18. Hay promesas que no se pueden cumplir.
«El amor es la más fuerte de las pasiones, porque ataca al mismo tiempo a la cabeza, al cuerpo y al corazón».
Voltaire.
Abril, 2020
📍Los Ángeles, CA, Estados Unidos.
—A ver si entendí —carraspea Anthony después de darle un trago a su cerveza—: te besaste con Adelinne.
—Sí —le doy vueltas al hielo en mi vaso vacío donde antes había whisky.
—Dos veces —sube dos dedos.
—Es correcto.
—Y decidieron ser amigos porque ella no está lista para nada más y tú aún no te has agarrado las pelotas y te has armado de valor para decirle lo que sientes por ella. ¿Es eso o me olvidé de agregar algo?
Lo miro mal a través de las luces de neón que parpadean por toda la discoteca.
—Creo que agregaste más cosas de las necesarias, pero sí, básicamente es eso —suspiro.
Anthony estalla en una carcajada que es amortiguada por la alta música. No sé por qué mierdas me aguanto esta burla, pero creo que, si tuviera otro mejor amigo y asistente de reserva, ya lo habría asesinado.
—Esto está de lujo —se limpia las lágrimas falsas de los ojos—. Jamás pensé decir esto, amigo, pero verte prendado de una mujer es lo mejor que me ha pasado en la vida.
—Creí que había sido conocer a tu esposa —me burlo de él, pero solo resopla.
—Eso también —asiente.
—¿Qué hacemos aquí? —señalo el lugar.
—Dijeron que esta discoteca es el boom del momento, quería saber si era cierto y así recordar mis años de juventud —habla como si tuviera cien años, pero sé que hay algo más. Lo miro fijamente, esperando la respuesta correcta—. También vino Sannie de Irlanda, y la odio.
—Es la hermana de tu mujer —le recuerdo, pidiéndole al camarero que nos traiga más tragos.
Estamos en la zona VIP en el segundo piso, solo hay tres mesas y todas están llenas, excepto la nuestra, ya que solo estamos los dos. Tiene razón, el lugar es increíble, pero detesto la música muy alta y las luces de colores. Sin contar que el sitio está a reventar, y odio estar rodeado de tantas personas.
El mesero llega con un par de cervezas para Anthony y un vaso nuevo de whisky para mí.
—Gracias —le dice Anthony al chico, luego me mira—. Sé que es la hermana querida de Sasha, pero detesto a la mujer. Me odia desde que su hermanita decidió venir a USA⁶ conmigo. Escúchame, mis suegros me aman, Arturo, y ella me odia. No lo entiendo. La mujer es una bruja en todo su esplendor.
Quiero burlarme de él, pero se le ve estresado y no creo que sea prudente. Además, debo ser un buen amigo y apoyarlo.
—¿Por qué no vino después del nacimiento? —cuestiono.
—Eso mismo pensé yo, pero, al parecer, ella quiere estar presente en las últimas semanas de embarazo de Sasha —resopla—. Me alegra que Sasha tenga ayuda, pero, Dios, esa mujer hace que la casa sea un infierno.
—Creo que deberías decírselo a Sasha, eso evitará problemas —sugiero.
—¿Cómo que la insulte o la mate? —se ríe.
—Para la primera opción estaría bien —sonrío.
—A Sasha le gustaría eso —se carcajea.
Sacudo la cabeza, intento no pensar en Anthony matando a su cuñada. Sería divertido, no digo que no, pero claramente se convertiría en un gran problema. Sannie es la hermana mayor de Sasha, la mujer tendrá unos treinta y dos años más o menos, y aunque es guapa, no es muy agradable. Desde que Sasha y Anthony se conocieron, todos a su alrededor —y cuando digo todos, me refiero a los padres de Sasha y yo—, supimos que era algo inevitable. Excepto por Sannie, que parece odiar a Anthony a muerte y el sentimiento parece ser mutuo.
—Olvidemos a Sannie por esta noche, tendré que verla por los siguientes tres meses, así que ignoremos eso —le da un gran trago a su cerveza—. Háblame de tu dilema con tu damisela en apuros. ¿Dijiste que su ex vino a verla hoy a la galería?
Mi cuerpo hierve en ira de tan solo recordarlo. Hijo de puta.
—Vino a explicarse —bufo, probando el Jack Daniel's, sintiendo el calor bajando por mi garganta—. Se acostó con la mejor amiga de Adelinne.
Anthony casi escupe la cerveza.
—¿Qué? —gruñe—. ¿El tipo engañó a Adelinne? ¿Quién carajos engaña a esa mujer? —me mira con incredulidad—. Ese tipo está loco.
—Es un imbécil —gruño, apretando mis puños—. Dios, tuve que reunir el poco autocontrol que tenía para no romperle la cara ahí mismo. Tenías que haberla visto como estaba. No podía dejar de llorar.
—Yo no me habría controlado —sacude la cabeza—. Lo habría matado sin dudarlo.
—Ganas no me faltaron.
No era mi idea de viernes, sinceramente. Había planeado acompañarla a ver cómo serían los cambios en la galería, hablaríamos con Finnegan y después la invitaría a almorzar o al cine, alguna mierda de esas, pero no. Tuvo que aparecer el imbécil de su ex y hacerla llorar. Aún me duelen sus lágrimas y no recuerdo cuando fue la última vez que el dolor de alguien me había afectado tanto.
—Entonces, ¿qué harás ahora? —cuestiona el rubio frente a mí.
—¿Que haré de qué? —frunzo el ceño.
Pone los ojos en blanco y me mira como si supiera algo que yo no.
—Con Adelinne, idiota.
—Nada —subo los hombros y suspiro—. No está lista para nada más ahora mismo y necesita que seamos solo amigos.
—¿Y podrás ser solo su amigo? —arquea una ceja—. Porque, siendo sincero, amigo mío, así como la miras, dudo mucho que se te haga fácil disimularlo.
Eso me temo.
—Sé que será difícil, pero es mejor que nada —digo—. La comprendo, ¿sabes? Después de que ese hijo de puta la traicionara de esa manera, es difícil confiar en otra persona y lanzarse al vacío con los ojos cerrados —me encojo de hombros—. Lo respeto, pero no pienso perderla de vista.
—Claro —Anthony sonríe contra la botella—. Has tomado la decisión de quedártela sin que ella lo sepa. Muy cavernícola de tu parte, pero me gusta —estira su mano y choco su puño con el mío—. Te apoyo, pero no la espantes, me agrada.
Sonreí, orgulloso.
—A mi también me agrada, de verdad —asiento.
—No lo dudo —se ríe—. Entiendo tu posición, en serio, con Sasha me pasó lo mismo, pero hay un factor que no has puesto en la mesa.
—¿Cuál?
—Puede que tú ya hayas decidido conservarla, pero ella solo quiere una amistad por ahora —explica—. Sin contar, por supuesto, que Adelinne es una mujer hermosa y, aunque no nos guste admitirlo, es soltera. Y puede que no seas el único buitre que le esté echando el ojo.
Su afirmación me deja estático y puede que ahora vea más claro todo a mi alrededor. Mi rara ¿obsesión? —no creo que sea eso, más bien fijación— con Adelinne es algo nuevo para mí. Jamás había querido tanto tener a una mujer como para que me preocupase por los demás hombres en el mundo. Es extraño, sin embrago, ahora que lo pienso, Anthony puede tener razón. Yo he tomado la decisión de dar la pelea hasta el final, pero ella aún sigue ahí, soltera y sin ningún compromiso.
Debo mantener la calma, relajarme y no hacer una locura de cual pueda arrepentirme después. Adelinne merece mucho más que solo un troglodita celoso que no sabe comportarse.
—Vale, entiendo tu punto —digo hacia Anthony—. En serio, lo entiendo. Sin embrago, no puedo ir por ahí espantando a todo lo que se mueve alrededor de ella. Si quiero tener la mínima posibilidad con ella, tengo que comportarme y ser maduro. No el típico adolescente que marca territorio cada dos segundos.
—Bien —asiente y sonríe—. Entonces, si te digo que Adelinne y su madrastra están aquí desde hace tres horas y que no han dejado de beber y que tu rubia predilecta le está sonriendo a un tipo justo ahora cerca de la barra, ¿qué harías?
Frunzo el ceño y miro a Anthony con ganas de matarlo. No es divertido que se burle de mí, yo no lo hice con su asunto familiar con su horrible cuñada.
—¿En un caso hipotético? —cuestiono.
—No, está justo ahí —y señala hacia abajo.
Miro por encima de mi hombro y busco cerca de la barra y efectivamente, mi amigo tiene razón. Ahí está ella. Mi corazón se detiene dentro de mi pecho y mi cerebro no puede procesar lo que estoy viendo justo ahora.
Está de pie junto a la barra, haciendo imposible que la gente deje de mirarla. Su pelo rubio inconfundible cae suelto en hondas gruesas por su espalda y sus hombros y mientras más bajo la mirada, más me doy cuenta que el vestido corto y súper ajustado que lleva puesto es de cuero rojo brillante, tan apretado que realza cada una de sus curvas. Sus piernas esbeltas y forradas con medias de red parecen kilométricas con los tacones negros de ¿qué? ¿Diez centímetros?
—Mierda —aprieto los dientes.
—Sí, mierda —Anthony se ríe—. ¿Cuánto apostamos a que no soportas aquí sentado ni diez minutos antes de bajar hasta allá?
Lo ignoro, inspeccionando el panorama. A su lado en la barra está Molly Andrews, su madrastra, que trata de decirle algo al oído pero Adelinne sacude la cabeza y se gira hacia el tipo que está hablándole. Está encantado con ella y no lo culpo, sin embrago, cuando este le pasa los dedos por el brazo y juega con uno de sus rizos gruesos, el dique se rompe. ¿Dije que no quería ser un troglodita celoso que no sabe comportarse a su alrededor? Bueno, al carajo con eso, ahora mismo quiero ser el troglodita más grande de la Tierra.
Me pongo de pie sin mirar nada más que al tipo que está encantado con mi Solecito.
—Bueno, fueron menos de cinco minutos. Sorprendente —el rubio se ríe y se levanta para seguirme.
No puedo moverme más rápido de lo que voy, prácticamente voy corriendo y Anthony no deja de reírse a mi lado mientras bajamos las escaleras y atravesamos el mar de personas del piso inferior. Para cuando intento acercarme a la barra, no la veo ahí. El tipo, Molly y ella han desaparecido. Sin embrago, el hombre no está por ninguna parte, pero Molly y Adelinne sí. Las dos parecen sacadas de una maldita revista, sus vestidos son similares si me fijo bien, solo que el de Molly es de color verde oscuro. Pero eso no importa, el problema ahora es que las dos están en medio de la pista de baile y cada maldito par de ojos están sobre ellas.
Mierda.
—Uff, amigo, la has perdido —la mano de Anthony se apoya en mi hombro.
—¿Qué? —frunzo el ceño sin poder quitarle la mirada de encima a la mujer que se ha estado robando mis sueños.
—Esa canción —explica—. Es Sexy Bitch de David Guetta, es el himno de toda mujer decidida a seguir adelante.
¿Qué mierda? Lo miro por encima del hombro y sonríe.
—Sasha la pone a todo volumen cada vez que discutimos —responde a mi pregunta implícita—. Tendrás que esperar y ver qué pasa.
Mis ojos vuelven a ella y su perfecto cuerpo se contonea al ritmo de la estruendosa música electrónica.
Ella no se parece en nada a una chica que hayas visto antes
Nada que puedas comparar con el de tu vecindario
Adelinne cierra los ojos y su cuerpo se mueve lentamente, de un lado al otro. Se pone el pelo rubio encima del hombro y se olvida del mundo. Solo está ella y su mente. Está en su propio universo ajena a los demás.
Intento encontrar las palabras para describir a esta chica sin ser irrespetuoso
La forma en que se mueve ese botín, no puedo soportarlo más
Estoy viendo a otra persona, desconozco a la rubia en la pista con una sonrisa carnal y lasciva. No sé quién es la mujer que sonríe mientras que se da la vuelta y apoya la contundente curva de su exuberante trasero contra la pelvis de su madrastra.
Es diferente. La Adelinne tímida y divertida no está. Ahora mismo estoy presenciando a una criatura sensual y jodidamente caliente.
Tuve que dejar lo que estaba haciendo para poder acercarme
Intento encontrar las palabras para describir a esta chica sin ser irrespetuoso
Siento que se me eriza todo el cuerpo mientras la miro, sin poder dar crédito a la escena que se desarrolla frente a mí. Quizás Anthony tiene razón y está dispuesta a seguir adelante. Jamás me imaginé a Adelinne vistiendo ese diminuto y apretado vestido, en un lugar como este, bailando así y siendo consciente de que todos los putos hombres de esta discoteca están babeando por ella.
Maldita, mujer
Maldita sea, eres una perra sexy
Y, aún y cuando trato de no presentarle atención a la maldita letra de esta estúpida canción, es imposible no imaginarla así. Y es por eso que ya he tenido suficiente de todo esto.
—Bien, hasta aquí llego yo —aprieto los puños cuando otro tipo se acerca a ella y se inclina para susurrarle algo al oído.
—Calma, amigo —Anthony aprieta mi hombro antes de que pueda dar un paso hacía ella—. La mujer sabe defenderse. Mírala.
Adelinne levanta la cabeza y mira al tipo, le sonríe amablemente y después sacude la cabeza. El tipo insiste, pero ella levanta la mano y niega de nuevo. Después se gira y empuja a Molly con ella de vuelta hacia la barra.
—Ya está, ¿lo ves? —dice—. Solo se está divirtiendo.
—Dudo mucho que este tipo de diversión sea para ella —veo como el barman le pone dos tragos en la barra y Adelinne lo bebe de golpe—. Bien, suficiente.
—¿Arturo? No. Maldita sea...
Escucho a Anthony maldecir, pero lo ignoro. Ahora mismo tengo un objetivo claro y no voy a detenerme hasta dar con ello. A medida que me acerco, veo cómo Adelinne se ríe y Molly sacude la cabeza por eso.
—Te dije que nos divertiríamos, no que nos íbamos a emborrachar —se burla Molly, dándole un trago pequeño a su vaso de cristal—. Esto de ahogar las penas en alcohol no es lo tuyo, nena.
—Ah, no estoy ahogando nada, Molly —Adelinne arrastra las palabras—. Solo quiero divertirme.
—No es necesario beber para divertirse, Adelinne —mi voz retumba detrás de ella y su cuerpo se sobresalta.
Se da la vuelta, sus ojos barren mi cuerpo hasta mi cara. Un millón de emociones pasan por sus ojos, obviamente sorprendida al verme aquí. Es claro que no me esperaba a mí. La amplitud de su mirada azulosa se posa en la mía y veo sorpresa, confusión y algo de diversión en sus pupilas dilatadas.
—Oh, pero mira nada más —suelta la rubia con una sonrisa desconcertada—. Si es mi nuevo amigo.
Sí, nena, ya verás como somos amigos. Trato de no soltar esas palabras porque, primero: está borracha y segundo: no es el momento para eso.
—Hola, Arturo —saluda Molly con una sonrisa divertida.
—Molly —asiento hacia ella.
—Señoritas —saluda Anthony llegando un segundo después.
—Hola, Anthony, ¿cómo está Sasha?
—Está muy bien, gracias, Molly —siento la mirada de ambos sobre nosotros, pero estamos ocupados en un extraño concurso de quién parpadea primero como para prestarles atención—. ¿Un trago, Molly? Así esperamos a que estos dos solucionen sus problemas.
—Me apunto —dice la pelinegra.
Por el rabillo del ojo los veo sentarse uno al lado del otro en la barra, piden un par de tragos y nos observan como su fuéramos lo último de los espectáculos. Yo, sin embrago, tengo una tarea y esa es averiguar qué carajos hace Adelinne Lewis aquí, medio ebria y con una determinación bastante extraña.
—No me enviaste un mensaje cuando llegaste a casa —murmuro—. Lo prometiste.
Ella traga con fuerza, pero ladea el rostro y arquea una ceja.
—Supongo que jamás llegué a casa, ¿no? —se ríe, levantando la mano y arrastrando su uña color blanco perla por mi pecho. Es extraño, porque jamás me había tocado tan a la ligera. Mi única explicación es que está demasiado borracha—. Además, hay promesas que no se pueden cumplir.
Mis pupilas también se dilatan y sé que se refiere a nuestro encuentro en mi oficina. «Prométeme que seremos amigos». Lo prometí, pero para que pudiera estar tranquila. Sin embrago, no me rendiría, mucho menos ahora.
—Primero; es obvio que llegaste a casa, dudo mucho que te cambiaras de ropa en un taxi. Ese no es tu estilo —doy un paso hacía ella y apoyo las manos a cada lado de su cuerpo sobre la barra. Prácticamente estamos nariz con nariz, sus ojos azules fijos en los míos y sus labios llenos y pintados de rojo entreabiertos para mí. Invitándome, tentándome a probarla—. Y segundo; tienes razón, muchas promesas son difíciles de cumplir.
Toma una lenta respiración, su pecho sube y baja, rozando el mío cada dos segundos. Estoy tratando de no perder el control, me contengo de levantarla sobre la barra y besarla hasta el cansancio. Puede que mi cuerpo y mi corazón quieran una cosa, pero debo mantener mi cerebro sereno para no volverme loco aquí mismo.
—¿Qué haces aquí, Arturo? —cuestiona en voz baja.
—Pasando un viernes diferente —me encojo de hombros, sin borrar la distancia entre nosotros. Son los veinte centímetros más largos que he visto—. ¿Qué haces tú aquí?
—Ya escuchaste —suspira, mirando mi boca—: me estoy divirtiendo.
—Este no es tu tipo de diversión —niego con una sonrisa irónica—. Los dos sabemos que esta no eres tú.
—No me conoces, Arturo —sisea, mirándome a través de sus espesas pestañas. Parece aturdida, pero sigue teniendo esa tenacidad y esa valentía en el brillo de sus ojos—. No sabes nada de mí.
Sonreí, dando otro paso hacía ella. Todo mi cuerpo se amolda al suyo, y siento todo su calor traspasar mis capas de ropa. Dios, que difícil es esto.
—No, Addy —susurro a un centímetro de su boca, su respiración se agita y sus párpados caen—. Te conozco mejor de lo que crees. No necesito un mes, un año o un siglo. Todo en ti me grita cosas —ladeo la cabeza y sus labios rojos rozan los míos y una corriente eléctrica viaja por todo mi cuerpo—. Sin saberlo, me has demostrado quien eres realmente y esta no eres tú.
Tragó duro, mis palabras tuvieron el efecto deseado. Sus ojos se abren un poco más de lo normal y me mira fijamente. Parece más desorientada que antes, su piel se sonroja y sus labios tiemblan. No sé qué pasa por su mente, pero parece estar mareada y muy aturdida.
—Vamos, te llevaré a casa —me aparto de ella a regañadientes, pero le tiendo la mano.
Frunce el ceño y sacude la cabeza.
—No quiero ir a casa —espeta, apretando sus manos en puños a los lados de su cuerpo.
Cálmate, Arturo, está borracha.
Cierro los ojos y suspiro. Cuando vuelvo a mirarla, sigue con el ceño fruncido, pero ahora está cruzada de brazos. ¿Quién iba a decir que sería tan terca?
—Ven, Adelinne —insisto.
—Ya te dije que no quiero irme a casa —sisea, mirándome con los ojos encendidos.
—Entonces vamos a la mía —es todo lo que se me ocurre y la verdad es que no pienso perderla de vista estando ebria.
—Pero, yo... —se echa para atrás, chocando contra la barra—. Yo...
—¿Vienes conmigo o no? —cuestiono ya corto de paciencia.
