Capítulo 19
Por las noches, las calles de Morax se llenaban de personas danzantes que festejaban junto al primero que pasase por su lado. Ahián no tenía afinidad por las fiestas y mucho menos luego de aquel acontecimiento que marcó su infancia, así que evitaba las calles principales y circulaba por las más oscuras. Concentró su atención en encontrar una tienda de artilugios extraños y cuando iba a darse por vencido en la búsqueda, una tuerca peculiar que había visto años atrás, llamó su atención desde el suelo. La recogió y con la mirada recorrió la zona en busca de su objetivo.
—¡Ahián! —sorprendió un duencillo bigotudo y petiso mientras salía de abajo de una mesa—. Los años pasan pero la tuerca sigue cayéndose aquí, y tú ¡sigues encontrándola! —exclamó con alegría mientras se la arrebataba de las manos y lo guiaba hacia su tienda.
—Los años pasan y siguen exagerando cada frase que dices, amigo mío —bromeó el albino con una sonrisa de lado. Se adentró en una tienda cubierta por harapos sucios y trozos de metal repartidos en el suelo—. ¿Aún no consigues a tu damisela predilecta para la limpieza?
El duende soltó una carcajada chillona y comenzó a buscar entre una pila de escombros lo que Ahián esperaba que no fuera su pedido. Este último se sentó sobre lo que el dueño del lugar llamaba "asientos para clientes" pero no eran más que estructuras circulares de goma añeja.
—Me ha costado hacer lo que me pediste, en verdad que sí —comentó la criatura verde mientras con una herramienta en la mano, daba arreglos rápidos a un artefacto curioso. Era un pequeño contenedor de metal fino que por fuera estaba tapizado con cuero y se cerraba con una tapa a presión.
—¿Puedo verlo? —preguntó con cautela el albino mientras miraba con admiración el objeto.
—Claro que sí, ya he terminado —respondió el duende mientras con su mano, sacudió un poco de tierra que reposaba sobre la tapa del artefacto. Se lo pasó al muchacho y esperó su veredicto.
—Entonces, ¿podré absorber magia con esto?
—Sí, ya la he probado aunque me ha costado tres cabellos —habló mientras señalaba su cabeza calva indignado—. Solo por conocerte, le he añadido algo más. Además de absorber magia, puedes contenerla. Para reserva, claro.
Ahián se quedó pensando un momento, aquello podría ser la clave de algo muy grande.
—¿Podré absorber magia de un hechicero? ¿O solo la propia?
—Ambas, pensé en lo que me contaste de aquella muchacha y traté de hacerlo. No puedo asegurar que será cien por ciento eficaz todas las veces que lo uses pero te ayudará bastante.
El albino concentró su mirada en el objeto entre sus manos. Se sintió esperanzado, con aquel artefacto podría ayudar a Akane a controlar sus poderes de una forma en que no peligrara su vida.
La compra del nuevo artefacto había provocado una genuina sonrisa en el rostro de Ahián y ni las jovenzuelas asombradas por su atractivo que habían intentado acercársele lograron que la anulara. Llegó a la posada donde sus compañeros descansaban luego del repentino suceso en la arena, y se encontró con gritos provenientes de una voz femenina.
Al entrar, vio a Lujak que estaba sentado sobre una silla en una de las esquinas de la sala jugando con un florín morado y en cuanto lo vio aparecer, le sonrió con timidez y continuó con su atención a la flor. Ahián llegó hasta la habitación donde se suponía que estaría Nastya, y la escuchó gritándole a su hermano por lo que se detuvo antes de ingresar, dudando si debía hacerlo o no.
—¿¡Estás demente!?—exclamó mientras le lanzaba un almohadón.
Los dueños de la posada se sobresaltaron al escuchar el fuerte grito de la joven que acababa de despertar y Ahián no tuvo más remedio que ir e inventar algo para calmarlos.
En cuanto Nastya se hubo despertado, Sacha se acercó para asegurarse de que estuviera bien y contarle lo sucedido pero lo que esperaba que ella dijera fue muy distinto de la realidad. La rubia, roja de la furia, se había levantado y le había lanzado todo lo que tenía al paso a su hermano. Él, apenado de la situación y muy arrepentido, solo se dedicaba a esquivar los ataques y bajar la cabeza, no se atrevía a mirarle a los ojos.
—¡Arruinaste nuestras vidas! ¿Cómo te atrevistea aceptar la magia? —pronunciaba Nastya con lágrimas en los ojos mientras observaba rabiosa a su hermano mellizo—. Pase lo que pase, no sucumbiremos. Lo prometimos, ¿recuerdas?
