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Capítulo 20


El toque de una tromba indicó que era hora de cerrar la entrada de Morax hasta el día siguiente por lo que los tres muchachos tuvieron que apresurarse en llegar a ella para salir y reunirse con Akane y Kai. Pero sus intentos fueron en vano ya que la multitud en las calles no aminoraba y ralentizó su paso, de modo que no pudieron volver.

Ahián intentó no perder la calma, le preocupaba el estado en el que podrían estar sus compañeros de la superficie. Mas lo que el albino no sabía era que la muchacha y el moreno se habían marchado unas pocas horas atrás hacia la casa de Zaai, que quedaba más cerca que la de Ahián, a causa de presencias sospechosas que los asechaban.

—A primera hora del día nos marcharemos, por ahora volvamos a la cabaña —propuso con seriedad. Lujak asintió y lo siguió a su lado, mientras que Sacha aceptaba por inercia la situación, ya que no tenía a dónde ir, y caminaba tras los jóvenes.

El joven hechicero de agua se había planteado volver a su hogar, donde su familia lo acogería con felicidad debido a su nueva adquisición mágica, pero temía que la ausencia de su hermana lo lastimara aún más en aquel terreno donde nunca había estado sin ella. Como conclusión, había decidido entrenar y ayudar a Akane en la búsqueda de su hermana, cuando estuviera listo volvería a su aldea.

—Eh, Sacha —llamó Lujak mientras pasaba una mano frente a la cara del rubio que estaba perdido en sus pensamientos. Este sacudió la cara y miró al niño con confusión—. Ahián dice que dormirá en el sillón así que ve a una de las camas en la habitación.

El aludido asintió y se encaminó a ocupar una de las mencionadas para descansar del día más agotador de su vida. Mientras tanto, Lujak se acercó a hacerle compañía al albino, quien se hallaba sentado jugando con un vaso de cristal entre sus mano.

—Mis padres solían decir que si hacía eso, podría romperlo —comentó en voz baja mientras se sentaba al otro lado de la mesa. El albino lo miró y esbozó una sonrisa.

—A veces siento que Akane es como este vaso —se animó a decir en un susurro al mismo tiempo que su garganta se hacía un nudo. Había estado ocultando sus sentimientos durante tanto tiempo y, sin encontrar una explicación, en ese instante Lujak logró ablandar su corazón para permitirle dejar fluir aquello que lo preocupaba—. Ella se ve tan frágil, como si fuera a romperse en cualquier momento y yo no sé si seré capaz de sostenerla para que no se quiebre. Quizás jamás debí enseñarle magia sombría, quizás así su vida no peligrara como ahora.

El niño se quedó pensativo ante la declaración del muchacho.

—Pero quizás si tú te hubieras negado ella habría buscado a alguien más y quizás ese alguien más no habría hecho el mismo trabajo que estás haciendo ahora —declaró mientras lo miraba con sinceridad—. Puedo percibir el gran cariño que le tienes y sé cómo te sentirías si la perdieras, pero no debes cargar con la culpa de todo. Akane progresa muy rápido, puede defenderse a sí misma. Será capaz de controlar sus poderes en menos tiempo de lo que piensas.

Ahián cerró sus puños conteniendo aún más sus emociones. Desde aquella vez en la que descargó toda su tristeza por la pérdida de sus seres queridos había reprimido todo tipo de expresión de dolor y llanto. Pero en ese momento sintió que ya no podría más. Lujak apoyó su mano sobre el puño del mayor y la cerró con ternura.

—Sé que no soy la mejor compañía que necesitas en un momento como este, pero entiendo cómo te sientes —dijo Lujak con calidez y le esbozó una sonrisa—. Cuando estaba a punto de perder a mi hermano me sentí igual y me dolía no poder hacer nada para evitarlo. Me costó un tiempo aceptar que a pesar de que había sido mi culpa, no debía dejarme llevar por el remordimiento.

El corazón de Ahián se compadeció al oír aquellas palabras y con determinación se puso de pie para dar vuelta a la mesa y abrazar al pequeño niño que tenía en frente.

—Soy malo con las palabras pero quiero que sepas que desde que apareciste esa tarde en Nek'ha para sorprendernos con tu magia, supe que el destino te había puesto en mi camino para quedarte —admitió el albino mientras acariciaba el cabello de Lujak—. Con el tiempo te has convertido en un hermano de verdad y al igual que con Akane, no me podría perdonar el perderte. Ambos son parte de mi familia, los hermanos que nunca tuve y que aparecieron para cuidarme.

Lujak pudo sentir esa extraña conexión fraternal que una había tenido con su querido hermano Seok, y no pudo contener las lágrimas por mucho más tiempo. Por fin había conseguido una familia nueva en quién confiar y prometería protegerla mejor de lo que pudo con la de su pasado.

Entre las copas de los frondosos árboles del bosque que se ubicaba antes de la entrada a la selva, Akane y Kai se ocultaban con la respiración agitada. Desde hacía cerca de dos horas, un grupo de hechiceros de fuego los estaban asechando por lo que la joven pensó que dirigirse a la casa de Zaai sería una locura, a lo que el moreno estuvo de acuerdo y propuso que se ocultaran en el bosque. Gracias a su poder de la naturaleza había logrado que su escondite se hiciera más seguro y poco evidente pero no podrían salir de allí hasta que el terreno estuviera despejado.

La oscuridad de la noche y la fresca brisa nocturna no ayudaban a la situación en absoluto ya que por el día el sol había irradiado un calor veraniego y los jóvenes habían optado por no recoger abrigo; caso contrario a sus enemigos quienes estaban envueltos en gruesas vestiduras por el frío y el camuflaje que estas les brindaban. Además, los hechiceros de fuego corrían con la ventaja de llevar consigo grandes antorchas que les proporcionaban una amplia visión del terreno.

—Podríamos crear algún tipo de muro alrededor para encerrarlos y así conseguir ventaja —propuso Akane mientras se abrazaba a sí misma en busca de un poco de calor.

—Son entre cuatro y cinco, para crear un muro que resista al menos diez minutos sus hechizos requerirá una gran cantidad de energía que podríamos usar para derrotar a tres de ellos —respondió el moreno mientras chasqueaba con la lengua y adoptaba una postura pensativa—. Pensé que podría crear raíces para ralentizarlos unos minutos pero el proceso sería lento ya que la oscuridad no me permitirá verlos con exactitud y si me acercara demasiado me calcinarían.

—Hazlo, yo intentaré colocar algunas trampas sombrías e invocaré una silueta para distraerlos —habló la joven mientras friccionaba sus manos y dirigía una mirada hacia la escasa luz de luna que se escurría entre las hojas del árbol en el que se hallaban.

Kai pensó unos segundos, si no hacían algo sus adversarios podrían quedarse allí a esperar que salieran y los vencerían con facilidad; pero si se quedaban allí, morirían de frío. Negó con la cabeza ya que le parecía demasiado arriesgado pero su instinto le decía que debían intentarlo.

—Hagámoslo —murmuró y tomó de la mano a la chica a su lado para salir de allí sin hacer ruido. Invocó una rama que descendía con lentitud por la que caminaron casi de puntillas hasta el suelo. Akane le indicó con una seña que apenas pudo ser vista por su compañero, que iría por el lado izquierdo. Kai asintió y se dirigió hacia el lado contrario.

Akane colocó las trampas que hacía unos días había usado con el hechicero de fuego en la aldea Ak'reneia en distintos puntos, procurando no emitir ruidos delatadores. Se acercó hasta un punto en que la luz le permitía ver que su compañero se encontraba en el otro extremo a la espera de su señal. Ella asintió y levantó el pulgar a modo de afirmación. Kai procedió a invocar las raíces en el suelo de manera lenta y precavida para no llamar la atención, sin embargo, sus esfuerzos no dieron resultado ya que uno de ellos lo descubrió y el moreno no tuvo más remedio que acelerar el proceso aunque eso le quitara un poco más de energía.

Apenas había podido asegurar que sus enemigos no pudieran moverse y ocultarse tras un árbol cuando una bola de fuego rozó su brazo. Tragó saliva con fuerza mientras calmaba su respiración y se echó a correr en dirección a Akane, quien lo esperaba para huir. La joven aprovechó la ventaja que tenían e invocó una silueta sombría que se ocultó en la penumbra lista para sorprender a los demás.

Ambos salieron corriendo pero un muro de fuego se alzó frente a sus narices. Kai no dudó y levantó una raíz lo suficientemente gruesa como para elevarlos por encima de las llamas y Akane evocó un escudo que absorbería al menos dos hechizos dañinos.

Las energías del moreno no fueron suficientes para terminar con su creación y la raíz solo alcanzó la altura prevista. La caída parecía ser de unos tres metros y antes de dejarse llevar por el miedo de no salir ilesos, ambos saltaron al suelo.

Kai no pudo reprimir un gruñido al sentir un profundo dolor en su pierna. Akane lo tomó de los hombros y lo ayudó a levantarse. Aprovechó de invocar otra silueta para dirigir a los hechiceros de fuego hacia otro lado y apresuró el paso con toda la fuerza física que tenía.

Unas horas más tarde, ambos lograron llegar a la casa de Zaai a salvo; la muchacha se encargó de tratar la herida del moreno y cerrar todas las entradas. A pesar de su agotamiento, Akane se conformó con un abrigo cálido y un par de manzanas y comenzó a hacer guardia hasta el día siguiente que llegaran sus compañeros.

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