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Capítulo 11. Sin miedo









Pueblo de Oldstead, Norte de Yorkshire; 1878


                                                  Las calles de Oldstead estaban tal y cómo las recordaba por sus visitas anteriores. El asfalto húmedo y resbaladizo, el clima frío y las nubes de tormenta engañosas, que podían estallar en cualquier instante y sorprender al más despistado. El cuchicheo distante pero familiar del mercado y el olor dulzón de los brebajes seelies en las tabernas subterráneas.

     El chillido de un demonio Rydhon al ser apuñalado por una daga certera.

     La figura al otro extremo del callejón soltó un suspiro, caminando dramáticamente hasta el ser desplomado sobre el frío asfalto. Los demonios Rydhon eran lagartos humanoides con dos grandes astas incrustadas en la frente, justo por encima de los ojos violetas y sin pupilas. En su nariz había dos cuernos más pequeños que los previamente mencionados, consecutivos y que se apilaban sobre el puente del pico dentado.

     —¿Es que no te han enseñado modales? —burló la figura, suspirando—. Espiar conversaciones ajenas es de muy mala educación.

     El demonio soltó otro chillido cuando una segunda daga arremetió contra su pata izquierda, dejándola clavada al suelo e impidiendo que pudiera escapar. La piel empezó a hacerse dolorosos jirones y el olor a putrefacción inundó el callejón.

     —Tampoco es como si hubiera podido esperar mucho de ti, ¿no? —Un destello de luz fue suficiente para que el demonio volviera a chillar, intentando alejarse—. ¿A quién pretendías informar, eh?

     —¡Nefilim! —vociferó con horror el demonio—. ¡Nefilim!

     —Me complace que reconozcas lo que soy. No eres tan estúpido como creía.

     —¿Desde cuándo se juega con las presas? —inquirió una tercera voz en la entrada del callejón. La primera figura bufó.

     —Me arruinas el momento. —Una tercera daga se clavó en el demonio, provocando que el mismo estallara dejando tras de sí una estela de ceniza—. ¿Tenías que llegar precisamente ahora? Estaba batiendo mi récord.

     —¿Todavía seguís con eso? —Brior Blackthorn dio un paso más cerca de la calle principal, mientras María Vientofrío lo seguía a regañadientes.

     —Iba a ganar —se excusó la española. Brior soltó una risa escueta.

     —Por supuesto...

     —¡Abajo!

     El grito los desconcertó a ambos, y aun así, obedecieron sin vacilar. Hubo un destello de luz que surcó el aire hasta clavarse en un segundo Rydhon, cuya intención era atacar a los dos cazadores de sombras. No obstante, una tercera figura se había abalanzado sobre él justo a tiempo, arremetiendo con fuerza empuñando una spatha* de reluciente color blanco.

     María fue la primera en reaccionar, soltando un grito ahogado, exasperada. A continuación se giró para mirar a Brior y señaló a la tercera figura en el callejón.

     —¿Ves lo que has provocado? ¡Ese Rydhon podría haber sido mío!

     —Una verdadera pena, Mary —elaboró la tercera voz. Una mirada mortífera fue todo lo que recibió en respuesta.

     —¿Tenías que hacer una entrada tan dramática, Cass? —preguntó el único varón entre ambas féminas. La mencionada dejó que la luz de las farolas le iluminaran el rostro, y por unos segundos, todo lo que Brior pudo hacer, fue contemplarla.

     Cassiopea Fairchild ya había sido guapa de pequeña. Brior la había conocido cuando ella tenía trece años y el quince, y recordaba haber pensado que Cassy era la muchacha más guapa que había visto en todo Idris. Sin embargo, el tiempo había hecho verdaderas maravillas en ella, acentuando mucho más sus facciones y perfilando cada superficie de su ser. Cassiopea había sido guapa de pequeña, pero ahora sin duda, era hermosa.

     Lejos de llevar su traje de combate, como era el caso de Brior y María, Cassy había optado por uno de sus vestidos favoritos, de delicadas telas y adornos en colores violáceos. Brior no podía explicarse la razón por la cual la joven Fairchild era capaz de moverse con total libertad portando semejante vestimenta; pero la visión del despeinado recogido trenzado de la muchacha, la espada romana todavía brillante tras la conjuración de poder angelical, y sus fieros ojos verdes, tan claros como plata líquida, provocaron que su corazón se acelerara levemente.

     —Es una verdadera lástima, Mar —dijo la castaña, aproximándose a sus amigos—. Pero te he ganado. Y ya sabes qué significa eso...

     —Te odio —masculló la española—. Pero un trato es un trato. Vayamos al Black Swan antes de que a Gaspar le ocurra contratar a un detective para que nos busque.

     —¡Recuerda que pagas la primera ronda! —le gritó Cassy, riendo levemente. Pero María ya se había alejado lo suficiente, adelantando a sus acompañantes. Cassy le entregó la spatha a Brior—. Ten, ¿podrías guardármela?

     Brior asintió—. Sí, pero primero, limpiemos un poco esto, ¿no crees?

     Cassy asintió ondeando una de sus manos de forma distraída.

     —Sí, sí. Lo que usted diga, Señor Blackthorn.

     Acabaron limpiando el icor —la sangre negra del demonio—, en un charco no muy lejano a la taberna donde el hermano mellizo de María, Gaspar Vientofrío, seguía esperándolos. Cassiopea y Brior caminaron hacia allí, siendo bienvenidos por el olor a brebajes seelies y humos de olores exóticos. Por fuera y de día, el Black Swan parecía una taberna como cualquier otra, pero una vez la luna se alzaba en el firmamento, subterráneos de todas clases se reunían para unos pocos momentos de libertad. Los cazadores de sombras casi nunca se presentaban en el pub, por lo que, el hecho de que cuatro de ellos se encontraran ahí, era razón suficiente como para que los problemas se mantuvieran a raya en lo que la estadía de los Nefilim tenía lugar.

     María ya había encontrado a su hermano para cuando los dos jóvenes se sentaron en la mesa de madera decorada con velas y cuatro jarras llenas hasta arriba de un líquido que Cassiopea no supo distinguir, pero del que sin duda alguna, bebería.

     —Bueno, bueno, bueno —soltó Gaspar al verlos. Su cabello rizado se enroscaba alrededor de su frente ligeramente húmedo, tal vez a causa del sudor por las bebidas que ya se había tomado—. Qué ven mis ojos, ¡si no estáis muertos!

     —Es agradable saber que nos dabas por muertos, hermano —repuso María ácidamente. Cassiopea soltó una risa baja, divertida por la actitud de ambos hermanos.

     —Yo también te quiero, Mar. —Gaspar se giró hacia los otros dos—. ¿Hay alguna noticia sobre qué hacían esos Rydhon por aquí?

     —Nos espiaban —comunicó Brior, dándole un trago a su jarra—. Quizá querían probar algo de la mercadería que comprobamos esta mañana, pero dudo mucho que les interesara saber sobre la cerveza exportada de Malta.

     Cassy bebió un poco de su propia jarra—. Es muy improbable que estuvieran ahí por eso. Yo por mi parte, mientras vosotros —los señaló a los tres—, estabais hablando con ese licántropo sobre su cargamento, me permití pasear por el resto del mercado para averiguar algo.

     —¿Y descubriste algo? —preguntó Gaspar.

     —¿O simplemente intentabas encontrar melocotones? —añadió María, lanzándole una mirada de perversa suspicacia.

     Las mejillas de la joven Fairchild ardieron levemente.

     —No estaba buscando melocotones, por raro que parezca —declaró. Volvió a darle un sorbo a su jarra, ganándose una mirada de advertencia por parte de Brior. La última vez que habían estado en una taberna, ella no había acabado del todo bien. Cassy le devolvió la mirada, fulminante—. ¿Qué? Sé controlarme, ¿vale?

     —Eso no fue lo que dijo aquella hada cuando le rompiste la nariz —Gaspar soltó una risa.

     —Pensaba que eso había quedado olvidado —dijo Cassy, dejando la jarra sobre la mesa y cruzándose de brazos—. Solo ocurrió una vez.

     —Pensaste que te había robado la estela, solo porque tenía una cuchara boca abajo en la mano —inquirió María, sonriendo mientras apoyaba la barbilla en la palma de su mano. Brior intentó calmarlos a todos.

     —Eh, venga, chicos. Volvamos al tema en cuestión, por favor. Pero Cassy —llamó—, de verdad, no deberías beber.

     —Está bien —aceptó ella, apartando la jarra por completo. Gaspar se alzó para cogerla y vaciar el contenido en su propia jarra, ganándose una reprimenda por parte de todos.

     —¿Qué ocurre? Alguien debe acabárselo. Me he gastado diez libras en esto.

     —Cass —insistió Brior. La muchacha suspiró.

     —Ya voy, ya voy. Bueno, como iba diciendo, decidí dar una vuelta por el mercado para ver si descubría algo. Últimamente los licántropos no han sido los únicos con problemas en sus mercancías, por lo visto. Algunos mundanos también han estado teniendo problemas, porque les desaparece maquinaria en muchas de sus fábricas. Además de eso, se rumorea entre los subterráneos que el Instituto de Londres lleva algunos meses con problemas que no pueden solucionar.

     —¿Qué clase de problemas? —preguntó María.

     —Se habla de un Magíster, por lo visto —continuó Cassy—. Todavía no he tenido oportunidad de preguntarle a Charlotte por carta.

     —¿Podría estar vinculado a los demonios? —María frunció el ceño. Cassy se encogió de hombros.

     —Es posible, pero no tenemos forma de saber cómo.

     —Entonces deberíamos ir a Londres —dijo Brior, alzándose de repente.

     —¿Ahora? —Gaspar pareció sorprendido por la repentina determinación de su amigo.

     —Claro. No hay tiempo que perder. El Submundo está inquieto, llevamos meses investigándolo. Y por si no os acordáis, el Consejo se reunirá en Londres esta semana próxima. Tardaremos cuatro días en llegar, tres si vamos al galope.

     —No pienso montar a caballo —negó Cassiopea, haciendo una mueca—. No mancharé ninguno de mis vestidos.

     —Entonces ponte el traje de combate —sugirió su amiga. Cassy negó—. Pues será culpa tuya si llegamos tarde, nos retrasarás.

     —Está decidido —habló Brior, al observar que nadie tenía objeciones que hacer—. Partiremos con las primeras luces del alba hacia Londres. Gaspar, ¿podrás encargarte de conseguirnos unas buenas monturas?

     —Por supuesto.

     Cassiopea sintió que su pecho se contraía dolorosamente. Observó a María y Gaspar marchar hacia la entrada del pub con aire distraído, hasta que una mano en su hombro la sobresaltó y miró hacia atrás. Brior le dedicó una mirada preocupada.

     —Sé que eres presumida y te encantan tus vestidos, pero te conozco. Amas montar. ¿Qué te preocupa realmente?

     Cassy bajó la vista y se mordió el interior del carrillo. Su mano izquierda voló hacia el brazo derecho, donde procedió a rascar con insistencia. Brior le tomó la muñeca al verlo, deteniéndola.

     —Hace mucho que no voy al Instituto.

     —Han pasado solo cinco años.

     —¿Consideras eso poco tiempo?

     —No, pero sé que en otras circunstancias hubieras tardado más en presentarte ahí.

     —La situación actual lo requiere, y de todas formas debemos ir a la reunión del Consejo. Charlotte y Henry me habrían matado de no presentarme aunque fuera para saludar. Hace mucho que no hablo con Lott.

     Lo cierto, era que Cassiopea vería a su hermana mayor por primera vez en cinco años cuando la reunión del Consejo tuviera lugar. Cassy no tenía permitido la entrada todavía, pues seguía siendo menor, pero el hecho de que le faltaran unos pocos meses para cumplir la mayoría de edad, y que su hermana fuera la Directora de Instituto de Londres, le daban ciertos privilegios.

     —Nos reuniremos con el Cónsul Wayland antes de que todos los miembros del Consejo lleguen —añadió Brior unos minutos más tarde—. Debemos comentarle lo que hemos descubierto, y también necesitamos que nos cuente más sobre la situación en Londres.

     —¿No podríamos preguntarle a mi hermana mejor? —inquirió Cassy—. En algunas cartas Charlotte mencionó que últimamente los demonios también han estado inquietos en Londres, y que hace unos meses se dieron de bruces con dos hermanas que resultaron ser brujas. Habían capturado a una humana, la cual reside en el Instituto desde entonces.

     —¿Por qué retener a una humana en el Instituto de Cazadores de Sombras? —cuestionó el joven Blackthorn—. ¿Qué hay de especial en ella?

     Cassiopea se encogió de hombros, cohibida. Su hermana no había querido mencionar la razón por la que la muchacha, a la que se había referido como «Señorita Gray», vivía con ellos. Fuera como fuere, sin duda Charlotte debía tener una muy buena razón para justificar que el Instituto le brindara refugio y protección a una mundana.

     —¿Crees que tardaremos mucho? —le preguntó al cabo de unos minutos a Brior. El joven le dirigió una breve mirada antes de avistar el hostal en el que habían pasado las últimas semanas—. En irnos, quiero decir.

     —¿Irnos de Londres? —Brior volvió a mirarla, esta vez completamente perplejo. Sus ojos verdes relucían de un tono más oscuro bajo las luces nocturnas—. Ni siquiera hemos llegado allí, ¿y ya piensas en marcharte? ¿Qué es lo que te ocurre realmente, Cassiopea? Estás extraña desde que mencioné que partiríamos a Londres por la mañana. Sé que llevas mucho tiempo sin estar allí, pero tu comportamiento empieza a preocuparme verdaderamente.

     Cassiopea consideraba que una de las cualidades principales de Brior siempre había sido preocuparse en exceso por los demás, incluso si para ello debía descuidar sus propios intereses o sentimientos. Admiraba aquella faceta de el en sobremanera, pero no podía concebir como era capaz de hacer aquello. Ella era incapaz de inclinarse tanto hacia lo que pensaran los demás, a dejar de lado sus propias preocupaciones para concentrarse en las de alguien más. Si bien había habido veces en su vida que la situación había requerido que actuara de esa forma, no era algo innato en ella. Brior, en cambio, no parecía tener problemas para convertir a quien lo necesitara, en una de sus prioridades.

     Llevaban cinco años siendo amigos, y a Brior le gustaba pensar, igual que a Cassiopea, que eran mejores amigos, incluso. Algo hartamente escandaloso en los tiempos que corrían, pues muchos consideraban que un caballero y una dama no podían mantener una amistad sin tener segundas intenciones. No obstante, ellos no eran un caballero y una dama cualquieras; eran Cazadores de Sombras, y los de su especie tendían a menudo a romper los impertérritos moldes con los que la sociedad acostumbraba a formar a sus integrantes.

     Las mejillas de Cassiopea enrojecieron, y terriblemente avergonzada, ocultó su rostro con los pocos rizos que escapaban de su peinado.

     —¡En absoluto! —cortó, intentando moderar su nervioso tono de voz—. Es solo que debemos volver a Idris también. Debo acabar mi entrenamiento como instructora. Estoy preocupada por mi hermana y Henry, y nerviosa por ver a los demás miembros del Instituto. No debes preocuparte tanto, Brior, no es de gran importancia.

     Brior posó una de sus manos sobre el hombro izquierdo de la muchacha, dándole un suave apretón que arrancó de Cassiopea una leve sonrisa.

    —De acuerdo, si tú lo crees así, entonces intentaré no preocuparme. Regresaremos en cuanto los problemas aquí hayan llegado a su fin, ¿de acuerdo? Ahora debemos darnos prisa. Tenemos que conseguir dormir unas pocas horas antes de partir, o de lo contrario nos caeremos de los caballos. Y si no quieres quedarte en el Instituto, sabes que puedes quedarte conmigo y los mellizos en la mansión de los Blackthorn. Hay habitaciones suficientes para todos, y Rupert está de luna de miel con su esposa.

     Cassy recordaba vagamente al hermano de Brior, un joven hombre callado y muy educado con el que había mantenido alguna que otra conversación sin importancia. Su esposa, la anteriormente Tatiana Lightwood, ahora Blackthorn, era otra historia completamente distinta. Cassy no sabía qué, pero esa muchacha simplemente tenía algo que no le agradaba en absoluto; la encontraba demasiado distinta a sus hermanos mayores, con los que había tenido el placer de cruzarse mientras todavía cursaba sus primeros años en la Academia de Cazadores de Sombras.

     Cassy suspiró cuando llegaron al hostal. Era un edificio de dos plantas hecho de piedra y madera con una estructura un tanto medieval, pues según el dueño les había comunicado, el hostal había sido antaño una antigua posada. Por lo que sabían los pueblerinos, siempre había estado ahí, y Cassy se asombró en un principio al saber que el dueño era en realidad un vampiro; a pesar de todo, los cazadores de sombras habían sido recibidos muy cordialmente, y nadie había osado causar problemas en su presencia. 

     Suspiró nuevamente, recargándose contra la puerta de la recámara que compartía con María. Cuando habían viajado de Idris a Inglaterra no había creído que presenciaría una reunión del Consejo, mucho menos que participaría en ella de forma activa y que, por consecuencia, vería a su hermana de nuevo. También volvería a ver al Cónsul Wayland, con quien se había cruzado durante unos escasos minutos en dos ocasiones estando en Idris, pero a quién no había vuelto a ver desde que era pequeña. Se rascó el brazo distraídamente.

     Pero si Cassiopea era sincera, aquellas reuniones no causaban en su sistema grandes estragos. Sin embargo, el solo pensamiento de ver al resto de integrantes del Instituto —pues tenía la certeza de que una vez la vieran, tanto Charlotte como Henry la arrastrarían con ellos—, provocaba que su piel se erizara y el corazón le latiera locamente en el pecho; que el aire le faltara y su juicio se nublara por completo.

     Y el solo recuerdo de aquellos ojos azules, sirvió para que azotara la puerta de la recámara tras ella, sintiendo cómo le temblaba incluso el alma.









*Spatha: arma blanca de la época romana, similar a una Gladius (lo que es Cortana). Se utilizaba en la caballería, en las guerras germánicas y en las luchas de gladiadores.


¡Hola!

Han pasado ya varias semanas, I know. Soy muy consciente de ello, pero la universidad me tiene ahogada; es época de exámenes. Concretamente entre esta semana y la que viene. ¿Y has sacado tiempo para publicar ahora entre exámenes?, os preguntaréis.

Heme aquí como la aparente rebelde pero amante de la adrenalina que soy.

En fin. Sé que en este capítulo no hay verdadera acción, y que ni siquiera aparecen Will, Jem y compañía, pero era necesario. Sentí que no había introducido lo suficiente a los Vienofrío en la trama (María salió hace un par de capítulos de manera muy escueta, y Gaspar fue mencionado), pero son personajes importantes para la trama que rodea a Cassiopea, y en especial para la de Brior. De todas formas, ¿qué os ha parecido el capítulo?

Admito, aún así, que este no iba a ser el comienzo del segundo acto que tenía planeado. Ese era demasiado apresurado y no habría tenido la oportunidad de dar más juego, so este lo ha reemplazado. Recuerdo, para quien no se haya leído los libros, que la Reunión del Consejo se sitúa más para principios-mediados de Príncipe Mecánico que para el final de este. En el próximo capítulo estarán esas reuniones que todos esperamos (otra vez), y mucho más.

La posada del Black Swan está inspirada en la posada que sale en la trilogía de Las Piedras Preciosas, de la autora Kerstin Gier (que recomiendo mucho), y los demonio Rydhon son de mi invención.

Explicación del título   SIN MIEDO: no se menciona en ningún momento como tal, pero es una referencia al hecho de que Cassiopea está nerviosa porque pisará Londres después de mucho tiempo fuera. Volverá a ver a su hermana, a Henry, Jem y a un cierto pelinegro, otra vez. Tiene miedo, aunque no lo diga, de lo que podría ocurrir en esa reunión, de las reacciones de los demás al verla de nuevo, e incluso de lo que ella pueda llegar a sentir al respecto. En resumidas cuentas, el título es una referencia a lo que Cassiopea intenta sentir, pero que inevitablemente, no puede controlar.

Espero que os haya gustado, a pesar de todo.

¡Votad y comentad!

¡Besos! ;*

—Keyra Shadow.


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