Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

10. Necesitamos hablar.

«Toma decisiones desde el corazón y usa tu cabeza para hacer que funcionen».

Sir Girad.

Marzo, 2020

📍Los Ángeles, CA, Estados Unidos.

No pude dormir mucho, mis pensamientos eran un remolino de ideas locas, malos recuerdos y heridas sangrantes. Caí rendida cerca de las dos de la madrugada y de ahí desperté tres veces más sin poder dejar de pensar. Me desperté a las seis otra vez, luego de dormir una hora y media máximo, y no pude volver a cerrar los ojos.

Me levanté de la cama con el teléfono en la mano, me puse mi bata felpuda sobre mi pijama de flores, mis pantuflas de unicornio y salí de la habitación. Fui directamente a la cocina, saqué un vaso de la alacena, una jarra de jugo de uva y me fui a «El santuario de Addy». Todo estaba desordenado y revuelto, pero me las arreglé para poner un caballete, un lienzo en blanco y una mesa para las pinturas, los pinceles y el jugo. Me serví un vaso generoso, el cual bebí de un solo sorbo.

Después miré el lienzo, una nueva oportunidad para crear una obra de arte. ¿Qué podría pintar? ¿Un paisaje? ¿Una persona? ¿Qué?

Tomé un pincel y lo manché con pintura negra, empecé pintando el fondo. Negro, blanco. Oh, un poco de gris. Quizás un azul oscuro y de ahí subir hasta el azul más claro. Como el cielo, sí. Con el pincel más delgado tracé una línea, una línea que se alargó, se cruzó y dio giros inesperados sobre el lienzo. No tuve que pensar, solo sentí. Dejé que la pintura, la sensación de las cerdas suaves arrastrándose sobre el lienzo y el peso del pincel en mi mano le dieran a mi alma la tranquilidad que tanto necesitaba. Sentí que un peso se iba de mis hombros, que la tristeza mermaba dentro de mí corazón.

Cuando pude levantar la cabeza del lienzo los rayos del sol se filtraron por las cortinas azules, en mi teléfono marcaron las ocho de la mañana y la jarra de jugo de uva se ha vaciado por completo, solo queda un poco en el vaso.

Dos horas necesité para hacer un nuevo cuadro. Una nueva obra. En dos horas, plasmé un fragmento de mi alma.

—¿Cuánto llevas aquí? —la voz de mi padre me hizo saltar en el banquillo.

Me llevé una mano al pecho, con pincel manchado de rojo y todo. Me reí y miré por encima de mi hombro. Está detrás de mí, vestido con su traje negro listo para el trabajo.

—Dios, papá, casi me matas del susto.

Se ríe, arrastrando otro banquillo y sentándose a mi lado.

—Lo siento —se cruza de brazos y me mira—. ¿Cuánto tiempo llevas aquí?

—Dos horas, creo —suspiro y dejo el pincel en la mesa, agarro el vaso de jugo y bebo lo que queda—. Necesitaba pensar, despejarme... Por eso vine aquí.

—Eso supuse cuando vi las luces encendidas —señala la puerta—. ¿Qué necesitas pensar?

Dios, que preguntita. La más difícil de todas.

—¿En qué? Puff, no lo sé —me río y bajo la mirada al vaso entre mis dedos—. En nada. En todo. En la vida. En el amor. Las decisiones que tomé, las que necesito tomar. Son tantas cosas.

—Dime una —levanta un dedo—. Algo que quieras sacar.

¿Debería decírselo? Después de todo, papá y yo habíamos arreglado nuestros problemas. Él dijo que estaba orgulloso de mí, que quería y apreciaba mi arte. Esas palabras que tanto quería escuchar, y que por fin dijo, es lo más importante que tengo.

—Me hicieron una propuesta de trabajo —musito, mirándolo de reojo.

—Ajá —asiente—. ¿No te gusta esa propuesta?

—No, me gusta. Me gusta —me apresuro a decir, sorprendiéndome a mí misma—. Me gusta más de lo que crees.

—¿Y qué te impide aceptarlo?

Dios...

—¿Empezando con que aún tengo el temor de pasar por lo mismo de antes? —lleno de aire mis pulmones—. No lo sé. Creo que solo tengo miedo.

—Bueno, amor, si soy honesto —empieza—, creo que aferrarse al pasado es lo más dañino de todo. Te entiendo, de verdad. Pasaste cuatro años trabajando para personas que solo querían hacer dinero.

—Pero ellos también me pusieron donde estoy hoy.

—Sí, pero ¿eras feliz? —me mira.

Eso. ¿Era feliz? No creo que tenga una respuesta certera para eso. De hecho, viéndolo en retrospectiva, no pienso que haya sido plenamente feliz.

—Mira, entiendo que eres una persona agradecida, que aprecias los buenos momentos que pasaste en Nueva York con tu anterior equipo —dice—. Pero, también sé, que el dinero no es lo que te hace feliz —eso es cierto, tengo más dinero del que alguna vez podría hacer uso y eso no es lo que me hace sentir plena—. Te hace feliz pintar, te hace feliz tocar el corazón de las personas, te hace feliz transmitir. Y, créeme, cariño, eso vale más que un montón de papel verde.

Miro el cuadro frente a mí. Es minimalista y la técnica alrededor es claroscuro. Casi todos mis cuadros son así, porque me encanta como el minimalismo resume todo lo que siento a algo pequeño, simple, esencial. Y el es mi vida. Porque los matices oscuros y luminosos son los que hacen que todo resalte, que todo luzca más hermoso.

—Arturo King me ofreció un negocio —digo sin callarme nada. Si necesito el consejo de alguien, es el de mi padre—. Quiere invertir en la rama artística. Quiere abrir una galería, quiere buscar nuevos artistas, quiere darles la oportunidad a otras personas de surgir y a muchas otras de volver a la cima. Quiere que el mundo aprecie el trabajo de todos, que los admire y los respete por eso —lo miro y veo el asombro perplejo en su mirada—. Quiere hacer eso, pero para poder llevarlo a cabo necesita a una persona que forme parte del medio, que sepa exactamente lo que se necesita para hacer esa tarea. Él quiere que sea yo quien se encargue de todo. Quiere que busque el lugar, que reclute a nuevos talentos, que los ayude a crecer en redes sociales y que les muestre el mundo. Quiere evitar que pasen por lo que yo pasé.

La mirada de papá está atorada en la mía. Veo la sorpresa y la incertidumbre pintadas en su cara.

—Vaya —suspira y frunce el ceño—. ¿Cuándo te propuso eso?

—El lunes hablé con él en la empresa, me dijo que quería hablar de negocios conmigo y ayer salimos a cenar —digo, me estiro para dejar el vaso en la mesa—. No quería decirte nada hasta saber de qué iba todo y así poder hacerme una idea. Y, bueno, él es uno de tus mayores inversionistas ahora mismo, no quería causar problemas —hago una mueca—. ¿Hice mal en ir a hablar con él?

Parpadea varias veces, sin embargo, se recompone con rapidez de su estado estupefacto.

—No, cariño, claro que no —niega y se ríe—. Entiendo que tenías curiosidad. Además, eres una adulta responsable, puedes reunirte con quién quieras, no tengo problema con ello. Y, bueno, aprecio que me hayas contado —pone su mano sobre la mía y aprieta con suavidad—. ¿Entonces? ¿Te agrada la idea?

—Sí, la verdad es que sí —asiento.

—Pero tienes miedo —afirma.

Me rio y me froto la sien con los dedos.

—¿Es tan obvio?

—Sí, cielo —me sonríe—. Está bien tener miedo, eso nos hace humanos y también nos pone límites. El miedo es bueno, siempre que sepamos controlarlo —baja la cabeza para que nuestros ojos estén a la misma altura—. Ahora, sé exactamente como es mi pequeña Addy. Esa chiquilla ansiosa por saber más, por aprender cosas nuevas y, por, sobre todo, por ayudar a los demás —me da un toquecito en la nariz con la punta de su dedo—. Y sé que ahora mismo esa pequeña Addy está entrando en el corazón de la gran Adelinne Lewis y está haciendo de las suyas allá adentro —señala mi pecho y me sonríe—. Voy a darte un consejo, no de empresario o artista, sino de padre a hija —se pone recto y levanta la barbilla—. Cuando tomes decisiones, deja que tu mente haga los planes y que sea tu corazón quien tome el camino final.

—¿Eso te ha servido? —musito.

—He recuperado a mi pequeña, ¿no es así? —me acarició la mejilla—. Así que sí, me ha servido muchísimo.

Sus ojos azules me miran con cariño y ternura. Mi corazón se acelera de amor por él y una sonrisa pinta mis labios.

—Gracias, pa —susurro.

—Cuando quieras, cielo —se inclina y posa un beso en mi frente—. Eres la mujer más inteligente, centrada y humilde que conozco, Adelinne, sea la decisión que tomes, será la mejor. Y estaré ahí para apoyarte, lo prometo.

Mis labios forman un mohín incluso cuando intento reprimirlo y me lanzo sobre él para rodearlo con mis brazos. Me devuelve el abrazo sin dudarlo, riéndose al oírme lloriquear como una niña pequeña.

—Pase lo que pase, estoy orgulloso de ti, Addy —me besa el pelo y se aleja—. Ahora debo ir a trabajar.

—De acuerdo —me seco las mejillas y lo veo ponerse de pie—. Te amo.

—Y yo a ti.

Con una última sonrisa, se va, dejándome sola con mis pensamientos otra vez. Y, sin dudarlo, dejo que su consejo se ponga en práctica de inmediato.

Mi cerebro máquina mil cosas en cuestión de segundos, mi corazón late en una sola dirección y la decisión se visualiza ante mis ojos mientras observo mi cuadro.

Dos palabras han estado rondando mi cabeza sin descanso desde ayer: impulso y apoyo. Y eso está plasmado en mi nueva pintura. Dos manos; masculino y femenino. La esencia de la vida. La mano masculina intentando sacar a flote la mano femenina, dándole impulso y apoyo, buscando reafirmarla y darle cimientos. Dos manos rodeadas de toda la paleta de azules, resaltando la silueta blanca.

Eso es lo que quiero, eso es lo que necesito ahora mismo. Necesito apoyo para poder levantarme otra vez y un poco de impulso para volver a subir.

Sin pensarlo mucho más agarro mi teléfono y busco el número que agendé ayer por la noche.

Arturo King.

Presiono la tecla verde y llevo el teléfono a mi oreja. Suena dos veces y atiende al tercer timbre. Incluso para las llamadas es meticuloso.

—King —responde con rotundidad, sin ningún indicio de educación en su voz.

Profesional y frío. Mi cuerpo da una sacudida súbita por eso.

—¿Arturo? Soy Adelinne —aprieto los dedos alrededor del aparato en mi oreja.

—Señorita Lewis —saluda, ahora neutralizando el tono de su voz—. No esperaba tu llamada tan rápido. ¿Qué tal va todo?

—Bien, todo va... bien —carraspeo—. ¿Y tú? ¿Cómo estás?

—Mejor ahora que me llamas —cierro los ojos y me muerdo el puño, intentando no jadear—. ¿En qué puedo ayudarte?

—Tengo una respuesta —susurro.

Hay un breve silencio y luego siento un chirrido al otro lado de la línea, como el cuero cuando se hunde.

—Te escucho —dice sin reparos.

—Ya tomé una decisión —digo con voz firme—, pero antes, necesitamos hablar.

Addy está decidida.

¿Opiniones?

REGALO DE NAVIDAD: ¡Doble actualización!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro