16 - 'Campo de minas'
Deane estaba insoportable.
Es decir... más que de costumbre, que era todo un logro.
A Alice le dio la sensación de que estaba más centrada en ella que en los demás, como siempre. Odiaba la presión a la que la sometía. Y odiaba más el hecho de que solo fuera contra ella. ¿Es que le había hecho algo malo a esa mujer para que la tratara tan mal?
Tenía alumnos —entre ellos Kenneth, por supuesto— a los que adulaba cada cinco minutos, otros a los que directamente ignoraba —como Davy, Tom y Shana— y, después... estaba la pobre Alice, sola en la última categoría, la de los odiados.
Lo peor no era solo que estuviera todo el tiempo criticando lo que hacía —que también— , sino que, con la presión, Alice hacía las cosas todavía peor.
Como en ese momento, en el que estaba subiendo la red del circuito tan rápido como podía, rasgándose las palmas de las manos y tratando de ignorar el dolor. Deane se puso a gritarle tanto que Alice terminó resbalando y su tobillo se quedó enredado en la red, haciendo que se quedara colgada boca abajo.
Sí, echaba de menos las clases de Rhett.
Cerró los ojos un momento, tratando de no ponerse a gritar, especialmente cuando escuchó risitas a su alrededor.
Maldita Deane.
Intentó estirarse hacia arriba para deshacerse el tobillo, pero era incapaz de llegar a alcanzarlo. Volvió a intentarlo. Era inútil. No llegaba. Las risas aumentaron.
Le entraron ganas de llorar de rabia. ¡Ni siquiera sabía que se podía llorar de rabia!
—¿Piensas quedarte ahí colgada todo el día? —preguntó Deane con una pequeña sonrisa.
—No puedo deshacerlo —admitió.
—Claro que no puedes —Deane se acercó a ella con una pequeña sonrisa condescendiente—. Por mucho que entrenes, nunca estarás al nivel de los demás. Por mí, puedes quedarte ahí colgando el resto del día.
Oh, era una... Alice cerró un momento los ojos cuando Deane se giró hacia sus compañeros y siguió con la clase como si Alice no estuviera ahí colgando.
Vale, su plan inicial había sido esperar que alguien tuviera piedad y la rescatara, pero estaba claro que nadie iba a hacerlo... así que tocaba rescatarse a sí misma.
Bajó la mirada a su pie enredado. Empezaba a doler y la sangre le estaba subiendo al cerebro. Respiró hondo y se estiró hacia arriba conteniendo la respiración. Su mano rozó la cuerda, pero volvió a caer, ganándose un fuerte tirón que reverberó en su pierna entera. Dolió bastante.
De todas formas, volvió a intentarlo. Y, esta vez, en lugar de impulsarse solo con el torso, también lo hizo con la pierna. Su mano alcanzó la cuerda y soltó todo el aire que estaba conteniendo, aliviada, mirando a su alrededor en busca de un poco de ánimo.
Pero, claro, nadie le prestaba atención. Solo prestaban atención cuando las cosas le iban mal.
Dio un tirón a la cuerda para liberar su tobillo dolorido. Un segundo más tarde, estaba cayendo directamente hacia el barro, donde aterrizó algo desgarbadamente, salpicando a sus compañeros y provocando más risas. Se puso de pie lentamente, acariciándose la espalda entumecida y notando el tobillo todavía dolorido mientras volvía a su lugar.
—Buen trabajo —le dijo Deane a una chica que acababa de terminar el recorrido y que había esquivado a Alice en la red, como si no existiera.
En cuanto se dio cuenta de que Alice pasaba por su lado, la miró de arriba a abajo y sonrió.
—Y tú... bueno, es sorprendente. Hoy lo has hecho incluso peor a lo que nos tienes acostumbrados.
Más risas.
La odiaba.
Profundamente.
Alice nunca terminaba el recorrido. Siempre se caía en la zona de las cuerdas. Y fue lo que pasó durante su último intento, en el que provocó más risas todavía. Al final de la clase, se rindió y siguió a los demás en las vueltas al campo. Aunque su cuerpo estaba empezando a acostumbrarse a esos entrenamientos tan intensos, seguía agotándose y siendo la primera en detenerse para descansar.
Nunca sería buena en eso, ¿verdad? Por mucho que entrenara. No importaba. Nunca lo sería.
Mientras corría alrededor del campo, vio que en el grupo de Jake entraba en la sala de tiros. Dean fue el único que la vio y la saludó con la mano. Alice le sonrió, pero por dentro estaba a punto de ponerse a gritar. Quería volver con ellos. Quería no tener que ver a Deane nunca más.
Y pensar que hace unas semanas había creído que Rhett era cruel... nunca había creído que echaría tanto de menos sus clases. O a él.
Cuando terminaron, Alice apenas podía sostenerse en pie. Siguió a Tom, el amigo de Shana, hacia la sala de tiros, donde Rhett acababa de tener la clase con los iniciados. Tom no hablaba con ella desde que Shana se había enterado de que Alice era una androide, cosa que era bastante sospechosa. Seguro que se lo había contado. Bueno, mientras no se lo contaran a más gente... que pensara lo que quisiera.
Alice podía soportar estar sola siempre en clase y en su habitación, le daba igual. Era soportable. Duro, pero soportable. Solo, por favor, que no se lo contaran a nadie.
Ese día tenían que aprender a limpiar las armas, cosa que podía parecer una bobada, pero resultó ser más complicado que todo lo demás. Alice puso una mueca mientras frotaba con ganas el interior de una pistola pequeña, intentando quitarle una mancha que parecía no querer borrarse. Bueno, tenía que admitir que quizá frotó con mucha fuerza imaginándose que ahí estaba la cara de prepotencia de Deane.
Levantó la mano cuando terminó, mucho después que los demás, y Rhett se acercó para comprobar el trabajo.
Alice casi esperaba que la riñera —como de costumbre— por haber tardado tanto. Pero no. De hecho, ni siquiera la miró a la cara.
—Pasa a la siguiente arma —le dijo, simplemente.
Alice se quedó mirándolo un momento con extrañeza antes de cambiar de arma.
Era cosa suya... ¿o Rhett no la había mirado a la cara desde que había entrado?
Pero ¿qué le pasaba ese día a todo el mundo? ¿Es que había hecho algo muy malo y no se acordaba? Le entraron ganas de llorar.
Empezó con el arma siguiente y ya casi había llegado a la mitad cuando, por instinto, levantó la cabeza y se quedó muy quieta al ver que Kenneth, el pesado, entraba en la casa de tiros tranquilamente.
Oh, no.
Rhett, que estaba haciendo que un pobre chico casi llorara por haber hecho mal algo con su arma, se giró hacia él con el ceño fruncido.
—Esta no es tu clase, ricitos de oro, lárgate.
Y volvió a girarse hacia su alumno, ignorándolo.
Pero, claro, Kenneth no era tan fácil de disuadir. Sonrió y siguió avanzando.
Oh, Rhett iba a matarlo. Tenía que irse. Por el bien de su integridad física. De hecho, Alice incluso le negó frenéticamente con la cabeza cuando Kenneth se quedó mirándola con una sonrisita.
Rhett levantó la cabeza otra vez justo en el momento en que Kenneth le guiñaba un ojo a la pobre Alice.
Pareció que, por un momento, no reaccionaba. Pero entonces se olvidó del alumno al que había estado torturando y se acercó a Kenneth con el ceño fruncido.
—¿Se puede saber por qué sigues aquí? —preguntó, quizá un poco más brusco de lo necesario—. ¿No me has oído?
Kenneth dio un respingo y volvió a centrarse.
—Ah, sí... vengo a buscar a Alice.
—¿Para qué? —Rhett enarcó una ceja.
—Bueno... Deane me ha pedido que viniera a buscarla. Y aquí estoy.
Genial. Lo que le faltaba a Alice. Otra charla con Deane.
—¿Y por qué no manda a un mensajero, como de costumbre?
Alice había aprendido que había muy pocos mensajeros en la ciudad. Entre ellos estaba Jake, que solía ser el encargado de esas cosas. Era el único al que no le importaba ir de un lado a otro de la ciudad solo para decir algo a alguien.
Solo lo hacía para enterarse de los cotilleos, pero al menos lo hacía.
—No lo sé —admitió él—. Yo solo soy un alumno suyo. Me llamo Kenneth, por cierto. Creo que nunca habíamos hablado... cuando estaba con los novatos tú todavía eras explorador, así que nunca fuiste mi profesor. En fin, es un placer.
Alice estuvo a punto de analizar lo que había dicho, pero en ese momento la vida del pesado de Kenneth parecía ser bastante más importante. Acababa de decirle su nombre a Rhett, el estúpido. ¡Alice le había dicho que el pesado que siempre intentaba ligar con ella se llamaba Kenneth!
Su última esperanza era que Rhett no se acordara.
Pero, cuando vio que su mirada se volvía helada, supo que sí se acordaba. Y muy bien.
—¿Kenneth? —repitió en voz baja.
—Sí —él lo miró, confuso—. Bueno, ¿puedo llevarme a...?
—¿Te parece que interrumpir mi clase está bien, Kenneth?
Alice vio algunas sonrisas burlonas en las caras de los demás. Kenneth no era muy querido por sus compañeros, especialmente porque solía ser el que empezaba a burlarse de los demás. No estaba mal ver que, por una vez, en lugar de reírse de los demás, ellos se reían de él.
Aún así, Alice no quería reírse de él. Solo deseaba poder decirle que se fuera corriendo.
—Yo... —él miró a su alrededor con el ceño fruncido—. Bueno, no quería interrumpir... bueno... solo venía a buscar a Alice.
—¿Y qué te hace pensar que puedes interrumpir mi clase al hacerlo? Es una norma de la ciudad.
—Ya... bueno... eh...
—La segunda, de hecho. No asistir a clases que no sean las tuyas, y mucho menos interrumpirlas. ¿No te sabes las normas, Kenneth?
Kenneth estaba empezando a acobardarse, dando un paso hacia atrás.
—Mhm... eh... creo... Deane nos hizo memorizarlas y...
—Son diez normas —le espetó Rhett, provocando más sonrisas—. ¿No puedes aprenderte diez normas?
Alice se puso de pie cuando vio que Kenneth empezaba a enfadarse. Intentó frenar el pequeño conflicto yendo con él, pero en cuanto pasó al lado de Rhett, él la sujetó del brazo y la detuvo.
—¿Quién te ha dicho que vayas con él? —preguntó, enfadado.
—Si Deane me busca... —empezó ella, dudando.
—De eso nada —miró a Kenneth—. Puedes ir y decirle a Deane que si quiere hablar con uno de mis alumnos lo haga durante sus clases, no durante las mías.
—Pero...
Rhett soltó a Alice y se acercó a él.
—¿Algo más qué decir?
—Yo... es que... Deane se enfadará conmigo y no...
—¿Prefieres que se enfade ella o que me enfade yo?
Kenneth se quedó mirándolo unos segundos.
—Deane —dijo al final con un hilo de voz.
—Bien. Pues ya puedes largarte de mi clase.
Kenneth se puso colorado y se dio la vuelta, yendo muy indignado a la salida. Hubo unos instantes de silencio. Rhett todavía tenía la mirada clavada en la puerta cuando habló en voz baja a Alice.
—Y tú vuelve a tu lugar, iniciada.
Ah, ya volvía a ser una iniciada.
Perfecto.
Volvió a su mesa sin decir nada y siguió intentando limpiar su dichosa arma. No pudo evitar preguntarse qué sería lo que quería Deane. Seguro que nada bueno. En el fondo, se sentía aliviada de que Rhett la hubiera librado de ella.
Él, por cierto, estuvo de mal humor el resto de clase. De hecho, se detuvo a su lado para decirle, textualmente, que se diera prisa en limpiar la dichosa arma, que no es tan difícil.
Alice no se habría enfadado de no ser porque eso se repitió casi diez veces durante la clase, y, sumándolo a que Deane siempre le hacía lo mismo en la suya, hizo que ella se enfadara de verdad.
Cuando terminó la clase tuvo que ir al cuarto de baño a toda velocidad para no ser reñida otra vez. De lo único que tenía ganas era de lanzarle algo a la cabeza a alguien. Al volver, vio que todo el mundo se había ido a comer, pero ella se tenía que quedarse con Rhett. El Rhett hostil, además.
Lo conocía desde hacía pocos meses, pero ya había aprendido qué hacer en algunas situaciones; no hablar con el Rhett profesor, no preguntar nada al Rhett irritado, aprovechar para preguntar todo al Rhett agradable —que tampoco es que fuera muy agradable—. Pero el Rhett hostil era terreno desconocido.
Entró en la sala y se lo encontró dándole la espalda mientras colocaba cosas en la estantería.
Se sentía como si estuviera a punto de pasar por un campo de minas con los ojos vendados.
—Llegas tarde —le soltó Rhett bruscamente.
Y... ya había explotado la primera mina. Qué bien.
—Tenía que ir al servicio.
—¿Tardas diez minutos en ir al servicio? —preguntó él sin darse la vuelta.
Alice respiró hondo, pero no sirvió de nada. Seguía irritada.
—El más cercano está en la cafetería, he tenido que ir corriendo y he vuelto tan pronto como he podido, ¿qué más querías que hiciera? ¿Que empujara a los demás para ser la primera en la cola?
Rhett se detuvo y la miró por encima del hombro.
—¿Qué te pasa?
—No, ¿qué te pasa a ti, si puede saberse?
Él había estado colocando algo en la estantería de abajo, pero ahora se había incorporado, cruzándose de brazos. El hecho de que pareciera tan tranquilo mientras ella quería matarlo solo incrementó el enfado de Alice.
—¿A qué te refieres? —preguntó él.
—¡Llevas toda la mañana quejándote de cada cosa que hago!
—Hazlo bien y no me quejaré de cada cosa que hagas.
—Oh, claro, ¿tú haces bien todo a la primera? No lo sabía, perdóname.
Bendito Jake y su sarcasmo.
Rhett pasó por su lado con una caja de munición para dejarla al otro lado de la sala. Parecía estar enfadándose. Quizá Alice lo dedujo porque puso la caja en la estantería con un poco más de fuerza de la necesaria, haciendo que temblara la estructura entera.
—¿Ahora no vas a decir nada? —preguntó, también enfadada.
—No tengo nada que decir si te comportas así.
—¿Que yo me comporto así? ¡Eres tú el que ha empezado esto!
—¿He empezado el qué, Alice? —él se acercó, encarándola—. Soy tu instructor, por si se te había olvidado. Si creo que estás haciendo algo mal, ¿no te puedo corregir?
Alice puso los ojos en blanco, cosa que pareció enfadarlo aún más.
—¿Qué? ¿Algo que decir?
—Nada, déjalo. Te estás comportando como un...
—¿Un qué? —él enarcó una ceja.
—¡Lo sabes perfectamente!
—¡Dilo!
—¡Como un imb... niño! —Alice apretó más los puños a medida que él fruncía más el ceño.
—¿Ibas a decir niño? ¿En serio?
—Sí, ya me has oído.
—A mí me parece que ibas a llamarme otra cosa.
—¡Yo no soy tan mal hablada como tú!
—Oh, genial, ¡añade más leña al fuego!
—¿Qué leña? ¿Qué fuego? —ella negó con la cabeza, frustrada—. ¡Pues... sí! ¡Iba a llamarte imbécil, porque te estás comportando como uno!
