Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Extra 1 - 'A primera vista'

Rhett

Dos semanas. Solo dos semanas... y se marcharía.

Lo había estado planeando durante meses. Hablaría con Max y con Tina —o quizá no—, recogería sus cosas y se marcharía a otra ciudad a ofrecerse para ser explorador. Pero no podía quedarse en Ciudad Central. Cada día era más y más insoportable.

Todavía recordaba lo que era ser explorador. Levantarse temprano, los largos recorridos andando, tener que dormir muchas veces en zonas boscosas... cosas que a los demás podrían haberles parecido horribles, pero que él adoraba. Hacían que se sintiera vivo. Y todo había terminado desde ese día. El día en que le hicieron la cicatriz en la cara y Max le prohibió hacer más exploraciones.

—Iniciado —gritó a un chico que pasó corriendo por delante de él—, como no aumentes el ritmo voy a darte motivos para correr de verdad, ¡más deprisa!

El pobre chico salió disparado, casi como si lo empujara el diablo.

Miró a los demás. Estaba en una de sus clases matutinas con los principiantes, las de entrenamiento y combate. Eran las más aburridas. Al menos, cuando estaban en la sala de tiros o cuando se ocupaba de los avanzados de armas podía disfrutar de ver a la gente disparando, que era algo que echaba sumamente de menos. Pero... ¿el combate? Eso era un aburrimiento.

Suspiró y se cruzó de brazos, viendo como sus alumnos seguían corriendo. Solo con verlos ya sabía dónde terminarían todos. Trisha, Saud, Annie y Jenell en combate, Jake en enfermería, Dean en tecnología... ninguno en armas.

A veces, le gustaría tener algún alumno al que poder enseñarle a disparar de verdad, con más armas que una maldita pistola reglamentaria.

—Vale, suficiente —gritó, haciendo una seña—. Haced estiramientos en pareja.

Todo el mundo dejó de correr y se puso en parejas, jadeando. Ese día era especialmente caluroso. Rhett movió los dedos, algo incómodo por los guantes —aunque estuviera acostumbrado a llevarlos— y estuvo a punto de decir que pasaran directamente al combate para que fuera más ameno, pero entonces lo escuchó.

El sonido de un coche chocando contra el muro.

Se dio la vuelta, alarmado, al igual que todos sus alumnos. Hubo un momento de silencio cuando todos escucharon el sonido de neumáticos rechinando, un golpe sordo y cristales rompiéndose.

¿Qué demonios...?

Deane, que había estado al otro lado del campo con sus alumnos, a los que ese día torturaba con estiramientos imposibles, se giró hacia Rhett.

—¿Dónde están los guardias? —preguntó.

—En la entrada —masculló Rhett—. Tenemos que ocuparnos nosotros.

Deane gritó a los alumnos que no se movieran, pero estaba claro que nadie le hizo ni caso. La curiosidad era muy fuerte. Por eso Rhett ni siquiera se había molestado en decirles nada a los suyos.

El sonido había llegado desde la única zona de la ciudad en la que había una parte de bosque dentro de los muros. Por culpa de los árboles fue un poco difícil determinar qué había pasado, pero entonces lo vio. Un coche blanco y no muy grande había atravesado el muro y lo había destrozado, deformando toda su parte delantera en el proceso.

—Joder —masculló, acercándose.

El cristal se había reventado por el impacto y había sangre entre los fragmentos del suelo. Lo único que faltaba era...

—¿Y el conductor? —preguntó Deane con el ceño fruncido.

Todo el mundo se puso a buscarlo al instante, mientras Rhett se cruzaba de brazos.

—El coche es de la zona de androides —murmuró.

Deane se acercó a él y se detuvo a su lado.

—A lo mejor lo han robado.

—¿Tú has visto la seguridad de esos locos? Es imposible.

—Entonces, ¿cómo explicas que...?

Rhett le hizo un gesto para que se callara al instante en que escuchó algo agudo. El silbido de Jake. Se alejó de Deane sin siquiera pensarlo y salió corriendo hacia él.

Jake estaba a unos metros de ellos, agachado junto al cuerpo de alguien que estaba prácticamente cubierto en sangre y tierra.

Rhett tardó un momento en darse cuenta de que era una chica. Apretó un poco los labios al ver su rodilla. Eso tenía que doler.

Se quedó un momento en blanco cuando vio que uno de los alumnos de Deane, un gigante rubio que tenía de músculos lo que le faltaba de cerebro, agarraba a la chica sin ningún tipo de cuidado e intentaba levantarla del suelo.

—¡Suéltala, Kenneth! —le chilló Jake—, ¡le harás daño!

—Está muerta, solo la quito para...

La chica soltó un sonido agudo de dolor cuando el orangután le tocó la rodilla. La soltó bruscamente otra vez, asustado, y Rhett lo apartó de un empujón para alejarlo de ella.

—Idiota inútil —masculló—. Aparta, déjame a mí.

La chica no era extremadamente delgada, pero definitivamente pesaba menos de sesenta kilos. Rhett la observó un momento antes de ver dónde tenía las heridas y agacharse para sujetarla de la cintura y uno de los brazos. Con cuidado, se la subió al hombro. La chica intentó moverse al instante, alarmada. Rhett apretó los dedos.

—Como te quejes, te arrastraré.

Ella se quedó quieta al instante. Sabia decisión.

Rhett hizo un gesto a Trisha, que lo entendió enseguida y se ocupó de que los demás volvieran al campo de entrenamiento. Deane, por su parte, seguía sin decir nada a sus alumnos porque miraba a la chica con desconfianza. Ella se había desmayado de dolor. Rhett aceleró el paso hacia el hospital.

Cuando llegó, Tina estaba canturreando una canción y moviendo las caderas mientras colocaba unos tubos en su sitio. No se giró al escuchar pasos.

—¿Rhett? —preguntó, todavía bailando la canción—. No sabes lo bien que me vienes, necesito ayuda para transportar algunas caj...

—Creo que tenemos una pequeña emergencia.

Tina se dio la vuelta, confusa, y abrió mucho los ojos cuando vio que Rhett transportaba a alguien lleno de sangre. Al instante, se olvidó de cualquier canción y se acercó a toda velocidad a una de las camillas libres. Rhett dejó a la chica con cuidado sobre ella.

—Está inconsciente —aclaró Rhett—. Se ha estampado contra el muro con un coche.

—¿Con... un coche? —repitió Tina, confusa, mientras buscaba objetos a toda velocidad.

Rhett asintió mientras ella cortaba la tela del mono gris ceniza a toda velocidad. Necesitaba verle la herida de la rodilla.

Justo en ese momento, Rhett escuchó unos pesados pasos acercándose. No necesitó darse la vuelta para saber que era Max, que se detuvo a su lado y miró a la chica con la misma cara de amargura que de costumbre.

—¿Esta es la conductora? —preguntó.

—No —murmuró Rhett—, es el duende que vive debajo de mi almohada.

Tina le dedicó una mirada cansada antes de volver a centrarse en la fea herida de la rodilla de la chica.

—¿Necesitas ayuda? —le preguntó Max en un tono mucho más suave.

—No. Aunque no lo parezca, no son heridas muy graves —aseguró ella—. El mayor problema sería si estuviera consciente.

—¿La has traído tú? —preguntó Max a Rhett.

Él asintió sin decirle nada. Ni siquiera lo miró a la cara. Max volvió a girarse hacia delante. No hubo un solo bien hecho, aunque tampoco lo esperaba.

—Lleva la ropa de Ciudad Capital —observó Max.

—No es una de ellos —soltó Rhett sin pensar.

—¿Y cómo lo sabes?

—Por su aspecto. Demasiado pequeña, demasiado... delicada —no supo por qué había usado ese adjetivo, puso una mueca—. No es una de ellos. No sé cómo se ha hecho con el mono, pero definitivamente no lo es.

—Había dos personas de Ciudad Capital buscándola —observó Max—. Pero se han matado en el accidente.

—Qué pena.

Max le dirigió una mirada de advertencia, pero Rhett no se arrepintió en absoluto de haberlo dicho.

—¿Podéis seguir discutiendo fuera? —preguntó Tina—. Tengo que quitarle la camiseta para mirar la herida del pecho.

Rhett y Max se marcharon en silencio. En cuanto estuvieron a solas, cada uno volvió a sus tareas sin dirigirse la palabra.

•••

Ya había pasado un día y había tenido que aguantar una insoportable reunión de guardianes —con Deane quejándose, Geo gruñendo, Max observando y Tina poniendo cara de lástima— para decidir el destino de la chica accidentada. Y no la había vuelto a ver.

Por algún motivo, había pensado mucho en ella. Y en su coche. Y en su ropa. Se preguntaba de dónde lo habría sacado. Y cómo había ido a parar donde había ido a parar.

Después de su última clase del día, Rhett estuvo a punto de ir directamente a su habitación. Honestamente, lo único que le apetecía era darse una ducha y tumbarse en la cama. Sin embargo, se encontró a sí mismo yendo directo al hospital.

Tina estaba charlando con un chico al otro lado de la sala, a unas siete camas lejos de la chica accidentada, que seguía inconsciente. Rhett estuvo a punto de ir a hablar con Tina, pero por algún motivo se acercó a la chica inconsciente y se quedó mirándola.

Tina se había ocupado de quitarle toda la suciedad de encima. No parecía la misma persona. Ya no tenía el pelo enredado y lleno de barro, ahora lo tenía de un castaño tan oscuro que parecía negro. La piel ya no estaba llena de sangre y hojas secas, ahora pálida y prácticamente perfecta. Tenía las pestañas largas y espesas y los labios en forma de corazón. También tenía unos pequeños lunares en el cuello y la mejilla, pero la única imperfección era la venda de la frente, que cubría una de sus heridas.

Una imagen bastante desagradable de la época en que él tuvo que llevar una venda parecida en la cicatriz de la cara le vino a la mente. Tuvo que parpadear varias veces para alejarla.

En general, la chica era... extrañamente familiar. Era difícil de explicar. Como si su cerebro ya la hubiera añadido a la categoría de caras que no quería olvidar jamás. Bajó la mirada a su cuello. Lo tenía bastante delgado, igual que los hombros, que asomaban bajo la bata de hospit...

—¿Te gusta?

Rhett no apartó la mirada de la chica cuando escuchó a Deane justo detrás de él. Solo apretó los labios con cierto desagrado.

—¿Me has seguido?

—Tenía curiosidad por ver dónde querías ir con tanta prisa.

Rhett por fin se giró hacia ella. Deane era bastante distinta a lo que recordaba de sus años como alumnos. Antes solía ser dura, sí, pero mucho más agradable, de alguna forma. Había cambiado en cuanto la habían hecho guardiana. Se había cortado el pelo y había empezado a entrenar compulsivamente. Ahora, ya no tenía una cara algo redonda y simpática, la tenía de rasgos marcados y ojos frívolos.

—No sé quién te crees que eres para seguirme —le dijo Rhett lentamente—, pero lo que haga o no haga no es problema tuyo.

—Solo tengo curiosidad. ¿Te gusta la nueva?

—¿Tanto te molestaría que lo hiciera?

Deane se encogió de hombros. Parecía bastante molesta.

—No es gran cosa —comentó, mirándola—. Una cara bonita. Nada más.

—¿Y si me encanta su cara bonita?

—Pues eres un superficial de mierda.

—Intenta disimular un poco esos celos, Deane.

—Que te den.

—Ni siquiera sabemos si se quedará con nosotros —Rhett enarcó una ceja—. ¿A qué viene tanta molestia con ella?

—A que yo votaré que no se quede —masculló Deane, mirándola con cierto resentimiento—. De eso puedes estar seguro.

Rhett no dijo nada por unos segundos en los que miró a la chica con cierta curiosidad.

—Pues yo quiero que se quede.

Deane masculló algo sobre caras bonitas e inútiles, pero no volvió a decir nada más.

•••

La chica ya había despertado y le habían hecho un juicio. Deane había cumplido su palabra y había votado para echarla, cosa que no era una gran novedad. Lo que sí había sido una sorpresa fue el hecho de que Max quisiera que se quedara. Honestamente, Rhett nunca lo habría creído posible.

—Así que se queda —comentó Geo cuando los guardianes pasaron a la sala trasera.

—Es el voto de la mayoría —comentó Tina felizmente.

—A lo mejor se mete en tu especialidad —le dijo Deane a Geo, algo resentida—. ¿No es de la zona de los raritos? Seguro que sabe algo de tecnología.

Rhett vio que seguían hablando entre ellos, pero no participó demasiado. Especialmente cuando vio que Max le hacía un gesto para que lo siguiera. De alguna forma, terminaron los dos en su despacho.

Rhett odiaba estar a solas con Max, era una situación incómoda para ambos, y él lo sabía.

—Bueno —Rhett se cruzó de brazos, mirándolo—, me imagino que quieres hablar de la nueva.

—Por una vez aciertas —murmuró Max, enarcando una ceja.

—¿Y qué quieres?

—Quiero que seas su instructor.

—Eso ya lo soy, porque me imagino que la meterás con los principiantes, ¿no?

—Hasta que veamos de qué es capaz, sí.

Dijo eso de forma significativa. Rhett tensó un poco la mandíbula al entenderlo.

—Yo no doy clases particulares.

—Tú darás lo que se te diga, por eso eres un guardián —lo cortó Max, mirándolo—. Tu trabajo es encontrar algo que se le dé bien y ayudarla a practicar. No quiero a alguien de esa edad con el grupo de principiantes durante mucho tiempo.

—¿Y qué hay de Trisha?

—Ella es un caso diferente, todos sabemos que sabe luchar. Pero no sabemos nada de la nueva.

Rhett ya sabía algo de ella: que empezaba a molestarlo.

¿Qué era ahora? ¿Un maldito profesor particular? Cada vez tenía más ganas de irse de esa maldita ciudad.

—¿Y qué tengo que hacer? —Rhett enarcó una ceja—. ¿Llevarla de la manita por toda la ciudad hasta que descubra algo en lo que sea mínimamente buena?

—La parte de la manita te la puedes ahorrar.

—¿Te crees que soy un puto niñero? —espetó sin poder contenerse, enfadado—. ¿Crees que ganas algo encerrándome aquí? Los dos sabemos perfectamente que si fuera explorador sería mucho más útil.

Lo había soltado sin pensar. Max levantó la mirada hacia él al instante, apretando los labios. Era la única mirada que había recibido de su parte desde ese día. Al principio había dolido, ahora ya le importaba menos. Se había acostumbrado.

—¿Necesitas que te explique por qué nunca más serás explorador? —preguntó Max en voz baja, mirándolo fijamente.

—¿No puedes dejar que la chica vaya con Tina? Seguro que se le da bien cuidar de la gente.

—Tina no puede enseñarle a disparar correctamente, y tú sí.

Rhett soltó una risa irónica y, justo en ese momento, los dos escucharon la puerta del despacho abriéndose. Rhett estuvo a punto de reírse a carcajadas cuando vio que Jake y la chica nueva estaban de pie, mirándolos. La chica seguía pareciendo un animalito asustado. Madre mía, no sabía lo que le esperaba en esa ciudad.

—¿Qué te dije de llamar a las puertas? —Max sonó bastante irritado cuando miró a Jake.

—Eh... lo siento mucho, Max, volveré en...

—No, ahora ya no importa —miró a Rhett—. Él ya se iba.

Rhett no supo muy bien si era porque ya estaba de mal humor por lo que acababan de hablar o si era por el simple hecho de que le diera órdenes de esa forma, pero de pronto le apeteció mandarlo a la mierda y hacer lo que le diera la gana.

—En realidad —se incorporó y cerró la puerta para apoyarse en ella con la espalda, cruzándose de brazos—, prefiero quedarme a ver esta interesante reunión.

La chica nueva le dirigió una mirada sorprendida, como si creyera que estaba loco por desafiar a Max de esa forma. Después, se apresuró a sentarse en el sitio que Rhett había ocupado unos momentos antes.

—¿Tienes alguna idea de combate? —preguntó Max directamente.

—¿Combate?

La chica tenía un timbre de voz bastante... suave. Dulce, incluso. Rhett no dejaba de pensar en cómo la destrozarían en esa ciudad. Casi sentía lástima por ella.

—¿Sabes lo que es? —insistió Max.

—No... bueno, sí...

—Es una cosa muy bonita —intervino Rhett, sonriendo—. Se trata de hacer piruetas intentando que no te maten. Lo vas a adorar.

Por la mirada de pánico que le dirigió la chica y el codazo que le clavó Jake, supuso que estaba siendo un gilipollas. Bueno, siempre lo era. Tampoco era ninguna novedad.

—Tu pierna estará bien mañana —Max lo ignoró—. Por lo tanto, mañana empezarás el entrenamiento con los iniciados.

—¿Con nosotros? —Jake sonrió, entusiasmado—. ¡Genial, Alice!

Pero Max, que era como un feo y barbudo impermeable de emociones, no pareció tan entusiasmado.

—Jake, te he dejado quedarte porque pensé que te callarías.

—Ah, sí. Perdón. Me callo. No existo. Soy decoración.

—Eres un bonsái —le susurró Rhett a Jake.

—Algún día creceré y te daré una paliza —le aseguró él, enrojeciendo.

—Rhett será tu entrenador —seguía diciendo Max a la chica.

—Genial —murmuró ella.

—Eso no lo pensarás mañana —murmuró Rhett.

—De todos modos —siguió Max—, Jake fue quien te trajo aquí y...

Oye, ¡eso lo había hecho Rhett! Él frunció el ceño, indignado.

—Técnicamente, fui yo quien la trajo. Ya sabes, la cargué todo el camino.

—Pero yo la encontré —intervino Jake, muy digno.

—¡Y yo la cargué todo el camino! ¿Es que nadie me va a dar siquiera las gracias?

Por el silencio, supuso que no.

La pequeña reunión siguió, aunque Rhett no prestó mucha atención. Estaba ocupado mirando a la chica nueva con curiosidad. Alice, ¿no? Seguía pareciendo aterrada. No dejaba de juguetear con sus manos, inquieta. Y tenía motivos para estar así de inquieta. No quería ni imaginarse lo que debía estas sintiendo al ver a la panda de locos que era esa ciudad.

Estaba tan distraído que casi no reaccionó cuando ella se puso torpemente de pie y cojeó hasta la puerta para llegar junto a Jake. Rhett, que estaba en su camino, dio un paso a un lado y le dedicó una sonrisa burlona. Ella lo miró durante unos instantes con los ojos azules y grandes muy abiertos antes de enrojecer un poco y pasar rápidamente por su lado.

Joder, era preciosa.

Rhett la siguió con la mirada cuando recorrió el pasillo en dirección opuesta, acompañada de Jake. De hecho, la recorrió de arriba abajo de una forma muy poco elegante sin poder evitarlo.

—Bueno —dijo Max mientras tanto—, ¿de qué estábamos hablando?

Alice sonrió un poco a Jake y se puso un mechón de pelo tras la oreja. Tenía un lunar pequeño justo debajo de ella.

—¿Rhett?

Miró un poco más abajo. La verdad es que tenía buen culo. Puso una mueca. Hacía tiempo que no se fijaba en nadie de esa forma. Casi se sentía raro por estar mirándola.

—Rhett, ¿me estás escuchando?

A lo mejor algún día podía convencerla para usar pantalones cortos, aunque tendría que inventarse alguna excusa. Mhm...

—¡RHETT!

Si ese grito no hubiera funcionado para devolverlo a la realidad, lo habría hecho Deane, que apareció casi al instante en que esos dos desaparecieron. Rhett cambió su expresión de interés a una mueca. Ella entrecerró los ojos.

—¿Se puede saber qué hacías? —preguntó, algo resentida.

—Nada.

—Estaba distraído —masculló Max, dejando que Deane entrara en su despacho con ellos—. ¿Necesitas algo?

—Solo tenía curiosidad por saber a quién asignabas a la nueva.

—A Rhett. ¿Algo que decir al respecto?

Deane estaba de brazos cruzados. Echó una miradita a Rhett, que también se cruzó de brazos. No estaba muy claro cuál de los dos estaba más a la defensiva.

—No sé si Rhett será muy buen profesor —observó Deane.

—¿Y eso me lo dice la profesora del año? —él sonrió irónicamente.

—Además, seguro que él no quiere —añadió, haciendo como si no lo hubiera oído—. A mí no me importaría serlo. Podría enseñar a la nueva a luchar de verdad.

Oh, no. Deane tenía esa expresión en la cara. Esa expresión que pones cuando estás a punto de hacerle una putada a alguien. Rhett empezó a tensarse, y lo hizo todavía más cuando Max se encogió de hombros.

—Si quieres, podr...

—No —Rhett lo interrumpió sin siquiera pensarlo—, yo puedo ser su profesor.

Hubo un momento de silencio. Deane lo miró con desagrado mientras que Max, simplemente, enarcó una ceja.

—Hace un momento no querías.

—He cambiado de opinión.

—Rhett será demasiado suave con ella —Deane negó con la cabeza.

—¿Suave? ¿Tengo cara de ser suave con nadie?

—Tienes cara de distraerte mucho —replicó ella, mordaz.

—No seré suave con ella —Rhett miró a Max—, eso te lo puedo asegurar.

Max pareció considerarlo un momento, mirándolos a ambos. Parecía que había pasado una hora entera cuando por fin asintió con la cabeza.

—Muy bien, Rhett, serás su instructor. En cuanto veas que algo se le da bien, te asignaré unas clases extras para ayudarla a progresar.

Deane se había puesto todavía más rabiosa, pero Rhett la ignoró al asentir con la cabeza.

—Perfecto.

—Pero —Max lo señaló—, no quiero ningún tipo de favoritismo. Como me entere de que eres más suave con ella por el simple hecho de ser la nueva, la reasignaré a Deane.

Rhett apretó un poco los dientes. Sabía qué quería decir eso. Le tocaba ser un cabrón. Pero asintió de todas formas.

—Muy bien —masculló, esperando haber tomado la decisión correcta.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro