˖°Douce Brillance *・☪︎·̩͙
Bajo la tenue luz de la luna, un joven de cabellos dorados contemplaba su bello reino. Sus ojos se posaban el las pequeñas luces color bronce del pueblo, las cuales eran encendidas como festejo de su vigésimo primer cumpleaños.
Edad en la cual asumiría como Rey.
Esa misma noche sería su celebración. Un baile de máscaras se daría en el salón principal del castillo, donde elegiría una joven con la cual se casaría para por fin poder tomar el lugar de su padre.
Una situación tan irreal para la mente del bello príncipe.
Pues a pesar de ser uno de los pasos más importantes en su vida, no era lo que el quería. No lo hacía feliz.
Quien mirara atentamente a sus ojos tristes comprendería que estaba sufriendo. Porque él ya estaba enamorado, y no de una mujer.
En una de sus tantas salidas a visitar su amado reino, conoció a alguien. Un hombre alto y fuerte, con una sonrisa encantadora y una personalidad brillante. Un amable y humilde joven de ojos soñadores.
Al inicio solo fue una simple curiosidad, él solo quería saber quién era ese precioso hombre que se sentaba en las esquinas de las calles y pintaba su alrededor con tanta pasión.
Era arte creando arte...
Y así siguieron días que se convirtieron en semanas, y semanas que se convirtieron en meses.
Meses que solo se dedicaba a observar como el hombre pintaba sus cuadros con tanta afición que lo emocionaba.
Pero no se quedaría allí, viendo como mujeres y hombres podían hablar con él, contemplarlo de cerca y oír su suave risa.
Por lo que una tarde, luego de sus prácticas, escapó del castillo totalmente cubierto para no ser reconocido, y corrió hacia donde siempre estaba ese lindo muchacho.
Y al llegar lo vio, tan impecable como siempre, dando suaves pinceladas a su pintura, la cual podía notar que apenas había comenzado.
Con seguridad se acercó, se posó frente a él y retiró su capa, dejando ver su rostro.
Por primera vez cruzaban miradas, los ojos del contrario brillaron al ver al rubio frente a él, mientras que este sonreía al verlo tan embelesado con su persona.
Ese fue el primer encuentro de tantos otros.
Casi todas las tardes, el príncipe escapaba de su hogar para ver al pintor, quien había descubierto su nuevo pasatiempo favorito, que era retratar al de cabellos dorados.
Al principio fue solo una bella y extraña amistad, que se había formado con dulces miradas y cortas oraciones. Pero el tiempo paso y ambos descubrieron que sus corazones se aceleraban por el otro.
Ya no podían ocultar sus fuertes sentimientos que eran transmitidos con sutiles roces y sonrisas tímidas.
Por lo que esos amigos se convirtieron en amantes.
Amantes prohibidos. Mal vistos ante el reino y la sociedad completa. No solo porque uno de ellos pertenecía a la realeza y el otro era un simple plebeyo, sino que se trataba de dos hombres.
No obstante, en ningún momento les importó. No se separarían solo por una sociedad de mente cerrada e ideas equivocadas. Y de esa forma un amor inquebrantable surgió, convirtiéndose en una unión tan poderosa que había unido sus almas en una sola.
El príncipe Park no se rendiría hasta que su amor por Jeon dejase de ser una aventura a escondidas de su familia.
Y esa noche lo haría.
Él no se casaría con una mujer, él se quedaría con su único e inseparable amor.
El rubio se alejó de su balcón, cerrando las puertas de este tras de sí. Miro en su espejo su aspecto, tan impecable como se esperaba.
Su fino traje blanco se adaptaba perfectamente a su estilizado cuerpo. Su camisa de seda dejaba a la vista su largo cuello, su saco el cual se mantenía semi cerrado se ceñía a su delgada cintura, y sus pantalones se ajustaban a sus gruesos y trabajados muslos, dando una imagen exquisita y elegante a quien apreciara su físico.
Solo faltaban unos minutos para ser llamado, por lo que lentamente se acercó a su mesa, donde reposaba su máscara, también blanca con finas piedras incrustadas, y con sumo cuidado la tomó entre sus manos, tomándose unos minutos para observarla detenidamente.
Sabia que había llegado el momento, pero aún así temía por el resultado de esa noche.
Se la colocó en su dulce rostro, dejando ver esos bellos ojos que expresaban tanto temor como emoción. Su suave cabello se mantenía peinado hacia atrás, dejando su frente al descubierto. Era la imagen perfecta para el próximo rey, pero también para la representación de un joven herido que solo quería escapar.
Llenó sus pulmones con aire para luego soltarlo poco a poco, tratando de tranquilizarse. Solo debía esperar unas horas más y por fin podría ser realmente feliz.
Por fin podría dejar ver su corazón.
(...)
El rey Park se mantenía sentado en su trono con la reina a su lado. Los invitados se reverenciaban ante él, llenando de satisfacción al viejo hombre.
Por otro lado, el príncipe y la princesa se mantenían a un lado de sus padres, devolviendo las reverencias con amabilidad y dulzura, tan propias de ambos hermanos.
Las máscaras cubrían los rostros de todos los hombres y mujeres, dando un aspecto misterioso a cada uno de ellos.
La música sonaba a un volumen relativamente bajo, pero daba un ambiente armonioso para todos los presentes.
Decenas de bellas mujeres se acercaban a felicitar al rubio, quien recibía los saludos cortésmente. Ellas eran muy bellas, dignas de ser apreciadas y valoradas por quienes eran. No solo por su atractivo, sino por sus bellas personalidades que cualquier persona querría en sus vidas.
Pero aún así, los ojos del príncipe solo podían ver entre la multitud, buscando la masculina cabellera castaña que tan hipnotizado lo tenía.
Jimin sentia la mirada de su hermana sobre él, ella estaba al tanto de que algo no andaba bien con el mayor. Todos los hombres en el lugar también aprovechan la oportunidad para conseguir una pareja, mientras que él solo devolvía los saludos por cortesía, nada interesado en las féminas.
Sin embargo, ella no dijo nada al respecto.
Al llegar las diez de la noche, el Rey se levantó de su trono, siendo el centro de atención para todos allí, pues daría un discurso de agradecimiento.
Todo el mundo calló y escucharon atentos las palabras de su gobernante.
- Muchas gracias a todos por venir hoy, para celebrar el vigésimo primer cumpleaños de mi amado hijo Park Jimin, primogénito y heredero al trono. Su próximo Rey.- El hombre señaló con su mano a su hijo, quien se encontraba a unos pocos pasos. Los presentes se reverenciaron ante él, mostrando su respeto, y este amablemente lo devolvió con una sonrisa en su rostro.- En esta celebración no solo festejaremos el día de nacimiento de mi hijo, sino que hoy será el día en que se comprometerá con una mujer aquí presente, para de esta forma ser finalmente coronado.
Jimin sonrió forzadamente mientras bajaba levemente la mirada. El dulce joven solo quería llorar al pensar en la decepción de su familia cuando por fin llegara la hora.
Su padre y madre siempre habían sido cariñosos y buenos con él, siempre habían estado para apoyarlo y animarlo, al igual que su adorada hermana. Él solo los traicionaría.
- De esta manera, le doy comienzo a la celebración de esta noche. Les deseo a todos una maravillosa velada. Muchas gracias...- Luego de los vitoreos, todos volvieron a sus anteriores actividades.
Jimin había decidido que lo mejor era caminar a través del salón, esperando por su amante. Prefería no pensar en el futuro, por muy cercano que fuese.
Él sabía que sus padres nunca lo comprenderían. Sus ideas estaban igual de equivocadas que las de la sociedad entera. Y a pesar del amor que ellos decían tenerle, estaba seguro de que lo tratarían como alguien enfermo.
¿Es que estaba mal amar?
¿Le hacían daño a alguien?
La respuesta era no a ambas preguntas, pero para los demás no era así, a pesar de inconscientemente saber que estaban equivocados.
Dolia tanto no poder amar libremente, pero más dolia estar lejos de la persona que hacia su corazón latir con fuerza.
Sintió un agarre en su brazo y toda su atención se dirigió a la persona responsable.
Una bella joven de cabellos cobrizos y brillante sonrisa, un poco más baja que él y bastante delgada. Ella era una de las tantas invitadas, por lo tanto una de sus tantas pretendientes.
Cualquier hombre caería rendido a los pies de una mujer así.
Pero él no.
Por lo que algo incomodo por la situación, solo atinó a devolverle la sonrisa y aceptar su compañía. No la apartó, pero tampoco la invitó a bailar, acto el cual daría a conocer su interés por ella.
Una tradición familiar.
Al momento de encontrar la mujer con la que quiera casarse y pasar el resto de sus días, debería bailar con ella para que todos sepan quién sería su nueva reina.
El algo inquieto príncipe solo podía desear que el tiempo pasase rápido, pues no quería pasar más tiempo al lado de esas mujeres. No por rechazo o desagrado hacia ellas, sino que detestaba las expresiones de desilusión que mostraban al ver que él no las elegía.
No quería dañarlas.
Pero no lo podía evitar. Su cuerpo, corazón y alma ya tenían dueño.
Y de esa manera, más de una hora había pasado.
El de cabellos dorados sentía la molestia que irradiaban sus progenitores. Sabia que no debía tardar mucho más, debido a que ninguna mujer duraba demasiado tiempo a su lado y ya había conocido a la mayoría que lo rodeaba.
Ellos intuían que algo andaba mal con él.
Luego de besar la mano de una de sus tantas acompañantes de esa noche, para despedirse de ella, giró sobre si mismo, mirando hacia la entrada del castillo. Donde uno de los guardias y cercano amigo, llamado Hoseok, quien era el único que conocía su situación aunque no en su totalidad, dejaba a entrar a un muy bello joven de cabellos castaños, casi irreconocible gracias a su máscara, que llamaba la atención de muchas jovencitas. Jimin juraba haber oído suspiros.
Era él, era su adorado amor.
Por fin estaba allí, por lo que sabía que la hora estaba llegando.
Pero antes de que pudiera acercarse, su hermana apareció frente a él con una expresión neutra.
- Jimin, necesito hablar contigo en privado, por favor. - Dijo ella en un tono bajo. Él asintió, siguiéndola a las escaleras para ir hacia una de las tantas habitaciones del castillo, no sin antes darle una última mirada al atractivo hombre.
Ella abrió la puerta de la habitación, entro en ella, seguido por él, para luego trabar la puerta nuevamente.
Los ojos de ella se suavizaron al momento de estar solo, acercándose a él lentamente para apoyar su mano en la suave mejilla.
El más alto se inclinó hacia el cálido tacto, pues sentir el cariño de su hermana hacia que todo se detenga, podía respirar tranquilo aunque sea solo por unos minutos.
Roseanne siempre fue un gran apoyo en su vida, ella solo tenía dieciocho años, pero era incluso más madura y valiente que él en muchos casos.
Desde niños siempre habían estado juntos y sabían que estarían para el otro en el momento que sea necesario. Ella era mucho más importante que cualquier persona dentro de ese helado castillo de piedra que tenía tantos recuerdos dulces como amargos.
Pero ella era su luz incluso en los días más oscuros.
Y sabia que podía confiarle cualquier secreto porque no lo traicionaría.
- Has estado muy extraño esta noche Jiminnie... ¿Que sucede?- La suave y calmada voz de ella resonó por la vacía habitación. La tranquila muchacha siempre intuía cuando algo iba mal.
- Rosie... - Sabia que podía hablar de cualquier tema con ella, pero de igual manera temía por su reacción y no se animaba a soltarlo de esa manera.
- Hermanito, no estás bien... Te conozco y se que algo que molesta, que algo te duele. ¿No quieres casarte? ¿Es eso lo que te hace daño?- Ella hablaba con el de forma tan dulce como si estuviera tratando con un niño pequeño. Siempre había sido así, pues Jimin era alguien tan transparente y sensible que sentía que debía tratarlo con cuidado en todo momento. - No te juzgare, no temas ¿Bien? Estoy aquí para ti...
- Es solo... Tengo miedo Rosie, tengo tanto miedo de lo que diran los demás, de lo que dirán nuestros padres y de lo que dirás tú. - Jimin sintió como la mano de su hermana, que aún estaba apoyada en su mejilla, limpiaba una traviesa lágrima que había escapado.- No quiero casarme, no con esas mujeres, no puedo... Simplemente no puedo hacerlo.
- ¿Por qué Minnie? Papá y tu han hablado de esto por años, nunca habías dicho nada sobre esto, siempre te dio igual casarte porque sabías que era necesario para mantener la descendencia, ¿Que cambió? - Ella no quería ser dura, pero no entendía que había pasado para que su hermano llegase hasta ese punto.
- Y-yo... No puedo casarme con ellas porque... Encontré a alguien más... Alguien a quien amo con todo mi corazón y alma, pero que no puede casarse conmigo, alguien que no debería ser para mi.- Su voz salió entrecortada, pues estaba aguantando las ganas de llorar como un pequeño.
- ¿Qué?- Parecía sorprendida ante la revelación, pero no enojada. Se tomó unos segundos para pensar, pero sin apartar el contacto visual.- ¿A que te refieres? ¿E-es una mujer casada? ¿Por qué no puede casarse contigo? No lo entiendo...
- No Rosie... No es que esté casada, no es que sea de otro reino o que no pueda estar con ella por cualquier razón. Lo que pasa es que no es ella... Es él, me enamoré de un hombre Rosie.- Para ese punto, los ojos de Jimin desbordaban gruesas gotitas cristalinas que mojaban su tersa piel.
Miraba atentamente a la joven chica frente a él quien parecía en un pequeño trance, era notable que no esperaba ese tipo de noticia. Sintió el momento en que la mano que acariciaba su mejilla se alejaba lentamente, y su corazón se aceleró por el miedo al rechazo.
La expresión de ella era indescifrable, no podía averiguar si estaba decepcionada o molesta, si le desagradaba totalmente o solamente había sido algo inesperado. Pero de cualquier forma, sabia que ella no lo entendería.
Él bajó la mirada, no podía soportar el rechazo de alguien tan preciado. Podría soportarlo del pueblo entero y de sus padres. Pero de su hermana no, absolutamente no.
Cerró sus ojos fuertemente, esperando por una reprimenda, por gritos e incluso algún insulto.
Pero nunca llegaron.
Pues las pequeñas manos de ella tomaron su rostro para alzarlo nuevamente, mientras limpiaba sus lágrimas y le regalaba una hermosa sonrisa.
- Nunca bajes la mirada. No has hecho ningún mal hermano.- Ella se acercó un poco más y poniéndose en puntas de pies dejó un pequeño beso en la frente del rubio.- Dije que nunca te juzgaría, que estaría siempre para ti y que mientras pudiera te daría todo mi cariño. Así será hasta mi último respiro Jimin, no lo dudes. Te has enamorado y eso no es nada malo, es algo bellísimo aunque muchos no lo acepten... Dime, por favor, en que puedo ayudarte.
Jimin no podía creer lo que estaba oyendo, pero estaba seguro de que su hermanita era como un angel. Un tesoro tan precioso que siempre debería proteger porque su corazón era tan puro que muchos podrían aprovecharse de él.
- Él está ahí afuera, me está esperando... Necesito ir con él Rosie, no puedo quedarme aquí, no lo aguantaría.- EI miedo a que todo saliese mal siempre estaba ahí, pero no podía echarse atrás. Ya no.- Lo amo, y solo quiero ser feliz a su lado, no puedo casarme con alguien que no quiero, porque solo me dañaría a mi mismo y a esa mujer que se sentirá rechazada toda su vida. No puedo hacer eso.
Roseanne asintió ante sus palabras. Ella lo miró y con cuidado lo abrazó, apoyando su mentón en el hombro del más alto.
- ¿Entonces qué esperas para ir con él?- Susurró dulcemente.- Vamos, tu hombre te espera Minnie... Solo promete que cuando todo esté bien, me dejarás visitarte donde sea que estés. No quiero perderte hermanito.
Jimin dio una pequeña sonrisa y beso la mano de su hermana.
- Lo prometo hermanita, nunca me perderás.
La conversación finalizó de esa manera. Ambos regresaron en silencio al salón como si nada hubiese pasado.
Ahora Jimin tenía el apoyo de su hermana, y eso le daba la tranquilidad necesaria para saber que debía seguir adelante con su plan.
(...)
El castaño caminaba entre la gente, saludando cortésmente a quienes se le acercaran. Había visto el momento en que el príncipe caminaba detrás de la princesa, por lo que esperaría por él.
No podía decir que estaba tranquilo, porque no era así. Temia hacer algo indebido, pues ese no era su ambiente.
Él había crecido en una familia humilde, su padre y madre habían trabajado toda su vida para darle lo mejor, por lo que no eran de escasos recursos. Pero era simplemente comparar su nivel con el de Jimin cuando hablaba del mismo príncipe. Aún así, había sido criado con educación, buenos valores y principios, por lo que sabía manejarse sin ser alguien tosco o desagradable.
Daría lo mejor de sí mismo, solo por su amado Jimin.
Tal vez era una locura lo que harían, pero todo valía en el amor. No podía olvidarse de él tan rápido, lucharía para mantenerlo a su lado y poder amarlo cada día y noche.
Lo que sentía por su adorado principito no se comparaba a ningún sentimiento que haya experimentado anteriormente. Jimin era su luna, sus estrellas y galaxia entera. Era su sol en días nublados y su calor en sus días de frío. Necesitaba mantenerlo a su lado, pues cada vez que lo envolvía en sus brazos sentía que tenía su mundo entero en ellos.
Jimin era su lugar seguro en el mundo, su hogar, su refugio. Él era su todo.
Y el se arriesgaría para tenerlo consigo. No importaba nada más.
Luego de un rato, en el cual solo puedo intentar evitar a las mujeres que querían acercarse a él e intentar pasar desapercibido, vio a su amado volver con su hermana. Parecía un tanto abatido, pero nada que sea realmente preocupante.
Se acercó lentamente, no demasiado para no llamar la atención, pero si lo suficiente para que el príncipe lo notara.
Ambos conectaron sus miradas.
Sus ojos visibles a través de sus máscaras, perfecto para poder transmitir cada uno de sus sentimientos.
Todo parecía en segundo plano cuando se miraban a los ojos, pues decían que estos eran las ventanas del alma, y no se equivocaban.
Cuando Jeon veía los ojos de su amado, podía notar el amor que irradiaba, la pureza de su corazón y la bondad en su interior.
Jimin era un ángel.
Lo observó decirle algo a su hermana, ella lo miró pero desvió la mirada rápidamente, se extrañó pues creía que Jimin no le había mencionado nada a nadie más que al guardia. Seguido de esto, Jimin se alejó un poco de ella, caminando entre la multitud de hombres y mujeres que lo rodeaban, yendo en su dirección.
Se alarmó. Se suponía que ellos no podían cruzarse hasta casi el final de la fiesta.
Pero no retrocedió, dejó que el príncipe se le acercase a tal punto se tenerlo a menos de treinta centímetros.
Sentía todas las miradas sobre ellos, la suave música que sonaba hace un momento se había callado por completo. Y era de esperarse, pues la forma de actuar de Jimin en ese momento era algo extraña para todos allí.
Incluso para él.
Pero lo entendió cuando lo oyó susurrar.
- No me importa lo que digan, no me importa lo que suceda. Nos iremos de aquí, pero no sin antes dar a conocer a la persona que amo... ¿Quieres bailar Jungkookie?- Le dijo Park, mientras le tendía la mano.
La música comenzó a sonar. Jeon miró hacia los músicos, notando su expresión algo molesta, pero al parecer obedeciendo a las órdenes de la princesa quien se encontraba a un lado de ellos.
Los murmullos se oían en todo el salón, y aún así Jimin no apartaba la vista de él. Estaba seguro de lo que hacía, y él no lo dejaría solo.
Aceptó la propuesta y se acercó a él para tomarlo de la cintura, sintiendo la mano de Jimin en su hombro.
Juntos comenzaron a bailar frente a todos, oyendo los murmullos de quienes creían que tenían el derecho a juzgarlos como si no fueran personas, iguales a ellos. Sentían las miradas de rechazo, los malos comentarios, y los suspiros de desilusión de las jóvenes.
No obstante, en ningun momento se alejaron y siguieron danzando al ritmo de la lenta melodía.
Los ojos de Jimin no se apartaban de los suyos, y no podía sentirse tan bien en ese momento. El rubio estaba precioso, era etéreo.
Un príncipe, un rey, y mucho más que eso.
- Te amo Jimin, te amo con todo mi ser...- Susurró Jeon.
- Y yo te amo a ti, mi Jungkook... Eres lo más bello que tengo en la vida.- Le susurró de vuelta Jimin.
El rubio no espero más y dejó todo temor atrás. No pensó en su familia ni en su reino, ni siquiera pensó en él mismo. Simplemente actúo por lo que dictaba su corazón en ese momento. Y lo besó.
Jungkook sintió esos dulces labios que eran como pequeñas nubes sobre los propios. Sintió el sabor de estos, tan adictivos y atrayentes. No se separó, ni siquiera se le pasó por la mente. Le correspondió al instante.
Era imposible resistirse ante semejante regalo que eran los gratos besos del príncipe.
Ambos se tomaron como lo habían hecho muchas veces en la tranquilidad de su soledad. Y a pesar de la adrenalina, se sentía igual de placentero que siempre, pues no mentía al decir que eran labios adictivos.
Al separarse ninguno de los dos lo pensó y no esperaron a que el rey actúe.
Tomados de la mano comenzaron a correr hacia la puerta principal, donde Hoseok abrio apresuradamente. Jimin no pudo detenerse siquiera a agradecerle, pues bajaron las escaleras de la entrada lo más rápido posible para subirse al caballo con el que Jeon había llegado.
Los guardias iban tras ellos, las protestas de los invitados y los gritos del rey se oían por todo el castillo.
Lo habían enfurecido.
Pero ninguno se doblegó ante él y simplemente siguieron adelante.
Gracias a la fiesta, las rejas del castillo estaban abiertas, y los pocos guardias allí no fueron capaces de detener al caballo que ya había tomado velocidad.
Jimin se abrazaba a la espalda de Jungkook, intentando no perder el equilibrio. Veía como muchos caballos de la guardia real venían detrás de ellos, pero no le importó.
Solo podía sonreír, por fin sería libre de amar.
El recorrido duró demasiado tiempo, pero de a poco fueron perdiendo a quienes los seguían para casi no dejar rastro.
Los habían perdido.
Por fin pudieron quitar las máscaras de sus rostros, pero aún así no se detuvieron.
Tal vez era tarde y algo peligroso, pero lo mejor era seguir adelante, no podían confiarse en lo más mínimo.
El príncipe cerró los ojos cuando el caballo comenzó a cabalgar más lentamente, sintiendo una de las manos de Jungkook envolver la suya.
Se relajó ante su toque, pensando en su adorada Rosie, ella le había propuesto el baile al señalarle quien era su amado. Sabían que sería difícil, pero era la manera más clara para dejar el mensaje a sus padres y a todos los presentes.
El príncipe no se casaría con ninguna mujer, porque el ya tenía a su hombre.
De esa manera, el rubio cayó dormido con el rostro apoyando en la espalda del pintor y sus manos aún unidas.
Cuando pudo despertar, fue gracias a los llamados de su amante, quien le decía que habían llegado a su destino.
Al abrir los ojos noto que el lugar era bellísimo.
Los árboles los rodeaban, el pasto junto con ellos y flores de todo tipo se movían con gracia debido al viento.
Una pequeña casita estaba no muy lejos de allí.
Era una zona alejada del reino y algo escondida, era prácticamente imposible llegar allí si no se sabía el camino indicado. El lugar perfecto para esconderse del rey hasta que las aguas se calmaran.
- Se que no es mucho, mi amor... Se que tu mereces mucho más que esto, pero te prometo vida mía, que en un futuro no muy lejano te daré lo que realmente debes tener, e incluso mucho más. - Hablo Jeon, abrazando por detrás al más bajo.- Prometo hacerte feliz por lo que me resta de vida, haré hasta lo imposible para que esa bella sonrisa tuya siempre este en tu rostro.
Jimin se giró sobre si mismo y tomó el rostro de Jungkook para dejar un delicado beso en sus labios.
- No tienes que prometer nada Jungkook, esto es mucho más de lo que crees que merezco, porque estás tú. Tú eres mi mayor tesoro, lo más precioso que tengo y nada material es importante si te mantengo a mi lado... Solo quiero eso, estar a tu lado.- Pronuncio sin alejarse de él en ningún momento.
- Se que ya lo dije, pero nunca me cansaré de repetirlo... Te amo.- Habló Jungkook.
- También te amo mi dulce Jungkookie...- Respondió Jimin.
Y bajo la luz de la luna y las brillantes estrellas, volvieron a demostrar su amor.
Un amor tan puro que duraría décadas, centenares y milenios. Y posiblemente hasta la eternidad. Porque sus almas eran una sola, y en esa vida y todas las siguientes seguirían juntos demostrando su amor a pesar de todas las dificultades que puedan aparecer en su camino.
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Bueno...
No es un OS muy lindo, ni muy detallado y mucho menos desarrollado como se debe. Pero estaba tan bloqueada que necesitaba escribir cualquier cosa para poder seguir con mis otras historias.
No sé que salió de esto, lo escribí a las dos de la mañana y apenas lo releí, así que si tiene errores, perdón.
(Diganme si encuentran alguno para poder corregirlo)
Espero que de igual forma les haya gustado.
¡Los quiero muchito, tesoritos!
-Yaz.
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