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24 - 'Navidad'

Alice se sentía tan... extraña... con esa ropa ajustada.

¿Por qué los humanos se ponían ropa tan ajustada y corta para celebrar cosas? ¡No tenía sentido! ¡Estaba muy incómoda! ¿Cómo iba a andar en esas condiciones sin parecer más torpe de lo que ya era?

En realidad, tenía que admitir que su ropa no era nada ajustada en comparación con lo que llevaban las demás chicas de su habitación. Las amigas de Kenneth que había visto más cerca llevaban dos vestidos tan diminutos que parecía que no podrían moverse —sin embargo, se las habían apañado para meterse en ellos y vivir para contarlo—. Por no hablar de zapatos.

Una chica de los intermedios se había puesto unos tacones gigantes con los que apenas podía caminar y cuando había visto a Alice mirándola con los ojos muy abiertos la había malinterpretado y le había dejado unas botas con un pequeño tacón para que las usara esa noche.

Bueno... Alice echaba de menos sus zapatillas. Y sus botas normales. Aunque esas eran muy bonitas, eso sí.

Por otro lado, ninguno de los chicos se había arreglado demasiado. Iban con ropa limpia, y eso ya era toda una novedad.

Alice no estaba muy segura de en qué grupo encajaba más.

Lo único que había encontrado para ponerse con la falda que Tina le había regalado había sido una camiseta de tirantes finos. Era ajustadísima. Una parte de ella se había estremecido al imaginar la cara de la gente de su zona de haberla visto con eso puesto. Ni siquiera sabía que tuviera tanto pecho. Nunca se había puesto algo que lo resaltara de esa forma.

Otro cambio había sido dejarse el pelo suelto, cosa que no solía hacer debido a las clases. Y le gustaba cómo le quedaba. Se había esforzado mucho en desenredárselo en la ducha. Más que de costumbre. Era un poco lacio y aburrido, pero de vez en cuando se enredaba un mechón con un dedo para darle un poco de volumen.

Y el último detalle fue que dos amigas de Kenneth la vieron intentando arreglarse en el espejo del cuarto de baño y se apiadaron de ella, prestándole una barra de color rojo oscuro. Le habían dicho que era para los labios, así que Alice se lo había puesto —después de varios tristes intentos— y ahora no podía dejar de pensar en relamérselos, pero se contenía para no estropear el maquillaje.

Estaba nerviosa mientras esperaba que Davy se limpiara las gafas con la camiseta. Él se había puesto una camiseta blanca y unos pantalones con solo dos agujeros poco visibles. Por lo demás, iba como siempre. Cada de aburrimiento incluída.

—Ni siquiera habremos llegado y ya te habrás ensuciado —le dijo ella a modo de reprimenda.

—¡Déjame! No me gusta tener las gafas manchadas.

Los dos salieron casi los últimos de la habitación y recorrieron la ciudad hasta llegar a la cafetería. Ya era de noche y se notaba que las cocineras se habían esmerado en decorar la puerta con luces de colores, porque iluminaban gran parte del camino. Alice había escuchado a algunos exploradores hablando de haberlas encontrado en su última salida, al igual que también habían encontrado...

—¡Foto!

...sí, una cámara de fotos.

Davy se quedó mirando la cámara con asco, mientras que Alice intentó no parecer asustada con la luz que salió de la nada. El chico del grupo de iniciados sonrió ampliamente.

—¡Mañana por la mañana intentaré tenerlas todas, estarán colgadas en la sala de actos, por si...!

—Genial —Davy lo cortó y pasó por su lado.

El chico parecía algo decepcionado, así que Alice le sonrió para compensarlo.

—Yo iré a por la mía.

—¡Qué bien! —sonrió él sinceramente.

La cafetería también estaba adornada. Las paredes tenían papeles dibujados con estampados navideños, había luces de colores colgando del techo, las mesas tenían manteles rojos... habían intentado que realmente pareciera Navidad.

Además, alguien había rescatado un viejo equipo de música de algún lado y estaba sonando una canción pegadiza que Alice después descubriría que se llamaba villancico.

No le gustó tanto cuando la escuchó por enésima vez seguida.

No tardó en encontrar a los demás. Estaban todos sentados en una de las mesas largas. Habían dejado dos lugares libres para ellos. Dean y Saud estaban hablando con dos chicas de su edad, mientras que Trisha no dejaba de beber de su vaso con mala cara, su chico intentaba entablar una conversación con ella, Jake sonreía, sudando, nervioso, y la tal Riley miraba a su alrededor, aburrida.

—¡Hola, chicos! —los saludó Alice—. Wow, Trisha, estás genial.

Ella llevaba unos pantalones ajustados y una camiseta corta. Además, llevaba los labios pintados de un rojo tan oscuro que parecía negro. Le gustó cómo resaltaba con su piel pálida y su pelo rubio tan corto.

—La próxima vez intenta sonar menos sorprendida —le dijo ella con mala cara.

Alice lo pasó por alto. No quería empezar mal la noche. Davy y ella se sentaron y se quedaron en silencio durante unos segundos, mirando a los demás incómodamente.

—Bueno, ¿y qué tal os va? —preguntó Alice, tratando de romper el silencio.

—Trisha es una chica muy simpática —dijo enseguida el chico que la acompañaba, intentando ganarse su simpatía.

Alice contuvo una sonrisa cuando Trisha resopló, malhumorada.

—Voy a por otra bebida.

—Te acompaño —se ofreció Alice enseguida.

En cuanto estuvieron un poco alejadas de la mesa, Alice se acercó a ella y la miró con atención.

—¿Qué ocurre? ¿Por qué estáis en silencio?

—Mi pareja de cena es un idiota —aclaró Trisha—. Y Jake también. Solo ha sido capaz de balbucear un hola cuando ha llegado la otra.

—Porque está nervioso.

—¿Hay algo peor que tu cita esté tan nerviosa que no pueda hablarte? —Trisha puso su vaso encima de la barra—. Otro de lo mismo, pero más cargado, y para ella...

—Agua.

—Que alguien me mate —Trisha puso los ojos en blanco.

Alice sonrió a la cocinera —como cada día— cuando le dio su vaso de agua y le tomó un sorbito. Ella también estaba un poco nerviosa por encontrarse con el chico que tenía en la cabeza. Y no era precisamente su pareja de la noche.

Y, justo cuando se preguntaba dónde estaría Rhett, se dio la vuelta para volver a la mesa y casi se chocó de bruces con Kenneth. Milagrosamente, el agua se mantuvo dentro del vaso.

En cuanto se miraron el uno al otro, hubo un momento de silencio incómodo. Kenneth seguía teniendo el puente de la nariz azulado, al igual que Alice tenía el ojo izquierdo del mismo color —aunque ella se lo había cubierto con maquillaje—. Eran dos recuerdos bonitos de cómo habían sido las cosas entre ellos.

—Eh... hola —murmuró ella.

Kenneth apretó los labios.

—Hola —masculló.

Y hubo silencio de nuevo. Todavía más incómodo.

—Te ves sorprendentemente bien —dijo Kenneth, mirándola de arriba a abajo con cierta lentitud.

—¿Eso era un halago?

—Más o menos —él volvió a la sonrisa petulante de siempre—. No podrías escaparte de mí con esa falda y esos tacones puestos, ¿no crees?

Alice enarcó una ceja, molesta.

—¿Qué te hace pensar que intentaría escaparme y no enfrentarme a ti?

—Que me ganaras una vez no quiere decir que vayas a volver a hacerlo.

—De hecho —Alice sonrió—, podría significar exactamente eso.

Dicho eso, pasó por su lado sin esperar respuesta y volvió con sus amigos.

La cena no fue tan aburrida como esperaba. Pese a que el chico de Trisha no dejaba de parlotear y la chica de Jake no dejaba de bostezar, los demás se lo estaban pasando bien. Especialmente gracias a Dean y a Saud, que como de costumbre estaban intentando integrar a todo el mundo en sus conversaciones para que nadie se sintiera apartado.

Y, entonces, vino el mejor momento de la noche.

Alice ya había visto la mesa de los instructores hacía un rato. Max estaba en la cabeza, hablando con Tina mucho más animado que de costumbre. A su lado, Geo bebía en silencio y, de vez en cuando, miraba a su alrededor. Deane tenía la mirada clavada en la pared, parecía pensativa.

Y Rhett estaba al otro lado de la mesa, totalmente apoyado en su silla y bebiendo sin parar. Parecía totalmente aburrido. Tina intentó hablar con él varias veces, pero solo consiguió que le pusiera los ojos en blanco.

Pero... no, eso no fue lo mejor.

Lo mejor fue cuando Max se puso de pie y ofreció una mano a Tina, que se sonrojó y soltó una risita de niña pequeña antes de asentir y aceptar.

Y se pusieron a bailar juntos.

Sí, a bailar.

Max bailando.

Bai-lan-do. Max.

Fue como si abrieran una reacción en cadena. De pronto, todo el mundo se ponía de pie y ofrecía a los demás bailar. La canción navideña pasó a ser una canción que Rhett habría clasificado como de los ochenta, de esas lentas para bailar con tu pareja y meterle mano.

Jake se puso de pie, y, para su sorpresa, Riley aceptó bailar con él. Trisha y su chico también fueron —aunque ella primero terminó su vaso de un trago—.

Alice se giró hacia Davy con una sonrisa entusiasmada.

—Parece que la gente está bailando en parejas —insinuó.

¡Ella también quería bailar!

Pero Davy solo se encogió de hombros.

—¿Estoy viendo a Max bailando? —puso una mueca—. Ya lo he visto todo en la vida. Si me matan, estaré conforme con ello.

Se puso de pie y Alice estuvo a punto de imitarlo, ilusionada, pero se detuvo cuando vio que estaba yendo al cuarto de baño.

Y la dejó sola en la mesa.

Bueno, no estaba sola. Dean y Saud estaban con sus parejas delante de ella, pero no le hacían mucho caso, así que se limitó a mirar las demás parejas con una mueca de envidia.

Sin embargo, unos segundos más tarde, Alice levantó las cejas cuando vio que Dean se detenía delante de ella, junto a Saud, y ambos le ofrecían una mano.

—¿Te apetece bailar? —ofreció Dean.

—¿Con... los dos?

—¿Por qué no? —Saud sonrió.

Alice también esbozó una sonrisa. Una entusiasmada. Porque sabía que ellos podrían haber optado por bailar con sus parejas, pero habían preferido hacerle compañía para que no se sintiera sola.

Bailó con ellos unas cuantas canciones, y en la pista de baile improvisada se cruzaron con Jake, Trisha y sus respectivas parejas, cosa que hizo la situación todavía más divertida. ¡Eso era genial! ¡Bailar era genial, era su primera vez, pero le encantaba! Solo tenía que moverse un poco o dar saltos en función de la música que sonara. Y era como si a nadie le importara hacer el tonto o pasárselo bien, sin más.

A Alice le encantó. Esa noche no había terminado y ya estaba deseando repetirla cuanto antes.

No obstante, llegó un punto en el que estuvo demasiado cansada para seguir y dedicó una sonrisa de agradecimiento a los chicos, que se pusieron a bailar con sus parejas mientras ella iba directa a la barra a por un vasito de agua.

Mientras daba un sorbito a su vaso recién servido, no pudo evitar fijarse en el chico que tenía al lado, apoyado distraídamente en la barra. Lo reconoció al instante. Era Rhett.

Y... Rhett estaba muy guapo.

Seguía bebiendo con su cara de aburrido mientras Alice lo recorría con los ojos, deteniéndose más tiempo del necesario en unas cuantas partes de su cuerpo. Llevaba una camiseta gris limpia, unos pantalones negros y unas botas del mismo color. Nunca lo había visto sin ropa reglamentaria o sin el pijama.

Y definitivamente podía acostumbrarse a seguir viéndolo así. Muy a menudo.

Alice se aseguró rápidamente de que Max estaba lo suficientemente lejos de ellos antes de dar un paso hacia Rhett y sonreírle.

—Veo que no has encontrado pareja.

Él levantó la cabeza al reconocer su voz y le dedicó media sonrisa. Sin embargo, cuando pareció que iba a decir algo, se detuvo en seco y se limitó a mirarla de arriba a abajo con los ojos muy abiertos.

De hecho, lo hizo dos veces antes de que Alice se aclarara la garganta, incómoda.

—¿Qué miras tanto?

—Todo —le aseguró él.

—¡Rhett!

—Bonitas piernas.

Hizo una pausa y le dedicó media sonrisa, levantando su vaso de alcohol hacia ella como si brindara en su honor.

—Muy bonitas —añadió—. Perfectas, diría yo. ¿Puedes ponerte esa falda cada día? Seguro que puedo convencer a Max de que sea tu uniforme oficial.

Ella ocultó una sonrisa divertida.

—El otro día me puse unos pantalones cortos, ¿no me las viste? ¿O todas las veces que me he paseado en bra...?

—Es difícil olvidarlo —él apoyó un codo en la barra, mirándola—. Al final tú sí que has venido con un chico.

—Sí, pero no parece muy contento con haber venido.

—¿No?

—No. Creo que hubiera preferido quedarse en la habitación.

—Pues ya somos dos.

Alice vio que bebía otro trago y frunció del ceño.

—¿Qué bebes?

—No te gustará —le aseguró, adivinando sus intenciones.

—¿Por qué no?

—Porque es alcohol. Es el único día del año que Max deja que me emborrache.

—¿Puedo probar?

Él lo consideró un momento y luego le ofreció el vaso. Alice tomó un sorbito pequeño y, en cuanto tocó su lengua, arrugó la nariz, disgustada.

—Iuuuughhhhhhh —le devolvió el vaso—. ¡Me arde la garganta!

—Te lo dije.

—¡Es horrible! ¿Cómo puedes beberte eso?

—Me ayuda a no matar a nadie —aseguró él.

—Pero... ¡es alcohol!

—Muy bien, Einstein. ¿Algún dato más con el que quieras iluminar el sendero de mi ignorante existencia?

—Rhett, déjate de ironías. Si bebes mucho, podrías emborracharte.

—Tranquila, ya hace un rato que estoy borracho.

—No lo parece.

—Es una habilidad que llevo practicando desde los trece años —él dio el último trago a su copa y la dejó en la barra, vacía—. Bueno, ¿no vas a pedirme que baile contigo?

—¿Eh?

Él suspiró.

—Estoy aquí tirado, solo, ¿y tú no vas a tener la decencia de invitarme a bailar contigo?

—N-no creo que sea lo más apropiado, la verdad —murmuró, repentinamente nerviosa.

—¿Por qué no? —repiqueteó los dedos en la barra y luego dio un paso hacia ella, el cual ella retrocedió rápidamente.

—He venido con otro chico, para empezar.

—Que le den. Ni siquiera está por aquí.

—Rhett, Max está al otro lado de la sala. Por no hablar de los demás alumnos que...

—Bah, ¿a quién le importan esos? —hizo un gesto despectivo con la mano y volvió a intentar acercarse a ella—. Me gusta como te queda esa camiseta. Podrías ponértela más a menudo.

—¿Cuántas cosas me dirás que me ponga más a menudo?

—Todas las que llevas puestas —él enarcó una ceja, con un brillo especial en los ojos—. O ninguna. Lo que tú prefieras.

—¿Ninguna? ¿Cómo voy a ir sin ninguna?

Rhett empezó a reírse a carcajadas, cosa que ella no entendió.

—A veces eres tan inocente... —negó con la cabeza.

—Yo no soy inocente —protestó, empujándolo del hombro.

—Sí que lo eres. Y a la vez eres una pervertida. No sé cómo lo haces.

—¡Yo no soy...!

—Pero no dejes de hacerlo —siguió—, me encanta.

Alice notó que sus mejillas se calentaban cuando Rhett se detuvo justo delante de ella, tan cerca que tuvo que echar la cabeza hacia atrás para mirarlo.

Unas cuantas cabezas ya se habían girado hacia ellos con curiosidad y, aunque parecía que a Rhett no podían importarle menos, Alice estaba un poco nerviosa. Esos nervios se mezclaron con las ganas de acercarse un poco más a él, provocando sentimientos contradictorios. Intentó dar un paso atrás, pero su cadera chocó contra la barra y él clavó una mano junto a ella, aprisionándola sin mucha dificultad y acercándose de nuevo.

Y, sinceramente, Alice ya no sabía si estaba nerviosa, divertida o ansiosa.

Así que intentó retomar la conversación.

—Si voy a entrenar con esto no podré mantener nada en su sitio por mucho tiempo.

—Vaya, por fin entiendes una de mis perversiones.

—¿Una...? ¿Me has dicho más?

—¿Ya se te ha olvidado cuando te dije que tu culo es una preciosidad? Porque yo no.

Alice abrió la boca, pasmada.

—¡Te referías a eso! —le dijo, ofendida—. ¡Estuve varios días buscándome defectos en el culo por tu culpa!

Rhett se estaba riendo disimuladamente. Pareció que en medio de la diversión se olvidaba de dónde estaban, porque se inclinó hacia ella como lo haría de haber estado a solas en la sala de tiros. Alice le puso una mano en el pecho para detenerlo.

—Vale, Rhett, estás borracho.

—Da igual —señaló a su alrededor—. Todo el mundo lo está.

—Yo no.

—Todo el mundo menos tú, entonces.

Rhett volvió a repiquetear los dedos en la barra, solo que esta vez junto a su cadera, y Alice casi pudo sentir que la vibración llegaba a las terminaciones nerviosas de su cuerpo. Tragó saliva con dificultad cuando Rhett sonrió y se inclinó hacia ella.

—Quiero bailar una lenta contigo.

—¿E-eh...?

—¿Ves lo que hacen los demás?

Alice los miró como pudo, porque él estaba tan cerca que le bloqueaba casi todo el campo visual. Pero vio que todas las parejas estaban pegadas, bailando abrazadas.

¿Rhett quería hacer eso... con ella? Le hacía mucha ilusión, pero...

—Max se va a enfadar —le dijo en voz baja, nerviosa.

—Max me importa una mierda.

—Eso solo lo dices porque estás borracho, pero mañana no...

Se interrumpió a sí misma cuando, de la nada, él le sujetó la cabeza con una mano y le plantó un beso corto, brusco y, a la vez, increíblemente intenso... en la boca.

¡La había besado! ¡En público!

¡¡Se había vuelto completamente loco!!

Alice notó que su cara se volvía de mil colores diferentes cuando Rhett se separó con media sonrisa y ella se giró para comprobar que todo el mundo, a su alrededor, los miraba con la boca abierta. Parecían pasmados.

Oh, eso iba a tener consec...

—¿Ya te he convencido? —preguntó él.

—¡Rhett, todos nos están mirando!

—No, solo te miran a ti. ¿Has visto como vas vestida? No puedo culparlos. A mí solo me miran cuando me pongo a gritarles, aunque no voy a negar que me gusta.

Ella enrojeció de nuevo, pero se dejó guiar hacia la pista de baile. Estaba muy nerviosa cuando Rhett le sonrió y le sujetó las muñecas para rodearse la nuca a sí mismo con ellas. Después, puso sus manos sobre las caderas de Alice y la pegó a su cuerpo, justo como hacían las demás parejas.

Pero la pobre Alice no estaba tan tranquila como los de las demás parejas. ¡Estaba sintiendo mil cosas a la vez!

Rhett olía bien, como siempre, pero nunca había estado pegada a él tanto tiempo como para comprobarlo de esa forma. Tenía la mirada clavada en su cuello, incapaz de levantarla hacia sus ojos, y vio que tenía otra pequeña cicatriz desapareciendo por el cuello de su camiseta.

Sin poder evitarlo y sin pensar lo que hacía, deslizó una de sus manos, o más bien uno de sus dedos, por encima de ella, recorriéndola.

Rhett se quedó helado al instante y ella levantó la cabeza, asustada, retirando su mano.

—Perdón —le dijo enseguida, avergonzada—. N-no sé... no sé qué me ha pasado, yo...

Rhett hizo una pausa, mirándola fijamente. Parecía pasmado, aunque ella no estaba segura de si era en el buen o en el mal sentido. Solo parecía... perplejo.

—No pasa nada —le dijo de repente.

Él cerró los ojos un momento. Cuando los abrió, parecía más relajado. O más determinado.

—Vuelve a hacerlo.

Alice dudó visiblemente antes de volver a acercar su mano a su cuello. Recorrió la pequeña cicatriz con la punta de uno de sus dedos y notó que Rhett se tensaba un poco, pero no se movió. Ni le dijo que parara.

—¿Estás bien?

—Sí, es que... hace tiempo que nadie me toca.

Alice lo miró, cautelosa.

—¿De... esta forma?

—De ninguna forma —le aseguró él en voz baja.

Alice lo observó unos segundos antes de envalentonarse y bajar la mano por su brazo, recorriendo con el pulgar una cicatriz también pequeña que le recorría el antebrazo hasta llegar a la muñeca. El toque rugoso y frío contrastaba con la piel cálida y suave de Rhett.

—¿Cómo... te hiciste esta? —preguntó Alice, mirándolo.

Ya no le importaba que los demás los miraran —aunque, la verdad, ya no lo hacían tanto como antes—. Ni tampoco que Max pudiera decirles algo. Le daba igual. Habían desaparecido ante sus ojos. Ahora, solo estaban ella y Rhett. Y eso era todo lo que importaba.

—Esa no tiene una historia muy emocionante —le aseguró él con media sonrisa—. Antes no teníamos tantas normas, y a veces... bueno... había un juego que consistía en practicar combate estando borrachos. Era bastante más divertido de lo que suena. La cosa es que una vez un amigo, Derek, y yo... quisimos probar a hacerlo con cuchillos... casi me mató, el idiota.

—¿Derek? Lo conocí en la exploración.

—Lo sé. Le dije que cuidara de ti.

Ajaaaaá, así que por eso había sido tan simpático con ella.

—No hablo mucho con él desde que no soy muy explorador —murmuró Rhett, pensativo.

—¿Eras explorador?

—Era el jefe de los exploradores.

Él hizo una pequeña pausa.

—Cambié de puesto —añadió, y con el tono dio a entender que no le contaría mucho más.

Alice aceptó eso, pero seguía queriendo saber cosas de las cicatrices.

—¿Cómo te hiciste la del antebrazo?

—En una exploración. Un novato se quedó atrapado en una trampa de salvajes abandonada. Era un agujero en el suelo con un alambre puntiagudo en la entrada. Fue un milagro que no se hiciera daño, pero yo sí me lo hice cuando lo saqué de ahí.

—Eres un héroe —le dijo ella con media sonrisa.

Rhett puso los ojos en blanco.

—No digas mentiras.

Ella sonrió de nuevo y volvió a subir la mano por su brazo y su hombro. Le gustaba ver cómo la expresión de Rhett se iba relajando —y su mirada se iba oscureciendo— a medida que lo recorría con los dedos.

—¿No me vas a preguntar por las mías?

—Conozco la historia de las tuyas —Rhett enarcó una ceja—. He estado presente en el proceso de su creación.

Alice sonrió, pero notó que sus hombros se tensaban cuando consideró muy bien lo que iba a hacer a continuación.

Sin pensarlo demasiado más, subió la mano por su cuello, su mandíbula... y notó que Rhett se tensaba de pies a cabeza cuando le acarició la gran cicatriz que le recorría la cara con el pulgar.

—¿Cómo te hiciste esta? —preguntó ella con suavidad.

Rhett se quedó momentáneamente en silencio, pero pareció reaccionar cuando Alice empezó a acariciarla con el pulgar. Parpadeó varias veces y volvió a centrarse.

—Esa... no... no tiene una historia tan simple como las demás.

—¿Y no vas a contármela?

—Algún día —él cerró los ojos y sacudió la cabeza—. Pero hoy no. No quiero arruinar la noche.

Alice lo aceptó el silencio. No quería hablar de ello. Parecía que le dolía pensarlo y no quería provocarle dolor, así que decidió alivianar un poco la situación poniéndose de puntillas y dándole un corto beso en los labios.

Rhett estaba tan sorprendido que no se lo devolvió.

—¿Qué ha sido de lo de que los demás nos pueden ver? —preguntó, encantado.

—Ahora mismo me dan igual los demás.

—No sabes lo mucho que he esperado para oírte decir eso.

Alice sonrió ampliamente, pero dejó de hacerlo cuando él se inclinó mucho más bruscamente de lo que lo había hecho antes y cubrió su boca con la suya, besándola de una forma que solo había usado cuando estaban juntos en el almacén. Alice se apoyó en sus hombros para no caerse de culo al suelo y tuvo la ligera impresión de que, aunque hubieran pasado años, solo habrían sido segundos para ella.

Terminaron la canción de forma similar, abrazados, con las frentes pegadas, mientras Rhett le contaba historias de más cicatrices en voz baja y Alice le contaba otras sobre su antigua zona.

Haciendo pausas para besos, claro. Fundamental.

Rhett no solo la besaba en los labios —cosa que parecía gustarle especialmente—, sino que también la sujetaba de la nuca con una mano y le ladeaba la cabeza para besarle la mandíbula, o el cuello, o incluso la oreja. Ese último lugar envió un escalofrío por todo el cuerpo de Alice, que había dado un respingo y él había sonreído, encantado con el resultado.

De hecho, Alice sintió que podría haber vivido así eternamente, al menos hasta que la música lenta terminó y empezó una canción animada que no le gustó demasiado. Con ese detalle se acordó de que no estaba a solas con Rhett, sino rodeada de gente.

Pero... no los estaban mirando.

Bueno, no los miraban directamente, claro. Rhett les daba demasiado miedo como para eso. Pero sí les echaban ojeadas asombradas.

Jake y Trisha eran los que parecían menos sorprendidos. Jake solo sonreía y Trisha hacía gestos a Alice pare que se apretujara todavía más contra Rhett.

Dean y Saud, por su parte, los miraban con los ojos muy abiertos, igual que sus parejas. E igual que Davy, que había encontrado a algunos de su clase y estaba sentado con ellos.

Y había otras personas que... bueno, disimulaban menos. Y lo que sentían era claramente desagrado. Como Kenneth, Tom y Shana. Estaban los tres juntos en una de las mesas mirándolos como si hubieran hecho algo malo. Y Deane estaba todavía en la mesa de los profesores. Alice estaba segura de que, si hubiera sido posible, le habría atravesado la nuca con esa mirada afilada y furiosa.

Para su sorpresa, Tina y Max ni siquiera les prestaban atención. Solo bailaban entre ellos... de una forma bastante parecida a la que habían bailado Rhett y Alice hasta ahora.

Sin embargo, el cambio de música también había hecho que Rhett reaccionara, poniendo una mueca de desagrado y separándose un poco de ella.

—¿Qué mierda de música es esta?

—La que habrán encontrado en las exploraciones.

—¿Y dónde la han buscado? ¿Debajo de las piedras de un museo de historia? ¡Si esto es más viejo que mi abuela!

—No lo sé. Tendrás que preguntárselo a ellos.

Él le sonrió, negando con la cabeza.

—A veces, se me olvida que no entiendes algunas formas de hablar.

—¿De qué hablas?

—De nada —negó con la cabeza—. De que tú y yo deberíamos darles una clase de lo que es música de verdad.

—Tienes mucha confianza puesta en mis gustos musicales.

—Soy un buen maestro.

Él pareció pensativo unos segundos y después dio otro paso hacia ella, haciendo que tuviera que echar la cabeza hacia atrás para mirarlo.

—¿Quieres que pida otra canción lenta para nosotros?

—Rhett... ya hemos tentado bastante la suerte.

—Nah, no lo creo.

—¡No seas testarudo!

—Debería emborracharme más a menudo, esto sería menos aburrido.

—A mí me gustas más cuando estás sereno.

Él frunció el ceño.

—Creí que te gustaría que fuera más lanzado.

—Me gusta más cuando te pones rojo de vergüenza —admitió ella, divertida.

Rhett entrecerró los ojos un momento y después se inclinó hacia delante.

—¿Me estás diciendo que no quieres seguir bailando conmigo, Karate kid?

—¿Karate kid?

—Una vez te llamé así. Y no te va nada mal. Eres mi pequeña aprendiz.

—Muy bien, señor Miyagi, pues lo que me preocupa son las consecuencias que pueda tener todo esto. Especialmente para ti.

—Consecuencias —puso los ojos en blanco—. Pareces Max.

—¡Pues mira cómo se puso Max cuando se enteró de que estaba yendo a tu habitación!

—Oh, se enfadó mucho —él empezó a reírse.

—¡Eso no es gracioso, Rhett!

—Pues no te rías —y siguió riéndose abiertamente.

Alice puso los ojos en blanco y esperó pacientemente, pero dio un respingo cuando volvió a agarrarla de las caderas para pegarla a su cuerpo, inclinándose hacia ella con una sonrisita maliciosa.

—¿Sabes dónde tengo música mejor?

—No sé si quiero saberlo.

—En mi cuarto —le dijo, respondiéndose a sí mismo y acercándose un poco más—. ¿Vamos?

—¿Eres consciente de que esta situación normalmente es completamente al revés?

—¿Eso es un sí?

—¡No!

—Ya veo —él se acercó un poco más de todos modos—. ¿Te da miedo ir conmigo a mi habitación?

—A mí no me da miedo nada. Y menos tú.

—Yo creo que eso es mentira.

—¡No tengo miedo!

—Pues ven conmigo y demuéstralo.

Alice levantó la barbilla, irritada, ganándose una sonrisita triunfal.

—Muy bien —accedió—. Vamos a tu habitación.

Rhett esbozó una sonrisa que prácticamente podría haberse interpretado como de triunfo cuando le pasó un brazo por la cintura, pero la sonrisa se evaporó cuando ambos escucharon a alguien chillando a su lado.

—¡Alice!

Rhett puso los ojos en blanco cuando Jake se detuvo a su lado. Hizo un gesto a una de las cocineras para que volvieran a rellenarle el vaso mientras Jake miraba a Alice, ahora un poco inseguro.

—¿Interrumpo algo?

—No —le aseguró Alice.

—Sí —masculló Rhett—. Y estas cogiendo una muy mala costumbre con eso.

—Creo que estoy haciendo algo mal —le dijo Jake, ignorándolo—. Riley apenas me habla o me mira, es como si no existiera.

—Menuda sorpresa.

—Rhett —advirtió Alice.

—Perdón.

—¿Crees que no le está gustando la noche? —preguntó Jake—. Estoy... haciendo todo lo que puedo, pero empiezo a quedarme sin ideas, no sé...

—Si no te lo estás pasando bien con ella, no deberías ni planteártelo —le dijo Alice tan suave como pudo—. Simplemente, vete. O baila con Saud y Dean, estarán encantados de estar contigo. O incluso Trisha lo estará.

—Pero... yo quería pasármelo bien con ella.

—Yo también quería pasármelo bien hoy —le dijo Rhett con una mirada significativa—. La vida es injusta.

—Creo que deberías dejar de beber eso —Alice le quitó la copa de la mano.

—Lo que me faltaba, que me controlen. Tóxica.

Ella dejó la copa llena al otro lado de la barra y Rhett resopló de manera exagerada.

—¿Qué hago? —Jake volvió a la conversación—. ¿Intento... besarla? ¿Le digo que no me lo estoy pasando bien?

—Jake...

—Bésala —le soltó Rhett.

—¿Qué? —ambos lo miraron, perplejos.

—Ya me has oído —Rhett se separó de la barra—. Si se separa, no está interesada. Si no lo hace, le gustas. Es así de simple.

—Sí, así suena simple, pero...

—Es más fácil de lo que crees. ¿Qué es lo peor que puede pasar? ¿Que te diga que no? Pues déjala, será por chicas... y tú eres simpático. El típico niño pesado que gusta a todo el mundo. Tendrás más oportunidades, créeme.

Jake se quedó mirándolo, pensativo.

—Puede... que tengas razón.

—Lo sé. Siempre la tengo.

—Lo haré.

—Buena suerte —Rhett le dio una palmadita en el hombro antes de alcanzar la mano de Alice—. Ahora, si nos disculpas...

Tiró de ella entre la gente y Alice se percató de que nadie parecía siquiera fijarse ya en ellos, cosa que era un alivio. Rhett solo se detuvo en cuanto salieron del edificio. Justo cuando escucharon un:

—¡Foto!

Alice notó un brazo encima de su hombro y sonrió a la cámara cuando vio que Rhett lo hacía. El chico parecía entusiasmado por tener algo que hacer, y se centró más en revisar las fotos que en ellos, así que se marcharon sin decir nada más.

—¿Dónde vamos? —preguntó ella, caminando torpemente por los zapatos.

—Lejos de esos aburridos. Me estaba aburriendo.

—Espera...

—¿Qué? —se detuvo y la miró.

—Son estos zapatos. Los odio —se los quitó y suspiró de alivio cuando se quedó descalza en el suelo—. Echo de menos mis botas.

—A mí también me gustan tus botas —él se agachó y recogió las botas de pequeño tacón, mirándolos con el ceño fruncido—. ¿de dónde los has sacado?

—Una chica de mi habitación.

—Supongo que el pintalabios también.

—Supones bien.

—Me cae bien esa chica. ¿Quién es? Le subiré la nota.

—Eso es abuso de poder —ella no pudo evitar reírse.

—Bah, nadie se enterará nunca.

—Yo me acabo de enterar.

—Quiero pensar que no irás a contárselo a media ciudad.

—A lo mejor tienes que convencerme para que no lo haga —sugirió, acercándose a él.

Rhett sonrió cuando vio sus intenciones y volvió a inclinarse sobre ella. Alice cerró los ojos al notar sus labios sobre los suyos. Parecía que había pasado muchísimo tiempo desde la última vez que lo había besado, y solo habían pasado unos minutos. Nunca tendría suficiente.

Le gustaba mucho besarlo. El sabor a alcohol de su boca le daba un toque distinto, pero no peor. Ella le colocó una mano en la nuca, acercándolo más. Cada vez era más fácil besarlo. No necesitaba memorizar trucos, él la guiaba perfectamente. Y eso hacía que lo disfrutara muchísimo más.

Rhett se separó un momento y soltó una bocanada de aire.

—Desde que te he visto entrar así he querido que estuviéramos a solas —murmuró.

—Pensé que no me habías visto —replicó ella.

—No he podido verte demasiado entre la gente, pero estaba vigilando a ese tal Davy —Rhett le rodeó la cintura con el brazo con el que sujetaba sus zapatos.

—¿Y qué te ha parecido?

—Me ha caído bien.

—Quizá sea porque ni se ha fijado en mí.

—Probablemente sea por eso —admitió él con una sonrisa.

Se volvió a inclinar sobre ella, volvió a besarla y Alice volvió a cerrar los ojos, dejándose llevar. Cada vez mejores. No sabía cuánto tiempo hacía que se besaban cuando Rhett volvió a separarse de ella con la respiración más alterada que antes.

—Vamos a mi...

—¡AAAALICEEEE!

—Voy a matar a ese mocoso —soltó Rhett.

Jake se acercaba a ellos corriendo. Alice se separó de Rhett enseguida, que soltó una palabrota y lo miró.

—¿Qué te pasa ahora?

—¡Me ha empujado y se ha ido! —él estaba llorando—. He intentado besarla, pero ha hecho eso... ¡y ahora todos se ríen de mí!

Alice no supo qué decirle. Nunca lo había visto llorando de esa forma. De hecho, nunca había tenido que consolar a nadie. Torpemente, aceptó su abrazo y le dio unas palmaditas en la espalda.

—No habrá sido para tanto, Jake. Seguro que nadie lo habrá visto y...

—¡Todo el mundo lo ha visto! —se separó y miró a Rhett, que estaba de peor humor que él—. ¡Esto es por tu culpa!

—¿Qué? —él parpadeó, confuso.

—¡Tú me has dicho que la besara! ¡Si no te hubiera hecho caso, ahora no estaría así!

—Yo solo intentaba ayudarte. Además, te he dicho que si se separaba...

—¡Pues no me has ayudado! ¡Has hecho de todo menos ayudarme!

—Jake... —Alice intentó intervenir cuando vio que Rhett estaba empezando a enfadarse.

—¡Te dije que podía pasar! Tampoco se acaba el mundo porque una chica no quiera besarte, habrá otras que querrán, solo...

—¡Te odio! —Jake lo empujó con todas sus fuerzas, que no sirvieron para moverlo demasiado—. ¡Te odio, te odio!

—Genial —él puso los ojos en blanco—. Mira, mañana te levantarás y verás que no ha sido para tanto. A todos nos han rechazado alguna vez.

—¡Cállate! ¡No quiero que me des más consejos de...!

—¡Jake, solo estaba intentando ayudarte! —lo cortó Alice.

—¡Ah, claro! ¡Te pones de su parte! ¡Porque...!

Se escuchó un ruido que cortó el silencio de la noche —solo ahogado por sus gritos— y que hizo que los tres clavaran la mirada en el camino que llevaba hasta la cafetería.

—¿Qué ha sido eso? —preguntó Jake, pasándose las manos por debajo de los ojos.

Alice no se atrevió a hablar. Los tres parecieron mudos durante unos segundos.

Entonces, el ruido se repitió. Era corto pero contundente. Y Alice sabía perfectamente de qué se trataba.

—Eso... ¿es un disparo? —preguntó Jake, con la voz temblorosa.

—Quedaos aquí —Rhett se separó de ellos, parecía completamente sereno de nuevo—. Voy a ver qué pasa.

Alice y Jake vieron como se iba rápidamente y se quedaron en silencio absoluto, esperando.

—¿Era un disparo? —repitió él la pregunta.

—No lo sé —dijo, pero sí lo sabía.

El ruido volvió a repetirse, pero esta vez al otro lado de la ciudad. A sus espaldas. Alice agarró a Jake del brazo inconscientemente y miró a su alrededor. No sabía ni qué hacía, pero sabía que tenía que hacer algo si no quería que eso terminara mal para ambos.

Como si estuviera buscando el por qué esconderse, escuchó pasos a sus espaldas. Arrastró a Jake hacia el edificio más cercano que encontró, que fue el hospital, y notó que el alivio invadía su cuerpo cuando pudo abrir la puerta. Se encerraron los dos ahí rápidamente. No había ventanas, así que no podía ver lo que pasaba fuera. Jake se quedó a sus espaldas, temblando, mientras que ella clavaba la oreja en la puerta.

Apenas oía nada, pero lo que sí identificó fueron pasos apresurados. Ni una voz. Pero parecían más de veinte personas. Tuvo la tentación pasajera de abrir la puerta y ver qué pasaba, pero no se atrevió, y menos con Jake ahí dentro.

—¿Quiénes eran? —susurró él.

—No lo sé.

—¡Si van a la cafetería... todo el mundo está ahí!

Alice se quedó mirando el suelo, pensando a toda velocidad. Tenía que hacer algo, lo que fuera. Y tenía que ser rápido.

Un ruido en la parte trasera del hospital hizo que se encogiera. Jake se quedó paralizado. Los dos se agacharon tras una de las camas a la vez, aterrorizados, cuando escucharon pasos acercándose a ellos.

Jake estaba sentado sobre sus tobillos, temblando y pálido. Se imaginó que ella tendría la misma cara. Pero se atrevió a asomarse un poco, solo lo suficiente como para ver qué ocurría.

Había dos hombres ahí de pie, estaban hurgando en los frascos de medicina de Tina, e iban armados hasta los dientes. Por no hablar de su ropa... gris ceniza.

Como Giulia.

Como la gente que había invadido su antigua zona. Los que la buscaban.

Alice se echó hacia atrás inconscientemente, aterrorizada, y ese fue su mayor error, porque chocó con la otra cama, moviéndola lo suficiente como para que un ruido sordo resonara en la sala.

Los dos hombres los vieron al instante.



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