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CAPÍTULO 1


El eco del disparo aun hacía daño a mis oídos, los cuales quedaron bastante sensibles desde el incidente. Habían pasado varias semanas y Daryl apenas daba señales de vida, así que los ánimos entre los presentes, que esperábamos verle abrir los ojos, nos ocasionaba una enorme angustia. No encontramos a ese enmascarado, aunque su voz se me hacía un tanto familiar, pero claro, tras el desmayo al ver perder a Daryl tal cantidad de sangre, mis recuerdos quizás se encontraban entremezclados.

Yo fui la única testigo del accidente y, para colmo, no era de gran ayuda. Sufrí un ataque de pánico aun a pesar de encontrarme capacitada y acostumbrada a eventos relacionados con armas y cosas así. Me habían herido cientos de veces; la sangre ya era una vieja conocida para mí, la cual no me daba ni el menor atisbo de nauseas al verla brotar. Y, aun así, la chica con carácter, esa ama del peligro, fue encontrada por Matt y Korovin hecha un ovillo en el suelo. Al principio pensaron que nos dieron a ambos, pero, tras revisarme y comprobarlo más concienzudamente, supieron que fue más bien una conmoción la que me llevó a estar desmayada.

Por el contrario, Daryl sufría de una herida terrible. Le había rozado el estómago, por lo que era terriblemente dolorosa. Le indujeron un coma para intentar estabilizarlo, pero por el momento, no había novedades.

Una mano rozó el dorso de la mía, abriendo lentamente los ojos. Korovin había venido con algo de comida para que repusiera fuerzas, pero mi estómago no estaba por la labor de hacer caso a su sugerencia. Al ver que volví a recostarme, me dio la vuelta y casi me hace caer de la cama.

—Sabes perfectamente que, si fueras alguien normal, no ocuparías esa cama. Te dejé quedarte con la condición de que te cuidaras, ¿Qué demonios me espera si éste energúmeno se despierta y te encuentra hecha un cadáver viviente?

Aquello iba medio en broma, medio enserio, pero yo no deseaba seguir la conversación. Los días trascurrieron así de monótonos y tediosos, hasta que me percaté que había transcurrido casi un mes desde el incidente. Aun seguíamos en Irlanda, por lo que fuimos al hospital que Korovin conocía ya que tenía algunos contactos que pudieran hacer la vista gorda en cuanto a quedarme cuando me encontraba en plenas facultades. La vida de ese hombre era un completo misterio; lo único que tenía claro es que, si había algo que prometía, desde luego que lo cumplía. Sus artimañas eran tan increíbles que si me dijeran que todos estos años habían sido una cámara oculta, me lo hubiese tragado, ¿Cómo era posible que un profesor de arqueología se codeara con gente tan dispar? Aquello sí que era un verdadero misterio.

Para mi calma interior y agradecimiento mental, las noches las pasaba en soledad acompañada tan solo por el ruido de las máquinas que mantenían a Daryl conectado entre el mundo de los muertos y de los vivos. Me pasaba por lo menos la mitad de la noche hablándole o supervisando de que todo se encontrase bien pues temía a cerrar los ojos y que me despertasen con una noticia terrible.

Desde entonces, Eduardo no fue encontrado por mucho que se buscó. No había movimientos en su tarjeta de crédito ni tampoco había nada en su casa que hiciera adivinar que escapara del país. Si la tierra se hubiera abierto y tragado, habría tenido el mismo efecto. También estaba la llamada de mi hermano esa tarde, justo cuando nos embarcamos de viaje a una de las casas de vacaciones de Korovin. No era de llamar tan seguido, quizás de mes en mes, por lo que, si prestaba atención, entre esa llamada y la última había pasado, a lo sumo, cinco días.

Y si de algo estaba segura, es que, si fuera algo muy malo, entonces hubiera insistido e incluso, presentado en casa. La voz que escuché antes de que dispararan a Daryl, era tan conocida, pero, a la vez, mi cerebro la había bloqueado. Estaba segura que, con el tiempo, tarde o temprano, lo sabría.

Suspiré mientras me acomodaba y seguía con la rutina nocturna. Me lavé la cara, me cambié el pijama y desenredé mi pelo. Aquel rubio aún me chirriaba, pero parecía ser que me quedaba bien. Casi me reí, ridícula de mí mirándome al espejo mientras la única persona en años que se me había colado en el corazón, se debatía entre despertar o dormir para siempre.

—La vida es puto injusta—Me dije mirándome al espejo. Y vaya si lo era; yo era el mismo retrato de eso. Con la muerte de mi marido sin resolver, estaba claro que la buena suerte no formaba parte de mi día a día. Aunque tenía todas las papeletas para saber casi al cien por cien de que se trató de Ákseli. Me senté en la cama, pero la sed me estaba molestando así que tomé una moneda para salir al pasillo y coger algo de la máquina expendedora.

Los médicos y enfermeras se encontraban en sus salas habilitadas para el descanso, así que el lugar era un desierto antiséptico completamente incoloro. Las luces ahora eran más tenues y lo suficientes para caminar y saber dónde pones los pies. El silencio no es que fuera precisamente relajante; en un lugar de ésos, nada es relajante, pues la muerte puede olerse en cada esquina.

Mi mente quizás volvió a jugar conmigo, pero la voz de Korovin podía escucharse desde algún punto del edificio. Aprovechando mis pasos amortiguados, decidí investigar para quitarme esa espina de curiosidad, descubriendo que estaba dentro de la lavandería.

La conversación se tornaba interesante.

—Señor Chase, no debe de inmiscuirse de nuevo. Sabe perfectamente que Ruby no debe saberlo. No señor, yo la cuido como siempre lo hice. No se preocupe por todo, ella estará bien. Ella es tan importante como lo es por usted.

En cuanto mencionó a mi padre, el corazón se me paralizó por completo, ¿Cómo era posible que se conocieran y no me hubieran dicho nada? ¿Cómo pudiera ser que estuviera hablando con mi padre demente que apenas podía articular palabra alguna?

Ya había escuchado demasiado, por lo que opté volver a mi cuarto. Más tarde calmaría la sed y, sobretodo, las preguntas que tenía para mi gran amigo y compañero.

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