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37. Tú eres mi hogar.

«La casa debe ser el estuche de la vida, la máquina de felicidad».

Le Corbusier.

Junio, 2020

📍Los Ángeles, CA, Estados Unidos.

Voy prácticamente corriendo hacia la cafetería en donde tengo que encontrarme con Oliver, con quién me puse de acuerdo hace más de una semana, pero no tenía tiempo. Todo el asunto con la galería nos ha tenido ocupados a todos, de una manera que no creí posible. Todo el equipo está implicado y contribuyendo para que todo salga perfecto. Incluso Arturo, aunque solo sea el inversionista, ha estado a mi lado en todo el proceso.

Me apresuro a entrar a la cafetería para poder tener un poco de aire acondicionado, porque junio en L.A. es un infierno. Se prevé que julio será peor. Me pongo de puntas de pie sobre mis sandalias planas de color azul oscuro. Esas de las que Arturo se burla y dice que son sandalias de abuelita. No me interesan sus burlas, pero me encanta el Arturo juguetón y por eso se lo permito. Sin embargo, con estas temperaturas tan horribles, las prefiero a los zapatos cerrados. Por eso me puse un vestido veraniego corto y de tirantes finos, de color azul claro con estampado de flores blancas que va a juego con mi calzado.

Alcanzo a ver a Oliver en una mesa al fondo, levanta una mano para saludar y le sonrío antes de acercarme.

—Hola, ¿qué tal? —lo saludé con un abrazo rápido.

—Bien, bien. ¿Qué tal tú? —ambos nos sentamos y nos sonreímos.

—Todo genial. ¿Y los niños?

—Están bien, con mi suegra en Canadá —responde, y me ofrece una botella de agua con gas—. Ordené por ti, si no te importa.

—No, está bien, gracias —la tomo entre mis manos, pero no la abro. Por mucho que me agrade, no suelo aceptar cosas de desconocidos—. ¿Los niños están en Canadá?

—Sí, se fueron de paseo. Volverán el mes que viene —dice.

—No sabía que eras de Canadá.

—Sí, pero me vine a los Estados Unidos con mi mamá cuando cumplí los cinco años —responde, mirándome con una sonrisa—. Ya sabes, madre soltera. Murió hace diez años.

—Oh —hice una mueca de empatía—. Lo siento.

—Está bien —se encoje de hombros.

—¿Y tú padre? —indagué sin vergüenza.

Su rostro se transformó, en sus ojos azules pude ver un rastro de furia correr sin compasión.

—Un hombre de negocios, no tenía tiempo para nada, ni siquiera para su familia —suspiró—. En fin, no hablemos de cosas deprimentes —se ríe y sacude la cabeza—. Cuéntame, ¿cómo va todo con la galería?

—Bueno, de eso te quería hablar —rebusco en mi pequeño bolso y saco una pequeña tarjeta rectangular. Lo pongo en la mesa y lo desplazo hacia él—. Estás oficial y cordialmente invitado a la inauguración de la Galería Claroscuro. Es el primer sábado de julio, a las seis de la tarde.

Agarra la invitación y sonríe mientras la observa.

—Guau, esto es increíble —inspecciona la tarjeta—. Me alegro mucho. Estoy ansioso por ver cómo va todo. Tendrás que contarme lo que sucede, lastimosamente no puedo asistir.

Mis hombros se hunden.

—Oh, ¿por qué? —arrugo la nariz.

—Debo ir a buscar a los niños —informa—. Pero voy a sintonizar todo por redes sociales.

—Bueno, sería súper que nos recomendaras por redes sociales, si eres tan amable —me río y él asiente—. Que pena que no puedas venir.

—Lo sé, pero iré otro día. Supongo que estarán abiertos al público toda la semana, ¿verdad?

—¡Por supuesto! Puedes ir cuando quieras. Incluso puedes llevar a los niños contigo. Estamos planeando actividades para los más pequeños también.

—Eso es bueno. En serio, me alegra lo que ha pasado con tu vida. ¿No te dije que manteniendo la mente ocupada, las cosas mejoraban?

Me río, asintiendo a sus palabras.

—Sí, tenías razón. Me dijiste que el mejor remedio para un corazón roto, era otro que lo ayudara a sanar —digo—. No sabes cuánto te agradezco esas palabras.

—¿Te ha ido bien? Por ahí te vi acompañada en la portada de un periódico —me guiñó un ojo, divertido.

—Sí, es Arturo. Arturo King —asintió, atento a mi relato—. Creo que, desde que llegué a Los Ángeles, aparte de la galería obviamente, Arturo es lo mejor que me ha pasado. No tengo palabras, simplemente es...

—Amor. Lo sé —asiente y sus ojos se ponen opacos—. El amor es así. Inédito, indeleble y emocionante. Es increíble y aterrador. ¿Te doy un consejo? Aférrate a él, es lo mejor que puedes hacer.

Sentía que hablaba de su esposa y eso me partió el corazón.

—Lo tomaré en cuenta —puse mi mano sobre la suya en la mesa y la apreté—. Me doy cuenta que tus consejos sí sirven.

Él se echó a reír, pero no pudo responder porque llegó una bonita mesera.

—Hola, ¿puedo ofrecerles algo más? —preguntó amablemente, pero solo tenía ojos para Oliver.

No podía culparla, Oliver era un hombre muy guapo. Y también era muy agradable. Hoy iba vestido con un pantalón de cargo color caqui, una camisa negra y mocasines a juego. Cualquier mujer querría estar con un hombre como él.

—Un café negro, solo —dijo y me miró—. ¿Quieres algo, Adelinne?

—Oh, no, la verdad es que tengo prisa, pero me quedo con mi agua con gas —me reí, sacudiendo la botella.

—Vale, eso sería todo, gracias.

La chica asintió embelesada y después se fue con estrellas en los ojos.

—Entonces, quieres un cuadro de los gemelos —digo, volviendo al tema.

—Sí, de esta foto —saca su billetera y extrae una pequeña fotografía. Aparecen dos niños, sus gemelos, y una mujer rubia y de ojos aguamarina—. Quiero tener esta fotografía en mi oficina, pero me gustaría que la pintaras.

Sonreí.

—Es una hermosa fotografía, Oliver —le dije—. Estaré encantada de hacerlo.

—Gracias. ¿Cuánto sería el costo?

Me ahogué con mi propia saliva.

—No, para nada, no te voy a cobrar —me reí, incómoda.

Él me miró como si estuviera loca.

—¿En serio? Adelinne, es tu trabajo.

—Sí, y tú eres mi amigo. No pienso cobrarte —puse los ojos en blanco.

—Adelinne, me sentiría muy incomodo dejando que hagas esto gratis.

Dios, que cosas.

—Vale, mira, hagamos algo, puedes costear los materiales. Ya sabes, las pinturas y el lienzo.

—Bien, eso me parece justo.

—Te enviaré mi número de cuenta por WhatsApp, ¿de acuerdo?

Él sonríe, notando mi estado enfurruñado.

—Ese tal Arturo tiene mucha suerte de tenerte.

Sus palabras me hacer sonrojar y me calientan el corazón.

—No, yo tengo suerte de tenerlo a él.

🎨🎨🎨🎨🎨

Termino de hacer todos mis recados a las cuatro de la tarde. Al menos ahora, la temperatura bajó un poco, lo que hizo la tarde más amena. Luego de mi pequeña reunión con Oliver, acompañé a Molly a buscar su ramo de flores. Agosto se acerca y con ello la boda. Todo está casi listo, pero con Molly las cosas son una carrera contra reloj. Ya tenemos los vestidos listos. El de ella es blanco perla corte sirena, con escote palabra de honor y brillos por todos lados, es sumamente hermoso. El mío es verde esmeralda y tiene escote de corazón, es ceñido a las caderas y tiene una abertura desde el muslo hacia abajo. La tela es satinada y parece brillar bajo la luz. Me encanta ayudar a Molly con la preparación de su boda, siento que también me ayuda a contribuir con la felicidad de mi padre. Además, es súper divertido.

Luego de eso, me pasé por la galería para ver los últimos toques. Finnegan y su equipo están por terminar, lo cual es gratificante y emocionante al mismo tiempo. Estamos a casi nada de la inauguración y no podría estar más feliz. Además, estas primeras dos semanas de junio han sido de lo más productivas para mí y para Blue, que está la mar de contenta. Ella no me lo ha dicho, pero puedo verlo en sus ojos.

Tengo casi todo listo para la inauguración, y aunque Claroscuro sea la estrella de la noche, he estado trabajando en un cuadro más para la colección. Su nombre es Magnético, pero quiero que sea una sorpresa para Arturo y para todos lo que vayan a la inauguración.

Luego de todo mi recorrido por Los Ángeles, pude llegar a la casa de Arturo cerca de las cuatro de la tarde. Lo más probable es que ya esté en casa, ya que es viernes. Usualmente no le gusta salir, siempre se queda en casa leyendo o viendo uno de esos programas de inversiones en su enorme sala de audiovisuales. No puedo quejarme, si soy honesta, a mi tampoco me van las fiestas. Por eso disfruto quedándome con él y solo pasar el rato.

Entro a la casa después de pasar por las enormes rejas y saludar a Edward que estaba pasando un paño por la reluciente carrocería del auto. Me encontré con Rose en la cocina, como siempre. Esa mujer amaba cocinar, tanto que una vez me dijo que quería ser chef.

—Hola, Rose —la saludé con una sonrisa, después de dejar mi bolso y mis sandalias en el armario del recibidor.

—Hola, cariño, ¿qué el día? —me abrazó cuando estuve a su lado.

—Bien, ajetreado —me incliné sobre una olla—. ¿Qué haces?

—Chowder de pollo y maíz —dijo en tono refinado.

Me reí e inhalé hondo por la nariz.

—Huele increíble.

—Lo sé, es el favorito de Arturo. Siempre me lo pedía cuando era niño.

—Que bien. ¿Te falta mucho?

—No tanto, pero puse a marinar unos filetes de pollo en vino tinto para que lo acompañen. Me falta solo la salsa.

—¿Puedo ayudarte? —me ofrecí inmediatamente—. Me hace ilusión aprender a hacerlo, me gustaría intentar cocinarlo yo sola algún día.

Ella me miró y le brillaron los ojos con algo que no pude descifrar.

—Claro que sí, linda, me encantaría enseñarte —me sonrió en grande.

—Vale, gracias.

—Pero aún no, todavía falta que se cocine todo muy bien —me dice—. ¿Por qué no vas a saludar a mi niño? Yo te avisaré cuando esté listo todo para que me ayudes a hacer la salsa. Está en el gimnasio.

—De acuerdo.

Le di una última sonrisa que ella me devolvió antes de ir dando saltos por las escaleras. Subí con prisa, ansiosa por ver a mi precioso novio. Caminé rápidamente por el pasillo y me detengo frente a la puerta de vidrio polarizado del gimnasio. Está entreabierta, por lo que puedo escabullirme por ella fácilmente y cerrarla a mis espaldas. Y, bueno, otra vez entro en el normal estado de estupidez crónica en la que se me seca la boca y mi cuerpo empieza a hervir.

Arturo está descalzo, usando únicamente un short deportivo negro que caen bajos en sus caderas. Encima de ese precioso y duro trasero los músculos de su espalda se tensas y se contraen ante el esfuerzo que le genera golpear con fuerza ese saco de box en un rincón de la habitación. Sus bíceps se flexionan con fuerza ante cada golpe duro que atesta contra el saco. Su respiración es forzada y su rostro es pura concentración y ángulos masculinos, y una fina y brillante capa de sudor cubre su atlético y duro cuerpo. Mi corazón se acelera y todo mi bajo vientre se contrae ante la imagen. Estoy tentada a saltarle encima y comerlo a besos cuando su ataque mortal se detiene. Suspira y se da la vuelta.

Cuando su mirada se eleva y sus ojos chocan con los míos, el aire se vuelve espeso a nuestro alrededor. Puedo ver cierta contradicción en su mirada, algo de enojo y quizás frustración. Desconozco el por qué de esas emociones en sus ojos, pero parece dejar un poco la tensión de lado cuando me ve.

—Hola —saludo con la boca abierta.

Este hombre me puede, debo admitirlo.

—Hola —suspira y empieza a quitarse las cintas negras de las manos sin dejar de mirarme.

Le sonrío un poco, dando un paso hacia adelante, pero el decide caminar hacia mí sin vacilación. Se encuentra conmigo con tan solo cuarenta centímetros de distancia. Me mira desde arriba, con esos ojos de fuego azul sin anteojos. Mi cuerpo arde de calor.

—¿Qué tal el día? —ladeo la cabeza, viendo una sexy gota de sudor caer por su sien.

—Cansado, estresante, aburrido y largo—tira las cintas al suelo—. ¿Y él tuyo?

—Casi igual, pero menos aburrido —subo los hombros.

Noto que tiene los hombros tensos, y a pesar de que está semidesnudo frente a mí con ese paquete de seis tan duro y ese tatuaje tan besable a la vista, sé que algo le sucede.

—¿Estás bien? —lo miro a los ojos.

Su ceño se frunce, un brillo extraño pasa por sus ojos y se muerde el labio inferior antes de negar.

—No, te eché de menos.

Y entonces se abalanza sobre mí, todo boca, manos y cuerpo. Sus labios atrapan los míos, sus brazos rodean mi cintura antes de pasarme las manos por debajo del culo y levantarme. Mis piernas ya no me pertenecen, envolviendo su cintura con ellas. A decir verdad, ninguna de mis extremidades es mía realmente. Una de mis manos está en su pelo y la otra en su hombro. Mi boca posee la suya de una manera carnal singular. Su lengua es una serpiente junto a la mía.

Mi espalda pronto está apoyada contra la puerta de vidrio y el sonido del cerrojo llena el silencio.

—Mierda, no sabes cuánto quiero follarte.

Me muerde el labio inferior con alevosía y gimo.

—Arturo —jadeo y me olvido de todo.

Lo beso con fervor, pasando mis manos por su cuerpo duro. Lo respiro. Su olor es adictivo. Huele a su típico perfume Hugo Boss, a sudor limpio y a hombre. Podría pasarme la vida entera abrazándolo y no tendría suficiente.

Arturo me pasó las manos por la cintura y apretó con fuerza, sus dedos se clavaron en mi carne, magullando, pero nuestro beso era tan ensordecedor y pasional que no me importaba nada más. De repente me dejó de pie, nuestras bocas se apartaron un milisegundo antes de que sus grandes manos me aparten el pelo de la cara y vuelva a besarme. Su lengua empuja la mía con decisión, mientras mis manos bajan por su ancha espalda hasta su culo firme y duro. Aprieto y el gruñe. Dios, amo ese sonido.

Sus dedos tiran de mi pelo hacia atrás con brusquedad, haciéndome jadear de sorpresa.

—Arturo...

—Te deseo —me pasa la lengua por el labio inferior antes de morderlo otra vez—. Te deseo como un loco.

—Yo también —subo mis manos por sus abdominales marcados y por su pecho.

—Quiero hundirme en ti y olvidarme de todo —dice con los ojos cargados de deseo y tengo que morderme el labio para no gemir—. Te quiero desnuda y lista para recibirme. ¿Puedes hacer eso por mí?

¡Sí, sí! ¡Por supuesto que sí!

Pero nada sale de mi boca, tan solo un gemido lastimero y necesitado.

—Te necesito —baja su boca hasta mi cuello y muerde la carne entre mi hombro—. ¿Tú también me necesitas?

—Arturo, yo...

—¿Qué, nena? —sube la cabeza y me besa tiernamente en los labios—. Dime lo que quieras y te lo daré.

—A ti. Te necesito —enmarco su rostro hermoso entre mis manos y lo beso castamente—. Fóllame. Yo también quiero olvidarme de todo.

Me mira fijamente unos segundos antes de volver a besarme, arrastra sus manos grandes y fuertes por mi espalda, bajando lentamente hasta hallar el dobladillo de mi vestido. Lo sube con prisa y lo saca por encima de mi cabeza, soltando mis labios unos segundos antes tomarlos otra vez. Sus dedos hábiles desprenden la hebilla de mi sujetador y se deshace del mismo, luego repite el proceso con mis bragas. Cuando me tiene desnuda frente a él, sus manos cubren mis pechos. La calidez de sus palmas sobre mi piel es catártica, y el roce de sus dedos sobre mis pezones fruncidos me hace jadear.

—Eres preciosa —besa mi mandíbula, tranzando círculos sobre mis pezones con sus pulgares—. Eres dulce, hermosa y perfecta —baja su mano por mi pecho y abdomen, hasta llegar a mi centro. Suelto un gemido lastimero cuando su índice resbala suavemente contra mi clítoris y traspasa mi humedad hasta sumergirse en mi interior—. Eres cálida y suave —otro dedo se hunde en mi interior y tengo que ponerme de puntillas para dejarlo embestirme con una lentitud alarmante—. Y amo todo eso de ti —besa mis labios y mi cabeza cae hacia atrás, mis ojos cerrándose—. Te amo —gimo por sus palabras y por sus dedos encorvados hacia arriba, rozando mi punto G—. Te necesito. Aquí. Conmigo —otro beso, su lengua tontea con la mía y entonces se aparta—. Múdate conmigo.

¿Ah? En medio de mi aturdimiento no puedo hacer otra cosa más que mirarlo a los ojos. ¿En serio dijo eso? ¿Quiere que me mude con él? ¿De verdad?

—¿Qué? —es todo lo que sale de mi boca.

Él sonríe, apoyando un beso en mi frente antes de sacar sus dedos de mi interior y dejar un rastro húmedo por todo mi vientre. Después rodea de mi cuello con su gran mano y me acerca a su boca.

—Eres mía, Adelinne Lewis —beso—. Y lo serás para siempre.

Un último beso y entonces me da la vuelta. Me encuentro cara a cara con la puerta de cristal polarizado, su cuerpo grande y musculoso apoyado en mi espalda. Puedo sentir cada parte de él detrás de mí. Lo siento removerse y sé que se está quitando el short, y cuando vuelve a acercarse, noto su dura erección apoyada en mi espalda baja.

—Cariño, voy a follarte duro, ¿de acuerdo? —aleja el cabello de mi espalda y besa mi hombro—. Si quieres que pare, solo tienes que decirlo.

—Sí —es todo lo que digo.

Aún estoy un poco anonada por su anterior confesión —o petición— y no tengo mis cinco sentidos bien puestos. Además, estoy ardiendo. Quiero tenerlo dentro de mí y ahora mismo no me importa nada más que eso.

Siento su boca arrastrarse por mi hombro, mi cuello y mi nuca. Uno de sus brazos me rodea la cintura, apoyando un mano en mi vientre. Me levanta un segundo solo para inclinarse y pasar la cabeza hinchada de su polla por mi entrada. Entonces va entrando poco a poco en mi interior, estirándome deliciosamente. Suelto un gemido y dejo caer la cabeza contra su hombro.

—¿Ves lo bien que encajamos? —empuja todo el camino hasta el final, penetrándome hasta la empuñadura. Se queda quieto en mi interior, dejándome sentirlo por completo—. Somos perfectos el uno para el otro, Addy. Lo sabes, ¿verdad? —me muerde el hombro y se retira suavemente, solo para embestirme de golpe hasta el final. Gimo, sintiendo mis ojos irse hacia atrás en mi cabeza—. Eres mía, nena. Toda mía.

—Sí —siseo, apoyando los puños sobre el vidrio de la puerta—. Más.

—¿Más? —siento su sonrisa en mejilla. Sale y entra, golpeando profundo en mi interior. Grito y me apoyo en las puntas de mis pies—. ¿Quieres más?

—¡Sí! —jadeo con fuerza, enrollando mis dedos en su antebrazo que me rodea la cintura.

Mis gemidos se hacen incontrolables, tanto así que de pronto estoy gritando ante cada embestida dura y poderosa. No dejan de llegar. Bang. Bang. Bang. Y mis uñas se clavan en su antebrazo y sus dientes en mi cuello. Mi mano libre es un puño contra el vidrio de la puerta, la suya es un detonante en mi clítoris. Da vueltas y vueltas y vueltas. Y mi cabeza también. Lloriqueo y pido más entre gemidos lastimeros.

—Oh, por favor —cierro los ojos cuando mi propio cuerpo empuja hacia atrás, justo a su encuentro—. Arturo, por favor...

Su mano derecha deja mi cintura y me empotra contra la pared, buscando que mi cuerpo no se desplome. Sigue embistiéndome como un puto loco. Y el placer y el dolor se mezclan, tanto que mi cuerpo tiembla y mi corazón se acelera en repetidos latidos. Su gran mano me rodea la garganta y me gira la cabeza hacia la izquierda. Mi boca toca la suya y un gemido se me escapa. Su lengua se enreda con la mía y mi cabeza se nubla.

Su boca baja, me acaricia el cuello.

—Arturo...

Bang.

—Oh, Dios...

Bang.

—Dios, nena...

¡Bang!

—Oh, por favor —jadeo y cierro los ojos—. Arturo, por favor...

