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Recuerdo

Me estoy levantando de mi cama para vivir mi último día de vida, volteo y veo a mi esposa, la amo y la ame mucho durante estos cinco años, pero mi fecha a llegado y yo la acepto, debo de cumplir, al final de cuentas una promesa es una promesa ¿no es así? Me levanto de la cama, entro al baño por última vez, veo mi rostro, soy guapo, eso creo, me tarde bastante tiempo arreglando este rostro para este día, no hay ninguna imperfección, ningún solo vello que no debería de estar donde esta, mis ojos son negros y reflejan vida, y sonrió, y estoy tan feliz que no sé qué tendría que hacer.

Tomo una ducha y me perfumo, seco el baño y me peino, salgo a levantar a mi hija Diana, es una pequeña hermosa, tiene tres años, y esta será la ultima vez que la veré.

Entro a su cuarto y ella esta respirando tan tranquilamente que me dan ganas de dejarla dormir todo el día, pero no puedo hacer eso, le toco levemente la mejilla, ella abre sus grandes ojos cafés, sus ojos están llenos de vida iguales a los míos, un alma igual a la mía se refleja en esos ojos somnolientos, le tomo las manitas las levanto y las muevo de un lado para otro, ella empieza a reír y sonreír.

—Quiero papá, muto, muto— dice con una voz infantil que no refleja otra cosa aparte de pureza.

Me pregunto si recordara con amor esto últimos momentos tanto como yo.

—Papá también quiere mucho a Diana.

—¿Diana quiere desayunar huevos? —le pregunto acercándome tocando su frente con la mía.

Ella arruga su pequeña nariz, saca la lengua y dice.

—No, huevos no gustan, huevos feo, Diana pastel, pasteles calientes.

Me rio un poco.

—Esta bien, solo porque es un día especial Diana tendrá hotcakes.

La levanto y ella corre al baño, ya sabe hacerlo sola, y pareciera que ayer fue cuando usaba pañales y apenas podía decir nada.

Me dirijo a la cocina y empiezo a hacer la mezcla aparte de un jugo de naranja para la pequeña Diana y un jugo verde para mi amada esposa, y unos huevos cocidos, se escuchan gritos desde la habitación mía y de mi esposa, es mi hija pidiéndole a gritos que se levante, lo siguiente que se puede ver es a mi esposa y a mi hija en pijama llegar a la cocina.

—Buenos días amor, mira quien me fue a despertar.

—La veo, la veo, nuestra pequeña Diana, tiene mucha energía igual que su madre.

—¡Diana fuerte! —exclamo mi pequeña levantando sus brazos.

—Sí, sí, Diana es muy fuerte ya.

—Siéntate amor, te tengo listo tu jugo verde, y los hotcakes de Diana.

—Hay amor no te deberías de esforzar hoy, es tu cumpleaños.

—¿Cumple papá?

—Sí, sí, cumplo treinta y cinco años, así mira —escribí un numero tres seguido de un cinco en el pequeño pizarrón que esta pegado en el refrigerador.

—Ahh, ¡feliz chumpe papá! —grito Diana abrazándome la pierna, mi esposa la tomo y me abrazo.

—Feliz cumple amor, ¿qué quieres hacer hoy en tu cumpleaños?

—La verdad había quedado con Luis para comer después del trabajo así que solo quiero disfrutar de este desayuno en familia.

—Muy bien amor, solo porque es tu cumpleaños, pero el próximo saldremos todos juntos y tu no iras a trabajar.

—De acuerdo mi amor —dije terminando de servir el hotcake de mi hija y huevos cocidos para mí y mi esposa —a comer.

Comimos tranquilamente, mi esposa le ayudo a mi hija a comer y yo me divertí viendo el espectáculo tan rutinario, me despedí de mi esposa y de mi hija como última vez, me subí al coche y respiré profundo, al conducir de camino a mi trabajo le di todo el dinero de mi cartera a un desafortunado niño en un semáforo.

Llegue al hospital donde trabajaba, me estacione y sentado en el asiento del conductor saque de mi cartera mi tarjeta de conducir, tenía un pequeño corazón rojo, luego vi la muñeca de mi mano derecha, tatuado en jena estaba mi tipo sanguíneo, A positivo. Después de algunos minutos pensando entre al hospital y atiendo a mis niños de todos los días.

Llego la hora de salida y subí a la azotea del hospital, entre una pila de cosas, escondida estaba un arma que había logrado meter hace mucho tiempo, y mientras la cargaba, agradecía los últimos momentos con mi esposa y mi hija, llame a una enfermera, Lucy se llamaba ella, entró, no se sorprendió, ya sabía del plan, su esposo necesitaba un corazón y mas que feliz estaba en que yo fuera el que se lo fuera a dar. Así pues, me senté y apunté el arma a mi cabeza.

—Doctor, espere —pidió Lucy.

—Si Lucy, dígame.

—¿Qué siente ahora mismo doctor?

—Ahora mismo —apunto nuevamente— felicidad —jalo del gatillo, un dolor indescriptible me impacta durante menos de un segundo, y...

Numero de letras: 4535

Participante del concurso: Clocktober 2021

Reto iniciado en el grupo de Facebook: El club de lectura de la escritora del reloj 🕰️📖


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