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Extra 3 - 'La habitación de Rhett'

¿Dónde demonios se había metido Alice?

Miró la puerta de nuevo, irritado. Los demás ya estaban aquí. Se giró hacia el chico que había visto con ella unas cuantas veces, que se llamaba... ¿Tom? El que había echado unas cuantas miradas desagradables a Alice. 

Bueno, como se llamara. ¿A quién demonios le importaba su nombre?

—Eh, tú —lo llamó con el ceño fruncido, a lo que como-se-llamara dio un respingo—. ¿Por qué no está todo el mundo aquí?

—Yo... eh... no sé... supongo que...

—Déjalo —Rhett puso los ojos en blanco—. Dispara, se te da mejor que pensar.

Como-se-llamara enrojeció un poco y volvió a centrarse. Los demás fingieron sabiamente que no habían escuchado nada.

Rhett los revisó con la mirada, poco centrado, hasta que por fin escuchó la puerta de la casa de entrenamiento abriéndose. Se giró de golpe y no pudo evitar poner mala cara a Alice, que estaba casi completamente cubierta de barro.

—¿Sabes qué hora es? —le preguntó, acercándose.

Alice tragó saliva y echó una ojeada insegura a los demás.

—Sé que llego tarde —aclaró.

—Sí, exacto. Y espero que tengas una buena excusa.

Su buena excusa fue levantar la mano que, para el asombro de Rhett, estaba vendada.

—¿Qué demonios has hecho? —preguntó, olvidando por un momento que no debería preocuparse por eso con tanta gente delante.

—Ir a clase de Deane.

—¿Qué...? —oh, iba a matarla—. ¿Deane te ha hecho esto?

—Bueno, no exactamente... ha sido en el circuito.

—En las cuerdas —masculló Rhett. No era muy difícil deducirlo.

Alice asintió con aire avergonzado. Él tuvo que contenerse para no decirle nada más. Ya se ocuparía de ello.

—No puedo usar la mano —añadió Alice, mirándolo—. Ni siquiera puedo doblar los dedos.

—Muy bien —dijo él finalmente—, te has librado de esta clase. Pero te quiero ver aquí a la hora de la clase extra, como siempre.

—Pero... ¿y qué hago ahora?

—Aprovecha para comer algo —le sonrió de lado—. Siempre te quejas de que no te dejo hacerlo, ¿no?

Ella dudó un momento antes de asentir y marcharse felizmente.

•••

Encontró a Deane esa misma noche en la mesa de los guardianes. Estuvo a punto de ir directamente a gritarle unas cuantas cosas poco agradables a la cara, pero tuvo que contenerse. Era mejor no llamar tanto la atención.

Así que dejó la bandeja en la mesa, apartado de ella —como siempre— y empezó a comer como si Deane no existiera. También como siempre, ella tardó pocos segundos en deslizarse por el banco para sentarse más cerca de él.

—¿A qué viene esa cara? —preguntó Deane, mirándolo de reojo.

—No tengo otra.

—Pero tienes otras expresiones —sonaba algo burlona—. ¿O es que hay algo que te preocupa?

—Unas cuantas cosas, sí.

—¿Por ejemplo?

—El hecho de que no seas capaz de dejar en paz a Alice por unos celos absurdos que ni siquiera deberías sentir.

Lo había dicho sin siquiera levantar la voz o apartar la mirada del frente. Nadie los miró, pero Deane se quedó congelada en su lugar. Rhett vio, por el rabillo del ojo, que apretaba los cubiertos con más fuerza de la necesaria.

—¿Disculpa? —preguntó ella en voz baja.

—Ya me has oído.

—Sí, pero creo que no te he entendido muy bien, porque lo que has dicho ha sido una verdadera tontería.

—En absoluto —Rhett la miró, mortalmente serio—. Dejaste que usara esas cuerdas, dejaste que se jodiera las manos... ¿y para qué? ¿Para sentirte mejor contigo misma? ¿Tienes algún complejo de inferioridad que necesitas explotar con ella?

—Es una alumna más —espetó Deane, furiosa—. Que tú la trates...

—Yo no la trato de ninguna forma, y te recuerdo que he tenido que entrenar a tus alumnos unas cuantas veces, Deane. Me parecen todos unos mandriles sin cerebro, pero no por ello dejo que se lesionen.

—Solo hice lo que debía.

—¿En serio? ¿Quieres que hagamos un pequeño repaso de las normas de los guardianes?

—No digas bobad...

—Porque una de ellas es asegurarnos de que los alumnos no se hagan lesiones que los mantengan fuera de los entrenamientos.

—¡Solo fue un rasguño con una cuerda!

—Ese rasguño ha hecho que tenga que llevar la mano vendada, Deane. Has incumplido una norma de guardiana, ¿qué crees que pasaría si Max se enterara?

Eso sí pareció asustarla un poco, porque Deane pareció hacerse pequeñita en su lugar.

—¿Vas a contárselo?

—No lo sé. Pero Tina está obligada a contarle cada urgencia grave de una clase. ¿Quién sabe si ella se lo ha dicho?

—No lo ha hecho, si lo hubiera hecho...

—Tú ya no estarías en la ciudad, exacto, veo que me entiendes.

Deane debió entender la amenaza implícita, porque tragó saliva y, por fin, se quedó callada. Rhett volvió a girarse hacia delante.

—La próxima vez que le hagas algo, será la última vez que pises esta ciudad —replicó lentamente—. ¿Me has entendido?

Deane no dijo nada, solo agarró su bandeja y se puso de pie, furiosa. Rhett no la miró cuando salió de la cafetería.

•••

Ese día habían hecho las pruebas para intermedios. Después de tanta preparación, tenerlas listas era un verdadero alivio. Rhett dejó su lista en la mesa de Max con un suspiro y Max asintió con la cabeza, mirándola. Ya solo quedaban ellos dos y Tina.

—No ha ido mal —comentó Max—. Ha aprobado la mayoría.

—Y Kenneth ha recibido una paliza —murmuró Rhett.

—¿Eh?

—Nada, nada.

—Poner a Trisha con ese chico ha sido un acierto —Max asintió, mirándolo de reojo—. Creo que el año que viene dejaré que tú hagas las listas completas, Rhett.

Él se quedó pasmado un momento.

¿Acababa de decirle algo bueno?

Tina debía pensar lo mismo, porque los miró a ambos con los ojos muy abiertos durante unos segundos antes de carraspear.

—Sí que ha sido un buen año —dijo, rompiendo el silencio que se había formado—. Ahora podemos descansar un poco, mañana habrá que organizar a todos los intermedios nuevos.

—He encargado a Deane y Geo que se ocupen de eso para que podamos hablar.

Rhett miró a Tina con curiosidad, a lo que ella pareció ponerse nerviosa.

—¿Hablar? —preguntó a Max.

—¿No dijiste que necesitabas hablar conmigo? —preguntó, algo confuso.

—Eh, sí, pero... quizá ya no es...

—Oh, vamos. Rhett, déjanos solos.

Rhett le puso mala cara, pero decidió no protestar. Aunque, eso sí, mientras salía le dio la sensación de que Tina lo miraba con cierto arrepentimiento.

Llegó a su habitación agotado, por lo que se metió directamente en la ducha y se quedó en la habitación, sin ganas de ir a cenar. Solo quería tumbarse un rato en la cama sin hacer nada. Estuvo tentado a ver una película, pero por algún motivo se sintió como si fuera a traicionar a Alice por verla sin ella, así que al final se limitó a escuchar música.

Todavía recordaba el día en que Max le había regalado esos iPods. Cuando todavía se llevaban bien —es decir, todo lo bien que se podía llevar alguien con Max— y estaba en su primera exploración. Max los había liderado ese día, aunque Rhett era el único novato. Estaba tan nervioso que se le cayó el arma dos veces y en el coche no dejaba de mover la rodilla de arriba a abajo, tenso.

Recordaba perfectamente el ademán de sonrisa de Max —algo muy extraño en él— cuando le preguntó si le gustaba la música. Rhett le dijo que sí y, acto seguido, sacó dos iPods de la guantera del coche. Le regaló uno de ellos sin decir absolutamente nada más. Y Rhett se tranquilizó escuchando música.

Le había dado el otro un mes más tarde, cuando Rhett se convirtió en guardián de los exploradores, en su cena de celebración.

Rhett recordaba haberle preguntado por qué no se quería quedar con ninguno, a lo que Max se había limitado a decir demasiados recuerdos.

Lo miró mejor, pensativo, y no pudo evitar que ese buen recuerdo se emponzoñara con todos los malos recuerdos que había ido acumulando con Max esos últimos años.

Alice no apareció hasta las tantas de la madrugada, como siempre. Rhett estaba un poco desanimado y cansado cuando llegó, pero no fue muy difícil disimularlo cuando vio que ella seguía entusiasmada. El entusiasmo de Alice era contagioso.

—¿Has visto la paliza que le ha dado Trisha a ese creisino? —exclamó felizmente, pasando por su lado—. ¡No había disfrutado tanto en mucho tiempo!

Rhett no pudo evitar sonreír.

—¿Creisino?

—¿Eso no es algo malo?

—Es cretino, Alice.

—Bueno, pues eso.

Alice puso las manos en las caderas y lo miró, esperando que dijera algo, pero Rhett no dijo nada. Al final, ella insistió con un:

—En fin, ¿lo has visto?

—Sí, lo he visto. No ha estado mal.

—Después de todo lo que le había hecho a Jake... ojalá la hubieran dejado con él un rato más.

—Me preocupa un poco lo violenta que te estás volviendo.

—No es violencia. Es... argh... satisfacción. Se lo merecía, ¿no crees?

Sí, lo creía. De hecho, había estado a punto de dejar a Trisha sin pelear con Kenneth para no ser tan obvio sobre sus favoritismos, pero al final no lo había podido evitar. Menos mal que Max no había dicho nada.

—Sí —murmuró Rhett al final—, eso es cierto.

—¿La elegiste porque sabías que le daría una paliza? —ella entrecerró los ojos, divertida.

—Digamos... que no pude resistirme. Era tentador.

—¡Eres el mejor!

Rhett estuvo a punto de sonreír, pero abrió mucho los ojos cuando, de repente, vio que se lanzaba sobre él. De hecho, casi lo tiró al suelo cuando le rodeó el cuello con los brazos y lo apretó con ganas. Rhett tuvo que sujetarla con un brazo para no caerse. Ella estaba colgando de su cuello.

Casi empezó a reírse cuando vio que Alice agitaba las piernas al aire. Llevaba puestos unos calcetines de flores multicolores.

—Alice —dijo, sin embargo, todavía intentando recuperar el equilibrio—. Nos vamos a caer.

No es que fuera desagradable tenerla tan pegadita a él. De hecho, era bastante agradable. Pero la cosa podría ser mejor si no lo estuviera ahogando con los brazos.

—¡Eres el mejor instructor del mundo! —siguió chillando ella felizmente.

—Me alegro, pero... me estoy ahogando.

—¡Nunca pensé que me alegraría ver a Trisha intentando asesinar a alguien! Menos mal que no todos sois como la idiota de Deane. Ojalá todos fueran como tú.

—¿Podrías dejar de hablar de mí como si fuera un santo o algo así?

No le gustaban los halagos. No sabía cómo reaccionar a ellos y eso le ponía nervioso.

Al ver que no iba a bajarse en un futuro cercano, Rhett suspiró y bajó la mirada irremediablemente a lo único que podía ver de Alice desde esa perspectiva, que eran sus piernas... y su culo. Carraspeó cuando lo miró mejor, pero todo lo bueno del momento se esfumó cuando vio las bragas.

—Por cierto, ¿tienes algunas bragas normales? —preguntó sin poder contenerse—. Porque cada día te pones unas más raras.

Alice lo soltó y se separó de él para mirarse a sí misma. Quizá Rhett se arrepintió un poco de haber dicho nada.

—¿Qué tienen de malo? —preguntó ella, confusa—. A mí me parecen bonitas.

—Son de Bart Simpson.

—¿Quién es ese?

—¿No sabes quién es y te lo pones... ahí?

Por un momento de pánico, se imaginó a Alice diciéndole que podía quitárselas si no le gustaban. 

Iba a ser difícil decir no a eso.

Por suerte, ella se limitó a encogerse de hombros.

—Tenía cara de ser simpático, aunque es amarillo. Creo que está enfermo, el pobre niño.

—No está enfermo, es... —vale, ¿por qué demonios iba a perder el tiempo explicándoselo? —. Déjalo, estoy muy cansado para esta conversación.

Estuvo a punto de pasar por su lado, pero se detuvo cuando Alice le entrecerró los ojos con cierta malicia. Oh, no. ¿Qué había hecho ahora?

—¿Y por qué me mirabas las bragas? —su mirada se agudizó.

Rhett tuvo un pequeño momento de pánico —otra vez— antes de carraspear ruidosamente y fruncirle el ceño, a la defensiva. Para su desgracia, empezó a notar el calor subiéndole a la cara.

—Oye, me sujetabas la cabeza, no tenía otra cosa que mirar. No me hagas sentir como un pervertido.

—Si a mí no me importa —sonrió ella, encantadora—. Se supone que la ropa está para que los demás la vean.

—Bueno, sí, pero...

—¿Quieres ver mi sujetador? Tiene rayas rojas, blancas y...

Rhett se quedó un momento parado, hasta que vio que ella empezaba a subirse la camiseta. Se acercó de golpe y la detuvo, alterado.

—¡NO! Bájate eso. No quiero verlo.

—Eres un aburrido —pero no pareció muy afectada—. De todas formas, ahora que lo pienso, creo que me lo he quitado.

Rhett bajó la mirada casi automáticamente antes de desviarla a cualquier otra parte, riñéndose mentalmente. Parecía un niño de catorce años viendo porno por primera vez, ¿por qué demonios se alteraba tanto?

—¿Vas a escoger una película o qué? —preguntó, nervioso.

—Ya voy, ya voy...

El pobre Rhett tuvo que pasarse un rato en el cuarto de baño intentando centrarse antes de volver con ella, que estaba sentada en el suelo, junto a la estantería, revisando sus libros con la mirada. Se acercó, ahora más seguro, y se detuvo junto a ella. Alice parecía muy concentrada.

Era extraño verla concentrada. Normalmente, era muy sonriente e ingenua, pero cuando se concentraba en algo su expresión se volvía completamente seria y fruncía un poco el ceño. 

Rhett no estaba seguro de qué versión le gustaba más.

—¿Sabes... qué es un libro? —preguntó, confuso.

—Soy una androide de información. Mi principal función en mi antigua zona era pasarme horas y horas en una biblioteca adquiriendo conocimientos.

—¿Y solo leías... cosas científicas? —se sentó a su lado con una mueca, no quería ni imaginarse la tortura que sería leer un libro de esos.

—No siempre —le explicó Alice, pasando páginas distraídamente—. Casi todo era historia clásica, especialmente griega y romana. Como sé hablar latín y griego...

—Espera —la miró—, ¿sabes hablar latín y griego?

—Puedo hablar en más de veinticinco idiomas distintos. También es una de mis funciones.

Rhett parpadeó, pasmado, y ella enrojeció un poco.

—Pero... —él se recuperó—, ¿de qué les sirve a esos científicos locos que sepas historia clásica y hables idiomas?

—Cada androide tiene una función programada. La mía era asegurarme de poder contar la historia clásica humana a cualquier persona en la mayor cantidad de idiomas posibles por si alguna vez se perdía ese conocimiento. Era una forma de asegurarse de que siempre se recuerde la historia.

Alice hizo una pausa y pareció avergonzarse un poco cuando se dio cuenta de que Rhett seguía mirándola fijamente, pero aún así siguió hablando.

—Puedo hablar latín, griego clásico, francés, ruso, español, inglés, italiano, chino... está en mi programación y...

—No hables así.

No supo muy bien por qué lo había dicho, pero de repente no había podido evitarlo. Alice pareció algo confusa.

—Así, ¿cómo?

—Como... eso de tu programación —apartó la mirada—. Si sigues diciendo eso, te convencerás a ti misma de que no eres humana.

—Rhett, no soy humana.

Lo era. Para él lo era.

Pero no se atrevió a decirlo en voz alta.

—¿Por qué no? ¿Porque lo digan cuatro científicos locos?

—No, porque... funciono gracias al núcleo de mi estómago.

—¿Y a quién le importa eso?

—A los de esta ciudad les importa —ella agachó la cabeza—. Y yo estoy empezando a pensar como ellos, la verdad.

—No digas eso —Rhett le frunció el ceño, molesto.

—Es la verdad. Lo que no entiendo es... ¿por qué le das tú tan poca importancia?

—Porque no la tiene. A mí me da igual que un núcleo que mantenga viva... o lo que sea que hicieran para que vivieras. Eres más humana que la mayoría de personas que conozco, y eso es lo único que importa.

Se avergonzó casi al instante en que dejó de hablar, ¿a qué había venido todo eso? Menuda cursilería.

Alice, sin embargo, seguía mirándolo fijamente con una expresión que nunca había visto en ella, como si estuviera teniendo un gran debate interno. Rhett la miró con cierta desconfianza, como si esperara que le dijera que había roto algo y lo había escondido para que no se enfadara.

Sin embargo, dejó de pensar al instante en que Alice apoyó una mano junto a la suya y se inclinó sobre él, un poco temerosa. Rhett se quedó muy quieto, sorprendido, cuando Alice dejó la cara a apenas unos centímetros de distancia de la suya. Sus narices prácticamente se rozaban.

Durante un momento, su primer impulso fue cortar la distancia y besarla, especialmente cuando ella tragó saliva con fuerza, pero se obligó a detenerse. También debería haberse apartado, pero no podía. Se había quedado mirándola fijamente y no podía moverse. O, mejor dicho, sabía que si se movía iba a besarla.

Al final, justo cuando hizo el esfuerzo de apartarse un poco, tuvo que volver a quedarse quieto porque Alice se impulsó hacia delante y sintió sus labios sobre los suyos.

Rhett se quedó completamente paralizado de la sorpresa. Hacía años que no besaba a nadie, y ni siquiera recordaba que la última vez hubiera tenido tantas ganas de hacerlo. Los labios de Alice eran suaves. Ella los apretó ligeramente sobre los suyos antes de separarse un poco y mirarlo como si esperara una reacción.

Vale, había dos opciones:

1. La racional: apartarse y decirle que ese no era el comportamiento que debería tener con un guardián.

2. La que realmente quería: lanzarse hacia delante y besarla otra vez.

Por algún motivo, tenía el corazón acelerado. Bueno, todo su cuerpo estaba acelerado. Y tuvo que apretar los dedos en el suelo para contener las ganas de tocarla. Especialmente cuando Alice empezó a parecer arrepentida de lo que había hecho.

Oh, no. No iba a dejar que se arrepintiera tan rápido.

Sin pensar en lo que hacía, estiró la mano hacia ella y la sujetó de la nuca para acercársela de nuevo. Alice pareció pasmada cuando la besó de nuevo, esta vez con menos nervios y con más ganas. Ni siquiera había sido muy consciente de cuánto tiempo llevaba considerando la posibilidad de besarla, pero de repente solo podía pensar en lo estúpido que había sido por perderse eso durante tanto tiempo.

Una parte de él tenía la pequeña esperanza de que Alice se apartara y aportara un poco de seguridad a la situación, pero lejos de eso ella le correspondió al beso. Y Rhett ya no pudo aguantarse más. Hundió una mano en su pelo para acercarla más. Olía bien. Muy bien. Y tenía la piel cálida. Alice apoyó torpemente una mano en el suelo cuando empezó a empujarla hacia atrás con su cuerpo. Rhett sintió vagamente sus manos en sus hombros cuando la tumbó en el suelo y apoyó un codo junto a su cabeza, aunque tenía su atención más centrada en otras partes más interesantes, como la de...

De repente, dos cosas pasaron en cuestión de unos segundos:

-Alguien llamó a la puerta.

-Alice le mordió el labio de golpe.

Apenas sintió el dolor por la excitación del momento, pero sí que pudo saborear la sangre. Se apartó por impulso, sorprendido, y Alice intentó separarse tan de golpe que le dio un codazo en el estómago.

Auch.

Rhett carraspeó, llevándose una mano al estómago e intentando recuperar la respiración, cuando ella empezó a entrar en pánico a su lado.

—¡Mierda! ¡La única norma!

—¿Norma...? —Rhett la miró, confuso.

—¿Rhett? —preguntaron al otro lado de la puerta.

Oh, mierda, ¿Tina? ¿Qué demonios quería Tina?

Miró la puerta, tocándose el labio, y luego se miró los dedos. Sí que estaba sangrando. De hecho, sangraba bastante. Tenía que pararlo como fuera o Tina iba a empezar a hacer muchas preguntas.

—Había maneras más suaves de pedirme que parara —bromeó, burlón.

Pero Alice solo parecía querer desaparecer de la faz de la tierra.

—Me quieto morir —se lamentó.

—¿Rhett? —Tina debió escuchar ruido dentro de la habitación, por lo que siguió insistiendo—. ¿Qué haces?

—¡Ahora saldré! ¡Espérame un momento en tu habitación!

Por suerte, le había hecho caso. En cuanto escuchó la puerta de la habitación de Tina cerrándose, cerró los ojos con un poco de alivio y se relamió la herida del labio. Seguía sangrando. Mierda.

Pero le preocupaba más la chica hecha una bolita que tenía al lado, completamente roja y con las manos cubriéndole la cara. Estuvo a punto de hacer una broma, pero prefirió calmarla un poco.

—Oye, Alice...

—¿Te duele mucho? —lo interrumpió, mirándolo por encima de sus manos. Estaba tan roja que parecía que iba a explotar.

—No me duele —le aseguró enseguida, aunque no fuera verdad.

—Sí te duele. Y me quiero morir. Mucho.

—Deja de decir eso, pesada.

—¡No me llames pesada ahora, estoy entrando en crisis!

—¡Que te relajes, pesada!

—¡RHETT!

—¡VALE! —¿por qué se le daba tan mal consolar a la gente? Siempre terminaba él más alterado que los demás—. Ya hablaremos de... ejem... lo que ha pasado.

—O no. ¿Y si no lo hablamos nunca y fingimos que no ha pasado nada?

—No podría ni aunque quisiera.

Al menos, él no podría olvidarlo. Y quería repetir. A ser posible, sin interrupciones que provocaran mordidas en labios inocentes.

—No te lo tomes como si estuviera enfadado —añadió, mirándola—, pero deberías irte. Tina volverá si tardo mucho.

—Pero... te... te sigue sangrando.

—Creo que sobreviviré, no te preocupes.

Por un momento, creyó que iba a preguntarle si eso era sarcasmo o no, pero Alice simplemente suspiró y se puso de pie.

—Está bien —murmuró, todavía roja, dirigiéndose a la puerta—. Pero me quiero morir igual.

—Hazme el favor de no hacerlo, entonces.

Alice le dedicó una breve mirada antes de agachar la cabeza y apresurarse a marcharse, dejando a Rhett con las ganas de añadir algo. No estaba muy seguro de qué, pero algo. Lo que fuera. Para que las cosas no fueran incómodas.

Vale, y ahora... ¿qué demonios quería Tina? Más le valía ser un asunto de vida o muerte.

Llamó a su puerta tras ir a limpiarse la herida a toda velocidad. Seguía siendo muy obvia, pero al menos ya no sangraba. Tina, sin embargo, la vio nada más abrir la puerta.

—Pero... ¿qué te ha pasado? ¿Eso es un corte?

—Me he peleado con Max en el pasillo mientras esperabas.

—Vale, pues no me digas qué te ha pasado —ella se apartó para que pudiera entrar—. ¿Quieres que vaya a por algo para curarte?

—No hace falta.

Miró a su alrededor. La habitación de Tina era una réplica exacta de la suya, solo que mucho más ordenada y sin películas o televisión, solo algunos libros en la estantería, pero poco más. No le gustaba mucho la decoración. Igual que a Max. Era curioso que se parecieran tanto y, a la vez, fueran tan distintos.

—¿Qué pasa? —preguntó él, todavía un poco molesto—. Estaba durmiendo.

—Sí, siento haberte despertado —Tina parecía un poco nerviosa cuando se sentó en uno de los dos sillones que tenía justo donde Rhett había colocado su televisión—, pero no podía dormirme sin decírtelo.

—¿Decirme qué?

Tina le hizo un gesto significativo hacia el sillón libre, a lo que Rhett suspiró pesadamente antes de ir a sentarse y cruzarse de brazos.

—¿Qué pasa? ¿Qué es tan grave? ¿Quién ha muerto?

—Nadie.

—Entonces, ¿qué ha pasado?

—He hecho algo que... creo que no te gustará.

Eso, al menos, captó su atención. Rhett la miró con los ojos entrecerrados, desconfiado.

—¿El qué?

—Yo... estaba muy preocupada... pensé que si todo esto seguía, que si lo descubría de otra forma... todo sería peor... que era mejor que se enterara antes de que fuera más grave y...

—Tina, ¿se puede saber qué has hecho?

—Le he contado a Max lo tuyo con Alice.

Hubo un momento de silencio. Rhett entreabrió los labios, pasmados, al mismo tiempo que Tina cerraba los ojos.

—Lo siento —añadió.

—¿Que tú...? —Rhett se detuvo un momento antes de incorporarse de golpe, enfadado—. Pero ¿se puede saber qué te pasa?  ¿Tienes idea de lo que has hecho?

—Lo siento, yo no...

—¿Por qué lo has hecho? ¿Qué demonios vas a ganar con esto?

—¡Pensé que si le contaba a Max lo que estaba pasando antes de que fuera muy grave, no te echaría de la ciudad!

—¿Y por qué demonios iba a enterarse de otra forma?

—Por el amor de Dios, Rhett, media ciudad ya sabe lo que está pasando. La gente puede ignorar detalles, pero no evidencias. Y es obvio que te fijas más en ella que en los demás.

—Me fijo más en ella porque es mi alumna.

—Igual que todos los demás, y no te veo haciendo cola para que entren en tu habitación de madrugada.

Rhett frunció el ceño y se acercó a la ventana, frustrado. Escuchó a Tina suspirar por detrás de él.

—Incluso Deane y Geo lo han comentado esta mañana —añadió—. Me daba miedo que Max se enterara por alguien menos... confiable... y se enfadara mucho más que si se lo contábamos nosotros.

—¿Nosotros? —repitió él en voz baja—. Yo no le he contado nada.

Yo —corrigió Tina—. Pensé en decírtelo antes, pero sabía que no aceptarías decirle nada porque...

—Porque no tengo nada que decirle.

—Es tu alcalde, Rhett.

—¿Y qué? ¿Eso le da derecho a dictar mi vida?

—Hay unas normas, y son para todos. Incluso para ti.

—No las he incumplido.

—Alice no puede visitarte a las tantas de la madrugada, ¡imagínate lo que pasaría si se encontrara con Deane!

—¡No hemos hecho nada!

—¡Pero eso la gente no lo sabe! ¿Y cuál sería tu primera hipótesis si supieras que Geo se ve con un alumno en su habitación cada noche? ¿De verdad te creerías eso de que no hacen nada?

Rhett maldijo para sus adentros. Tenía razón. Al menos, en ese detalle.

—No deberías habérselo contado —masculló.

—Lo sé —admitió ella—. Intenté echarme para atrás en el último momento, pero no sirvió de mucho.

—¿Y cómo se lo ha tomado Max? Seguro que ha dado saltos de alegría.

—Pues... no —Tina puso una mueca—. No ha hecho... nada. Ha sido como si reflexionara sobre ello.

—¿No se ha enfadado? —Rhett le frunció el ceño, confuso.

—No —Tina sacudió la cabeza.

Pues eso solo quería decir una cosa: se enfadaría más tarde.

•••

Se despertó más temprano de lo normal con el objetivo de ir a hablar con Alice, pero después de su conversación con Tina sabía que no era una muy buena idea, así que optó por otro objetivo: sus compañeros de exploración.

Porque sí, hoy Ailce tenía su primera exploración fuera de la ciudad. Intentó no recordar la suya, porque eso implicaba pensar en Max y no era el mejor momento para ello.

Derek había sido su compañero desde los principiantes y habían llegado juntos —con otras tres personas— a ser exploradores. Por eso, era una suerte que fuera él quien acompañaría a Alice.

Seguía quedando con Derek y sus antiguos compañeros algún fin de semana en la cafetería, aunque hacía mucho que no hablaba a solas con él. Por suerte, lo encontró mientras recogía las armas de la sala de tiros.

—Vaya, buenos días —le dijo Derek alegremente—. ¿Has venido a despedirte de nosotros agitando un pañuelito blanco?

—No —Rhett le puso mala cara—. Necesito pedirte un favor.

Derek se detuvo un momento, sorprendido, y lo miró con cierta curiosidad. No era muy normal ver a Rhett pidiendo favores.

—¿Qué pasa? —preguntó.

—¿Ya has conocido a la chica que irá con vosotros?

—¿A la tiradora? No, todavía no.

—Bueno, es una alumna mía.

—Sí, me lo han dicho. Dicen que es muy buena.

—Lo es, pero no estoy aquí por eso.

—¿Y por qué es? —Derek terminó de llenar la caja y se incorporó con ella en brazos.

—Mira... es su primera exploración, estará asustada y nerviosa. Y Max no es muy simpático o claro dando órdenes.

—Así que quieres que alguien la ayude un poco, ¿no?

Rhett asintió. Derek, por su parte, se limitó a esbozar una sonrisa y encogerse de hombros.

—No te preocupes, yo le diré lo que tiene que hacer.

—Bien —se sentía raro teniendo que agradecer algo a alguien, así que simplemente asintió una vez con la cabeza—. Tened cuidado ahí fuera.

—Solo vamos a ver a Charles, ¿qué es lo peor que puede pasar? ¿Que nos apunte con un revólver en la cabeza? —se rio, divertido—. Hasta luego, Rhett.

•••

El día se le había hecho eterno. No dejaba de echar ojeadas a la puerta de la ciudad, como si el coche de los exploradores fuera a aparecer en cualquier momento, cosa que no llegó a pasar. Mierda, necesitaba concentrarse. Alice estaría bien. No era una niña, no necesitaba que nadie la protegiera.

Y... maldita sea, se estaba distrayendo. Frunció el ceño cuando se giró y vio que todo el mundo había aprovechado su distracción para dejar de correr alrededor del campo.

—¿Qué demonios es esto? —espetó, haciendo que todos dieran un respingo colectivo—. ¿Un maldito paseo por el parque? ¿Os traigo una cestita para que hagáis un picnic? ¡Corred de una vez!

Todos empezaron a correr como si el diablo los persiguiera, claro.

Intentó estar más centrado en sus otras clases, pero fue inútil. A la hora de comer —cuando se suponía que tenía su clase extra con Alice— empezó a pensar que lo mejor era ir un rato a su habitación para distraerse, pero por suerte Derek apareció en ese momento.

Rhett dejó el arma que estaba limpiando en la mesa de un golpe y se acercó a él. Derek tenía los labios apretados y parecía tenso. Oh, no.

—¿Qué le ha pasado? —preguntó Rhett sin pensar—. ¿Está bien? ¿Qué...?

—Está bien —aclaró Derek—. Charles... ha jugado un poco con ella, pero no le ha hecho daño.

Maldito Charles. Iba a darle una patada en el culo en cuanto lo viera.

—¿Dónde está? —insistió Rhett.

—Con Max. De hecho... me ha pedido que te llamara para hablar también con él.

Oh, no.

Rhett llegó al edificio en un tiempo récord, más tenso de lo que recordaba haberlo estado nunca. Si quería hablar con ellos, solo se le ocurría un motivo: lo que Tina le había contado la noche anterior.

Pensó en quedarse de pie al otro lado de la puerta, pero nada más llegar Alice la abrió con la cara totalmente pálida y expresión de espanto. Rhett se quedó paralizado.

—¿Qué...? —empezó, sin siquiera saber por dónde empezar—. ¿Por qué tienes esa cara? ¿El cabrón te ha gritado?

—Entra —espetó Max en su despacho.

Pero, claro está, lo ignoró.

—Alice, ¿qué pasa? —insistió al no recibir respuesta.

Pero ella no respondió. Le dedicó una mirada casi triste antes de agachar la cabeza y sacudirla.

—¡Rhett! —gritó Max, furioso.

Eso pareció hacer que Alice reaccionara, porque se apresuró a marcharse con la cabeza baja. Rhett la siguió con la mirada un momento antes de girarse hacia Max, furioso, y entrar en su despacho sin molestarse en cerrar la puerta o sentarse.

—¿Se puede saber qué te pasa? —le espetó a Max sin pensarlo, fuera de sí—. ¿Quién coño te crees que eres para dejarla así?

Max le dedicó una breve mirada de advertencia. Oh, había visto esa mirada. Estaba furioso. Algo malo había pasado con Alice.

—¿Qué le has dicho? —preguntó Rhett directamente.

—Que sigue estando a prueba —Max ni siquiera parpadeó—. Y que, si no cumple con su castigo, la echaré de la ciudad.

Rhett apretó los dientes y ni siquiera fue capaz de encontrar las palabras que quería soltarle. Al final, solo pudo hacerle una pregunta:

—¿Qué castigo?

—No puede hablar con sus amigos, ya no tiene clases extra y, desde luego, se acabaron las visitas nocturnas a tu habitación.

Hubo un momento de silencio. Para su sorpresa, Max lo miró con cierta decepción.

—¿Qué creías que iba a pasar, Rhett? Conoces perfectamente las normas.

—Pensé que no serías tan cabrón.

—¿Y qué hago? ¿Dejar que te veas con ella cuando quieras y hagáis lo que os dé la gana? ¿Y luego cómo penalizo a los demás por hacer lo mismo? Tengo que aplicar las mismas normas para todo el mundo.

—No tiene por qué ser así.

—Al parecer, ella es como tú. Hasta que no eres así de claro, no te hace caso.

Rhett apartó la mirada, furioso. Max seguía mirándolo fijamente, sin inmutarse.

—Eres un guardián —remarcó cada palabra sin dejar de mirarlo—. Se supone que tienes que cuidar de tus alumnos. Ayudarlos, guiarlos y protegerlos. No aprovecharte de ellos.

—¿Aprovecharme? ¿Te crees que me he aprovechado de Alice?

—Está claro que es más joven que tú.

—No tanto.

—No me refiero solo a la edad. ¿Cuánto sabe de relaciones? ¿Se lo has enseñado todo tú? ¿No te das cuenta de que es como una niña pequeña?

Bueno, ya estaba empezando a conseguir que Rhett se sintiera como un verdadero gilipollas aprovechado.

Pero... no. Él conocía a Alice, Max no. Era cierto que no sabía mucho sobre algunos temas relacionados con ello, pero eso no quería decir que fuera una niña pequeña.

—No puedes prohibirme verla —dijo en voz baja, mirándolo.

Max lo meditó unos instantes antes de encogerse ligeramente de hombros.

—No, no puedo. Pero sí que puedo controlar la forma en que os veis.

—¿Y si pasa de tu castigo?

—La echaré de la ciudad.

—Si la echas a ella ya puedes despedirte de mí, porque no me quedaré aquí sin Alice.

Max pareció momentáneamente perplejo. No era fácil sorprenderlo, pero nunca había visto a Rhett protegiendo a nadie.

—¿Qué te pasa con esa chica? —preguntó, pasmado—. Entiendo que hay cierta... relación entre vosotros, pero...

—No, no lo entiendes. No entiendes nada de las buenas relaciones. Solo entiendes de enfado. Y rencor. Y no sabes aceptar que otras personas quieran ver un poco más allá de todo eso.

Max lo miró fijamente durante unos instantes con los labios apretados.

—¿En serio estás dispuesto a renunciar a todo esto por... una chica?

—No por una chica. Por ella.

—Estás siendo un idiota. Y creo que lo sabes.

—¿Por qué? Es el único motivo por el que sigo en esta ciudad soportándote a ti, a Deane y a todos los demás pesados que me importáis una mierda. Si ella no hubiera llegado me habría ido hace meses, así que... ¿qué sentido tendría quedarme aquí sin ella?

Rhett no esperó una respuesta. Se apartó de la mesa y empezó a dirigirse a la puerta. Sin embargo, apenas la había cruzado cuando volvió a escuchar a Max hablando.

—Sabes que voy a tener que echarla si incumple el castigo —recalcó—. No quiero prescindir de ti, pero no me dejarás otra alternativa.

Rhett no dijo nada, así que él siguió.

—Espero que sepas lo que estás haciendo.

Rhett apretó los labios antes de esbozar una sonrisa que era cualquier cosa menos alegre.

—Es la primera vez en mi vida que sé que estoy haciendo lo correcto.

Y se marchó sin decir nada más.

FINAL DEL PRIMER LIBRO

(pronto subiré el segundo, paciencia paciencia dijo la stormi)


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