36.- UwU
Esa carita se pone en un chat y aunque no sé exactamente lo que significa es como una carita kawaii y la pongo porque puedo, porque quiero y porque me da la gana. La cosa es que ya es domingo y... Redoble de tambores... Esta vez vamos a tener una cita en el cine. ¿Cómo pasó esto? Pues esta vez fue ella la que perdió la apuesta. En educación física hemos comenzado con voleibol y en el calentamiento había que ponerse en parejas. Hicimos un pequeño juego: si ella conseguía tocarla con 'toque de dedos' antes que yo, iríamos a una biblioteca y; si era al revés, iríamos al cine. Ya saben quien gano uwu.
Esta vez no permití que Mireia me hiciera nada. Me puse una camisa de rayas azules y unos vaqueros de un tono más oscuro lisos. Decidí repeinarme con gomina. Todo el pelo hacia atrás. Iba a dejarme sin maquillar, pero los granos son demasiado horribles como para no ocultarlos con un poco de base. Es la primera vez que me hago a mí mismo algo así.
Cogí mi cartera y mi teléfono y los metí en los bolsillos de mi pantalón. Mi padre nos llevaría al cine, que se encuentra en la capital. Cuando llegué a su casa, llamé al timbre y ella me abrió la puerta con una sonrisa. Llevaba un vestido corto con volante de tela vaquera azul con un cinturón marrón. También llevaba una chaqueta marrón de manga larga pero corta en la zona del tronco. La chaqueta estaba recubierta por lo que parecía pelo de un marrón claro por dentro. Se había recogido el pelo en un peinado de mariposa. Tenía unas votas marrones al estilo vaquero.
Siempre lleva un colgante, pero lo suele llevar por debajo de la ropa; así que, nunca he visto de que es. Ahora lo lleva por encima del vestido y veo que tiene forma de luna. Es muy bonito. La miro sonriendo y la ofrezco mi mano. Ella la toma pero en vez de ir a mi coche, me empuja hacia dentro de su casa. De alguna forma he terminado acorralado por ella, con mi espalda sobre la puerta. Está sonriendo maliciosa.
No sé por qué, pero en lo único que pienso ahora es en que se ha maquillado. Tiene un algo de brillo de labios y la línea del ojo marcada muy poco. Y su perfume... huele muy bien. Es una mezcla de chocolate y vainilla. Me encanta. Durante un rato, solo nos miramos. Luego ella me coge con una mano de la cintura y con otra de la nuca y; rápidamente, me besa. Correspondo sintiendo como sus labios se mueven sobre los míos. Mis manos van a su cintura inconscientemente. Siento el sabor del brillo de labios, dulce y suave como sus labios. He cerrado los ojos y me dedico solo a sentir con fuerza todas y cada una de las sensaciones que me están invadiendo hasta que el beso termina lentamente y nos volvemos a mirar con una sonrisa en los labios.
- ¿Estabas muy impaciente? - le pregunto.
- No sabes cuanto.
- ¿Ni siquiera podías esperar a que estuviéramos solos en el centro comercial?
- Este era el único momento en el que íbamos a poder estar solos, solos.
- Bueno... ahora que lo dices es verdad.
- Por cierto. No te has maquillado hoy.
- Ya te dije que eso me lo hizo Mireia. Además, tengo entendido que odias el maquillaje.
- No después de verte el otro día con él. Hacía que tus ojos parecieran más grandes... te quedaba bien...
- ¿Y por eso has probado a ver que tal te queda a ti?
- Pues sí... Tal vez no sea lo que pensaba que era si no... un complemento más, como pueden ser unos pendientes o un collar.
- Tal vez. Te queda bien.
- Ya pero no es lo mío. ¿Quieres que te maquille?
- No por favor. Mejor vayamos a ver la película ya.
- Está bien - Lucía ríe y se separa de mí para abrir la puerta. Mientras caminamos hacia el coche vamos hablando.
- Estaría genial ver una película y que te quedaras a dormir en mi casa un día de estos - digo sin pensar realmente en lo que estoy diciendo. De verdad que solo pensaba en dormir con ella a mi lado. Algunas veces me siento muy solo cuando estoy en la cama antes de dormirme.
- A mí también me gustaría, si es solo dormir. Pero a lo mejor en vez de ver una película podríamos leer un poco más del libro que estábamos leyendo el otro día y que fuera en mi casa.
- Supongo que tendremos que decidirlo con otra apuesta.
- Henry... ¿Crees que mi madre de verdad me deje hacer alguna de las dos cosas? - se para antes de entrar al coche. Me detengo a pensarlo un rato y cuando caigo en la cuenta de en el por qué, me sonrojo.
- No, claro que no. Lo siento - me meto dentro del coche.
- Tendremos que esperar un poco más - dice entrando también.
- ¿Esperar para qué? -pregunta mi padre.
- Hola señor López - saluda ella poniéndose el cinturón.
- Hola Lucía. Puedes llamarme solo César, tranquila.
- Está bien... César.
- ¿Y bien? ¿Para qué tenéis que esperar?
- Para nada, papá, déjalo.
- No, quiero saberlo.
- Es algo entre Henry y yo.
- Está bien, entonces no me meteré. Pero tampoco podéis impedir que saque mis propias conclusiones.
- ¡Papá!
- No se preocupe, César, no es nada malo ni pervertido.
- Está bien, está bien. Os creo.
Mi padre deja de hablar. Me dedico a mirar por la ventanilla. Lucía coge mi mano y mira por la ventanilla también. Sonrío al sentir el tacto de su piel. Tiene las manos calientes, lo que es perfecto para la época del año en la que estamos.
Un teléfono suena con una notificación, pero no es el mío. De pronto siento que me dan unos toquecitos en el brazo. Lucía me enseña la pantalla de su móvil y yo la miro con atención. Parece ser que un escritor que conoce va a hacer una firma de libros en el centro comercial al que vamos a ir hoy, solo que esta va a ser el viernes que viene.
- ¿Crees que será mucho problema para los demás si no voy el viernes que viene con vosotros?
- No, no te preocupes. Si quieres te acompaño.
- Me encantaría. Podríamos visitar la tumba de mi padre también ese día... si quieres claro.
- Por supuesto. Lo que tú quieras.
- Luego podemos ir a mi casa y leer juntos un rato.
- Me parece genial pero... Tienes entrenamiento ¿no? No creo que de tiempo a hacer tantas cosas.
- Claro que sí, ya lo veras. El entrenamiento termina a las ocho y esto es la las nueve. El viaje es entre media hora y cuarenta minutos. Habrá cola así que a lo mejor terminamos allí a las nueve y media porque al ir antes pillaremos sitio más cerca y no creo que tardemos más de media hora esperando en la cola. Llegaremos a mi casa a las diez. Podrías cenar en mi casa y leer hasta las once y media. Luego te llevamos a tu casa mi madre y yo. Creo que este día mi madre está de mañana y no la importará llevarnos a donde queramos.
- Por mí está bien, hijo - dice mi padre sorprendiéndome. Se me había olvidado que él está aquí, la verdad.
- Está bien - respondo yo - Si a tu madre no la importa.
- Y si no puedo llevaros yo a donde necesitéis y recogerle de tu casa si hace falta - añade mi progenitor de nuevo.
- Perfecto. Muchas gracias a los dos - sonríe alegre Lucía. Aún no me ha soltado la mano, lo que me hace bastante feliz añadiendo su sonrisa de alegría. - Por cierto... ¿Recuerdas el chico con el que quedé ayer? - me susurra.
- No sé quien es pero si recuerdo que me dijiste que ibas a quedar con alguien. - la respondo en susurro también.
- Bueno pues parece un chico que tiene problemas para ser él mismo y estar a gusto con las cosas que le gustan, creo que por culpa de su familia y la gente con la que se relaciona... He hablado con Mireia para ver alguna forma de ayudarlo y ¿sabes qué?
- Pues es obvio que no.
- La he dado su número y he hecho que se conozcan por teléfono. Vamos a intentar llevarle a un bar gay.
- ¿Qué? ¿Por qué haríais eso? ¿A caso sabéis si él lo es o no con seguridad?
- No lo vamos a hacer por eso. Es para que vea como todas esas personas son ellas mismas, se ponen lo que quieren ponerse y hablan de sus gustos sin importar lo que piensen o vayan a decirles los demás. Creemos que es un sitio que le puede incitar a ser el mismo también. Pero él no sabe que lo vamos a llevar allí. Vamos a intentar quedar con él. Quería saber tu opinión sobre el tema.
- Me parece bien. Pero... ¿de qué lo conoces?
- Choqué con él un día y le tiré su batido todo encima. Le ayudé a limpiárselo y le dejé mi sudadera para taparse la mancha. Quedé ayer con el para queme devolviera la sudadera y he hablado con él por was.
- Entiendo. ¿Y qué día lo vais a hacer?
- Esa es la cosa... Había pensado en hacerlo el domingo... Pero entonces si que no tendríamos oportunidad de quedar con todos esta semana. Y no quedaría contigo.
- No te preocupes por eso, no es como si ahora que estamos saliendo todo tenga que girar entorno a mí o a ti. Tenemos nuestras propias vidas y cosas que queremos hacer. No tienes que depender continuamente de mí ¿vale? Si quieres hacerlo el domingo, ve el domingo con ellos. Yo quedaré con los chicos. No te preocupes por mí. Ya nos vemos todos los días ¿no? Y a ese nuevo amigo tuyo no le puedes ver tan seguido.
- Muchas gracias por entenderlo - me besa la mejilla.
- ¿Pensaste que no lo haría?
- No. En verdad sabía que lo entenderías, que no eres el tipo de novio celoso y eso... pero quería asegurarme.
- ¿Dudabas de mí? - me hago el ofendido. Lucía ríe.
- Solo en un 1% - me guiña el ojo - Sabes que confío en ti - me dio un corto beso en los labios.
- Y yo en ti.
- Entonces podrás decirme que es lo que hay en la caja con lunares de tu habitación.
- ¿Qué? - me sorprendo por la pregunta y miro a otro lado. La verdad es que no quiero hablar sobre lo que hay en esa caja. Ni siquiera quiero abrirla. Pero me sorprende aún más que la recuerde.
- Me llamó mucho la atención. De vez en cuando recuerdo que la tienes. ¿Qué es?
- ¿Podemos hablarlo en otro sitio? - señalo con lo ojos a mi padre y ella entiende. En verdad espero que de esta forma se olvide del tema.
- Está bien. Pero no se me va a olvidar así. ¿Sabes? Mientras comamos te preguntaré por ella de nuevo.
- Vale, vale. Ahora hablemos de otra cosa. ¿Por qué dejaste el fútbol?
- ¿Por qué preguntas eso ahora? - se incorpora de pronto mirándome seria.
- Siempre me lo he preguntado pero no sabía si era demasiado grosero preguntártelo.
- No quiero hablar de ello.
- Está bien.
No hablamos el resto del viaje, cosa que me inquieta porque no sé si he metido la pata hasta al fondo; pero cuando salimos del coche tras despedir a mi padre, me toma de la mano y camina alegremente a mi lado hasta que llegamos al Burguer King. Sí, vamos a comer en el Burguer King. No restaurantes de lujo ni cafeterías exóticas; si no en el local de comida rápida más famoso del país. Con unos unos precios que son lo suficientemente asequibles para nuestros bolsillos. Y vamos a pagar a medias por mutuo acuerdo.
Tras pedir en la caja y esperar a que nuestros pedidos estén echos, nos separamos de la barra para buscar un sitio en el que sentarnos. Nos decidimos por una de las mesas largas con sillas demasiado altas para mi gusto. Como casi nadie come aquí; si no en las mesas para cuatro, dos o seis personas; creo que es una buena idea, aunque no tenga mucha intimidad. Siendo sincero, ninguna mesa la tiene. Sentarnos en una de las de dos sería demasiado incómodo porque son muy pequeñas y en las de cuatro podríamos estar robándoles el sitio a alguien más que realmente vaya a ocupar todas las sillas.
Comenzamos a comer y compartimos la comida. No hablamos mucho; la verdad, no hace falta. Nuestro silencio no es un silencio incómodo. Podemos observarnos y eso es suficiente. Estamos comenzando a trabajar en la comunicación con la mirada. Es mucho más mágica y bonita que la de las palabras.
- Entonces... ¿qué hay ahí? - pregunta cuando ya hemos terminado las hamburguesas y solo nos quedan las patatas fritas y los refrescos (y el helado que hay que ir por él a la caja y aún no lo tenemos por eso).
- ¿Dónde? - me giro a todos lados. Ella ríe un poco.
- No te hagas el tonto. ¿Qué hay en esa caja? ¿Revistas porno? ¿Condones?
- ¡¿Qué?! - me sonrojo - ¡No! ¡Claro que no! Además... el porno ahora no se ve en revistas, el internet ha facilitado eso - susurro lo último.
- Entonces... - se acerca a mí para susurrar - ¿Juguetes sexuales?
- ¡Por el amor de Dios! ¡No!
- Pues si no hay nada de eso no entiendo el secretismo.
- Es solo algo de lo que no quiero hablar.
- Me dijiste que me lo ibas a decir - su tono parece ser más enfadado y apenado al mismo tiempo.
- Lo siento, pero no es algo de lo que quiera hablar - intento decir tranquilo, pero creo que sueno más enfadado de lo que realmente quiero y tengo el ceño fruncido. Hablar sobre lo que hay en esa caja es demasiado personal y me toca mucho cuando alguien intenta hacerme hablar sobre ello.
- Cuando era pequeña, mi padre se dio cuenta de que me quedaba enganchada viendo los partidos de fútbol de la televisión con él. Le dije que quería aprender a jugar y; hasta que tuve la edad para unirme a un equipo, mi padre estuvo jugando conmigo para enseñarme un poco ya que a él también le encantaba. Luego, siempre venía a verme entrenar y ver todos y cada uno de los partidos. Me animaba como el que más, no se oía la voz de nadie más en las gradas. Se las arreglaba siempre en el trabajo para poder verme. Así que cuando él murió... no tuve fuerzas para volver y no oír su voz animándome. Pero gracias a ti, me di cuenta de que esa no era la razón por la que jugaba al fútbol. Mi padre no era la razón. Era porque me encanta. Me encanta como deporte y como me hace sentir. Y por eso volví.
- Lo siento - me relajo escuchando su historia y comienzo a sentirme culpable por como he actuado - No debí reaccionar así... Es solo... de verdad no quiero hablar sobre lo que tiene esa caja. Es demasiado doloroso para mí y me afecta mucho que me intentes obligar a contarlo.
- No... perdóname a mí ¿vale? Tampoco debo intentar obligarte a contar lo que no quieres contar. Pero no te digo que me lo cuentes a mí. Tienes que hablarlo con alguien, con quien sea. No puedes guardarte las cosas que te afectan para ti solo, puede que eso sea lo que alimente el dolor ¿lo entiendes?
- Lo entiendo - cierro los ojos y cojo aire. Oigo que Lucía bebe de su refresco mirándome. Es Lucía, es solo ella... a ella puedo decírselo ¿no? La verdad es que nunca se lo he dicho a nadie y ella me está contando tantas cosas y abriéndose a mí... ¿Por qué yo no hago lo mismo? Está dando tanto de sí misma, yo también debería hacerlo. - Cuando era pequeño, mi madre intentó de mil formas diferentes que me gustara el fútbol. Pero era imposible. Simplemente, ese deporte no era lo mío. Nunca me gustó el deporte. Lo único que sentía era cansancio, no me hacía sentir nada más. Era como cansarse para nada. Al menos yo lo veía así. Un día; mientras observaba la televisión con mi abuela porque habíamos ido a su casa unos días, ella puso un canal de baile y música... música flamenca. No sé por qué, pero me quedé fascinado con la forma de moverse de los bailaores y bailaoras. Ponían tanta pasión y se movían tan bien... Conseguí convencer a mi madre de que me llevara a clases de flamenco. Todo eran chicas ¿sabes? Y todas estaban fascinadas con que un niño quisiese bailar flamenco. Cuando en clase querían decir algo contra mí, siempre utilizaban que iba a flamenco y eso no era de niños. Pero yo nunca les hice caso y mi madre siguió animándome a que hiciera lo que quisiera. Poco a poco... ella fue dejando de animarme. Se encerraba en su trabajo y ya no iba a verme bailar en las actuaciones si quiera. El flamenco tenía algo que me llenaba. Bailar me hacía sentir mejor y todos los sentimientos malos que tuviera en mi interior se iban bailando. Quise apuntarme a más bailes, conocer más formas de dejar mi alma libre. Aprendí algo de baile moderno y de ballet. El año pasado tenía una actuación muy importante. Casi ya no había alumnos que bailaran flamenco de mi edad y era increíble que yo; un chico, siguiera. Así que iban a dejarme hacer un solo. Iba a hacer mi primer solo de baile en el que iba a mezclar todas las danzas que estaba aprendiendo. Se lo dije a mi madre, pero ella ese día no podía ir por culpa del trabajo. Mi padre y mi hermana tampoco pudieron ir. Ni José. Nadie más que ellos lo sabían. No se lo dije a Rodrigo ni a Tomás porque no quería que se alejaran de mí. Nadie del instituto lo sabe porque no quiero que se rían de mí por hacer lo que me gusta. Así que bailé para una cantidad enorme de desconocidos en una pausa entre dos bailes del festival de mi escuela. Pero estaba tan nervioso que en el último momento caí y me hice mucho daño en el tobillo. Tuvieron que sacarme del escenario mientras lloraba por el dolor. Me rompí un ligamento o algo así. Ahora no recuerdo exactamente que era. Solo recuerdo que estaba solo, entre un montón de desconocidos mirándome como lo había fastidiado todo... mi gran momento. Escuché a los chicos, que habían ido a ver a sus hermanas y estaban sentados en el público, que eso me pasaba por maricón y por querer hacer algo que solo las chicas pueden hacer. Yo realmente quería demostrar que no por ser hombre quiere decir que no pueda bailar como los demás. Me llevaron al hospital y he estado con escayola casi todo el verano. A Tomás y a Rodrigo les dije que estaba así porque me caí por las escaleras de mi casa como un torpe patoso que soy. Cuando le conté a mi madre lo que pasó y la vergüenza que sentía de volver a la escuela... que no sabía si quería hacerlo, ella solo dijo que hiciera lo que me diera la gana con total indiferencia y me dejó. No sé lo que quería decir y sé que no lo decía con mala intención, creo que cada vez la cuesta más expresar sus sentimientos y que ella me quiere y todo eso... Que ella es simplemente así, pero por una vez quería que me abrazara y me dijera que todo iba a estar bien, que estaba orgullosa de mí y que debía seguir adelante con las cosas que me gustan da igual lo que digan los demás. Pero no me dijo eso y solo se fue. Así que en ese momento, guardé el par de zapatos de flamenco junto con las fotos de mis actuaciones en la caja roja con lunares que viste en mi habitación. Mi padre no me presionó tampoco para que volviera. Pero perdí la confianza en mí y eso es algo que un bailarín no puede hacer para bailar bien. Cuando bailas, tienes que tener confianza en ti mismo. No intentes convencerme de que vuelva porque creo que ya no hay vuelta atrás. Solo déjalo estar... Y bueno... ahora ya sabes la razón también por la que no me gusta que todo el mundo me esté mirando. Me recuerda a cuando estaba en el escenario. - me seco las lágrimas que han comenzado a bajar por mis mejillas hace rato. Lucía; que me había escuchado en silencio con una cara cada vez más preocupada, se levanta de la mesa y se sienta en la silla a mi lado para abrazarme fuertemente.
- Llora todo lo que necesites. Estoy aquí. Puede que nadie te haya consolado correctamente por esto antes... pero ahora yo puedo hacerlo y eso voy a hacer. No tuviste la culpa de que nada de eso pasara. No fue tu culpa ¿vale? - me acaricia el pelo y yo; simplemente, dejo que las lágrimas salgan mientras me apoyo en su hombro.
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