13. Ecos en el alma.
«El ruido de un beso no es tan retumbante como el de un cañón, pero su eco dura mucho más».
Oliver Wendell Holmes.
Marzo, 2020
📍Los Ángeles, CA, Estados Unidos.
Los sábados no se trabaja, pero mi cabeza está marchando en contra reloj. Mi cerebro —normalmente activo— hoy va a mil revoluciones por segundo. En mi cabeza se reproducen imágenes caóticas como si fueran un CD rayado.
Su boca, su cuerpo, su calor, su sabor. Todo. Todo sigue presente en mi cuerpo, mente y alma. Sus labios contra los míos, sus manos en mis brazos, su cuerpo tibio junto al mío. Todo es tan vivo, tan crudo, tan visceral, tan intenso.
Y, mientras trato de controlar mis pensamientos, no puedo dejar de pensar en ella. Quizás me había precipitado demasiado al besarla, pero ya no lo aguantaba más. Estaba tan abrumado con su presencia, sus sonrisas y sus ojos soñadores. Ver la felicidad en su mirada cuando escogimos el terreno, la satisfacción al verla comer su hamburguesa. Sus mejillas sonrojadas, su sonrisa, el sonido de su risa, su mirada brillante cuando le decía cosas subidas de tono.
Pasaron tantas cosas en un sola tarde que me fue imposible contenerme más. Fue demasiado difícil, duro. Sin duda alguna, mi tarea autoimpuesta de ignorar lo que siento por ella, se está yendo al traste con cada segundo que paso a su alrededor.
Adelinne: Lamento mi reacción de hoy, me tomaste por sorpresa. No estoy enfadada contigo, quiero que sepas eso, antes que nada. Solo estoy confundida y necesito aclarar mis ideas.
Adelinne: Ya estoy en casa, por cierto. No tienes que preocuparte.
Repaso sus mensajes de anoche en mi teléfono, no supe que otra decirle a eso más que un buenas noches y lo siento mucho. Quería decirle muchas cosas más, pero sabía que confusión no la dejaría creer en ninguna de mis palabras. Por eso me prometí a mí mismo que me comportaría, trataría de mantener mis sentimientos e impulsos a raya, por ella.
Por eso ahora, mientras la esperaba a ella y a Brad para hablar de su comunicado de prensa, me dije que debía hacer todo lo posible por no romper mi promesa.
Dos toques en la puerta me obligan a bloquear el teléfono inmediatamente, carraspeo y me acomodo en la silla.
—Adelante.
La puerta se abre y Brad entra con cara de poco amigos.
—Detesto el tráfico de Los Ángeles —resopla y sin pedir permiso, se apropia de una de las sillas al otro lado del escritorio—. La gente de aquí es muy exasperada, sobre todo cuando va sobre ruedas.
—Brad, eres de aquí.
Mi recordatorio parece irritarlo más.
—Escucha, tengo resaca, no dormí más que cinco horas y mis malditos vecinos decidieron colocar las canciones de Elvis Presley para desayunar —sisea—. Estoy aquí por ti y por Adelinne, así que no me fastidies.
—De acuerdo —levanto las manos y miro la puerta, que está abierta gracias a Anthony—. ¿Y Adelinne?
—Ya viene subiendo —dice—. La haré pasar cuando llegue.
—Bien —la puerta se cierra.
Un extraño sentimiento de expectación me recorre el cuerpo y siento que vuelvo a tener dieciséis años y me gustaba una compañera de clase. Es confuso, pero no del todo desagradable. Sin embargo, cuando la puerta se vuelve a abrir —dos minutos después—, siento que todo lo que pasará a continuación será de todo, menos agradable.
—Buenos días —sonríe de manera amable, tímida, y noto como trata de evitar a toda costa el contacto visual conmigo—. Lamento la tardanza, L.A. es una locura a estas horas.
—Ni que lo digas —bufa Brad, apoyando un codo en el apoyabrazos y se tapa los ojos con la mano—. El sol tampoco ayuda.
—Tienes razón —ella se ríe y algo dentro de mí se aprieta al verla relajada junto a él.
Mis ojos barren su cuerpo de arriba abajo, desde sus zapatos blancos bajos, su vestido largo hasta las rodillas y con mangas abultadas, de color negro con estampado de flores blancas, su coleta alta y su rostro libre de maquillaje. Incluso mientras trato de ocultar mi ansiedad, no puedo evitar llenar mi campo se visión con ella.
Me aclaré la garganta y señalé la silla vacía junto a Brad.
—Toma asiento, por favor.
