26. Celeste o Blue.
«El único remedio para el amor es amar más».
Henry David Thoreau.
Abril, 2020
📍Nueva York, Estados Unidos.
La única razón por la que me despierto es por la luz incandescente que entra por el ventanal. Incluso con la tela gruesa y gris de la cortina, el sol anuncia que ya es de día. Dormí como un tronco, y no recuerdo cuando fue la última vez que lo hice. No debo preguntar por qué dormí tan bien, porque la respuesta está dormida profundamente en mis brazos, con su espalda apoyada en mi pecho y su mano entrelazada a la mía. Su respiración es pausada y ligera. Está exhausta. Y no la culpo. Nos dormimos tarde.
Suspiro, cierro los ojos y hundo el rostro en su cabello, respirándola. La aprieto con fuerza entre mis brazos, inhalando su dulce olor. Podría pasarme la vida entera aquí, solo sintiendo su calor, su olor, su suave y pequeño cuerpo contra el mío. Es la mejor sensación del mundo.
El pitido de mi teléfono me hace abrir los ojos de nuevo, suelto un suspiro exasperado. Con desgana y sin quererlo, aparto el cuerpo tibio de Addy del mío, ella se remueve un poco, pero no despierta. Me desenredo de su cuerpo y me siento en la cama. Busco el teléfono en la mesita de noche, son las ocho de la mañana, reviso la bandeja de mensaje.
Anthony: Buena manera de reaparecer frente a las cámaras, amigo mío.
[Imagen]
La portada The New York Times, Los Ángeles Times y USA Today¹⁰ aparecen en el chat de Anthony. No me sorprende que, de todas las fotos que tomaron anoche, aparezca la fotografía de nuestro beso estelar.
Abrí el mensaje de Sasha.
Sasha: ¡YA ESTÁN JUNTOS! 🎉 QUE EMOCIÓN. Mi artista favorita y mi amigo millonario son novios. ¿Por qué no me lo habías dicho antes? Tienes que contarme todo cuando vayamos a comprar el asiento del bebé.
Sonreí y pasé a otro mensaje, más tarde la llamaría. Llegué al mensaje de Stella Evander, quien también era la encargada de mis relaciones públicas.
Stella Evander: Bien hecho, jefe, pero ¿por qué no me lo dijiste antes? Habría enviado un comunicado de prensa para que respeten su privacidad. ¿Lo hago?
Lo pensé, tal vez sea necesario. No quiero estar en el ojo del huracán y tampoco quiero a Addy envuelta en todo eso, hasta hace poco la prensa la dejó en paz.
Arturo: Sí, claro. Redáctalo y me lo envías.
Stella Evander: Copiado.
Pasé al siguiente mensaje y fruncí el ceño al ver que no conocía al remitente.
Número Privado: Tic Tac. Por fin estás saliendo de tu cueva. Espero que la felicidad te dure.
¿Qué carajos? Reviso rápidamente si tengo más mensajes de este tal número privado, pero no hay ningún otro, incluso si lo busco en la barra por si hay alguno muy antiguo que no haya visto. Nada. ¿Qué significa todo eso? «¿Por fin estás saliendo de tu cueva? Espero que la felicidad te dure». ¿Qué demonios? Lo borro con rapidez, deduciendo que probablemente se hayan equivocado, dado que nadie tiene este número.
Bufo y sigo bajando por los mensajes, viendo que tengo un par de un socio y la bandeja de mi correo electrónico está a reventar, supongo que por lo del revuelo de la prensa. Todos ansiosos por obtener una entrevista que jamás les daré.
Siento que la cama se mueve a mis espaldas, dejo el teléfono de nuevo en la mesita de luz y me vuelvo para ver a Adelinne removiéndose bajo las sábanas. Sonrío al verla fruncir el ceño hacia la luz y me apoyo en un codo para estar más cerca de ella.
—Buenos días —le aparto el pelo de la cara, logrando que parpadeé hacia mí.
Sus ojos están brillantes, a pesar del sueño pintado en ellos. Cierra los ojos un segundo y una sonrisa somnolienta rompe en sus labios.
—Buenos días —su voz es un susurro bajo, mientras se da la vuelta y se pone de lado. Se sube la sábana hasta la barbilla y me mira con los ojos entornados—. ¿Cómo dormiste?
—Perfectamente —le paso el pulgar por el labio inferior, rosado e hinchado, me dan unas ganas inmediatas de morderlo—. ¿Y tú?
—Excelente —saca una mano de las sábanas y apoya la palma en mi pecho—. ¿Cuánto tiempo llevas despierto?
—Cinco minutos —apoyo la cabeza en el brazo, viendo como recorre el tatuaje en mi pecho con los dedos.
—¿Está todo bien?
—Somos tendencia, eso es seguro —afirmo, sujetando su mano y llevándola a mis labios.
Su ceño se frunce cuando le beso los dedos.
—¿Tendencia?
—Estamos en todas las portadas —sonrío contra sus nudillos y ella abre desmesuradamente los ojos.
—Mierda —musita consternada—. Tendré que hablar con papá. No se pierde ningún periódico. Probablemente ya haya visto la foto. ¡Y ni hablar de Molly! —cierra los ojos—. Dios, tendré que contarle todo.
Frunzo el ceño sin soltar su mano, no había pensado en ella. Solo había estado siendo un cavernícola posesivo que quería que todo el mundo supiera que ella es mía.
—¿Te preocupa eso? —le pregunto.
—¿Hablar con mi papá de nosotros? —arruga la nariz—. No, claro que no. Solo me preocupa, ya sabes, lo que vaya a decir —baja la mirada, acariciando mis labios con la punta de sus dedos—. Ustedes tienen negocios juntos y si nosotros... —le cuesta decirlo—. Si nosotros no... y si...
—Escucha —me acerco a ella, pasando varios cabellos detrás de su oreja—, no importa lo que pase, mis negocios con tu padre no tienen nada que ver con nosotros —punzo su labio inferior con el pulgar—. Y, necesito que me escuches cuando te digo esto. No voy a dejarte ir —agarro su mandíbula con mi mano, ejerciendo una fuerza silenciosa. Nuestros ojos están fijos en los del otro. Necesito que lo entienda—. Antes de que tú llegaras, pensé que lo tenía todo. El dinero, los autos, la empresa, las propiedades. E incluso las mujeres, aunque estas no fueran constantes en mi vida. Creí que no necesitaba nada más. Entonces te vi —sonreí como estúpido, incapaz de evitarlo cuando tengo sus ojos tan cerca—. Te vi aquella noche, con tu vestido negro y tus ojos brillantes. Pensé que eras la mujer más hermosa del mundo, la más interesante y la más inteligente de todas —le acaricié la mejilla y sonreí aún más cuando vi sus ojos llenándose de lágrimas—. Fuiste como un rayo de sol entrando por todas las grietas de mi vida, iluminando todo. Y, si piensas que voy a dejar ir eso, nena, creo que no me conoces en lo absoluto.
Toma una respiración apresurada y suelta el aire de manera temblorosa. Levanta una mano y la apoya en mi mejilla, se desvía hacia mí nuca y tira de mí hacia abajo. Sus labios dulces y suaves tocan los míos y siento como todo a mi alrededor vuelve a encajar en su lugar. Suelto su mandíbula para agarrar su cuello y presionarla contra mí. Gime y su lengua encuentra la mía. La siento luchar contra las sábanas que envuelven su cuerpo y cuando su calor me rodea, mi polla salta contenta de tenerla tan cerca. Tira de mí más cerca, abriendo las piernas para mí. Cuando me acomodo sobre su cuerpo y mi erección roza el calor entre sus muslos, todo mi cuerpo se estremece. Maldito infierno. Sus dedos se entrelazan en mi cabello y su boca se abre contra la mía.
—Deberíamos darnos prisa —susurra en mis labios, entrecruzando las piernas alrededor de mis caderas, clavándome los talones en el culo—. Tenemos una reunión a las diez.
—Son las ocho —resbalo sobre su humedad y aprieto los dientes para controlarme y no perderme en ella al pelo, sin nada entre nosotros—. Tenemos tiempo.
