Capítulo 15. Naturaleza
Instituto de Londres, Gran Biblioteca; 1878
—Así que tú eres la famosa Ío.
Aquello fue lo primero que dijo Jessamine Lovelace al mirarla separarse de Jem. Cassiopea la miró brevemente, analizando que era la que más alejada se encontraba del resto mientras, supuso, investigaban.
—Supongo —dijo—, aunque ese no es mi nombre.
—Oh, lo sé bien —asintió Jessamine—, pero parece que Will tiene predilección por referirse a ti de esa forma. También veo que aunque no tienes mucho decoro, tienes estilo. —Señaló el vestido malva de la muchacha—. ¿Moda francesa, quizá? —Cassy asintió. Jessamine pareció maravillada—. ¡Vamos a llevarnos muy bien!
Si Cassiopea era sincera, Jessamine Lovelace era un enigma para ella, pero uno que no le costaría en absoluto resolver. Podía verse a leguas que Jessamine no se contentaba con lo que poseía; ser una Cazadora de Sombras no era algo que le agradara, eso le había dicho Charlotte en una de sus cartas. Los padres de la joven habían sido asesinados y rechazaban toda clase de contacto con los de su especie. Jessamine había resultado ser igual a sus progenitores e intentaba por todos los medios tener el mínimo número de Marcas posibles. Además, prefería la moda y soñaba con vivir como una auténtica dama británica, no con matar demonios y otros seres malignos, alabando su naturaleza angelical.
Si bien Cassy podía compartir con ella el gusto por comportarse como una dama y vestir siempre a la última moda, ella sí disfrutaba siendo una Cazadora de Sombras y se enorgullecía de ello. Quizá debiera enseñarle a Jessamine que se podía tomar el té a la vez que lanzabas un cuchillo para matar a un demonio vistiendo un conjunto de tarde.
Cassiopea decidió cambiar de tema y alejar la atención de su figura. Se concentró en Tessa, quien había vuelto la vista hacia las noticias que tenía sobre la mesa delante de ella.
—Señorita Gray —llamó, aproximándose a la susodicha—. No he tenido la oportunidad de presentarme como es debido, aunque me disculpo por lo sucedido en la Sala del Consejo. Soy Cassiopea Fairchild.
—Puede llamarme Tessa —repuso la castaña, levantándose y haciendo una reverencia así como Cassy—. ¿Por casualidad es usted familia de Charlotte?
—Su hermana pequeña, para ser más precisos —sonrió ella—. Y no debe preocuparse por las formalidades, aunque si le incomoda tutearme, puede tratarme de usted perfectamente.
—Está bien.
Cassy descubrió que Tessa Gray era una joven un tanto reservada simplemente por aquella pequeña interacción. En su rostro estaba escrito que, si bien llevaba meses junto a los cazadores de sombras, todavía no acababa de acostumbrarse a ellos ni al trato que algunos le daban. Aquello despertó la curiosidad en Cassiopea, quien desde la reunión de aquella mañana había querido hablar con ella de un tema en especial, aunque decidió dejarlo para más tarde.
—Perdonad la intrusión —dijo la joven Fairchild—. ¿Podría preguntar qué estabais haciendo antes de que llegara?
—Un tanto controladora, ¿no? —comentó Will.
—Simple curiosidad.
Jessamine profirió un prolongado suspiro de aburrimiento.
—Nada que merezca la pena; algo bastante inútil, de hecho —dijo.
—No es inútil —repuso la señorita Gray, calmada y paciente. Su vista se dirigió a Cassiopea—. Buscábamos alguna información que pudiera llevarnos hasta Mortmain.
—¿En los libros de esta vieja biblioteca? —burló Cassy, soltando una risilla—. Es poco probable que encontréis algo útil, concuerdo con la señorita Lovelace. Tendríais que estar ahí fuera, no aquí dentro.
—Sin embargo —interrumpió Jem—, creemos que en algunos registros de los Hermanos Silenciosos podría mencionarse algo al respecto, como un problema de compensación que involucrara a Mortmain. O incluso aquí en la biblioteca, algún registro de humanos que han sido ayudados por brujos. El núcleo de los autómatas es mágico, al fin y al cabo.
—Y Mortmain ha probado ser bastante humano —añadió Will—. Por lo que debió aprender de alguien el arte de la magia negra.
La mirada de Cassiopea se oscureció.
