desesperado.

Todos se miran, pero Michelle es la única que reacciona, yendo hasta la puerta, probando el seguro.

—Lo siento, no podemos ayudarte—le dice ella con mucho pesar—Por favor váyase—Le pide, viendo a los demás llegar al recibidor.

—Por favor—grita el señor desde el otro lado, aporreando la puerta. Michelle se mantiene con la mano en el pomo y recostada de la puerta.

—Mich... deberíamos ayudarlo—Le dice Esteban, mirándola triste. Michelle cierra los ojos fuertemente, esperanzada de que esto pueda ayudarla a tomar la mejor decisión. Cuando está ya decidida a abrir la puerta, el hombre vuelve a hablar.

—Están ya muy cerca, por favor ayúdeme, ya me ha mordido uno y me arde muchísimo—Dice este, y Michelle sorprendida suelta el pomo, alejándose lentamente de la puerta juntándose con los demás.

—Michelle, ¿que haces? Hay que abrirle rápido—dice esteban, caminando hacia la puerta decidido a abrirla, pero Michelle lo toma del brazo deteniéndolo.

— ¿Que acaso no escuchaste lo que dije en el auto de regreso?—le susurra ella, y el frunce el ceño—Las mordidas no son mortales, las mordidas te convierten en uno de ellos, lo vi en el auto mientras los esperaba—explica—no podemos ayudarlo.

Esteban la ve por un momento, sin poder creerse eso que le cuenta, luego voltea hacia la puerta y baja la cabeza cerrando los ojos para no llorar, sintiendo mucho no poder salvarlo como no pudo salvar a Nolan.

Michelle jala a su hermano y lo abraza, acariciándole la cabeza mientras este respira detenidamente para no llorar. Ansel se acerca a la puerta apesadumbrado, escuchando los gritos del hombre al otro lado de la puerta.

—Disculpe, pero no lo podemos ayudar—Le dice este, alzando la voz para que pueda escuchar por encima de sus gritos—Por favor, váyase y no nos perjudique.

El tipo deja de gritar y golpear la puerta dejando a todos desconcertados, aunque tranquilos de que se haya ido por fin. Sería un gran problema para ellos tener 4 de esos caníbales en la puerta de casa.

Toman camino todos hacia la sala, cabizbajos, para nada han de sentirse bien en dejar una persona a su suerte. Esteban aun no puede creer lo que significa que te muerda una cosa de esas, aunque eso le da sentido al mensaje de alerta emitido por el gobierno.

— ¡Malditos! —gritan desde la calle, mientras los chicos se paralizan entrando al salón— ¡No siempre estarán a salvo, y pagarán por no haberme ayudado! —Grita de nuevo el hombre, la voz se escucha cada vez más lejos.

Todos se sientan en los puestos en el suelo en el que estaban. Callados y culpables. Con solo la luz de la linterna alumbrándolos.

Por un rato se quedan todos callados, hasta que Michelle se levanta y ve a cada uno de sus acompañantes.

—Creo que viene siendo hora de dormir—Hace que todos reparen en ella—Mi cama es lo suficientemente grande como para que Maya y yo durmamos juntas—le echa un vistazo a maya, quien asiente.

—Yo podría dormir junto con benjamín en el cuarto de mis papas—Propone Esteban, siendo acompañado por los asentimientos de su amigo—Ansel puede dormir en mi habitación.

—Está bien—responde Ansel, levantándose—déjame ayudarte a llevar a maya—le dice a su novia, quien asiente y entre los dos levantan a maya, llevándola escaleras arriba.

Benjamín también se levanta, sacudiendo su pantalón, pero Esteban se mantiene con la mirada en el suelo.

—Vamos amigo, pijamada como en los viejos tiempos—Dice enjamín para animarlo, estirándole la mano con una sonrisa triste. Esteban levanta la cabeza, mirándolo por un momento, para luego aceptar su mano.

—Si por viejos tiempos te refieres a la semana pasada—bromea este, y benjamín suelta una risa, haciendo que en la cara de esteban se aparezca una leve sonrisa.

Todos se preparan para dormir. Esteban se pone una ropa cómoda, prestándole una también a benjamín. Michelle se pone un pijama, dándole una a maya, quien tiene todo el pantalón blanco salpicado de sangre. Ansel solo se quita la chaqueta, acostándose con la camisa que traía debajo y sus jeans.

Cuando ya todos están acostados, esteban se levanta al baño del pasillo para cepillarse, encontrándose con su hermana que también está cepillándose. Se queda parado un rato afuera, en silencio, esperando que su hermana termine.

—Tebi—Lo llama ella, por el apodo que le tiene desde pequeños. El voltea, y la ve a su lado, recostándose en la pared junto con el— ¿Estás mejor?

Esteban deja de verla, negando con la cabeza mientras trata de enfocar el suelo de madera entre la oscuridad.

—Ya verás que estaremos bien—Le dice ella, abrazándolo de lado, acariciando su hombro.

—Tremendo cumpleaños—Comenta él, soltando una risa irónica.

—El próximo año tendrás uno mejor—le dice ella, y el asiente, no muy convencido.

Michelle se despide y se va a su cuarto para dormir, mientras que esteban se cepilla para hacer lo mismo.

Una vez ya en el cuarto, encuentra a su amigo ya dormido, así que en silencio se acuesta en la cama y le da la espalda para dormir. Lastimosamente él no tiene el poder de su amigo de dormirse apenas roza la cama, así que se queda pensando, rememorando una y otra vez todo lo que ha sucedido en el día.

Los estudiantes muertos en el pasillo de la escuela, la muerte de su amigo Nolan, las llamadas de sus padres, el hombre mordido... No se considera una persona creyente, pero reza porque esto se acabe pronto.

Cuando menos se lo espera, se queda dormido, descansando su mente al fin.

Por la mañana, se levanta con los primeros rayos de sol, el frío invierno mañanero se cuela por entre las sabanas. Intenta dormir un poco más pero no lo logra. Se levanta, toma su teléfono y baja hasta el salón, ve por las ventanas, visualizando a alguno que otro caníbal.

Se sienta en el sofá y prende su teléfono, no lo usaba desde ayer por la tarde, lo cual es un logro para alguien como él que no se despegaba del teléfono. Abre sus redes sociales, pero no hay nada nuevo, y no tiene señal para cargar nuevas cosas, así que se pone a ver los capítulos descargados de una serie coreana.

Para cuando termina de ver un segundo capítulo, el teléfono se le apaga, logrando ver que son pasadas las 8 am. Deja el teléfono sobre la mesa de centro, cuando escucha que alguien está bajando las escaleras.

Michelle llega al salón y lo ve ahí sentado solo, así que se acerca y le hace compañía.

— ¿A qué hora te levantaste?—Le pregunta ella hablando alto y él le dice que hable más bajito, haciendo que ella frunza el ceño.

—Es que hay muchos mordedores por la calle—dice el, y se levanta, ella lo sigue y ambos abren las cortinas para rectificar.

— ¿Mordedores?

— Mjum, creí que debíamos tenerles un nombre—Dice el, encogiéndose de hombros y sentándose otra vez en el sofá. Ella se queda parada, cruzada de brazos.

—No son mascotas Esteban—Dice ella, soltando una risa. Ambos se encuentran un poco mejor luego de todo el trajín del día anterior. Esteban le voltea los ojos, lo que le hace sacar otra risa a Michelle— ¿Me ayudas a preparar el desayuno?—Esteban asiente y se levanta, dirigiéndose ambos a la cocina.

Mientras cocinan, Ansel se levanta y baja.

—Buenos días—Dice el, obteniendo unos buenos días de los hermanos. Se acerca para darle un beso a Michelle, pero cuando nota la mirada de Esteban, opta por dárselo en el cachete.

Ya cuando el desayuno está listo, Esteban sube para avisarle a sus amigos, quienes se encontraban juntos listos para bajar. Ambos chicos insisten en ayudar a Maya, pero ella rebate en que se encuentra mejor, intenta caminar sola, pero esteban de igual forma la ayuda a bajar las escaleras.

Se sientan en la mesa del comedor todos a comer las tostadas con huevo y salchichas que prepararon Michelle y Esteban. Comen en silencio, hasta que Ansel lo rompe.

— ¿A que casa deberíamos ir primero?—Pregunta él, mientras muerde su tostada.

—Benja y yo vivimos a unas cuantas calles de diferencia, así que cualquiera estaría bien—Contesta Maya, y Ansel asiente.

—Vayamos primero a la de Maya—Interviene Benjamín—ya luego podemos ir a la mía—Todos asienten, y Maya le sonríe.

Una vez terminan de comer, se turnan para darse una ducha. Maya se cambia el pijama que le ha dado Michelle, por otra ropa de ella, ya que la suya sigue manchada de sangre.

Para cuando están listos todos, ya son casi las 10 de la mañana. Así que toman todos los bolsos que encuentran, y con silencio salen hacia el auto, esteban vuelve a ayudar a maya para llegar al auto, aunque ella siga alegando que puede sola.

Arrancan, llamando la atención de varios mordedores, pero cuando estos intentan alcanzarlos, ya están lejos de sus manos.

El viaje de una hora planea estirarse cuando empiezan a hacer paradas en algunas tiendas pequeñas. Ansel es el único que se baja. Golpea las puertas para saber si hay gente dentro. En algunas escucha ruidos y se va rápidamente hacia el auto para irse, pero en otras no sale nadie así que se arriesga en entrar y tomar todo lo que puede.

Llega a entrar a una frutería, tomando todas las frutas y tubérculos que puede. En una mini farmacia a la que entra toma algunos antibióticos y antiinflamatorios, tanto en pastillas como inyectables, para lo que también toma jeringas, y unos cuantos vendajes.

También tiene suerte de poder entrar a un 7-eleven, lo que le viene perfecto tomando toda la comida embolsada y envasada que le cabe en el bolso, dejando siempre cosas para alguien que lo esté necesitando así como ellos.

Ya a unas calles de la casa de maya, llegan a un super mercado, en el que Ansel está dispuesto a entrar haya o no haya gente. Ya que es un sitio un poco alejado del centro, no hay casi mordedores a la vista, a excepción de unos cuantos lejos de donde están estacionados.

—Estaré bien, tengo la vara de Maya—Le dice a Michelle, a quien no le gusta nada la idea.

—De igual forma-

Empieza diciendo Michelle, pero es interrumpida por su hermano.

—Iremos con el—Esteban y Benjamín intercambian miradas y asienten.

—oh no, eso si no, si ustedes van, voy yo también—Dice ella, quitándose el cinturón de seguridad.

—Necesitamos que alguien se quede como conductor si tenemos que irnos rápido de aquí—Le recuerda Ansel, y ella sopesa la idea por un momento.

—Les doy diez minutos—Dice ella, señalando a los tres chicos—Si ven algo, salgan rápido, no quieran hacerse los indestructibles.

Todos asienten, y bajan cada uno con un bolso. Mientras Ansel golpea los vidrios, los chicos vacían los contenidos de las mochilas en el maletero, lo cual son las cosas que ya ha recolectado Ansel de los otros lugares.

Una vez listos, y sin ningún avistamiento dentro, entran al lugar. Algunas estanterías están caídas, al igual que sus contenidos. Se dividen para terminar más rápido, cada uno agarra un carrito, y se van a sus secciones.

Ansel se va a la parte de enlatados y neveras, mientras que esteban y benjamín se van a la sección de artículos de primera necesidad.

En lo que Ansel toma algunas pizzas ya no tan congeladas junto con latas de frijoles, Benjamín y Esteban llenan los carros con papel higiénico, jabón y pasta dental.

— ¿Que shampoo te gusta?—pregunta Benjamín, y Esteban lo mira por encima del hombro.

—Toma cualquiera, no estamos para elegir—Le dice este, aún teniendo la mirada de su amigo encima—El de menta—Contesta, y Benjamín se ríe tomando unos cuantos shampoos de menta junto con unos de canela.

Esteban se aleja de su amigo, y pasa al pasillo de limpieza, de donde toma unos tres palos de escoba.

—claro, estoy serviría—Se dice a sí mismo.

Regresa con su amigo, a quien le pasa uno de los palos.

—Podríamos defendernos con ellos si hace falta—Le dice, y Benjamín asiente.

—Buena idea, por fin una buena idea—Le dice este, ganándose una mirada asesina de su mejor amigo, riéndose de él. Ya llegando al final del pasillo, divisan unas puertas que llevan al almacén— ¿Deberíamos entrar? Podría haber más rollos de papel higiénico dentro, mi mala indigestión lo agradecería.

—No creo, ya tenemos las mochilas llenas, y si no nos vamos ya, Michelle va a venir a despellejarnos—Le responde Esteban, pero Benjamín no le hace caso, caminando hacia las puertas.

—Ya nos iremos, solo es echarle un vistazo—Dice este, y Esteban lo sigue, sabiendo que no lo hará cambiar de opinión.

Llegan, y Benjamín intenta abrir la puerta por la perilla, pero está cerrada con llave.

—Qué lastima, está cerrada, ya vámonos—Dice Esteban con sarcasmo, pero Benjamín no piensa darse por vencido, así que, embiste unas cuantas veces la puerta—Benjamín, ya vámonos—dice jalándolo, mirando hacia atrás, pero su amigo niega con la cabeza.

—Dame un momento—Dice este, y embiste nuevamente la puerta, abriéndola de par en par, viendo algo que no esperaban encontrar.

Varios mordedores encerrados los ven, mientras que estos empiezan a caminar hacia atrás lentamente, empujando sus carritos, tratando de hacer el menor ruido, intentan aplicar lo de moverse lentamente como en la escuela el día anterior, pero nuevamente no funciona, haciendo que los infectados empiecen a dirigirse hacia ellos.

velozmente se dan la vuelta y empiezan a empujar los carritos hacia la salida mientras gritan.

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¡Buenas! aquí estamos nuevamente con otro capitulo, calmado a mi parecer, pero vienen cosas potentes. 🤫😂

Espero les haya gustado mucho este capitulo. quisiera dedicarle este capitulo a una amiga que me ha leído desde el primer día. El día de ayer cumplió años, y esta es mi forma de agradecerle. felicitaciones Dulce. ❤️

Sin mas que decir, nos vemos la proxima semana, y recuerden, no dejes que te muerdan. 😖

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