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10: Qué Comience El Show.

Entre en medio de los pasillos, existía un hombre con porte elegante y ropas de cuero color negro, su rostro iba cubierto por una mascara, de esas que utilizaban los doctores de la peste negra. Aquel hombre, iba tranquilo, silbando  entre esos pasillos vacíos y tranquilos... Aun que eso poco terminaría.

— ¿Dónde estas pequeña caperuza?, ¿Dónde es que te escondes?, ¿acaso te escondes bajo la mesa?, ¿bajo la cama?, ¿detrás de tus seres queridos que tanto amas? ~. — Cantaba el hombre mientras el cuchillo que portaba en sus manos, sucio, iba goteando sangre fresca, mientras que en su otra mano, una cabeza, decapitado y con muecas de dolor iba escurriendo chorros e hilos de sangre manchando los, antes, limpios pasillos.

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Mientras tanto Yugi se hallaba apuntando los ejercicios del pizarrón que dejó el maestro, el chico de ojos amatistas estaba inmerso en sus labores escolares, cumpliendo el papel de ser el mejor alumno del instituto, trataría de pasar desapercibido de la vista de los demás y de aquella chica morena que conoció al principió.

Trataría de obtener una vida pacífica, y aún que no quería hacerlo, se obligaría a conocer el pueblo por las buenas, buscaría algunos cursos de aprendizaje, ¿un curso de inglés estaría bien?, su madre le había dicho que era bueno en ello, pero a decir verdad, Yugi ya sabía comprenderlo, aún que hablarlo, aún se le dificultaba, ¿que tal clases de música?, era una gran posibilidad, muchas veces, desde niño, quiso aprender a tocar el piano y el violín, pero cada vez que intentaba tomar tan siquiera tomar una clase, algo sucedía, algo le interrumpía y siempre se quedaba con ganas de poder tocar un instrumento musical, ¿esta vez sería así?, bueno, en caso de ser así, buscaría otra actividad que lo mantuviera lejos de aquellos pensamientos oscuros que aveces le invadían su cabeza.

“Rebeca me dijo que buscará algo que me mantuviera ocupado.” Pensaba.

Se levantó de su asiento para ir a entregar los ejercicios recién hechos, le había tomado alrededor de 10 minutos responderlos, sus compañeros le vieron impresionados y otros sólo siguieron en sus cosas.

— He terminado. — Hablo Yugi entregando su hoja hacia aquel chico de cabellos de oro.

Joey, tomó la hoja, se colocó sus gafas, reviso los ejercicios minuciosamente, después lo calificó.

— Bien hecho. — Le dijo Joey, ocultando la sorpresa en su voz y sus gestos. Era la primera vez que un chico resolvía los problemas de química que había colocado, ¡y eso que era un tema nuevo!, se supone que sus alumnos se levantarían de sus asientos, rendidos y cansados mentalmente por tratar de contestar los problemas. Increíblemente, Yugi lo logró en 10 minutos.

Así que los rumores sobre Yugi eran ciertos. Aquel chico de cabello tricolor era un geniecillo.

Joey se divertiria mucho con Yugi, sus clases serían aún más entretenidas.

— Por favor, regresa a tu asiento. — Le pidió gentilmente Joey.

— De hecho profesor, ¿podría ir al sanitario?. —

—Claro. — Acepto Joey amablemente. —Pero no te tardes mucho, comenzaré a explicar los ejercicios, aún que eso a ti ya no te importe. —

— De hecho me importa. — Dijo Yugi, haciendo que el rubio enarcar una ceja, las cosas se ponían interesantes con el menor.

—¿Así?. —

— Usted tiene un método para resolver los ejercicios que puso. Yo tengo el mío. Pero me gustaría saber acerca de su método para resolver los problemas. —

Yugi camina hacia la salida, pero antes de poder irse, voltea de reojo y mira a Joey.

—Regresaré pronto. —

Joey asiente y Yugi sale del aula, sin imaginarse que andaba un asesino buscándolo.

Buscando su sed de sangre con él.

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Mientras tanto en la dirección, Atem se encontraba informando al director sobre el presunto asesino que rondaba por el instituto.

El señor, de ya avanzada edad, tenía el semblante serio, ponía atención a lo que decía su muchacho.

— Si no hacemos algo ahora, pueda que mate a alguien más. —

—Mientras está buscando al hijo de los Muto, ¿cierto?. —  Habló el viejo. Atem asiente. — Bien. — Se levanta el mayor. — Daré la alarma y los avisos necesarios para que encuentren al depredador. Mientras tanto tú... —

— Yo seguiré buscando al niño. — Dice Atem. — Lo rastreare y lo pondré a salvo. —

— Asegúrate que no se vaya de tu lado, incluso obligalo a estarlo. Pero jamás te separes de él hasta que capturemos al asesino. — Dice. — Yugi es humano. Es frágil, así que procuralo, ¿de acuerdo, Atem?. —

—Por supuesto. Confía en mí Jung. —

*Continuará...

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