💐Prólogo💐
ᴘᴇᴏᴘʟᴇ - ᴀɢᴜsᴛ ᴅ
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En algún lugar lejano, donde el verdoso campo predominaba igual de inmenso que el mar, con una sociedad algo diferente a la actual, y maravillosos paisajes dignos de una pintura renacentista.
Reside nuestro protagonista, un joven omega de facciones agraciadas y cabello igual de oscuro que la apacible constelación nocturna de sus aposentos.
Digno de ser el heredero total de la famosa fortuna de su madre, la cual en su vejez (pero sin dejar de ser excepcional) tuvo la desdicha de poseer un solo hijo, el único heredero de todo pues, al ser un joven noble, queda en primer puesto para recibir toda la herencia que su padre le a dejado a su madre, y que esta última le heredará el día de su muerte.
La hermosa mansión de colores vibrantes semejantes a las flores en primavera, con una infraestructura descomunal y para nada similar a las residencias del pueblo más cercano.
Reside con prosperidad y buena salud el joven de alta posición, Taehyung. Kim Taehyung.
Quién, según las personas de su misma clase, era un joven omega con carisma y educación totalmente encantadora.
Muchos pensarían que su actitud era arrogante, prejuiciosa, vanidosa e incluso infantil, pero una vez que pasabas por la honorable mansión de los Kim, te llevabas un dulce sabor de boca e inclusive salías riendo por sus ocurrencias.
Así era Kim Taehyung.
Eso pensó aquél Alfa extranjero, de pueblos desconocidos y muy alejado de las tierras actuales en las que se había adentrado por medio de barcos y carruajes incesantes.
Pasando por aquella inmensa propiedad en medio de la nada, con hermosos arboles de copas frondosas y un hermoso lago artificial en la parte frontal cubierta de murallas talladas en fina piedra, un joven omega paseaba sobre nada más y nada menos que un caballo, el caballo más majestuoso que haya visto.
- ¡Rápido! - había gritado el omega a su fiel corcel, mientras trotaba por el campo en la actividad de esquivar y saltar obstáculos como charcos y pequeños muros hechos de heno.
Había quedado fascinado por el movimiento del cabello largo en el viento, la rapidez en la que todo estaba sucediendo y la enorme sonrisa que plasmaba en el rostro del noble de alta clase.
Esto aún sin saber que era alguien de buena posición, pues vestía prendas sucias e incluso rotas.
Continuó su camino en el carruaje, exactamente a 5 kilómetros más adelante donde le esperaba la segunda mansión más grande del pueblo que se había dedicado a comprar en busca de tierras fértiles.
De donde viene, cuyo lenguaje es muy diferente al pueblerino, un hombre de tes blanca y cabellos rubios, con ojos grandes y ropas extrañas, le había informado que los pueblos londinenses eran los mejores para conseguir tierras fértiles y paz, donde podía iniciar una cosecha y volverse aún más millonario con sus exportaciones de cultivos exóticos a su país, lugar en el que ya tenía una reputación muy alta.
-Disculpe, señor. ¿Conoce usted la mansión más próxima a esta? - preguntó, con un acento ingles parecido a su lengua natal, pero sin dejar de ser entendible en lo absoluto.
El conductor del carruaje, quién dejó a los caballos pastar libremente, asintió con la cabeza, ayudando al joven de ropas extrañas a bajar sus maletas.
-El hogar de los Kim, señor. La familia más poderosa e influyente de todo Londres. - explicó, observando la gigantesca casa frente a su campo visual.
¿Los Kim?
Ese era un nombre extranjero, proveniente de sus tierras completamente.
Pagó en efectivo los servicios brindados por el carruaje, además de un generoso bono por el acarreo de maletas.
-Necesitará contratar servidumbre, señor. Esa casa es mucho trabajo para un solo hombre. - respondió el señor de edad avanzada. Conocía aquella mansión a la perfección.
Los antiguos dueños, los Wickly, habían entrado en la bancarrota y se vieron envueltos en la penosa necesidad de vender sus tierras por falta de ingresos para sustentar a su numerosa familia.
Ningún pueblerino supo más de aquellas egocéntricas personas que presumían sus riquezas, riquezas que se ganaron al robárselas a las personas de clase obrera al estafarlos de tal modo.
No fue hasta que una familia Kim, un matrimonio peculiar si me permiten opinar; pues era poco usual conocer en persona a un ser humano con rasgos faciales diferentes a la sociedad, quién tenía la dicha de estar casado felizmente con una honorable mujer del sur de Londres, la única mujer estudiada que un pueblerino haya conocido.
Aquel matrimonio fue tan querido por todos los habitantes pues abogaron por ellos y llevaron a la bancarrota a ese matrimonio de estafadores, devolviéndoles sus bienes y restaurando la vida comercial de su amado pueblo.
Aquel alfa con rasgos parecidos al difunto señor Kim entró con cuidado a su nueva propiedad.
El salón, repleto de tierra y muebles cubiertos en seda, con pinturas europeas tapizando la pared y las estatuillas de oro incrustadas en los muros, le hicieron saber que tan vanidosos eran las personas de estas tierras.
-Exageración. - dijo para sí mismo, sacudiendo el silloncito principal para poder recostarse, pero el galope lejano y algunos gritos más le hicieron ponerse de pie.
Aquel jovencito de cabellos largos y nariz respingona estaba cabalgando muy cerca de sus nuevas tierras, cosa que llamó su atención en totalidad.
Pudo verle cabalgar a toda velocidad hasta la entrada de su nueva residencia, bajando del caballo y entrando hasta el saloncito.
Se quedó quieto, casi estático pues creía estar ante la presencia de otro alfa.
Justo cuando planeaba ordenarle que se retirase, el aroma dulzón a cerezas y mirra le dejaron cegados los sentidos por un momento.
-Lo lamento señor, pero mi pensamiento impulsivo me hizo creer que algún desdichado había forzado la entrada. - se disculpó el omega, hablando con ese perfecto acento inglés que había mareado al alfa desde la primera vez que tocó tierras londinenses.
- ¿Desea comunicarse en otro idioma? - preguntó Taehyung, aún en inglés. - ¿Algún idioma asiático, tal vez? - dijo en japonés, pues los rasgos del hombre le hacían creer que este era originario de tal lugar que solo se había permitido conocer a través de libros.
El alfa abrió los ojos más de la cuenta, distinguiendo ese idioma que tanto conocía pero que, por desgracia, aún no dominaba con fluidez.
-Me temo que ninguna de sus opciones es correcta, joven Omega de bonita sonrisa. - respondió en coreano, pensando que tal vez pasaría desapercibido respondiendo así por lo que se decide ignorar la agradable presencia y comenzar a descubrir otro de los muebles en el salón.
- ¿Cree que mi sonrisa es bonita? - contraatacó en un perfecto coreano que hizo al alfa tragarse sus palabras.
- ¿Habla usted coreano? - volvió a cuestionar en su idioma natal, impactado de que una persona en ese país siquiera hablase más idiomas que el inglés.
El omega asintió, retomando su camino a la puerta. Aquel alfa de ropas raras no parecía ser una amenaza, sobre todo porque tenía las llaves de la residencia.
-Me temo que debo retirarme, no me gusta hacer esperar a mi madre y casi es la hora del té. - explicó, siendo seguido por el alfa hasta donde estaba su caballo.
Jamás había conocido a un omega tan rebelde y liberal, un omega tan... peculiar.
- ¿Con quién tuve el placer de charlar? Si no es mucha molestia. - pidió en su mejor acento inglés, logrando que el omega sonriera inconscientemente por la peculiar forma de hablar del alfa.
-Por el momento soy solamente el Joven Kim, pero puede visitarnos cuando guste y presentarnos formalmente.
- ¿Por qué no ahora?
-Si es lo que desea. - afirmó, extendiéndole su mano para que se montase al caballo junto a él.
Aquel alfa la tomó sin titubear, recargando su pierna derecha en el estribo y montándose en el caballo de un salto.
-A mi caballo y a mi nos gustaría saber a quién tenemos el placer de llevar hasta mi hogar.
-Al Joven Jeon. Solamente Jeon hasta la hora del té.
-Interesante.
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