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Día 3: Época de apareamiento (Superbat)

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Advertencias: Charla sucia, +18, peshos de masho, pregnancy kink, anudamiento. 

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3. Primavera en Gotham / Época de Apareamiento / Conejitos.

Clark gime contra los labios de Bruce, las manos le tiemblan mientras decide si apoyarlas en el pecho del alfa, los hombros o dejarlas a cada lado de su cabeza manteniéndose apoyado entre una mal posicionada mesilla y la pared. Se decanta por lo último, para no ser un estorbo mientras el hombre, mucho más seguro que él, desliza los callosos dedos por los costados de su cuerpo buscando el final de su camisa para poder colarse entre la piel y la tela de algodón. Logra su cometido, Clark no cree poder resistir más de eso sin venirse en sus propios pantalones en un orgasmo patético; de hecho, ya esta todo mojado. Puede sentir algo húmedo brotar de su cuerpo sin vergüenza alguna, como si estuviese en pleno celo, solo que, la última vez que recordaba haberse hecho un chequeo, no tenía género asignado. Al menos, nada nunca en la nave de sus padres le había avisado que podría tener un segundo género.

Sus pensamientos se ven interrumpidos por una de las expertas manos del alfa que sube por su estómago hasta su pecho, rodeándolo, apretándolo y pellizcando la punta del pezón. La otra, por su parte, increíblemente bien coordinada, apretaba su muslo, se deslizaba hacia arriba a través de este y terminaba en su trasero haciendo lo mismo que con su pecho. Clark da una bocanada en busca de aliento, solo para llenar su sistema del olor espeso del alfa, olor que nunca antes había sentido ni con sus sentidos superdesarrollados, pero que ahora se ha colado en su sitema y amenaza con volverlo loco.

—B-Bru...

Formar palabras se le hace una tarea imposible, más cuando los dedos del alfa, abandonando las caricias en su cuerpo, se deslizan hacia las mejillas sonrojadas, aprietan y lo hacen callar. No le da tiempo de adivinar qué es lo que quieren, cuando dos dedos se están deslizando dentro de su boca, lascivos, llegando hasta el final de su lengua solo para volver a salir y meterse de nuevo, como que si su boca se hubiese convertido en una especie de agujero artificial digno de follar donde se puede hacer un ensayo de lo que está por venir.

—Mírate, Clark.

Se permite descansar un segundo sobre la mesilla, apoyado de mala manera, mientras lo intrusos dedos deciden parar y dirigirse a su entrepierna. Ve cómo al alfa no le es difícil desabrochar el botón, bajar el cierre, rozar su polla medio dura en sus pantalones y liberarla para que el frío del despacho lo haga temblar. Hay un momento en que siente que su propio aroma excitado sobrepasa el de Bruce, pero no pasa mucho antes de escuchar al alfa gruñir, olfatear su cuello y marcar con su espeso aroma de macho alfa el suyo propio diluyéndolo en el aire.

—¿Cuánto tiempo más pensabas ocultarlo?

No estaba seguro de qué se supone que es lo que ha estado ocultado. Estaba tan confundido cuando empezó a notar todo distinto en su cuerpo que no había esperado hasta encontrar a Batman en Gotham por la noche, sino que había ido directamente como Clark, el reportero, al despacho de Bruce en Wayne Enterprise.

—Yo no he... ocultado... —La mano de Bruce es algo a lo que se ha hecho adicto en tan solo unos minutos. Es cálida, suave en las caricias, pero dura también cuando quiere. Se aferra alrededor de su falo, desliza su pulgar por la punta y lo vuelve un desastre en pocos segundos. —...Nada... —Suspira. Bruce lo aprieta y Clark se echa hacia adelante queriendo que pare, pero también deseando que vuelva a hacerlo. —Yo no he ocultado nada.

Una risa burlona reverbera de lo más profundo del alfa. Clark lo ve dar un paso atrás, dejándolo con sus deseos insatisfechos y examinarlo como cuando encuentra una escena del crimen interesante. —Estás en celo, Clark. No habías dicho que eras un omega.

—Yo no soy-

No era. Hasta donde recordaba los kryptonianos no tenían un segundo género. Había pasado toda su vida pensando que no tendría nada de eso y haciéndose pasar por beta, porque era lo más parecido a no tener nada que existía en la Tierra. Sin embargo, tenía sentido: La fiebre innecesariamente alta que lo había asaltado en la noche, la desesperación por algo que necesitaba y no sabía que era, la excitación que lo había llevado a masturbarse más de lo que había practicado incluso en su adolescencia, los fluidos desconocidos brotando de su cuerpo que le hicieron creer que estaba muriendo y la tranquilidad que había sentido en cuanto sintió a Bruce, un alfa, cerca de él junto al alivio cuando este lo había tocado sin querer.

—Eres. Hueles a uno, uno en celo, de hecho.

Clark se ve obligado a gemir ante esas palabras. No quería ser un omega. Los omegas tenían reglas sociales restringidas y celos y no podían ir por ahí sin un alfa que los hubiera reclamado. Y Clark ya era tan viejo y estaba acostumbrado a vagar sin nadie que le dijera nada. Sin embargo, estaba allí, en la mesita sorprendentemente fuerte y estable del despacho de Bruce, con la polla afuera, mojado, deseando que el alfa hiciera algo más que solo mirarlo como un objeto de laboratorio.

—Haz algo —se queja. —Eres un maldito alfa, haz algo.

Debería cerrar las piernas, abrocharse el pantalón e irse con la poca dignidad que le quedaba, pero tiene que admitir que ha estado deseando esto por mucho tiempo, incluso cuando no sabía que era un omega. Sin embargo, no va a darle el gusto a Bruce de decirle cuanto tiempo ha estado fantaseando con sus manos, su cuerpo sobre el suyo o su polla partiéndolo en dos, llenándolo tanto mientras hace un nudo dentro de él que no pueda hacer otra cosa que aullar de satisfacción y gotear su semen por días después de que se lo haya follado hasta dejarlo imbécil.

—Oh, Clark, ¿te estas escuchando?

Bruce tiene una mirada perversa que le pone los pelos de punta, pero agradece que deje de lado su personalidad sádica para volver a acercarse, rodear su necesitado miembro con su mano y comenzar a bajar y subir haciéndolo temblar. Los dedos del alfa dejan su trabajo y, cuando el omega está a punto de quejarse de nuevo, se cuelan por su agujero probando la estrecha cavidad que nunca antes había sido tentada por nadie. Clark siente que su cuerpo dispara adrenalina cuando estos lo invaden, se aprietan alrededor de ellos y le permiten deslizarse de una manera obscena hasta su interior, aunque no lo satisface del todo. Abre lo ojos, porque hasta ahora se da cuenta que los había cerrado y que había echado la cabeza hacia atrás perdido en sus propias imaginaciones

—Eso no es suficiente —se queja.

Bruce le regala una sonrisa comprensiva, pero no hace más que comenzar a follarlo con los dedos y, aunque es placentero, Clark quiere más: Es un deseo que no puede explicar, como un zurullo que se le atranca en la boca del estómago y le pide que meta algo dentro una y otra vez, que lo llene, que se deshaga del vacío que desde la noche anterior siente hasta hacerlo explotar desde dentro.

—B-Bruce... deja eso. —Clark agarra la muñeca de Bruce, la saca de su interior y lo jala hacia él, rodea con sus piernas la cintura del alfa y lo pega tanto a su propio cuerpo que puede sentir la dureza a través de los pantalones de vestir.

Su mano suelta la muñeca ajena, pero se anima a tomar la corbata del alfa y acercarlo. Se inclina para aspirar su aroma directamente de su glándula, nunca antes había sentido el aroma de Bruce, supone que está mezclado con la excitación, pero no importa. Decide que le encanta y que será su olor favorito a partir de ese momento.

—Solo haz que se detenga.

Tira de la corbata, de pronto, los labios de Bruce están sobre los suyos y su cuerpo se emociona enviando una corriente eléctrica desde su vientre hasta su entrada, haciendo que el pantalón de Bruce, que sigue manteniendo la polla del alfa atrapada, se empape de la misma forma que lo está el omega. Hay un momento en el que es imposible distinguir qué gemido es de quién o quién está más excitado de los dos. Las manos, batallando por acariciar más piel que la otra, se enredan en una maraña de brazos que solo ellos mismos son capaces de entender. La mesita cae por lo empujones, aunque los dos hombres no dejan de enredarse en sí mismos y su pelea amorosa acaba en el sillón de la sala de Bruce, con Clark boca arriba, con las caderas sobre el reposabrazos en una posición que a simple vista parece incómoda y con Bruce en medio de sus piernas intentado deshacerse del botón del pantalón hasta que este resbala por sus piernas y deja todo a la vista.

La sensación de sentir a Bruce clavándose en él era indescriptible. Podía sentir como su cuerpo vibraba y se amoldaba a cada centímetro, lo apretaba y succionaba como queriendo que se quedara dentro. Sin embargo, las embestidas fueron la mejor parte, con el cuerpo de Bruce sobre el suyo, acariciando todo lo que podía, entrando una y otra vez obligándolo a sentir la misma sensación del principio de forma repetitiva y rápida.

—Voy a poner todos mis cachorros en ti.

Clark se congeló ante la demanda. No había pensado en eso, estaba allí, en un celo q ue no sabía que podía tener , dejándose follar por Bruce sin protección y no había pasado por su mente la mínima posibilidad de cachorros. Aunque, más que alarmarlo, la amenaza le gustó, removió algo en esa molestia en la boca de su estómago y lo excitó a unos niveles que no sabía que podía alcanzar.

—Sí, sí, sí. Quiero tus cachorros. Lléname con tus cachorros.

Sus piernas volvieron a enredarse en las caderas de Bruce reafirmando su punto y temiendo que el alfa se arrepintiera de sus palabras y se alejara. Lo obligó a pegarse más, apenas dándole espacio para moverse, pero feliz de que la polla del alfa no hiciera otra cosa más que quedarse en su interior donde pertenecía.

—Vale, vale. Sí. Lo haré.

Bruce se movió tanto como Clark se lo permitió, aprisionando el miembro del omega entre sus dos cuerpos. Clark, demasiado excitado para resistir algún toque más, tensó todo su cuerpo en un orgasmo repentino que hizo jadear a Bruce y, segundos después, sintió su premio hincharse en su interior y llenarlo con un chorro de semen caliente que se esparció por sus entrañas aliviando el vacío que lo aquejaba.

Se quedaron así por un tiempo considerable, hasta que Clark volvió a sentir las manos de Bruce paseándose por sus piernas, dándole una leve palmada.

—¿Me quieres soltar? Me voy a entumir aquí.

Clark hizo un sonido de disgusto, sus piernas se apretaron más alrededor del alfa y este soltó un quejido.

—Clark...

—Hazlo otra vez.

El nudo había bajado, Clark podía saberlo porque no se sentía tan lleno como antes y quería -necesitaba- estar lleno. Quería más del semen de Bruce -o de quien sea- pero no iba a perder la batalla contra la sensación de que algo le faltaba.

—Sí. Las cosas no funcionan así, ¿Sabes? Necesito- —Bruce se detuvo, suspirando cuando intentó mover las piernas de Clark pero seguía atrapado. —Necesito que me dejes ir.

—Quiero esos cachorros y que te corras otra vez.

—Hum —Bruce se irguió como pudo. Las piernas de Clark lo mantenían aún atrapado. —No puedo hacerlo hasta que no me dejes ir.

Clark negó. Sus manos jalaron a Bruce de regreso al sofá. Lo liberó de sus piernas y de su entrada apretada, pero con la intensión de dejar al alfa ahora debajo suya y volverlo a apresar, esta vez con su cuerpo y el sofá. Apresó las manos del alfa por encima de su cabeza y, la otra, la deslizó por el cuerpo marcado por el ejercicio y las cicatrices hasta llevarla al miembro ajeno, mojado por su propio semen y la humedad de su orgasmo, para comenzar a masturbarlo.

—C-clark... N-No... lo hagas tan duro.

Conseguiría esos cachorros que no sabía que necesitaba en algún momento del día. 

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