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Capítulo 10

Alice no podía evitar sentirse incómoda.

Ya estaba con los suyos, era cierto, pero... no podía estar ahí y ser del todo feliz. El olor, el color de las paredes, los cuadros, las salas... todo le provocaba malos recuerdos. Seguía viniéndole a la mente el recuerdo del padre John siendo ejecutado en el muro exterior. Del padre Tristan dando la orden. Había sufrido tanto por eso... incluso habiendo sido todo un montaje. Para ella había sido tan real...

—Mira quién anda por aquí —ella se giró al escuchar a Charles.

Estaba paseándose por el jardín, cubierto de nieve. Cada vez que soltaba aire veía el vaho blanco flotando delante de su boca.

A Charles también le salía humo de la boca, pero porque tenía un cigarrillo entre los labios.

—¿Qué haces aquí fuera? —preguntó, sonriente como siempre—. ¿Tan pronto te has aburrido de tus amiguitos?

—No me he aburrido de nadie —le dijo Alice secamente—. Solo quería tomar el aire.

Charles la miró un momento con los ojos entrecerrados.

—Este sitio te trae malos recuerdos, ¿eh? —dio una calada a su cigarrillo—. A mí también. Y a este también.

Levantó la mano libre, enseñándosela.

—¿Qué robaste? —preguntó Alice, curiosa.

Él sonrió, negando con la cabeza.

—No creo que sea bueno para ninguno que sepamos mucho el uno del otro, ¿no crees, querida?

—Pues vale —Alice decidió quedarse con la curiosidad y volvió a quedarse mirando el muro del patio trasero.

—Veo que te has tomado bien la noticia —replicó Charles.

—¿Qué noticia?

—La de que vuelven a dar clases por aquí. Max quiere volver a sus métodos preferidos, ¿eh?

Alice lo miró, confuso.

—¿Y por qué iba a molestarme eso?

—Porque aquí solo hay profesores y alumnos. Y tú no eres profesora, querida.

Ella tardó unos segundos en reaccionar, mirándolo fijamente. Charles la miraba como si esperara, divertido, a que explotara.

—Es mentira —le dijo Alice.

—Yo no miento. A veces omito la verdad, pero no miento.

—¿Cómo lo sabes? —ella notó que sonaba bastante más enfadada de lo que pretendía.

—Me lo ha contado tu amiguito Jake —él sonrió.

Alice se quedó mirando el muro un momento antes de darse la vuelta. Subió las escaleras, hecha una furia. Llegó al último piso sin siquiera jadear. Cuando alcanzó la puerta de Max, la abrió sin siquiera llamar. Rhett y él estaban hablando, pero se detuvieron enseguida para mirarla.

—¿¡Una alumna!? —casi estaba gritando—. ¿¡Soy una maldita alumna!?

Max se apoyó en la mesa y se cruzó de brazos sin siquiera cambiar de expresión.

—Sí. Una alumna. ¿Puedes cerrar la puerta?

Alice no se movió, así que Rhett suspiró y la cerró él mismo, pero sin perderse ningún detalle de la conversación.

—¡No necesito que nadie me enseñe nada! —le dijo a Max, furiosa—. ¿Te crees que sigo siendo un androide que no ha dado un puñetazo en su vida?

—No, pero sigues sin estar preparada para dejar de ser alumna.

—¿Qué...? —ella estuvo a punto de lanzarle una silla a la cara—. ¡No soy ninguna principiante, Max! ¡He sobrevivido ahí fuera durante más de un mes! ¡Disparé a personas! ¡Conseguí acertar a un objetivo pequeño desde una distancia enorme! ¡Díselo, Rhett!

—¿Eh? —él pareció volver a la realidad—. Ah, sí.

—Eres de gran ayuda —ironizó Alice.

Max seguía sin inmutarse.

—Nadie te quita méritos —dijo.

—¡¿Y por qué me pones al mismo nivel que los que no han sujetado un arma en su vida?!

—¿Te lo tengo que repetir? No estás preparada.

Alice no se podía creer que la ignorara de esa forma. Eso la irritó aún más.

—Sí lo estoy —dijo después, irritada—. Rhett, dile que lo estoy.

—Lo está, lo está.

—No, no lo estás.

—¡¿Por qué no?! ¿¡Qué mas tengo que hacer para que no me veas como una inútil?

—Nadie te ha llamado inútil.

—¡No me lo has llamado pero tampoco has valorado nada de lo que he hecho hasta ahora! ¡No como Rhett!

Él asintió con la cabeza, como si no quisiera meterse en la discusión.

—Ya le dije que no era justo, Alice.

Ella se detuvo un momento para mirarlo fijamente.

—¿Tú lo sabías?

Rhett borró la sonrisa de golpe.

—¿Eh?

Alice se frotó la cara con las manos.

—Ya hablaré contigo después —se giró hacia Max—. Esto no es justo.

Max suspiró. Parecía aburrido de la conversación.

—¿Te parece que así reaccionaría alguien maduro, Alice?

—¡No quiero ser madura! —eso sí que la irritaba. Especialmente porque Rhett se lo había dicho más de una vez—. ¡Ni tampoco una alumna!

—¿Y qué quieres ser?

Eso la dejó descolocada un momento. Balbuceó un momento.

—No lo sé —dijo—. Pero no quiero ser alumna.

—Muy bien. Dame una alternativa.

Ella apartó la mirada, avergonzada por no tener la respuesta preparada.

—Podría ser exploradora —dijo, al final.

Max la miró un momento antes de sacudir la cabeza.

—Ya no tenemos exploradores. No podemos arriesgarnos a perder a nadie más. Charles hace todos los intercambios y nos trae todo lo que necesitamos del exterior.

—Podría acompañarlo de vez en cuando —se ofreció ella enseguida.

—No estás preparada —le dijo Max lentamente.

—¡Sí lo estoy, maldita sea!

—No lo estás —la cortó Max secamente—. Llegaste aquí hace dos días y todavía no has sido capaz de pisar el pasillo del segundo piso porque te has pasado el día en el patio de atrás mirando ese muro con marcas de balas. Si no eres capaz de superar lo que pasó aquí, no puedo ponerte a cargo de nadie. No tengo tanta gente como para arriesgarla. Esto no es sobre ti o sobre tu valía, es por el bien común. Así que no, no estás preparada. Y el hecho de que vengas aquí a pedirme ser exploradora a gritos solo me lo confirma.

Alice se quedó mirándolo un momento. Sintió un nudo en la garganta. Apartó la mirada, intentando controlarse. De poco le serviría llorar delante de Max.

Él era así. Le decía las cosas tal y como eran. En algún momento le había gustado, pero en ese en concreto le sentó como una patada en el estómago.

—Te has tomado tu tiempo para ver cómo estoy —murmuró ella, sin mirarlo.

—Siempre te he dicho que no pasa nada entre la gente de mi ciudad sin que me entere, pero nunca te lo has creído.

Ella respiró hondo y lo miró por fin. Él seguía mirándola con expresión severa.

—¿Y qué quieres que haga? ¿Aprender a disparar?

—No. Quiero que superes lo que pasó aquí. Y te lo digo muy en serio, Alice.

—Ni siquiera sabes lo que pasó.

—He visto las marcas de disparos. Conozco la mayor parte de tu historia. Puedo hacerme una idea.

—No, no sabes lo que pasó —le soltó secamente—. Pero tú siempre te crees que lo sabes todo.

—No tengo tiempo para esto, Alice.

—Tienes una ciudad que organizar, ¿no? —ella sonrió irónicamente—. No sé por qué he venido a hablar contigo. Siempre termino peor que cuando entro.

Se dio la vuelta y avanzó hacia la puerta.

—Espero no tener que oír que no has asistido a tus clases mañana —le dijo Max mientras se marchaba.

Alice avanzó por el pasillo escuchando los pasos de Rhett a sus espaldas. Se detuvo abruptamente y se giró para mirarlo.

—¿Lo sabías? —preguntó en voz baja.

—Yo... —él intentó buscar las palabras adecuadas—. Quizá Max no está tan equivocado.

—Así que piensas igual que él —ella sacudió la cabeza—. Que soy una traumatizada a la que no se le puede confiar nada.

—Es no es cierto.

—Sí lo es. Lo acabas de decir.

—Alice, te he confiado mi vida más veces de las que recuerdo —la cortó—. ¿Te crees que es un problema de confianza?

Ella dudó un momento.

—¿Y qué es?

—No lo sé. Estás... apagada. Lo hemos notado todos.

—Solo hace dos días que estamos aquí.

—Y han sido suficientes para verlo —replicó él—. Mira, no voy a preguntarte qué pasó aquí. Sé que revivir esas cosas es una mierda y también sé que no es fácil superarlo, pero... tienes que centrarte. En lo que estamos haciendo. O Max no te dejará en paz nunca.

—Max es un idiota.

—Max se preocupa por ti más de lo que tú crees.

—¿Tú defendiendo a Max? —ella se echó para atrás, sorprendida—. ¿Qué me he perdido?

—No lo defiendo —Rhett puso los ojos en blanco—. Pero he estado demasiados años a su lado como para no ver qué le pasa por la cabeza.

Alice intentó poner mala cara cuando él le puso una mano en el hombro.

—Ser alumna no es tan malo —le dijo—. Será como volver a los viejos tiempos.

—¿A esos en los que me ponías a pelear con Trisha para que me asesinara delante de un puñado de chicos de trece años?

—No iba a dejar que te asesinara —dijo él, ofendido—. Quizá, que te rompiera algo... pero no matarte.

—Qué romántico, Rhett.

—Oye, aprendiste a recibir puñetazos con estilo, ¿no?

Ella lo miró con los ojos entrecerrados.

—Así que vas a volver a adoptar la cara de instructor serio y amargado.

—¿Qué...? Yo no tengo cara de eso.

—Oh, sí la tienes.

—No es verdad.

Justo en ese momento, aparecieron Blaise, Jake y Kilian por el pasillo.

—¡Jake! —Alice lo llamó—. ¿Qué cara pone Rhett cuando está en modo instructor?

Él la imitó perfectamente y los demás se rieron mientras Rhett les ponía mala cara.

—Ya os arrepentiréis mañana en clase —murmuró.

—¿Qué hacéis aquí arriba? —les preguntó Alice.

—¡Van a hacerle una cosa de esas a Eve! —exclamó Blaise señalándose la tripa.

—¿Una cosa de esas? —Rhett frunció el ceño.

—De esas para ver el bebé —aclaró Jake.

No les dejaron mucha opción. Blaise se acercó corriendo y tiró de Alice, obligándolos a seguirlos hasta el piso inferior. La zona médica estaba en la parte este del edificio principal y era enorme. Más que nada, porque ahí también tenían todas las máquinas que necesitaban para el cuidado de androides.

La sala principal tenía muchas camas divididas con cortinas blancas. Había muy poca gente en ellas. Pero Jake los guió hacia la puerta del fondo, donde estaban las máquinas para humanos. Pese a que Eve no era humana, el embarazo era una facultad humana y no había otra forma de tratarlo.

Ella y Tina estaban en una de las máquinas. Tina le estaba poniendo algo transparente en el estómago y Eve tenía cara de asustada.

—Chicos, no sé si deberíais estar aquí —dijo Tina al verlos.

—No pasa nada —aseguró Eve, pero tenía voz de aterrorizada.

Alice se acercó y le agarró la mano impulsivamente. Eve se la apretó con fuerza mientras miraba la pantalla.

—Es que parece que va a explotar —dijo Jake, mirando la tripa hinchada con cara de horror—. ¿Estás segura de que solo hay un bebé ahí dentro?

—¿Por dónde salen los bebés? —preguntó Blaise.

Alice abrió los ojos de par en par. Blaise estaba mirando a Rhett, que tartamudeó.

—Eh... salen de... —miró a los demás en busca de ayuda—. De...

—Es una larga historia —le interrumpió Tina—. Y ahora tenemos que mirar cómo va todo esto. A ver...

Pasó un aparato por la tripa de Eve, mirando la pantalla.

—No me puedo creer que tengan un equipo de ecografía —murmuró Tina distraídamente—. Nunca creí que volvería a ver nada parecido.

—Los que vivían aquí tenían interés particular en las máquinas de los humanos —murmuró Alice.

—¿Sale algo? —preguntó Eve con voz chillona.

—Uno momento... hace mucho que no hago una de estas.

—¿Es chico o chica? —preguntó Blaise.

Kilian miraba la pantalla con los ojos muy abiertos, como si nunca hubiera visto algo así.

—No lo sé —murmuró Eve.

—¿Qué quieres que sea? —preguntó Alice.

—No lo sé... no me importa. Mientras esté bien.

—¡Ajá! —Tina sonrió—. Ahí está nuestro pequeñín.

Todos se giraron a la vez hacia la pantalla. Alice entrecerró los ojos cuando vio la forma de lo que parecía una cabeza y unos bracitos. 

—¿Está bien? —preguntó Eve, apretándole la mano.

—Está perfecto —sonrió Tina—. ¿Quieres saber qué es?

—No —Eve negó con la cabeza—. Yo... prefiero no saberlo.

—¡Yo quiero saberlo! —protestó Blaise.

Después de asegurarse de que todo estaba bien, Tina no tardó en echarlos a todos de la sala para que dejaran descansar a Eve.

Esa noche, Alice miró su cena con mala cara mientras los demás comían como si la vida les fuera en ello. Al otro lado de la mesa, Rhett y Jake estaban discutiendo por alguna tontería. Kai y Kenneth estaban en otro lado, hablando con otra gente. Blaise estaba a su lado, comiendo tranquilamente. A su otro lado, notó que Trisha la miraba con una ceja enarcada.

—¿Y ahora qué te pasa? —preguntó.

—¿Eh? —Alice levantó la cabeza.

—No estás comiendo.

Ella se encogió de hombros.

—Hoy hemos acompañado a Eve a una de esas cosas en las que ves al bebé.

—Una ecografía.

—Supongo. No lo sé.

—¿Y qué? ¿No estaba bien?

—No, no es eso... —Alice frunció el ceño—. Es que siempre... siempre me he preguntado si alguna vez podría... ya sabes...

—Tener hijos —terminó Trisha por ella.

Ella asintió con la cabeza.

—Bueno —Trisha se encogió de hombros—. Tampoco lo veo una gran pérdida. No me gustan los niños.

—Sí, pero tú sabes que podrías si quisieras.

—¿Y tú no puedes? ¿De ninguna forma?

—Bueno, Eve se quedó embarazada, pero no sé...

—Pero, ¿tú tienes la regla? —preguntó Trisha.

Ella se giró, confusa.

—¿La qué?

—Lo que hace que te sangre eso cada mes.

—A mí no me sangra nada ningún mes —dijo Alice, confusa.

—Vale, déjalo —Trisha había desviado su mirada—. Mira quién viene.

Charles se acercaba con una sonrisa de oreja a oreja. Blaise le puso mala cara cuando se sentó a su lado.

—Veo que esta niña sigue adorándome tanto como el primer día —dijo Charles, sonriente.

Rhett y Jake también habían dejado de hablar para mirarlo.

—¿Pasa algo? —preguntó Alice.

—Solo quería venir a veros —dijo él, ofendido—. Qué humor tenéis.

—¿Y eso es todo? —Trisha enarcó una ceja.

—Solo venía a informaros —Charles los miró con una sonrisa inocente—. Resulta que, por la nieve, voy a tener que quedarme aquí con mi gente una temporada corta. 

—Y a nosotros nos importa porque... —Rhett dejó la frase en el aire, como si esperara que él le diera una buena razón.

—¡Si no fuera por mí, estaríais perdidos en la nieve! —dijo Charles, ofendido.

—Te recuerdo que no querías llevarnos a ninguna parte —le dijo Alice—. Tuve que amenazarte.

—Pero accedí, ¿no? Me debes una.

—¡No te debo nada!

—¡También te ofrecí mis reservas de droga una vez!  ¡Y alcohol!

—¡Y yo te di un beso! Estamos en paz.

Rhett, delante de ella, empezó a atragantarse con el agua.

—¿Q-qué? —preguntó, mientras Jake le daba palmaditas en la espalda.

—Fue su condición para dejar que me fuera —le dijo Alice como toda explicación, sin darle mucha importancia.

—¿Un beso? —Rhett había dejado de atragantarse y clavó en Charles una mirada que habría helado el infierno—. ¿Y tú para qué querías eso?

—En esta zona no podía acercarme a las chicas y ahora me paso meses y meses en carreteras desiertas —dijo él, suspirando dramáticamente—. Un poco de calor humano no viene mal... bueno, humano no, pero ya me entiendes.

Se rio solo mientras Rhett miraba a Alice fijamente.

—No fue para tanto —dijo ella.

—Si te pones celoso, mi oferta sigue en pie —Charles le sonrió—. Podemos pasarlo bien los tres. No hay por qué discriminar.

—¿Qué está pasando? —preguntó Jake, mirándolos.

—Charles —Trisha lo miró—. ¿Por qué no te vas a cualquier otra mesa? ¿O a cualquier otra parte?

—Vale —él levantó las manos en señal de rendición—. Lo pillo. Me voy. ¿Contentos?

En cuanto se marchó, Alice vio que Rhett le echaba una mirada llena de reproche, pero no dijo nada.

Probablemente, se arrepentiría de eso al día siguiente.

***

Si era raro volver a ponerse ropa de entrenamiento, más raro era volver a estar en la clase de Jake.

Había tan poca gente joven a la que enseñar, que Rhett podía enseñarles a todos juntos. Apenas llegaban a los veinte alumnos. Y eran bastante variados en edad. Max había obligado a Kenneth, Blaise, Kai y Trisha a meterse también en sus clases. Junto con los chicos de doce años.

Era un contraste gracioso.

Estaban todos en el edificio secundario. En algún momento había sido una enorme sala de actos. Ahora, la usaban como gimnasio. Cada vez que alguien hacía un sonido, el eco reverberaba en toda la sala.

Habían estado dos horas con entrenamientos básicos como correr, obstáculos, practicar golpes con sacos viejos... nada nuevo. Rhett los había reunido poco después para empezar las clases de verdad.

—Bueno —Rhett, como Alice supuso, había vuelto a adoptar su cara de instructor—. Max me ha dicho que lo primero que tengo que enseñaros es lo básico en defensa personal, así que...

—¿Defensa personal? —Kenneth puso los ojos en blanco—. Te recuerdo que estaba en clases avanzadas de lucha.

Rhett lo miró un momento.

—Muy bien. Ven aquí.

Eso no pareció hacerle tanta gracia, pero se acercó igual y se quedó delante de Rhett, que le sacaba cuatro dedos de altura.

—Primera lección. Tirar al suelo a alguien más grande que tú. No es muy difícil. Si vuestro oponente tiene más fuerza que vosotros, tenéis que aprovechar su fuerza para hacerlos caer. Dame un puñetazo.

Kenneth no dudó mucho. Le lanzó un puñetazo en la cara y Rhett le enganchó la muñeca con el brazo.

—Cuando lo tengáis agarrado, ponéis la pierna así y lo empujáis hacia atrás.

Quizá lo lanzó al suelo con más fuerza de la que debería.

—Bien. Intentadlo en parejas.

Todo el mundo se colocó en parejas. Alice dudó cuando vio que todo el mundo se colocaba con alguien menos ella. Incluso Trisha y Kenneth estaban juntos. Le tocó con un chico que no conocía de nada, pero que resultó ser bastante simpático y fácil trabajar con él.

Ese día solo aprendieron a derrumbar oponentes. Después, comieron y tuvieron clase de tiro. Por supuesto, Alice fue la mejor. Trisha, con un brazo, fue de las peores. Especialmente para controlar el retroceso y cambiar el cargador.

Era como volver atrás en el tiempo.

Alice subió los escalones esa noche para volver a su cama, pero se detuvo en el segundo piso, mirando el pasillo en el que había robado el mono negro a esas dos guardias muertas con 42. Parecía que había pasado una eternidad desde eso.

Por curiosidad, se acercó a una de las puertas y las abrió. Sin embargo, se quedó algo sorprendida al no encontrar ninguna habitación. Sino una sala. Con una máquina. Una máquina que conocía muy bien.

La máquina que habían usado para sacarle los recuerdos.

La imagen de ella, Trisha y Rhett intentando recordar qué había pasado justo antes de que su ciudad explotara le vino a la mente y puso una mano en la máquina instintivamente.

Quizá por fin podría descubrirlo.

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