39. Eres mi más grande orgullo.
«Las decisiones son las bisagras del destino».
Edwin Markham.
Junio, 2020
📍Los Ángeles, CA, Estados Unidos.
Técnicamente estamos a dos semanas de la tan anhelada inauguración de la galería. No quepo de la emoción. Blue tampoco, aunque no lo demuestre mucho. Como ahora, que, a pesar de ser mi invitada, sigue estando seria y estoica. La invité a almorzar y resulta que aceptó enseguida, lo cual me dio una alegría tremenda, sin embargo, sus emociones siguen siendo un gran misterio para mí.
—¿Qué te parece Hedwig Allen? —cuestioné hacia Blue.
Parpadeó dos veces y le dio un sorbo a su jugo de naranja.
—No sé —subió sus hombros—. Es buena en su trabajo. Sus fotografías son diferentes. Y ella parece... —lo pensó. Lo pensó mucho. Su nariz se arrugó y sus ojos se desenfocaron un poco—. No sé. Es muy extrovertida.
Me reí y asentí.
—Sí, lo es.
Hedwig Allen es una fotógrafa que vio el anuncio que Stella y Colton publicaron en mis redes sociales con la asesoría legal de Brad. Ella simplemente nos llamó y dijo que quería formar parte del grupo. Le hicimos una entrevista entre todos y nos pareció genial. Sus fotografías se basan en lo conceptual y minimalista, pero hay algo en sus fotos que hace que sus tomas se vean más sensibles y francas al momento de entenderlas. Es increíble. Además, tiene su propio público en redes sociales y es un poco famosa en su medio. Eso es bueno. Y sí, es bastante —y cuando hablo de bastante, me refiero a demasiado— extrovertida, por eso a Blue le parece un poco extraña.
Hedwig es alegre, muy abierta y parece encontrar todo súper divertido. Le encanta reír y no parece estar nunca de mal humor, y tiene un nombre bastante peculiar, si soy honesta. Me gusta personalidad, a Blue no tanto, obviamente.
—Voy a tener sexo con Brad —dice de la nada Blue, manteniendo sus ojos fijos en su hamburguesa a medio comer.
Yo, por otro lado, que estaba dándole un trago a mi Coca-Cola, me atraganto con el líquido gaseoso. Toso y trato de disimular que no estoy apunto de expulsar mi estómago por la boca. Blue me mira recuperarme sin una expresión en específico en su rostro.
—Por Dios, Blue, avísame la próxima vez, ¿de acuerdo? —carraspeo, respirando hondo por la nariz para evitar colapsar de nuevo.
—¿No debía decirlo? —pregunta, ahora con un poco de culpa en su voz, quizás también algo de vergüenza.
—No, no. No me refería a eso —me paso una mano por la garganta—. Está bien. Tú sexualidad no tiene porqué ser un tabú, solo no me lo esperaba —asiente, más tranquila. Después me muerdo una sonrisa—. ¿Brad? ¿En serio te gusta Brad?
—Supongo —sube los hombros y baja la mirada—. Nunca me ha gustado nadie. Bueno, nunca me había gustado nadie así. A veces, no sé si estoy teniendo un ataque cardíaco o un aneurisma. ¿Es normal?
Se me enterneció el alma y la miré con ternura.
—Hey, es absolutamente normal —le sonrío—. Tener sentimientos románticos por otra persona es absoluta y necesariamente normal. El amor mueve el mundo, Blue, incluso cuando no se experimenta personalmente —ella sonrió. Fue algo momentáneo, pero lo hizo. Eso me calentó el corazón—. Bueno, pero ¿Brad sabe que quieres...? Emh, ya sabes, tener sexo con él.
Se le pusieron las mejillas rojas.
—Bueno, sí —frunce el ceño—. Lo hemos intentado antes, pero yo...
—¿Lo han intentado antes? —exclamo en un susurro, siendo consciente que estamos rodeadas de personas—. Te refieres a que han estado saliendo, ¿es eso?
—Sí —asiente, confundida.
—Vaya —pensé atentamente en la situación, sin saber cómo carajos no me había dado cuenta—. ¿Desde cuándo?
—Desde hace un par de semanas, creo —sube los hombros otra vez.
Supongo que esa es su forma favorita de quitarle importancia a todo.
—Bueno, emh, felicidades —le sonreí, de verdad que estaba feliz por ella, pero me preocupa en cierto modo que Brad sea demasiado experto en muchos aspectos que Blue, sin embargo, no pienso decirle eso a ella, ya hablaré con él después—. Me alegra que hayas encontrado a alguien con quien divertirte y pasar el rato.
—Gracias, supongo —apoyó la barbilla en su puño cerrado.
Analizo sus anteriores palabras: «Voy a tener sexo con Brad».
—¿Te preocupa eso? —le pregunto—. ¿Dormir con él?
—En realidad, no vamos a dormir, ese no es el problema —habla con obviedad y trato de no reírme, porque recuerdo su condición—. El sexo es lo que me confunde.
—A eso es a lo que me refería —sonrío—. Dices que te preocupa el sexo. ¿Es por Brad?
—Es que jamás he tenido sexo con alguien que me guste —me mira finalmente y ahí, en el fondo de sus ojos azules grisáceos, veo miedo y se me rompe el corazón.
—Oh, nena —pongo mi mano sobre la suya, temiendo que la aparte porque no le gusta el contacto físico, pero no lo hace—. ¿Has estado con otros chicos? Ya sabes, ¿hasta tenido relaciones con otros chicos antes?
Se queda quieta y palidece brevemente. Eso no me gusta. Me da miedo su expresión. Es como si mil recuerdos desagradables pasaran por su mente. Espero, paciente por si quiere decirme algo, pero nada.
—Sí, pero nada del otro mundo —negó—. No sé cómo sería estar con alguien a quien quiero.
Querer. Amor. ¡Está enamorada de Brad! Me toma todo de mí no pararme y saltar de felicidad.
—Bueno, para cada persona es diferente, supongo. Pero estar con la persona que quieres es diferente. Puede que la gente diga que el sexo casual es lo máximo porque no tiene ataduras y todo eso, pero no es del todo cierto. El vínculo emocional y sentimental que sientes cuando estás con alguien a quien amas de verdad, es completamente diferente a tener sexo solo para pasar el tiempo —le explico desde mi punto de vista y ella me presta toda su atención—. Además, si no estás segura de querer estar con Brad de es manera, no deberías sentirte obligada a hacerlo. Y, en todo caso, si a Brad le importas y realmente te quiere, él esperará por ti el tiempo que sea necesario.
Me miró por unos instantes, supongo que analizando mis palabras. No era muy buena dando consejos, pero sí quería ayudarla. Me hacía sentir útil ayudar, y si hablar con ella con el corazón en la mano contribuía en algo, lo haría sin pensarlo dos veces. Un minuto después de un largo silencio, su mano se giró y apretó la mía.
—Gracias —dijo—. Supongo que tienes razón.
—De nada —sonrío—. Sabes que estoy aquí para lo que necesites. Incluso si quieres hablar o solo que estemos en silencio y solo tener compañía. Puedes contar conmigo siempre.
—Lo sé, es solo que es muy difícil para mí hacer amigos —baja la cabeza—. Muchas gracias. Y, me gustaría mucho que fuéramos amigas.
Casi me reí, pero en lugar de eso, sujeté sus dos manos entre las mías.
—Cariño, puedes confiar en mí, ya somos amigas —le sonreí.
—Gracias.
Luego de eso no volvimos a hablar de Brad o del sexo, solo charlamos un poco del próximo ajetreo que se nos venía encima. Si bien, la primera semana sería toda mía en la galería, las siguientes dos o tres le pertenecían a Blue y eso también la tenía ansiosa. Le conté un poco sobre mis primeras exhibiciones y como logré calmar mis nervios y ansiedad. Eso pareció ayudarle un poco. Después de eso, ella dijo que tenía que terminar un cuadro que empezó hace unos días atrás y que iría a su pequeño estudio. Yo, por otro lado, debía reunirme con papá hoy en casa para hablar de algunas cosas.
Cuando hallé un taxi, mi teléfono sonó. Le di la dirección al chófer y atendí la llamada de Arturo.
—Hola.
—Hola, nena, ¿qué tal todo?
Su voz preciosa tenía la cadencia perfecta para hacerme derretir. Me mordí el labio inferior y suspiré.
—Todo está bien. ¿Y tú?
—Bien. El día no ha pasado nada más que en reuniones largas y aburridas —refunfuñó y me lo imaginé haciendo un puchero.
—Creí que el trabajo no te parecía aburrido —me reí.
—No lo era, hasta que te conocí —su voz adoptó un timbre más bajo y sexy—. Después de ti, lo único interesante y satisfactorio eres tú. Lo demás perdió su esencia.
Se me enrojecieron las mejillas y tuve que, apretada los muslos, sintiendo la sangre bombear fuego por mis venas. Dios. Me voy a morir.
—Pienso igual —carraspeé y decidí cambiar el tema, porque no quería que el taxista me viera toda roja y excitada. Que vergüenza—. ¿Qué harás en la tarde?
—Tengo una reunión tardía cerca de las cuatro —dijo y escuché el sonido de papeles siendo movidos de un lado al otro—. Un tipo inglés. Un tal Matthew Remington, o algo así.
—¿De qué se trata?
—Tiene una fábrica de automóviles en Inglaterra, Remington Industries, que cuenta con varias sedes en Reino Unido, Dubái y España, y en otros países más que no recuerdo ahora mismo —responde distraído—. Debo admitir que los autos Remington son bastante geniales.
—¿En serio? ¿Tiene su propia marca de autos? —jadeé—. ¿Y por qué quiere una reunión contigo? ¿Acaso no tiene dinero?
—Oh, no, tiene una fortuna en el banco, pero quiere un socio seguro y firme que lo haga arriesgarse a venir a Estados Unidos. Quiere los autos circulen en todo el país.
—Vaya. Eso suena genial. ¿Quieres aceptar la propuesta?
—Suena interesante hasta ahora, pero quiero conocer al tipo en persona primero, eso me ayudará a tomar una decisión. Sería increíble, por supuesto, invertir en una nueva marca de autos.
—Me lo imagino. Suerte, entonces. Más tarde me cuentas cómo ha ido todo, ¿sí? —noté que casi llegaba a mi destino—. Estoy llegando a casa de papá, hablaré con él de algunas cosas, ¿vale?
—De acuerdo. No te demores tanto, ¿de acuerdo? Te tengo una sorpresa.
Se me aceleró el corazón y me picó la curiosidad.
—¿Una sorpresa?
—Una gran sorpresa.
—Me gustan las sorpresas.
—Lo sé. Te veré más tarde en casa, ¿sí?
Casa. ¡Dios, no aguanto!
—Sí, nos vemos.
—Te amo.
Mi estómago dio tres vueltas hacia atrás y por poco me pongo a llorar.
—Te amo más.
Nos despedimos y colgamos. Cuando llegué a la casa de mi padre, le pagué al chófer y fui prácticamente corriendo por toda la entrada. Saludé a Frank que estaba leyendo un periódico sentado en el auto, como siempre. Después me topé con Serena y la abracé hasta que casi la dejé morada por falta de aire. Los había echado de menos un montón a todos. No importa que nos veamos seguido, mi familia siempre me hará falta. Pregunté por papá y me dijeron que estaba en su despacho, así que volé hacia allí con ganas de verlo.
—Toc, toc —abrí un poco la puerta y lo encontré sentado detrás de su escritorio.
—Hola, peque —me sonrió, haciéndome un gesto con la mano para que me acercara—. ¿Cómo estás?
—Estoy muy bien —rodeé su escritorio para abrazarlo y sentarme en su regazo como cuando era pequeña—. Te extrañaba.
—Yo también, hija —me rodeó con sus brazos y su aroma familiar resultó reconfortante—. Ya casi no te veo.
—He estado ocupada.
Lo miré desde arriba y él se ríe.
—¿En qué momento mi niña creció tanto?
—Crecí hace un montón de tiempo, papi, solo que no te has dado cuenta —le recordé—. O solo no has querido aceptarlo.
Él se volvió a reír, dándome la razón.
—¿Dónde está Molly?
—Recogiendo unas cosas para la boda, ya sabes, ya casi se acerca la fecha —dice, recolocando un bolígrafo en su lugar.
—¿Nervioso por la boda?
—Para nada —resopla—. Molly es una mujer estupenda, no veo la hora de casarme con ella.
—Yo tampoco veo la hora de que oficialmente sea parte de la familia, aunque ya lo sea.
—Sí —asiente—. Nunca te pregunté qué te parecía, ya sabes, el que me casara de nuevo.
Lo miré con el ceño fruncido. No sabía a qué venía la pregunta, pero, de todos modos, decidí responderle con la verdad.
—Me parece genial que rehagas tu vida —dije con sinceridad—. Como ya lo dijiste, Molly es una mujer asombrosa. La adoro. Me encanta que sea tu prometida y próximamente, tu futura esposa.
Su expresión se suavizó aún más.
—Me alegra que pienses así —sonríe—. Sabes que eres lo más importante de mi vida, y después de que tu madre murió... creí que jamás tendría otra oportunidad.
—Papá —aprieto su hombro—, eres un hombre fantástico. Mamá habría querido que siguieras adelante y que fueras feliz, lo sé. Tú lo sabes también. Eso era lo único que ella quería, vernos felices.
—Tienes razón, lo sé —me dio un beso en la mejilla—. Eres mi más grande orgullo, nena. Te amo.
—Te amo más, papá —lo abracé con fuerza.
Cuando era pequeña, mi padre era el mejor papá del mundo y mi héroe. Ahora que crecí, no es más que un ejemplo de superación y de aciertos. También he aprendido a reconocer mis errores y pedir perdón. Sinceramente, no sé qué sería de mi vida sin él.
—¿Qué tal está Arturo? —me mira.
—Está bien. Trabajando, ya sabes.
—Me lo imagino —se ríe—. Ese muchacho es muy trabajador.
—Lo es.
Sonreí de tanto solo pensar en él. Y ahora tenía en la mente su inesperada sorpresa y eso me estaba volviendo loca. ¿Qué se traía entre manos ahora?
—Lo amas —dijo y me sobresalté. Sonríe en mi dirección, dándome palmaditas en la espalda—. Puedo verlo en tus ojos, niña. Además, soy tu padre, y los padres sabemos cuándo nuestras hijas están enamoradas.
Me reí y sacudí la cabeza.
—Bueno, no te equivocas —suspiro—. Lo amo. Y es increíble porque no lo busqué y aún así, lo amo como nunca había amado a nadie.
—Eso está bien. El amor es así. Impredecible. Y cuando llega, nadie puede contenerlo o evitarlo. Por eso es el mejor sentimiento de todos.
—Me pidió que me mudara con él —dije y papá no pareció sorprendido en lo absoluto. Fruncí el ceño—. ¿No dirás nada?
—Cariño, ¿qué quieres que te diga?
—No sé, dime lo que piensas —subo los hombros.
—Cielo, eres una mujer adulta y entiendo que pronto tendrás que hacer tu vida y volar —me pasa el pelo detrás de la oreja—. Hace seis años te fuiste para seguir tus sueños y mira adónde te llevó. Eres una de las mejores pintoras del país. Y, siendo honesto, nadie merece una mujer como tú. Como padre lo digo, dado que nadie nunca será suficiente para mi pequeña —me pellizca la mejilla con ternura—. Pero, si vamos al tema, creo que Arturo es perfecto para ti. Es un hombre fuerte, centrado y muy trabajador. Sin contar, por supuesto, el hecho de que te ha sacado del cascarón en el cual llegaste cuando volviste de Nueva York. No te ha hecho llorar, te cuida y se preocupa por ti. Pero, lo más importante, es que te hace extremadamente feliz, y eso es todo lo que quiero para ti.
Se me hizo un nudo en la garganta y tuve que bajar la cabeza para evitar llorar. Es una bendición tener un papá como él, y también es un auténtico privilegio tener a Arturo en mi vida. Últimamente, los hombres que me rodean están siendo un regalo del cielo.
—Gracias, papá —le di un beso en la mejilla—. Entonces, ¿crees que está bien?
—¿Qué te mudes con Arturo? —asiento—. Bueno, ahora que te volví a tener bajo mi techo, no quiero dejarte ir —ambos nos reímos—. Pero, si te hace feliz estar con Arturo, y si realmente quieres vivir con él, te apoyaré en todo lo que pueda. Has tomado buenas decisiones antes, todas ellas te han traído aquí. Si crees que ir a vivir con Arturo enriquecerá tu alma y te hará más feliz, entonces no hay nada más que pensar o decir.
Terminé moqueando, fue una causa perdida retener las lágrimas. Que papá fuera tan dulce y cariñoso y comprensivo no ayudaba en lo absoluto, por lo que solo lo abracé y asentí a sus palabras.
Quizás la decisión es un poco apresurada, pero se sentía bien aceptar que quería pasar todo el tiempo del mundo con Arturo. Incluso, antes de su propuesta, había noches en las que despertaba sola en mi habitación y lo buscaba, como si mágicamente aparecería en mi cama. Esas fueron las razones por las cuales no pensé del todo su petición, porque lo anhelaba, lo quería y lo amaba tanto hasta el punto del dolor. Pero el mismo lo dijo, el amor es una extensión del dolor. Y si, el amor dolía de esa manera tan hermosa y especial, sería capaz de soportarlo hasta el final de mis días.
Perdonen la tardanza, entre el trabajo y la universidad no tengo tiempo ni para respirar, pero aquí les dejo un capítulo para que lo disfruten.
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Aún falta, pero quiero que se agarren bien las pantis, porque se viene ✨DRAMA✨ del bueno:
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