32. ¡Oh no, me reconocieron!
Al momento en que se había acabado el baile de los amantes; todos regresaron a sus asientos y yo me encontraba en serios problemas pues vino un joven aparentemente más mayor que yo, creo que por unos seis o siete años reclamando su asiento.
A mí me entró una vergüenza terrible y el señor se quedó parado esperando a que yo me parara. Para echarle leña al fuego el de seguridad entró a buscarme y la pareja que estaba de fiesta fue a la mesa; al parecer el joven era su nieto (o eso suponía yo).
La señora al parecer me reconoció al instante y me abrazó agradeciendo que estuviera allí, su esposo por igual se alegró y miró a su nieto. El cual se disculpó por ser tan grosero, yo acepté y le mostré una mirada victoriosa. Al final pude disfrutar de la velada aunque los señores me sentaron junto a ellos y su nieto que no estaba tan mal.
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