—Oh, no me digas.
—¡Pues sí! —Alice notó que le subía el calor a las mejillas de lo furiosa que estaba—. ¡Me paso la mañana entera aguantando que Deane me grite, que nadie me hable y que todos mis compañeros se rían de mí en mi maldita cara porque no puedo pasar las estúpidas cuerdas del recorrido! ¡Lo único bueno que tengo en todo el día es esta clase, pero ahora resulta que tampoco tengo eso porque mi querido instructor, por algún motivo que desconozco, se ha empeñado en tratarme justo como me trata Deane!
—No me compares con ella —masculló Rhett.
—¿Y por qué no debería hacerlo? ¿Qué diferencia hay? ¿Has visto cómo has tratado a Kenneth?
—Oh, genial, saca eso ahora —Rhett sonrió irónicamente—. Era lo que faltaba ya para animar la fiesta.
—¡No estamos en una fiesta!
—¡Es una forma de hablar!
—¡Me da igual! ¿Crees que había alguna diferencia entre cómo me trata Deane y cómo lo has tratado tú?
—¿De verdad lo estás defendiendo, Alice? —él entrecerró los ojos.
—¡No estoy defendiendo a nadie!
—A mí me parece que lo haces.
—Bueno... ¡pues sí! ¡Porque esta vez no tienes razón y él no te había hecho nada!
Él apretó los labios. Eso parecía haberlo enfadado de verdad.
—Entonces, ve y pídele a él que te dé clases de lucha en lugar de molestarme a mí.
Pasó por su lado para salir de la sala de armas, pero Alice lo siguió, con los puños apretados.
—¿Ves como te comportas como un niño?
Rhett se detuvo y se giró de nuevo hacia ella.
—¡Y tú como una niña que no sabe encajar una crítica!
—¡No es una crítica, Rhett, has estado así toda la mañana!
—¡Soy tu instructor!
—¡ESO YA LO HAS DICHO CINCUENTA VECES!
—¡Pues parece que no se te mete en la cabeza! ¿Qué crees? ¿Que voy a tener favoritismo contigo por haber venido a mi habitación alguna noche?
—¡Ni siquiera sé qué demonios es eso de favirilitismo! —Alice lo empujó por el pecho con todas sus fuerzas y él retrocedió un paso, algo sorprendido—. ¡Y si tantos problemas tienes con que venga a verte, igual no debería venir nunca más!
—¡Pues bien, no vuelvas!
—¡Pues... vale, no lo haré! —sintió que él había ganado, así que siguió hablando—. ¡Y me da igual lo que diga Jake de ti, eres un niño!
—¡Pues genial!
—Y... ¡te odio!
—¿Y es por ser un imbécil o un niño?
—¡POR LAS DOS!
Alice se dio la vuelta, con el corazón bombeándole a toda velocidad, y escuchó sus pasos siguiéndola hacia la puerta.
—¿Dónde vas? —preguntó Rhett a su espalda.
—A mi habitación, como las niñas pequeñas —ella no se detuvo.
—Tenemos entrenamiento, por si se te había olvidado.
—No se me ha olvidado, pero no estaré contigo si te comportas así.
—Vuelve aquí, iniciada.
Alice se detuvo en seco y lo miró, furiosa.
—¡ES ALICE, NO INICIADA!
Rhett se detuvo, sorprendido por el grito, y no la siguió cuando empujó la puerta bruscamente y se dirigió a la cafetería.
•••
Durante la cena, Alice no dijo una palabra. Estaba demasiado centrada en clavar la cuchara en el puré con ganas de apuñalar a alguien.
Trisha bostezaba y comía sin prestar atención a nadie en concreto. Dean y Saud discutían sobre algo de un juego. Jake era el único que pareció darse cuenta de su estado de ánimo, pero prefirió no decir nada.
O al menos lo prefirió al principio, porque al cabo de un rato no pudo evitar acercarse a ella.
—¿Puedo preguntar por qué pareces tan contenta?
—No estoy contenta, Jake.
—Lo sé —él puso los ojos en blanco—. Era ironía.
—Pues. No. Me. Gusta. La. Maldita. Ironía —ella clavó cucharadas en el puré con cada palabra—. Es. Una. Maldita. Estupidez.
—¿Qué pasa, Alice?
—Nada —más puñaladas—. Abso. Luta. Mente. NADA.
Clavó otra vez la cuchara en el puré mientras Jake la observaba.
—Supongo que sé con quién has discutido, él tampoco parecía muy contento cuando nos ha dado la clase de la tarde. Casi ha asesinado a Jenell por equivocarse de balas —Jake sonrió, pero ella no le correspondió—. ¿Qué ha pasado?
—No sé de qué me estás hablando.
—De Rhett, Alice. Lo sabes perfectamente. ¿Os habéis peleado?
—Algo así.
Ella clavó la cuchara en el puré por enésima vez, como si éste tuviera la culpa de todos sus problemas.
Jake pareció querer preguntar por qué de su discusión, pero al final no lo hizo. Ella, por su parte, se giró hacia la mesa de instructores solo para descargar su furia con una mirada mortífera, pero no vio a Rhett por ninguna parte. Mejor, lo último que necesitaba en esos momentos era...
—Ven conmigo fuera.
Alice se detuvo con la cuchara a medio camino de su boca. Esa voz... ¿en serio se atrevía a darle una orden después de lo de ese mediodía? Rhett quería morir. E iba a hacerlo. Porque iba a apuñalarlo con la cuchara.
Trisha, Dean, Saud y Jake se habían quedado mirando por encima de la cabeza de Alice con las bocas entreabiertas. No estaba muy claro quién parecía más pasmado.
Pero Alice no respondió. De hecho... ni siquiera se giró.
Siguió comiendo con aparente tranquilidad, aunque cualquiera que hubiera visto la fuerza con la que agarraba la cuchara se habría dado cuenta de lo enfadada que estaba todavía.
—¿No me has oído? —insistió Rhett, irritado.
Alice siguió sin girarse. Miró a su alrededor. Nadie parecía estar prestándoles atención. La ventaja de estar en la mesa más arrinconada de la cafetería.
—Deja de ignorarme, inic...
—Jake —dijo Alice lentamente—, ¿has oído algo?
Jake abrió mucho los ojos, como si por decir su nombre acabara de condenarlo.
—¿Yo? Eh...
—Porque a mí me ha parecido —otra puñalada a su puré— escuchar un ruido molesto detrás de mí.
—Venga ya —Alice casi pudo adivinar que Rhett estaba poniendo los ojos en blanco.
—Jake, ¿puedes decirle a tu instructor —ella hizo énfasis en la palabra— que se vaya por donde ha venido? Esta mesa ya está llena.
Jake miró a Rhett —al Rhett cabreado— y tragó saliva.
—No creo que pueda, la verdad.
—Jake, dile a tu amiguita —él hizo énfasis también en la palabra— que, si no empieza a comportarse como una adulta, lo haré.
—Eh...
—Jake, dile a tu instructor que no puedo comportarme como una adulta porque soy solo una niña —puñalada— pequeña.
—Yo...
—Jake, dile a tu amiguita que deje de decir bobadas y vaya fuera de la cafetería de una maldita vez.
—Jake, dile a tu...
—Esto es una bobada —escuchó maldecir a Rhett cuando apartó a Dean para sentarse a su lado e inclinarse hacia ella—. ¿De verdad quieres hablar en medio de una maldita cafetería?
—Técnicamente —murmuró Jake—, estamos en una esquina... je, je...
Rhett clavó la mirada en él, haciendo que se callara, y volvió a girarse hacia Alice.
—¿Y bien? ¿Tenemos que hablarlo aquí? ¿O vas a salir de una maldita vez?
Alice miró a los demás. Rhett también lo hizo, y muy significativamente.
—Ya podéis mirarme —Trisha enarcó una ceja—, yo no me muevo de aquí en el mejor momento.
Al final, Dean y Saud sí se fueron, diciendo que tenían que mirar algo de unas cartas, pero Trisha y Jake empezaron a comer con más lentitud para poder escuchar todo, fingiendo estar centrados en otra cosa.
Así que Alice clavó la mirada en Rhett.
—¿Qué quieres? Más te vale ser rapidito. Tengo cosas que hacer.
—¿En serio? ¿Esa es la actitud con la que quieres empezar esto?
Alice se encogió de hombros, muy digna. Casi pensó que él iba a mandarla a la mierda y a marcharse, pero para su sorpresa se deslizó un poco más cerca de ella y bajó la voz, incómodo.
—Yo... lo siento, ¿vale? Estaba... estaba enfadado. Y lo pagué contigo. Lo siento.
Bueno, tenía que admitir que no se esperaba una disculpa tan rápida.
Alice sabía que uno de sus peores defectos era perdonar demasiado rápido y tuvo que asumir que, conociéndolo, solo por el hecho de haberse tomado tantas molestias en pedirle disculpas ya no merecía la pena estar enfadada con él.
Además, era obvio que no estaba acostumbrado a disculparse. Se sentía un poco halagada por el hecho de que lo hubiera hecho con ella.
Pero quiso hacerse un poco la dura.
—¿Por qué estabas enfadado?
—¿Eso importa?
—A lo mejor.
—Alice...
—No me llames iniciada —masculló, enfadada—. Lo odio.
—Vale —accedió él al instante—. No lo haré.
Ella suspiró.
—Muy bien —dijo, al final—. Yo también lo siento. Es que... las clases de Deane me ponen de los nervios. No la soporto.
—Sí, bueno, bienvenida al club.
—Pero tú no la tienes de profesora —recalcó—. No tienes que soportar que te dé órdenes.
—Lo dices como si no me diera órdenes por el simple hecho de no ser su alumno.
Alice sonrió un poco.
—Hoy me ha dejado colgando del tobillo en el circuito durante un buen rato —murmuró de mala gana—. He tenido que soltarme yo sola.
—Lo importante es que te has soltado sola, no que ella sea una idiota.
—No entiendo por qué me odia tanto.
—En realidad... yo sí —Rhett puso una mueca—. Desde que Max te transfirió con los avanzados no ha dejado de quejarse. Cree que no es justo para los demás.
Así que era eso.
Alice se quedó mirando un momento su plato de comida antes de sonreír, divertida.
—Pobre Kenneth —murmuró—. Dudo que se atreva a acercarse nunca más a la sala de tiros.
—Hay muchas cosas a las que desearía que no se acercara nunca más, pero nunca he sido muy persuasivo.
—No pareció que te cayera muy bien.
—Será porque no me cayó nada bien.
—Sí, puede ser por eso.
Pareció que, tras esa corta conversación, la situación había perdido la mayor parte de su tensión. Sin embargo, Alice no pudo evitar mirarlo cuando notó que Rhett carraspeaba, incómodo.
—¿Por qué...? —empezó, pero se cortó a sí mismo.
—¿Por qué, qué? —a ella le entró la curiosidad.
Rhett repiqueteó los dedos sobre la mesa un momento, algo incómodo.
—¿Por qué no viniste anoche?
Trisha, al otro lado de la mesa, se atragantó con el agua y Jake tuvo que darle palmaditas en la espalda.
—Estaba cansada —dijo ella bajando más la voz tras mirar a sus dos amigos con mala cara.
—¿Era por eso?
—Sí, ¿qué creías? ¿Que me habían secuestrado por el camino?
—No, pensé que, después de lo que me habías dicho de... —hizo una pausa—. Olvídalo, es una bobada.
—¿El qué?
—Olvídalo —repitió—. Me muero de hambre. Voy a por una bandeja y...
—Vaya, vaya —escucharon una voz femenina a sus espaldas—. Mira a quién tenemos aquí.
Los cuatro se dieron la vuelta a la vez. Deane los miraba con su típica sonrisa condescendiente.
Alice no supo qué decir, así que miró a Rhett, que había cambiado completamente la expresión a otra mucho más seria.
—¿Esto son clases extra, Rhett? ¿Qué le enseñabas exactamente?
—De nada que te importe, eso seguro —Rhett le dio la espalda, poco interesado—. Deberías irte a descansar un poco.
—Estoy bien, gracias por preocuparte —su mirada se clavó en Alice—. Tu entrenamiento hoy ha sido peor que de costumbre. Quizá habría podido hablarlo contigo si alguien no lo hubiera impedido, ¿no es una pena que no haya podido hablar con ella, Rhett?
—Como guardiana, deberías saber que una de las normas de la ciudad es no interrumpir las clases de los demás, Deane. Solo hacía mi trabajo.
—¿Y ahora también lo hacías?
—¿Y tú? —Rhett se giró más hacia ella—. Pareces muy interesada en lo que hacía y en lo que no. Quizá podrías aprovechar este tiempo de charla para mejorar tus clases.
—¿Y en qué aspecto deberían mejorar mis clases, si puedo saberlo?
—Quizá no mejoran por el hecho de que tengas que preguntarlo.
A Deane se le había borrado la sonrisa. De pronto, clavó la mirada en Alice, que se encogió en su lugar.
—Esta es una charla privada entre guardianes, así que deberías marcharte a tu habitación.
Alice empezó a ponerse de pie, pero Rhett le puso una mano en el hombro y la volvió a sentar. Jake y Trisha lo miraban todo como si fueran espectadores de una buena película.
—Ella está cenando —aclaró Rhett—. Y esta es la zona de alumnos. Déjala en paz.
Alice miró a Rhett, suplicando que parara. Deane la mataría al día siguiente en el entrenamiento.
—Iniciada —dijo Deane sin dejar de mirar a Rhett, furiosa—, vete a tu habitación.
—No lo hagas, Alice —dijo Rhett, a su vez.
Alice se sintió como se había sentido Jake unos segundos antes.
Se quedó sentada, dubitativa, y miró a Rhett en busca de ayuda. Pero él no parecía muy intranquilo cuando siguió hablando.
—Y ahora, Deane, si me disculpas, estaba teniendo una charla con mi alumna. Te agradecería intimidad.
—Te recuerdo que también es mi alumna.
—Y yo te recuerdo que está en mi especialidad —Rhett se dio la vuelta, dándole la espalda—. Buenas noches, Deane.
Alice vio que ella, después de unos segundos de mirarlo fijamente, se marchaba de la cafetería hecha una furia. Notó que soltaba todo el aire que había estado reteniendo hasta ese momento, calmándose de golpe, pero el estrés volvió cuando miró a Rhett.
—¿Te has vuelto loco? ¡Mañana me hará puré en el entrenamiento!
—Tranquila, no lo hará —le aseguró Rhett, poniéndose de pie—. Nos vemos más tarde, Alice.
Los tres se quedaron mirándolo mientras iba hacia la barra de la cafetería, llenando la bandeja. Alice solo volvió a la realidad cuando Trisha, delante de ella, empezó a reírse entre dientes.
—Así que te verá más tarde, ¿eh?
Alice le lanzó la servilleta.
—Oh, cállate.
•••
—¿Por qué tú tienes agua caliente? —preguntó Alice esa noche, en la habitación de Rhett, tras haber ido a lavarse las manos.
Rhett estaba de pie, buscando en sus películas con el ceño fruncido.
—Eso deberías preguntárselo a Max.
—¿No es tu habitación?
—Sí, pero él controla mejor que yo todo el tema de la fontanería, la verdad.
Se puso de pie y se sentó junto a ella en la cama.
—¿Qué querías enseñarme? —preguntó Alice, curiosa.
—Esto —Rhett señaló la pantalla—. Es mi película favorita. La encontraron en la última exploración. Me la vendieron bastante barata.
—¿Cómo se llama?
—Pulp Fiction —Rhett sonrió de lado—. Espero que no sea demasiado para tu inocente cerebrito.
—¿Por qué iba a ser demasiado?
—Tú solo mira la película.
Alice obedeció y miró la pantalla, pero a cada minuto la película le parecía más rara, por no hablar de que había cincuenta personajes protagonistas. Pero, como Rhett estaba entusiasmado mirándola, Alice decidió no quejarse.
La película duraba dos horas, pero ella solo duró media.
Ni siquiera había podido soñar nada, porque veinte minutos más tarde abrió los ojos, adormilada, y vio que Rhett la estaba mirando con mala cara.
—Me tomaré eso como un insulto.
—Lo siento, hoy estoy cansada —Alice se frotó los ojos—. El agua caliente me seda. Debe ser eso.
—Solo te has lavado las manos —se rio él, dejando la película con las demás.
—Ya es bastante diferente a ducharse con agua fría.
—Creía que había agua caliente en vuestros dormitorios.
Alice tenía los ojos cerrados otra vez, pero sintió que el colchón se hundía cuando él se tumbó a su lado.
—La hay, pero dura literalmente un minuto por persona, y eso si el anterior ha sido lo suficientemente considerado como para no usarla toda.
—Dicen que el agua fría es buena para la circulación.
—Eso dímelo cuando haga dos meses que te duchas con agua fría —masculló Alice.
Rhett estuvo un momento en silencio, pensativo.
—Puedes usar mi ducha siempre que quieras —ofreció.
Alice abrió un ojo para mirarlo.
—No sé si se te ha olvidado, pero tengo que ducharme cada día si no quiero ir a la cama hecha una bola de barro.
—Lo sé.
—Y voy a tener que invadirte el cuarto de baño cada día.
—Podré soportarlo.
Alice frunció el ceño.
—¿Por qué estás tan simpático?
—Porque hoy he sido un gilipollas.
—Ah, claro.
—Podrías decirme que no es verdad, que no lo he sido.
—Nah, sí que lo has sido.
Rhett sonrió, divertido, y se quedaron los dos en silencio unos segundos. Alice estaba tumbada con los pies apoyados en el cabecero de la cama y Rhett con las piernas colgando del final de la cama, así que tenían las cabezas muy cerca, pero al revés. Alice le echó una ojeada. Él estaba mirando el techo. Parecía pensativo.
—¿Qué piensas? —preguntó, pinchándole la mejilla con un dedo.
—Nada importante.
—¿Vas a obligarme a preguntártelo compulsivamente o me lo vas a decir directamente?
Rhett esbozó una pequeña sonrisa, pero le duró poco.
—¿Nadie en tu habitación te habla? —le preguntó, sin mirarla—. No sabía que estuvieras tan sola.
Oh, ¿era eso? Alice pensaba que ni siquiera recordaría que se lo había dicho. Se quedó un poco sorprendida.
—No mucho —admitió.
—Pensé que tenías una amiga. Y el chico ese... el alto... ¿cómo se llama?
—¿Tom y Shana? —Alice puso una mueca—. No, no me hablan. Están enfadados conmigo.
—Pues que les den.
—¿No me vas a preguntar qué ha pasado para elegir bando?
—No me hace falta, ya estoy en el tuyo.
Alice sonrió ampliamente, pero Rhett seguía pareciendo pensativo.
—También está Davy —añadió ella—. Es mi compañero de litera. Y no es muy simpático, pero al menos me habla.
—¿Qué haces en la habitación, entonces?
—Escucho música, leo algún libro de Davy... pocas cosas.
—Si alguna vez te aburres, ve al fondo de la habitación, junto a la última ventana. Hay un mueble que parece vacío, pero si sacas el primer cajón verás que debajo hay unas cartas.
Alice parpadeó, pasmada.
—¿Eh?
—¿No te lo crees? Compruébalo cuando quieras.
—P-pero... ¿cómo lo sabes?
—Porque yo también fui alumno. Y escondíamos las cartas ahí. Faltan algunas y no es que sea la mejor baraja del mundo, pero algo es algo.
Alice seguía mirándolo como si no pudiera creerse lo que oía.
—¿Eras alumno?
—Así que para esto no tienes sueño pero para ver mi película favorita sí, ¿eh? Me siento traicionado.
—¿Como que eras alumno? —Alice se había despertado por completo—. ¿Cuándo?
—Hace unos... cinco años, si no me equivoco.
—¿Y por qué te ascendieron?
—Porque era el mejor de mi clase, obviamente.
Alice entrecerró los ojos cuando él sonrió, orgulloso de sí mismo.
—Eso ha sido lo más arrogante que he oído en mucho tiempo.
—Era mi intención.
—Un momento —Alice se tumbó de lado para mirarlo, intrigada—. ¿Eso significa que antes tenías a Deane de profesora?
—En realidad, ella era alumna. Nos graduamos juntos. Max se encargaba de los novatos y había otro tipo que se encargaba de los avanzados de lucha, pero murió hace unos años.
—Entonces, ¡sabes lo horrible que es el circuito!
—Bueno, tengo que admitir que solo estuve dos meses en el grupo de avanzados hasta que me ascendieran, así que no estoy muy seguro.
—Pero, y si eras tan bueno, ¿por qué no eres tú el alcalde y no Max?
—Porque Max fue el que fundó la ciudad y el que más sabe de todas esas cosas... y porque yo no quiero ser alcalde. Qué horror.
—¿Por qué no?
Rhett suspiró.
—No debería habértelo contado. Por un momento, se me ha olvidado lo preguntona que eres.
—¿Por qué no? —insistió ella, pinchándole la mejilla de nuevo.
—Demasiada responsabilidad.
—¿No te gusta la responsabilidad?
—¿A ti te gustaría tener la responsabilidad de una ciudad entera?
Alice no supo qué decir mientras él cerraba los ojos. Aprovechó y le recorrió la mejilla con la punta del dedo. Rhett no se movió.
De hecho, últimamente habían tenido unos cuantos momentos así. Momentos en los que, por algún motivo, Alice sentía el impulso de acariciarlo ligeramente. O de acercarse un poco más. Rhett nunca decía nada el respecto, pero tampoco se apartaba.
Volvió a recorrerle la mejilla hacia abajo, deteniéndose en la comisura de su boca. Rhett seguía teniendo los ojos cerrados, debía estar cansado. Lo miró un momento, pensativa, y, sin saber muy bien por qué, recordó la conversación con Jake hacía apenas un día. Se remojó los labios, nerviosa.
—¿Rhett?
—¿Mhm?
—Yo... —ella lo pensó un momento, pero no fue capaz de decir nada. No sabía ni por donde empezar.
—¿Tú, qué? —él abrió los ojos, intrigado.
Alice no sabía como decirlo, pero quería contárselo. Él le había contado muchas cosas, después de todo.
—Yo... siempre te hago muchas preguntas —empezó, separándose un poco—. Tú nunca me haces ninguna.
Rhett no dijo nada, pero a Alice le pareció que estaba muy atento a la conversación, así que siguió.
—Sé que esto sonará raro, pero...
—Ya lo sé, Alice.
La frase se quedó flotando entre ellos durante unos segundos. Alice lo miró, anonadada.
—¿Lo sabes...? ¿Qué sabes?
—Sé que eres un androide —dijo él, encogiéndose de hombros—. Podrás engañar a todos esos idiotas, pero no a mí.
Alice no sabía qué decir. Se había esperado todo... menos.
—P-pero...
—Jake y Tina también lo saben, ¿no?
—Sí, pero...
—¿Alguien más?
—No. Bueno, Shana me vio el... número.
No sabía por qué se sentía tan incómoda hablando de eso con él. Después de todo, no pareció muy sorprendido. Ella se había hecho a la idea de que sería una conversación mucho peor que esa, no sabía cómo reaccionar a tanta tranquilidad.
—¿Solo ella te vio?
—Sí, pero... creo que se lo dijo a Tom.
—¿Por eso no te hablan?
Alice asintió. Rhett pareció pensativo un momento.
—Es decir, que lo sabe media ciudad.
—Ejem... más o menos.
—Bueno, puedes estar tranquila —Rhett se estiró—. Si alguien se entera de tu secreto, te aseguro que no será por mí.
Alice lo miró fijamente unos segundos. Se había quedado sin habla.
—¿No te importa? —preguntó finalmente.
—¿Eso? Cosas peores he visto, créeme.
—Pero... la gente, cuando se entera...
—Alice —la miró—, no quiero ofenderte, pero sigues siendo la misma chica preguntona y pesada de hace cinco minutos, no ha cambiado nada.
—Vaya, no sé si sentirme ofendida o aliviada.
—Te he dicho que no quería ofenderte.
Alice se incorporó y se quedó sentada a su lado, todavía un poco pasmada.
—¿Cómo te enteraste? —preguntó al final.
—Ya hacía tiempo que lo sospechaba —murmuró él, mirándola—. Y lo confirmé en uno de nuestros entrenamientos.
—¿Por qué? ¿Dije algo malo?
—No. Te caíste al suelo y se te vio parte del número.
Alice se llevó una mano a la zona, como si de repente el tatuaje ardiera, haciéndose notar.
—¿Y por qué no me dijiste nada?
—Quería ver cuánto tardarías en decírmelo —él se incorporó—. La verdad es que ha sido un poco decepcionante ver que tardabas tanto.
Dicho eso, la miró con el ceño fruncido.
—Además, no sabías lo que es una canción, ¿qué clase de ser humano no sabe lo que es una maldita canción?
Rhett se acababa de poner de pie, así que ella lo imitó y lo siguió hasta la puerta. No sabía qué decir. Seguía pasmada. Mientras salía de la habitación, se giró por última vez para mirar a Rhett.
—No se lo diré a nadie —repitió él, suspirando.
—No es eso —Alice jugueteó con sus manos, nerviosa—. Yo... me alegro de que hayas venido a la cafetería a hablar conmigo.
Él suavizó un poco su expresión.
—Yo también me alegro de eso.
Alice se quedó mirándolo unos segundos, como de costumbre, y finalmente se dirigió a su habitación con una pequeña sonrisa.
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