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𝔻𝕖 𝕔𝕚𝕖𝕟 𝕒 𝕦𝕟𝕠

Camilo está pensando, ha estado pensando desde hace mucho tiempo, pero se le ha dificultado llegar a una conclusión favorable. Ahora mismo él está en redes sociales, en internet, buscando con apremiante necesidad su cara, su nombre junto al nombre de alguien más... no hay nadie, nadie y nadie.

Todas sus publicaciones están vacías, todos sus escritos están vacíos, están enterrados, antes no lo hacía por querer números, lo hacía por gusto, ¿entonces por qué ahora buscas que te recuerden?, ¿no estabas feliz con tu anonimato?, ¿no deseabas ser un cero a la izquierda?, le preguntan las aglomeradas voces en su cabeza. Él ya tiene lágrimas en sus ojos, y baja la primera, luego la segunda, la tercera y pierde la cuenta.

Se jala del cabello con una mano mientras que con la otra baja compulsivamente en todo perfil que se haya creado, sea actual o anterior, alguien lo debió de querer en algún momento, debe de haber alguien, ¿¡donde esta ese maldito alguien!?

Muerde sus labios y arranca su carne labial, lo pela una vez, muerde el pellejo arrancado, el segundo solo lo escupe, el tercero lo toma por dentro y después de cinco minutos exactos sus labios de tanto ser mordidos, de tanto ser despellejados sangran, un nudo en la garganta no le permite respirar bien, apaga su celular, y una voz en su cabeza le ordena aventarlo, dos más le dicen que debe deshacerse de él, y él lo toma con fuerza, queriendo romperlo; sus dedos de tanta fuerza se ponen blancos, al escuchar un crack, se detiene.

Contando de cien para atrás lo deja delicadamente en la mesa, el celular no tiene la culpa, el que tiene la culpa siempre eres tú, vuelven a decir esas voces atormentadoras.

Sube sus dos pies a la silla y abraza sus piernas con sus brazos alargados que le cuelgan por debajo de la cintura, cinco centímetros debajo; empieza a llorar quedamente, mira alrededor, una habitación blanca, con humedad en el techo, él está sentado en una silla de oficina, enfrente de un modem y su celular en la mesa, podía vivir mal, podía estar muriendo de hambre, o de sueño, pero jamás le faltaba internet, jamás le faltaba conexión con el mundo.

Un mundo que lo había olvidado en esa habitación blanca de poca renta, seguía llorando, mirando entre sus piernas, un olor le llegaba de en medio de estas, ahora se detenía, levantaba su cabeza, y empezaba a respirar lentamente, se levantaba de la silla y ya habiéndose alejado la miraba.

Una silla negra, una mesa astillada, arrinconados en la esquina, tenía más espacio ¿por qué en la esquina?, ¿por qué se dirigía a la ventana?

Miro hacia afuera sin mirar, escucho los ruidos de la sociedad sin escucharlos, era como si todo lo viera negro, pero quería respirar un poco, solo algunos segundos de aire fresco, se sentó de espaldas hacia afuera, sintió el frio en su espalda desnuda, hacia mucho frío. Suavemente su cabeza se fue yendo hacia atrás...

Pero se detuvo, hacía mucho frío, entró de nuevo, cerró la ventana, salió del cuarto y se metió a duchar, mañana conseguiría un trabajo, cambiaria la búsqueda del número social por el número monetario.

Numero de letras: 3089

Participante del concurso: Clocktober 2021

Reto iniciado en el grupo de Facebook: El club de lectura de la escritora del reloj 🕰️📖

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