—Gracias —su voz fue un murmullo ahogado, casi sin aliento.
Cuando se sentó y se acomodó en la silla, sus ojos por fin dieron con los míos. Su mirada se amplió y en sus mejillas aparecieron dos manchas rojas. Mi corazón retumbó con fuerza ante esa visión, aún más cuando empezó a mordisquearse el labio inferior. Y, me pregunté si a ella le pasaba lo mismo que a mí.
¿Se pasó toda la noche pensando en el beso catastrófico que nos dimos anoche? ¿La sensación de nuestros labios juntos le hacia ecos en el alma como a mí? Porque, debo admitirlo, ningún beso me había removido el piso como el que compartimos ayer.
—¿De qué quieres que se trate el comunicado de prensa, Adelinne? —la voz de Brad me saca de mis pensamientos y sobresalta a la rubia, que seguía mirándome. Brad no pareció darse cuenta de nada, ya que estaba frotándose los ojos con el puño—. Dijiste que habías terminado tu contrato comercial con tu anterior jefe de galería, tu abogado y tu represente.
Adelinne carraspea, se frotó la mejilla y lo miró de reojo.
—Lo hice, de hecho —asiente—. En todos mis contratos se ha estipulado que, una vez que no necesite de los servicios de alguien, puedo prescindir de ellos. Eso sí, pagando las regalías y todo los que no se pagó mientras el contrato estuvo vigente.
—Eso es bueno —asiente Brad—. Bien, entonces, quieres que de un comunicado de prensa para que sepan que no trabajas más para Nueva York, ¿es así?
—Lo es —ella suspiró, bajó la mirada a sus manos y jugó con el delgado anillo de oro en su dedo medio—. En realidad, lo que necesito es que la prensa me deje en paz mientras trabajo aquí. Entiendo que necesitamos publicidad, pero detesto que hablen y hagan suposiciones que no son ciertas —dejó caer los hombros con pesadumbre—. Quiero que todos sepan que ya no tengo nada que ver con Nueva York.
En su expresión pude ver cansancio, fatiga y exasperación. Mi lado protector salió a flote ante esa mirada. Quería levantarme, rodear el escritorio y abrazarla, quitarle todo el peso de los hombros. Pero no podía hacer eso. No puedo.
—Muy bien, Adelinne —Brad asiente a todo lo que ella dice—. No te preocupes, me encargaré de redactar un comunicado, se los enviaré a los dos —nos mira a ambos— y una vez que me den el visto bueno, podrás publicarlo en tus redes sociales. Sobre todo, en Instagram, sé que tienes más seguidores ahí.
—Así es.
—Bien —Brad entrelaza los dedos en su regazo y asiente—. En el artículo que me envió Arturo ayer, también leí sobre un tal Daniel York, ¿me hablas de él?
Adelinne se puso rígida en su lugar y yo también. ¿Quién mierda era ese tipo? ¿Por qué la prensa seguía comentando de ellos dos en los medios?
—Es mi ex —la rubia hace una mueca—. Terminé con él antes de venir aquí —sentí que todo mi cuerpo se relajó al instante, pero no del todo, seguía expectante—. Nuestra relación no era muy pública, pero los medios de comunicación sabían perfectamente que salíamos —cerró los ojos y se frotó un costado de la cabeza, sacándose un mechón de pelo sin querer—. No quiero tocar ese tema, no quiero hablar de nada al respecto. La gente, con el tiempo, se dará cuenta de lo que pasa.
—Bien —Brad me miró y subió los hombros—. Entonces, en el comunicado dejaré claro que estás trabajando para un futuro proyecto aquí en Los Ángeles, diremos que rompiste toda relación con Nueva York y que ya no se hablará más del tema. Con suerte, los medios no sacarán más artículos de ahí, pero no tentemos la suerte. Tranquila, esto calmará la marea —dice y se pone de pie—. Bueno, chicos, lamento dejarlos, pero en serio necesito un Advil⁵, un café amargo y dormir tres horas seguidas.
—Muchísimas gracias, Brad —le dice Adelinne con una sonrisa—. Lamento mucho haber hecho que vinieras un sábado, pero agradezco todo lo que haces.
—No es nada, es mi trabajo —Brad se inclina y extiende su mano hacia mí—. Nos vemos, amigo.
—Hasta pronto —lo veo salir de mi oficina luego de despedirse una vez más de Adelinne.
El silencio cae denso entre nosotros, el elefante en medio de la habitación se hace tan difícil de ignorar que, cuando sus ojos encuentran los míos, mi corazón retumba con fuerza en mi pecho. Lo único que puedo pensar es en su boca dulce contra la mía, en como su cuerpo se sintió cálido junto al mío. Cómo lo había previsto, acercarse a Adelinne Lewis es una especie de experiencia sobrenatural.
Adelinne me mira sin decir nada, solo se muerde el labio inferior y juega con sus dedos. Si soy honesto, yo tampoco sé cómo empezar. Y, bueno, por primera vez en mi vida —una novedad demasiado obvia desde que la conocí—, no sé qué mierdas decir. Tampoco quiero arruinarlo, y, bueno, algo me dice que ya metí la pata ayer, no quiero cagarla aún más.
—Yo... —ella es la primera en romper el duro silencio. Carraspea y me mira con una mueca—. No sé qué decir.
Se echó a reír, fue una risa histeria más que de diversión. Sonreí, sea como sea, su sonrisa era hermosa.
—Yo tampoco sé que decir, si te sirve de algo —admito.
—La verdad es que no sirve de nada, porque alguno de los dos tiene que hablar para poder solucionar... —carraspea otra vez, abriendo un poco más los ojos, pero mirando el escritorio—... las cosas.
Ella tiene un punto. De hecho, tiene un excelente punto. El problema, obviamente, es que igual no sé qué carajos hacer para solucionar las cosas.
Inhalo profundo, entrelazo mis dedos sobre el escritorio y la miro a los ojos.
—Lamento lo que pasó ayer —musito despacio.
—Yo también lo siento —dice en voz baja, mirándome con los ojos entornados.
Dios, esa mirada no ayuda en nada.
—No debí besarte ayer.
—Yo tampoco debí devolverte el beso —baja la cabeza y se mira las manos, pero su coleta me permite ver el sonrojo en sus mejillas—. Creo que ambos tenemos la culpa, ¿qué opinas?
—Supongo que sí —asiento con una media sonrisa.
Ella también sonríe, pero algo en ese gesto me dice que, lo que dirá a continuación, no me va a gustar mucho.
—Escucha, Arturo, yo... —se lleva las manos a la cara y suelta una especie de sollozo quejumbroso antes de mirarme otra vez y reír—. Dios, que vergüenza —se pasa las manos por las mejillas rojas y después suspira—. Arturo, lo siento mucho. De verdad.
—No tienes que disculparte, Adelinne —le aseguro, negando brevemente—. Fue un impulso que no pude reprimir. En todo caso, debería ser yo quien se disculpe. Así que lo siento.
Ella se ríe, sacude la cabeza y me mira con una ternura infinita que está haciendo que seguir reprimiendo mis impulsos sea imposible.
—No vamos a llegar a ninguna parte con esto, ¿verdad? —suspira y sube los hombros—. Mira, Arturo, me la pasé toda la noche pensando en como iba a mirarte a los ojos hoy, créeme, aún no sé cómo no me estoy retorciendo de vergüenza —musita, juntando sus manos—. La cosa es que, no quiero que esto —nos señala a los dos—, se ponga incómodo. Lo cierto es que, bueno, me gusta todo lo que hemos estado haciendo juntos en cuestiones de trabajo —inhala profundamente y su rostro se pone aún más rojo—. Y, bueno, la verdad es que me agradas y no quiero arruinarlo haciendo cosas poco... profesionales.
Lo supe desde que la vi entrar, por su nerviosismo y su inquietud. Supe de inmediato que no me gustaría lo que diría. Es imposible negar que estoy molesto, sin embrago, no puedo hacer nada para evitar que ella se sienta así. O que opine igual que yo, si vamos al caso.
—Vale, de acuerdo —asiento, frunzo el ceño, pero opto por mi tono neutral para no parecer un imbécil.
—Me alegra que lo entiendas, de verdad —emboza una diminuta sonrisa—. Estas últimas semanas has sido un apoyo increíble y la verdad es que aprecio mucho todo lo que has hecho por mí —baja la cabeza una vez más y sus hombros se hunden—. Quizás no sea el tema, pero acabo de salir de una relación bastante larga y complicada al mismo tiempo, y mi cabeza está hecha un lío y mi corazón está roto, creo que ya te lo había dicho —dice—. Ya he perdido a mucha gente, y no quiero perderte a ti también solo porque no puedo controlarme.
Mi cerebro hace una pausa súbita en ese momento. «No quiero perderte a ti también solo porque no puedo controlarme». Hay dos partes en esa oración que me dejan pensando cosas que no debo. A: no quiere perderme y B: no puede controlarse. Por esas dos afirmaciones debo poner en suposición dos cosas. A: le pasa lo mismo que a mí, dado que yo tampoco querría perderla y B: siente lo mismo que yo, porque tampoco puedo controlarme.
