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Ch8 No serás un extraño

Advertencia

Este capítulo tiene una escena de violencia bastante fuerte. También hay un poco de desnudez, pero no es lo más descriptivo del capítulo.

...

Las cosas cambian durante la pubertad y aunque Camilo y Miguel ya no pasaban mucho tiempo juntos, y Camilo se había vuelto aún más exótico, poco a poco el acoso simplemente se había  convertido en aislamiento. Al menos eso es lo que Miguel pensaba. Han pasado muchos años desde entonces y mientras se recuperaba de la resaca podía reflexionar en todos aquellos detalles insólitos de esos años, interacciones raras, roces misteriosos y palabras chocantes. Ahora tenían sentido. Había un Camilo que él no conocía, que otros reconocieron, y al que todos (o casi todos) le fallaron.

Dos años antes de terminar la secundaria Miguel y cuatro amigos del fútbol, Joaquín, Marcos, Andrés y Daniel abrieron un negocio de ropa. Planeaban usar las ganancias para irse a la ciudad y pagar sus estudios. Tenían de todo, zapatos de hombre y mujer, lencería, vestidos de gala, ternos para caballero, ropa deportiva, jeans, chompas de cuero. Todo iba bien porque abrían después de almuerzo y se turnaban para atender la tienda y no perder clases. Esperaban que el dinero les ayudara a pagar la colegiatura de la universidad y mudarse. Era un buen plan.

Ya faltaba seis meses para graduarse y empezaron a aplicar a distintos sitios. El más inteligente de ellos, Marcos, obtuvo la nota más alta del pueblo en el examen de ingreso y todos se fueron felices a festejar.

El único que no iba a ir al festejo era Joaquín, quien insistía en abrir la tienda ese día. Después de un par de docenas de cervezas decidieron que necesitaban a Joaquín para celebrar y fueron borrachos a su casa, pero aún no había vuelto. Entonces fueron a la tienda, aunque dada la hora, ya debía estar cerrada.

Lo que encontraron les heló el corazón.

Las luces estaban apagadas, pero la puerta no tenía la reja puesta. Ellos pensaron que Joaquín estaba atrás en la bodega y entraron. A medida que caminaban hacia la parte atrás empezaron a escuchar jadeos y gemidos. Para su edad ya tenían experiencia en reconocer los sonidos de la cadencia del amor. Listos para burlarse de su amigo y averiguar quién era la amante misteriosa de Joaquín abrieron la cortina de los vestidores, sólo para encontrarse a Joaquín encima de Camilo.

Esa noche, Joaquín vestía como siempre, pero Camilo llevaba puesto un vestido amarillo con estampados de margaritas, un collar de cuentas verdes y aretes verdes de fantasía gigantes. Camilo estaba completamente maquillado como una mujer, pero en ese momento su sexo sobresalía de la ropa interior de encaje blanco mientras era penetrado por Joaquín.

En ese instante, Miguel sintió una punzada terrible en el pecho. Si bien el dolor era fuerte, no se comparaba con la patada en las costillas que Camilo recibió en ese instante.

Marcos, Andrés y Daniel se abalanzaron sobre el cuerpo reclinado y lo tiraron al piso. Inmisericordemente lo golpearon e insultaron. Al principio, Camilo no dijo nada. Estaba demasiado en shock por la violencia. Palabras como maricón, malparido, desgraciado, abusador, pervertido, demonio, engendro, fenómeno y cosas mucho mayores fueron proferidas.

Camilo salió del shock y miró a Joaquín, con los ojos llorosos y empezó a balbucear y suplicar ―Diles la verdad. Por favor ayúdame.

La escena era caótica, para ese instante, el bonito vestido amarillo estaba hecho girones y cubierto marcas de botas y sangre. Pero Joaquín seguía allí petrificado sin decir nada.

Camilo intentó huir hacía la puerta, pero uno de los chicos le sujetó de las ropa destrozada y no le dejó ir lejos. Esta vez cayó a los pies de Miguel que en un momento de claridad se dio cuenta de algo. Maquillado como mujer, Camilo se parecía mucho a Sandra.

Miguel finalmente reaccionó y antes de que los otros se abalanzaran a continuar con las patadas y putazos se interpuso entre los muchachos y Camilo.

Entonces Miguel empezó a chillar desaforado ―Déjenlo. Déjenlo. Por favor, lo van a matar. No, por favor paren.

Pero ellos no escucharon. Había un brillo asesino en sus ojos. Joaquín seguía en la parte de atrás de la tienda con la mirada vacía y permanecía quieto en el mismo sitio. Ni siquiera se había acomodado la bragueta. Sin embargo, Camilo y Miguel intentaron huir sólo para ser atrapados nuevamente en el portón de la tienda.

Nuevamente Camilo suplicó ―Joaquín, por favor sálvame, diles la verdad. Me van a matar, por favor, yo, no quiero morir así.

