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35. Somos un buen equipo.

«El amor más fuerte es aquél que puede mostrar su fragilidad».

Paulo Coelho.

Mayo, 2020

📍Los Ángeles, CA, Estados Unidos.


Me remuevo en medio de la pesadez del sueño, no queriendo despertar, pero el rugir incesante de mi estómago no se detiene y resulta insoportable. Me quejo, moviéndome más, intentando darme la vuelta, pero no puedo. Mi ceño se frunce incluso mientras permanezco con los ojos cerrados. Noto un peso muerto sobre mi cuerpo y un calor tremendo rodeándome. Parpadeo para encontrar la habitación oscura y la poca luz de las lámparas exteriores de la casa entrando por el ventanal. El techo marrón de madera me recibe cuando miro hacia arriba para poder ubicarme. Frunzo el ceño otra vez. A este paso, me saldrán arrugas antes de cumplir los treinta.

Inhalo profundo y un característico aroma a cítricos me invade. Es el mejor olor del mundo. Bajo la mirada para encontrarme con el hombre que amo dormido profundamente sobre mí. Su cuerpo me cubre como una manta gruesa y calentita. Su rostro está apoyado en mi pecho, semioculto en mi cuello, con su respiración pausada y calmada acariciando mi piel. Su brazo pesado y musculoso rodea mi cintura con fuerza, incluso estando dormido. Y una de sus gruesas piernas enredada entre las mías.

Cierro los ojos, sintiéndome plena y feliz. Dichosa. Protegida. Amada. Dios, me siento tan amada, tan cuidada. Me siento como si estuviera en una nube. Estoy en el quinto cielo.

Una sonrisa idiota me curva los labios cuando escucho su leve y profundo ronquido, es tan suave y casi imperceptible que parece un ronroneo. Y me encanta. Me encanta todo de Arturo King. Me encanta su cuerpo, su preciosa cara, su corazón. Me encanta su alma, su responsabilidad, su forma de trabajar, su fuerza, su valor, su honestidad. Me encanta que quiera poner el mundo a mis pies, incluso cuando no se lo he pedido. Me encanta que quiera complacerme, a pesar de que ya estoy más que satisfecha por solo tenerlo conmigo. Me encanta que me ame. Creo que eso es lo que más amo. Su amor, su comprensión y su confianza.

Todavía me duele haber desconfiado de él, pero mi mente me jugó una mala pasada y por eso terminamos metidos en este embrollo. Luego de ver sus pruebas, los vídeos de las cámaras de seguridad, todo encajó en su lugar. Él le había dicho que se alejara, que no quería trabajar con ella, y cuando se levantó para abrirle la puerta como el caballero andante que es, ella se le tiró encima y fue entonces cuando yo entré y él la apartó. Él jamás me engañaría, en el fondo lo sabía, pero ahora mismo lo tengo confirmado. No tengo porqué desconfiar de él, no cuando ha hecho hasta lo imposible por demostrar su integridad.

Luego de todo lo ocurrido, estoy empezando a no dar nada por sentado. Voy a aferrarme a esta oportunidad con uñas y dientes, si quiero ser feliz, debo pelear para conservar mi felicidad.

El estremecimiento de Arturo sobre mí me saca de mis pensamientos, bajo mis ojos a su rostro y lo veo tomar una profunda respiración y seguir durmiendo. Sonrío y me acerco un poco para darle un beso en la frente. Sus gruesas cejas oscuras se fruncen un poco, pero no se despierta. Muevo el brazo que tengo bajo su cabeza y paso mis dedos por su sedoso cabello negro y lo inhalo, enterrando mi nariz en su pelo. Mi otra mano se flexiona alrededor de su brazo, y los músculos de sus bíceps se contraen bajo mi palma.

Mi estómago ruge, el hambre me está matando.

No quiero despertarlo, pero es casi imposible moverlo. Es una roca. Un puto ladrillo que pesa toneladas. Me muevo un poco bajo su cuerpo, pero lo percibe y aprieta su brazo de hierro a mi alrededor.

—Arturo... —me muevo un poco, pero él me abraza más—. Arturo, tengo que...

—Cinco minutos más —dice con la voz ahogada por tener la boca enterrada en mi cuello—. Quiero abrazarte un minuto más.

—Pero quiero ir al baño —nada, no se mueve—. Tengo hambre.

Eso lo hace levantar la cabeza, me mira con los ojos somnolientos y el ceño fruncido.

—¿Por qué no lo dijiste antes? —refunfuñó, inclinándose para darme un beso rápido—. Ven, tengo que alimentarte —se queja entre dientes, levantándose de la cama. Tiene el pelo revuelto, está descalzo y las mangas de su camisa enrolladas hasta sus codos. Cuando me siento en la orilla de la cama, sus ojos se posan en mí—. ¿Cómo es que no te he dado de comer? Eso es inaceptable. ¿Qué clase de novio soy?

Mi corazón se derrite de ternura. Este hombre no puede ser real.

Sonrío y me levanto un poco tambaleante, me acerco y le paso los brazos por el cuello, poniéndome de puntillas para alcanzar sus labios.

—Eres el mejor novio del mundo —beso en los labios—. El más dulce —beso en la nariz—, el más atento —beso en la mejilla—, el más confiable —un último beso en los labios—. Simplemente, el mejor de todos.

Una sonrisa medio dormida aparece en sus labios y sus párpados caen perezosos mientras me mira con ternura. Suspira y me rodea la cintura con los brazos. Sus grandes y cálidas manos me acarician la espalda desnuda de arriba abajo, mientras me besa suavemente. Podría pasarme la vida entera aquí, en sus brazos, y sería feliz para siempre. Pero mi estómago decide gruñir de nuevo y una risita se me escapa cuando aleja su boca de la mía.

—Vamos a comer —besa mi frente y me toma de la mano, pero me freno en seco cuando me doy cuenta que solo estoy usando sujetador en la parte superior de mi cuerpo. Mi resistencia lo hace mirarme—. ¿Qué pasa?

—Tengo que ponerme algo —digo en tono obvio, soltando su mano para agacharme y recoger mi camiseta y el abrigo, poniéndome el primero y dejando el último sobre la cama—. Vamos.

—No hay nadie en casa —dijo cuando bajamos a la cocina y vi que la casa estaba parcialmente oscura—. Le dije a Rose que se fuera a casa. Fue un día largo.

Suspiré. Sí que lo fue.

—Rose dejó macarrones con queso, ¿quieres? —me mira por encima de su hombro mientras va hacia la nevera.

—Me encantaría, sí.

Rose hace los mejores macarrones con queso que existen, así que no lo dudé.

Me senté en el taburete de la isla, mientras observaba a mi precioso novio moverse por la cocina. Sacó una gran tasa de la nevera que contenía los macarrones, buscó una sartén y la puso sobre la estufa a fuego lento, echó los macarrones y empezó a revolver despacio.

—¿Cuáles eran esas fantásticas noticias que tenías? —cuestiona de pronto, sacándome de mis pensamientos.

Tuve que cerrar la boca y secarme las babas, además, que tenía que verle la cara, porque mis ojos le estaban viendo ese culo bien formado en esos pantalones negros de vestir.

—¿Qué? —sacudí la cabeza cuando embozó una sonrisa divertida al ver mi aturdimiento—. ¿Qué dijiste?

—Anthony me dijo que tenías noticias fantásticas para mí —sacó un par de platos y los cubiertos de la alacena y los puso sobre la barra, después vino con la sartén humeante y sirvió dos porciones generosas de macarrones con queso—. ¿Cuáles son?

—Ah, cierto, las noticias —carraspeo y lo veo sacar una Coca-Cola y una cerveza de la nevera, después rodea la barra y sienta a mi lado—. Blue aceptó nuestra oferta. Quiere trabajar con nosotros.

Me mira con las cejas arqueadas, sorprendido creo, por mi noticia.

—¿En serio? —se sienta a mi lado.

—Sí, la verdad es que no me sorprendió, pero me dio mucha alegría saber que aceptaba —pinché los macarrones con el tenedor antes de llevarlos a mi boca. Tuve que cerrar los ojos para no gemir. Tenía un hambre atroz—. En fin, estoy muy contenta. Y a ella también se le oía muy feliz, a pesar de todo, por supuesto. Está entusiasmada.

—Es bueno escucharlo —asiente, comiendo lentamente mientras me mira—. Debes comunicarte con Brad, él se encargará de ella.

—Sí, bueno, me pidió ayuda para buscar un apartamento aquí —me explico—. Estará sola, Arturo, y realmente quiero ayudarla. Me gustaría que se sintiera cómoda, ya sabes, cuidad nueva, trabajo nuevo. La ayudaré a que se sienta como en casa.

—Haremos todo lo posible para que así sea —asiente—. Queremos que nuestros artistas tengan lo mejor y que se sientan bien con nosotros. ¿No es para eso estamos haciendo esto?

Le sonrío y asiento.

—Somos un buen equipo, ¿no? —le sonrío.

—Odio trabajar con compañía, pero admito que contigo no está tan mal —me mira con una sonrisita burlona.

—¡Tonto! —me carcajeo, dándole un empujoncito juguetón en el hombro.

Cuando intento alejarme, sus dedos se enrollan en mi muñeca y me tira suavemente hacia él. Su boca cubre la mía y un suave suspiro se me escapa. Mis ojos se cierran de placer con tan solo un toque suyo. Dios, amo a este hombre.

—Somos un equipo —dice contra mis labios—. Tú y yo.

—Lo sé —apoyo mis manos en sus hombros y junto mi frente con la suya—. Me gusta hacer equipo contigo.

—Te amo —dice sin tapujos y mi corazón se acelera.

Siento que me pongo roja. No por vergüenza o miedo. Por excitación, por emoción y amor. Él me ama, y literal y fugitivamente, mi alma lo ama a él.

—Te amo —respondo.

Y él sonríe, y mi corazón le pertenece un poco más.

Me encantan los capítulos cortitos y llenos de amor.


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En otras noticias: lamento mucho la tardanza, he estado muy ocupada con cuestiones de la universidad y todo eso. Por eso he estado tan ausente. Espero traerles otros capítulos más seguido. Espero comprendan. Los amo. 🥺

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