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Capítulo 3

—Debería haberlo matado hace un año.

Habían estado todo el día en el gimnasio entrenando. Su primer día. Y Rhett ya no podía soportar la presencia de Kenneth.

—Rhett... —protestó Alice, cansada.

—Es verdad —protestó él, a su vez.

La habitación era mucho más de lo que necesitaban, pero la cama también. Podía tumbarse como le diera la gana, que difícilmente llegaría a tocar a Rhett. No estaba segura de si eso le terminaba de gustar.

Ella se sentó en la cama y lo miró con cara de cansancio.

—No me puedo creer que vayamos a tener que convivir con él —seguía murmurando Rhett.

—¿Miramos una peli? —preguntó ella, intentando cambiar de tema e incorporándose—. Tenemos tele en nuestra habitación. A ver, cuáles hay...

Empezó a revisar las películas en la estantería, descartándolas con mala cara.

—Ese... imbécil —masculló Rhett, lanzando la ropa sucia a un rincón.

—¿Te apetece una de zombies? —preguntó ella. Después lo retiró—. Mejor miramos una que no tenga sangre y vísceras... ¿una de amor?

—¿De amor? —él arrugó la nariz.

—Las hay muy buenas —masculló Alice, que seguía buscando—. ¿Y de drama? Vale, no me mires así.

Él siguió murmurando cosas no aptas para niños mientras Alice suspiraba sonoramente.

—Vamos... déjalo.

—No quiero dejarlo. Quiero no tener que volver a verlo.

—¿Qué más da? Puede que se vaya él solito del grupo y se acaben todos nuestros problemas. Bueno... el menor de ellos, más bien.

—Lo dudo. Es la clase de parásito que se queda solo por molestar.

—Bueno, ¿y qué pasa si se queda? Peor para él. Lo ignoramos y ya está.

—¿Qué lo ignoremos? —él se acercó, enfadado—. ¿Es que te has olvidado de todo lo que te hizo?

—Me lo hizo a mí. Debería ser yo la enfada, no tú —ella se cruzó de brazos.

—Pues me lo tomo como algo personal —él se sentó en la cama, enfurruñado—. Si me dice algo...

—Entonces, dispárale en la pierna y se le acabará la tontería.

—Eso ya me gusta más —Rhett sonrió, mirándola—. Lástima que no pueda hacerlo sin que nos echen de aquí.

—Entonces, lo ignorarás. Como haré yo.

—No sobreestimes tanto mi paciencia, Alice.

—Tuviste paciencia conmigo —sonrió ella.

Rhett enarcó una ceja, mirándola.

—No es lo mismo.

—Como diría Trisha, él no tiene mis tetas —sonrió ella, orgullosa.

—¿Por qué siempre tienes que llevarlo todo al tema del sexo? —Rhett puso los ojos en blanco, metiéndose en la cama—. Hay cosas más importantes en la vida.

—Porque eres un estrecho. Hace dos meses que vagamos por el bosque como almas en pena. Hubiéramos podido morir en cualquier momento. ¡Habría muerto virgen!

—Qué drama —ironizó él.

—Lo es. Y no entiendo muy bien por qué no quieres tener sexo.

—Ni siquiera estoy seguro de si sabes lo que es el sexo, Alice.

—Sí lo sé. Sale en las películas.

—Bah. El sexo real no es como el de las películas. No tiene nada que ver.

—¿No? —eso hizo que perdiera algo de confianza.

—Bueno, depende de con quién lo hagas... pero la mayoría de veces no lo es. Es mucho más... mhm... —buscó la palabra adecuada, mirándola— mucho menos... eh... ¿bonito?

—¿El sexo es feo?

—No, no... pero... —parecía no saber cómo decirlo—. Es decir, la primera vez de una chica suele doler.

—¿Doler? —ella abrió los ojos como platos.

—Sí, y se supone que sangran, aunque...

—¡¿Sangrar?!

—Claro. Porque rompes el himen. Pero la mayoría de las chicas lo pierden por mil razones distintas al sexo.

—Uh...

Ella arrugó la nariz.

—No pongas esa cara —se burló él.

—¿Y si duele por qué la gente quiere tener sexo? —preguntó ella, confusa.

