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Capítulo 29

ARQUÍMEDES

Madre no dejo de preguntarme en todo el camino si estaba seguro de lo que estaba haciendo y yo no me canse de decirle que si, aunque en parte era una mentira. Estaba nervioso, ansioso y muy asustado por lo que estaba haciendo.

Estaba solo en la parada de autobús, esperando. Al parecer era el primero en llegar, eso me pasaba por mi insomnio, solo dormí como 2 horas y cuando me desperté a las 3 de la madrugada no pude volver a dormirme, me levante, me puse mi uniforme, desayune y levante a mi madre para que me trajera. Solté un gran suspiro buscando disipar la opresión que sentía en el pecho.

Volteé a todas direcciones y me encontré con Gissel que al verme sonrío saludándome, yo también le devolví el saludo.

—Amiguito, madrugaste—me dice poniéndose a mi lado para esperar el autobús.

—Si, yo... no pude dormir—confesé.

—Es normal cuando pruebas algo nuevo—Su voz era muy relajante, parecía que todo se arreglara si seguía hablando conmigo. —La primera vez que tome un autobús sola, me asuste mucho, pensé que me asaltarían o que un pervertido se masturbara al lado de mi...

—Eso es terrible.

—Lo sé, pero, ¿Sabes lo que paso?

—¿Que?

—Nada—contesto. —Me senté e ignore a todo el mundo a mi alrededor, imagine que estaba en viajando en un vehículo hermoso, como un carruaje jalado por caballos y música clásica—Subió la mirada, la chica era diminuta y volvió a sonreír. —Puedes imaginar que estas en un lugar hermoso tu también.

Suspire y mi vista fue hacia el otro lado de la parada de autobuses, había un señor chaparro con aspecto moribundo, me asuste, parecía un cadáver andante.

—Oye, tranquilo. Es mi tío Juan—Al parecer Gissel escucho mi corazón o olio mi pánico, solté el aliento y sonreí o trate de hacerlo. —Me acompaña todas las mañanas, mi madre piensa que soy muy estúpida como para hacerlo sola... o tal vez solo no quiere que me secuestren.

—Que horror.

—Lo sé, pero así es la vida—volteo con su tío y este hace un movimiento con la cabeza, era algo así de "que paso" y Gissel me apunto. —Es mi amigo, me quedare con él, estaré bien. Te llamo cuando llegue al colegio.

El tío de Gissel asintió y antes de irse me grito un: "me la cuidas" Apuntándola. Si supiera que yo no me se cuidar solo. Del lado contrario al que se fue el tío de Gissel vimos el autobús, estaba vacío. Tan distraído estaba que apenas sentí el tacto de Gissel al tomar mi mano. Volteo a verla y en el acto me suelta la mano.

—Es una mala costumbre, lo siento. Cesar me contó que no te gusta que te toquen—Su disculpa me hizo sentir mal. Parpadee muchas veces antes de tomar de nuevo la mano de Gissel, cada vez que lo hacia se volvía mas fácil.

—Ya estoy trabajando en ello. Es una buena terapia, tus manos son pequeñas—Eso la hizo sonreír.

El autobús se detuvo en frente de nosotros y abrió las puertas. Ansioso invite a Gissel entrar primero y de la mano me guio adentro. Por dentro no se veía tan horrible como pensaba, era normal, limpio y sin graffitis. Los asientos eran azules y eran para máximo dos personas, y dos hileras de asientos. Gissel y yo nos sentamos en los segundos asientos. Y como eramos los únicos en la parada, el chófer arranco.

En cada parada había al menos dos alumnos, en la primera subieron Isaias con Aitana, en la segunda entraron el trío dinámico de Enrique, Pan y Jason. Llevaban burritos que les dieron a todos, yo acepte solo por cortesía, no tenia hambre. Después entraron los mellizos, Honey y Sour con mucha energía. En la cuarta parada entro una chica gordita que al parecer era amiga de Gissel, se saludaron muy amigables.

—¿Te importa si me siento con Marta?—Yo negué.

Aunque estaba sentado solo, no me sentía como tal, los que estaban en el autobús no me excluían, me unían a sus conversaciones raras. Nos detuvimos en la ultima parada y por la ventada vi a Cesar con Yeya al lado. Lo vi entrar y este con una sonrisa me saludo con su mano, le devolví el saludo algo nervioso.

Se sentó al lado de mi y me miro, al parecer no creía que iba a venir.

—Hola—dijo con una brillante sonrisa.

—Hola—dije casi en un suspiro.

—¿Cuanto llevas en el autobús?

—Desde la primera parada, con Gissel—respondí, después caí en cuenta de algo y fruncí el ceño. —¿Hablas sobre mi con Gissel?

—No— Estaba mintiendo, era muy obvio que lo hacia. —Bueno, solo un poco.

—¿Que le has dicho?—le pregunte curioso. Este comenzó a reír.

Era una risa mágica, casi hipnótica... ¿que tiene Cesar que lo hace tan encantador? Todos lo conocen, a todos les agrada o eso creo, concentrado en admirar a Cesar el bache que paso el autobús me tomo desapercibido, intente sostenerme fuerte, pero un brazo logro sostenerme primero.

—¡No trae vacas!—gritó Enrique al final del autobús.

"Me di un madrázo" escuche a alguien junto a otros quejándose mientras que el chófer se disculpaba.

Vi el brazo de Cesar alejándose de mi con lentitud. —Lo siento, te habrías golpeado feo...

—Descuida—le dije, su mirada de sorprendido fue única. —gracias.

—Es un placer...

Ambos volteamos al frente, con una sonrisa tonta en nuestras caras, quería dejar de sonreír, solo que los músculos de mi cara no me ayudaban, y mi corazón tampoco hacia el trabajo mas fácil, solo servia para ponerme mas nervioso. Voltee a verlo y le mostré el burrito que me habían dado.

—¿Ya desayunaste?—cuando este negó le acaré el burrito mas. —Yo ya desayune, lo acepte por cortesía, pero no le digas a nadie.

Cesar sonriendo toma el burrito, no quería que se me saliera una carcajada, no esta vez.

—Amo los secretos—me dice para desenvolver su burrito y darle una mordida. Después de masticarlo y pasarlo me miro. —Esto me recuerda a cuando fui con unos amigos a Playas. ¿Has ido a Playas?

Le dije que no, si mentía me iba a poner a prueba y es muy temprano para eso.

—Eso es inconcebible. ¿Como que no has ido? Vives en Tijuana. No eres un verdadero Tijuanense si no has ido a Playas a perder el tiempo—Me empece a reír, creo que se le olvido quien soy. —Un día de estos te llevare, astronauta y no solo al malecón, caminaras en la arena y te meterás al agua.

—Escuche que el agua es muy fría.

—Eso no importa cuando ya estas adentro. ¿Quieres otro reto? Pon en tu lista, "ir a la playa con Cesar"

—Esta bien para mi—respondí.

El camino para la escuela siguió y se volvió un poco mas silencioso, algunos se durmieron, entre ellos Cesar. Verlo dormir me hacia sentir extraño, estaba tan callado y tranquilo que me daba pena tan siquiera moverme porque corría el riesgo de despertarlo.

Solo quede quieto, lo único que era capaz de moverme era el autobús con sus giros y algunos baches. Solo espere a que terminara el viaje.

Resumen de lo que va el día, cuando llegamos todos los de la clase 104 se nos quedaron viendo con mala cara, al parecer si no eres becado estar en el autobús te convierte en un apestado. Eriko a la hora de la comida nos dio la sorpresa de que el banquete para el baile de burbujas la pondrán: él, sus hermanas y su mamá, aunque Yeya nos pidió que no dijéramos nada porque ya que algunos de los estudiantes eran muy inflexibles con lo que comían, pero personalmente yo comí de esas quesadillas y sigo vivo... Todavía.

—La verdad no estoy muy segura de lo que quiero ponerme—dice Yeya a mi lado, estábamos en el taller de arte acompañando a Diego.

Era una habitación muy colorida con paredes amarillas. Me gustaban las pinturas que colgaban de las paredes y lo decoradas que estaban. Era como estar en una pintura de Van Gogh, casi podía jurar que el techo se movía.

—Por todo el trabajo que tuve con el baile y las clases no me dio tiempo para pensar lo que me pondría—se quejo y se dejo caer su cabeza para atrás.

—Endereza la cabeza, Yeya—le pidió Diego indicándole con la mano.

—¿No ayudaste a Enrique con eso?—Cesar estaba pintando también. No tengo ni idea del porque decidió tomar el taller de arte si no sabe ni siquiera dibujar una flor.

—Lo hice, pero solo me concentre en él y no fuimos a otra parte mas que a la sección de caballeros...

—Arquímedes. ¿Puedes volver a voltear para arriba?—me pidió Cesar sonriendo. Fruncí el ceño moviendo la cabeza para arriba.

—¿Me estas pintando?

—Si—Y siguió concentrado en su pintura.

—Puedes volver a usar alguno de tus vestidos—le propone Diego pintando.

—No voy a usar algo que ya me vieron—respondió. —Esos vestidos ya son históricos, voy a volver a regalar ropa el próximo fin de semana.

—Tal vez yo pueda ayudarte, a mi padre le gustaba confeccionar vestidos, dejo muchos en casa. Tiene una habitación llena de ellos. Si quieres puedes ir a mi casa y te adapto uno a tu cuerpo—le propuse. Yeya me volteo a ver sonriendo.

—¿Sabes coser?

Asentí sin pena, llevaba tiempo sin tocar una maquina de coser, pero no significaba que se me había olvidado. Padre me enseño a coser desde muy pequeño. Al no tener mucho dinero para ropa nueva, necesite muchas veces coser los codos de mis suéteres o las rodillas de mis pantalones.

—¿Que otros secretos oscuros esconde tu cubrebocas, Arquí?—pregunto Yeya volviendo a posar como antes. —Acepto.

—¿Iremos todos o...?

—Solo Yeya, son vestidos, Cesar. No creo que quieras usar un vestido para el baile—lo interrumpí.

—Cesar se vería bonito con vestido, sin duda—comenta Diego.

Antes de decir otra cosa la campana sonó y era momento de salir de clases. Agache mi cabeza dejando descansar mi cuerpo, una cosa era ver el techo por gusto y la otra era ver el techo sabiendo que alguien te esta tomando de referencia para una pintura.

—Ey, ven y mira—me indico al cuadro.

Camine hasta llegar a su lienzo que tenia era una bomba de colores, ahí me di cuenta que todo su mandil estaba manchado de pintura.

—Oh vaya... te estas tomando muy en serio lo de ser pintor—le dije y este comenzó a reír.

—Te dije que es mi futura profesión—respondió para después indicarme que viera el cuadro.

La pintura de mi era muy extraña, pero se entendía que era yo. Tenia mi cabello y también mi cubrebocas, sin embargo los trazos eran torpes, como los de un niño pequeño que esta aprendiendo a dibujar. Mi mirada paso a la pintura de Diego sobre Yeya y era hermosa. En comparación estaba bien hecha. Sonreí, jamas en mi vida imagine que alguien trataría de dibujarme.

—Es una pintura rara...

—Pero eres tu.

—Sigue siendo rara aunque sea yo—le dije volteando a verlo. —Es lindo el detalle, gracias.

—¡Vámonos! Mi pobre chófer debe de estar esperándome, vamos Arquí tus vestidos me esperan—dice Yeya caminando a la puerta, Diego la sigue.

Poco después camine también a la puerta para salir. Ni siquiera se porque voltee a verlo, pero cuando lo hice me di cuenta que me estaba mirando también.

—Te pones algo bonito, mañana iré por ti como a las 7 de la tarde—me dice. Sentí mi cara caliente, estaba sonrojado definitivamente. Asentí y le dije que si.

Yeya me estaba esperando, no la podía hacer esperar mas, así que cruce la puerta para caminar por el pasillo hasta la salida, nervioso por lo que me esperaba mañana. 

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