6 - Kilian
(Me encanta leer vuestras teorías en los comentarios :v)
—¡No me puedo creer que lo hayas perdido!
Rhett miró a Jake, irritado.
—No es una piedra, no lo he perdido. Se ha ido solito.
—¿Para qué querrías vigilar una piedra? —preguntó Alice, pensativa—. Si no pueden moverse...
—La piedra de Los cuatro fantásticos se movía —le dijo Trisha—. Pero era un señor.
—¿De los... qué?
—Los cuatro fantásticos.
—¿Por qué se llaman así?
—Porque eran cuatro. Y porque tenían superpoderes.
—¿Qué superpoderes?
—Pues... uno de ellos era una piedra.
—Qué mierda de superpoder.
—¡A VER, CENTRAOS! —gritó Jake antes de mirar a Rhett—. ¡Se suponía que tenías que vigilarlo!
—¡No soy su niñera!
—¡Estaba contigo! ¡Era tu compañero!
—Ese no era mi compañero.
Trisha, Jake y Alice habían estado toda la mañana buscando a Kilian entre los edificios y las casas, pero por mucho que habían hecho, no habían encontrado nada. Tina se había quedado en casa por si volvía y Rhett se dedicaba a seguirlos, pero no hacía gran cosa, solo los miraba con mala cara cuando se quejaban.
Al final, teniendo en cuenta que conocía la ciudad mejor que ellos, habían llegado a la conclusión de que quizá no quería ser encontrado, pero Jake era incapaz de asumirlo. Él prefería echarle la culpa a Rhett.
—¿Y por qué es culpa mía, por cierto? —preguntó Rhett, cruzándose de brazos—. Que yo sepa, todos estábamos en la misma casa.
—¡Pero tú estabas en el salón con él!
—¡Fue idea tuya dejar que hiciera una guardia!
—¡Porque pensé que te ocuparías de él!
—¿En serio? ¿Me ves con cara de preocuparme mucho por el crío raro?
—¿Y si le ha pasado algo? —preguntó Jake en voz baja, ignorando lo que le acababa de decir—. ¿Y si lo han encontrado esos... salvajes?
—Él es un salvaje —aclaró Trisha.
—¡Pero no es como los demás! —chilló Jake.
Alice vio que se le llenaban los ojos de lágrimas y lo abrazó, mirando por encima de su cabeza a Rhett con rencor.
—¿Podéis dejar de mirarme como si yo tuviera la culpa? —protestó él, malhumorado.
—Lo encontraremos —le aseguró Alice a Jake, ignorándolo, aunque no estaba muy segura de ello.
Rhett, por su parte, estaba indignado.
—¡Venga ya, lo conocisteis hace un día!
—¡Pero yo me he encariñado mucho con él! —se enfurruñó Jake.
—Oye, no es por cortar la conversación, pero no podemos quedarnos aquí mucho tiempo —comentó Trisha, mirando a su alrededor—. Recordad que seguimos en territorio salvaje. Si no vuelve antes de la hora de comer, deberíamos que irnos sin él.
Alice se mordisqueó el labio, pensativa. Trisha tenía razón. No podían quedarse ahí más tiempo. Habían tenido suerte hasta ahora, pero no la tenían garantizada para siempre.
—Puede que esté cazando —sugirió Rhett en voz baja.
Jake levantó la cabeza, ilusionado.
—Es cierto —exclamó—. Me dijo que le gustaba cazar.
—¿Te dijo? —Tina lo miró—. ¿Ya no es mudo?
—No habla, pero yo lo entiendo —Jake frunció el ceño.
—¿Y también hablas con tus otros amiguitos invisibles? —preguntó Trisha, divertida.
—En ese caso, volverá a la casa —dijo Alice, ignorándola—. Deberíamos volver con Tina y comer algo antes de irnos.
Todos estuvieron de acuerdo, y volvieron a la casa. Jake miraba a su alrededor, esperanzado, mientras que Trisha parecía tan tranquila como siempre, dando vueltas a una navaja entre los dedos.
Rhett y Alice se rezagaron un poco, y ella no dejó de echarle miradas rencorosas
—Deja de mirarme como si hubiera matado a alguien —masculló él al cabo de unos segundos, irritado.
—No era tanta responsabilidad —replicó Alice.
—Alice, no lo conocíais de nada. Podría haber sido un asesino y ni siquiera lo sabríais.
—Si quisiera hacernos daño, ¡no nos habría dado chocolatinas!
—¡Seguro que estaban caducadas!
—¡No lo estaban! Seguro que se fue porque lo trataste mal.
—¿Que yo...? ¡Yo no lo traté mal!
—¡Casi lo tiraste por la ventana porque quiso venir a dormir conmigo!
—¡Con todas las cosas que se me pasaron por la cabeza en ese momento, Alice, da gracias a que solo estuviera a punto de tirarlo por la ventana!
Alice se cruzó de brazos, ignorando el pinchazo de dolor de la herida.
—Pues muy bien. El pobre Jake está triste, pero veo que te da igual.
—No he dicho que me diera igual.
—Pero si no apareciera Kilian, estarías contento.
Rhett puso una mueca.
—No he dicho eso.
—Pero tampoco lo has negado.
Él suspiró.
—Al menos, podrías dejar de mirarme así.
—Estoy indignada, tengo derecho a mirarte mal.
—Hace dos meses ni siquiera sabías que significaba esa palabra.
—¡Pero ahora lo sé, así que puedo sentirme así!
—Alice, ¿no te parece que estás exagerando un poco?
—¡No! Seguro que te pasaste toda la noche en silencio, aburriendo tanto al pobre niño que terminó huyendo.
—Pues mira, se pasó toda la maldita noche pintando en el suelo cosas que le gustaba hacer, como si a mí me importara.
—¡Estaba intentando hacerse tu amigo!
—No quiero que ese crío sea mi amigo.
Alice puso mala cara y lo adelantó, colocándose por delante de Jake y Trisha.
Tina pareció algo decepcionada con que no hubieran encontrado al niño, y les informó de que por ahí tampoco había aparecido. No les quedó otro remedio que comer rápidamente lo que tenían reservado para ese día, aunque Jake no dejaba de echar ojeadas a la puerta y Rhett no decía nada, con la cabeza agachada.
Alice se sintió repentinamente mal por echarle la culpa. Si Kilian se había ido, había sido por voluntad propia. No veía a Rhett capaz de echarlo, por poco que le gustara. Igual había sido demasiado dura con él.
Justo cuando iba a sentarse a su lado y decirlo, Rhett se puso repentinamente de pie.
—Ahora vuelvo —murmuró, sin mirar a nadie en concreto.
Lo siguió con la mirada y estuvo a punto de ir tras él, pero Tina la detuvo. Después de todo, Rhett podía defenderse solito, y conocía el camino de vuelta.
Intentaron charlar un poco, pero nadie tenía muchas ganas de hacerlo. Alice preguntó cuán lejos estaban de la ciudad a la que se dirigían, más que nada para llenar el silencio, y casi se atragantó con la comida cuando le dijeron que estaba a solo un día de distancia.
Justo cuando empezaban a ponerse nerviosos, la puerta se abrió y entró Rhett con una sonrisilla. Justo detrás de él, Kilian estaba mordisqueando un trozo de pescado crudo. Tenía una enorme herida en la pierna, pero parecía darle igual.
—¡Lo has encontrado! —chilló Jake, emocionado, poniéndose de pie.
A él tampoco pareció importarle mucho la herida de Kilian cuando se lanzó sobre él y le dio un abrazo de oso.
—¿Qué le ha pasado? —preguntó Tina.
—El muy idiota se tiró por el río por un pez y se quedó estancado en las ramas rotas.
—¿Y tú cómo sabías que estaría ahí? —preguntó Trisha con el ceño fruncido.
—Porque anoche se puso a contarme todo lo que le gusta hacer, el muy pesado.
Tina se encargó, con la ayuda de Jake, de sentarlo y vendarle la pierna. La venda perfectamente blanca contrastaba casi cómicamente con su piel sucia. Y eso que, después del baño, ya no estaba tan sucia.
De hecho, el pelo oscuro y enmarañado de Kilian ahora parecía color bronce, y su piel más dorada que oscura. Incluso su ropa tenía colores más claros.
—Ejem.
Alice miró a Rhett, que la miraba con una ceja enarcada.
—¿Qué? —se hizo la inocente.
—Que has estado todo el día mirándome mal por el niño estúpido... y ahora lo he traído de vuelta.
—Lo siento —dijo ella, poniendo los ojos en blanco.
—Bien —él sonrió y se estiró—. Ahora, vámonos de aquí antes de que al mono de feria le dé por seguir saltando dentro de ríos.
—¡No lo llames mono de feria! —protestó Jake.
—¿Qué es un mono de feria? —preguntó Alice.
—Algo muy bonito —le aseguró Trisha, suspirando—. ¿Nos podemos ir de una vez?
Recogieron todas sus cosas rápidamente y abandonaron la casa, con Tina y Trisha encabezando el camino. Decidieron dejar a Kilian con Jake en medio por si decidía escaparse de nuevo, pero no lo hizo. De hecho, solo señalaba a su alrededor para indicarles caminos más rápidos o atajos para salir de la ciudad.
Alice sintió bastante aliviada cuando por fin la abandonaron y entraron de nuevo en el bosque. Se sentía mucho más protegida ahí. Además, en el bosque había comida y agua, pero en las ciudades solo había cenizas.
Ya casi se estaba poniendo el sol cuando se puso a llover. Al principio, lo ignoraron y continuaron caminando un rato más, pero con el agua sobre la venda, Alice empezó a notar cómo le picaba la herida. Se contuvo unas cuantas veces para no rascársela, pero el dolor empezó a hacerse insoportable. Cada vez que daba un paso y movía el brazo, era como si alguien le hurgara en la herida.
Sin embargo, cuando chocó tropezó con una rama y su brazo chocó contra el tronco de un árbol, perdió toda la fortaleza y soltó un grito ahogado, levándose la mano a la herida sin pensar y haciendo que el dolor se multiplicara.
Por supuesto, cuando levantó la mirada Rhett ya estaba agachado delate de ella, mirándola con los ojos muy abiertos.
—¿La herida? —preguntó directamente.
Ella asintió y quitó la mano. La venda se había resbalado con el agua de la lluvia y ahora podían ver la herida, que desprendía un ligero olor desagradable y estaba entre el azul oscuro y el violeta. Pero lo peor era el dolor agudo y punzante que sentía Alice.
Rhett le dijo algo, pero no lo entendió hasta que le pasó los brazos por debajo, levantándola del suelo. Alice vio que las gotas de lluvia le caían sobre la cara y lo obligaban a entrecerrar los ojos cuando alcanzó tan rápido como pudo a los demás.
En cuanto Tina vio la herida, mandó a Trisha, Jake y Kilian a buscar un sitio seguro donde acampar. Por suerte, lo encontraron rápido. Era un pequeño rincón junto al río en que las copas de los árboles les proporcionaban un techo natural que los protegía casi completamente de la lluvia.
Rhett dejó a Alice en el suelo, con la espalda apoyada en un tronco, y Tina le pasó una mano por la frente.
—Tiene fiebre —murmuró.
Alice no entendió lo demás, estaba ocupada intentando sentarse mejor y mirarse la herida del brazo. Trisha y Jake también se acercaron al cabo de un rato, pero Jake se mareaba muy fácilmente con las heridas y no tardó en alejarse con Kilian.
Unos segundos más tarde, Alice dio un respingo al escuchar el tono furioso de Rhett.
—No te acerques a ella, mocoso —advirtió.
Alice volvió a centrarse en ellos y se dio cuenta de que estaba echando a Kilian, que se estaba intentando acercar a ella con algo en las manos.
—¿Qué es? —preguntó, mirándolo.
Klian ignoró a Rhett y se acercó a Alice, agachándose. Tenía una mezcla extraña en una mano y una piedra en la otra. Casi parecía que había mezclado barro con unas cuantas hojas molidas por la piedra.
Al instante en que hizo un ademán de acercar la mano al brazo de Alice, Rhett lo detuvo bruscamente.
—¿Qué te crees que estas haciendo? —preguntó, frunciéndole el ceño.
—Intenta ayudarla —intervino Jake, que se había acercado pero se tapaba los ojos para no ver la herida.
—¿Con eso? No va...
—Deja que lo haga —intervino Tina de repente.
Rhett se giró hacia ella, perplejo.
—¿Cómo?
—Que dejes que lo haga. He visto cómo se lo ponía antes a sí mismo en la herida de la pierna —Tina la señaló y Alice vio que la herida estaba cubierta con esa mezcla extraña—. Son hierbas curativas.
—Tina, es un crío, no sabe...
—Yo solo tengo vendas —replicó ella—. ¿Quieres que le ponga eso en el brazo? No va a servir de nada. Sería como intentar tapar el sol con un dedo, Rhett. Al menos, él tiene una solución.
Eso no pareció convencerlo del todo, pero no se movió cuando Kilian volvió a inclinarse, pasando la mezcla por la herida de Alice con suavidad. Ella cerró los ojos con fuerza, intentando contener las ganas de apartarse por el dolor.
Sin embargo, cuando Kilian se apartó y miró a Alice, ella se dio cuenta de que el dolor seguía ahí, pero había disminuido muchísimo. De hecho, sintió un cosquilleo molesto en el codo que casi la ilusionó; apenas había sentido ese brazo entero en todo el día.
—¿Estás bien? —preguntó Rhett, mirándola con precaución.
Alice asintió, dubitativa, y miró al niño.
—Yo... gracias, Kilian.
Él sonrió, tan silencioso como de costumbre, mientras Jake no dejaba de repetir que él había confiado en Kilian desde el principio.
Tina decidió vendarle el brazo de todas formas mientras los demás montaban el campamento. Decía que era mejor que lo que había preparado Kilian no se moviera de su lugar y, cuando terminó con ella, Alice vio cómo iba junto al niño para que le explicara cómo había preparado esa mezcla.
Alice se pasó unos minutos sola, intentando mover el brazo, hasta que notó que alguien se acercaba a ella. Era Trisha, y estaba sonriendo con aire divertido.
—¿Qué tal, lisiada? ¿El salvajito te ha envenenado o sigues conservándote bien?
—Yo diría que estoy bien —aceptó su mano para ayudarla a ponerse de pie torpemente—. Por un momento, casi me he desmayado.
—Si lo hubieras hecho, don amargado te habría cargado en brazos como si fuera tu príncipe azul —Trisha puso los ojos en blanco—. Sois de esa clase de parejas.
—¿Un príncipe... azul? ¿Qué es eso?
—Pues un príncipe al que ahogas hasta que se pone azul —bromeó Trisha, divertida.
Alice puso una mueca, confusa, hasta que ella señaló el río.
—Creo que hay una parte del río donde el agua está más calmada, podríamos intentar pescar algo para cenar y para comer mañana. ¿Te vienes?
—Yo te acompaño —intervino Rhett, que se había acercado a ellas.
—Y yo —Alice no quería volver a quedarse en el campamento, como siempre.
—Yo protegeré a estos dos —comentó Jake, señalando a Tina y Kilian, que probablemente serían los que lo protegieran a él.
Pero Kilian no parecía dispuesto a quedarse esperando, porque los siguió todo el camino hacia el río, que estaba a unos veinte metros. Para haber llovido, el agua no se movía con demasiada fuerza. Solo había un poco de corriente. Trisha y Rhett se quitaron los zapatos, agarraron sus palos afilados y se metieron en el río hasta que el agua les llegó a las rodillas.
—Mhm... —Alice los miró un momento—. No sé yo si seré muy útil para eso.
—Haz estacas —Trisha le lanzó un palo liso—. Probablemente alguna se romperá.
Así que Alice se quedó sentada en la hierba húmeda rasgando el tronco con todas sus fuerzas, dejándolo tan afilado como podía. Tardó casi diez minutos en hacer que un palo se pareciera a lo que sujetaban ellos, y ni siquiera así tuvo un gran resultado, porque solo podía usar un brazo.
Mientras, Kilian desapareció entre los árboles y Trisha y Rhett hicieron lo posible para pescar algo, pero había pocos peces y no eran fáciles de atrapar.
—Igual deberíais hacer una red —sugirió Alice.
—Buena idea, Alice —Trisha la miró con la sonrisa más irónica que había visto en su vida— Ahora solo queda suplicar que no nos maten mientras buscamos todo lo necesario para hacerla. Y, en caso de que lo encontremos, tirarnos aquí cuatro horas para construirla. Y, suponiendo que funcionara y no se destrozara, utilizarla. ¡Qué buena idea!
—No necesitas ser tan sarcástica para decir que no —le dijo Rhett, pasándose una mano por la frente.
—Mira, Alice, te ha salido un guardaespaldas —sonrió Trisha.
Alice le sacó el dedo corazón.
—¿Sabes qué significa eso, al menos?
—No, pero espero que signifique que te vayas a la mierda.
Rhett empezó a reírse a carcajadas mientras Trisha enrojecía un poco. Al final, él dejó de reírse porque ella le dio con el palo en la cabeza y empezaron a pelearse.
De pronto, saltó una figura desde un árbol y llegó al agua. Salpicó por todas partes y se quedó agazapada en el agua. Rhett se apartó de un salto de Kilian, que sonreía ampliamente. Tenía un pez en la boca.
—Pero ¿qué...?
Kilian se acercó a Alice y le dejó el pequeño pez muerto a los pies, a lo que ella no se sintió capaz ni de fingir una pequeña sonrisa.
—Oh, que bonito —Trisha ironizó—. Te hace regalitos amorosos.
—No es bonito. Es un pez muerto —replicó Rhett.
—Espabila o te robarán a tu chica —bromeó Trisha, divertida.
Y, a partir de ahí, Rhett y él empezaron a pescar como locos, a toda velocidad, dejándolos en la orilla delante de ella. Al final, cada uno tenía tres, y cada uno era más pequeño que el anterior. Alice no sabía si sentirse halagada o asqueada. Los dos salieron del agua y se quedaron mirando los peces con algo de decepción.
—Apartad —les empujó Trisha, saliendo del agua con un montón de peces enormes colgando del brazo—. Poder femenino, nenas.
Esa noche, lógicamente, cenaron pescado. Fue la primera comida en la que Kilian estuvo todo el rato con ellos. Jake estaba encantado, y no dejaba de hablarle aunque no recibiera ningún tipo de respuesta.
Rhett, por su parte, comía en silencio, de mal humor, aunque se le pasó un poco cuando Alice se cambió de sitio para quedarse a su lado.
De pronto, Kilian sonrió como un niño pequeño, desapareció un momento y los dejó a todos sumidos en un silencio confuso.
—¿Ha vuelto a escaparse? —preguntó Trisha, extrañada, con la boca llena.
—¡Ni siquiera ha dicho adiós! —protestó Jake, indignado.
—Porque no sabe hablar —le comentó Trisha, enarcando una ceja.
—¡Pero podría gesticularlo!
Pero Kilian no había escapado. De hecho, apareció unos pocos minutos más tarde con algo en la mano que dejó a Alice, sonriendo. Parecía un regalo.
Pero... oh, no. Era un pobre animalito muerto.
Tuvo que contenerse para no poner una mueca de asco.
—Jake, tú te comunicas con él, ¿no? —preguntó Alice, viendo la ardilla muerta—. ¿Puedes decirle que, por favor, deje de traer animales muertos?
Jake empezó a gritárselo como un loco, como si así fuera a entenderlo mejor.
Por suerte, el niño pareció entenderlo. Kilian agarró de nuevo la ardilla y se la llevó, desapareciendo. Al cabo de un minuto, volvió. Esta vez llevaba un ramo de flores silvestres. Esta vez Alice sonrió ampliamente, mientras Jake y Tina reían, Trisha los ignoraba y Rhett entrecerraba los ojos.
Esa noche Trisha y Tina hicieron la primera guardia, por lo que Alice fue de las primeras en montarse una camita improvisada. Tardó más de lo necesario porque se había empeñado en hacerlo sola y tenía un solo brazo para ello.
De todos modos, cuando estuvo lista, se dio cuenta de un pequeño detalle que se le había olvidado: una manta.
Miró a su alrededor. Los demás ya estaban acostados en sus lugares mientras Trisha y Tina hablaban junto al río, que era el único lugar por el que podían llegar desconocidos. Kilian y Jake estaban a un lado del fuego y Rhett estaba en el otro, pasándose una mano por la cara.
Kilian había intentado dormir con ella, pero Rhett lo había llevado a base de patadas con Jake, así que dormían plácidamente uno al lado de otro con la boca abierta, roncando.
Alice se incorporó y se puso a buscar alguna otra manta en el saco, pero no había nada. Cuando llevaba ya un rato buscando, escuchó un suspiro.
—¿Qué haces? —preguntó Rhett, medio dormido, mirándola.
—Buscar una manta —dijo, tiritando—. ¿Cómo puedes no tener frío?
—Yo llevo una chaqueta. Tú apenas llevas ropa, y además está destrozada —él frunció el ceño—. Debí recoger más cosas tuyas.
—¿Para seguir buscando en mi ropa interior? —sonrió ella.
—¡Yo no...! —él apretó los labios—. Bueno, ¿qué más da? No hay más ropa.
—¿No hay nada más? ¿Ni siquiera una manta?
—No que yo sepa. Pero puedes usar la mía.
Alice se pensó que le estaba ofreciendo la suya, pero al ver que se apartaba, se dio cuenta de que en realidad le estaba ofreciendo un sitio junto a él.
¿Eso no tenía un significado algo sexual entre los humanos? Dudó un momento, mirando a los demás, pero supuso que si el significado fuera sexual, Rhett se hubiera dado cuenta y no se habría ofrecido en primer lugar.
Se puso de pie, colocó la suave sábana que había puesto en el suelo sobre la manta de Rhett, y se metió en ella a su lado.
Alice empezó a buscar la posición adecuada sin aplastarlo, pero estaba incómoda de cualquier forma. Parecía que, hiciera lo que hiciera, habría una piedra bajo su espalda. Por no hablar de que no podía apoyarse en el brazo malo.
Cuando le clavó el cuarto codazo sin querer el pobre Rhett, él suspiró.
—No hagas que me arrepienta de esto —murmuró con los ojos ya cerrados.
—Es que no estoy cómoda.
—Yo tampoco estoy muy cómodo en el suelo y contigo retorciéndote a mi lado, pero es lo que hay.
Alice siguió removiéndose hasta que Rhett la miró con mala cara. Él la agarró del brazo y la tumbó boca arriba. Sorprendentemente, así estuvo cómoda, así que cerró los ojos y trató de dormirse, pero seguía sin poder.
—Oye, Rhett —susurró.
Él no abrió los ojos, pero estaba despierto. Estaba más cerca de lo que había estado de él jamás, así que podía ver cada detalle exacto de su cara. Eso la dejó unos segundos examinándolo como si no se lo supiera ya de memoria.
—¿Qué quieres ahora?
—¿Puedo preguntarte algo?
—Lo harás de todas formas.
—¿Esto de dormir juntos es normal entre humanos?
—Sí. O no. ¿Yo qué sé? Tampoco es la primera vez que dormimos juntos.
—Pero no se me había ocurrido hasta ahora.
—Alice, quiero dormir. Cállate un rato.
—Pero... yo no puedo dormirme.
—Pues ve a hacer footing.
—¿A hacer...?
—A correr. Era una broma —aclaró, abriendo los ojos, irritado—. ¿Qué quieres?
Alice esbozó una sonrisita angelical.
—Te he mentido. Sí puedo dormirme. Es que no quiero hacerlo.
Él se llevó una mano al corazón.
—Me resultará difícil, pero creo que podré superarlo algún día.
—¿Eso era sarcasmo?
—No.
Alice dudó.
—¿Eso era...?
—Sí, era sarcasmo. ¿Qué pasa? ¿Por qué demonios no quieres dormirte?
—Porque no quiero saber cómo siguen mis sueños.
—Mira, casi todas las veces que te duermas, tus sueños no tendrán nada que ver con los anteriores.
—Pero creo que en mí es diferente —susurró, tratando de no despertar a Jake—. Mis sueños son como... una continuación del anterior. No sé si me explico —Rhett la miró, pero no dijo nada—. ¿Tú no tienes pesadillas?
Él se tumbó boca arriba también, llevándose parte de la manta, por lo que Alice tuvo que arrastrase más hacia él.
—A veces, sí. Como todo el mundo.
—¿Sobre qué?
—Sobre muchas cosas —parecía incómodo—. Cosas sin importancia. No me acuerdo de la mayoría.
—Si quieres, yo te cuento las mías.
—Me las sé de memoria —replicó, poniendo los ojos en blanco.
—¿Qué? —Alice se alarmó.
—Hablas en sueños, por si no lo sabías.
Durante un instante, Alice fue incapaz de decir nada. El sonrió ligeramente al ver si expresión se espanto.
—Podría hacerte un libro sobre lo que dices en sueños.
—¿Y qué... qué digo?
—Hablas de muchas cosas —se encogió de hombros—. De un embarazo, de un tatuaje, de unas niñas... Últimamente de un chico.
—¿Qué chico?
—Deberías saberlo tú mejor que yo, ¿no?
—Puedo soñar con muchos chicos.
Él enarcó una ceja.
—Me tienes a mí en la realidad, ¿para qué...?
—¿Qué chico? —repitió ella, interrumpiéndolo.
—Siempre hablas de un chico y un tatuaje en la espalda.
—Ah, ese —se encogió de hombros—. Es el novio de la chica con la que sueño.
Rhett enarcó una ceja.
—¿Qué?
—Que... sueño mucho con una chica. Y ese era su novio.
—¿Y no lo conoces?
—No.
—¿Cómo puede ser eso?
—No lo sé. Te he dicho que mis sueños son raros —se acercó a él—. Oye, ¿sería muy inapropiado si me acerco más? Es que tengo la espalda descubierta.
—Haz lo que quieras —murmuró él.
Ella se tiró completamente hacia él, pasó una pierna por encima y el brazo por el pecho y cerró los ojos. Rhett tensó cada músculo de su cuerpo, alarmado
—¿Q-qué...? ¿Qué haces?
—Me has dicho que hiciera lo que quisiera.
—¡No te lo tomes al pie de la letra!
—Pues no pienso moverme.
Él refunfuñó un rato, pero al final dejó que se quedara así.
—Oye, Rhett...
Él no abrió los ojos, pero por su expresión Alice supo que estaba empezando a irritarlo.
—¿Qué? —preguntó, medio dormido.
—Una vez me dijiste una cosa...
—Te he dicho muchas cosas, Alice.
—Me dijiste que habías tenido sexo.
Rhett abrió los ojos y la miró con los ojos entrecerrados, desconfiado.
—¿Debería preocuparme porque saques ese tema ahora?
—Es curiosidad inocente.
—¿Inocente? —no pareció muy convencido.
—Bueno, la cosa es... que me dijiste que habías tenido sexo.
—Sí, ¿y qué?
—¿Fue con tu novia?
—Nunca he tenido novia —dijo él—. Era solo una chica de mi clase.
—Entonces, ¿por qué tuviste sexo con ella?
—Porque no quería seguir siendo virgen mientras todos mis amigos me hablaban de lo maravilloso que era el sexo. De todas formas, ¿a qué viene eso?
—¿Puedo preguntarte algo?
—Ya lo estás haciendo.
Alice lo miró, dubitativa, muriéndose de curiosidad.
—¿Cómo es?
—¿El qué? —preguntó Rhett lentamente.
—El sexo.
Él parpadeó, y después se aclaró la garganta, más incómodo que nunca.
—Alice...
—¡Oh, vamos! Tengo curiosidad.
—¿De verdad quieres hablar de sexo en esta precisa situación? —preguntó él, pasándose una mano por la cara.
—¿Te hace sentir incómodo? ¿Prefieres que lo hablemos mañana?
—Alice... —él lo pensó un momento—. Yo no... no es incomodidad.
—¿Y qué es?
—Nada. No quiero hablar de eso.
Ella se pegó más a él cuando intentó apartarse, confusa.
—Pero, ¿me lo vas a decir?
—¡Te acabo de decir que no quiero hablar de eso!
Jake se removió en su lugar, roncando más fuerte. Tuvieron que bajar el volumen.
—Eres un aburrido.
—Y tú una pesada.
—Vamos, no te cuesta nada decírmelo...
—Alice... de verdad, creo que deberíamos dejar de hablar de eso.
—¡Siempre tenemos que dejar de hablar cuando tú quieres, no es justo!
—Lo que no es justo es... —él miró la pierna de Alice sobre las suyas y tragó saliva, alejando las manos como si fuera a salir ardiendo si la rozaba—. Nada.
—¿Cuántos años tenías?
—¿Eso importa?
—Sí.
—Alice...
—¡Vamos, no seas así!
—Catorce —replicó, irritado—. ¿Podemos dejar de hablar de eso?
—¿No eras muy pequeño?
—Sí.
—Jake tiene trece.
—Lo sé.
—Y tú lo llamas niño.
—Lo sé, ¿vale?
—Entonces, tú te considerabas adulto de alguna forma con solo un año más que él, pero lo llamas niño...
—Soy un hipócrita malhumorado, ¿estás contenta ahora? —la miró, irritado—. Y la chica ni siquiera me gustaba, ni yo a ella. Creo que solo lo hacía para cabrear a una amiga suya. Y yo solo acepté porque era mayor que yo y un amigo me había dicho que era mejor empezar con alguien que supiera más que yo. Así que lo hicimos.
Alice lo miró unos segundos.
—¿Te gustó?
—No. Estaba tan nervioso que ni siquiera lo disfruté.
—Y... ¿solo lo hiciste una vez?
—No —él suspiró—. Dos veces más con la segunda chica.
—¿Y esa te gustaba?
—Bueno... —Rhett se encogió de hombros—. Me lo pasaba bien con ella.
—¿Cómo se llamaba?
—No me acuerdo.
—¿Cómo puedes no acordarte?
—Me acuerdo del nombre de mis amigos y mis amigas, pero ella... solo estuvimos juntos unas pocas semanas. Si sigue viva, seguro que tampoco se acuerda de mí.
—¿Fueron tan malas esas veces?
—No —Rhett negó con la cabeza—. Esas veces estuvieron bien.
—Has dicho que te lo pasabas bien con ella...
—Sí, éramos amigos.
Alice notó una extraña sensación en el estómago parecida a la que había sentido el día de las pruebas, cuando Annie se había dedicado a parpadear y contonearse delante de Rhett. Seguía sin estar muy segura de qué sentimiento era, pero no le gustaba. En absoluto.
—Y... —ella se mordisqueó el labio, pensativa— ¿conmigo te lo pasas bien?
—¿Mientras me haces un interrogatorio? No mucho, la verdad.
—Lo digo en serio. ¿Era... tu amiga?
—Supongo que puedes llamarlo así.
—No sabía que los amigos tuvieran sexo.
Rhett contuvo una sonrisa, mirándola.
—Depende del amigo.
—Y... ¿yo soy tu amiga?
Él se quedó en silencio un momento, y de pronto su expresión se volvió mucho más suave de lo que había sido hasta ahora.
—Alice, no te estoy contando todo esto por compararte con ella.
—Pero, ¿y si tuvieras que hacerlo?
—No es una competición. Y, aunque lo fuera, tú...
Volvió a mirar su pierna y apartó la mirada, clavándola en las ramas que los protegían de la lluvia.
—Quiero probarlo —dijo Alice, súbitamente.
Él la miró con los ojos abiertos de par en par.
—¿Qué?
—Quiero probar eso de tener sexo.
Rhett se quedó mirándola, sin palabras.
De hecho, su expresión era el ejemplo perfecto de la estupefacción más absoluta.
—¿Sexo? —repitió, como si no lo hubiera entendido.
—Contigo —aclaró.
—Ah.
—A ser posible, claro.
—Bueno, gracias por aclararlo —replicó, frunciendo el ceño.
—¿Eso es un sí?
Él volvió a quedarse en silencio. Alice casi podía oír los engranajes de su cerebro funcionando a toda velocidad, buscando algo apropiado que decir. No quería que se hiciera incómodo, así que decidió seguir hablando ella.
—Si llegamos a la Capital y me pasa algo... no quiero morir virgen. Sería muy triste.
—Eso es la mayor tontería que he oído nunca —él frunció el ceño, intentando apartarse sin mucho esfuerzo y sin mucho éxito.
—¿Por qué?
—Porque el sexo no lo es todo en la vida. Ni en una relación, ni siquiera. Es solo un complemento.
—Pues... yo quiero probar ese complemento antes de morir.
—Alice... no sé si es una buena idea.
Ella no pudo evitar una mueca de decepción.
—¿No soy lo suficientemente atractiva para hacer eso?
—¿Eh? —Rhett volvió a centrarse—. Claro que lo eres, no digas tonterías.
—Entonces... —estaba cada vez más confundida—. ¿No quieres?
—¿Qué? Claro que quiero.
—¿Sí? —ella sonrió, entusiasmada.
—Créeme, ahora mismo no hay nada que... —al ver la sonrisa de ella, se apresuró a negar con la cabeza—. No, Alice.
—¿Por qué no?
—¡Jake y el idiota mudo están ahí al lado!
—No tiene por qué ser ahora.
—Ah, claro, puede ser entre los matorrales, mientras continuamos la excursión.
—Mañana llegamos a la ciudad, ¿no?
—Alice, no.
—¡Ahí habrá camas!
Durante un momento, pareció que la idea lo tentaba, pero Rhett se apresuró a volver a sacudir la cabeza.
—No.
—Pero...
—He dicho que no.
—¡Y también has dicho que querías!
—Sí, pero...
—Pero ¿qué?
—Dios, Alice, ni siquiera sabes cómo... —él suspiró—. Me siento como si estuviera intentando pervertir a una niña pequeña.
Eso la ofendió más de lo que debería.
—No soy una niña pequeña.
—Siendo positivos, tienes siete años menos que yo.
—Técnicamente no lo sabemos. Puede que tenga veinte años. Solo son cinco de diferencia.
—Siguen siendo unos cuantos años.
—¿Y qué? ¿La edad es un problema para ti?
—No, pero...
—¿Pero...?
—Pero no sabes cómo va eso —Rhett puso una mueca—. Cada vez que te besaba de una forma un poco brusca, notaba cómo te asustabas. ¿Qué pasaría si intentara hacer algo más?
Ella enrojeció al darse cuenta de que tenía razón, pero no estaba dispuesta a admitirlo.
—No... no me asustaba —mintió.
—Sí lo hacías. Y ni siquiera estoy seguro de si eres consciente de lo que implica acostarse con alguien.
—Implica... quitarse la ropa, ¿no?
—Entre otras cosas, preferiblemente.
—¿Y si empezamos con... quitarme solo la camiseta?
Rhett la miró unos instantes, como si quisiera comprobar si hablaba en serio o no.
—¿Estás segura?
Alice asintió, sin dudarlo, y se inclinó para darle un beso en los labios. Fue tan corto que Rhett no tuvo tiempo para reaccionar antes de que ella se apartara, la sujetara una mano y la colocara al borde de su camiseta.
—Quítamela tú.
Durante un instante, Rhett dudó visiblemente. Pero entonces tiró de su camiseta para volver a pegarla a su lado y empezó a subirla, dejando la piel del estómago expuesta y...
—¿Qué hacéis? —se escuchó de pronto la voz adormilada de Jake a su lado.
Rhett se apartó tan rápido como pudo, torpemente, quedando de pie a un lado. Jake lo miró en medio de un gran bostezo.
—¿Estás sudando? Si hace frío.
—Estoy... —Rhett se pasó una mano por el pelo—. Voy a lavarme la cara, o a lanzarme al río, o lo que sea.
Y se apresuró a marcharse en dirección al agua helada.
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