—Porque solo duele las primeras veces. Es decir, entre que duele y los nervios, no disfrutas. Pero, a partir de la tercera o la cuarta vez... ya es otra historia.

Alice se quedó pensativa un momento.

—¿Me estás diciendo esto para que me asuste y no insista más? Porque... no... no está funcionando.

—No. Es verdad.

—¿Y cómo lo sabes?

—Porque mi primera novia —hizo énfasis en la palabra— me lo dijo.

Ella puso mala cara.

—¿Es normal que esté celosa de esa chica?

—¿Qué? —pareció hacerle gracia—. ¿Por qué?

—No lo sé.

—¿Por qué? —insistió, divertido.

—No lo sé. 

—Al menos, ella te gustaba lo suficiente como para que... ya sabes...

—Alice, te aseguro que ninguna de esas chicas me gustaba la mitad de lo que me gustas de tú.

Ella intentó no sonreír.

—Pero eso ya no importa —Rhett se encogió de hombros—. Probablemente muriera cuando cayeron las bombas.

Alice lo miró un momento. Él ni siquiera se había inmutado.

—¿No te da pena?

—¿El qué? ¿Que muriera?

—Sí. Bueno, después de todo, fue tu novia.

—Si tuviera que darme pena cada persona que conocía y murió, no tendría tiempo para nada más.

Ella se quedó un momento en silencio, pensándolo y preguntándose por qué ella no era capaz de pensar en la muerte como él.

Rhett se tumbó en la cama unos segundos después, dándole las buenas noches y apagando la luz. Alice miró el techo oscuro durante unos pocos segundos, antes de encender la luz. El colchón se movió cuando Rhett se giró para mirarla.

—Entonces, ¿el sexo es como que te peguen un tiro?

—¿Qué? —él pareció contener una risa.

—Duele, sangras. Haces ruidos raros.

—Yo no he dicho nada de ruidos raros.

—Eso es una aportación de Trisha.

—Ya sería raro —Rhett se estiró para apagar la luz—. Deja de pensar en eso y duérmete, anda.

Ella repiqueteó los dedos sobre su estómago durante casi cinco segundos, antes de volver a encender la luz. Esta vez, Rhett suspiró.

—¿Alguna vez has pensado en tener hijos?

—Esta conversación ha subido de nivel muy rápido.

—Vamos, responde.

—No... bueno, no lo sé. Creo que no.

—¿Nunca?

—Antes de las bombas era demasiado crío como para pensar en eso, y ahora... bueno, el contexto no es el mejor para traer un niño al mundo.

Ella no dijo nada.

—¿Vas a dormirte ya? —preguntó él, mirándola.

—No. Pero tú puedes dormirte.

Rhett sonrió y apagó la luz.

***

Alice se sintió extraña cuando sujetó el arma entre sus manos. Hacía tiempo que no se hacía con una de esas, y era una pistola regular. Vio que los demás hacían lo mismo. Al menos, todos sabían quitar el seguro y recargarla. Rhett estaba mirando al grupo que tenía a su derecha. Alice supuso que el único al que ignoraría sería Kenneth, que estaba a su lado, así que se propuso ayudarlo ella para quitar tensión a la situación.

Rhett les dio unas cuantas indicaciones que ella ya sabía de memoria. Los demás las siguieron, mientras ella apuntaba al objetivo y apretaba al gatillo. Nadie le hizo caso, pero estuvo contenta cuando vio que acertaba en la cabeza al primer intento. Al menos, no había perdido práctica.

Vio por el rabillo del ojo que los demás empezaban a apuntar, y que Rhett le subía el brazo a Maya, que parecía muy concentrada. A su otro lado, Kenneth intentó apuntar por su cuenta.

—Tienes que colocar ese pie más atrás —le dijo Alice.

Él se detuvo y la miró.

—¿Y qué tiene que ver el pie con la pistola?

—Mucho —aseguró ella.

Kenneth puso mala cara.

—Habla de lo que sepas y no molestes.

—Sé bastante más de lo que tú te crees.

—¿Y si pongo el pie un centímetro hacia atrás, voy a disparar mejor?

—Vas a tener más equilibrio, no te temblará la mano como lo está haciendo ahora y sí, dispararás mucho mejor.

Alice volvió a lo suyo de mal humor, pero vio que él hacía lo que le había dicho de mala gana. Cuando disparó, al menos le dio al muñeco de prueba.

—¿Te llegó a atrapar Deane? —preguntó él, pillándola por sorpresa.

Alice lo miró.

—Si lo hubiera hecho, yo no estaría aquí. ¿No trabajabas para ella? Deberías saberlo.

—Se marchó de la ciudad poco después de que os marcharais sin avisar a nadie. Se llevó a unos pocos soldados. No la he vuelto ver.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Ni lo sé, ni me importa. Pero no la he vuelto a ver. Espero que se esté pudriendo bajo tierra.

Alice lo miró con el ceño fruncido mientras él soltaba una risa despectiva. Rhett acababa de poner el pie tal y como había dicho Alice a uno de los chicos.

—Ahora entiendo por qué me rechazabas —hizo un gesto hacia Rhett, que estaba centrado en los demás—. ¿Ya estabais juntos cuando era tu profesor?

—No es problema tuyo, Kenneth.

Él había dejado de disparar, mirándola con burla.

—¿Y qué tal es?

—¿El qué?

—En la cama.

Ella frunció el ceño y volvió a centrarse en la pistola.

—No hablaré de eso contigo.

—¿Tan malo es?

—¿Por qué no te centras en el objetivo? Podrías dispararte en el pie sin querer —preguntó ella, molesta.

—Aunque igual eres tú la mala. No lo sé.

—Cállate —advirtió.

—Me lo pasé muy bien golpeando a ese amigo tuyo, ¿sabes?

Alice se detuvo en seco.

—¿Cómo se llamaba? ¿Jack? ¿Jason? Ah, no. Jake. Sí.

—No hables de Jake —advirtió ella.

—El pobre creía que tenía posibilidades —sonrió Kenneth—. ¿Sigue vivo?

Ella no dijo nada. Cada noche, Trisha, Rhett y ella intentaban rememorar todo lo relacionado con los demás, pero eran incapaces de hacerlo. No recordaba a Jake después de la noche en la que le dispararon en la cabeza. Ni de Tina. Ni de Max. Pero seguía teniendo la esperanza de que siguieran vivos.

—Es muy fácil meterse con alguien de menos tamaño que tú —murmuró ella, tratando de mantener la compostura..

—Sí. Sería muy fácil tirarte al suelo de un puñetazo ahora mismo.

—¿Tengo que recordarte quien fue la que te dio un puñetazo la última vez?

—Me pillaste desprevenido —admitió, aunque Alice supo al instante que eso le había molestado.

—¿Tanto te molesta que una chica pueda contigo?

—¿Te crees que dejaría lo hicieras otra vez? —preguntó él, despectivo—. La única razón por la que no te la devolví fue porque pensaba que eras lo suficientemente lista como para acostarte conmigo en lugar de con ese.

—Ni muerta —masculló ella.

—Ya te arrepentirás. Soy muy bueno.

—Me parece genial.

—¿No quieres probarlo?

Alice se extrañó de que insistiera tanto en el tema. Sin embargo, cuando vio que Rhett lo estaba matando con la mirada, entendió por qué. Decidió no responderle más y centrarse en su objetivo.

***

—Me han dicho que Rhett os ha enseñado a disparar —comentó Kai mientras iban a su despacho—. Es una gran noticia. Por fin, alguien sabe hacer algo más que golpear un muñeco, je, je...

Alice cerró la puerta de su pequeño despacho a sus espaldas y se sentó en la misma silla que la última vez que había estado ahí. Kai hizo lo mismo, mirándola con una sonrisa.

—¿Por qué estoy aquí? —preguntó ella, frunciendo el ceño—. ¿He hecho algo?

—¿Qué? No, no —Kai rechazó la idea con un gesto rápidamente—. Al contrario, has estado trabajando muchísimo estos días.

—¿Ah, sí? —ella se extrañó.

Hacía ya una semana que estaban en la ciudad, y seguía con la misma sensación de que no le terminaba de gustar. Sin embargo, estaba empezando a habituarse al gimnasio y a volver a entrenarse.

—¡Sí! Todos tus compañeros han hablado muy bien de ti. Bueno... casi todos —Alice podía adivinar perfectamente quién era ese casi—. Pero eso no importa. Tenéis algunas cámaras en el gimnasio para que podamos ver vuestra evolución y todo eso... he visto que eres muy buena disparado.

—¿Nos espiáis? —preguntó, a la defensiva.

—No lo llames espiar, je, je... —él se rio de manera nerviosa—. Es... una manera de llevar un control general sobre lo que pasa ahí dentro y lo que no. Después, lo apunto aquí y tengo un seguimiento de...

—¿Lo apuntas dónde?

—Aquí —señaló su ordenador.

Alice se quedó mirando el aparato, dudando sobre si preguntar o no.

—Obviamente, no es un ordenador normal. Es un controlador de población. Solo lo tenemos el alcalde, Eugene y yo.

—¿Controlador de población?

—Sí. Está la gente que entra y sale de la ciudad. Es un poco caos, pero es muy útil para saber el número de población y todo eso. Volviendo al tema del que íbamos a hablar...

—¿Y cualquiera puede verlo? —preguntó Alice.

—No, claro que no. Solo los tres que te he dicho. Pero no quería hablar de esto...

—¿Y qué tiene que hacer alguien para acceder?

—Pues... tener la contraseña y acceso a un terminal. Pero eso no importa ahora mismo...

—¿Y por qué no es público? —preguntó Alice—. ¿Qué más da que la gente sepa quién está en la ciudad y quién no?

—Es... complicado... eh...

—¿Puedo verlo?

—¡No, no! —él cerró el portátil en un rápido movimiento—. Lo siento, pero es confidencial.

Alice apretó los labios.

—Volviendo al tema que ocupábamos... —él sonrió, algo nervioso—. He estado pensando en ello y creo que Rhett ha encajado perfectamente en el grupo. Es como el profesor que llevábamos tiempo buscando.

—Ah —ella sonrió—. Sí, la verdad es que es muy bueno. Pero, ¿yo qué tengo que ver con eso?

—Bueno... la cosa es que... mhm... hemos pensado que tú no deberías formar parte de él.

Alice lo miró, anonadada.

—¿Eh? Si has dicho que disparaba bien. ¿Qué he hecho mal?

¿Significaba eso que la echarían de la ciudad?

—Oh, no. Nada. Lo has hecho todo bien. —sonrió él—. Pero el sargento Phillips ha estado, durante un tiempo, pidiendo un tirador experto para acogerlo como su ayudante.. Las posibilidades están entre Rhett y tú, y como creo que él es mejor ayudando a los demás, pues... es decir, que no creo que tú seas una mala ayudando, si casi no te conozco, je, je, pero como no lo sé... en fin... eh...

—¿Qué tendría que hacer si fuera ayudante de ese sargento? —preguntó ella, salvándolo de la situación.

—Lo mismo que haces ahora, entrenar. Solo que algunas veces él te llamara para que le ayudes en las patrullas. En general, suelen ser tranquilas.

Alice lo consideró un momento.

—¿Solo tengo que acompañarlo?

—Y protegerlo si es necesario, claro.

—¿Soy su guardaespaldas? —preguntó ella.

—Podría decirse así, sí. Bueno, ¿qué me dices? Necesito una respuesta rápida...

Alice se quedó mirándolo, pensativa. Estaba claro que le apetecía salir un poco de esa ciudad, pero no sabía cuál sería el precio. Había hecho pocas exploraciones acompañada, y todas habían terminado con algún inconveniente.

Pero... necesitaba salir de esa ciudad.

—Está bien —dijo—. Lo haré.

—¡Genial! —Kai encendió el ordenador otra vez y empezó a escribir a toda velocidad.

—¿Eso es todo?

—No... mañana tenemos que vernos. Por la tarde. Antes de empezar este trabajo deberías ver algo.

—¿El qué?

—Creo que será mejor que lo veas por ti misma —sonrió él—. Nos vemos en la plaza a las cinco, ¿te parece bien?

—Sí... supongo.

—¡Pues hasta mañana, descansa bien!

Alice se levantó, algo confusa, y se marchó, cerrando la puerta tras de sí.

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