Capítulo 19
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Alice había tenido una mañana un poco ocupada. Se tomó un respiro para acercarse a la habitación en la que Davy y Kai seguían trabajando en la máquina de los recuerdos. Había estado tan agobiada en un día y medio que ya tenía la misma expresión de amargura de Max. Incluso ellos lo notaron.
Estaban hablando de algo divertido, pero se callaron al momento en que la vieron, poniéndose serios.
—¿Cómo vais? —preguntó Alice, cerrando la puerta.
—Bien —Davy se incorporó torpemente—. Muy bien, de hecho. El sistema operativo ya vuelve a estar en marcha, pero... hay muchas cosas que tenemos que aclarar todavía.
—¿Por ejemplo?
—Bueno... —Kai habló cuando Davy lo miró—. Parece que hay diferentes clases de recuerdos para trabajar en ellos. Cada uno más difícil de encontrar que el otro.
—Voy a necesitar que seas más claro.
Kai estaba nervioso, era obvio. Miró a Alice significativamente y ella, sin saber muy bien por qué, supo al instante qué quería.
—Podéis usarme para probarla —ofreció.
Kai parecía aliviado. Señaló la camilla.
—Ven, ponte aquí. No... no haremos nada. Solo es para ver los recuerdos. Es mucho más fácil en alguien que ya ha usado esto.
Alice se tumbó obedientemente y dejó que le suspendieran encima de la cabeza la misma máquina que la otra vez. Sin embargo, esa situación era mucho menos tensa que la anterior. Kai estaba tecleando algo a toda velocidad mientras Davy ajustaba lo que Alice tenía encima de la cabeza.
—Los cerebros de los androides son mucho más sencillos que los humanos. Más fáciles de manipular.
—Vaya, gracias —murmuró ella, mirando al techo.
—Eh... perdón, Alice —él se puso rojo—. Verás, los humanos solo tenemos la memoria... bueno... humana. La que va evolucionando. Los androides tienen esa y la almacenada.
—¿La almacenada?
—Sí. La que heredan de los humanos. Es decir, los recuerdos que les han impuesto en el cerebro. La memoria humana va modificándose y avanzando... incluso puede llegar a cambiar en algunos casos. Pero la almacenada no. Se mantiene siempre igual. Y... bueno... eso es lo que queremos ver.
—¿Y ya puedes hacerlo?
—Creo que sería mejor esperar a que estemos completamente seguros de que no te pasaría nada. Si tocamos el botón equivocado, podrías perder todos los recuerdos, je, je...
Alice lo miró con los ojos muy abiertos.
—¿Cómo?
—No pasará —le aseguró Davy, colocándole la cabeza en su lugar de nuevo.
—El problema... —Kai giró la pantalla hacia ella. Había una serie de puntos rojos que Alice no entendió—. ¿Ves esto? Son tus recuerdos... bueno, los de la humana que la precedió. Es su memoria a largo plazo, la que aprovechan los científicos para los androides. Siempre la mantienen al margen para que el androide no se confunda. O lo intentan, al menos. A ver, puede haber excepciones y que el androide desarrolle habilidades parecidas al humano anterior, pero...
—¿Cuál es el problema? —lo cortó Alice al ver que se ponía a divagar.
—Ah, eso, sí... eh... verás, los recuerdos forman parte de la memoria sensorial... de la parte del cerebro que administra las emociones. En concreto, se llama memoria episódica. El caso es que, como está controlada por las emociones... bueno... al hacer que el sujeto, en este caso tú, Alice, las revivas... no solo vas a verlo. Vas a tener que sentirlo todo como lo sintió Alicia.
—¿A sentirlas? —Alice levantó la cabeza y Davy volvió a colocársela.
—Sí... es complicado de explicar. El caso es que las personas no tienen una memoria calcada a la realidad. Muchas veces, nuestros recuerdos se distorsionan con nuestros sentimientos. Eso hace que perdamos recuerdos o los cambiemos sin querer. Por ejemplo... no puedo encontrar nada del padre John aquí.
—¿Nada? —Alice sonó extrañada—. Es imposible.
—Es decir... sí puedo hacerlo, pero son recuerdos bloqueados por la propia Alicia. Suele pasar con eventos traumáticos, ya sabes, recuerdos tristes. La persona los bloquea para no sufrir. Son muy difíciles de encontrar. Necesitas que el sujeto te guíe en todo el proceso.
A Alice le vino a la mente la insistencia del padre John en que le hablara de sus sueños. ¿Sería Jake un recuerdo bloqueado? Estaba claro que para Alicia era un recuerdo triste. Quizá por eso había necesitado que le hablara de ellos, para saber dónde buscar a Jake.
—De todas formas, todavía no podemos hacer nada —añadió Kai.
—Sí, necesitaremos unos días —murmuró Kai, quitando la máquina de Alice, que se incorporó de nuevo.
—¿Podréis tenerlo listo para cuando Max vuelva?
—Espero que sí —murmuró Kai.
Ella se puso de pie y decidió volver a dejarlos solos.
***
Alice miró la hoja que le había pasado Trisha con los cambios de su clase distraídamente mientras cruzaba el vestíbulo. Le dio la sensación de que alguien se acercaba a ella. Se tensó al instante al pensar que podía ser Charlotte, pero solo era 42. Es decir... Anya. Seguía sin acostumbrarse a su nuevo nombre.
—Alice —sonaba preocupada—. Hace días que no te veo. ¿Dónde estabas?
—He estado muy ocupada —Alice le dedicó una sonrisa débil—. ¿Qué tal tu adaptación a esta ciudad?
—Es... interesante —murmuró ella—. No tienen mucha organización. ¿Sabes que no tienen una establecida para ir a dormir?
—Llevo viviendo con ellos un año, Anya.
—Sí, se nota —la miró casi con envidia—. Incluso hablas como ellos.
—¿Yo?
—Sí, utilizas palabras raras y... ¿sarcasmo? Sigo sin entender muy bien lo que es. Pero lo usan mucho.
Alice esbozó una pequeña sonrisa. Podía entender por lo que estaba pasando.
—¿Sabes? —Anya pareció un poco incómoda—. La gente te idolatra por aquí.
Alice la observó un momento sin decir nada.
—Todos sabemos que te arriesgaste mucho para que pudiéramos venir con vosotros —añadió Anya—. Y te estamos muy agradecidos.
Ella no quiso responder a eso. Seguía sin estar acostumbrada a los halagos.
—¿Te acompaño a la cafetería? —sugirió en su lugar.
Anya asintió con la cabeza y la siguió.
Ya en ella, Anya sonrió antes de darse la vuelta y marcharse con el resto de androides, que la miraban de reojo. Alice suspiró y fue a por una bandeja. Sus amigos estaban en su mesa de siempre. Jake estaba hablando de algo y Trisha lo miraba con mala cara. Eso también era como siempre. Rhett no estaba, ¿dónde se habría metido?
—...así que no son trampas —terminó Jake, quitando las cartas de la mesa.
—Di lo que quieras. Eso son trampas.
—¿Ya empezamos? —Alice se sentó al lado de Kilian, que miraba la partida en silencio.
—Dile al mocoso que deje de hacer trampas —protestó Trisha.
—¡No hago trampas! —a Jake se le habían colorado las orejas.
—Tramposo —Trisha le dedicó una sonrisa irónica.
Alice miró a su alrededor distraída mientras ellos discutían sobre la partida. A lo lejos, vio a una mujer sonriendo con Blaise. Camille, su madre. Parecían tan felices... no había hablado con Blaise desde la llegada de los demás, pero una parte de Alice prefería que las cosas siguieran así. Después de todo, Blaise había vuelto a encontrar a su familia. Ya no la necesitaba para nada.
A unos metros de ellos, vio a Kenneth hablando con unas humanas nuevas con su habitual sonrisa. Las chicas estaban sonrojadas y le reían las tonterías, cosa que hacía que él se apretujara aún más contra ellas. Sin embargo, la tercera chica, sentada a su izquierda, no daba señales de escucharlos.
Charlotte.
Alice la miró fijamente unos segundos. Su mente se nublaba cada vez que la veía. Los sentimientos opuestos de Alicia se mezclaban en su interior. Odio y amor a la vez. Alicia realmente la había amado. Sin embargo, Alice solo quería odiarla. La había abandonado. Seguía viéndola corriendo, alejándose de ella y de Jake.
Y... qué a gusto se había quedado el otro día al amenazarla con echarla de la ciudad. Aunque no hubiera sido muy correcto.
Charlotte levantó la cabeza, extrañada, y se encontró con Alice. Se sostuvieron las miradas unos segundos antes de que Alice se centrara en sus amigos de nuevo.
—¿Dónde está Rhett? —preguntó.
—Ha salido a hablar con Charles —Trisha puso los ojos en blanco.
¿Con Charles? ¿Estaba borracho?
—Prefiero no encontrarlo, entonces —Alice esbozó una pequeña sonrisa—. Toma la lista, por cierto. Está genial.
Trisha la aceptó y se la metió en el bolsillo.
—Oye, Alice —Jake había estado removiendo su comida por un rápido—. Tú eres una androide de información, ¿no?
Ella asintió con la cabeza, un poco confusa por el cambio de tema tan repentino.
—Lo soy —dijo, mirándolo—. ¿Por qué?
—¿Cuántos idiomas conoces?
—Bastantes.
—¿Y... puedes aprender uno nuevo?
—Esto se pone interesante —comentó Trisha, comiendo tranquilamente.
—¿Aprender uno nuevo? —Alice lo pensó un momento—. Se supone que sí, pero solo lo intenté dos veces y con la supervisión de padres.
—¿Cuánto tardarías en aprender uno nuevo?
—Si puedo centrarme lo suficiente, se supone que podría tardar menos de un día... pero es muy complicado. ¿Por qué quieres saberlo?
—Es que... —Jake bajó la voz y se acercó a ellas—. Kilian ha estado raro estos días.
—¿Más todavía? —Trisha enarcó una ceja.
—Lo digo en serio, amargada. Está como... triste. Y no sé cómo ayudarle.
—Creía que podías comunicarte con tu amiguito raro, Jake —le dijo Trisha.
—Y podía... hasta ahora. Además, ¡Kilian no es raro!
—Lo que tú digas.
—Ni siquiera nos escucha, ¿veis?
Los tres lo miraron. Kilian observaba su comida con la expresión decaída.
—¿Quieres que aprenda el lenguaje de los salvajes? —preguntó Alice, extrañada.
—A Kilian no le gusta esa palabra, Alice.
—Vale, perdón... pero, ¿no se supone que hablan una lengua distinta?
—Sí...
—Hay algo que no entiendo —Trisha entrecerró los ojos—. ¿Cómo es que tienen una lengua distinta? Es decir, no han pasado tantos años desde la guerra como para haber creado una forma de vida completamente alternativa.
—Creo que ya estaban aquí antes de la guerra —Jake se encogió de hombros—. Bueno, Alice, ¿me ayudarías?
Él sonaba tan ilusionado... no quería decirle que no.
—No... no es tan fácil, Jake....
—Sí lo es —insistió el niño—. Vamos, Alice, nunca te pido nada.
—Lo sé, no es que no quiera hacerlo, pero... no es como si tuviera alguna referencia. La única persona que conocemos que habla como los salv... como ellos... es Kilian, y no es que sea muy comunicativo.
—Pues... ¡Kilian! —él dio un respingo y miró a Jake—. Di algo, vamos.
Kilian parpadeó, mirándolo.
—¡Vamos! Así Alice podrá aprender a hablar contigo.
Kilian miró a Alice, pero siguió sin decir nada.
—No va a hablar —dijo Trisha.
—¡No seas tan pesimista!
—¡No es pesimismo, es realismo, míralo!
Alice puso los ojos en blanco cuando volvieron a discutir el uno con el otro. Miró a Kilian y le dejó su bandeja de comida, a lo que él sonrió inocentemente. Después, se puso de pie y fue a la salida de la cafetería. No había alcanzado la mitad del pasillo cuando se dio cuenta de que Anya la seguía con una sonrisa.
—¿Puedo ir contigo?
—Ni siquiera sabes dónde voy, Anya.
—Estaba un poco cansada de estar ahí sentada.
Alice no se negó a que la siguiera mientras iba a la puerta trasera y la abría. La nieve casi había desaparecido. Vio las caravanas de Charles a lo lejos y empezó a encaminarse hacia ellas. Sin embargo, Anya la detuvo bruscamente del brazo.
—Espera —musitó.
Alice se detuvo, confusa. Anya miraba las caravanas con expresión de espanto.
—¿Qué pasa?
No dijo nada. Solo tragó saliva.
—¡Anya!
—Ellos... ¿quiénes son?
—Las caravanas. Son los que intercambian...
—¿Cómo se llama su líder?
—Charles, ¿qué te pasa?
Anya la miró fijamente unos segundos. Parecía sinceramente aterrorizada. Alice frunció el ceño, intrigada.
—¿Qué?
—Ellos... Charles....
Volvió a quedarse en silencio. Alice estaba empezando a perder la paciencia.
—¿Ellos, qué?
—Ellos... me encontraron y me llevaron... a la Unión.
Alice estaba a punto de decir algo, pero se detuvo abruptamente, mirándola con la boca entreabierta.
—¿Qué?
—Me vendieron a un tal... Phillips, creo...
—¿Charles te vendió? —Alice se acercó a ella y la agarró por los hombros, olvidándose por un momento de que Anya no estaba acostumbrada a eso—. ¿A la Unión?
—Yo... te vi cuando él te llevaba con ellos. Me tenía encerrada en una caravana. Sin embargo, no llegaste nunca a la Unión.
Alice lo recordó. Cuando creía que Rhett la había traicionado. Cuando Max había desaparecido. Deane la había vendido a las caravanas. Si sus amigos no hubieran mejorado la oferta, habría terminado con Anya en la Unión.
Pero se obligó a centrarse. Su mente era un revoltijo de emociones. Charles trabajaba con la Unión. Trabajaba con ellos. Había dicho que no lo hacía. Había mentido. Y si había mentido en eso, podía haber mentido en todo lo demás.
Oh, no.
¿Y si seguía trabajando con ellos? ¿Y si él había sido quien había contado al padre John donde estaban? Porque era imposible que los hubiera encontrado tan rápido sin referencias.
Empezó a andar antes de darse cuenta. Anya se apresuró a seguirla, pidiendo que ralentizara el paso.
Alice no se detuvo hasta que llegó al círculo que formaban siempre las caravanas con la hoguera en el centro. Los miembros del grupo ya la conocían. Hicieron una seña hacia Rhett y Charles, que hablaban junto a la caravana del último. Alice se acercó a paso acelerado, con su corazón bombeando sangre a toda velocidad.
—...por lo tanto, solo han sido dos —estaba diciendo Charles, balanceando una botella de alcohol distraídamente—. No creo que haya más.
—Necesitaré algo más que eso, Charles.
—Y me solidarizo con la causa, pero...
Se interrumpió a sí mismo cuando Alice irrumpió bruscamente en su dirección. Antes de darse cuenta de lo que hacía, su puño temblaba porque había dado un puñetazo perfecto en la nariz a Charles.
Él estaba tan sorprendido que se cayó contra la caravana y resbaló hacia el suelo, derramando toda su botella mientras se retorcía, sujetándose la nariz. Rhett se había apartado, mirando a Alice con expresión sorprendida.
—¡Alice! —Anya sonaba horrorizada. Ella apenas conocía la violencia.
Alice los ignoró a todos y se agachó encima de Charles, agarrándolo del cuello de la chaqueta. Él parpadeó, mirándose la manos llenas de sangre. Pareció todavía más horrorizado cuando vio su alcohol derramado por el suelo.
—¿No podías esperar a que me terminara la botella? —preguntó, malhumorado—. Mira... qué desperdicio.
Alice sabía que, en esos momentos, todo el mundo la miraba amenazadoramente, pero no le importó.
—¿Trabajas para la Unión? —preguntó en voz baja, furiosa.
Charles perdió su sonrisa despreocupara por un momento, mirándola.
—¿Qué...?
—¡Responde!
Ni siquiera sabía que tenía un tono de voz tan autoritario. Pero Charles se lo merecía.
O, quizá, estaba pagando un poco con él todo su estrés del último día y medio.
—Por si no te habías dado cuenta, me puse de vuestro lado cuando llegaron aquí —replicó Charles.
—¡No me mientas!
—¡No te miento!
—¿¡Cuántos androides les has vendido!?
Charles se entreabrió los labios, sorprendido.
—¿Qué...? ¿Quién te ha dicho eso?
Entonces, su mirada se clavó en un punto encima de su hombro. Anya se tapaba la cara con las manos, mareada al ver la sangre. Charles cerró los ojos un momento, echando la cabeza hacia atrás.
—Mierda, Anya...
—Así que es cierto —Alice lo soltó bruscamente, haciendo que se diera con la cabeza en el suelo.
—Oye, un poco de cuidado —protestó él, acariciándose la nuca con mala cara.
—¿¡Cuidado!? —gritó ella, fuera de sí.
—Alice, cálmate —escuchó la voz de Rhett a su lado.
—¡Nos has traicionado! —le gritó a Charles, enfurecida.
—¡Yo no he traicionado a nadie!
—Alice, ¿de qué estás hablando? —Rhett se acercó, cauteloso.
Alice ya había sacado la pistola de su cinturón y lo apuntaba en la cabeza. Charles puso los ojos en blanco mientras los demás desenfundaban sus armas a la vez, apuntando a Alice. Rhett también sacó la suya, tenso, metiendo a Anya entre él y Alice.
—Alice, agradecería una pequeña explicación antes de que nos intenten matar todos los presentes —replicó Rhett, mirando a su alrededor.
—¡Ha estado trabajando para la Unión todo este tiempo! —a Alice le temblaba el cuerpo entero por los nervios—. ¡Les dijo que estábamos aquí!
—Oye, eso no es...
—¡Sabías perfectamente lo que hacían con los androides y seguiste vendiéndolos!
Ahí, se quedó callado. Ella estaba tan enfadada que le temblaba el pulso.
—Alice, cálmate —pidió Rhett en voz baja.
—¿Sabes lo que podría haber pasado si no hubiéramos podido evitar un enfrentamiento? —le preguntó Alice a Charles—. ¡Hubiéramos muerto todos!
—¡Yo no le dije a nadie nada de vosotros!
—¡Responde! ¿Trabajas para la Unión o no?
—¡No! —Charles frunció el ceño.
—¡No me mientas!
—¡No te estoy mintiendo!
Alice apretó los labios y bajó la pistola a su estómago. Charles perdió todo el color de los labios al momento. Desde que lo había conocido, nunca había parecido asustado de verdad. Al menos, hasta ese momento.
—Alice... —empezó, aterrado.
—¡Di la verdad! —le exigió ella.
—¡No trabajo para ellos, lo juro!
—¡Les vendes androides, Charles!
—¡No! ¡Lo juro! Yo... les mandaba androides, sí. Pero hace tiempo de eso. Hace meses. Pero no podía seguir haciéndolo... especialmente sabiendo lo que ocurría cuando me iba. Así que dejé de hacerlo cuando vendí a Anya.
Alice seguía temblando de la rabia. Se sentía como si hubiera explotado sin ningún motivo aparente. Charles se relajó visiblemente cuando subió la pistola a su cabeza de nuevo.
—¿Y por qué debería creerte? —preguntó en voz baja.
—Porque estoy aquí —replicó Charles, irritado—. Y me la estoy jugando por vosotros, joder. Las caravanas siempre han sido neutrales en los conflictos de ciudades. Es la primera vez que nos posicionamos. Un poco de gratitud no estaría mal.
Alice dudó un momento más antes de quitarle la pistola de la cabeza. Charles se dejó caer contra el suelo, aliviado. Ella apretó la culata con los dedos.
—Bajad las armas —exigió Charles sin abrir los ojos.
Todo el mundo lo hizo, aunque parecían un poco reacios a ello. Rhett también escondió su pistola antes de lanzar una mirada de reprobación a Alice.
Charles se puso de pie torpemente, pasándose las manos por los pantalones. Anya lo miraba con los ojos muy abiertos, pero él se limitó a señalar a Alice con un dedo acusador.
—La próxima vez, podrías preguntar antes de apuntarme a la cabeza con una pistola —murmuró.
—La próxima vez, no vendas un puto androide a un sitio donde sabes que los torturan.
Anya se tapó la boca con una mano cuando escuchó la palabrota.
Alice dejó de temblar cuando Rhett le puso una mano en el hombro.
—Por un momento —murmuró Charles con una risita nerviosa—, pensé que realmente ibas a matarme.
—Por un momento, te aseguro que iba a hacerlo.
—Si me dieran alcohol por cada vez que alguien ha querido matarme... —Charles recogió la botella ahora vacía con una mueca—. Me debes whisky, que lo sepas.
Charles dejó de hacer una mueca cuando miró a Anya. Ella seguía pareciendo un poco asustada en su presencia.
—Parece que no te hicieron nada, después de todo —bromeó Charles—. ¿Cómo has estado estos meses, Anya?
—Bien —murmuró ella.
—¿Sabes que yo le puse ese nombre? —Charles sonrió ampliamente.
Alice enarcó una ceja.
—¿Sabes que me da igual?
—Alguien está de mal humor —él empezó a reírse.
—Charles —Rhett atrajo su atención—. Estábamos hablando de algo que querías comunicarnos.
—¿Eh? Ah, sí, sí, es verdad.
Hizo una pausa.
—Mis hombres han avistado a algunos salvajes cerca de aquí. Vigilaban la ciudad —le dijo a Alice, totalmente calmado.
Ella se quedó muy quieta por un momento.
—¿Qué?
—Parece que están ojeando la zona. Todavía no sabemos para qué, pero no tiene buena pinta.
—¿Qué? —repitió como una idiota—. ¿¡Y se puede saber por qué no me has dicho nada hasta ahora!?
—¡Porque estaba ocupado sangrando por tu culpa, querida líder!
Silencio. Vio que Rhett y él intercambiaban una mirada.
Oh, no era todo.
—¿Qué pasa ahora? —preguntó, irritada—. ¿Más salvajes? ¿Un maldito ejército de...?
—También hemos visto soldados de la Unión —murmuró Charles.
Alice lo miró un momento, pasmada.
Después, cerró los ojos y tragó saliva. No podía pasarle esto. No justo cuando Max se acababa de ir. ¿Por qué tenía tan mala suerte?
Abrió los ojos y los clavó en Rhett que, por primera vez desde que lo conocía, pareció un poco intimidado bajo su mirada.
—Reunión de guardianes. Ahora.
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