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Los pasillos del hotel se encontraban vacíos, y con la oscuridad daban un toque tenebroso, que le provocaba a su piel escalofríos.
Caminó con sumo sigilo por el pasillo hasta dar a las escaleras, dónde bajo una por una en total silencio. Al llegar a la planta baja habían dos guardias corpulentos, resguardando la entrada como dos leones guardianes.
SeokJin miró a su al rededor y se vió sin muchas opciones. Tiró las llaves de la habitación hacia un lugar algo alejado, los guardias inmediatamente se dirigieron al lugar de dónde había provenido el sonido y entonces aprovechó la oscuridad para desplazarse hasta la salida como una sombra.
Corrió lejos del lugar, deseando no volver nunca más.
Ken lo visitaba cada semana o en algunos casos, cada dos semanas. Entonces para cuándo se dieran cuenta de su ausencia, él ya estaría nuevamente en los brazos de su esposo y Ken no volvería a tocarle ni un solo cabello.
Alzó su brazo y un taxi se detuvo e inmediatamente subió a el.
—A la mansión Kim, porfavor.
El auto arrancó y emprendió la ruta hacia el destino solicitado.
Suspiró con alivio y recargó su cabeza en la ventana del coche, mirando como las gotas de lluvia comenzaban a caer sobre el vidrio.
Ahora, solamente tenía que ingeniarse algo para deshacerse del clon.
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Se encontraba sobre su cama leyendo un libro recomendado por su esposo, cuando de pronto sintió un peso adicional sobre su cuerpo.
—¡Nammie, vas a aplastarme!—Mencionó con dificultad, ya que al tener el cuerpo fornido de su esposo sobre él, le quitaba algo de aire.
—Ja, ja, lo siento cariño.—Rió divertido, al tiempo que se posicionaba de manera en que no lo podía aplastar.—Es que no me haces caso...—Quejandose con un puchero en labios, causándole ternura a su esposo, quién estaba debajo de él.
—Es porque estoy leyendo...—Dirigiendo su mirada al libro que había salido disparado unos centímetros sobre el colchón, logrando que su esposo lo volteara a ver.
—¿No puedes continuar después y bañarte conmigo ahora?
—Nop. La historia está muy interesante. En esta parte Ana tiene que esconderse junto con su familia.
—Oh...Y...¿Si te digo el final aceptarás venir?—Le propuso, con una sonrisa pícara.
—¡No te atrevas!
—¿Y qué pasa si me atrevo? ¿Ah?—Preguntó con su ceja arqueada, buscando retarlo.
—Dejaremos de hacer eso que tanto te gusta...
Al escuchar esto, NamJoon se reincorporo inmediatamente, para después sentarse sobre el suave colchón, con una semblante preocupada.
—Bueno, ya, ya, sólo era una broma...
—Ja, ja, ja, debiste ver tu cara.
—Es que tus castigos son muy crueles...—Formando un puchero en sus labios.—Además tienes razón, el diario de Ana Frank es un libro maravilloso que vale la pena leer por tu cuenta.
—Sip, me estoy dando cuenta de eso, por eso mismo quiero leer lo más que pueda antes de dormir.
—Está bien, te dejo leer, cariño.
Se acercó hasta él para dejarle un casto beso en sus belfos, el cual rápidamente fue correspondido, hasta el punto de tornarse intenso y deseoso, pero NamJoon se separó y emprendió su camino hacia el cuarto de baño.
—¡De lo que se pierde, señor Kim!—Gritó desde el interior del cuarto de baño y el pelimorado rió bajito.
Habían pasado exactamente dos meses desde que había enfermado.
Él aún no le comentaba a su esposo lo que había provocado su desmayo, lo recordaba, pero cada vez que NamJoon se lo preguntabaz el simplemente decía que no recordaba nada antes del acontecimiento. Se sentia mal por ocultarle algo importante a su esposo, pero simplemente no quería preocuparlo y NamJoon no lo forzó a qué se lo dijera, solamente lo apoyo, pero con la condición de que si se trataba de algo que los pusiera en peligro se lo dijera inmediatamente.
Había días en donde tenía sueños, que parecían recuerdos, recuerdos que juraba haber vivido en carne propia, pero no los recordaba como un recuerdo, sino como un sueño.
Pero como decía su esposo, prefería concentrase en el presente que en el pasado, por eso mismo no prestaba atención a sus sueños.
En los meses que habían pasado, su raciocinio se había desarrollado grandemente, hasta el punto de que decidió cambiar su look y pintar su cabello de color morado, del cual su esposo quedó encantado.
Por la parte de su matrimonio, cada vez se sentía más encantado de estar casado con una persona como NamJoon, un hombre sincero, atento, amoroso, apuesto y un gran amante en la cama.
NamJoon era el hombre que todos y todas deseaban y estaba conciente de ello.
Tomó su libro para reanudar su lectura, pero justo en ese momento sintió un peso encima de él, y lo que más le alarmó fue que no era de su esposo, sino que era de alguien que era idéntico a él.
Sus ojos se abrieron grandemente, no tenía ni la más mínima idea de quién era esa persona, ni por que lo miraba con tanto odio, ni siquiera sabía porque presionaba con fuerza sobre su cuello, sólo sabía que le estaba robando aire y que poco a poco estaba quedándose sin fuerzas.
A pesar de luchar por quitárselo de encima no podía controlar su respiración y esta comenzaba a extinguirse lentamente.
Pero de pronto, la imagen de su esposo se proyecto en su mente, la imagen de la dulce sonrisa de su esposo y su mirada cálida se reflejaron en sus pensamientos. No se rendiría, no dejaría solo a su esposo, le había hecho una promesa.
Con las pocas fuerzas que le quedaban, alzó su rodilla con fuerza y dió a parar hacia el abdomen de quien estaba sobre él. Este llevó su mano hasta el abdomen, sintiendo una fuerte punzada en esa área, por otro lado, el pelimorado aprovechó que el contrario había retirado las manos de su cuello para comenzar a toser.
El pelimorado estaba tan molesto y llenó de rabia que en un descuido se levantó de golpe y se posicionó encima del desconocido.
Puso sus manos como lo había hecho con él, pero después las retiró al ver la cara roja del pelirojo, no le gustó para nada su rostro, no le gustó verlo sufrir y estarle haciendo lo mismo que el le había hecho no era algo digno de él, por eso mismo las retiró, sintiendo compasión.
Pero el pelirojo no sintió lo mismo y retomó su posición, encima del pelimorado, estaba dispuesto a recuperar lo que era suyo, a cualquier costo.
Cuando estaba por llevar nuevamente sus manos hasta el blanquecino cuello de aquel que tenía debajo, la puerta del cuarto de baño se abrió, dejando ver a un NamJoon empapado en gotas de agua, siendo cubierto solamente por una toalla enrollada alrededor de la cintura. Los dos chicos se quedaron perplejos, perdidos en el fornido y musculoso cuerpo del de tez morena.
—Jinnie, ¿Ya estás dormi-..
Su frase quedó en el aire al levantar su vista y encontrarse con dos SeokJin encima de la cama.
Fue tanta la impresión que lo último que logró ver fue un lienzo totalmente negro.
—¡Nammie!—Ambos gritaron al mismo tiempo, que quedaron desconcertados y se voltearon a ver.
El pelirojo se quitó de encima y rápidamente se acercó hasta el desmayado, por otro lado, el pelimorado se levantó inmediatamente y alejó al pelirojo de su esposo.
—¡Aléjate! ¡Es mi esposo!
—¿Tú esposo? Ja, ya quisieras, clonsito. Es mi esposo y tu solamente eres una simple aventura.—
El pelimorado no sabía a que se refería exactamente, pero el escucharlo decir que NamJoon era su esposo, lo llenó de enojo y rabia que no pudo contenerse y terminó por impactar su mano en el pómulo izquierdo del pelirojo.
—Según tengo entendido, una aventura es algo pasajero y esto...—Mostrando su mano izquierda, donde resplandecía un hermoso anillo en su dedo anular.—No es algo pasajero...—Sonrió de lado, mostrando por primera vez en su vida un nuevo sentimiento, soberbia.
El pelirojo ardía en llamas, pues que su propio clon le hubiese quitado su lugar y ahora le estuviese presumiendo aquél anillo que debía de ser para él, le provocaba tantos celos.
—¡Deberas que quiero matarte en este mismo instante!—Gritó, apretando sus puños con furia.—Pero NamJoon está en el suelo inconciente y tenemos que hacer algo para despertarlo.
El pelimorado asintió, dejando de lado su soberbia. Los dos se acercaron hasta NamJoon para después llevarlo hasta la cama con algo de esfuerzo.
El pelimorado se encargó de taparlo cariñosamente con las sabanas blancas, mientras que el pelirojo lo miraba desde la orilla de la cama con envidia.
—No tienes por que cubrirlo, no hay nada que no haya visto...
El pelimorado frunció su ceño, molesto con aquel comentario, más lo dejó pasar y se dedicó a ver detenidamente a su esposo, para después acariciarlo con dulzura.
—En cuanto despierte veremos a quien elige...
Mencionó el pelirojo, al mismo tiempo que prendía un cigarrillo, inhaló el humo y lo dejó salir sin ningún respeto sobre el rostro del pelimorado.
El pelimorado sacudió su mano, desviando el humo de su rostro y cuidando que no le llegará a su esposo.
—Si, ya lo veremos...—Le respondió, mirándolo con ira y desagrado.
Ninguno de los dos era capaz de mirarse, mas que una que otra vez para verse de reojo, contando sus similitudes.
Sin duda, sería una noche demasiada larga, eso era seguro.
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