Capítulo 6
Anne estaba de vuelta. Era hora de hacerle frente. La vio alejarse por el jardín y no dudó ni un segundo en ir tras ella.
—Anne, por favor, espera —llamó Lucien alcanzándola.
Ella decidió ignorarlo y apresuró el paso. Pero él fue más rápido y la sujetó por el brazo haciéndola girar.
— ¿Por qué huyes de mí?
—Suéltame, no puedo estar aquí contigo. Vete, por favor —pidió con voz temblorosa.
—Tenemos que hablar. Lo que sucedió...
—No pasó nada —gritó soltándose de su agarre y girándose para que no viera sus lágrimas.
— ¿Por qué reaccionas así? ¿Qué te sucede?
—Voy a casarme con el Marqués de Ávalos.
—Sí, me quedó claro en la carta que me enviaste —respondió Lucien molesto.
— ¿Qué carta? Jamás te he escrito una carta —se giró limpiando sus lágrimas con el dorso de la mano.
—Claro que sí. Puedo enseñártela, aún la conservo.
—Mira, no sé de qué hablas, pero te juro que nunca te he escrito. Debo irme, el Marqués debe estar buscándome —intentó alejarse nuevamente, pero él la detuvo rodeando su cintura con sus brazos y pegándola a su cuerpo.
—No puedes casarte con él, Anne. Yo... —hizo una pausa para encontrar las palabras adecuadas cuando ella lo interrumpió.
—No quiero que te sientas obligado a nada. Por favor, déjame ir —pidió con la voz ahogada por las lágrimas.
Él la hizo girar en sus brazos y le limpió el rostro empapado de lágrimas. Le sujetó la barbilla para que lo mirara.
—No me siento obligado a nada. No puedo dejar que te cases con el Marqués porque desde que te conocí no he dejado de pensar en ti. Te quiero, Anne, te quiero a mi lado. No puedo soportar la idea de que otro hombre te toque. Esa noche tuve que ahogar mi rabia en alcohol al ver al Marqués a tu lado. Y luego, cuando te encontré más tarde, estaba bajo los efectos del alcohol y no te traté con el respeto que te merecías. Por favor, perdóname. Sé que no debí hacerlo, pero tenerte tan cerca de mí me hizo perder la razón.
—Lucien... Yo no sabía que tú sentías algo por mí.
—Te quiero, Anne. No sabes cuánto he sufrido estos meses alejado de ti. Tu madre no me quería cerca y no tenía idea de dónde buscarte —le dijo acariciando su rostro.
—Lucien... Lo siento mucho. Tenía miedo, por eso me alejé.
—Prométeme que no te irás nunca más. Que pase lo que pase, hablarás primero conmigo.
—Te lo prometo, Lucien.
Con esa promesa se fundieron en un beso apasionado que les duró muy poco porque alguien muy cerca de ellos los observaba.
—Al fin... Pensé que moriría de vejez —dijo el Conde Oberisel saliendo de las sombras, asustando a la joven pareja.
— ¡Papá! Yo... Puedo explicarlo... —dijo Anne Marie asustada.
—Señor, quiero que sepa que amo a su hija —aclaró Lucien poniéndose delante de Anne para protegerla.
—Lo sé, joven. La verdad es que se había tardado demasiado en admitirlo —respondió el Conde Oberisel con una amplia sonrisa.
—Espera, ¿qué dices, papá? ¿Tú lo sabías?
—La verdad, no todos los detalles que acabo de escuchar —dijo Marcos dándole una dura mirada al Duque.
—Le ruego perdonar mi comportamiento —pidió Lucien avergonzado.
—Bueno... Me lo tenía merecido por chismoso.
—Papá, te juro que no buscamos... —miró a Lucien y él asintió—, no era nuestra intención que esto sucediera así.
—Lo sé, niña. El día que se conocieron lo supe de inmediato, pero es que a ustedes los jóvenes les gustan complicarse.
—Señor, quiero que sepa que estoy dispuesto a casarme con su hija.
—Estaré esperando esa propuesta de manera formal lo más pronto posible —dijo el Conde Oberisel, y Lucien asintió en respuesta.
—Pero papá, ¿qué dirán mamá y el Marqués? Debo explicarles —dijo Anne de forma apresurada.
—No te preocupes, niña, de ellos me encargo yo.
Anne miró a Lucien, quien le dedicó una amplia sonrisa. Ella lo abrazó feliz y él le dio un dulce beso en la frente.
—Bueno, lo estaré esperando mañana —mencionó el Conde Oberisel mirando a Lucien.
—Cuente con ello, señor —respondió Lucien estrechando la mano del Conde para despedirse.
—Ahora vamos dentro, niña, antes de que me congele aquí fuera —respondió el Conde Oberisel encaminándose de vuelta al salón.
—Papá, gracias por ser tan comprensivo.
—Yo también fui joven, mi amor —le sonrió y se apoyó en su brazo para caminar junto a ella.
Al entrar de nuevo al salón, el Conde le pidió al Marqués que se reunieran a primera hora del día siguiente. Pero este se disculpó, diciendo que no podía cumplirle debido a que tenía que viajar de nuevo. Entonces buscaron un lugar tranquilo para hablar.
—No me gustan los rodeos, así que iré al grano —dijo el Conde con seriedad.
—Usted dirá, señor.
—Quiero cancelar el compromiso que tienes con mi hija. Estoy dispuesto a pagar por mi falta, ya que le había dado mi palabra.
—Señor, yo amo a su hija.
—No lo suficiente, y sé que ella tampoco te ama a ti. Por esa misma razón, debes entender que esta relación solo los hará infelices a ambos. No quiero que mi hija viva sola en una casa vacía mientras tú viajas haciendo tu trabajo.
El joven se sentó un momento, asimilando las palabras del Conde.
—Lamento mucho esto, señor. Me gustaría hablar con Anne Marie, quiero explicarle las cosas.
—Eso no será necesario, joven. Ella está de acuerdo conmigo. Te pido que aceptes esta decisión de la mejor manera posible.
— ¿Puedo despedirme de ella?
—Por supuesto, te acompaño.
Ambos salieron del pequeño salón donde se habían reunido y se encontraron con Erick, su esposa y Anne Marie.
—Quiero que sepas que lamento mucho que nuestra relación se haya terminado —le dijo Aurelio a Anne Marie, tomando su mano—, deseo que encuentres el amor que necesitas y que seas muy feliz.
—Gracias, Aurelio. Espero que tú también puedas encontrar a esa mujer que siga tus pasos a donde sea que vayas. Cuídate mucho —le sonrió con tristeza y le dio un pequeño abrazo antes de que se marchara.
—Buenas noches —se despidió de los presentes con un asentimiento de cabeza y se retiró.
— ¿Pero qué significa esto? ¿Qué ha sucedido aquí? —exigió Analí sin comprender lo que acababa de presenciar.
—Ha sido una larga noche. Vamos a casa, mujer. En el camino te explico —respondió el Conde abrazando a su esposa, rumbo a la salida, seguidos de Erick y una sonriente y feliz Anne Marie.
Lucien y Anne Marie decidieron casarse de inmediato en una pequeña ceremonia íntima. Sin embargo, su madre, Analí, se había mostrado reacia a aceptarlo. Anne era su única hija y quería una boda por todo lo alto y no deseaba que se hablara de ellos. Temía que la prisa por la boda pudiera ser malinterpretada como una señal de un embarazo no deseado.
A pesar de sus preocupaciones, tanto Lucien como Anne Marie estaban decididos a casarse sin más demoras. Lo único que deseaban era estar juntos y sellar su amor en matrimonio. Fue entonces cuando el padre de Anne Marie tuvo que intervenir para convencer a su esposa.
Finalmente, Analí cedió y la boda se llevó a cabo sin problemas. Ahora, Lucien y Anne Marie se encontraban disfrutando su vida juntos en la casa de invierno, felices de haber tomado la decisión de casarse y estar juntos para siempre.
— ¿Eres feliz, Anne Marie? —preguntó Lucien, abrazándola mientras acariciaba su cuerpo desnudo.
—Sí, soy muy feliz, Lucien. Nunca hubiera imaginado que podría sentirme así antes de conocerte —respondió ella con una sonrisa.
—Me alegra oír eso, mi amor. ¿Y eres feliz conmigo?
—Por supuesto que sí, Lucien.
—Te amo tal y como eres, y eso es suficiente para mí.
—Eres un hombre muy dulce, Lucien —dijo Anne Marie, besando su cuello con ternura.
—Mmm, eso es muy tentador. Pero creo que prefiero algo más que un simple beso —dijo Lucien con una mirada traviesa.
— ¿Ah, sí? ¿Qué tienes en mente, mi lord? —preguntó Anne Marie, divertida.
—Te lo mostraré en privado, mi querida Anne —respondió Lucien, mientras la besaba apasionadamente.
—Oh, Lucien. Te amo mucho más de lo que puedas imaginar —dijo Anne Marie, correspondiendo a su beso con la misma pasión.
FIN.
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