Capítulo 7. Bloqueo
Dos meses más tarde, 1873; Academia de cazadores de sombras
Brior Blackthorn era muchas cosas.
Por ejemplo, era un muchacho de quince años que descendía de una de las familias más antiguas de cazadores de sombras, guerreros que luchaban contra demonios y en la sangre de los cuales corría el legado del Ángel Raziel.
También, aunque intentara negarlo, era terrible en la lucha cuerpo a cuerpo, por lo que prefería el manejo de las armas a larga distancia, preferiblemente una ballesta. Pero ahora no tenía su arma favorita al alcance, y no quería admitir ni por un segundo que Cassiopea Fairchild le estaba dando la paliza de su vida.
No, definitivamente no quería admitirlo.
Cassy volvió a resoplar asestándole un golpe bajo en las costillas que no consiguió bloquear a tiempo. Brior se dobló sobre sí mismo y soltó el aire que contenían sus pulmones. Estaba seguro de que le había vaciado el estómago. También de que lo había hecho a posta.
—Concéntrate, Blackthorn —demandó la joven. Brior levantó una de sus manos para detenerla antes de que pudiera darle por cuarta vez.
—Un descanso, por favor.
Escuchó a Cassy resoplar de nuevo.
—Dos minutos —concedió ella, antes de alejarse de él.
La sala de entrenamiento de la Academia estaba equipada con lo mejor de lo mejor, incluyendo un aforo para treinta estudiantes a la vez. Teniendo en cuenta que no eran muchos, el espacio vacío resultaba incluso intimidante. Brior se permitió el lujo de sentarse en el suelo, tomando profundas bocanadas de aire.
—Te está dando una paliza en toda regla —escuchó que decía una voz a su izquierda, con un peculiar acento que pronunciaba todas las «eses» de forma graciosa. Le dirigió una breve mirada a María Vientofrío.
—No me digas —bufó. María sonrío.
—Si quieres mi opinión, quizá deberías cambiar de compañero. A este paso solo restarán de ti los huesos que Fairchild te rompa.
—Me alegra saber que apuestas por mi victoria, Marie.
—¡Blackthorn! —retumbó la voz de Cassy desde su derecha—. Levántate y ponte enserio de una vez.
—Cassy —burló María con una sonrisa, en dirección a la de cabellos oscuros. Cassy elevó una ceja y una de sus comisuras se estiró ligeramente hacia arriba.
—Marie —saludó ella en respuesta, en el mismo tono.
Brior las observó a ambas desde el suelo, presenciando como rompían a reír y se daban un codazo amistoso. Nunca entendería a las jóvenes.
María le ofreció su mano unos segundos más tarde para que se incorporara, y Brior la aceptó a regañadientes. Una vez en pie, se sacudió el pantalón de combate y miró el techo de la sala de entrenamiento con rostro exasperado. Le dolía todo el cuerpo y lo único que quería era dormir; estaba seguro de que aquellos dos minutos de descanso no se habían cumplido, además.
—Buena suerte, Brior —despidió María, antes de irse a la otra punta de la sala.
Cassy se puso en posición de combate mientras Brior la miraba. Iba a ser el entrenamiento más largo de su vida.
Un mes más tarde, 1873. Mansión Fairchild
—Tía Ally —llamó Cassiopea—. ¿Por qué está él aquí siempre?
Brior frunció el ceño, todavía recostado en el diván de la sala de estar. Callida Fairchild suspiró y siguió con su tarea de bordado sin prestarle demasiada atención a su sobrina.
—Te lo he dicho muchas veces, Cassy.
Cassiopea simplemente la observó por enésima vez, sin dar su brazo a torcer. Soltó un suspiro dramático. Estaba aburrida, y la presencia de Brior Blackthorn al otro lado de la sala no hacía más que sacarla de quicio. Su madre había tenido que dejarla al cuidado de Tía Callida, pues había sido convocada en la Sala de los Acuerdos para discutir algunos asuntos con respecto a la próxima boda que se celebraría más adelante, de la cual los cazadores de sombras de Idris no dejaban de parlotear y cuchichear.
Contrariada, se levantó de su asiento en su diván, dejando de lado su estela, con la que había estado jugueteando, y se acercó hasta Callida, quien miraba muy concentrada algunas muestras de tela. Callida alzó la vista levemente para mirarla, antes de volver su atención a las telas doradas en sus manos, escogiendo cuál sería la indicada para su siguiente trabajo. Lo único que sabía Cassy sobre ellas, era que formarían parte del vestido de novia de la afortunada, y que la hermana de su padre, junto a su abuela materna, serían las encargadas de coser el vestido en persona.
—Dime, querida. ¿Prefieres el satén color oro, o la seda en gualda?
Por unos instantes, aunque breves, la parte más vanidosa de Cassiopea estuvo a punto de salir a la superficie y remplazar la mueca en sus labios por una sonrisa entusiasta. Ansió tocar las telas y sentir sus texturas, decidir qué color le gustaba más —aunque no supiera distinguirlos porque, en su opinión, eran iguales—, y discutir con su tía al respecto. Pero no lo hizo.
En su lugar, se cruzó de brazos y volvió a señalar a Brior con la cabeza, un gesto que cualquiera hubiera estado de acuerdo en que no correspondía a una joven, por muy cazadora de sombras que fuera.
—¿Pero por qué razón debe estar él aquí siempre? —volvió a insistir—. Empiezo a creer que no es bienvenido en su propia casa, cosa que, permíteme, dudo bastante. Su padre nunca para de hablar sobre él y mi madre lo saca hasta en las conversaciones durante las cenas. Y no respondas que es porque cuida del jardín y te prepara el té.
—¿De quién hablas, querida sobrina? —Tía Callida se hizo la desentendida, más por intentar ignorarla y que ella la dejara en paz que por otra cosa, Cassiopea estaba segura.
—Creo que se refiere a mí.
De entre todas las cosas que Cassiopea hubiera imaginado, escuchar a Brior respondiendo a la pregunta de la más mayor de las Fairchild, hubiera sido la menos esperada. Cassy lo observó totalmente callada. Brior había permanecido en silencio la mayor parte del tiempo, soltando algún bufido ocasional mientras leía un libro de Demonología.
Lejos de lo que Cassiopea había creído, nuevamente, el muchacho sonreía despreocupadamente. Se levantó con el porte desinteresado y sereno, depositando el libro encima de la mesita para el té antes de acomodar las tiras de sus pantalones encima de sus hombros, tomando también su chaleco y colocándoselo.
—¿Le apetecería un paseo por el bosque, Cassiopea? —preguntó segundos más tarde, tendiéndole el brazo derecho.
¿Por qué de repente la cortesía? Confundida, lo único que pudo hacer fue asentir y aceptar el brazo del joven. Podía sentir sus mejillas ruborizadas por la vergüenza sin necesidad de mirarse en un espejo. Hubiera sido toda una descortesía por su parte, de todas formas, el rechazar tal ofrecimiento, en especial de Tía Callida y después de armar semejante escándalo con sus constantes preguntas, que no tenían más fin que incomodar al joven Blackthorn a la espera de que desapareciera.
Si bien ella distaba mucho de ser la dama que, por lo visto, la sociedad esperaba que fuera —porque como había aprendido de su hermana, primero era una guerrera a una dama—, el hecho de rechazar a Brior le hubiera ganado días de reproche al respecto; podía imaginar a Callida rompiendo su silencio con respecto a su trato con el joven, e incluso comunicándoselo a su madre para que ambas le dieran una buena charla.
Cassy no entendía por qué, y aunque no lograba estar del todo segura, sospechaba que entre aquel muchacho y su tía existía un cariño que escapaba de todas las formas posibles a su comprensión.
Una vez fuera de la Mansión Fairchild, se soltó del brazo del joven, pero no hubo queja al respecto. Lo siguió, todavía presa de la confusión, mientras los engranajes de su cabeza intentaban dar con una explicación lo suficientemente factible para explicar el comportamiento de Brior.
A pesar de llevar tres meses conviviendo con él, tanto en la Academia como fuera de esta, Brior seguía siendo un misterio para ella. No uno enigmático e incluso casi peligroso, como lo era Will, sino uno más afable y cercano que ella misma no se permitía conocer del todo, aunque si lo hiciera, estaba segura que podría llegar a comprenderle. Si Cassiopea era sincera consigo misma, no se había permitido ni conocer ni acercarse a nadie propiamente desde que había abandonado el Instituto y llegado a Idris. Si bien era cierto que mantenía algún tipo de cordial cortesía con María Vientofrío, la mejor amiga de Brior, Cassy no se había relacionado con nadie que no fuera a tratar asuntos de la Academia con ella,
De los cazadores de sombras que estudiaban en la Academia, Cassy solo conocía el nombre de un grupo considerablemente reducido: Isobelle Trueblood, Annette Beauvale, Andrew Gladstone, Jack Penhollow y Brior Blackthorn. Por otra parte, desde el Insituto de Madrid, a los mellizos María y Gaspar Vientofrío, y desde el de Manila, Edward Redhorn. La mayoría de sus clases los incluía a unos u otros, pero Cassy nunca había considerado relacionarse con ellos.
Desde que había abandonado Londres, había izado a su alrededor un velo oscuro e impenetrable, que le impedía el paso a cualquiera que se acercara a ella con intenciones de entablar una amistad. No quería encariñarse con nadie si de repente debía desaparecer de nuevo. Una vez le había dolido lo suficiente como para saber que no sería capaz de soportarlo por una segunda. En aquellos días, lo que más ansiaba era volver de nuevo al Instituto, junto a su hermana y sus conocidos, junto al dulce Jamie y el cambiante Willy. No obstante, era probable que aquello no sucediera hasta dentro de algunos meses más, e incluso años.
El bosque de Idris era una masa considerable de gran y frondosa foresta oscura. Cassy no lo había pisado en todos los meses que llevaba allí, por lo que no podía evitar sentirse ciertamente intimidada por los árboles y el aspecto misterioso del paisaje allá a donde alcanzaba la vista. En el bosque se decía que convivían tribus o manadas de hombres lobo inofensivas, que, de todas formas, la Clave parecía mantener bajo vigilancia. Hasta donde sabía, aquello podía ser una forma de alejar a los nefilim más jóvenes del bosque, pero eso no parecía importarle en lo más mínimo a Brior.
Cassy lo miró, sin poder evitarlo, caminando ahora unos pasos por delante de ella. Brior era dos años mayor, aunque aparentaba tener trece años igual que ella. Ni siquiera había sido golpeado por los inicios de la adolescencia, lo que, según había percibido Cassiopea, le acarreaba algunas burlas al joven Blackthorn. A pesar de todo, su altura era considerable para tener quince años, sacándole un par de cabezas a Cassy, y siendo incluso más alto que Will.
La marea de pensamientos de Cassy se tornó de repente en un maremoto. Se había encontrado a menudo pensando en el azabache, aunque sin saber bien por qué. Que no hubiera acudido a despedirse, había supuesto para Cassiopea un dolor mayor al que hubiera esperado con cualquier otro estudiante del Instituto si uno de estos hubiera faltado. Atribuía aquel dolor a la errónea idea que se había hecho de Will cuando este la había abrazado bajo la luz de las lámparas de gas en el pasillo de la segunda planta. Pero, nuevamente, ¿a qué errónea idea se refería? No lograba comprenderlo, por mucho que lo intentara.
Sacudió la cabeza, alejando las sensaciones que empezaban a abordarla sin previo aviso. Miró delante de ella, pero no consiguió ver a Brior. Por unos segundos, se permitió alterarse y mirar a su alrededor con más ahínco, intentando encontrarlo.
—¿Qué haces?
Cassy se giró, percatándose de que había avanzado en dirección contraria al muchacho, perdida en sus pensamientos. Brior la miraba con una ceja alzada, apartándose su lacio cabello castaño de los ojos.
—Nada, quería ver esta parte del bosque —farfulló ella en respuesta, mintiendo. Brior no la creyó, pudo verlo en su mirada, pero él no dijo nada al respecto.
—No te alejes demasiado. Ven.
Cassy no rechistó esta vez. Brior se perdió entre algunos matorrales antes de quedarse quieto. La joven avanzó en la dirección en la que había desaparecido, estando a punto de chocar contra la espalda del muchacho.
Delante de ellos, se extendía un campo de amapolas silvestres formando una perfecta circunferencia, casi como si hubieran sido plantadas expresamente de esa forma. La curiosidad bulló en lo profundo de Cassiopea, y lo hizo con más intensidad cuando se percató del gran árbol que crecía en el centro del circulo de flores. Entrelazadas en sus raíces, las flores seguían creciendo, casi como si fueran un manto escarlata que cubría la falda del árbol.
Brior se aproximó un poco más, hasta entrar dentro del círculo. Cassiopea lo observó con una mirada felinamente curiosa, dando unos pasos para acercarse ella misma. El Blackthorn extendió entonces las manos hasta las raíces más próximas, apartando las flores y dejando al descubierto una losa de piedra pulida, aunque algo sucia por la tierra.
Un sentimiento extraño se apoderó del pecho de la joven Fairchild, dejándola parada detrás de Brior, como si sus propios pies se hubieran clavado en el pasto. La voz de Brior llegó hasta sus oídos, baja y afable, inofensiva; pero triste.
—No entiendo qué ha podido suceder para que me consideres una amenaza, o siquiera me veas como un intruso en tu vida —empezó él, quitando los rastros de tierra de la losa con gesto concentrado y distraído a la vez—. No soy una amenaza, o un intruso, pero me disculpo si has llegado a creer que así era.
—Brior... —Era la primera vez que lo llamaba por su nombre, pero él no se giró.
—Hace dos años hubo una epidemia entre los hombres lobo de este bosque. La Clave quiso encubrirlo lo mejor que pudo y no alertó a ningún miembro de las familias de Alacante, quisieron hacerse cargo por su propia cuenta. Mi padre por aquel entonces no trabajaba como vigilante, solo como profesor, y aunque era un miembro de una de las familias de más renombre, era mi madre la que participaba como parte del Consejo. Ella era una de las pocas personas que tenía conocimiento sobre lo que estaba sucediendo en el bosque, y también una de los escasos voluntarios para acabar con la posible amenaza que representaban los Hijos de la Luna. No solo para los cazadores de sombras, sino también para otras manadas y subterráneos que viven por todo el sur de Idris.
» Un día, cuando desperté, mi madre simplemente no estaba. Más tarde el Inquisidor mandó un mensaje para todas las familias, reuniendo a los miembros adultos y aquellos que ya hubieran cumplido la mayoría de edad. Cuando mi padre llegó después de aquella reunión en la Sala de los Acuerdos, su rostro estaba cubierto de lágrimas. Conseguí saber a través de Callida Fairchild lo que había sucedido, y entonces lo comprendí todo: mi madre había muerto junto a otro miembro del Consejo por un lobo infectado. La enfermedad los había atacado con tanta rapidez que ni siquiera habían podido actuar a tiempo. Yo había visto como mi madre se demacraba cada día más, había sospechado que algo le sucedía, pero hasta aquel día, en que Callida me ofreció la información que nadie más parecía querer compartir, no lo entendí. A partir de entonces empecé a pasar más tiempo con ella. Al principio simplemente por necesidad, porque el perder a mi madre hizo que mi padre se distanciara de todos, sobre todo de mí, porque mi hermano se encontraba fuera, en otro Instituto, y yo no tenía a nadie más. Pero entonces, empecé a ver a Callida como otro miembro más de mi familia, una amiga que había acudido a mí cuando todos me habían dado la espalda, una que se había convertido en familia, no por obligación a través de la sangre, sino por elección. Sé que es extraño comprenderlo, incluso que puede resultar confuso o un tanto... no sé cómo expresarlo. Pero esa es la razón por la que paso tanto tiempo en la Mansión Fairchild.
Cassy estaba congelada, sin palabras. Se acercó un poco más, y miró por encima del hombro de Brior.
«Ereida Blackthorn», rezaba la inscripción sobre la losa. Tragó saliva, desplazando la mirada hacia otra baldosa cubierta de musgo, mucho más descuidada y con la inscripción borrosa. Aquella debía pertenecer al otro miembro del Consejo que había muerto.
—¿Por qué no me lo dijiste antes? —preguntó silenciosamente. Brior se encogió de hombros.
—Pensé que enseñarlo era mejor que simplemente decirlo. Crea una atmósfera más dramática.
No entendía cómo podía bromear después de contarle aquello, pero lo hizo. Brior se sacudió las manos antes de meterlas en los bolsillos de su pantalón y girarse para mirarla.
—Lo siento mucho —dijo Cassiopea.
Brior negó.
—No lo digas porque te sientas obligada a ello después de saberlo.
—No lo digo por obligación —dijo rápidamente—, lo digo porque sé lo que se siente.
