Capítulo 5
Volvieron a la pequeña aldea durante la madrugada. La fogata que habían compartido antes, yacía apagada sobre la playa. Varias marcas en la arena dejaban evidencia de que un baile había pasado por allí. Ella se detuvo al ver a Kai admirar la lejanía del océano, la gran luna se reflejaba en el agua, clara y serena. Sintió unos pasos detrás suyo y se giró para observar a su compañero.
—¿Todo bien? —preguntó Ahián.
—No confío en él —confesó Akane en voz baja mirando de soslayo a Kaize.
La chica se preguntaba si su entrenador confiaba en Kai, pensando en que lo único en que le podrían estar agradecidos era por salvarlos del incidente con Lujak en la mañana. Pero Ahián actuaba como si le diera igual y ella envidiaba eso. No podía confiar en Kai después de lo que había hecho. Se cuestionó por qué no podía perdonar, por qué no podía superar el pasado y vivir el presente. Con su mano se frotó la sien.
—Creo en sus palabras —soltó el albino antes de girarse en dirección a la aldea—. Podrías darle una oportunidad.
Se marchó y dejó a la muchacha con curiosidad de sus palabras. «Me pregunto si seguirías pensando lo mismo si tan solo yo pudiera contarte que él asesinó a Zaai». Soltó un sonoro suspiro de culpa y con la mente en caos, se dirigió a su cabaña para descansar.
Al día siguiente, Akane despertó por unos golpes en la pared de su cabaña. Se colocó rápidamente un vestido que había sobre la cama y se levantó para ver qué sucedía afuera. Abrió la puerta y como reflejo la cerró de inmediato al ver que un trozo de madera iba a toda velocidad en su dirección. Parpadeó un par de veces saliendo del pequeño shock y volvió a abrir la puerta con cautela.
Una leve polvareda evitaba que pudiera saber qué era lo que exactamente estaba pasando, así que se envolvió en una esfera mágica que la protegería de cualquier impacto contra ella, mientras buscaba a Ahián o a Kai. Para su sorpresa, el albino se encontraba en el suelo, tosiendo y riendo. Ella lo miró preocupada intentando entender qué había pasado para que terminara en ese estado. De repente, unas olas de aire lo envolvieron y lo impulsaron hacia arriba, como reflejo Akane lanzó unas sombras que amortiguaron la caída de Ahián y este le lanzó una mirada de fastidio.
—¿Qué rayos está pasando? —cuestionó ella con preocupación.
—Nada, solo estoy divirtiéndome un poco —respondió él rodando los ojos y dispuesto a seguir con lo suyo. Ella dirigió la vista hacia el objetivo de él, y se encontró con Lujak, el pequeño que los había sorprendido el día anterior. Por un momento no pudo entender cómo es que ese niño había logrado que Ahián terminara en ese estado tan... lamentable.
Ahián se caracterizaba especialmente por la pelea a distancia. Era normal que sus ataques fueran evasivos y a gran rango, evitando que su adversario lo atacara físicamente, aunque si había oportunidad en que lo veía en una pelea cuerpo a cuerpo no duraba tanto como para considerarla pelea, ya que sucedía cuando bajaba su guardia o era sorprendido. Su técnica era prolija y tranquila, algo que lo identificaba mucho.
Era una persona de pocas palabras, inteligente, fría y distante. Solía encontrar graciosas a cosas que para los demás no lo eran, y junto a las buenas peleas, eran los únicos momentos en que se le veía sonreír. Tampoco solía cuestionar las cosas, se limitaba a aceptarlas o sugerir algún detalle. El albino era un amante de la soledad y el silencio; por esto es que decidió alejarse de la civilización y vivir en el desierto.
Akane, en cambio, había estado acostumbrada a una vida algo ruidosa hasta el comienzo de su entrenamiento con Zaai; su hermana y sus amigos jugaban todos los días en su casa y ella era la encargada de supervisarlos, a pedido de su madre,quien hacía todo lo posible para que a ella y su hermana no les faltara nada desde que su padre había fallecido a causa de tuberculosis. Al empezar su entrenamiento extrañó las voces de los niños jugando y corriendo por su casa, pero con el tiempo se adaptó a la tranquilidad de la casa de Zaai. No era un lugar muy silencioso ya que este vivía fuera de Caelia a tan solo un kilómetro y era normal oír el transitar de los carruajes que viajaban hacia la ciudad.
Le fue un poco más difícil adaptarse a la soledad y al silencio de la casa de Ahián.
Por lo que este día al despertarse con golpes en su cabaña, la llenó de nostalgia.
El niño que había causado esa polvareda que poco a poco desaparecía, cayó sobre sus piernas agotado de sus energías y miró a Ahián. Este le devolvió una sonrisa, se puso de pie y caminó hacia el niño para ayudarlo a ponerse de pie.