—Podría ser un humano que posee la Visión, de lo contrario, sus actos en lo que concierne a los Subterráneos serían una cruel coincidencia, y al especular que podría haber hecho un trato con un brujo para crear a sus autómatas, me hace cuestionar qué subterráneo en su sano juicio maquinaría contra los de su misma índole. Incluso si solo fue para enseñarle magia negra.
—¿De qué actos hablas? —cuestionó Tessa.
—¿Y en qué conciernen a los Subterráneos y cómo uno de ellos estaría traicionándolos? —elaboró Will.
—Es uno de los temas que quería tratar con el Cónsul Wayland en la reunión de la Clave —admitió ella, siendo entonces el mismo momento en el que se percataba de que no había llegado a decirlo en ningún momento. Soltó una maldición—: ¡Rayos, no le dije nuestras sospechas sobre Mortmain!
—¿Nuestras? —inquirió Will.
—De Brior y mías —especificó Cassy—. Debí habérselo dicho antes de marcharnos.
—¿En qué habría ayudado decírselo? —preguntó Jessamine.
Jem alzó la vista del libro que tenía delante.
—Podría haber avisado a los líderes de los clanes subterráneos —dijo simplemente.
—O tal vez no —comentó Will—, según creo recordar, el Cónsul Wayland y, en general, todos los cazadores de sombras, no sienten gran aprecio por los subterráneos.
—Aún así —dijo Tessa, frunciendo el ceño—, no dudan en pedir ayuda cuando lo creen necesario. Magnus es un ejemplo.
—¿Magnus Bane? —preguntó Cassiopea—. ¿El Gran Brujo?
—El mismo —asintió Jem—. Nos ha estado ayudando estos pasados meses.
—A eso mismo me refiero —jactó Tessa.
—Estoy de acuerdo contigo, Tessa —elaboró Cassiopea—, pero William también tiene razón. Decírselo al Cónsul solo hubiera provocado más desconfianza hacia los Subterráneos, ¿y siendo un brujo precisamente el que os ha estado ayudando? A Magnus Bane se le prohibiría la entrada al Instituto e incluso involucrarse en los temas de los cazadores de sombras. —Hizo una pausa, meditando sus siguientes palabras antes de hablar—. Y considerando la naturaleza de la Señorita Gray... No, no convendría en absoluto.
Tessa no dijo nada, pero en su rostro se formó una mueca indescifrable. Cassiopea soltó un suspiro.
—De todas formas, igual que los Subterráneos podrían ser cómplices de Mortmain, aunque indirectamente, también son sus víctimas. Brior y yo fuimos atacados mientras íbamos a Westminster. Pedimos un cabriolé, y el cochero resultó ser un autómata, aliado con un demonio. Pero eso no fue lo que nos conmocionó; además de un autómata, previamente había visto que el cochero era un hombre lobo. El cableado de cobre en su cuello confirmó después el que fuera una criatura de Mortmain.
—¿Un autómata hombre lobo? —Tessa parecía horrorizada al respecto—. ¡Eso es atroz!
—Sin duda —dijo Cassiopea—. Explotó poco después de que escapáramos del demonio, junto al cabriolé. Pero parecía un prototipo, una prueba, como si hubiera experimentado...
—... Si la combinación entre subterráneo y autómata era tan posible como él creía —acabó William. Sus ojos se encontraron con los de Cassiopea, y por unos instantes, se quedaron allí anclados, antes de pasearse por los libros de la mesa. Una tempestad extraña los había cubierto—. ¿Qué más?
—El demonio que lo acompañaba. Si estaba con él y no hizo intento alguno de herirlo, solo puede significar que eran aliados.
—Y si lo eran —dijo Jem, asintiendo en comprensión—, entonces Mortmain podría haber establecido una alianza con demonios.
—¿Qué ganaría él con eso? —preguntó Cassiopea.
Will soltó una maldición en galés.
—Ir contra los Cazadores de Sombras más de lo que ya pretendía en un principio. Los odia casi tanto como a mi me apasiona la Viruela Demoníaca.
—Eso es un mito —dijo Cassiopea.
—Algún día tendré razón, y entonces todos los que os burlabais de mí no tendréis más elección que decir «Tenías razón, Will».
—Volvamos al tema, por favor —dijo Jem—. Sabemos que Mortmain practica magia negra, que probablemente lo haga con el fin de infligir vida a sus criaturas mecánicas y que planea deshacerse de los Cazadores de Sombras.
—También que lo hace por la compensación sobre algo —añadió Will—, aunque todavía no sepamos del todo bien el qué.
—Sigo proponiendo que miremos en la sección de Compensaciones de los archivos —siguió James—. Y sigo diciendo que por preguntar no perderemos nada.
Pero para Cassiopea, no todas las preguntas habían sido respondidas. Faltaba una; una que podría no ser bien recibida. Centró su atención en Tessa, en aquella muchacha aparentemente normal que rechazaba en realidad su verdadera naturaleza.
—Tengo una pregunta, si me lo permites —empezó a decir Cassy—. ¿Por qué Mortmain desea el poder de una bruja como tú?
—No lo sé. Solo sé que hizo que dos brujas me secuestraran para explotar mis poderes, para entrenarme. Y no me llames bruja —dijo Tessa, rotunda. Cassy alzó una ceja.
—Disculpa, querida, pero negar lo obvio es lo más inútil que puedes hacer. Te llamo por lo que eres, una bruja y nadie puede decir lo contrario, ni siquiera tú.
—No deseo serlo.
—Nadie desea ser lo que es cuando nace si es algo que no le gusta, y aun así, lo somos. Son pocos los que pueden cambiarlo.
—Hablas como una anciana, Ío —burló Will. Cassiopea lo ignoró por completo.
Se movió pasando por delante de la mesa hasta una de las estanterías. En sus manos sostuvo uno de los volúmenes que hablaban sobre Lilith y los Príncipes del Infierno. Desinteresada por el tema, volvió a dejarlo en su sitio y siguió paseando.
—Lo que deseo decir —prosiguió—, es que tu naturaleza es algo que no puedes cambiar. Y cuanto menos tardes en aceptarlo, más fácil te será todo.
Para su sorpresa y conmoción, Tessa se levantó de su silla haciendo que las patas de estas chirriaran contra el suelo. Una llama de rabia hervía en sus ojos grises.
—Disculpadme —masculló entre dientes, antes de precipitarse por la puerta de la biblioteca y desaparecer por el pasillo, sus faldas gritando a su paso.
Cassiopea parpadeó.
—¿Qué acaba de ocurrir? —cuestionó. Jessamine soltó una pequeña risilla en su sitio.
—La muchacha todavía no tiene asumido lo que es —comunicó.
—Eso es algo que he podido ver y comprobar, lo que no comprendo es por qué se ha ido de esa manera.
—Para Tessa, la cuestión de su humanidad es una muy delicada —explicó Jem, levantándose por igual del asiento que había ocupado. En su rostro, Cassiopea descubrió que había un rastro de preocupación, y no pudo evitar preguntarse por qué—. Hace tan solo unos meses pensaba que había sido humana toda su vida, solo para descubrir que en realidad es una bruja.
—¿Y no lo es? Ser una bruja no significa que no tenga humanidad. Los Brujos también tienen sentimientos, igual que el resto de Subterráneos —inquirió ella como toda respuesta, indiferente—. Quizá tiene esa errónea idea de los mundanos sobre las brujas. Todos sabemos que la masacre de Salem trajo mucha pena para los subterráneos de todo el mundo, en especial a los brujos. De todas formas, no he dicho más que la verdad.
—Quizá podrías haber tenido un poco más de tacto —murmuró Will por lo bajo. Cassiopea miró en su dirección certeramente.
—¿Me hablas tú de tacto, de entre todas las personas? —escupió sin poder evitarlo. Will apretó la mandíbula y se levantó de su silla, solo para elaborar una burlona reverencia.
—¿Sabes, Ío? Por un momento tu vuelta a Londres me habría incluso resultado graciosa, pero ahora que estás aquí, no puedo dejar de ver cuán equivocado estaba.
Cassiopea guardó silencio mientras William salía por la puerta de la biblioteca, sin poder argumentar nada en su contra. Sin embargo, aquello no impidió que una rabia contenida empezara a burbujear en su interior. Su vista volvió a centrarse en Jem, esperando a que este la defendiera o le diera la razón, pero lo único que hizo el joven fue negar suavemente con la cabeza y levantarse también.
—A veces es bueno ponerse en la piel de los demás, Cassy —dijo simplemente—. Iré a ver si el Hermano Enoch sigue por aquí para decirle que los Hermanos Silenciosos revisen los archivos. Pasad buena tarde.
En la biblioteca, solo restaron una Jessamine Lovelace realmente despierta y entretenida, y una Cassiopea Fairchild que no pudo evitar sentirse terriblemente traicionada y confundida.
—Creo que es lo más interesante que ha sucedido desde el ataque de Mortmain —comentó la rubia, enroscando uno de sus rizos dorados con un dedo—. Estoy ansiosa por ver qué sucede a continuación.
Como si hubiera invocado al escándalo mismo, Charlotte entró unos minutos más tarde con el rostro preso por la confusión. Llevaba en las manos varios libros que, Cassiopea supuso, había ido a recoger o quizá pretendía devolver del estante del cual los había sacado. Su cabello castaño estaba recogido en un apretado moño en la nuca con varios mechones sueltos y sus mejillas se encontraban sonrojadas.
Para cualquiera, la vista habría sido malinterpretada, pero Cassiopea conocía a su hermana tan bien como la palma de su propia mano. La vista ante ella era la de una mujer que en cualquier momento podría perder la poca cordura que le quedaba. Su hermana podría colapsar en un abrir y cerrar de ojos en un ataque de nervios.
—¿Qué ha pasado? ¿Dónde están Will y Tessa? —cuestionó—. Solo he visto a Jem medio corriendo por el pasillo, preguntándome por el Hermano Enoch. Le he dicho que estaba por irse y no ha dicho ni una palabra más. ¿Pero qué ha sucedido con el resto?
Jessamine fue más rápida en responder que Cassy.
—¡Te lo has perdido, Charlotte! Se ha montado un buen escándalo.
—No es cierto —interrumpió Cassiopea—. Solo le he dicho a la Señorita Gray que no debería negar su naturaleza como bruja, porque le he preguntado qué podría querer el Magíster de ella, es todo. Y de un momento a otro todos han salido por la puerta, aparentemente disgustados conmigo.
—Es un tema delicado, Cass —dijo su hermana—; Tessa todavía no se acostumbra. Hace tan solo unos meses supo que tenía poderes, y los esfuerzos que hace para utilizarlos ya es pedirle mucho.
—¡Pero solo he dicho la verdad!
La compasión se apoderó de los ojos de Charlotte. Por unos instantes, vio ante ella a la niña pequeña que su hermana había sido, la misma que se había encerrado en sí misma tras la muerte de su padre; la misma que había estado al borde de la muerte y que había actuado con prepotencia y soberbia los meses siguientes. Vio a una niña asustada, asustada de quedarse sola.
—La verdad a veces puede hacer más daño que bien.
Pero Cassiopea no lo comprendió. A pesar de que entendiera hasta cierto punto la reacción de la Señorita Gray, el comportamiento de Will y James escapaba a su comprensión por completo. Una recóndita parte de si misma no pudo evitar pensar que, quizá, la llegada de Tessa Gray hubiera supuesto un cambio en ambos muchachos.
Se preguntó qué habría causado esos comportamientos y en qué momento ambos se habían distanciado de ella para acercarse a Tessa. Aunque una vocecilla en su cabeza le dijo que solo eran imaginaciones suyas, que nada había cambiado realmente y que las conductas de los dos chicos se debían únicamente a su comentario —un tanto fuera de lugar después de analizarlo—, otra voz, un tanto más potente que la otra, más autoritaria, le dijo que era culpa suya. Que su presencia había llegado a molestar a William y a James; que su llegada a Londres, tal y como había dicho el joven Herondale, no había traído nada bueno consigo.
—Quizá el problema soy yo —masculló. Charlotte la escuchó y negó rápidamente.
—¡Por supuesto que no! No digas semejantes cosas, Cass. No es cierto.
—Y sin embargo, es lo que parece. Es como si el detonante de todo fuera yo.
—Estás siendo drástica, Cass. Todo es reciente, no lo estás pensando con detenimiento.
—¡Pero es que no necesito pensarlo con detenimiento! —estalló, acallando a su hermana—. No lo necesito porque lo he visto. He visto cómo Will y Jem se molestaban por mí, cómo la Señorita Gray se molestaba por mí, y no me sorprendería que tú también lo hicieras a estas alturas.
—Lo harás, si sigues diciendo semejantes disparates —terció Charlotte.
Pero lejos de acallar a las voces venenosas de su cabeza, Cassiopea sintió que las palabras de su hermana la alarmaban más todavía.
—Simplemente quería discutir con vosotros lo que he descubierto estos pasados meses —murmuró—. No quería traer el malestar al Instituto.
—Cassiopea...
—Mortmain ha estado involucrado con subterráneos, me temo. O más bien, ha estado interfiriendo en sus asuntos para beneficiarse a sí mismo.
—¡Qué aburrimiento! —exclamó Jessamine, levantándose—. Ardo en deseos de dar un buen paseo y cotillear en las tiendas de tela más próximas.
Pero Cassiopea la ignoró, y asegurándose de que había captado la atención de su hermana mayor, prosiguió:
—Ha abordado mercancías de subterráneos e incluso ha experimentado con algunos de ellos. No estoy todavía del todo segura, pero lo he visto. Quizá Jem y los demás puedan contarte lo que les he explicado más tarde, con más detalle. Ahora, creo que iré a dar un paseo.
—¡Y yo iré contigo! —secundó Jessamine, caminando hacia ella—. Quizá pudieras ayudarme con un nuevo vestido, querida Cassiopea.
La susodicha permaneció callada, viendo como la joven Lovelace entrelazaba un brazo con el suyo. El gesto se le antojó conocido, pero viniendo de alguien a quién no conocía en lo más mínimo, aquellas confianzas la alarmaron levemente. Sin poder decir una palabra más, sintió que Jessamine reforzaba su agarre y prácticamente la arrastraba fuera de la biblioteca, lejos de su hermana mayor.
—Quizá hubiera sido conveniente preguntarme si deseaba ir contigo, ¿no crees?
—Oh, por favor —mofó la otra—. Puede que no me guste este sitio y lo que conlleva, pero no me tengo por alguien estúpido. Necesitabas desesperadamente que alguien te sacara de ahí.
Llegaron al vestíbulo y Jessamine se echó un abrigo por encima de su vestido de brocado verde, cogiendo también una sombrilla en color crudo que, a juzgar por la destreza con la que la manejaba, Cassiopea dedujo que era suya.
—¿Y qué ganas tú con eso? —preguntó, desconfiada. Se puso su propio abrigo y abrochó hasta el último de los botones. Fuera no hacía especial buen tiempo.
—Salir de aquí —respondió Jessie sin mucha ceremonia—. Y un vestido nuevo, me lo debes.
Cassiopea no estaba de acuerdo con ser la benefactora del nuevo vestido de la joven que la acompañaba, pero debía admitir que aquello era mejor que quedarse en el Instituto y arriesgarse a empeorar la atmósfera más todavía. No quería ni imaginarse qué sucedería si transcurría unos minutos más allí dentro. Quizá incluso sería capaz de enfadar a Henry y este provocara una explosión por accidente con uno de sus frenéticos ademanes de manos. Entonces tendría muchas más razones para sentirse peor consigo misma.
No, era mejor que saliera de allí cuanto antes.
¡Hola!
Ha pasado un mes des de la última actualización, me disculpo. Estaba de vacaciones o (retiro temporal) de Wattpad para venir con las ideas mucho más claras y más fuerza para el resto de mis novelas. También vengo con una novedad de Clockwork: dentro de poco renovaré el tráiler que hice en un principio por uno un poco más elaborado (aunque sigo sin saber cómo poner o dónde buscar las voces en off, así que tendréis que conformaros con música e imágenes).
¿Qué os ha parecido el capítulo? Sé que es cortito, pero siento que tenía suficiente contenido como para ser publicado y además... EL DRAMA. Creo que Cassy debería aprender a no ser tan directa a veces, ¿no creéis? ¿Qué creéis que Mortmain estará haciendo con los subterráneos? ¿Por qué Cassy no ha mencionado nada sobre la rosa que le lanzó el demonio, aquella que se guardó? ¿Qué le hará Jessamine a Cassy en esta inesperada salida? Muchas preguntas y pocas respuestas por el momento, pero estoy segura de que las teorías abundan.
Explicación del título NATURALEZA: No, esta vez no es una runa. Naturaleza, por la forma de ser de cada uno, en el caso de Cassy, demasiado directa, en el de Tessa, una bruja. Naturaleza, porque nadie sabe qué estará planeando Mortmain y la naturaleza de planes para con los subterráneos.
Espero que os haya gustado y muchísimas gracias por leer y comentar; en general, por ser el principal apoyo de que no pierda la esperanza con los lectores en Wattpad. De verdad, vuestros comentarios me alegran el día muchísimo, y aunque en menor medida, espero que estos capítulos también os alegren a vosotros.
¡Votad y comentad!
¡Besos! ;*
—Keyra Shadow.
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