—De todas formas, no te lo he dicho para que te disculparas o me vieras de forma distinta —siguió diciendo él, empezando a caminar—, sino para que no sea Cally la que deba contártelo y tú puedas dejarla tranquila.
Volvió a quedarse quieta, comprendiendo la actitud que había tenido durante meses con Brior y su propia tía. Había sido petulante en algunas ocasiones y estúpida en muchas otras. Había actuado de forma egoísta, sin mirar a su alrededor.
Sin ver que Brior no era tan distinto a ella, pero que había sabido salir adelante a pesar de todo por el apoyo de su solitaria tía y la ayuda de sus amigos.
Aquella noche, cuando regresó a la Mansión Verlac para cenar con su madre y sus familiares maternos, aunque sin prestarles atención a estos últimos, comió en silencio sintiéndose terriblemente mal.
Su madre se giró hacia ella, sonriendo cálidamente, aunque mirando su plato.
—Cassy, tengo una buena noticia. Estas Navidades iremos al Instituto. ¿Qué te parece? —Al no recibir respuesta alguna, Clabelle alzó la vista y frunció el ceño, preocupada—. Cassy, ¿qué ocurre?
—¿Sabías que la madre de Brior murió hace dos años? ¿Y que la Clave pudo haberlo evitado?
Clabelle suspiró.
—Ya lo sabes, entonces.
—¿Tú lo sabías?
—Por supuesto, pero no iba a decírtelo. Era algo que el propio Brior debía hacer. Fue un año difícil para todos, pero en especial para él. En cierta forma, su situación acabó recordándome a la tuya propia, por eso decidí volver al Instituto, porque me di cuenta de que, así como Valerian había hecho, yo os había dejado a ti y a tu hermana a vuestra suerte, solas contra el mundo. Valerian tardó algo más que yo en darse cuenta de eso, y ahora hace todo lo posible por compensárselo a Brior, como hago yo ahora. Los padres no siempre tomamos las decisiones correctas, pero en cuanto vemos nuestros errores, por mucho tiempo que nos tome, intentamos arreglarlos, aunque no siempre de la mejor manera, dependiendo de los ojos con los que se perciba. Al menos, aunque no siempre sea el caso, eso creo.
¡Hola!
Perdonad el restraso, he estado una semana fuera y no he podido actualizar (no me llevé el ordenador y no tenía WiFi), pero aquí está el capítulo siete.
Es un capítulo raro, para qué mentir. ¿Qué os parece el personaje de Brior hasta ahora? Ya os digo que es un personaje a tener en cuenta para un futuro, este es de los importantes. También hemos visto un poquito de María Vientofrío, otra de mis OC (básicamente, todos los compañeros de clase de Cassy que han salido son OC, so...), y aunque ella no vaya a aparecer taaaanto, también tendrá sus momentos de peso. Ahora solo nos queda echarle un vistazo a Gaspar, que todavía no ha salido.
Ha sido un capítulo transitorio, como podréis haber comprobado, pero necesario. Voy a ser franca: en la primera versión de esta historia, la estancia en Idris de Cassy ni siquiera estaba planeada. En esta, no obstante, ya que expliqué su infancia, consideré que también era importante enfocar los años de su vida en los que su personaje tenía más evolución. Idris marca un antes y un después en la personlidad de la Cassy niña a la Cassy adolescente, ya lo veréis.
Explicación del título BLOQUEO: hace alusión a que Cassy se ha aislado de todo y todos en cierta forma, rechazando cualquier contacto amable que no implique temas de la Academia por parte de sus compañeros, porque no quiere revivir el dolor que sintió al irse del Instituto si, llegado el momento, debe abandonar Idris para no volver. También es una pequeña referencia a la primera escena del capítulo, en la que Brior deja claro que no es bueno en el combate cuerpo a cuerpo y no puede bloquear los golpes de nuestra Cass salvaje.
Juro que no sé cómo me lo monto para que cada título tenga sentido con lo que pasa en los capítulos, lol. (A partir de ahora intentaré explicar el significado de los títulos de esta forma en las notas de autora).
¿Qué tendrán estos Blackthorn que los hace tan atractivos? Próximamente puede que lo descubramos, con eso lo digo todo.
¡Votad y comentad!
¡Besos! ;*
—Keyra Shadow.
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