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6 - 'El primer día'

Había una cara delante de ella. Una niña rubia, con cara de ángel. Aunque ella sabía que no lo era. Lo contrario, más bien. Llevaba un precioso peto rojo que la hizo querer tener uno igual.

—Alicia la fea —sonrió maliciosamente la niña mientras las demás se reían.

Intentó ponerse de pie. Notaba algo húmedo en su pecho. La niña, Charlotte, había lanzado su bebida sobre ella. Alicia sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas. Alguien la agarró del hombro para volver a empujarla contra el suelo. Se quedó sentada, escuchando las risas de sus compañeras. Especialmente la de Charlotte, que resonaba por encima de todas las demás.

•••

Cuando Alice abrió los ojos, se sentía como si siguiera en el suelo, sentada y con el pecho húmedo por la bebida. Pero no, estaba sobre un colchón viejo.

¡Alicia! Se llamaba Alicia. Era un avance. ¿Esa no era otra versión de su nombre? ¿En otro idioma o algo así? Pero ¿quién era esa chica? ¿Por qué soñaba con ella? ¿Era real?

Miró a su alrededor cuando se dio cuenta de que los demás se estaban despertando. Estaba sonando algo a lo lejos. Una... ¿campana? Vio que Jake, en la cama de su lado, se frotaba los ojos y la miraba.

—Buenos días, Alice —sonrió ampliamente—. Mira tu pierna, ya debe estar curada.

Alice bajó la mirada y, en efecto, notó perfectamente todo su cuerpo. Todavía tenía la venda en la pierna, así que empezó a quitarla, y se sorprendió al ver que tenía la rodilla amoratada, pero nada más. No dolía. Era como si nada hubiera pasado. Las heridas de las manos empezaban a desaparecer, y su cabeza estaba como nueva.

—¿Sorprendida? —preguntó Dean, en la cama que había delante de ella—. Los milagros de Tina.

Vio que todos se ponían de pie y los imitó. Estaban saliendo de la habitación con la misma ropa que habían usado el día anterior. Ella se olió a sí misma y se preguntó cuán higiénico eso debía ser. Vio que todas las chicas se iban hacia un lado y los chicos por otro. Jake le hizo un gesto de despedida mientras seguía a los suyos. Alice siguió a las chicas, sola e insegura.

Llegaron a una especie de cuarto de baño grande y compartido. Vio que había muchas chicas que se miraban en el espejo y después se giraban hacia ella, curiosas. Aprovechó para hacer pis con cuidado de no tocar la letrina, y cuando pasó por delante del espejo, se quedó paralizada.

Tenía una cicatriz pequeña en la frente que en esos momentos estaba entre el rojo y el morado, pero por lo demás estaba normal. Como cualquier día. Como si no hubiera pasado nada cuando hacía unos días casi se había matado con un coche, ¿cómo era eso posible?

—Oye —una de las chicas le dio una bolsita—. Toma, es la bolsa de higiene personal.

—La... ¿qué?

—La bolsa de higiene personal. Ya sabes, tiene un cepillo y pasta de dientes, jabón, cosas para la regla... todo eso. Si se te termina, avisa a Tina y te dará más.

¿Qué... acababa de decir de una regla?

Alice se cepilló los dientes a toda velocidad —cosa que era un alivio— y se lavó las manos con el jabón —cosa que también era un alivio, no había podido hacerlo desde la noche anterior—. Miró a sus compañeras para ver si se ataban el pelo, pero ninguna lo hacía. Al final, se hizo una cola de caballo como pudo (no estaba acostumbrada a hacérselas a sí misma) y las volvió a seguir después de dejar la bolsa junto a su nueva cama.

Cuando salieron del edificio, se dio cuenta de que se dirigían al campo de fútbol. Había cuatro pilares pequeños colocados en él, formando un cuadrado, y al otro lado estaba Rhett, de pie, mirando unos papeles con aburrimiento.

Al instante en que vio a Alice, se le iluminó la mirada. Ella supo que no era nada bueno. Apartó la mirada e intentó meterse entre la gente para perderlo, especialmente cuando vio que volvían los chicos. Justo cuando iba a alcanzar a Jake, que le sonreía, escuchó la voz de Rhett justo a su lado.

—Mira a quién tenemos aquí.

Oh, vaya.

Alice se dio la vuelta casi como si esperara una sentencia de muerte. Estaba tan cerca de ella que lo que tenía delante de la cara era su pecho. Tuvo que echar la cabeza hacia atrás para mirarlo, sintiéndose un poco ridícula. Rhett, por su parte, tenía una sonrisita divertida.

—Carne fresca —anunció dramáticamente—. Hoy vamos a ver si sabes defenderte.

Alice miró a Jake, Dean y Saud de reojo. Jake esbozó media sonrisa, sacudiendo la cabeza. Alice supuso que eso quería decir que era normal.

—Y de la zona de androides —siguió Rhett, a lo que Alice notó aún más miradas clavadas en ella. No sabía cómo reaccionar. Rhett se movió a su alrededor y dedujo que se había quedado justo detrás de ella, porque dejó de escuchar sus pasos por la hierba—. Creo que nunca había conocido a nadie de esa zona.

Volvió a darle la vuelta para quedar delante de ella, mirándola con una ceja enarcada.

—Sabes hablar, ¿no?

—Sí —murmuró, algo molesta—. Algo me enseñaron sobre el tema.

Escuchó algunas risitas, pero Rhett no pareció muy molesto. De hecho, se limitó a enarcar una ceja con cierto interés.

—¿Cuánto creéis que durará sin que la pateen fuera del cuadrilátero?

—Diez segundos —dijo una chica.

—Era una pregunta retórica, Annie, pero gracias por demostrarnos que es mejor meterte en un ring que ponerte a pensar —le soltó Rhett, a lo que empezaron a escucharse más risas. Volvió a centrarse en Alice—. No te creas que por ser de la zona de raritos lo vas a tener más fácil que los demás.

Alice lo miró fijamente y su mirada se desvió un momento a la cicatriz, pero apartó los ojos enseguida. Sintió una oleada de tremenda incomodidad. Rhett, por su parte, fingió que no se había dado cuenta.

—Observa a los demás y verás cómo son los movimientos básicos —finalizó—. Tú, ve al cuadrado.

Alice estuvo a punto de moverse, pero vio que estaba mirando a la niña que había hablado antes. Era bastante delgada, pero su cara era regordeta. Respiró hondo y se dirigió al cuadrado. Alice se había librado, menos mal. Al final, vio que él había elegido a otra chica de la misma anatomía que Annie.

Rhett se situó entre Alice y Jake e hizo un gesto con la mano. Alice no sabía muy bien qué esperarse. Frunció el ceño cuando vio que las niñas se inclinaban ligeramente hacia delante y se miraban fijamente. ¿Qué tenían que hacer?

—¿Con quién vas? —le preguntó Rhett a Jake en voz baja, sonriendo.

—Annie no es muy buena. Con Jenell.

—Sabia decisión.

Entonces, una de las dos, Annie, dio un paso hacia delante y levantó los puños.

—¿Eres derecha o zurda? —le preguntó Rhett a Alice de repente.

Ella lo miró sin comprender.

—Cuando tienes que hacer algo con las manos, ¿se te da mejor con la derecha o con la izquierda? —insistió él.

—Izquierda.

—¿Eres zurda? Bueno, mejor. Así distraerás a quien sea que tengas delante —él se inclinó un poco en su dirección y señaló a Annie—. ¿Ves cómo está? Esa postura es defensiva y básica. Rodillas ligeramente dobladas, cuerpo ladeado... tienes que tener siempre la mano buena más alejada del rival que la mala.

Alice asintió, medio fascinada, mientras veía a Annie y Jenell moviéndose por el cuadrado sin perderse de vista. Tenían la postura que estaba diciendo Rhett. Entonces, Jenell apoyó todo su peso en un pie y lanzó un puñetazo que Annie esquivó.

—No metas el dedo pulgar en el puño —añadió Rhett—. Podrías hacerte mucho daño. Y cuando vayas a dar un puñetazo, adelanta siempre el pie contrario. La cadera se moverá con tu brazo y te dará más fuerza. ¿Lo estás entendiendo?

Alice asintió, algo dubitativa.

Jenell había vuelto a lanzar un golpe, aunque esta vez Annie se agacho y se lanzó sobre ella, lanzándola al suelo. Terminaron convirtiéndose en una bola de gruñidos y golpes que no se disolvió hasta que Annie retrocedió, alarmada, llevándose una mano a la cara. Tenía la nariz llena de sangre. Alice intentó no parecer alarmada.

—Has bajado la guardia —Rhett avanzó hacia ella—. Por eso te ha alcanzado la nariz.

Ella agachó la mirada.

—Si esto fuera un combate real, eso podría haber hecho que terminaras muy mal. Y tú —miró a la otra— has aflojado la muñeca en uno de los golpes. Vigílalo.

Durante dos largas horas, Alice vio como todos entrenaban de esa forma tan violenta entre todos por turnos de dos. Rhett le iba dando ciertos consejos cada vez que alguien hacía un movimiento nuevo, pero Alice apenas podía recordarlos, estaba muy nerviosa. Jake, por su parte, perdió contra un niño pelirrojo. Dean y Saud pelearon juntos y ganó Saud. Algunos eran más violentos que otros. La mayoría no salía del cuadrado con heridas muy graves, pero sí, todos pelearon con todos. Era horrible. Era... extremadamente violento. ¿Cómo podían permitir eso?

Y, finalmente, cuando pareció que todo había terminado, Rhett la miró y sintió que el mundo se encogía a su alrededor.

—Tú —señaló a Alice, y luego a su izquierda—. Y tú.

En efecto, la chica a la que había señalado era la tal Trisha.

Trisha le dirigió una mirada de desprecio y pasó por su lado golpeando su hombro a propósito. Se colocó en el cuadrado y todo el mundo la miró, esperando que Alice fuera con ella.

—Creía que en la zona de androides sabían seguir órdenes —escuchó decir a Rhett—. ¿Qué pasa? ¿No quieres pelear?

Alice dedujo que no podía decir que no por mucho que lo quisiera.

Avanzó lentamente y se situó delante de Trisha, que le sonrió sin un solo atisbo de simpatía. El corazón de Alice iba a toda velocidad. Escuchó un grito de ánimo de Jake y se giró para mirarlo, en busca de algo de esperanzas.

Y, justo en ese momento, sintió que su cara se giraba violentamente hacia la izquierda. Su cuello crujió mientras daba dos pasos hacia atrás. Pero no salió del cuadrado. Se sujetó la mandíbula con una mano mientras veía que Trisha se acercaba de nuevo con su puño preparado. ¿Acababa... de darle un puñetazo?

—No te distraigas —escuchó que decía Rhett.

La cabeza le daba vueltas y le entraron ganas de llorar de dolor. Era horrible. Apenas sentía la mandíbula. Se encogió un poco cuando vio que Trisha ya había llegado junto a ella.

Trisha levantó la pierna y la golpeó con la zapatilla en pleno estómago. Alice se agachó y se sujetó la zona dolorida... justo cuando Trisha le dio otro puñetazo que la dejó estirada en el suelo. Sintió que su cerebro se quedaba en blanco durante un momento.

—Los brazos, iniciada —escuchó a Rhett desde lo que le pareció una galaxia paralela a la suya.

Alice sintió un fuerte golpe en el estómago que la dejó estirada boca arriba. Se quedó sin respiración un momento, con los ojos clavados en el suelo. Clavó las manos en él, sintiendo la hierba acariciando sus dedos, y se preguntó si había alguna forma de que realmente pudiera defenderse de eso. Enseguida supo la respuesta. No le gustó.

—Ponte de pie —le espetó Trisha con voz áspera.

Alice parpadeó un momento y miró a su contrincante. Estaba de pie junto a ella. Parecía medir diez metros de altura. ¿Hasta cuándo iba a estar golpeándola?

Intentó incorporarse, pero nada más hacerlo un fuerte sabor a cuero le llegó a la boca. Acababa de darle una patada en la boca. No lo suficientemente fuerte como para hacerle mucho daño, pero notó el sabor a sangre. Volvió a quedar boca abajo, y esta vez sí sintió verdadero dolor. Vio que la hierba se estaba tiñendo de rojo y empezó a marearse.

—Era cierto que no sabes defenderte —murmuró Trisha en voz baja.

—Ya vale —casi lloró de la felicidad de escuchar los pasos de Rhett acercándose—. Tú, ve al otro lado del ring.

Vio, de reojo, como Trisha se alejaba con los brazos cruzados. Alice se apresuró a incorporarse. Rhett la miraba fijamente.

—Los brazos —repitió.

—Estoy sangrando —protestó en voz baja—. Me... me ha herido y...

—...y seguirá hiriéndote hasta que pongas los brazos como te he dicho, iniciada.

Alice cerró los ojos un momento y luego se colocó como él había dicho. Rhett hizo una seña a Trisha, que se acercó y volvió a tirarla al suelo sin parpadear.

Aún así, siguió intentando ponerse de pie. Una, dos... tres veces, incluso. Al final, Trisha se hartó y dejó que se pusiera de pie. Alice se tocó la nariz y descubrió que seguía goteando. Miró un momento a Jake, que se tapaba los ojos, y luego a Rhett, que parecía seriamente concentrado en lo que estaban haciendo. Esperó unos segundos a ver si decía algo. Cuando le hizo un gesto para que se acercara, sintió que su cuerpo entero se relajaba, y eso que él tampoco era una persona que le gustara demasiado.

—¿Vas a seguir dejando que te patee? —le preguntó en voz baja.

—No sé defenderme —admitió ella, lastimera.

—Hay una cosa que se llama instinto. Si vuelve a darte en la cara, mañana volveré a ponerte con ella. Vuelve ahí.

Alice suspiró. No tenía que darle en la cara, solo era eso. Si lo conseguía, quizá se terminara el combate. No quería volver a luchar contra ella.

Se situó delante de Trisha, que sonreía.

—¿Te ha dicho que te defiendas? Buena suerte con eso.

Lanzó un puñetazo y le dio en el estómago. Alice aguantó la respiración y retrocedió. Entonces, cuando se incorporaba de nuevo, vio un puño pasando justo delante de su cara a toda velocidad. Se quedó muy quieta, ¿acababa de esquivarlo sin querer?

Trisha se quedó mirándola fijamente. Alice cerró los ojos, esperando otro puñetazo todavía peor. Pero... no llegaba.

Abrió los ojos y vio que Trisha se había cruzado de brazos. Rhett seguía mirándolas. Alice giró la cabeza y vio que apenas un centímetro de su pie estaba la línea del ring. Había salido del cuadrado. Había perdido.

—Se acabó la clase por hoy —dijo Rhett en voz alta—. Si os matáis entre vosotros, ya no será mi problema. Id a comer o lo que sea.

Alice vio que él desaparecía en la casita que había al otro lado del campo y, casi al instante, Jake se acercó a ella con una sonrisa amistosa.

—No ha estado tan mal —dijo, poco convencido.

—Un poco más y le aplasta la cabeza —señaló Saud.

—Es su primer día —Dean la defendió.

Alice se llevó una mano a la espalda. La tenía dolorida. Por no hablar del resto de su cuerpo. No sabía ni cómo estaba sosteniéndose en pie.

—Tina tendrá algo para ti —sugirió Jake.

Alice dirigió una mirada a Trisha, que la observaba fijamente con una expresión extraña. Sintió una oleada repentina de rabia que no supo de dónde provenía. No por ella. Si no por sí misma. Hubiera deseado poder defenderse como esa chica. ¿Estaría su sistema diseñado para no poder defenderse?

Volvió a concentrarse en Jake y asintió con la cabeza.

—Sería un alivio.

—Nos vemos en la cafetería —les dijo Saud, marchándose con Dean hacia el edificio mediano que tenían a unos cincuenta metros.

Jake y ella fueron los únicos que se dirigieron al hospital. Alice miró de reojo a Jake, que paseaba como si no acabara de golpearse con alguien, y pensó en que sabía que no era humana. Había estado esperando el momento adecuado para preguntarlo, parecía ser ese.

—¿Por qué no dijiste nada? —le preguntó.

Jake supo enseguida a qué se refería.

—¿Por qué debería hacerlo?

—Es lo que hace tu gente —dijo ella en voz baja. Hablarlo en medio de la calle quizá no había sido lo más inteligente—. ¿No?

—¿Eso os dicen en vuestra zona? —él puso una mueca.

—No hablan mucho de la gente de fuera. De los reb... de vosotros.

—Bueno, es cierto que a la gente de por aquí no le gustan mucho los androides... pero a mí me dan igual. Es decir, eres rarita, pero tampoco es para tanto.

No supo si eso era bueno o malo.

—¿Por qué no les gustamos?

—La... mhm... la gente cree que los científicos a veces... eh... secuestran a personas de las ciudades y... bueno... las convierten. Y luego las devuelven sin que nadie sepa nada.

Alice frunció el ceño, confusa.

—¿Para qué harían eso?

—Para espiarnos.

—Y... ¿para qué querrían espiar a nadie? Ya están muy ocupados.

—Bueno, no lo sé. Es lo que dicen, no lo que yo creo.

Pero Alice seguía confusa. Se detuvo, mirándolo. Seguía recordando todas las historias terroríficas que habían oído murmurar a las madres sobre los rebeldes que vivían en el bosque.

—¿No matáis a los androides? —preguntó, ladeando la cabeza.

Jake se detuvo y la miró, sorprendido.

—¿Matar? —preguntó en voz baja, asegurándose de que nadie los miraba. Estaban solos. Todo el mundo se dirigía a la cafetería.

—Sí... eso decían... las madres.

—¿Madres? ¿Cuántas madres tienes?

—Muchas —dijo, confusa—. Pero no son mis madres biológicas. Son... eran... nuestras cuidadoras. Solían hablar de vosotros.

—¿Y decían que matábamos a los androides?

—Sí... y cosas peores. ¿No es cierto?

—No matamos a androides —Jake la miró, algo ofendido—. No estamos tan mal de la cabeza.

—Acabo de ver cómo os enseñan a pelearos entre vosotros —señaló Alice.

—¡Necesitamos saber defendernos para el futuro!

—¿Y los androides...?

—¡Nosotros solo los atrapamos! ¿Sabes la cantidad que te dan en la Ciudad Capital por un androide?

—¿Cantidad? —preguntó ella, confusa.

—Comida, ropa, armas... cualquier cosa que nos ayude a sobrevivir.

Alice abrió la boca y la volvió a cerrar. No podía creerse lo que oía.

—¿Nos atrapáis para vendernos?

Jake frunció el ceño, incómodo.

—Dicho así, suena mal...

—¿Qué clase de gente es la tuya? Nosotros no hacemos daño a nadie —Alice negó con la cabeza, no podía creérselo—. Ni siquiera estamos programados para saber defendernos. Y, en caso de que lo de los científicos metiendo espías en las ciudades fuera verdad, ¿qué culpa tenemos nosotros?

—No... no lo sé... Alice, en la capital los quieren y nosotros se los damos. Para sobrevivir.

—Sobrevivir a cambio de vendernos, claro.

—Queremos vivir —Jake frunció aún más el ceño—. Y la gente le tiene miedo a los androides. Creen que algún día seréis más y os querréis deshacer de nosotros, pero eso no quiere decir que sean malas personas. Solo son... personas asustadas. Solo quieren vivir en paz. Tú deberías entenderlo mejor que nadie.

Él pasó por su lado, molesto, y a Alice no le quedó otro remedio que seguirlo. Al final, se sintió un poco mal por haberle hablado así. En todo caso, era a Max a quien debería hablarse de esa forma, ya que era quien dirigía todo eso. Jake no tenía ningún problema con los androides. Además, la había ayudado.

—A lo mejor —murmuró ella— algún día alguien se dará cuenta de que todo esto de tener dos bandos es una tontería y empezará a convencer a los demás de ello.

Él sonrió un poco y siguieron caminando. Al cabo de unos segundos, Jake volvió a hablar como si nada hubiera pasado.


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