—Te quiero, nena. Todo el tiempo —me muerde el lóbulo de la oreja—. Quiero despertarme contigo todos los días, acostarme contigo cada noche. Quiero ver el amanecer y el atardecer contigo desde la ventana —me besa el hombro—. Múdate conmigo, amor —bang, bang, bang—. Vive conmigo. Tú eres mi hogar.

—Oh, Dios. ¡Sí, sí, sí! —grito y no sé si le estoy diciendo que sí a sus palabras o solo es el placer nublando mi mente. Pero no me importa, todos mis síes son suyos, le pertenecen igual que mi alma—. Sí, Arturo. ¡Sí! Oh, Dios —aprieto los ojos y trago contra su palma en mi garganta, sintiendo el cosquilleo llenar mi vientre—. Oh... Me voy a correr. Oh, Dios mío.... ¡Ah!

—Shhh —dos de los grandes dedos de Arturo se meten entre mis labios, callando mis gritos incesantes—. No queremos que nadie sepa lo que le hago a tu cuerpo, ¿verdad, nena? —me embiste repetidamente y con fuerza—. Tus gritos son solo míos. Eres toda mía. Solo para mis ojos —embestida—. Solo para mis oídos, solo para mi cuerpo —embestida y una palmada en el trasero que me pone temblar—. Solo para mi mente, solo para mi alma —muerdo sus dedos y él muerde con fuerza mi hombro. Me saca los dedos de la boca y gira mi cara hacia él. Sus ojos azules brillantes y duros me dicen todo lo que su boca no puede—. Solo para mi vida. Solo para mi corazón.

Gimo y exploto a su alrededor. Mis paredes interiores se aprietan alrededor de su polla palpitante cuando su liberación lo alcanza a él también. Todo mi cuerpo tiembla y mi grito de éxtasis y su gruñido gutural muere en nuestro duro y fiero beso. El mordisco que le da a mí labio inferior es tan fuerte que desencadena el orgasmo más potente de mi vida y el sabor metálico de mi sangre inunda nuestro beso. Mis piernas se tensan y su cuerpo se sumerge contra el mío. Respiro cuando su boca deja la mía y su frente se apoya en el lateral de mi cabeza. Mis rodillas fallan y me desplomo en sus brazos, pero él es más rápido y me sujeta por la cintura y me mantiene erguida.

No sé cómo consigue mantenerse en pie después de lo que acabamos de hacer, pero lo hace. Su respiración forzosa iguala la mía y deja caer la cabeza en mi cuello. Apoyo la frente sudorosa contra el frío vidrio de la puerta y respiro hondo. Todo mi cuerpo palpita y mi mente se ahogan en la paz.

Nos quedamos así por lo que parece una eternidad. Él aún dentro de mí, pero puedo sentir su semen corriendo por el interior de mi muslo. El olor a sexo rodea el aire. Nuestras respiraciones se calman. El calor de nuestros cuerpos nos envuelve.

Luego de un largo rato en silencio, escuchamos pasos apresurados fuera del gimnasio. Luego, la voz de Rose llamándonos.

—Arturo. Adelinne. Niños, la cena está lista. Addy, si quieres aprender a hacer la salsa, el momento es ahora —dice con voz cantarina y después sus pasos resuenan cuando se aleja.

Entonces, ambos explotamos de la risa. La carcajada baja y ronca de Arturo me acaricia el cuello y me eriza la piel. Después deja un beso en mi cuello, en mi oreja y mi mejilla.

—Bajemos antes de que vuelva —besa mi sien y después me da la vuelta, aún con su mano en mi garganta. Me apoya contra la puerta y me quita el cabello de la cara. Me mira como si fuera la primera vez que me ve y mi corazón se agita de amor. Sonríe, se inclina y me besa la frente, la nariz y finalmente la boca—. Te amo, mi Sol.

Gimo de ternura y le rodeo el cuello con los brazos, hundiendo mis dedos en su pelo mojado por el sudor.

—Te amo más.

MOOD DE HOY:

¡Holaaaaaa! Recuerden que tenemos canal de WhatsApp. Si alguien lo quiere, pueden enviarme un mensaje al privado y solicitarlo, les enviaré el link con mucho gusto. También pueden buscarlo en mi perfil de Instagram: @Valeryn_caceres2❤️

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