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Capítulo 21

Maratón 1/3

—¿Estás segura de esto? —preguntó Rhett en voz baja.

Alice respiró hondo con los ojos clavados en el bosque.

—Rhett —murmuró—, ahora mismo no tengo ningún tipo de seguridad en nada, así que necesito que la tengas tú por los dos.

Casi pareció que él iba a reírse.

—Pues tenemos un pequeño problema.

Ella estaba tensa. Muy tensa. A su alrededor, tenía a los demás guardianes de la ciudad, como Kilian había indicado, y también los mejores alumnos de Rhett, que era lo mejor a lo que podían aspirar para defenderlos en caso de emergencia. La única persona ausente era Davy, a quien había dejado al mando en su ausencia. Esperaba haber tomado la decisión correcta. Kai lo sustituía como si fuera un guardián.

Porque... eso de dejar a Kai al mando no le había parecido la mejor idea del mundo.

De todas formas, Charles también estaba en la ciudad con los suyos. Y él sabía cómo funcionaba eso de liderar. Era un alivio.

Kilian estaba de pie delante de ellos. Parecía muy tenso, también. Estaban esperando que sus antiguos compañeros se manifestaran desde la entrada del bosque. Alice se ajustó el dispositivo de la oreja y suplicó no tener que usarlo.

Davy y los de tecnología habían arreglado uno para cada uno de los guardianes los guardianes y otro para Kai. Era la única forma que tenían de comunicarse entre ellos. 

En todo caso, tenían todas defensas activadas. Alice sabía que llegarían a tiempo si ocurría algo malo, pero seguía estando nerviosa.

Esperaba no tener que usar esas defensas. Nunca.

Tenía a Trisha y Kai por un lado. Cada uno más tenso que el otro. Al otro, Rhett, Jake y Kilian. Detrás, seis alumnos avanzados. Entre esos alumnos —para su desgracia— Charlotte. Podía caerle todo lo mal que quisiera, pero seguía siendo de las mejores alumnas que tenía Rhett. Alice la miró de reojo y no pudo evitar apretar los labios cuando la rubia le devolvió la mirada. 

No le gustaba tener que depender de su ayuda. Ya había dependido de ella una vez y Alicia había muerto.

Parecía que hacía una eternidad que esperaban en completo silencio cuando Kilian dio un respingo. Alice frunció el ceño. ¿Qué pasaba? Vio que él ladeaba la cabeza y cerraba los ojos para escuchar.

Entonces, Alice tragó saliva al ver que tres figuras salían del bosque. Eran dos hombres y una mujer. Los tres iban vestidos de la misma forma que Kilian cuando lo habían encontrado. Poca ropa —especialmente para esa época del año—, rota y sucia. Todos tenían el pelo por los hombros e iban armados con lo que a Alice le parecieron cuchillos hechos a mano. No los estaban sujetando —estaban en sus fundas— pero no le gustaron de todos modos.

—No han venido solos ni de coña —murmuró Trisha.

Alice sabía que tenía razón, pero no dijo nada. Le daba la sensación de que un montón de ojos la observaban entre las ramas de los árboles. Y, probablemente, no estaba equivocada.

Miró a Kilian y vio que él se había adelantado unos pasos. El hombre salvaje que estaba en medio, un poco más forzudo que sus compañeros y con expresión sombría, miró fijamente al niño. Kilian no se detuvo hasta que estuvo delante de él.

Hizo un gesto, pero Alice no pudo verlo porque le daba la espalda. El hombre gruñó un sonido gutural e hizo un gesto con la cabeza a sus dos compañeros. Ellos dieron dos pasos atrás y Alice vio que Kilian también se apartaba, mirándola.

La había advertido de que los salvajes no se tomarían demasiado bien eso de tener una chica tan joven como competencia, así que habían optado por pretender que Rhett era el líder de la ciudad. 

Rhett la miró un momento antes de avanzar hacia el hombre. Alice lo siguió y se quedó de pie entre ambos, más nerviosa que nunca. Iba a ser la traductora.

Genial, ¿verdad?

El salvaje miró a Rhett de arriba abajo, analizándolo concienzudamente. Rhett ni siquiera parpadeó. Alice lo conocía y sabía que estaba nervioso, pero habría sido imposible saberlo desde ojos de un desconocido. Parecía tan seguro como hubiera estado Max.

Honestamente... a veces, parecía su hijo.

Pero no era algo que fuera a decirle, claro. Su relación había mejorado, pero seguía sin ser la ideal.

El hombre murmuró algo en un idioma extraño mientras hacía gestos con las manos. No despegó los ojos de Rhett. Alice se apresuró a traducir.

—Cree que eres muy joven para ser líder de una ciudad —murmuró Alice.

Rhett enarcó una ceja.

—Dile que no estamos aquí para hablar de mi edad.

Alice se encogió un poco cuando el hombre la miró, pero hizo los gestos de todas formas. Él entrecerró los ojos y volvió a gesticular.

—Dice que quiere que los demás retrocedan —murmuró Alice.

Rhett frunció un poco el ceño y la miró en busca de su aprobación. Después de todo, Alice seguía siendo la líder sustituta. Hizo un gesto a Trisha, que se encargó de que todo el mundo retrocediera unos pasos. Pareció que el hombre salvaje se relajaba, pero la situación seguía siendo bastante tensa.

—¿Ya está todo listo para que el señor se sienta a gusto? —preguntó Rhett en voz baja.

—Rhett... —advirtió Alice, tensa.

—Acabemos con esto. Pregúntale qué quiere de nosotros.

Alice obedeció al instante y optó por empezar a traducir literalmente.

—Mi gente tiene hambre... pero... eso no quiere decir que queramos confiar en vosotros. Solo... queremos alimentos para poder pasar lo que queda de invierno.

—Nosotros no tenemos alimentos suficientes para ellos —dijo Rhett.

Alice lo tradujo y volvió a recitar como si se hubiera dedicado a eso toda su vida.

—No queremos vuestros alimentos.

Los dos se quedaron en silencio un momento, confusos.

—¿Y qué quieren? —preguntó Rhett.

—Queremos... —Alice tradujo con el ceño fruncido— poder cruzar la ciudad para llegar al resto de ciudades abandonadas.

Rhett frunció un poco el ceño.

—¿Por qué no pueden rodearla? —preguntó Alice en voz baja.

—El río rodea una parte de la ciudad y es imposible cruzarlo en invierno —murmuró Rhett—. Lo que no entiendo es lo del otro lado.

Alice miró al hombre y preguntó. Un gesto fue suficiente para entenderlo.

—Gente vestida de negro —murmuró—. Los hombres del padre John.

—Saben que no son de los nuestros, ¿no? —murmuró Rhett.

Ella tradujo literalmente.

—Si fueran de los tuyos, no estaríamos negociando en estos momentos.

Hubo un momento de silencio. Rhett ladeó un poco la cabeza.

—¿Qué me asegura que no harán nada si les dejamos cruzar la ciudad?

—No lo... haremos. Tienes mi palabra.

—La última vez que confié en la palabra de un salvaje, me cortaron la cara.

Alice dudó un momento antes de traducirlo. Para su sorpresa, el hombre sonrió y sacudió la cabeza.

—Otros tiempos, otro líder —murmuró ella—. Solo quiero que mi gente viva.

—Sigue sin responder a mi pregunta.

—Si ninguno de los míos sufre ningún daño, tendréis acceso a nuestras ciudades sin ningún tipo de palabra —tradujo Alice, perpleja—. De por vida.

Silencio. Ella y Rhett intercambiaron una mirada.

—Pregúntale si podrían ayudarnos.

—No. Muy pocos. Demasiado riesgo.

—Yo me estoy arriesgando al dejarlos entrar. ¿Ellos no se arriesgarán por nosotros?

El hombre dudó un momento al traducirlo, mirándolos.

—Dice que... —Alice intentó entender todos los gestos rápidos— siente lo que te pasó en la cara.

Rhett se tensó al instante, perdiendo por un momento la postura segura que había adoptado. Alice también parecía confusa.

—¿Qué? —preguntó Rhett, frunciendo el ceño.

—Dice que tuvieron un líder cruel —murmuró Alice—. Y que no fuiste el único.

El hombre agarró la manga su camiseta vieja y la subió. Los dos vieron cicatrices idénticas a las que tenía Rhett en las manos. Ella vio que él se quedaba pálido por un momento.

—Dice que entiende que no vayas a olvidarlo —murmuró Alice, traduciendo—, él tampoco lo hará. Pero solo quiere cruzar la ciudad con los suyos.

Rhett permaneció en silencio unos segundos que parecieron eternos. Después, levantó los ojos y los clavó en Alice.

—Tú eres la líder —murmuró.

Alice miró al hombre. Había estado mucho tiempo con humanos. Había aprendido algunas cosas sobre ellos. La primera era que mentían peor que los androides. Siempre tenían ciertos gestos nerviosos que los delataban. La segunda era que, aún así, mentían considerablemente más que los androides. La tercera —y última—... que, a veces, eran demasiado rencorosos.

Y, al ver a ese hombre, solo vio a alguien intentando sobrevivir. Igual que ellos.

Miró a Kilian y vio que él asentía una vez con la cabeza.

—Si los dejamos cruzar —Alice miró a Rhett—, ¿te enfadarías conmigo?

Rhett puso los ojos en blanco.

—A estas alturas, Alice, deberías saber que te apoyaré aunque estés cometiendo la mayor estupidez de tu vida.

—¿Dejarlos entrar es una estupidez?

Silencio. Rhett apretó los labios.

—No —dijo, al final—. No lo es.

Rhett asintió con la cabeza una vez al hombre, que hizo lo mismo. Había gestos universales. Entonces, se dio la vuelta y se volvió a marchar con los suyos, desapareciendo en el interior del bosque. 

Alice notó que volvía a respirar cuando estuvieron solos de nuevo.

—Ha sido bastante más tranquilo de lo que esperaba —murmuró.

—Ha sido muy fácil —murmuró Trisha—. No es normal que las cosas sean tan fáciles para nosotros.

—Me encanta que siempre seas tan positiva —murmuró Jake.

Volvieron a los dos coches que habían usado para ir ahí. Alice estaba metiendo uno de los fusiles en una caja de la parte de atrás de su coche cuando notó que alguien se le acercaba. Puso mala cara cuando vio que era Charlotte.

—Hola —murmuró.

Alice tardó en responder, frunciéndole el ceño a la caja, que empujó para que quedara en su lugar.

—Deberías estar con tus compañeros, soldado —le dijo sin mirarla.

Se dio la vuelta y avanzó hacia el resto de cajas que quedaban por cargar. Habían traído munición de sobra por su pasaba algo. No pudo evitar suspirar cuando escuchó que la seguía.

—Sé que no empezamos con buen pie —empezó Charlotte, apresurándose a seguirla—, pero... no tiene por qué ser así. Mira, Alicia, yo no...

—No me llamo así —Alice se detuvo y la miró—. Yo no soy esa chica. No quiero ser tu amiga. Ni nada tuyo. Así que no intentes enredarme hablando, porque no funcionará.

Charlotte se quedó mirándola un momento, sorprendida. Apretó los labios. Entonces, Alice vio que ella miraba por encima de su cabeza y notó una mano con un guante de cuero en su hombro.

—Vuelve a tu coche —le dijo Rhett a Charlotte con su tono de instructor.

Charlotte apretó los labios y decidió obedecer. En cuanto estuvo a una distancia decente, Rhett le quitó la mano del hombro a Alice.

—Es muy insistente, ¿eh? —le preguntó.

—Demasiado —murmuró Alice.

Jake se había acercado a ellos con una sonrisa de oreja a oreja. Kilian, a su lado, también sonreía ampliamente.

—Tengo miedo —murmuró Rhett.

—Hoooola —les dijo Jake con demasiada felicidad—, ¿sabéis lo guapos que estáis hoy?

—Quiere algo —le dijo Alice a Rhett.

—¿Qué quieres? —le preguntó él directamente.

—¿Yo? ¿Por qué asumís que quiero algo?

—Jake —Alice lo miró—, ¿qué quieres?

Él suspiró dramáticamente antes de poner cara de angelito.

—¿Podemos quedarnos un rato más aquí? —entrelazó los dedos como si suplicara y Kilian se apresuró a hacer lo mismo—. Por fa, por fa, por fa...

—No —le dijo Rhett directamente.

—Por fa, Alice, por fa, por...

—Jake, tenemos que volver —le dijo ella.

—¡Nunca salimos de la ciudad, para a una vez...!

—Tenemos que volver porque, por si se te había olvidado, estamos amenazados de muerte por un maldito ejército —le dijo Rhett, poniendo los ojos en blanco y girándose hacia sus alumnos—. ¿Se puede saber por qué esas cajas no están todavía en el coche? ¿Os pesa el culo, iniciados?

Alice sonrió de lado al ver que todos aceleraban el ritmo cuando Rhett pasaba por su lado.

—¿Ni un ratito? —suplicó Jake.

—Lo siento —Alice se encogió de hombros—. Cuando la cosa se calme.

—Promételo. Un día entero. Fuera de la ciudad.

—Muy bien. Prometido. Ahora, dejadme seguir con lo que hacía.

Transportaron el resto de cajas y los alumnos de Rhett volvieron a la ciudad mientras Alice se subía a su coche para colocarlas con Rhett. Trisha, Kilian, Jake y Kai estaban en los asientos, haciendo el tonto. Jake se sentó en el asiento del conductor y fingió que conducía. Kilian, sentado a su lado, se reía. Trisha ponía los ojos en blanco.

—¿Crees que hemos hecho bien? —preguntó Alice en voz baja, acuclillada en la parte de atrás, mientras pasaba las cajas de munición a Rhett.

Él se encogió de hombros.

—Lo sabremos pronto, ¿no?

—Supongo que sí, pero...

Alice se detuvo cuando escuchó un horrible pitido en su oreja. Puso una mueca y se llevó la mano al dispositivo que tenía ahí. Vio que los demás también habían dado un respingo.

—¡Maldito Davy! —protestó Trisha—. No sabe arreglar una mierda.

—En realidad... yo arreglé esos —murmuró Kai, sentado a su lado con las mejillas ruborizadas.

—¿Y se supone que tienen que pitar así?

—No...

—Pues permíteme decirte que...

—¿Alice? ¿Hola? —la voz de Davy a través del auricular hizo que todos se tensaran al instante.

Alice levantó el brazo y pulsó un botón para hablar con él.

—Estoy aquí. ¿Qué pa...?

—¡Ven aquí! ¡Ahora mismo! ¡Los de la Unión están aquí!

Silencio. Miró a Rhett, que había dejado de colocar cajas al instante.

—Mierda —murmuró él.

—Mierda —repitió Alice—. ¿Cuántos?

—¡Varias decenas! ¡Ven ya!

—Estoy en camino —le dijo enseguida.

Rhett se giró hacia el interior del coche.

—¡Jake, baja del...!

No pudo terminar... porque Jake acababa de girar la llave y el motor rugía.

Alice y Rhett, en la parte de atrás, intercambiaron una mirada puro horror.

—¿Qué cojo...? —intentó maldecir Trisha cuando vio que Jake, muy serio, cambiaba de marcha y respiraba hondo.

—¡Jake, ni se te ocurra! —le gritó Alice.

No le hizo caso.

De pronto, el coche dio un acelerón tan brusco que Alice se cayó de culo en la parte de atrás del vehículo. Rhett corrió la misma suerte, pero él consiguió estirarse y cerrar la puerta para que nada saliera volando. O nadie.

—¡Jake! —advirtió él, furioso.

—¡He nacido para este momento! —chilló él, acelerando más.

Apretó el acelerador y cambió de marcha. El coche dio un tumbo y Alice y Rhett rodaron hacia la puerta ahora cerrada del coche, quedando uno encima del otro. Trisha, Kilian y Kai se aferraban a los asientos por sus vidas.

—¡JAKE! —gritó Trisha—. ¡COMO MUERA POR TU CULPA, TE MATO! ¿ME OYES?

—¡YA ESTARÁS MUERTA, NO PODRÁS MATARME!

—¡TE JURO QUE VOLVERÉ A LA VIDA SOLO PARA...!

—¡AAAAAAHHHHHH! —chilló Kai al ver que se acercaban a un árbol.

Jake contuvo un grito y dio un volantazo, volviendo a ponerse en el camino. Eso hizo que Alice, que había conseguido separarse, saliera volando y cayera sobre Rhett otra vez. Los dos se quedaron enredados en el suelo, rodando de un lado a otro. Alice se hubiera reído por la cara de enfado de Rhett si no hubiera sido porque iba en un coche conducido por un niño de catorce años.

—¡Jake, para el puto coche! —le gritó Rhett, sujetándose al respaldo del asiento de Trisha y ayudando a Alice a hacer lo mismo.

—¡No tenemos tiempo que perder! —gritó él—. ¡Y conduzco genial, envidiosos!

Dio otro volantazo y volvió a acelerar. Las cajas de munición rodaron por todas partes. Alice intentó sujetarlas y volvió a rodar por la parte de atrás como una idiota.

—Vamos a morir —Kai lloriqueaba—. Vivo en un mundo donde todo el mundo se pelea y dispara... y vamos a morir en un maldito accidente de coche porque un niño de doce años lo está conduciendo.

—¡TENGO CATORCE! —le gritó Jake, mirándolo.

—¡MIRA LA CARRETERA! —se desesperó Alice.

—¡Es lo que hago...! ¡AAAAAHHH!

Consiguió esquivar un árbol de milagro y volvió a acelerar.

—¡Jake! —Rhett sonaba furioso—. ¡Para el coche ahora mismo o...!

—¡Te recuerdo que ahora yo también soy guardián, no puedes darme órdenes!

—¡Te daré órdenes hasta que te mueras! ¡Para el puto coche de una vez!

—¡No!

—¡Sí!

—¡NO!

—¡SÍ!

—Voy a morir rodeada de idiotas —Trisha negó con la cabeza.

—¿Alice? —la voz de Davy volvió a sonar por el comunicador.

—¡Estamos... viniendo! —gritó ella, sujetándose en uno de los asientos como pudo.

—Por ahora, los estamos conteniendo, pero no sé cuánto tiempo podremos hacerlo.

—¡Necesito que aguantes un poco más, Davy!

—¡No sé qué hacer! ¡La gente está muy asustada!

—¡Pide ayuda a Charles, él sabrá qué hacer!

—¡Charles está al otro lado de la ciudad y no tiene un dispositivo! ¡Como esto siga así, yo...!

—¡Escúchame! —Alice se exasperó—. ¡Eres el maldito líder en lo que me quede de ausencia, así que deja de lloriquear como un niño pequeño y asume un poco de responsabilidad! ¡Agarra tu maldita arma y dispara a todo el que quiera entrar, porque como vuelva y descubra que te has escondido por miedo, seré yo quien te dispare a ti!

Hubo un momento de silencio absoluto. Todo el mundo miró a Alice con sorpresa en medio del terror.

—Vale —murmuró Davy al otro lado de la línea en voz baja—. Perdón.

—¡Jake! —Alice se olvidó de todo su pánico por un momento y vio que él daba un respingo—. ¡Acelera al máximo este trasto!

—¿Te has vuelto completamente loca? —Rhett la miró con los ojos muy abiertos—. ¡Jake, ni se te ocurra!

—¡Jake, acelera el maldito coche! —le gritó Alice.

—¡Jake, detén el coche y...!

—¡Yo soy la líder! —le dijo Alice—. ¡Así que acelera el coche!

—Eso es abuso de poder —Rhett la miró con mala cara.

—Y esto es que me da igual —dijo sacándole la lengua.

—Muy maduro por tu parte.

—¡Jake!

—¡Dalo por hecho! —chilló él.

Dio un pisotón ruidoso al acelerador que hizo que todo el mundo se pegara a sus asientos menos Alice y Rhett, que salieron disparados hacia las puertas cerradas de la furgoneta. Alice esquivó un arma que iba a caérsele encima mientras Jake sorteaba los árboles a toda velocidad.

—Vamos a morir —seguía lloriqueando Kai.

—¡Como no te calles, te aseguro que morirás! —le gritó Trisha.

—¡Vamos a morir! —la ignoró él—. ¡Y voy a vomitar!

—¡Como me potes encima, te acuchillo!

—Y tú te preocupabas por los salvajes —murmuró Rhett, negando con la cabeza mientras se sujetaba donde podía—. El loco asesino ha estado entre nosotros todo este tiempo.

—¡No estoy loco! —chilló Jake como un loco.

Justo en ese momento, Kilian empezó a gesticular, señalando por la ventanilla.

—¿Qué le pasa ahora al rarito? —preguntó Trisha—. ¿Le está dando un ataque?

—¡No, estamos llegando! —confirmó Kai, llorando de la alegría.

—Sí, ahora solo tendremos el pequeño problema de que nos están intentando invadir. ¡Qué bien! —sonrió Trisha irónicamente.

Alice se asomó entre los asientos y vio toda la gente que había en el camino de entrada del edificio principal. Jake no frenó, pero pareció no saber qué hacer.

—¡El coche es a prueba a de balas! —reaccionó Rhett enseguida—. ¡Podríamos usarlo como barrera!

—¿Barrera? —repitió Jake, de pronto asustado.

—¡Tienes que llegar a la puerta y dejarlo de lado para que podamos escondernos detrás!

—Vamos a morir —volvió a empezar Kai.

—¡Cállate de una vez, pesado! —le soltó Trisha.

—¡Jake! —Alice lo miró al ver que dudaba—. ¡Están invadiendo nuestra ciudad, no son buena gente, no dudes en pasarles por enc...!

Se detuvo cuando chocó con lo que quiso pensar que era un obstáculo sin vida y ella volvió a rodar con Rhett. Entonces, mientras rodaban, escuchó el chillido de unos neumáticos frenando a toda velocidad. Olía a quemado. El coche se detuvo de golpe y Alice chocó contra Rhett, que se había quedado con la espalda pegada en la pared del coche.

—¡Lo he conseguido! —chilló Jake.

Alice y Rhett se miraron y, como si lo hubieran organizado así, agarraron un fusil cada uno. Trisha se giró y agarró una pistola, cargándola como Rhett le había enseñado para hacerlo con una mano. Los otros tres parecían aterrados.

—Escondeos en la parte segura del coche —les dijo Rhett.

Ellos salieron y se ocultaron en la parte que daba con la puerta del edificio principal. Alice escuchó a Trisha empezando a disparar mientras ella se metía toda la munición que podía en sus bolsillos. Cargó su fusil y se pasó la correa.

—Que sepas que la correa sigue siendo fea y sigue apretándome las tetas —murmuró.

Rhett esbozó una pequeña sonrisa, poniendo una mano en la manilla de la puerta.

—¿Lista?

Alice apretó los dedos entorno al arma y asintió con la cabeza.

Rhett abrió de un portazo y se deslizó hacia el lado en que estaban los demás. Alice hizo lo mismo y una bala le silbó al lado de la oreja cuando estuvo a punto de rozarla. Se agachó tras la rueda y vio que Kilian, Kai y Jake estaban agachados, aterrados, abrazados entre ellos. Rhett y Trisha estaban al otro extremo, disparando.

Alice respiró hondo, cerrando los ojos, y quitó el seguro a su arma. Eran malos. Tenía que matarlos. No le quedaba otra.

Se dio la vuelta y apuntó. 

Fue casi automático. Vio un uniforme negro y apretó el gatillo casi sin apuntar. No se quedó esperando a que se cayera al suelo —que lo hizo. Pasó a la siguiente. Apuntó a la cabeza y siguió disparando. Un disparo por persona. Cuando terminó el cargador, se apartó un momento para seguir cargando. Cuando volvió a girarse, vio que ya no quedaba nadie de pie. Trisha y Rhett ya abrían la puerta principal.

Alice se detuvo un momento en el umbral de la entrada, viendo el caos que tenía alrededor. La gente corría de un lado a otro. Vio manchas de sangre en el suelo y a dos personas transportando a un herido. Salió corriendo a ayudarlos sin pensar cuando vio que alguien vestido de negro se acercaba a ellos. Alice le disparó sin pensar y, cuando estuvo en el suelo, se acercó a ayudarlos.

Una de las personas que transportaban al herido era Anya, que pareció sinceramente aliviada al verla. El herido era Kenneth, aunque no parecía grave. Solo lo había rozado en la pierna.

—¡Alice! —chilló Anya, que estaba despeinada y asustada.

—¿Por dónde han entrado? —preguntó ella enseguida.

—La puerta de atrás —masculló Kenneth.

—¿Dónde se está escondiendo todo el mundo?

—Cafetería —murmuró Anya.

—Llévalo ahí —le dijo Alice.

—Pero...

—¡Ahora, Anya!

Cuando se aseguró de que el pasillo estaba vacío para ellos, se giró en redondo y volvió con los demás, llevándose una mano a la oreja.

—Estoy en la ciudad, Davy, ¿me oyes?

No hubo respuesta. Alice volvió a disparar a una mujer de negro y lo intentó de nuevo.

—Davy, es un buen momento para responder.

Cuando llegó a la entrada, hubo un momento de pánico. No estaban ahí. ¿Dónde se habían metido? Vio que varios guardias de su ciudad ayudaban a la gente a salir corriendo hacia la cafetería y decidió ir a ayudarlos.

Sin embargo, algo la golpeó en la cara con fuerza en ese momento. Alice cayó de espaldas al suelo de un duro golpe que la dejó sin aliento por un momento. Le habían dado en la mandíbula con la culata de un arma. Parpadeó, mirando hacia arriba.

Oh, no.

El padre de Rhett, Ben, ahora líder de la Unión, la apuntaba con una pistola.

—Veo que te acuerdas de mí —le dijo al ver su cara de horror.

Alice hizo un ademán de agarrar el fusil que tenía en el suelo, pero él le pisó la muñeca con fuerza, inmovilizándola. Intentó no demostrar que eso dolía..

—No lo creo —sonrió él.

Parecía estar pasándoselo bien.

—Cuando te dispare... ¿sangrarás igual que un humano?

Alice no dijo nada. Apretó los labios con fuerza.

—Estoy dispuesto a descubrirlo —murmuró él apuntando mejor a su estómago.

Ella pensó a toda velocidad, pero no se le ocurrió nada que pudiera evitar que la matara. Tragó saliva cuando le quitó el pie de la muñeca y levantó las manos en señal de rendición.

—Sea lo que sea que os haya dicho el padre John... —empezó, incorporándose poco a poco hasta quedarse sentada.

—No nos ha dicho nada, querida —replicó Ben, mirándola— Lo único que necesitamos saber es que tienes algo que le pertenece. Y vamos a recuperarlo.

Alice respiró hondo e hizo algo muy estúpido que, probablemente, hubiera hecho que Rhett quisiera matarla.

Se tiró hacia delante con rapidez y apartó la pistola de Ben de un manotazo. Escuchó el disparo junto a ella, pero ni siquiera la rozó. La pistola salió volando y ella le enganchó el brazo, tirándolo al suelo. No podía creerse que le hubiera ido bien. Su corazón latía a toda velocidad cuando consiguió sujetar a Ben contra el suelo, mirando a su alrededor en busca de ayuda.

Fue entonces cuando Ben le dio un puñetazo en la cara, haciendo que cayera al suelo de espaldas de nuevo. Antes de poder reaccionar con el sabor a sangre que tenía en la boca, se sentó encima de ella y le rodeó el cuello con las manos, apretando con fuerza. Él tenía los labios apretados. Alice intentó moverse cuando notó que no podía respirar, pero estaba completamente inmovilizada.

Sintió que la cabeza la daba vueltas mientras intentaba librar sus brazos, pero era imposible. Intentó respirar, pero no podía. Su cuello ardía. Estaba mareada. Y dolía. Dolía mucho.

—Le daré recuerdos a Rhett de tu parte —murmuró él, sonriendo.

Alice desistió y dejó de intentar mover los brazos y las piernas, cerrando los ojos. La presión hacía que pareciera que su cabeza iba a estallar. Solo podía ver un punto rojo.

Entonces, la presión desapareció.

Abrió los ojos cuando notó que había dejado de tener un cuerpo sobre el suyo. Se llevó la mano al cuello enseguida, tosiendo con dificultad. Le ardían los pulmones cuando miró a su alrededor, confusa.

Y ahí estaba, como un ángel caído del cielo, Max ofreciéndole la mano para ayudarla a levantarse.

—Venga, de pie —le dijo.

Alice parpadeó varias veces para asegurarse de que era real y no estaba soñando. Aceptó su mano y se puso de pie, agarrando el fusil. A su lado, dos guardias esposaban al padre de Rhett, que gruñía maldiciones. Tina miraba a su alrededor, horrorizada.

—Son los de la Unión —dijo Alice torpemente—. Ellos... nos han...

—¿Dónde están todos? —la cortó Max con voz sorprendentemente tranquila.

—En la cafetería. La mayoría de los guardias están también ahí. Charles está en la otra entrada, conteniéndolos.

—Tina, ve a la cafetería —le dijo Max—. Los heridos estarán ahí.

Tina se apresuró a desaparecer por el pasillo con dos guardias. Max miró el cuello de Alice y luego hizo un gesto.

—Ven conmigo.

—¿Dónde vamos?

—Al tejado. Hay francotira...

Max se detuvo de golpe. Alice hizo lo mismo, confusa, y siguió su mirada. En cuanto vio lo mismo que él, se quedó helada.

Eve estaba ahí de pie, con la parte baja de la bata mojada. Estaba pálida y temblorosa.

—He roto aguas —murmuró, aterrada.


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