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V

Tratando de reprimir el temblor que se había apoderado de sus manos, Satsu Ren se sentó junto a su amigo. Aquella vestimenta negra que él usaba lo hacía ver más amenazante de lo que en realidad era, mas no lograba ocultar su esencia real y su evidente lucha interna.

—Sabes lo que pasó en el templo Jedi. —el muchacho asintió.
—Lo sé muy bien.
—Y estás esperando algo más antes de decirme la verdad.
—Sí. —Kylo Ren asintió de nuevo.

Mientras se sometía al escrutinio del muchacho, la joven deshizo el intrincado peinado que uno de los droides médicos elaboró para que su largo cabello no fuera un inconveniente mientras estuvo hospitalizada. Él la miraba, entre fascinado y curioso.

—¿Es posible?
—¿Qué cosa?
—Lo que dijo el líder supremo Snoke.

La joven cerró los ojos y dejó que sus manos se movieran de manera automática entre los largos mechones del color de la obsidiana. Suspirando, quitó las diminutas horquillas y las acumuló sobre una pequeña mesa de noche.

—¿De verdad quieres que lo diga?
—Satsu... hazlo y ya.

Usando los dedos, Satsu Ren desenredó su cabello mientras Kylo Ren no le quitaba la vista de encima. Se tomó un buen rato para eso, abusando un poco de la paciencia del muchacho, que comenzaba a agotarse.

—Oye... sé que somos jóvenes, pero no puedo esperar tanto para saber lo que te pasa. —ella abrió los ojos y lo miró.
—Podría decírtelo de una forma que te complaciera.
—¿Qué tal si lo admites ya? Me estás matando.

Satsu Ren se levantó de la cama y dio un par de pasos hasta quedar frente a Kylo Ren. Luego lo tomó de la mano y le sostuvo la mirada con determinación.

—Creo que nuestras vidas están a punto de ser destruidas de todas formas. Yo verdaderamente... profundamente... te amo —el muchacho se estremeció al oír aquella frase—. Y antes de morir, quiero que lo sepas.

Aterrado por aquella reminiscencia, él bajó la vista.

—Padmé... —ella asintió.
—Ahora sabes lo que se siente ser Anakin Skywalker. ¿Estás contento? Yo...

Satsu Ren no tuvo tiempo determinar la frase antes de que a Kylo Ren se le ocurriera tomarla por la cintura y besarla toscamente, no solo por haber escuchado algo agradable, sino para evitar que viera sus lágrimas de emoción. Ella sabía muy bien cómo tocar sus fibras sensibles, y aquella frase fue el preámbulo para, en la sobriedad, revivir el preciso punto de inflexión donde las cosas cambiaron por completo.

No podía dormir después de haber hecho tal cosa sin sentir un ápice de culpa. Le parecía liberador, relajante y una completa delicia. Satsu Ren, después de varios minutos de insomnio y de ver dormir a su acompañante nocturno, se levantó sigilosamente de la cama que compartía con Kylo Ren y salió de la habitación para recorrer la Base Starkiller con tranquilidad.

A través del amplio ventanal, las brillantes estrellas de un sistema distante le recordaban los destellos azules originados en las lámparas de aceite del templo Jedi, trayendo a su memoria la imagen del lugar en medio de las inexplicables llamas que lo destruyeron por completo. Con ese recuerdo, no pudo evitar lamentarse mientras daba media vuelta y caminaba hacia el lugar donde enfrentó a Snoke por primera vez. Allí, casi en medio de la nada, vio la jaula en la que Taliara y un puñado de aprendices de Jedi yacían como un cruel botín de guerra.

—¿Valió la pena, Keikata? —la joven rubia, aun despierta, cortó el silencio con su voz, obligando a Satsu Ren a mirarla.
—Tali...
—¿Valió la pena dejar de lado la defensa del camino de la verdad para beneficiarte?
—Yo...
—Acabaste con la perfección de tu carácter. Tu valor impetuoso se exacerbó. Abandonaste la etiqueta Jedi. El espíritu de esfuerzo se acabó.

Aunque Satsu Ren no quisiera admitirlo, Taliara tenía razón. Dejó todo a un lado por un impulso que, al ser analizado más concienzudamente, se habría convertido, en cualquier caso, en un problema imposible de ocultar.

—Todo esto es tu culpa, Keikata. —Asterre, otro de los aprendices, se acercó al borde de la jaula e increpó a su antigua compañera de entrenamiento.
—Ni siquiera puedo mirarte a la cara. Tan decepcionante... —Yaqriq, otro miembro del grupo de rehenes, se unió al escarnio. Setrinka, una más de las aprendices, pronunció unas cuantas palabras en su idioma natal y se cruzó de brazos.
—¿Qué dijiste, Setrinka? —inquirió Satsu Ren.
—Lo mismo que Yaqriq, pero con más groserías —intervino Wilbrice, el hermano mayor de la interpelada—. No debiste dejar solo a Ben. Toda la Orden Jedi sufrió por tu culpa.
—Ben estaba tan o más confundido que yo, Wilbrice —la joven se arrodilló junto a la jaula y miró al grupo con nostalgia—. Estoy segura de que está haciendo todo esto para salvar nuestras vidas. Él se preocupa por nosotros.
—¿Keikata, de verdad eres tan ingenua? —Setrinka decidió dejar de hablar en su idioma para hacerse entender de todos—. Deberías dejar de revolcarte con él y empezar a pedirle respuestas.
—¿Qué clase de respuesta podría darme? Es un Jedi como nosotros. Al igual que yo, él hace toda esa actuación para que Snoke no lo mate.
—¡No seas estúpida, Keikata! —Taliara, ante la evidente ceguera de su antigua amiga, golpeó el suelo con sus puños—. Abre los ojos, acepta la verdad. Ben fue quien destruyó el templo Jedi.

Satsu Ren no podía creerlo. No quería. Se rehusaba a pensar que el hombre que amaba había destruido el hogar donde vivió por años, le molestaba escuchar que él fue el causante de las llamas que le desgarraron el alma. En su mente, aquella afirmación no era cierta.

—Mientes, Taliara. ¿Por qué lo haces?
—Desearía que fuera una broma —la rubia pasó sus dedos por el cabello, angustiada—. ¿Por qué crees que él está suelto y nosotros no? Ben acabó con todo. El templo se vino abajo por su culpa.
—No lo digas más —Satsu Ren no podía dejar de negar con la cabeza, aturdida—. No es cierto.
—Lo es, Keikata —Yaqriq intervino—. Los niños están muertos. Él los asesinó.
—¡Cállate, Yaqriq! —la joven se levantó y se alejó de aquella prisión improvisada—. Eso es mentira, ¡Ben no pudo haberlo hecho!
—Te acabas de enrollar con un asesino —denunció Setrinka—. ¡Sal de tu cabeza y exígele que te diga la verdad!

Satsu Ren no podía controlar el escalofrío que recorrió su cuerpo al escuchar todo lo que sus viejos amigos le decían. El que ellos acusaban no era el hombre de quien se había enamorado, no podía coincidir con el mismo muchacho que solía reconfortarla en medio de la calma del lago, todos mentían.

—Ben acabó con la Orden Jedi, Keikata —Valaud habló por primera vez desde que fue apresado—. Nos atrapó aquí para hacerte creer que no es tan malo, pero también nos matará.
—Valaud, basta. —la joven seguía en negación.
—Los pasos de Darth Vader están siendo repintados —el chico suspiró—. Mató a los aprendices más pequeños, como su abuelo antes que él. No me sorprendería si mata a su propio padre...
—¡Ya es suficiente! Están mintiendo, ¡todos lo hacen!

Satsu Ren se distanció más de la jaula, como si eso alejara las revelaciones que acababa de escuchar y las hiciera más inverosímiles.

—Pregúntale a Ben dónde está el maestro Luke —Asterre repuntó—. Él sí te va a mentir.
—¿Por qué lo haría, Asterre? Es un Jedi. No debemos faltar a la verdad.
—Vamos, Keikata —el prisionero no podía creer la actitud de la joven, que no parecía ser ella misma desde que escuchó aquellos vituperios—. Él ya no es un Jedi. Y tú tampoco. Nosotros aun lo somos, así que no estamos faltando a la verdad. ¿Crees que lo haríamos? Preferimos morir.

Agotada, Satsu Ren se dio la vuelta y se dirigió a la salida del recinto, mientras los gritos furiosos de los muchachos le seguían causando ruido en la mente.

"Ben tiene toda la culpa."

"Te está engañando, Keikata."

"No va a ser honesto contigo hasta que esté seguro de que te vas a entregar completamente a él."

"Eres una blanda. Débil. Ten carácter."

"Kylo Ren va a hacer lo que se le antoje contigo si se lo permites."

Llorando, la recién nombrada Caballero de Ren recorrió el largo corredor que llevaba a la zona de descanso donde se ubicaba su habitación. El camino se le hizo eterno mientras reflexionaba acerca de las palabras que sus otrora compañeros de entrenamiento habían plantado en ella, dejándola tan inquieta que no pudo evitar las dudas que surgieron. Tanto fue el agobio, que al entrar a su habitación y ver que Kylo Ren seguía ahí, se decidió a buscar las respuestas que necesitaba.

—Kylo, despierta —Satsu Ren lo sacudió con suavidad—. Tenemos que hablar.
—¿Qué quieres? —el muchacho se dio la vuelta, de cara a la pared. Ella posó su cabeza en la amplia espalda de su amante.
—Dime lo que sucedió en el templo Jedi —Kylo Ren abrió los ojos al sentir que sus ganas de dormir se esfumaban—. Quiero saberlo ahora.

Unos instantes después, el muchacho se levantó y miró a Satsu Ren con detenimiento mientras ella se incorporaba. Pudo darse cuenta de que algo había cambiado en su forma de dirigirse a él.

—Estuviste conversando con los rehenes.
—Así es. Y me hicieron un par de revelaciones muy... interesantes. —Kylo Ren se quitó la sábana y se sentó en el borde de la cama.
—¿Qué quieres que te diga?
—La verdad.

El muchacho se puso de pie y estiró los brazos por encima de su cabeza. Su expresión facial no permitía que Satsu Ren pudiera descifrar alguna probable reacción.

—Satsu, te dijeron que yo había destruido el templo Jedi —la joven asintió—. ¿Les crees?
—Tengo razones para hacerlo. Nunca me han mentido —ella tomó la mano del hombre que amaba—. Pero al mismo tiempo creo que no pudiste haberlo hecho. —el líder de los Caballeros de Ren entrelazó sus dedos con el largo cabello de su compañera.
—Pues deberías creerles —dijo susurrando al oído de la joven—, porque lo hice.

Incrédula, ella se apartó con repulsión.

—¿Destruiste el templo Jedi? —él la quemó con su penetrante mirada.
—Los rehenes tienen razón en eso. Pero no saben la causa. Y si la dijera, no me creerían.

En un rápido movimiento, la joven usó la Fuerza para empuñar su sable de luz y encenderlo en medio de la oscuridad. El muchacho puso la vista en el suelo sin intención de pelear.

—Imagina que la persona dueña de tu absoluta confianza intenta matarte mientras duermes —Kylo Ren dio un paso al frente—. Ahora imagina que, antes de que lo logre, despiertas y lo ves frente a ti blandiendo su sable de luz —Satsu Ren retrocedió—. ¿Sería una razón suficiente para destruir todo lo que esa persona ha construido por años?
—¿Mataste al maestro Luke? —la joven no fue capaz de controlar el incipiente nudo que se apoderaba de su garganta. El muchacho movió la cabeza de lado a lado.
—No tenía caso matarlo si él no podía ver lo que le hacía al trabajo de toda su vida. Mi meta de destrozarlo y acabar con la Orden Jedi debía tener un propósito.

Aterrorizada, Satsu Ren abrió la puerta de su habitación y salió de ahí, con Kylo Ren siguiéndola a unos cuantos metros.

—Satsu, vuelve aquí. —la joven continuó caminando sin mirar atrás— ¡Satsu! —al ver que seguía siendo ignorado, el muchacho enfureció—. ¡KEIKATA! —ella se dio la vuelta y lo miró a la cara.
—¡Crece ya, Ben! No vas a arreglar todo gritándome. Y nunca vas a ser como Darth Vader.

Satsu Ren se dirigió a la estancia donde se hallaban cautivos sus antiguos compañeros. Usando el sable de luz trató de liberarlos de aquella prisión, pero una descarga eléctrica la lanzó lejos, dejándola inconsciente por unos instantes.

Mismos instantes que Kylo Ren aprovechó para irrumpir en el lugar y tomar otra decisión que lo hundiría cada vez más en el Lado Oscuro de la Fuerza.

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