Lujak, cansado del escándalo que la chica estaba causando, ingresó en la habitación en la que los hermanos se hallaban. Sin poder ocultar su enojo por la reacción de la rubia, se plantó frente a ella y le pegó una bofetada.
—¡Él solo lo hizo para salvarte! ¿No podrías decirle un simple gracias? —reclamó enojado mientras cerraba los puños y magullaba el florín con fuerza. Lujak pensó en Seok, su hermano, y el enojo con la rubia aumentó aún más—. ¿No podrías tan solo agradecerle y apreciar que ambos están vivos?
Nastya se sonrojó de la vergüenza porque sabía que el niño estaba en lo cierto pero aún así, se dejó llevar por su temperamento orgulloso y salió de allí golpeando con fuerza la puerta. No pensaba volver a ver a su hermano ni tragarse la culpa y pedir perdón, por lo que consideró que esa opción sería lo mejor. Chocó contra el albino al salir y su rostro ardió una vez más por la humillación que ella misma se había causado.
Sacha, pensando que su hermana iría a meditar durante una caminata por Morax, se reprimió las ganas de buscarla y volver a pedirle perdón por sus acciones. Su corazón empezó a dolerle de la pena y no pudo controlar más sus emociones, rompiendo en llanto. Lujak al verlo, no dudó en acercarse a él para brindarle apoyo; él sabía a la perfección cómo se sentía.
—No te tortures por eso, hiciste lo correcto —murmuró mientras se sentaba a su lado y se friccionaba las manos—. Lo importante es que están bien ambos, ya el tiempo se encargará de arreglar su relación.
Sacha secó sus lágrimas con el puño de su camisa y le dedicó una pequeña y tímida sonrisa al niño a modo de agradecimiento.
—Ella volverá, no te preocupes —interrumpió Ahián mientras ingresaba a la habitación y sentía el ambiente que reinaba allí.
Lujak lo miró con curiosidad y se puso de pie para acercarse al albino.
—¿Qué hacemos? ¿No deberíamos volver con Akane y Kai? Arriba ya debe estar por anochecer —comentó con preocupación mientras pasaba una mano por su cabello. El muchacho a su lado asintió.
—Sí, deberíamos partir lo antes posible —respondió él mientras pensaba dónde podrían pasar la noche en la superficie. Sacha se puso de pie y se dispuso a salir para buscar a su hermana—. Sacha, te ayudaremos a buscarla. Nos reuniremos en la arena en media hora, debemos salir juntos.
Mientras Ahián y Lujak buscaban por la parte sur de la ciudad mágica, Sacha recorría con pesar la parte oeste. Los recuerdos de peleas pasadas en las que Nastya y él terminaban jurándose odio eterno llegaron a su mente. Antaño aquellas promesas se quebraban a las horas cuando luego de una meditación a solas, ambos regresaban con los ojos hinchados del solitario llanto a pedirse perdón y a reconciliarse.
Pero Sacha sabía que esta vez las cosas fueron demasiado lejos y no podía esperar una reconciliación tan fácil como las que su mente imploraba. Conocer el orgullo de su hermana atemorizaba las esperanzas que tenía en la búsqueda; Nastya era demasiado orgullosa y con tal de resguardarse en él, se escondería hasta en lugares a los que estando cuerda no iría jamás.
Las calles comenzaban a llenarse de alboroto mientras avanzaba, lo que desconcentraba al joven rubio mientras intentaba localizar una melena dorada y rizada por entre la multitud. Su objetivo se hizo ver unos segundos después al final de la estrecha calle. Sacha apresuró la marcha pero le fue imposible alcanzarla. Observó como su hermana se escabullía por entre los transeúntes acompañada de un muchacho fornido que no alcanzó a reconocer.
Una vez consiguió salir de aquel caos de personas, siguió el camino que antes vio hacer a Nastya y se detuvo en seco al verla dirigirse a la entrada de Morax de la mano con aquel joven. Los ojos amenazaron con aguarse, pero la culpa se hizo con el poder y evitó que las lágrimas escaparan. Sacha cerró los puños con fuerza y respiró hondo.
Prefirió encaminarse al encuentro del albino y el niño, quienes lo estarían esperando desde hace un par de minutos en la arena y le preguntarían los resultados de su búsqueda, de modo que antes pasó por un negocio de inscripción y solicitó un pergamino y pluma en el que explicaría con breves palabras que el destino de Nastya a partir de allí sería forjado por ella misma y que no debían de preocuparse por ella.
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