Pasaron muchos años hasta que Miguel entendiera cuál era la verdad que Camilo mencionaba. Sin embargo, en aquel momento su cerebro adolescente, no tenía la capacidad de entender las complicadas relaciones que dos personas pueden tener en asuntos de la cama y del amor.

A Miguel ya le dolía ya todo el cuerpo por los golpes. También le atormentaba el corazón.

Sólo hace pocas horas, a la luz de los fuegos danzantes, pudo pensar en un nombre para ese dolor escondido.

Sin embargo, en ese momento del pasado de caos y tristeza. Lo único que Miguel sabía que no quería ver morir a Camilo en ese lugar, que deseaba volver a verlo tocar la ocarina en el río y ver películas juntos. Lastimosamente, ya casi no tenían fuerzas y estaban a merced de los tres muchachos.

Por suerte, los gritos y lloriqueos alertaron a los perros de los vecinos y varias luces de las casas cercanas se encendieron. Se oyeron gritos y amenazas. Alguien dijo que iba a llamar a la policía. Los jóvenes huyeron, pero Miguel y Camilo estaban demasiado agotados y adoloridos.

Buscando confortarlo, Camilo colocó su frente junto a la de Miguel y ambos se quedaron así, respirando apenas, con sus rostros llenos de lágrimas, tierra y sangre. Todo el maquillaje de Camilo era una masa negra y gris. Se veía tan lamentable.

Sin embargo, lo único que Miguel podía pensar era en la melodía de ocarina que alguna vez escuchó junto al río cuando empezó a notar que su amigo y él eran diferentes.

Media hora después llegó la ambulancia y ambos fueron llevados al hospital. En su sueño febril escuchó a alguien cantarle la canción de sanación. La voz decía una y otra vez ―No te vayas, por favor, quédate a mi lado.

Miguel salió de su inconsciencia en 46 horas, tenía una costilla rota y hematomas. Camilo volvió en sí en 72, tenía tres costillas rotas, hematomas y la cara lacerada. La cara de Camilo en un respirador persiguió a Miguel por años, lo veía en cada persona triste, en cada mujer, niño hombre y anciano llorando. Miguel se ganó la mala fama de ser de mecha corta, pero desde entonces a él ya no le importaba si tenía buena o mala fama.

En aquellos días de hospital Miguel conoció a muchos de los familiares de Camilo, a dos abogados y a cinco policías. También se enteró que la vieja Mircella había fallecido mientras estaban inconscientes. Joaquín y los otros chicos fueron acusados de un crimen de odio, pero sólo Marcos, Andrés y Daniel fueron arrestados ya que Camilo se negó a acusar a Joaquín de abuso sexual y el juez se negaba a tratar a los adolescentes como adultos aduciendo que sólo eran "chicos siendo chicos". A Miguel lo presionaron a testificar de ambos lados. Cuando la defensa vino a hablar con él para que defendiera a Marcos, Andrés y Daniel, su mamá casi lo golpea.

Finalmente, los abogados aconsejaron que llegaran a un acuerdo y todo el dinero que habían ahorrado fue entregado a Camilo en compensación por los gastos médicos de ambos. Camilo se fue del pueblo apenas salió del hospital.

El grupo se desintegró. Miguel perdió todo el dinero ahorrado. Lo que tuvo se fue en los gastos médicos. Al terminar el colegio se fue a la capital con el apoyo de sus padres. Lamentablemente reprobó todas las materias del primer año de derecho, lo que hizo que su padre se enojara y no le diera medio centavo más.

Desde los diecinueve años Miguel empezó a vivir sólo en una pequeña buhardilla de estudiante.

De no ser por Claudia, Miguel no sabría que hubiese sido de él y su vida. Sin embargo, habían pasado tantas cosas. En el fondo de su corazón sólo pensó que necesitaba una cosa: otra oportunidad y Claudia se la dio.

Miguel soñó que caminaba por la campiña en dirección a una casa. Allí estaban Clementina, Susana y Sandra jugando con un perro blanco y pequeño. Las tres estaban hermosas con sus vestidos de flores y sonreían. Después de abrazarlas escuchó el sonido de un claxon y volteó para ver a una bella mujer con botas altas, vestido anaranjado y cabello rojo conduciendo una furgoneta verde pintada con diseños de flores y pájaros. En la parte alta de la camioneta había una esfera de discoteca que emitía luces de colores que se reflejaban en la campiña. La mujer salió del auto y los invitó a bailar.

En ese instante el pitido lo despertó de su sueño. Era el teléfono de la recepción. Medio dormido Miguel contestó ―¿Sí?

―Señor, Buenos días, en la recepción hay unas veinte y cinco personas que dicen ser los artistas contratados para el evento. Ehm. Señor ¿cuántos de ellos son drag Queens?

Miguel sonrió para sí mismo ―Diez de ellos, si está por ahí una fabulosa pelirroja, ella es su líder, se llama Claudia, dígale que estaré abajo en diez minutos y que debo presentarle a alguien.

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