Estoy entre la espada y la pared. Molesto y satisfecho.
Maldita sea.
—Ahora mismo no sé cómo actuar alrededor de los hombres —continúa, sacándome de mis pensamientos. Me está mirando a los ojos y en su expresión solo puedo ver la confusión y el miedo—. Y, creo que ya sabes lo que le causas a las mujeres.
Trato de no sonreír, pero sé que estoy fallando.
—Es solo una cara bonita —admito.
Me he metido en muchos problemas por eso, pero mi madre siempre dijo que sería un rompecorazones. Agradezco que se haya equivocado en muchos aspectos, porque no voy por ahí rechazando mujeres como si fuera un deporte. No obstante, a veces, son ellas las que no me dejan otra opción.
—No, Arturo —Adelinne niega con una sonrisa—. Sabes perfectamente que no solo se trata de tu apariencia —suspira—. Sin embrago, no estoy lista para nada más y ciertamente, no quiero poner en peligro lo que tenemos y no hablo solamente del trabajo.
Sí, eso es real. Con esta mujer todo es tan fácil como respirar, y sé que todo va más allá de un simple negocio. Y, que me esté cerrando una puerta que ni siquiera sabía que yo quería tener abierta, me molesta, pero la entiendo. Y mierda, odio entenderla, pero debo al menos darle importancia a su petición.
—Lo entiendo, Adelinne —asiento, tratando de no parecer un idiota. Mis emociones no deberían interponerse entre nosotros, sin embrago, lo hacen. Más aún porque las suyas también están sobre la mesa—. Comprendo la situación en la que te encuentras y yo tampoco quiero poner en riesgo lo que tenemos. La verdad es que hemos llegado muy lejos y no solo en el negocio, y ciertamente, no quiero arruinar las cosas por darle importancia a un estúpido beso que no debió ocurrir.
La cara de Adelinne se transforma en un segundo y su ceño se frunce, entreabre los labios y respira, como si estuviera recordando la noche de ayer. ¿Estoy poniéndome en el papel de la víctima? Sí, pero quiero ver cómo lo lleva. No quiero hacerla sentir mal, pero lo que sentí por ella anoche, no lo había sentido por nadie antes. Y sé que ella también siente algo, o al menos, la cuarta parte de eso.
—Fue un error —confieso, aunque en parte es mentira, jamás sería un error nada lo que tenga que ver con ella—. Y, con toda honestidad, te aseguro que jamás volverá a ocurrir.
—Un error —susurra y por un segundo y debido a su expresión consternada, parece dolida. Después de un instante, sacude la cabeza y niega. Emboza lo que estoy seguro es una sonrisa falsa y asiente—. Cierto, sí, fue un error. Es mejor que no vuelva a ocurrir, ¿verdad? —se ríe—. Arturo, en serio, gracias. Lamento que hayamos estado en una situación incómoda, de verdad —sonríe y se pone de pie torpemente—. ¡No, no te levantes! Yo ya me voy, sé que debes estar ocupado —vuelve a reírse y estoy seguro de que está aún más nerviosa ahora que cuando llegó—. Espero que nuestra relación siga igual que antes y si, te parece bien, podamos ser amigos. ¿Qué te parece?
«Amigos». No es una palabra que usaría para describirla, pero supongo que eso es mejor que nada. Así que asiento, dándole la respuesta que necesita por ahora.
—Me parece bien —acepto—. Amigos.
—Amigos, sí —sonríe y un hoyuelo se le marca en la mejilla. Se balancea sobre sus talones y se muerde los labios—. Entonces, te dejo trabajar. Gracias por llamar a Brad y por todo lo demás —sacude su mano en mi dirección y casi corre hacia la puerta—. Adiós.
—Adiós —para cuando las palabras salen de mi boca, la puerta de la oficina ya se ha cerrado.
Y yo me quedo ahí, estático y sorprendido. Primero; porque no estoy muy seguro de que esta conversación haya sido muy provechosa. Segundo; porque Adelinne parece tener serios problemas para calmar sus nervios. Tercero; porque no puedo creer que, al ser la primera vez que estoy profundamente cautivado por una mujer, tenga que gustarme la que está más loca de todas.
⁵) Advil: es un medicamento que se usa para reducir la fiebre y el dolor.
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Les deseo salud, amor, prosperidad, valentía y muchos sueños cumplidos para este nuevo año. Los amo. ❤️
🎉Feliz navidad y prospero año nuevo 2024
Atte: La Osa Mayor. ✨🐼
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