Capítulo 7: Especial Ahián
Tener criados, cocineros, choferes y personas a su disposición era algo normal en la infancia de Ahián. Él era el único hijo de la segunda familia más rica de Caelia. Había crecido entre adultos y ancianos debido a que era el único niño en toda la casa, y esto causó que se convirtiera en alguien muy culto y mimado. Se caracterizaba por ser muy serio, a excepción de estar en presencia de sus padres y su abuelo, educado y extrañamente curioso.
Sus pasatiempos favoritos eran pasarse las tardes sentado sobre las piernas de su abuelo paterno en la biblioteca, escuchándolo atentamente leer historias sobre las hazañas de personajes históricos y aunque no le gustaba admitirlo en voz alta, era un gran admirador de la literatura fantástica. Su abuelo conocía a la perfección su secreto y acostumbraba a decirle con una pequeña risa: "Quizás a tus padres puedas ocultarles cosas pero te conozco muy bien pequeño, hasta para saber lo que estás pensando"; y esconderse de los criados y tutores cuando lo buscaban para prepararlo a la llegada de visitas.
Sus padres eran personas muy reconocidas en la ciudad, teniendo así que pasar poco tiempo en casa, debían viajar por cuestiones de trabajo y sociales a las cuales Ahián por su temprana edad de seis años no podía asistir. Sus padres aprovechaban cada momento que pasaban en la casa para estar con su hijo; le conseguían libros u objetos de estudio durante sus viajes. Él nunca les reclamó ni un segundo del tiempo que pasaban lejos por más que los extrañara profundamente, debido a que su abuelo le había dicho: "A veces las personas solo nos preocupamos por las dificultades del presente en lugar de valorar lo que nos rodea, y en el futuro lamentamos no haber amado y apreciado cada segundo vivido junto a quienes nos quieren". Cualquiera pensaría que un niño tan pequeño no podría entender una frase como esa, pero era cierto que Ahíán tenía una capacidad de entendimiento superior al de los niños de su edad y con el tiempo y ayuda de su abuelo la puso en práctica, valorando a sus padres en cada momento que los veía.
Luego de pasar dos años, durante la tarde cuando tomaba el té con sus padres, una criada interrumpió su encuentro para pedir hablar con sus padres en privado. Al cabo de un rato, ambos regresaron para informarle que ya no estaría solo en la mansión, que tendría una nueva amiga, Nia. Ahián mostró una reacción de molestia ante la noticia y en los siguientes meses se encargó de hacerle la vida imposible a la niña.
Con el tiempo, al ver que a Nia no le afectaban sus molestias, comenzó a hacer las paces y se volvieron buenos amigos. Ahián había reemplazado tiempo de pasar con su abuelo para estar con ella. Su abuelo no le expresó disgusto, sí un poco de tristeza pero agradecía que su nieto pudiera encontrar una amiga de su edad.
Cinco años más tarde, una gran celebración llenaba de nervios y ansiedad los pasillos de la gran mansión. Ahián cumplía trece años y sus padres habían invitado a muchos amigos que tenían hijos de la edad de él para celebrar, entre ellos la que sería su prometida por un arreglo entre las familias. Él, quien no sabía sobre el arreglo matrimonial, había insistido para que dejaran a Nia asistir hasta que sus padres, cansados de escuchar sus ruegos, accedieron. En secreto había pedido a una de sus criadas que hiciera un bonito vestido para su amiga ya que entre todos los invitados, ella era la única que no gozaba de una gran fortuna para comprar vestidos y joyas caras.
♦ Narra Ahián ♦
Me dirigía a mi habitación a prepararme para la fiesta que mis padres habían organizado con sumo cuidado, aún no entiendo por qué le daban tanta importancia. Yo solo esperaba ver a Nia con el vestido que le encargué, apostando a que lucirá muy bonita. Recorrí los pasillos infinitos hasta dar con la puerta de mi alcoba, entré y cerré la puerta, dejándome caer sobre ella. Miré el gran reloj que se alzaba al frente de mi cama, marcaba las 7:30 y la fiesta comenzaría las 8. Me dispuse a prepararme rápido lo mejor que pudiera, debía impresionar a mi amiga.
Al terminar de prepararme, salí de mi habitación luciendo un incómodo y muy formal traje de gala azul oscuro. Gaela, mi criada, se encontraba de pie en el pasillo mirándome y sonriendo emocionada.
—¡Se encuentra muy guapo, señorito Ahián! —me dijo sincera y me abrazó, arrugando mi ropa. Solté una risa.
—¡Me estás apretando Gaela! —me quejé en broma. Se separó de mí y me alisó rápidamente el traje.
—Los invitados lo esperan abajo, debería darse prisa —informó, giró y desapareció por el pasillo.
Caminé a paso lento y despreocupado. Mis invitados eran completos desconocidos, solo conocía a una niña cabello rojizo y ondulado a quién me presentaron hacía unos años y supuse que mis padres la habrían invitado. Me acerqué a la puerta de la habitación de Nia y toqué varias veces. Al ver que nadie respondía, intenté abrirla pero estaba con seguro. Acerqué mi oído a la puerta y pude oír el ruido de algo caerse al suelo. Golpeé un par de veces más.
—¿Nia? ¿Estás ahí? —pregunté preocupado. Escuché varios pasos cerca de la puerta y después de unos segundos ella abrió la puerta.
Lucía un vestido verde oscuro con detalles esmeraldas en el torso que iban a juego con sus ojos verdes. Solté una pequeña risa al ver que aún llevaba la toalla en la cabeza. Me lanzó una mirada amenazante y sus mejillas se sonrojaron al observarme de pies a cabeza. Me hizo señas para que entrara y asentí. Me senté sobre su cama como lo hago cada vez que vengo aquí y la observaba mientras se arreglaba. Estaba sentada al frente de su espejo cepillando su larga cabellera castaña oscura, miraba su reflejo muy concentrada, con la mirada perdida.
—¿Está todo bien? — Le pregunté al notarla extraña. Se giró y me miró alarmada.
—Ss...sí —titubeó y siguió cepillando su cabello algo nerviosa. Me encogí de hombros suponiendo que estaba nerviosa por la fiesta y fui a abrazarla. Me devolvió el abrazo y volví a la cama a esperar que terminara.
Luego de unos minutos salimos ya listos, Gaela volvía a aparecer fuera de la habitación de Nia. Nos acompañó hasta las escaleras y luego se fue a la cocina a terminar con los preparativos de la comida. Tomé de la mano a Nia y bajamos por la escalera. Miré su brazo, llevaba dos brazaletes dorados, pero entre ellos pude observar una mancha morada.
—¿Qué te pasó? —pregunté señalando su brazo.
—Me golpeé cuando salía de bañarme —respondió con una sonrisa fingida, sabía que mentía pero no quería arruinar la noche así que decidí dejarlo pasar. Llegamos hasta el salón donde sería la fiesta, encontrándonos con mis padres, quienes me esperaban ansiosos.
—¡Ahián! ¡Nia! —exclamó mi madre sonriendo al vernos—. ¿Listos? — Asentí y entramos al salón.
Había varios jóvenes de nuestra edad que bailaban, otros hablaban en pequeños grupos y otros con sus padres. Acompañé a Nia hasta la mesa en la que me sentaría y fui a hacer el cordial saludo a mis desconocidos invitados, obligado por mis padres. Sin dejar de ser cortés pero tampoco tan hablador, saludé a todos y me encaminé hacia donde se encontraba mi amiga pero mi padre me detuvo antes de que llegara y me alejó un poco de los demás. Lo miré interrogante. Me dio un cálido abrazo y le correspondí.
—Espero que pases un bonito cumpleaños hijo, con tu madre estamos muy orgullosos de ti. — Me dijo con una sonrisa sincera. Asentí sonriendo—. Sé que quizás no debería decírtelo ahora, pero ya es momento. Te quedan unos años para convertirte en adulto y responsabilizarte de las cosas de la familia — Lo miré con cautela, no comprendía por qué me decía esas cosas—. Con tu madre queremos darte una sorpresa — Hizo señas a mi madre y ella buscó a la muchacha de cabello rojizo que supuse que estaría en la fiesta. Vinieron a paso rápido y ella se sonrojó al saludarme con su mano—. Como ya la conocías antes, ella es Danae y será tu prometida.
Abrí los ojos como platos, sorprendido. ¿Prometida? Mis padres me miraban esperando que dijera algo, Danae me observaba algo asustada. Sonreí amablemente, me disculpé y me retiré de ahí a paso rápido dejando a mis padres y a la chica mirándome de forma interrogante. Salí al balcón a tomar un poco de aire, una ola de frío me envolvió. Me sorprendí de que Nia se encontraba allí, abrazándose a sí misma para darse calor ya que no llevaba abrigo. Me acerqué y le ofrecí mi chaqueta pero ella negó.
—Estoy bien — Se excusó casi en un susurro. Sin hacerle caso me acerqué y se la coloqué sobre los hombros, provocando en ella una sonrisa tierna—. ¿Qué pasó con la fiesta?
—¡Divertidísima! —exclamé bromeando—. ¿Y tú qué haces aquí?
—Estaba tomando un poco de aire, no me siento muy cómoda entre esas personas —comentó con un suspiro. La observé un momento, notándola nerviosa—. Debo confesarte algo...
—¡Ahián! —llamó mi padre mientras caminaba en mi dirección seguido de mi madre y Danae—. ¿Dónde están tus modales? ¿No piensas decirle algo a tu prometida?
Nia se llevó las manos hacia sus labios, sorprendida. Le hice una seña de "te lo explico luego" y ella asintió aún sorprendida. Miré a mis padres que se encontraban de brazos cruzados esperando a que dijera algo.
—Padre no me gustaría hablar sobre esto hoy, preferiría disfrutar de la fiesta —informé sonando lo más respetuoso posible. Él frunció el ceño.
—Entiendo, esperaré paciente esa charla —respondió acomodando su chaqueta—. Pero al menos podrías invitarla a bailar—insinuó antes de darse la vuelta, tomar educadamente el brazo de mi madre e irse al salón, dejándome a solas con Nia y Danae. Miré a mi amiga y le ofrecí la mano.
—¿Bailamos? —invité con una sonrisa.
—Pero ella... — Señaló a Danae, quien se giró ocultando sus ojos llorosos y se perdió entre los jóvenes que bailaban— ¿estás loco?
—Mi padre dijo que la invitara a bailar, luego lo haré. — Le respondí. Ella me lanzó una mirada acusándome de mis actos que me hizo sentir culpable. Bajé la cabeza un segundo y luego me dispuse a entrar para bailar con Nia.
Mis padres se encontraban hablando con los padres de Danae, pero no logré distinguirla a ella por ningún lado. Preferí olvidar eso y comencé a bailar el vals con mi amiga. En el momento en que Nia giró sobre sí como una bailarina, Danae apareció detrás con una mirada llena de furia.
Empujó a Nia con una fuerza sobrehumana hacia el balcón el que estuvimos anteriormente y luego se acercó a mí para proporcionarme un golpe en el estómago que me lanzó varios metros hacia atrás. Caí duramente al suelo con un gran dolor en mi espalda. Los demás miraban la escena asustados, no pasó mucho de que todos comenzaron a correr hacia la salida gritando. Danae fue más veloz y bloqueó la gran puerta. Como si fuera el personaje de alguna historia fantástica, sacó fuego de sus manos y lanzó llamaradas hacia su alrededor, quemando las cortinas de los ventanales y luego la puerta. Todo el salón comenzó a arder y las personas corrían hacia los balcones en busca de oxígeno.
A duras penas me puse de pie y me dirigí donde se encontraba Nia, quien parecía inconsciente en el suelo rodeada de vidrios rotos. La sacudí con suavidad y ella abrió los ojos lentamente.
—Ah... —tosió y se sentó contra el pilar del balcón—. Ahián.
—Vamos Nia, hay que salir de aquí. — Le dije tendiendo mi mano para ayudarla a levantarse. Levantó su vestido para mostrarme una larga herida en su pierna derecha. Hizo una mueca de dolor y una lágrima corrió por su mejilla. No tardé en recogerla en mis brazos, sintiendo un grave dolor en mi espalda al hacer el esfuerzo. Lancé un grito de dolor y corrí la mirada para que no viera las lágrimas que bajan por mi cara.
—No... —susurró y me agarró el brazo con la poca fuerza que le quedaba—. Espera — La senté sobre el suelo y le acaricié la mejilla—. Lo siento Ahián... solo quiero que salgas vivo de aquí — Me besó la mejilla y tomó mis manos con fuerza. Una luz morada salió disparada de sus brazos hacia los míos, repartiéndose por todo mi cuerpo. Grité al sentir un gran dolor y caí al suelo jadeando. Nia cayó a mi lado—. Te...quiero... cuídate —murmuró y cerró los ojos.
Una esfera morada me rodeó y me elevó hacia afuera. Entre el humo causado por el incendio logré ver una silueta masculina llevar en brazos a otra. Mi padre salió al balcón con mi madre en brazos y me miró desesperado.
—¡Ahián! —gritó con lágrimas en los ojos. Me encontraba muy débil para hablar o moverme, solo podía ver sus esfuerzos por alcanzarme. Por detrás de él apareció Danae, sonriéndome maliciosamente. Encendió una chispa con sus dedos y lo lanzó a las plantas que había en el balcón alrededor de mis padres. Mi padre dejó a mi madre en el suelo y la abrazó, depositó un beso en su frente y me miró—. Te amamos hijo.
Volví a tocar tierra a unos kilómetros de lo que antes había sido la mansión en la que crecí. Me sentía mejor físicamente pero por dentro, un vacío infinito se apoderaba cada vez más de mí.
Mi familia, mi mejor amiga.
Lo había perdido todo.
Si les gustaría otro especial como este, dejen en los comentarios sobre quién les gustaría♥
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