No soy un hombre paciente, tampoco sé aceptar un no por respuesta y creo que ella lo sabe perfectamente, se lo dejé bastante claro cuando nos reunimos la primera vez.
—Arturo —la voz de Molly llama mi atención. Está bajando del taburete y se acerca a mí—, yo la llevo a casa.
—No, se viene conmigo —replico, sin opción a reproches.
Molly aprieta los labios en una dura línea y frunce el ceño hacia mí.
—Escucha, Arturo, no sé muy bien que pasa entre ustedes —nos señala a ambos con el dedo—, pero no puedo dejarla sola y mucho menos en este estado.
—No estará sola, estará conmigo.
—¿Y qué harás con ella así? —la señala—. Está borracha, Arturo.
Miro hacia Adelinne, que sigue cruzada de brazos, pero ahora está mirando el suelo.
—Yo sabré que hacer.
—Mira, Arturo —dice Molly, interponiéndose entre Adelinne y yo—. Addy vino conmigo y se va conmigo. ¿Me entendiste?
—No, Molly —aprieto los puños—. La que no ha entendido eres tú. Adelinne se viene a casa conmigo y creo que me conoces lo suficiente como para saber que hablo en serio.
Sus hombros se cuadran y sus ojos se entrecierran, sabe que no daré mi brazo a torcer, pero está dispuesta a darme pelea. Al final, luego de un largo duelo de miradas, suspira, como si ya no pudiera seguir luchando conmigo.
—Solo te voy a decir algo —se acerca a mí y me señala con el dedo—. Le pones una mano encima, Arturo King, y te juro que jamás volverás a ver la luz del sol.
Admito que me tranquiliza saber que la defiende, pero no sé cómo sentirme al respecto con su amenaza.
—Me cortaría yo mismo las manos si llego a herirla alguna vez, pero gracias por la advertencia —asiento y la miro amablemente, pero sus ojos se amplían ante mis palabras—. ¿Tienes como llegar a casa?
—Tomaré un Uber, no te preocupes —dice, dando un paso atrás.
—Yo te llevo, traje el auto —interviene Anthony, posándose a mi lado—. Me queda de camino.
—Vale, gracias —sonríe Molly antes de acercarse a Adelinne, le susurra algo al oído, pero la rubia solo resopla y sacude la cabeza. Molly se ríe y la besa en la mejilla y la abraza, después vuelve hacia mí—. Bueno, me llamas si necesitas ayuda con algo —suspira mirándome—. Cuídala, no encontrarás otra cómo ella. Vamos, Anthony.
Molly pasa de nosotros y se dirige a la salida, Anthony me mira con sonrisa que dice más que mil palabras.
—No digas nada —aclaro por si acaso.
Levanta las manos y se ríe.
—Yo no he dicho nada —me da una palmada en la espalda—. Suerte, amigo.
Y se marcha, dejándome solo con la rubia de mis sueños. Está firmemente de pie, con las cejas casi juntas por el ceño fruncido y los labios apretados, los brazos cerrados en torno a su cintura. Está molesta, pero su humor me parece de lo más divertido.
—Ven, vamos —estiro la mano hacia ella.
—Esto es totalmente innecesario —resopla y me esquiva, caminando hacia la salida.
Reprimo una sonrisa, siguiéndola de cerca por si se tropieza o por si algún idiota se acerca a ella, pero eso no sucede. Aún y con todo lo que ha bebido, sigue en pie sobre esos altísimos tacones que hacen que sus piernas parezcan kilométricas.
Todo en ella es una bomba, y, siendo honesto, no sé como reaccionaría cuando explote. Cuando se detiene en la acera, se cruza de brazos otra vez y se gira para no mirarme.
—No sabía que eras tan malcriada —digo en voz baja mientras le envío un mensaje a Edward para que venga por nosotros.
Debe ser a dos cuadras ya que la calle está a reventar.
—Y yo no sabía que eras tan mandón —resopla, levantando la barbilla al aire.
Me mordí el interior de la mejilla para no reírme, sabiendo que esta noche todo sería muy divertido.
⁶) USA: (United States of America) 'Estados Unidos de América' en inglés.
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