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01 | time to play


Daphne supo desde una edad muy temprana que no era como el resto de niños que conocía. A pesar de que también eran magos, ella era algo más, algo que nadie podía entender a no ser que lo sufriera.

Soñaba cosas, con personas que no conocía, y con personas que solían conocerla. Podía ver el pasado, el presente y el futuro. Muchos decían que era un gran don, que debía usarlo con inteligencia y precaución.

Ella lo odiaba.

No podía dormir muchas noches, los recuerdos que no le pertenecían la perseguian, atemorizaban y consumían.

Su madre sufrió lo mismo, y por ende la abandonó, dejándola con su padre, un hombre que por sus propios demonios tampoco se veía capaz de criar a lo que había creado junto a la mujer que una vez amó.

Afortunadamente, su tía Mary se hizo cargo de ella, la cuido y la quiso como de su hija se tratara. Pero aun así, no lograba entenderla.

Nadie lo hacía.

Porque su cabeza estaba llena de escenas sin sentido, y su corazón lleno de rencor que exteriorizaba con indiferencia.

No solía odiar a las personas, apenas tenía tiempo de pensar dado que su propia cabeza no le permitía hacerlo más de lo debido, siempre con los recuerdos de otras personas presentes.

Daphne le había visto en sus sueños mientras crecía, también la había visto a ella. Ambos sufrían. Ella por su don, él por su maldición.

A pesar de aquello, sabían que volverían a su vida, tarde o temprano, lo quisiese o no ella. No estaba en su poder decidir aquello, porque era el destino, y no podía evitarlo.

Y tampoco podía evitar la guerra que se acercaba.

Él no acudió a su tía Mary para volver a verla, solo quería tenerla de su lado para ayudar al que era hijo de su mejor amigo. Legítimamente, él tenía más poder que ella, y Mary no pudo impedir que se la llevaran, pero le prometió que iría a verla tanto como su trabajo se lo permitiese.

No tenía tiempo para odiar, pero a él lo odiaba.

El reloj emitió un sonido, anunciando las cinco de la tarde. Daphne sabía lo que pasaría, lo había visto decenas de veces. Era en el momento en el que ella entraba en el juego del destino después de años mirándolo entre las sombras.

— Se que me vas a preguntar en qué pienso. —hablo ella antes de que Sirius, que estaba apoyado en la puerta de la biblioteca, hablara.— He vivido esto como diez veces los últimos dos meses, y más de sesenta en los últimos dos años.

— Solo quería hacer mi deber como tío favorito.

— Sabes bien que no tienes a nadie con quien competir.

Black le sonrió. Aunque Daphne quiso decir que era porque no tenía más tíos, no porque fuera su favorito, se abstuvo.

— Y bien, ¿en qué piensas?

La pelirroja miro el reloj.

— En que la puerta se abrirá en 30 segundos.

— No deberías obsesionarte tanto con las fechas, fresita.

20 segundos.

— Y tú deberías estar con Lupin cuando esa puerta se abra.

— ¿Y qué pasa si no lo hago?

10 segundos.

— No tientes al destino. —cerró su libro.

Sirius se fue, tomando su puesto en la escena. La puerta se abrió, y tras ella entraron miembros de la Orden, y finalmente él se dejó ver. Lo había visto en aquellas visiones distorsionadas, pero nunca le haría justicia a como se veía en realidad.

Harry Potter esbozó una gran sonrisa al ver a Sirius junto a Remus, y no esperó mucho para envolverlo en un abrazo.

— ¿No deberías ir a presentarte y todo eso? —cuestionó Fred apareciéndose a su lado. George imitó a su gemelo, posicionándose al otro lado de Daphne.

Ella negó con la cabeza.

— En teoría deben hablarle de mi primero. —los gemelos fruncieron el ceño sin entender el porqué de aquello. Por esa razón ella agregó:— Si voy y le digo que soy el pobre chico quedará descolocado, sobre todo siendo una desconocida.

Los pelirrojos asintieron, no muy convencidos.

— ¿No deberíais estar limpiando?

— Bah, eso puede esperar. —le restó importancia George.

— A parte, si le decimos a mamá que estábamos haciéndote compañía lo dejara pasar. —se regodeó Fred.— Creo que te quiere más que a nosotros.

Ella rodó los ojos, sus pensamientos traicioneros advirtiendola que eso no era cierto, que Molly la tenía demasiado en cuenta porque sabía de quien era hija, y todo lo que eso conllevaba.

— Eres como Harry pero versión mujer. —comentó George. Daphne frunció el ceño, exigiendo con esa acción una explicación.— Harry es el favorito de mamá, y tu la favorita.

— No digáis tonterías. —bufó la pelirroja.

— Aunque tú pareces más una Weasley que él.

Ojalá fuera una Weasley.

— Como sigas diciendo eso me acabaré poniendo una peluca. —declaró.— Quizá os deje escoger el color.

— Daphne, cielo, ¿cenaras con nosotros o en tu habitación? —pregunto amablemente la señora Weasley.

Llevaba aproximadamente un mes en aquella casa, y habitualmente solía estar encerrada, dado que muchas veces no podía dormir a causa de su don. En aquel tiempo lo cierto era que había socializado con todos los jóvenes menos con Ron, quien solía observarla y enrojecer cuando ella conectaba miradas con él.

Aun así, por cansancio muchas veces solía cenar sola, sin ruido o personas que molestasen su llena cabeza.

Daphne miró de reojo la puerta del despacho de los Black, donde se encontraban el joven Potter, el primogénito Black y Remus Lupin.

— Cenare con vosotros. —contestó recibiendo aplausos de los gemelos y un "por fin nos honras con tu presencia" de ellos mismos.














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