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14 - 'Las imperfecciones'

En cuanto chocó contra el suelo, se escuchó un ruido sordo seguido de un silencio que no se rompió hasta que Alice soltó todo el aire que estaba reteniendo, frustrada. Se quedó mirando el cielo un momento mientras Rhett se cruzaba de brazos, de pie a su lado.

—Llevas un mes con nuestras clases extra, aprendiendo golpes básicos y defensa básica... y sigues sin saber pelear.

Ella clavó los ojos en él.

—No sé si pretendías animarme, pero no lo has conseguido.

—Solo exponía ideas.

—No me gustan tus ideas —masculló, malhumorada.

Rhett sonrió.

—Teniendo en cuenta que no golpeas demasiado fuerte, deberíamos centrarnos más en mejorar su forma de esquivar.

—¿Y me lo dice el profesor que se supone que debería enseñármelo?

—Cada vez que me llamas profesor haces que me sienta como si tuviera cincuenta años —él puso una mueca mientras le ofrecía una mano. Alice la aceptó y prácticamente salió volando, como siempre, cuando él la ayudó a levantarse.

—¿Por qué?

—Porque casi todos mis profesores en el instituto tenían esa edad.

El instituto. Eso parecía muy interesante.

Jake había hablado de eso. A Alice le pareció recordar que era el lugar donde solían estudiar cosas que no eran violentas los jóvenes antes de la guerra.

—¿Y no te gustaban tus profesores?

—No demasiado —la miró con curiosidad—. ¿No recuerdas tu instituto o qué?

—No... no mucho.

—Bueno, creo que eres demasiado joven como para haber ido a uno antes de todo lo que pasó. ¿Cuántos años tienes?

—Eh... —¿qué edad había acordado con Jake?—. Diecinueve. ¿Y tú?

¿O veinte? Ya no se acordaba.

—Veinticinco —Alice esquivó por poco un movimiento mientras él seguía hablando—. Pues no tuviste tiempo. Tienes suerte. Yo lo odiaba y solo fui por dos años.

—¿Tan malo era?

—Bueno, la gente no estaba mal. Mi problema era que suspendía casi todo —sonrió un poco, ajustándose un guante inconscientemente—. No me gustaba demasiado estudiar.

—Pues a mí me pareces listo.

—Eso será porque no me has visto intentando resolver ecuaciones.

—¿Ecuaciones? ¿Eso de los numeritos?

—¿No sabes lo que son? Dios, quiero vivir en tu mundo.

—Sé lo que son —protestó, molesta—. Una vez leí sobre ellas, ¿vale?

Alice vio la patada llegar, pero al intentar esquivarla, se tropezó con sus propios pies y cayó de culo al suelo, poniendo una mueca de dolor.

—Eso ha sido muy profesional —Rhett negó con la cabeza.

—Yo... —enrojeció—. Es culpa tuya. Deberías enseñarme mejor.

—Y tú deberías aprender mejor.

—¡Es imposible que sepa por dónde vas a golpearme!

—No, no es imposible. En absoluto.

Ella se puso de pie, dolorida.

—Siempre hay algún gesto, movimiento... lo que sea —explicó Rhett, esquivando con facilidad un puñetazo—. Solo tienes que verlo.

—¿Y cómo tengo que...?

Vio un puño justo delante de ella. Rhett no la golpeaba directamente, solo la hacía caer o cosas así, pero era igual o aún más frustrante.

Bueno, no. Era definitivamente más frustrante. Le daba a entender que podría lanzarla por los aires si quisiera, solo decidía no hacerlo. Y hacía que Alice se sintiera muy pequeñita y debilucha.

—No te distraigas —repitió él.

—Lo siento —dijo ella, molesta.

—No te disculpes conmigo, no sería yo el que tendría un ojo morado si esto fuera una pelea real.

Alice aprovechó el momento en que hablaba para lanzar otro puñetazo. Él se movió rápidamente y atrapó su puño con la mano, haciendo que la de ella pareciera ridículamente pequeña en comparación.

—Has movido el hombro y la cadera antes de intentar golpearme —le dijo, sin soltarla—. Y has mirado la zona que querías acertar justo antes de hacerlo.

Alice intentó recuperar su mano, pero Rhett tiró de ella. Alice, enfadada, intentó lanzarle un puñetazo con la otra mano. De nuevo, la esquivó con tanta facilidad que se sintió ridícula.

Él, por cierto, seguía sujetando su puño. Alice intentó apartarse, malhumorada, pero solo consiguió que tirara aún más de ella.

—Suéltame —exigió.

—¿Por qué haría eso? Yo estoy muy bien.

—¡Que te apartes!

—Apártame tú —él sonrió ampliamente—. Si puedes, claro.

Alice intentó sacudirse, patearlo y hasta darle un codazo, pero fue inútil. Sin saber cómo, terminó sobre su hombro con la cabeza colgando boca abajo. Soltó un gruñido de frustración, mirando el suelo mientras sentía que los hombros de él se sacudían porque se estaba riendo abiertamente.

—Tenemos que mejorar esas defensas —recalcó él, divertido.

—Pues defiéndete de esto.

Alice, harta, empezó a sacudirse como una loca. Y consiguió justo lo que quería: que ambos cayeran al suelo.

Se apartó de Rhett y se puso de pie, enfadada. Él seguía pareciendo divertido cuando se sacudió la hierba de los pantalones.

—Eres muy mala perdedora, ¿lo sabías?

—Te odio —masculló, resentida.

—Espera, que voy a ponerme a llorar.

—No llores —Alice abrió mucho los ojos—. ¡No lo decía en serio!

Rhett puso los ojos en blanco.

Aprovechando el momento de distracción, Alice intentó lanzarse sobre él, pero lo esquivó tan rápido que terminó en el suelo por tercera vez consecutiva.

—Nunca aprenderás —replicó él, sonriendo.

—No es divertido. Es doloroso.

Alice volvió a incorporarse, enfadada, y se dio cuenta de que Rhett la estaba mirando con extrañeza.

—¿Qué? —preguntó—. ¿Vas a volver a lanzarme al suelo? Inténtalo y te daré una patada.

Rhett tardó unos segundos, pero finalmente se puso en posición de defensa otra vez. Sin embargo, Alice no lo hizo al ver que la mirada de él se desviaba por encima de su cabeza y ponía una mueca, confuso.

Y Alice, claro, aprovechó la oportunidad de tenerlo distraído para darle un puñetazo con fuerza en el brazo.

Lo peor no fue que el puño empezara a dolerle. Lo peor fue que Rhett se limitó a enarcar una ceja hacia ella, poco afectado.

—Supongo que eso habría dolido si hubieras tenido un poco de fuerza

—Algún día tendré fuerza. ¡Y ese día te arrepentirás de burlarte de mí!

—Por lo que veo, ese día está muy lejos.

—¡Aaaaaliceeee!

Ella se giró, sorprendida, y vio a Jake de pie junto a ellos. Así que era él quién había distraído a Rhett.

—Max me envía a buscarte —aclaró, mirándolos con los ojos entrecerrados malévolamente. Casi parecía que buscaba evidencias de algo, pero Alice no estaba muy segura de qué era.

—¿A mí? ¿Max? ¿Estás seguro?

—Sí. Dijo que... —miró a Rhett de reojo, que frunció el ceño— ...fueras sola.

Alice supuso que esas no eran las palabras exactas que Max había utilizado, sino que habían sido más ofensivas, y Rhett también debió suponerlo, pero se limitó a resoplar como si le diera igual.

—Entonces, supongo que no puedo negarme —murmuró ella.

Alice miró de reojo a Rhett, cuyo buen humor se había evaporado mientras recogía las cosas y las volvía a llevar a la sala de tiros. En cuanto desapareció, no le quedó más remedio que marcharse con Jake.

—¿Esto es lo que haces cada día a la hora de comer? —preguntó él con curiosidad.

—Sí, dejar que me pateen.

—Has mejorado, créeme. Ya estás en los avanzados.

—Sí, pero eso no quiere decir que sea buena peleando cuerpo a cuerpo. Además, me lo pasaba mejor en vuestra habitación.

—Sí, nosotros también te echamos de menos. Incluso Trisha ayer dijo que se le hacía raro no tener a quién patear el trasero.

Alice sonrió un poco. Parecía que había estado toda una vida con los avanzados, cuando en realidad hacía solo unas semanas. Quizá había perdido la noción del tiempo por las palizas que le daba Deane cada día con ese maldito circuito.

Subieron al despacho de Max, que estaba limpiando un revólver con extraña calma. No levantó la vista cuando Alice abrió la puerta. Jake se quedó fuera, esperando. Ella cerró y, tras unos segundos de silencio incómodo, decidió sentarse delante de Max.

—Jake dijo que querías verme —murmuró cuando el silencio se hizo, si es que era posible, todavía más incómodo.

—Así es —él levantó una pieza y la sopló, antes de volver a frotarla con un trapo—. Necesito un tirador en la próxima salida.

—¿Un... tirador?

—Alguien que nos cubra las espaldas cuando vayamos a buscar provisiones y medicinas —aclaró, mirándola—. Es en una semana. No es muy complicado, pero prepárate y entrena bastante. Estás en periodo de prueba.

Alice se dio cuenta de que no lo había preguntado, solo lo exigía. Es decir, que no podía negarse.

—Está bien —dijo, no muy convencida.

—Suelen ser las salidas más fáciles, así que de vez en cuando nos llevamos a algún novato para que se acostumbre a ello —murmuró—. Creo que estás preparada.

Bueno, ya no era una iniciada. Solo era una novata. ¿Era mejor o peor?

—A las seis en punto en la zona de los coches —siguió Max, centrado en sus cosas—. Si llegas un minuto tarde, nos iremos sin ti. Alguien te dejará un uniforme sobre la cama.

Cuando pasaron unos segundos de silencio, la miró con los ojos entrecerrados.

—Ya puedes marcharte.

—¿Ya... está? ¿Eso era todo?

Max entrecerró aún más los ojos y, asustada, Alice se apresuró a salir del despacho. Jake estaba apoyado en la pared del pasillo. La miró con curiosidad.

—Quiere que vaya con él a buscar provisiones y medicinas —murmuró ella, confusa.

—¿Te ha hecho exploradora? —Jake abrió la boca, sorprendida—. Pero ¡eso es genial!

—¿Lo... es?

—¡Claro! Podrás salir de aquí siempre que quieras y tener las armas que quieras. Incluso puede que te den una casa, aunque para eso tienen que hacerte exploradora oficial, claro.

—¿En serio?

—¡Sí! Todo el mundo quiere ser explorador. Más te vale impresionar a Max para que te acepte.

—Entonces, si me hiciera exploradora... ¿no tendría que volver a las clases con Deane?

—No. Pero... ejem... no es muy fácil impresionar a Max. Ese es el problema.

Ella puso una mueca. Esa noticia no la animó tanto como la primera.

Jake todavía tenía dos horas libres antes de su siguiente entrenamiento, pero ella tenía que ir ya al campo de tiro, que parecía mucho mejor destino que otro entrenamiento con Deane. La mayoría de los alumnos ya estaban ahí, por lo que nadie se fijó en ella cuando llegó la última.

Tom, el amigo de Shana, también estaba ahí, observando a Rhett, que estaba enseñando algo de la escopeta. Pero Alice tenía la cabeza ocupada en otras cosas, como en el hecho de que había conseguido llegar hasta prácticamente lo más alto de todo lo que el entrenamiento conllevaba sin siquiera quererlo.

Y... siendo una androide.

¿No se suponía que los androides no estaban programados para esas cosas? ¿No debería ser peor que los demás?

—¿Entendido? —la voz de Rhett la devolvió a la realidad. De nuevo, había dicho cosas que ella ya había aprendido, así que asintió con la cabeza junto a los demás.

Cuando terminaron la clase, se dirigió directamente a las habitaciones, pero por el camino le pareció ver algo por el rabillo del ojo. Cerca de la casa abandonada, había un grupo de avanzados que compartían habitación con ella hablando y riendo. Todos le resultaban familiares. Shana estaba entre ellos, y parecía estar discutiendo con un chico rubio, alto y tan musculoso que parecía un tronco de árbol grueso. Alice no pudo evitar acercarse cuando vio que Tom también lo hacía.

—Eso ha sido trampa y lo sabes —le dijo Shana en ese momento—. Que Deane te tenga mimado no significa que puedas hacer lo que te da la gana, Kenneth.

¿Kenneth? Ese nombre le resultaba familiar.

—Creo que, precisamente, significa eso.

Espera... ¡era el chico que había enviado a Shana a la enfermería hacía unas semanas!

Alice se horrorizó al ver la enorme masa de músculos y mirada condescendiente que tenía delante Shana. ¿Cómo podían dejar que esos dos pelearan entre sí? Se imaginó a sí misma peleando con él y un escalofrío le recorrió la espalda. Podría convertirla en puré tan fácilmente que daba miedo.

—Eres un imbécil —Shana intentó acercarse a él, pero Tom había llegado en ese momento y la sujetó por los brazos, deteniéndola.

Alice, que se había acercado también, prefirió mantenerse a un lado. No serviría de mucho si se ponían a pelear.

Pero, entonces, Kenneth levantó la cabeza y clavó la mirada en ella.

A Alice le recordó a un animal viendo a su presa por primera vez, justo antes de cazarla.

Por un momento, le pareció que la miraba con odio, pero después cambió por algo que no supo reconocer. De hecho, incluso se acercó a Alice andando de una forma extraña. Casi... pavoneándose.

—¿Quién es tu amiga, Shana?

—Olvídate de eso —le dijo ella, separándose de Tom—. No está interesada en idiotas.

—Me llamo Kenneth —se presentó él, tendiéndole una mano, todo sonrisas.

Alice le apretó la mano, algo confundida, y su confusión aumentó cuando él tiró de su brazo hasta acercarla y darle un beso en la mejilla. Alice dio un traspié hacia atrás, sorprendida, y soltó su mano de golpe, asustada y alarmada.

Nunca la habían besado. Ni en la mejilla, ni en la mano, ni en ningún lado. ¡Y no quería que él fuera el primero!

Sus mejillas se calentaron cuando, inevitablemente, la mirada burlona de Rhett le vino a la cabeza. ¿Por qué demonios estaba pensando ahora en él?

Kenneth se aclaró la garganta, como si supiera que no le prestaba toda la atención que creía que merecía.

—¿Cómo te llamas? —le preguntó.

—Eh... Alice...

—Precioso nombre —él dio un paso hacia ella— para una chica preciosa.

—Madre mía —Shana hizo como si fuera a vomitar.

—¿Cómo es que nunca te había visto por aquí, Alice? —preguntó Kenneth, ignorando a Shana.

—Me transfirieron hace poco —a Alice no le gustaba demasiado ese chico.

—Qué bien. ¿Por qué no te quedas un rato con nosotros? Seguro que te lo pasarás mejor que con esos dos aburridos.

—Eh...

—Kenneth, déjala en paz —Tom hizo un gesto a Alice para que los siguiera.

—Tú, cállate —Kenneth volvió a centrarse en ella—. Vamos, no seas aburrida, ven con nosotros. Te lo pasarás bien. Me aseguraré de ello.

Definitivamente, no quería ir con él a ningún lado.

—No, gracias. Tengo que... hacer cosas.

—¿Cosas? —repitió Kenneth, un poco desconcertado.

—Ignorarte, por ejemplo —sugirió Shana, agarrándola del brazo—. