Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 35


Alice tenía la cabeza entre las manos y los ojos cerrados. Su rodilla se movía de arriba abajo de manera ansiosa.

Se sentía como si hiciera una eternidad que esperaba en el pasillo. No habían dejado que entrara por no ser guardiana de la ciudad. Como si eso importara. Pero no le había quedado otra que esperar sentada en el suelo del pasillo intentando no volverse loca. Era como si el tiempo no pasara.

Miró por la ventana y se puso de pie, frustrada. Le dolía cada músculo del cuerpo. No había dormido. No había comido. Solo quería que esa pesadilla terminara de una vez por todas.

Estaba a punto de aporrear la puerta cuando escuchó pasos a su derecha. Se dio la vuelta enseguida y vio que los guardianes estaban saliendo de la sala de reuniones. Ninguno la miro a los ojos. Ninguno.

Alice intentó no empezar a agobiarse y pasó a través de ellos hacia el despacho de Max. Él hablaba con Rhett en voz baja, pero se detuvieron cuando la vieron llegar.

—¿Y bien? —preguntó, impaciente.

Max suspiró y le hizo un gesto. Parecía agotado.

—Cierra la puerta.

Ella la cerró enseguida, acercándose. Ni siquiera se sentó. Estaba demasiado nerviosa. Miró a Rhett y el corazón se le encogió un poco cuando vio que él no le dedicaba una sonrisa reconfortante.

—¿Y bien? —repitió, esta vez más nerviosa.

—Siéntate —le dijo Max.

—No quiero sentarme, quiero que me digáis cómo vamos a ir por Jake.

—Alice —él adoptó un tono de voz más autoritario—. Siéntate ya y respira hondo.

Ella soltó un resoplido de frustración y se sentó. Los miró, impaciente.

—¿Qué?

—Hemos estado hablando con los demás guardianes. Ya sabes que estas decisiones tan importantes tienen que ser tomadas en conj...

—¿Y qué habéis decidido? —lo cortó ella.

Max se tomó un momento.

—Estamos considerando negociar con John.

No era la respuesta que Alice esperaba. Frunció el ceño, un poco sorprendida.

—¿Negociar? ¿Con el hombre que ha estado jugando nosotros todo este tiempo?

—No es tan sencillo como eso, Alice.

—Bueno, no importa, ¿y cómo vas a negociar?

—Lo único que le interesa aquí es eso que tenemos en la máquina de memoria —le dijo Rhett—. Y Kai consiguió esconderse en esa sala y protegerlo, así que...

—¿Queréis devolverle la capacidad de crear androides? —Alice frunció el ceño todavía más.

—A cambio de Jake —aclaró Max.

—¡Nunca aceptará eso! ¡Lo que quiere es que Jake sea un androide!

—¿Se te ocurre algo mejor? —Max enarcó una ceja.

—Sí. Dejarnos de tonterías de una vez e ir a por ellos. Y que pase lo que tenga que pasar.

Rhett suspiró y ella clavó los ojos en él.

—¿Qué?

—Vamos, Alice, sabes lo que pasaría.

—Que recuperaríamos a todo el mundo.

—No, que nos matarían en menos de diez minutos. Y sin demasiadas bajas. Si nos resulta difícil vencerlos cuando nos envían un grupo pequeño a nuestra propia ciudad... ¿de verdad te crees que tenemos alguna posibilidad en la suya?

—No podemos arriesgarnos tanto —concluyó Max.

—Bueno, pues la maldita memoria —masculló Alice, frustrada—. Lo que sea con que vuelva Jake.

—Bien.

—¿Y los otros?

Hubo un momento de silencio. Max la miró con confusión.

—¿Qué otros?

—Los otros —ella hablaba atropelladamente. Seguía nerviosa—. Los androides, el bebé...

Las miradas que le dedicaron no le gustaron. En absoluto. Ella tragó saliva.

—¿No habéis pensado en un plan?

—Alice —le dijo Max lentamente—, sé que quieres ayudarlos, pero...

—No queréis rescatarlos —murmuró ella, echándose hacia atrás.

Miró a Rhett y vio que él, por primera vez desde que lo conocía, apartaba la mirada, avergonzado. 

No podía creérselo. ¿Lo estaban considerando de verdad? ¿Querían abandonarlos? ¿A todos?

—¿Por qué nunca me escuchas? ¡No podemos dejarlos tirados!

—No son nuestra responsabilidad —le dijo Max.

—¿Qué...? ¡Sí lo son, eran parte de nuestra ciudad!

—Alice...

—¡Nos ayudaron en todo lo que pudieron, intentaron integrarse...!

—Alice, no es eso.

—¿Y qué es?

Silencio. Alice sintió que se le cerraba la garganta cuando se dio cuenta de lo que no querían decir tan explícitamente y miró a Max, suplicando que lo negara.

—¿Porque son androides? —preguntó en voz baja.

Él suspiró y se pasó una mano por la cara.

—No son parte de nuestra ciudad —repitió.

—Lo eran hace unas horas —le dijo Alice con voz temblorosa—. Lo eran cuando te ayudaron a defender tu maldita ciudad de los que nos atacaron. Cuando murieron por protegernos.

—No es tan sencillo.

—Claro que lo es. Y los dos sabemos perfectamente que, si fueran humanos, ya estaríamos formando un maldito equipo para rescatarlos. Pero solo son androides. No nos sirven para nada.

—Yo no he dicho eso.

—¡Ni lo has negado!

—¡No puedo poner en riesgo a toda la ciudad por ellos, Alice!

—¡Tienen tanto derecho a vivir como nosotros!

—¡Y no sabemos lo que harán con ellos!

—Oh, ¡lo sabes perfectamente! ¡Solo no quieres verlo!

—¡No puedo responsabilizarme de cada habitante que pasa por aquí, Alice, tengo que preocuparme de los que seguimos en la ciudad!

—¡¿Y por qué ellos no son parte de tu maldita ciudad?! ¡¿Por qué no puedes intentar ayudarlos como haces con Jake?!

—¡Porque son suyos! —le espetó Max—. Son de su propiedad, Alice. Siento tener que decirlo así, pero sabes que es verdad.

Ella se detuvo, pasmada. Lo miró durante unos segundos que a cada uno ellos se le hicieron eternos antes de apretar los labios en una dura línea.

—Como yo, ¿no?

Max suspiró y negó con la cabeza.

—No es lo mismo.

—¿Por qué no? ¿Porque a mi me conoces? ¿Eso me da derecho a vivir con vosotros?

—Alice...

—Te pasas la vida diciendo que aceptas a los androides como si fueran solo personas cuando, en realidad, piensas exactamente lo mismo que los que se han llevado a Jake. Que no valemos para nada.

—Yo no he dicho eso.

—No hace falta que lo digas —murmuró ella—. Es lo que piensas. Y lo que piensa la mitad de la ciudad, ¿te crees que no lo sé?

—Alice... —intentó decir Rhett.

—No —ella lo detuvo bruscamente y volvió a mirar a Max. Le temblaba la voz—. No importa cuántas cosas buenas haga por esta ciudad. O a cuánta gente ayude. O todos los halagos que reciba. No importará porque, en cuanto haga algo mal, todo el mundo recordará, de repente, que solo soy un androide inútil. Solo eso.

—Yo nunca te he mirado así —le dijo Max en voz baja.

Ella esbozó media sonrisa amarga y sacudió la cabeza.

—No, porque a mí me conoces. Y quizá te dolería perderme. Pero no me niegues que no has mirado así a los demás.

Él se quedó en silencio y Alice se encogió de hombros.

—He visto esa mirada durante toda mi vida, Max. No necesito que me la describan para saber cómo es.

—Esto va más allá de ser humanos o androides —le dijo él—. Intentar recuperar a Jake ya es un riesgo.

Alice cerró los ojos intentando no hablar más de la cuenta, pero estaba a punto de hacerlo.

—Y no es discutible, Alice, ya está decidido por todos los guardianes —zanjó Max—. Solo te lo estamos diciendo antes que a los demás porque sabemos que quieres mucho a Jake.

Ella no pudo más. Se puso de pie y la silla casi se cayó al suelo. Notó el silencio incómodo que se formó cuando abandonó el despacho de Max, furiosa y frustrada. Y triste. E impotente. Tenía demasiados sentimientos mezclados. Y solo quería hacer algo que sirviera de ayuda, pero le daba la sensación de que era imposible.

Ya estaba en el piso de las habitaciones cuando escuchó los pasos de Rhett detrás de ella. Se detuvo cuando la alcanzó por la muñeca y se dio la vuelta para encararlo. Parecía cauteloso, pero eso no hizo que su enfado se calmara.

—¿Piensas lo mismo que él? —le preguntó directamente.

Rhett suspiró.

—Max puede ser muchas cosas, Alice, pero no es un mentiroso. Y hablaba en serio cuando te ha dicho que no es cuestión de que sean androides.

—¿Y por qué es?

—Mira, no podemos simplemente ir a su ciudad y reclamar lo que es nuestro.

—¡Es lo que han hecho ellos!

—Sí, con mucha más fuerza militar que nosotros.

—No necesitamos fuerza militar. Necesitamos un plan, un buen plan.

Él se detuvo y negó con la cabeza.

—No podemos contradecir las órdenes de los guardianes, Alice.

Ella soltó su mano. Ni siquiera se había dado cuenta de que la estaba sujetando. Dio un paso atrás.

—¿Habéis votado para decidirlo?

—Sí.

—¿Y tú...? —ni siquiera podía empezar a pensarlo.

—No.

Eso la alivió inmensamente, pero sabía que significaba que los demás habían decidido que solo Jake merecía que lo salvaran. Eso hacía que se le partiera el corazón.

Pero, al menos, seguía teniendo a Rhett de su lado. Como siempre.

En realidad, nunca se había detenido a pensarlo, pero... incluso al principio, cuando se metía continuamente con ella, había estado protegiéndola. En todo momento. Con las peleas con Trisha, cuando la provocaba para que aprendiera a defenderse. En las clases extra, cuando la ayudaba en lucha pese a saber que Max podía enfadarse con él. Cuando Deane o Kenneth se metían con ella siempre estaba dispuesto a defenderla. Siempre. Incluso en ese momento, en que se estaba poniendo en contra a más de la mitad de los guardianes.

Rhett vio que se había quedado en silencio y enarcó una ceja.

—¿Te ha dado un cortocircuito o algo así?

—Cállate, idiota —le dijo en voz baja, aunque tenía ganas de llorar y abrazarlo.

Fue como si él le leyera la mente, porque dio un paso en su dirección y le levantó la cara con una mano, pasándole el pulgar por el mentón. Alice no estaba del todo acostumbrada a esas muestras de cariño, pero cada vez que las recibía lo hacía encantada. Especialmente en un momento como ese.

—Jake es más fuerte de lo que te crees, estará bien.

—Solo es un niño. Y está solo con esos... esos...

—Sigo creyendo que es más fuerte de lo que te crees —insistió él—. Aunque tu instinto de hermana mayor sobreprotectora no te deje verlo.

—Yo no soy sobreprotectora —protestó ella.

—Lo que tú digas. Ven aquí.

Alice apoyó la mejilla en su pecho y notó que la rodeaba con los brazos. Se quedó mirando la ventana un momento antes de cerrar los ojos.

Sin embargo, volvió a abrirlos al instante, porque notó que alguien más la rodeaba con los brazos. Miró atrás y vio que Charles sonreía ampliamente, abrazándolos a ambos.

—Abrazo grupal —anunció felizmente.

Rhett le dedicó una mirada que, de haber sido posible, lo hubiera desintegrado.

—Aparta. Ahora.

Charles levantó las manos en señal de rendición y dio un paso atrás. Alice se apartó de Rhett, intentando recuperar su compostura.

—¿Se puede saber qué te hace tan contento? —le preguntó, irritada.

—Siempre estoy contento, ya me conocéis.

—No entiendo por qué —Rhett enarcó una ceja.

—Por esos comentarios tan bonitos que me dedicas continuamente, querido —le aseguró Charles, divertido.

—¿Qué quieres, Charles? —le preguntó Alice directamente.

—¿Yo? Un paquete de tabaco, una botella de ron de marca buena, unas cuantas chicas dispuestas a pasarlo bien, unos cuantos chicos sin ro...

—Que nos incluya a nosotros —le dijo Rhett.

—Ah, eso —él se rio felizmente—. Pues iba a emborracharme a la azotea y no quería hacerlo solo. ¿Queréis venir?

Rhett soltó un bufido indicando su opinión, pero Alice no coincidía.

—Sí, por favor.

Él la miró, perplejo, mientras Charles aplaudía.

—¡Esa es la actitud!

—Espero que sea una broma —aclaró Rhett.

—No lo es —le aseguró ella en voz baja—. Si no quieres venir, no vengas.

—Sí, claro, y me quedo en la habitación sabiendo que vosotros os emborracháis junto a una caída de veinte metros, ¿no?

Al final, protestando, subió las escaleras con ellos. Por el camino Trisha decidió unirse y Alice se quedó un poco sorprendida al verla paseando con Kilian. Él había despertado poco después de que lo encontraran en la habitación. Al parecer, le habían disparado varias veces al intentar proteger a Jake, pero Tina había conseguido salvarlo. Sin embargo, tendría unas buenas cicatrices repartidas por el estómago y la espalda.

Alice le pasó un brazo por encima de los hombros mientras salían a la azotea. El pobre todavía cojeaba un poco.

Era de noche, así que el aire era bastante más frío de lo acostumbrado. Pero no pareció importar a ninguno. Se sentaron los cinco en el suelo de grava con las espaldas en la pared del edificio, mirando el bosque. Charles no tardó en romper el silencio sacando las dos botellas de alcohol. Le dio una a Rhett y Alice se sorprendió un poco al ver que le daba un trago antes de dejársela a ella.

Al cabo de un rato de silencio en que cada uno pensó en sus cosas, Alice pasó la botella a Kilian. Él le dio un trago y se la dejó a Trisha. Ella lo miró un momento, pensativa.

—Realmente espero que ese crío esté bien —murmuró en voz baja.

Alice la miró de reojo. Era una de las cosas más agradables que la había escuchado decir. Y especialmente de Jake. Ellos siempre discutían y se irritaban el uno al otro.

—Yo también —admitió Charles—. Es un poco pesado, pero no es mal chico.

—Y yo —murmuró Rhett.

Kilian asintió con la cabeza una vez con la mirada perdida.

—No es justo que se lo llevaran a él —dijo Alice, mirando la otra botella que había llegado a ella de nuevo—. Es el último que se lo merece en esta maldita ciudad. Siempre está ahí cuando alguien necesita algo... y ahora nosotros no podemos hacer nada por él.

—Max tiene un plan —le recordó Rhett.

Alice no dijo nada, mirando su botella. Rascó la etiqueta con una uña intentando no llorar con todas sus fuerzas.

—Deberían haberme llevado a mí —dijo Trisha de repente.

Todos la miraron. Ella tenía los ojos clavados en su botella, también. Solo que parecía apretarla con un poco más de fuerza de la necesaria.

—Desde que perdí el brazo, no sirvo para nada —murmuró—. Antes, era buena luchando. Ahora solo puedo ver como otros lo hacen. Y no puedo sujetar las armas grandes. Ni siquiera puedo recargar las pequeñas a la velocidad que me gustaría. No puedo hacer nada. Debería haber sido yo.

—No digas eso —le dijo Alice en voz baja.

—Es la verdad. No voy a poder volver a luchar nunca —ella la miró—. Nunca. No importa lo que practique, nunca será lo mismo. Ni tampoco voy a poder disparar. ¿Qué demonios puedo hacer?

Nadie pareció saber qué decir. Hubo unos segundos de silencio antes de que Charles soltara una pequeña risa amarga.

—¿Quieres que te hable de inutilidad? —le preguntó a Trisha—. Soy un androide rechazado por defectuoso que se hizo con una caravana cuando estaba a punto de morirse de hambre y convenció a otros de que se emborracharan con él. Y esos otros ni siquiera seguirían conmigo si supieran que no soy humano. Tardarían segundos en darme la espalda y buscar a alguien que se mereciera que lo siguieran.

Agarró la botella de Alice y le dio un largo trago.

—Así que me paso el maldito día borracho o drogado para no tener que acordarme de ello. No me hables de inutilidad, sé lo que es. Y, para tu información, no eres la única que tiene un brazo menos.

Alice vio que él, por primera vez desde que lo conocía, se arremangaba la chaqueta hasta el codo. Se quitó la mano falsa y Alice vio que el viejo muñón en su muñeca. Nunca lo habia visto. Él suspiró y lo levantó.

—No lo había enseñado a nadie en años. Por no hablar de las demás cicatrices.

—¿Quieres que te hable de cicatrices? —preguntó Rhett con una ceja enarcada—. Porque puedo darte una maldita clase sobre ellas.

Kilian hizo un gesto a su boca y Trisha puso una mueca.

—Sí, eso de no tener lengua tiene que ser jodido.

—Conclusión, que cualquiera de nosotros habría sido una mejor víctima que el crío —dijo Charles.

Alice los observaba, perpleja. Ellos asintieron con la cabeza.

—Pero, ¿qué es esto? —preguntó, confusa—. ¿Una competición para ver quién se deprime más a sí mismo?

—No hemos dicho ninguna mentira —le dijo Trisha.

—No, pero solo habéis dicho lo negativo —Alice le frunció el ceño—. Trisha, puede que no puedas volver a luchar, pero eres genial dando instrucciones. Y me enseñaste muchas cosas cuando luchábamos juntas. Además, no te aseguro que no necesitas dos brazos para intimidar a la gente.

Miró a Kilian.

—Y tú puede que no puedas hablar, Kilian, pero defendiste a Jake hasta el punto en que pudieron matarte. ¿Te crees que todo el mundo es capaz de hacer eso por un amigo? Porque te aseguro que no.

Estuvo a punto de sonreírle, pero se detuvo con la voz de Charles.

—Oye, yo también quiero que me digas algo bonito.

Alice se giró hacia él, un poco más animada.

—Y tú eres un pesado, pero siempre te portas bien con nosotros, Charles. Y eres de las pocas personas que he conocido en mi vida que hacen lo que creen que es correcto sin importar a quien afecte. Y no todo el mundo es capaz de emborracharse cada día y mantenerse tan sano.

—Eso es verdad.

Alice se giró hacia Rhett, que le enarcó una ceja.

—¿Y yo qué? —le preguntó, medio divertido.

—Y tú... —se detuvo—. Ya sabes lo que pienso de ti.

—Sí, pero nunca viene mal que me lo repitas.

Alice hizo un ademán de hacerlo, pero se giró hacia la puerta cuando escuchó pasos acercándose. Su sonrisa se esfumó al instante en que vio que Max había subido a la azotea. Los miró un momento y clavó los ojos en la botella. Charles hizo un ademán de esconderla cuando Max fue directo a él.

—Dame eso.

—Vamos, Maxy, solo estábamos...

—Que me lo des.

Charles suspiró y se la dio. Alice puso una mueca, pero se borró completamente cuando vio que Max la destapaba y le daba un largo trago.

Todo el mundo pareció tan sorprendido como ella cuando él suspiró, dándose la vuelta y mirando el bosque, dándoles la espalda.

—¿Estás bien, Max? —le preguntó Rhett.

—No —replicó él.

Entonces, Alice vio que suspiraba otra vez. Se quedó en silencio unos segundos más, metiéndose las manos en los bolsillos. Ella estuvo a punto de decir algo más cuando él la interrumpió.

—Mañana iremos a por Jake —añadió.

Alice tragó saliva.

—¿Y cómo transportaremos la información de los androides para el padre Jo...?

—De ninguna manera, porque no se la daremos.

Ella entreabrió los labios, sorprendida, cuando se dio la vuelta y la miró.

—Vamos a ir a por Jake. Porque no tienen ningún derecho a retenerlo. Y vamos a volver con los androides y ese bebé. O no volveremos.

Max le dio otro trago a la botella y se la lanzó a Charles, que la recogió torpemente, sorprendido.

—Y usaremos tu caravana, así que más te vale tenerla lista.

—Y-yo...

—Iremos en contra de los guardianes, pero... que les den.

Alice estaba entre la sonrisa y la mueca de sorpresa absoluta. Max la señaló.

—Y tú —añadió—más te vale no volver a reprocharme que no te escucho.

No dejó que terminara. Fue directo a la puerta de nuevo. Sin embargo, se detuvo en ella, sosteniéndola, y volvió a mirarlos.

—Mañana a las seis en punto en la caravana de Charles. Quien quiera quedarse, que lo haga. No está obligado a nada. Y, quien quiera venir... espero que sepa lo que conlleva a hacerlo.

Los miró un segundo más antes de volver a entrar al edificio y dejarlos sumidos en un profundo silencio que se extendió por un buen rato.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro