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Capítulo 4. Conocimiento






𝐓𝐫𝐞𝐬 𝐬𝐞𝐦𝐚𝐧𝐚𝐬 𝐦𝐚𝐬 𝐭𝐚𝐫𝐝𝐞, 𝟏𝟖𝟕𝟑; 𝐈𝐧𝐬𝐭𝐢𝐭𝐮𝐭𝐨 𝐝𝐞 𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬


                                Los labios de Cassy se curvaron hacia arriba mientras observaba cómo Thomas intentaba batirse contra Jem a las puertas del Instituto. Estaba sentada en las escaleras y jugueteaba con su estela lanzándola en el aire con aire perezoso. Su mano izquierda se aferró a los rizos que escapaban del recogido improvisado que se había hecho aquella mañana, rozando ligeramente la piel de su cuello.

     La Marca de Equilibrio que Will le había dibujado ahora se tornaba de un tono más apagado y plateado, como una huella en la arena que se difuminaba cada vez que las olas se arrastraban sobre ella. Había sentido, por una milésima de segundo mientras se recogía el cabello, el impulso de repasarla. Finalmente, había agitado la cabeza y bajado a desayunar.

     Desconocía la razón por la cual había sentido aquel impulso, y estaba determinada a no descubrirlo.

     Una mano le arrebató la estela, esta todavía suspendida en el aire cuando volvió a lanzarla. Cassy miró hacia arriba y le dirigió una mirada de advertencia.

     Will alzó una ceja, divertido, acabando de masticar el bocado de la manzana en su otra mano.

     —Si la sigues lanzando así, la romperás —le dijo. Cassy bufó y le arrebató la estela antes de levantarse y precipitarse por las escaleras. Will la siguió riendo, para su mala suerte.

     —Déjame en paz, ¿quieres?

     —Oh, vamos. —Se posicionó delante de ella, caminando hacia atrás. Cassy tuvo una idea—. ¿Tanto te molesta que te digan la verdad, Ío?

     —Oh, pero no es que me digan la verdad, Willy —repuso ella con una sonrisa maliciosa—. Es que simplemente me hables y te atrevas a molestarme.

     —¿Qué habría de divertido si no lo hiciera? —siguió diciendo él, sin ser consciente de hasta donde lo estaba conduciendo Cassy.

     —En primer lugar, mis días serían mucho más tranquilos. En segundo lugar, aunque creas que eres divertido, Willy, eres peor que el peor de los bufones que Su Majestad pueda tener.

     Cassy dio otro paso al frente y como llevaba haciendo desde hacía rato, Will dio uno hacia atrás. Su espalda chocó abruptamente contra el tronco del árbol cercano a la verja y esbozó una mueca de dolor por el golpe. Sobándose la parte trasera de la cabeza, la observó con los ojos entrecerrados.

     —Mira por donde, un árbol. Quizá quieras que se disculpe contigo por chocarse contra ti —dijo ella, maliciosa—, pero te diré un secreto: los árboles no hablan, Willy, a pesar de que sé que sería mucho más educado que tú de poder hacerlo. ¡Ah! —Hizo un aspaviento con su mano izquierda, como si le restara importancia a algo—. Se me olvidaba. ¿Quién es el torpe ahora, patito?

     Will siguió observándola cuando ella se alejó. Cassy era consciente de que probablemente, recibiría algún tipo de escarmiento más tarde por parte del pelinegro; por ahora, sin embargo, prefería disfrutar de la calma que muy probablemente predeciría a la tormenta.

     Se acercó a Jem y Thomas con paso risueño, situándose detrás de Jem y dándole un suave toque en el hombro. Él se giró para mirarla y le dedicó una sonrisa ladina.

     Los ojos de James, tan hermosos como extraños, brillaron bajo la luz del sol de media tarde y quedaron iluminados como si fueran plata líquida oscura. Cassiopea se obligó a apartar la vista durante unos segundos y centrar su mirada en la barra de entrenamiento que Jem había cogido de la sala de armas.

     —Hola, Cassy —saludó el muchacho.

     —Hola, Jamie —contestó ella, con el apodo que había decidido otorgarle.

     —¿Quieres entrenar?

     Ella asintió.

     — Sí, si no es molestia.

     —Por supuesto que no. Ten. —Y le tendió la barra de madera mientras se retiraba.

     —¿Empezamos? —preguntó amable Thomas. Cassy sintió que sus mejillas se calentaban levemente. Sacudió la cabeza y le dedicó una sonrisa de disculpa.

     —Perdona, Tom —dijo, agarrando con firmeza el arma—. ¿Seguro que no te importa entrenar conmigo? Realmente tengo ganas de ensayar las técnicas que mi hermana nos ha enseñado esta mañana.

     —Para nada —repuso él, dedicándole una sonrisa—. Adelante.

     Cassy apartó los rizos rebeldes de su campo de visión y los entretejió con las hebras que permanecían aferradas a su recogido. A continuación, posicionó sus piernas separadas y flexionadas, y se colocó ligeramente de lado, con la mano izquierda aferrando la barra por delante de la derecha.

     Todas las tácticas de bloqueo y ataque que Charlotte les había enseñado por el momento se reprodujeron en su mente y seleccionó las que más le convenían para poder combatir contra Thomas eficazmente.

     Meses atrás, quizá hubiera optado por fuertes ataques y leves bloqueos, pues el Thomas de entonces no había presentado una gran masa muscular, siendo más delgado que ella misma. Sin embargo, dos meses daban para mucho cuando se entrenaba todos los días. En Thomas, los cambios habían sido evidentes: se había vuelto ligeramente más corpulento y podía luchar contra Will sin problemas, incluso había crecido un par de centímetros más.

     No, la fuerza bruta no le serviría de nada. Debía valerse de su condición más menuda que la de él, de la agilidad y la rapidez. Escabullirse con bloqueos rápidos y ataques eficaces y no muy premeditados; no podía arriesgarse a ser predecible, así que debía controlar bien el utilizar series distintas pero que aseguraran que ganaría.

     —¿Listo? —preguntó ella, pero Thomas no respondió con palabras, sino dando el primer golpe.

     Cassy lo esquivó agachándose y propinándole un golpe de barra al gemelo izquierdo de su oponente. Thomas esbozó una mueca antes de volver a arremeter contra ella. Esta vez, no fue lo suficientemente rápida y su cadera recibió el impacto. Ahogando una exclamación de dolor, Cassy se obligó a volver agacharse y barrerle las piernas al joven con la pierna derecha. El ataque pilló desprevenido a Thomas, quien estaba acostumbrado a que Cassy atacara por la izquierda, pues ella era zurda.

     Las barras de metal colisionaron cuando ella se posicionó sobre él, todavía de pie, ejerciendo presión hacia abajo. Con una patada rápida en su espinilla, Thomas se la quitó de encima y esbozó media vuelta antes de lanzar la barra hacia delante en busca de darle a Cassy en las costillas.

     Ella saltó hacia atrás justo a tiempo y pivoteó de derecha a izquierda esquivando los ataques de Thomas. Si quería ganar, ni la agilidad ni los bloqueos le beneficiarían. Un plan B se esbozó rápidamente en la mente de Cassy: debía agotarlo si quería vencer.

     Thomas previó su próximo movimiento y lo bloqueó al instante. Cassy se maldijo mentalmente por ser demasiado lenta. Las series de ataques, bloqueos y quejidos siguieron hasta que tanto uno como otro estuvieron respirando tan fuerte y rápidamente como sus pulmones les permitieron. Cassy vio clara su oportunidad e hizo el amago de atacar por la derecha con un golpe en las costillas, provocando que Thomas se cubriera la zona, pero el golpe no llegó. En cambio, la joven hizo girar su barra en el aire antes de atacar los pies de su contrincante y derribarlo una segunda vez. A continuación, posicionó el extremo de la barra contra el cuello de su oponente y presionó con un poco de fuerza.

     El muchacho alzó los brazos soltando la barra, derrotado, y Cassy soltó la suya con una sonrisa cansada antes de brindarle una mano para alzarse. Thomas le devolvió la sonrisa y tomó su mano, pero ejerció fuerza hacia sí mismo y Cassy terminó cayendo hacia delante con un grito ahogado.

     Thomas invirtió las posiciones y sonrió para sí mismo antes de alzarse. A su alrededor, tanto Jem como Will soltaron sendas risas, acercándose. Cassy infló sus mejillas en una pequeña rabieta y se alzó aceptando la mano de Thoma, esta vez sin truco alguno.

     —Buen combate —felicitó después de sacudirse—. Cada día eres mejor, Tom.

     —Gracias. Tú tampoco te quedas atrás, Cassy —elogió.

     La risa de Will siguió sonando y Cassy le dirigió una mirada mortífera.

     —¿Es que nunca has leído eso de que no debes bajar la guardia? —farfulló el pelinegro, dirigiéndole una sonrisa egocéntrica—. Hasta un principiante sabe eso.

      Cassy lo ignoró y decidió retirarse hacia el interior del Instituto tras despedirse de Thomas y James.

     Pero Will no iba a desistir tan fácilmente. Cassy lo maldijo un millón de veces internamente.

     —¿Vas a disgustarte porque diga la verdad? —inquirió él.

     —¿Alguna vez entenderás que estás mejor callado?

     —¿Eso que oigo es un halago, querida Ío?

     —Veo que aunque eres un gran lector sigues sin leer entre líneas cuando alguien habla, Willy. Era un deseo, no un halago.

     —Por supuesto que leo entre líneas, y ahí iba claramente escondido un halago hacia mi persona.

     —Era más bien un insulto hacia tu intelecto, pero puedes entender lo que sea que te deje descansar por las noches.

     Giró a la derecha rápidamente y se introdujo en la sala de armas para dejar la barra. Él la siguió a paso ligero y ella soltó un suspiro exasperado, en vista de que deshacerse de él iba a ser más complicado de lo que había creído en un principio.

     —Voy a ignorar esa falta de tacto tan grosera. —Will se retiró de la pared en la que había estado apoyado mientras ella colocaba correctamente las barras dispersas por el suelo. Se lanzó tras ella de nuevo y subieron las escaleras hasta la segunda planta—. ¿Por qué no sabes aceptar que eres una mala perdedora?

     —Porque no lo soy —refunfuñó en respuesta.

     —Ah. También eres una pequeña mentirosa.

     —Y tú eres un petulante desquiciante.

     —Bonito juego de palabras. Me toca a mí. —Entraron en el pasillo de las recámaras y siguieron caminando—. Hum. Qué te parece... ¿pretenciosa desequilibrada?

     —Tú sí que eres un desequilibrado, Herondale.

     —Oh, ahora empezamos con los apellidos. Me decepcionas, Ío, pensaba que habíamos dejado eso atrás y que nuestra relación había avanzado.

     —Nunca avanzó —negó ella, llegando hasta la puerta de su cuarto. Se giró para enfrentarlo y lo empujó por el pecho con toques rápidos de uno de sus dedos, señalándolo, a pesar de que Will no se movió del sitio—. Al menos no por mi parte. Discúlpame si alguna vez has comprendido lo contrario.

     —Eres terriblemente encantadora —ironizó Will antes de apartar suavemente su dedo—. Señalar es de mala educación, por cierto.

     —Vete al Infierno.

     Y a continuación, le cerró la puerta en las narices.

     Cassy se apoyó en la puerta cerrada y se rascó el brazo durante unos segundos, escuchando cómo el insufrible muchacho detrás del trozo de madera soltaba un sonoro coro de carcajadas antes de perderse en el pasillo.





𝐔𝐧𝐚𝐬 𝐡𝐨𝐫𝐚𝐬 𝐦𝐚𝐬 𝐭𝐚𝐫𝐝𝐞, 𝐈𝐧𝐬𝐭𝐢𝐭𝐮𝐭𝐨 𝐝𝐞 𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬


     —¿Estás emocionada?

     Charlotte le sonrió cariñosamente observando el trabajo que la modista había hecho en su vestido nuevo. Cassiopea había alzado la tapa de la gran caja esperando encontrar un nuevo equipo de combate, quizá, pero tampoco le había disgustado lo que había encontrado dentro en su lugar.

     El vestido era de suave muselina índigo con pequeños trozos de encaje color hueso en los puños de las mangas y el cuello. La falda era larga y vaporosa, con elegantes pliegues por doquier desde la cintura hasta el suelo. Cassiopea amó el vestido al instante, pero no le hacía ni la más mínima gracia tener que llevarlo para su cumpleaños.

     —No —respondió sinceramente. Acarició el encaje del cuello de su nueva adquisición y soltó un suspiro mirándose las manos sin saber bien qué hacer—. La idea de que Madre venga no acaba de agradarme.

     Lo único que habían sabido de Clabelle Verlac en meses era que por fin había podido recuperarse de la muerte de su esposo y que su familia en la Ciudad de Cristal había sido de mucha ayuda. La familia que todavía restaba en Londres, sin embargo, parecía haber pasado a un segundo plano. Clabelle podía haber sido muchas cosas, pero nunca destacó por ser una madre ejemplar. Amaba a su esposo, sí, pero en lo que sus hijas referían, Clabelle nunca había sentido un amor similar. Había cariño, pero no podía compararse con el amor que una madre debería haberles mostrado a sus propios hijos.

     Ahora, un año más tarde, Clabelle estaba lista para volver a ver a sus hijas y reunirse con ellas. La fecha señalada para su llegada, justamente, había sido el decimotercer cumpleaños de Cassiopea, el primero que celebraría formalmente desde la muerte de Granville Fairchild.

     —Debes ser positiva —expresó Charlotte, sentándose junto a ella en la cama—. Madre quizá no es la mejor del mundo, y quizá no ha actuado como debería haberlo hecho desde que padre no está, pero nos quiere. A su manera, pero lo hace. Estoy segura de que su visita nos aportará cosas buenas.

     —No entiendo cómo puedes pensar así de ella, Lott. Nos abandonó cuando debíamos haber permanecido juntas...

     —Sabes cómo llega a ser. Amaba muchísimo a Padre y al perderle se le rompió el corazón.

     —¿Y a nosotras? —cuestionó la menor, apoyando la cabeza en el hombro de su hermana—. También se nos partió el corazón, Lott. Le amábamos tanto como ella... Le añoro mucho.

     Charlotte le acarició los rizos oscuros y depositó un beso en su coronilla. Un escalofrío la envolvió y rodeó a su hermana con ambos brazos antes de mecerlas a ambas. La mortecina luz que se colaba a través de las cortinas aportó un efecto nostálgico, y la tristeza invadió a las hermanas Fairchild.

     —Yo también, Cass.

     Cassy dejó escapar un sollozo y hundió el rostro en el cuello de su hermana, rompiéndose por primera vez en mucho tiempo. Charlotte la apretó contra sí y siguió depositando más besos sobre su cabeza, ahogando sus propios sollozos silenciosos.




𝐃𝐨𝐬 𝐝𝐢𝐚𝐬 𝐦𝐚𝐬 𝐭𝐚𝐫𝐝𝐞, 𝐈𝐧𝐬𝐭𝐢𝐭𝐮𝐭𝐨 𝐝𝐞 𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬


     Ni Charlotte ni Cassiopea habían vuelto a tocar el tema de su madre. Habían acordado que lo mejor era actuar con naturalidad hasta su llegada, entonces se enfrentarían a ella las dos juntas.

     Aún así, Cassiopea no pudo evitar volver a viejos hábitos y saltarse las cenas de aquellos dos días que le precedieron a la confesión con su hermana. Seguía repasando sus runas color sangre, no obstante, pues no quería que Charlotte tuviera que cargar con otro disgusto.

     «Madre ya es carga suficiente» —había pensado.

     Sin embargo, y a pesar de que Charlotte insistía en llevarle bandejas con la cena a la puerta de su habitación, la comida quedaba intacta y delante de la puerta. Los jóvenes se habían dado cuenta de esto, ya que sus cuartos quedaban en el mismo pasillo que el de Cassy. A pesar de las insistencias, la menor de las Farichild había pasado a ignorarlos.

     —¿No notáis a Cassy extraña? —había preguntado Thomas una tarde. Cassy no había acudido a los entrenamientos de aquella mañana y los tres se habían sorprendido.

      —Vaya, pues no me había dado cuenta, mira por dónde —resopló Will. Jem le dirigió una mirada reprochante antes de asentir.

     —Sí, lleva así todo el día.

     —Tal vez Charlotte sepa el qué —meditó Will—. La vi saliendo de su cuarto ayer, Un poco desastrosa, si me permitís el atrevimiento. Tenia los ojos algo hinchados y rojizos, como si hubiera estado llorando.

     —¿Creéis que ha ocurrido algo malo? —volvió a cuestionar el castaño.

     Thomas tenía el ceño fruncido y jugueteaba con sus manos sentado en la escalera de la entrada. Jem y Will lo habían encontrado minutos atrás, después de dar una rápida vuelta por los alrededores del Instituto, sin alejarse demasiado. Will pateó un guijarro con las manos en los bolsillos, y Jem alzó la vista hacia las ventanas de la segunda planta.

     —Quizá —respondió simplemente. 

     Una sombra se movió en la tercera ventana, justo a la izquierda de la puerta de entrada. James observó a la joven antes de que esta se diera cuenta de que la estaba mirando. Como un torbellino, se alejó y la cortina volvió a caer contra el cristal, obstruyendo la vista del interior.

     James torció el gesto. Cuando había llegado al Instituto, Cassiopea había sido todo lo amable que su personalidad le había permitido, aunque aquello no había molestado en lo más mínimo a Jem. La actitud de Will sí que había supuesto un pequeño inconveniente hasta que había sabido como manejarlo, pero en Cassy había encontrado algo parecido a una amiga siempre dispuesta a escucharlo hablara de lo que hablara.

     Algo le decía que era hora de devolverle el favor, y tenía la certeza de cómo debía hacerlo.

     Cassiopea dejó caer el libro que había intentado leer durante los pasados cuarenta y cinco minutos. Observó las desgastadas letras doradas del lomo que formaban «Frankenstein o el Moderno Prometeo». La literatura gótica de Shelley le gustaba por su forma de narrar, y el personaje de la criatura de Víctor Frankenstein era uno de sus favoritos, pero no podía dejar de pensar en los chicos a las puertas del Instituto, hablando sobre ella.

     Sí, los había estado escuchando a escondidas de la forma más literal posible. Se sentía mal por hacerlo, pero quería saber si realmente se habían preocupado por ella aunque fuera un poco. Incluso si el insufrible de Will lo había hecho.

     Se sentía terriblemente mal por estar evitándolos, a ellos y a todos en el Instituto. Charlotte había acudido a hablar con ella más de una vez, y cada pocas horas tocaba a la puerta de su habitación buscando saber si necesitaba algo o se encontraba bien. O cómo Cassiopea suponía, si seguía respirando.

      Una parte de ella quería salir fuera y actuar como si no fuera a ocurrir nada en tres días. Otra parte de ella simplemente no podía dejar de obviar que se reuniría con su progenitora por primera vez en un año y medio, en el que debía destacar, muchas cosas habían cambiado.

     La llegada de Jem, de Thomas, e incluso de Will —aunque no quisiera admitirlo—, la habían cambiado. Podía notar cómo se había vuelto menos cerrada, a pesar de que seguía insistiendo en no mostrar sus emociones en exceso. También que su relación con Charlotte había vuelto a la normalidad con el paso de los meses.

     Por otra parte, algunas cosas habían cambiado para mal. Seguía odiando sus marcas carmesíes e incluso el miedo con el que sostenía la estela algunas veces. Odiaba depender de algo tan insignificante para poder vivir o, al menos, intentar vivir una vida normal.

     Alguien tocó la puerta de su recámara y se alzó de la desordenada cama.

     —Adelante —dijo, y odió el modo tan frágil en que su voz sonó.

     —Espero no molestar. —James asomó la cabeza por la rendija de la puerta y Cassy negó rápidamente. No obstante, le fue imposible no mostrarse sorprendida por la inesperada visita.

     —¿Qué...? ¿Qué haces aquí, Jamie? —cuestionó, intentando alisar la falda de su vestido. No se había molestado en cambiarlo por otro mientras intentaba leer, por lo que había acabado sumamente arrugado.

     James le brindó una sonrisa amable y compasiva antes de tomarse su pregunta como una habitación para entrar. Dejó la puerta abierta, pues no quería que nadie pensara cosas que no eran. Cassy lo agradeció silenciosamente.

     —He pensado que podía hacerte algo de compañía —admitió el de cabello manchado—. ¿Estás bien, Cassy?

     Ella asintió, soltando un suspiro—: Sí, es solo que estos dos últimos días he sabido que mi madre regresaría para mi cumpleaños y... no sé cómo sentirme.

     Había algo en James Castrairs que hacía sumamente fácil el poder decir hasta los más profundos pensamientos. Algo en su aura de tranquilidad extrema, en su compostura y su semblante plácido. Después de meses conociéndolo, Cassy todavía no había sabido determinar qué había en él que podía hacer que hablara con tanta facilidad. Con Jem, no tenía necesidad de cerrarse en banda sin contemplaciones, podría haberle dicho hasta la cosa más absurda en el universo y él la habría escuchado atentamente sin juzgarla.

     —¿Tu cumpleaños? —Jem pareció sorprendido de escuchar aquello. Cassy asintió, rascándose el brazo.

      —Sí. Se suponía que Charlotte iba a organizar una fiesta, una pequeña celebración con los amigos más próximos a la familia y los integrantes del Instituto. Algo pequeño y a puertas cerradas de cara a los demás. Pero sigo pensando en la forma de disuadirla.

     Jem asintió y restó en silencio unos minutos. Entonces, el rostro se le iluminó y una sonrisa brillante eclosionó en sus labios. Cassy lo observó sin comprender antes de que Jem diera media vuelta y saliera de su habitación.

     Unos segundos más tarde, apareció portando su estimado violín en una mano y el arco del instrumento en otra.

     —A veces, cuando estoy solo en mi habitación, me gusta dejar salir lo que siento tocando el violín —explicó, afinando el instrumento—. Creo que todos poseemos una canción distinta en nuestro interior, que puede ser interpretada de formas distintas según lo que sentamos en ese momento. Una melodía in crescendo cuando estamos eufóricos. Una in adagio cuando estamos tristes, y así con todas las emociones.

     —¿Hacia dónde quieres llegar con todo esto, Jem?

     —Voy a enseñarte a tocar, para que así tú también seas capaz de liberar todo lo que sientas.

     —Nunca se me dio demasiado bien el tocar música...

     —Puede que no, pero la música no hace falta saber tocarla, Cassy. Hay que saber sentirla. Una persona que no ha tocado en su vida puede sentir la música, igual que alguien que sabe tocarla, puede no sentirla. Déjame demostrarlo.

     Y sin más, se colocó el violín sobre el hombro apoyando la barbilla sobre el extremo final y el arco se deslizó entre sus dedos diestramente, a su vez acariciando las cuerdas. Una melodía dulce y tranquila bailó llenando el silencio, y entonces, Cassy se dejó caer sentada sobre la cama, cerrando los ojos y disfrutando de la delgada voz del violín mientras cantaba.

     En silencio, agradeció a Jem por hacerle compañía.

     En silencio, sintió la música y, de repente, encontró el coraje suficiente para enfrentarse a Clabelle Verlac.






¡Hola!

En este capítulo hemos visto muchas interacciones y muchas facetas distintas, ¿qué os ha parecido? ¿Os han gustado las dos conversaciones (un tanto agrasivas, todo sea dicho) entre Will y Cassy? ¿Qué pensáis del entrenamiento con Thomas? ¿Y del regreso inesperado de Clabelle Verlac, la madre de nuestras hermanas Fairchild? ¿Qué me decís del dulce gesto de Jem? ¿Cuál ha sido vuestro momento preferido?

Voy a aclarar dos cosas. La primera, que los primeros nueve/diez capítulos de la historia no dependen de ningún libro en lo que trama respecta, al menos no a grandes rasgos. Esto se debe a que los capítulos iniciales (de esta primera parte), son un AU para explicar la situación del Instituto de Londres, las hermanas, la llegada de los primeros jóvenes, etc. Menos las llegadas de estos últimos, y la breve aparición de los padres de Will, todo es original y un completo AU.

Lo segundo, es que en nignuna parte, ni siquiera en los libros o las wikias, se especifica quién es la madre de Charlotte y esposa de Granville Fairchild. De verdad, su identidad es totalmente desconocida. Decidí entonces inventarme a Clabelle, por lo que sí, la madre de Cassy es una OC también. De igual forma, Charlotte y Cassy están relacionadas con los Verlac que dirigen el Instituto de París, pues serían familia por parte de madre.

Una vez aclarado esto, quiero hacer una pregunta: ¿alguien ha sido avispado y se ha percatado de que los capítulos poseen el nombre de Marcas/runas? Me pareció curioso hacerlo y, de cierta forma, los nombres están relacionados con el contenido de los capítulos.

Como ya sabéis, actualizaré dentro de dos semanas o antes, si el siguiente capítulo queda listo antes. El gif de este capítulo lo pondré más tarde, cuando el WiFi de mi casa decida hacer algo bien.

¡Votad y comentad!

¡Besos! ;*

—Keyra Shadow.



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