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Nomin

Jaemin pensaba que nunca más iba a pelear infantilmente con su hermano cuando este cumpliera diez y él los diecisiete.

Se equivocó.

─ Jisung, ya basta, entrégame el celular─ suplicó una vez más, tirando de los tobillos a su hermano quién se encontraba debajo de la cama, aferrándose con su vida a las patas de la misma.

─ ¡No!

─ Te dije que Jeno no vendrá hoy porque no quiero molestarlo, debe tener suficiente de tus caprichos como para aceptar este.

Jisung se quedó callado, como si estuviera pensando en algo, sin embargo, el rubio lo interrumpió al darle un tirón que logró quitarle las zapatillas, moviendo sus dedos de arriba hacia abajo en la planta de su pie para darle cosquillas.

─ ¡No, déjame o voy a llorar!─ chilló en amenaza.

─ No te atreverías─ por un momento dejaron de moverse, tal como película dramática, bueno, hasta que realmente el pequeño castaño comenzó a llorar─ eres un...

─ ¡Na Jaemin!─ se escuchó desde el primer piso, estremeciéndose por completo al reconocer los pasos de su madre subiendo las escaleras.

─ Sungie, cállate─ susurró agresivamente, sacudiendo las piernas del niño con desesperación.

Obviamente eso empeoró la situación.

─ ¡Mami, Nana me está pegando!─ el nombrado abrió la boca indignado, resignandose al castigo que le esperaba apenas la mujer cruzó la puerta del cuarto.

─ ¿Qué le haces a mí bebé, Jaemin?─ dijo apenas el castaño salió de su escondite para abrazarla.

─ ¿Bebé? Ese soy yo, no el patito feo que tienes ahí─ mierda, ¿por qué dijo eso?─ en mi defensa, Jisung me quitó el celular para hacer no sé qué cosa.

─ ¿Eso es cierto amor?─ el pequeño fingió una mirada triste, observando a su madre mientras asentía como si se arrepintiera.

─ Quería tener una hora de té y Jae me ignoró cuando se lo dije.

Dios, Jaemin lo iba a matar apenas pudiera.

─ Entonces ese será tu castigo, Nana─ ¿Qué?─ tendrás una fiesta de té con Jisung y más te vale que lo cumplas, ¿de acuerdo? Sino me quedaré todo el fin de semana con tu teléfono─ aclaró, tomando el aparato de las manos del menor para esconderlo en su bolsillo.

─ ¿Es broma?

─ ¿Te parece que estoy bromeando?─ la seriedad en la voz de su madre le hizo agachar la cabeza.

─ Está bien.

─ ¿Podemos hacerlo ahora?

Después de que Jaemin le diera un manotazo en la cabeza a Jisung, su madre se retiró enfadada, dejando a los menores enfrentados con una simple mesa de café al centro, acomodada con un set plástico de juguetes para té y unas cuantas galletas hechas por el pequeño que han de ser asquerosas, pensaba el rubio.

La verdad es que no era tan terrible pasar tiempo con su hermano, a menos que este decidiera estar así más de dos jodidas horas.

¿Cómo es posible que no se aburriera de ponerle agua invisible a su taza?

Apenas llevaban unos diez minutos y ya quería lanzarse de la ventana para correr hacia sus amigos, salir a jugar alguna estupidez y, si tenía suerte, pasar tiempo a solas con Jeno. Oh, estaba realmente perdido por ese chico si se ponía a sonreír como imbécil en medio de su actuación de beber té.

De pronto, el timbre del hogar lo sacó de su ensoñación con el pálido, dándole una chance de respirar tranquilo sin tener una mirada de reproche de Jisung.

─ ¡Yo voy!─ gritó antes de abandonar al castaño y correr escaleras abajo, llevándose unos golpes de gratis por ser tan irresponsable. Vio de reojo a su madre usando audífonos mientras limpiaba la cocina, por lo que no se preocupó en moverse con cautela hasta la puerta.

─ ¿Quién... Jeno?─ se sorprendió tanto que le cerró la puerta en la cara, dejando al mayor con las palabras en la boca. Se apoyó de espaldas contra la misma, escondiendo el rostro sonrojado detrás de sus palmas para luego tomar una profunda respiración. ─ ¡Jisung!

Un estruendo se escuchó cerca de las escaleras, por lo que Jaemin se acercó para ver como su hermano le miraba aterrado desde el suelo.

─ Sería capaz de lanzarte a la calle si mamá no estuviera aquí─ le gruñó, apuntando hacia arriba para que el pequeño volviera a subir entre tropiezos. Una vez lo perdió de vista, regresó con Jeno, abriendo tímidamente la puerta.

─ ¿Todo bien, Jae?─ le preguntó el mayor, con una sonrisa que le hizo temblar.

─ ¿Sí? ¿Qué haces acá, Jeno?

─ No me vayas a morder─ bromeó─ tu hermano me llamó desde tu celular, ¿no lo sabías?

Respira, Jaemin. Respira.

─ Perdón por eso, Jisung es un caprichoso de primera y le pedí que no te llamara, claramente no me hizo caso.

─ No te preocupes, no tenía nada que hacer hoy─ Na dejó pasar al mayor, cerrando la puerta detrás de su espalda.

─ ¿Entonces te quedarás a jugar con nosotros a la hora del té?─ casi explota de nervios cuando Jeno giró a verlo con su hermosa sonrisa, asintiendo y ofreciéndole su mano para dirigirse al segundo piso.

─ Vamos ya o Jisung se pondrá a llorar─ dijo cuando el rubio lo aceptó.

─ ¡Jaemin!─ ambos chicos se sobresaltaron con la voz de la mujer, viendo su sorpresa tomar parte de su rostro al notar la presencia de Jeno. ─ Oh, querido, cuánto tiempo sin verte─ se acercó a besarle el cabello negro en forma de saludo─ ¿viniste para hacerle compañía a mis niños?

─ Sí, señora Na, me invitaron a su pequeña fiesta─ Jaemin quiso decirle a su madre que todo era un plan de Jisung, pero no quería más castigos, por lo que le pidió disculpas a cambio y llevó al pálido con él hacia las habitaciones.

─Jen.

─ ¿Uhm?

─ ¿Estás preparado para lo que viene a continuación?─ estaba dramatizando, su hermano no era tal malo, aunque decir estupideces era una buena forma de alejar las mariposas en su estómago.

─ Estoy listo─ apretó sus manos para confirmarlo y antes de que entrara en un colapso nervioso, el pequeño pollito al otro lado abrió la puerta frente a ellos.

Separó los labios sin creerlo, mirando sus manos unidas con un adorable brillo en sus ojitos.

─ Tú─ apuntó a Jeno─ serás el príncipe.

─ Eso es injusto, ¿yo quién seré?─ reclamó el rubio, recibiendo un empujón del pelinegro con burla.

─ Nana será la princesa─ abrió la boca con indignación, mas no dijo nada para cambiarlo, si lo hacía lo más seguro es que el demonio que tenía de hermano fuera a acusarlo con su madre.

Pasaron varios minutos preparando el puesto de Lee, acomodándose justo al lado de Jaemin por ordenes del rey Jisung. No es que le molestara, pero se ponía a temblar por el simple hecho de estar tan cerca del mayor.

Comenzaron a jugar con sus respectivos papeles, cada uno con coronas de papel hechas por el pequeño e incluso unas joyas que tuvo que quitarle a su madre para colocarlas al rubio. Todo fue bien hasta que el tiempo pasó volando y oscureció el día.

─ Me encantaría seguir jugando, pero debo volver a casa─ Jeno susurró en el oído de Jaemin, con la intención de que le ayudara a salir sin que Jisung se diera cuenta, sin embargo, el castaño logró escucharlo.

─ ¿Ya te vas?─ giraron con lentitud a la triste vocecita que habló, cayendo en sus ojos con lágrimas a punto de ser derramadas.

─ Lo siento, pequeñín, ya es tarde y debo volver a casa─ Jeno se inclinó para acariciar los cabellos castaños del menor en disculpa─ antes de irme haré cualquier cosa que desees, solo si no lloras.

Jisung asintió─ ¿Cualquier cosa?

Se quedaron en silencio a la espera de lo que fuera a pedir, una taza más de té o que le comprara un dulce para la próxima vez que venga, mas no se les pasó por la cabeza lo que les pidió.

─ Dale un besito a Nana.

─ ¿Qué?─ el rubio parpadeó, sintiendo sus mejillas enrojecer con la simple idea.

─ El príncipe siempre le da un besito a la princesa─ se apoyó en la mesa para indicarles el lugar, presionando su índice sobre sus labios─ aquí.

─ Jeno, si no quieres no tienes que hacerlo, Jisung solo está siendo ridículo─ se calló cuando la suave mano de Lee se posó sobre su mejilla, volteando su rostro para quedar cara a cara. Se quedó inmóvil, respirando como si le faltara el aire antes de que los finos labios de Jeno se juntaran con los suyos en un pequeño beso, suficiente para que el castaño chillara con emoción.

Con el grito de Jisung la madre de ambos subió con preocupación, entrando al cuarto y sorprendiendo a los dos chicos y su dulce momento.

No es necesario explicar el cómo su madre se emocionó tanto que invitó a Jeno a cenar.

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