—Supongo que hoy podremos hablar sin que te vayas, ¿verdad? —preguntó con un tono sorprendentemente amable. Akane los miró extrañada, Kaize se frenó a su lado a observar la escena. El niño asintió ante la pregunta.
—Tengo hambre —dijo Lujak y se dispuso a buscar a Selá.
—¿Qué acaba de suceder? —interrogó Akane mientras Ahián sacudía su ropa cubierta de polvo.
—Este niño tiene gran potencial, quiero que se una a nosotros —comentó volviendo a su tono serio habitual.
—Pero es solo un niño, estás loco —reclamó ella cruzándose de brazos.
—Viste lo que hizo, yo no he podido ni hacerle un rasguño. — Intentó convencerla. Ella iba a replicar pero Kai se adelantó.
—Tuviste muchas oportunidades de hacerlo, solo estabas intentando ver su capacidad de resistencia —replicó Kai—. Es bueno, pero concuerdo con Akane, es solo un niño. No creo que esté listo para lo que buscan.
—Hablaré con él —respondió Ahián y se retiró.
—Si al menos me dijera qué planea... —suspiró ella. Se giró hacia el moreno y con cortesía dijo—: por cierto, ¿dónde está tu abuela?
—Está en el pozo lavando la ropa que le diste anoche —informó y le sonrió—. Deberías lavarte la cara antes de salir de la cabaña, porque no creo que eso sea lo que una dama utilice para salir de su casa.
Akane se miró y notó que lo que se había puesto era una vieja camisa con un fino corte al costado que dejaba ver un poco de su torso. Se sonrojó e inmediatamente corrió a su cabaña. La vergüenza se había apoderado de ella, no podía creer que había salido casi desnuda.
—Mierda, ¿cómo es que Ahián no se dignó a advertirme de ello? Y lo peor es que Kaize me vio —murmuró aún avergonzada para sí una vez que estaba dentro y buscó el vestido que había usado la noche anterior para colocárselo. Se miró al pequeño espejo que había en la pared mientras se terminaba de arreglar y notó que su cabello se había tornado blanco en algunas partes.
—Buen día niña, ¿cómo amaneciste? —preguntó la anciana amablemente luego de golpear la puerta e ingresar para entregarle la ropa limpia.
—Bien, gracias —agradeció con una sonrisa nerviosa del susto mientras depositaba la ropa en la cama.
—Te dejaré para que te cambies, ven a mi casa cuando termines para el desayuno, estaremos todos ahí. — Le sonrió y se fue.
Akane se vistió rápido con la ropa que había traído consigo al llegar; un top sari color azul marino, pantalones negros y sus adoradas botas negras a media pantorrilla. Se colocó la capa azul oscuro que solía usar la mayor parte del tiempo y salió en busca de algún lugar tranquilo en el que realizar su levitación.
Llegó hasta la costa y se sentó sobre la arena, mientras el aire le quitaba la caperuza y dejaba libre las blancas mechas de cabello. Cerró sus ojos y puso su mente en blanco.
Al abrir sus ojos se encontró en una pradera. La noche reinaba y se podían apreciar las brillantes estrellas en el cielo, junto a una majestuosa luna llena. Los pastizales le acariciaban las rodillas con la suave brisa que recorría el ambiente. Recorrió con la vista todo a su alrededor, sorprendiéndose con la presencia de sombras a sus espaldas.
Las sombras poseían una silueta humana, emanando de sí un aura morada. Estaban formadas mirándola, como esperando órdenes. Sin entender bien la situación, Akane avanzó hacia delante un par de metros buscando algo.
Mientras avanzaba pudo notar cómo de la tierra surgían siluetas negras, que la envolvieron dejándola sin movimiento. Las sombras a su espalda, comenzaron a avanzar rápidamente para dar inicio a lo que parecía una batalla entre las sombras moradas y las sombras negras. Akane quiso moverse para unirse a la lucha pero seguía sin poder desprenderse de lo que la mantenía inmóvil.
Gritó con todas sus fuerzas, liberándose finalmente. Todo a su alrededor se paralizó, logrando ser la atención de todos los entes sombríos.
Desde la espesura de la sombras, una luz del color de los rayos del sol durante el amanecer apareció, colocándose frente a ella.
—Akane... —susurró con simpatía.
—¡¡Nissea!! —gritó al despertar de su concentración, escuchando los fuertes latidos de su corazón que palpitaban como si el mundo acabara en segundos. Colocó la cabeza sobre sus piernas, de manera que su frente se apoyaba con las rodillas y respiró hondo. Sus ojos se habían aguado a causa de la visión y se los restregó para eliminar aquel rastro.
—¿Estás bien? — Escuchó preguntar a una voz suave e infantil. Se giró, encontrándose con la mirada curiosa de Lujak.
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