Nuestros labios se encuentran una vez más y yo me estiro para agarrar mi billetera y sacar otro condón. Que Dios me ampare si dejo a esta mujer insatisfecha.
💸💸💸💸💸
—Háblame otra vez de esta amiga tuya —le pregunto, zigzagueando entre el tráfico matutino de N.Y. que es demasiado para un domingo por la mañana—. Dijiste que era de Inglaterra.
—De Londres, sí —asiente—. Y, bueno, no somos taaan amigas, pero me cae muy bien —sopesa sus palabras meneando la cabeza—. He hablado con ella como diez veces en los últimos años, yo pienso que es genial. Mucha gente dice que es extraña.
—¿Con esos dibujos que hace? No veo por qué la gente pienso eso —pongo los ojos en blanco.
—No son dibujos —hace una mueca de sabelotodo—. Es arte.
Tengo ganas de reírme de su explicación, pero me contengo, no creo que lo tome bien.
—Vale, nena, pero sabes que el arte no es lo mío —la miro de reojo—. Los únicos cuadros que me gustan son los tuyos.
—Por supuesto —levanta la nariz, en un gesto orgulloso y escéptico—. Como te decía, es un poco tímida. Te lo dije antes, ¿recuerdas? —me mira de soslayo—. No tenías que venir tan formal.
Me miré a mi mismo un segundo. Tenía un traje Gucci azul marino, camisa y zapatos negros. No estaba formal.
—Es una reunión de negocios, Adelinne —le recordé—. Y no llevo corbata.
—Oh, claro —se ríe—. Porque la falta de corbata te hace parecer más casual. Dios, estás loco.
Me alegra que la divierta. Sobre todo, porque verla sonreír y reír así me calienta el alma. Además, que se ve preciosa. Incluso cuando se estaba vistiendo no pude quitar mis ojos de ella. Tiene una falda blanca de jean hasta la mitad de los muslos que no hace otra cosa más que resaltar la curva de su exuberante trasero. Una camisa de manga corta azul cielo y unas sandalias con tiras de color dorado. Lo he dicho mil veces y no creo que sea suficiente. Es la mujer más preciosa que he visto.
—¿Qué? —cuestiona cuando la miro más de una vez.
—Estás hermosa —respondo a su cuestionamiento—. ¿Ya te lo dije?
—Sí, como trece veces desde que salimos del hotel —sonríe con ternura, después mira por la ventana—. Mira, aquí es.
Estaciono en la acera frente a un edificio de ladrillos rojos en el barrio Harlem, donde Brad ya nos espera apoyado en una farola revisando su teléfono.
—¿Ya has venido antes? —cuestiono apagando el motor del Porsche.
—Sí, una vez —asiente y ambos salimos—. Vine para ayudarla a subir un lienzo de dos metros a su apartamento. No tenía a quien llamar y me pidió el favor. Ya sabes que me encanta ayudar.
—Sí, eso me encanta de ti.
Sus mejillas se ponen rojas y una sonrisa amenaza con formarse en mi boca. Me sonríe con timidez y toma mi mano cuando se la ofrezco. Los dos nos acercamos a Brad, que nos mira con una sonrisita divertida.
—Se lo tenían bien guardado, ¿eh? —se burla de Adelinne, acercándose para darle un beso en la mejilla.
La rubia se pone aún más roja si cabe, pero no dice nada, le da una sonrisa tensa. Después Brad viene hacia mí y me da un apretón de manos y una palmada en el hombro. Gesto que dice que necesitamos un trago para ponernos al día.
—Bueno, vamos —dice Addy, abriendo camino por las escaleras del edificio. Antes de tocar el intercomunicador, se gira y nos mira con severidad—. Recuerden lo que les dije en el avión. Su nombre es Celeste, pero su nombre artístico es Blue, le gusta que le llamen por su seudónimo. Es tímida y un poco... diferente. Déjenme hablar primero y después los dejaré a ustedes hablar de negocios.
Los dos asentimos hacia ella y cuando parece satisfecha, se gira y pulsa el número tres del intercomunicador.
—¿Sí? —la voz al otro lado es distorsionada y algo baja.
—Hola, Blue, soy Addy. Vine para que hablemos del negocio que te comenté por mensaje, ¿recuerdas? Estoy aquí con mi equipo.
El silencio se hace unos segundos, después la voz responde:
—Vale, suban.
Se escucha una leve vibración y después la puerta se abre. Los tres subimos las amplias escaleras hacia el tercer piso, por suerte, no hay muchos escalones. En el tercer piso solo hay dos departamentos, nos detenemos en el número 6. Addy toca dos veces la puerta y la misma revela algo que jamás esperé encontrar.
Una adolescente. Bueno, no es exactamente una adolescente, pero aparenta serlo. No puede pasar de los veintidós años. Mide al menos el metro sesenta centímetros, es delgada, pero no tanto. Va vestida con un jean azul oscuro y una camisa Oversize negra con la cara de David de Miguel Ángel estampada en el centro y unas Converse blancas. Y tiene el pelo azul. Las raíces del pelo son azul claro y el resto del cabello es castaño oscuro, como si su pelo de verdad fuese azul. Sus ojos son rasgados y de un color gris azulado que la hace parecer ciega, y una cantidad ridícula de pestañas demasiado largas. Nariz pequeña y labios llenos. Pero no es eso lo que me llama la atención, sino su expresión de me me-importa-una-mierda-el-mundo.
—Hola, Blue. ¿Cómo estás? —la saluda Addy con una sonrisa enorme—. Me alegra verte.
—Hola, a mi también me alegra —la mira y nos da un vistazo rápido a Brad y a mí (que creo está igual de anonadado que yo) antes de bajar la mirada—. Pasen.
Abre la puerta y entramos. Para mi sorpresa, su apartamento está pulcramente ordenado. No hay ni una cosa fuera de su lugar y tampoco parece que haya polvo en algún sitio.
—Siéntense —señala el sofá largo de color azul oscuro con cojines amarillo—. Tengo café.
—Estamos bien así, Blue, gracias —Addy le sonríe y los tres tomamos asiento en el sofá—. No queremos quitarte mucho tiempo, sabemos que estás ocupada con la culminación de tu último curso en la academia. Por cierto, ¿cuándo te gradúas?
Celeste o Blue, como quiera llamarse, se acerca a la barra de la cocina y arrastra sus dedos por el mármol blanco.
—El diez de mayo —responde con la voz ronca y baja—. Dices que quieres proponerme un trabajo, ¿es verdad?
Al grano, perfecto. Adelinne me mira y asiente.
—Sí, verás, Arturo y yo estamos trabajando en un proyecto que va a garantizar el impulso y bienestar de nuevos artistas —le explica rápidamente todo nuestro plan y la chica escucha atentamente mientras se pasea por la sala. Sus dedos se retuercen entre sí y se muerde el labio inferior con fuerza—. Les conté al equipo sobre ti y tu maravilloso talento. Todos estamos fascinados contigo y queremos que formes parte de nuestra galería. Tu arte será expuesto la segunda semana de inauguración.
—¿La segunda semana? —cuestiona sin mirarnos.
—Sí —dice esta vez Brad, dejando a Addy con la palabra en la boca. Lo miramos con el ceño fruncido al ver su expresión cautelosa y algo fascinada—. La primera semana tendremos a Adelinne como expositora principal, así podremos tener a los medios de comunicación de nuestro lado. La segunda semana, llamaremos la atención de tu público para que tú seas la protagonista las siguientes dos semanas.
Por primera vez desde que nos sentamos, Blue levanta la cabeza y mira a Brad directamente a los ojos. Incluso a la distancia entre nosotros, puedo verla sacudirse ligeramente. Respira profundo y asiente.
—¿Y como se haría? No tengo representante o un abogado —dice en voz baja.
—No tienes que preocuparte por eso —respondo yo, pasando un brazo por el respaldo del sofá, sobre los hombros de Adelinne—. Nuestro equipo cuenta con representantes legales y abogados que te ayudarán en todo lo que necesites. En cuanto a ti, Brad se asegurará de ser tu abogado y de manejar el contrato que tendrás con nosotros.
—¿Qué tipo de contrato? —abre mucho los ojos.
—El que garantiza el bienestar de tus obras y de tus derechos como artista. Se te dará el ochenta por ciento de las ventas de tus cuadros y el sesenta de las entradas a la galería en el tiempo que expongas.
Sus mejillas palidecen mientras escucha a Brad explicarle todo.
—¿Podré ir a otras galerías a exponer? —cuestiona.
—Los primeros meses, estarás con nosotros —dice Brad—. Si otras galerías quieren que expongas para ellos, te respaldaremos para que se hagan valer tus derechos como artista. Mientras tanto, podrás seguir vendiendo tus obras por internet con la ayuda de nuestro equipo y también te daremos apoyo para que crezcas aún más en redes sociales. No debes preocuparte por nada más que pintar y disfrutar de la experiencia, nosotros nos haremos cargo de todo. Yo me encargaré.
Puedo ver los engranajes en la cabeza de la chica hacer de las suyas. Addy me mira, dándome una mirada de: «Te lo dije», porque sí, me lo dijo. Es tímida y diferente. Pero diferente de un modo raro. No sólo por su apariencia, si no por su comportamiento. No mirar a las personas que le hablan, mantener distancia física, no interactuar activamente, moverse repetida y nerviosamente.
—Blue, no tienes que aceptar inmediatamente, puedes pensarlo —interviene Adelinne para darle algo de tranquilidad. Cuando la chica la mira, Addy le sonríe con cariño—. Aún debes terminar tu curso en la academia, también debes tener en cuenta que tendrás trasladarte a L.A. para poder trabajar con nosotros. Y, no te preocupes por eso, si aceptas, te ayudaremos a buscar un apartamento en California en un buen sitio y a un precio accesible. Piénsalo, ¿vale?
—De acuerdo.
Los tres nos levantamos y salimos del apartamento, pero Addy se queda con Blue un segundo más.
—Sé que parece aterradora la propuesta —le sonríe—, pero te prometo que todo será estupendo. Seremos un equipo increíble si te unes a nosotros. Mientras lo piensas, puedes escribirme si quieres despejar algunas dudas —le dice—. ¿Me das un abrazo? Hace mucho que no lo haces.
Sorpresivamente, la chica se ríe y se abraza a Adelinne con fuerza. Después se sueltan y Addy le da un beso en la mejilla. Se despiden y bajamos las escaleras.
—Se los dije —canturrea Adelinne cuando salimos del edificio—. Es maravillosa, pero distinta.
—¿Qué tiene? —salta Brad.
—Síndrome de Asperger¹¹ —responde Addy—. Por eso es tan tímida e inquieta. No sabe relacionarse muy bien, pero es tan linda una vez que la conoces a fondo.
—¿Qué edad tiene? —pregunto.
—Recién cumplió el mes pasado los veinte años —sube los hombros.
—¿Y vive sola? —Brad parece la mar de preocupado mientras pregunta, mirando hacia el edificio—. ¿Con la condición que tiene?
—Solo sé que tiene una tía millonaria que la ayuda, pero una vez me dijo que no tiene contacto con sus padres desde que tenía trece —se lamenta.
—¿Crees que esto sea un problema para el negocio? —indago.
Addy me mira y sacude la cabeza, en sus ojos se palpa las ganas que tiene de ayudar a esta chica.
—No —niega—. Una vez que se adapte, todo fluirá como la seda. Créeme, la primera vez que hablé con ella, no me quería ni responder. Con el paso del tiempo, se abrió a mí y ahora hasta me da abrazos —sonríe con orgullo—. Es una chica maravillosa, estoy segura de que encajará perfecto con nosotros.
—¿Crees que aceptará? —Brad ladea la cabeza.
—Está asustada y lo más probable es que no sepa cómo regular sus emociones, pero ya sembramos la duda. Yo siento que sí, pero debemos ir a casa y esperar. Solo eso queda.
¹⁰) Los Angeles Times y USA Today: Periódico estadounidense.
¹¹) Síndrome de Asperger: Trastorno del comportamiento que afecta la capacidad de socializar y comunicarse con efectividad. El síndrome de Asperger es un trastorno del espectro autista que suele ser menos grave.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro