Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Día 1: Alergias (Superbat)

1. Limpieza de primavera/ Alergias / Protector solar.

Clark miró al cielo. Desde lo alto de la azotea del Daily Planet, Metrópolis era un paisaje cliché de películas primaverales: El sol estaba en lo alto brillando como nunca, los pájaros cantaban al fondo melodías sin sentido y, si te fijabas bien, podías ver a cámara lenta como el viento despeluzaba los dientes de león con los que estaban adornados los alfeizares. Incluso, cuando respiraba, todo su ser se llenaba de un aire diferente y renovador contaminado con las flores voladoras.

Un estornudo.

—Salud.

Miró a su izquierda. El Sr. Wayne, fortuito acompañante por causas laborales, soltó una pequeña risa ante su reacción inesperada. Clark lo ignoró, para abrir y cerrar los ojos fastidiado; nunca antes había sentido tal sacudida de improviso causada por su propio cuerpo. Es decir, había escuchado a mucha gente estornudar antes, pero nunca había tenido el placer de experimentar uno.

Otro estornudo.

El Sr. Wayne estiró su mano con un pañuelo bordado en las esquinas. —Dinero, supongo.

Clark tomó el trozo de tela y se lo acercó a la nariz: olía con intensidad al Sr. Wayne A pesar de que llevaba casi dos horas en compañía el alfa, hasta ahora era consciente de su aroma. Había pensado que Bruce Wayne llevaba parches de olores, por lo que había tenido que imaginar el aroma a tierra recién mojada que los diarios de farándula se esmeraban en describir; jamás pensó que el olor del alfa le recordaría las mañanas de Smallville después de una noche de tormenta.

—Gracias.

Se limpió la nariz. El viento sopló de nuevo y le causó un tercer estornudo que hizo que todo su cuerpo se sacudiera y el alfa al lado suyo soltara otra risa.

—Amor. Creo que hoy puede estar de suerte, Sr. Kent.

—Esto nunca me había pasado.

—Pues has de ser de otro planeta, pero es más normal de lo que parece. —Clark negó. —No deberías acercarte a las flores, entonces, si eres alérgico.

—No soy alérgico a las flores. Soy de un campo. Nunca antes me había pasado.

El alfa se acercó hacia el borde, pasó la palma de la mano por encima de los dientes de león y estos se deshicieron con el toque comenzando a volar por todos los rincones ayudados por el viento. Clark retrocedió, sacudiendo su mano frente a su cara para evitar que volaran hacia él, pero no fue suficiente, otro estornudo lo obligó a sacudirse, seguido de otro y otro. Se sentía mareado, se alejó del borde y caminó lejos de los malvados dientes de león y del Sr. Wayne; esperaba que Perry apareciera pronto para poder librarse del incómodo momento.

—Me parece a mí que sí lo eres.

—Estoy totalmente seguro, Sr. Wayne, de que no es verdad.

Otro estornudo. Bruce Wayne lo miró con algo que a Clark le sabía a satisfacción personal. No dijo nada, no porque no tuviera nada que decir, sino porque otro estornudo lo atacó. Tal vez el alfa tenía un punto y sí era alérgico ¡pero eso no tenía sentido alguno! Estaba seguro de que su biología kryptoniana no tenía ese tipo de problemas. Fuera lo que fuera, sintió la mano ajena sobre su hombro en algo parecido a la compasión.

—Tal vez deberíamos volver adentro.

Clark asintió, agradecido de no tener que seguir lidiando con aquella incómoda situación, aunque eso no significó que tres estornudos más, antes de llegar a la puerta, lo volvieran a asaltar reafirmando el punto del Sr. Wayne que, a ese punto, parecía más preocupado que animoso de seguir molestando. Por suerte, una vez que la puerta de la azotea estuvo cerrada y el viento fresco de las mañanas de mayo no tuvo más por donde circular, los estornudos se detuvieron, aún así, los ojos, que habían empezado a llorarle, siguieron rojos y tuvo que volver a parpadear para aclarar su visión.

—¿Te encuentras mejor?

El Sr. Wayne parecía preocupado, incluso se acercó cuando Clark se deslizó por la pared hasta el suelo y se sentó allí, cansado de alguna manera, como que si hubiese sido expuesto a la kryptonita o a algo peor. Clark no le respondió, necesitaba cerrar los ojos e ignorar al alfa que acababa de conocer hace solo un par de horas y que se inclinaba hacia él preguntando cosas cuyo significado su cerebro no acababa de registrar. Y, para mejorar la situación, estornudó de nuevo, esta vez, sobre el Sr. Wayne. Se esforzó por abrir los ojos, aunque solo logró abrir uno.

—Lo siento.

—Espera aquí, traeré al Sr. White.

Para cuando el Sr. Wayne había bajado un tramo de escaleras, el cuerpo de Clark tuvo un chute de energía. De pronto, sus fosas nasales le permitieron respirar con normalidad, sus ojos volvieron a captar imágenes nítidas y sus sentidos mejorados, que habían estado embutidos en una interferencia que no lograba entender, volvieron a su estado natural.

—Está por aquí.

La voz del Sr. Wayne se escuchó en un eco por los pasillos vacíos de las escaleras, incluso pudo volver a oler su aroma como que si tuviera el pañuelo pegado de nuevo a su nariz. Iba a decirle, pues, que estaba mejor, pero para su mala suerte del día, justo cuando el hombre puso un pie sobre el último piso, un estornudo, junto con todos los males, volvió a sacudirlo. Se quejó, volviendo a recostar su cabeza contra la pared en la que estaba apoyado y maldiciendo por dentro.

—¿Estás bien, Kent?

—Parece que va a desmayarse.

La mano del Sr. Wayne se estiró hacia él. Antes no lo había notado, porque estaba demasiado ensimismado intentando comprender lo que se sentía tener un estornudo, pero ahora era tan claro: Adornando la hermosa mano del alfa había un anillo, uno que parecía plata forjada con esmero rematada alrededor con un fino grabado de una cadena esculpida con una roca verde: Kryptonita. Se alejó de la mano del Sr. Wayne, a la vez que lo miraba como un bicho raro. El alfa le devolvió la mirada, más angustiado por la salud del omega que por su comportamiento sin sentido. Clark lo miró una última vez, antes de chocar contra sus pies y bajar a trompicones por la escalera a pesar de los gritos de fondo de Perry y el alfa.

Estaba en peligro. No había otra forma de que el Sr. Wayne hubiera conseguido kryptonita que no fuera aliándose con Luthor, y si eso pasaba, significaba que había más gente uniéndose a Luthor y teniendo anillos de kryptonita. Él no podía contra eso.

.

.

Batman se alejó de la cornisa. Las noches en Gotham no solían ser tan tranquilas y, si lo eran, no auguraban nada bueno. Por eso, con más fervor recorrió toda la ciudad, buscando en los rincones que parecían más silenciosos y legales, encontrando no mucho más allá que drogas y algún que otro intercambio de productos no tan ilegales que preferiría no haber visto. Tal vez Alfred tenía razón, tantas noches solo durmiendo microsiestas estaban afectando su percepción de la realidad. Suspiró. Al menos no había enloquecido tanto como el omega de esa mañana, parecía aturdido por el solo hecho de las alergias primaverales, aunque lo entendía, por eso amaba Gotham: Nunca había primavera de la que quejarse.

—¡B!

El alfa dio un paso en falso hacia atrás por la cornisa al escuchar su nombre de la nada. Intentó no parecer sorprendido y se irguió en cuanto volvió a tener equilibro, moviendo su capa para esconderse bajo esta y sacar el primer batarang a su alcance. Sin embargo, volvió a relajarse cuando vio a Superman volando frente a él.

—Necesito ¡Necesito! ... —Kal-El miraba hacia todos lados. Batman no le dijo nada, ni siquiera respondió a su saludo estrepitoso, ni tampoco reaccionó a sus movimientos erráticos por la azotea. Tan solo se movió cuando lo vio volar fuera de los límites del edificio, perderse por lo bajo y volver a subir con una maceta larga tupida con dientes de león amarillos y blancos. —¿Ves?

El omega sostuvo la maceta con una de sus manos, con la otra se deslizó por encima de los dientes de león obligándolos a deshacerse y volar por el aire nocturno de la ciudad, seguido, aspiró con la nariz y con la boca con tanta intensidad por donde volaba la flor deshojada que lo vio toser cuando varias de estas se metieron a su boca.

—¿Eres ahora el terror de los dientes de león?

Batman lo vio escupir varias veces las flores, pero también sacudir en una negación.

—¡Yo tenía razón! No soy alérgico a esto.

Puso la maceta frente a la cara de Batman, el alfa se movió un poco, intentando evitar comer flores también.

—¿No? Eres kryptoniano, eres inmune a todo.

—¡Sí! Pero esta mañana- ¡Esta mañana! De repente estaba estornudando.

—¿Ah?

—Por oler esto ¡Y el Sr. Wayne!-

—¿El Sr. Wayne?

Batman frunció el ceño bajo la máscara. Flores, alergias y un Kal-El perturbado por lo que para alguien normal sería una alergia estacional lo estaba obligando a caminar por un sendero extraño, pero lógico y casi conocido.

—El Sr. Wayne, Bruce Wayne, ya sabes... ¿El príncipe de Gotham? Es alguien malvado —afirmó Kal-El. Ah, malvado, él -Bruce- no había hecho nada más que darle un pañuelo al Sr. Kent y ahora el supuesto Sr. Kent que, a juzgar por su comportamiento, debía de ser Superman, lo juzgaba de malvado.

Quería sorprenderse de la revelación repentina, aunque, ahora que lo pensaba, Clark Kent tenía algo de Superman. Lo más gracioso del asunto: ¿Superman era un periodista? Uno que escribía de sí mismo. Y mira que él creería que el egocéntrico era él... Ah, resulta que ahora también era su jefe, pero no necesitaba transitar los pensamientos turbios sobre eso ahora mismo.

—¿Alguna prueba de esa acusación?

Ahora que lo pensaba, tenía gracia. Tenía que detener la paranoia de Kal-El, del Sr. Kent, y decirle que este tal malvado Bruce Wayne no era otro que Batman, su amante de ocasiones. No era como que hubiera sido su escenario ideal para compartir su identidad, pero, en fin, muchas cosas habían compartido ya como para preocuparse por esa; además, desde que eran casi una pareja oficial, la idea había estado rondando su mente.

—Tenía un anillo de kryptonita.

El anillo. El que había hecho con los trozos de kryptonita y que llevaba encima como Bruce, pero en una caja de plomo como Batman por si Kal-El se acercaba. Tuvo que reírse.

—Parece un plan muy malvado.

—¡No tiene gracia!

—Lo sé. —El alfa dio un paso adelante, le quitó la maceta de las manos y la dejó en la cornisa, de quien fuera que fueran, iba a tener que comprar otras. —Investigaremos al Sr. Wayne, pero, cálmate, cariño.

El alfa se giró. Caminó hacia donde el omega, Su Omega, que había aterrizado ya sobre el suelo de concreto de la azotea. Las manos guardadas por el cuero acunaron su rostro y lo atrajeron hacia él hasta casi tenerlo rozando los labios descubiertos.

—Nadie volverá a causarte ninguna alergia nunca, ¿Sí? Prometo protegerte incluso de eso. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro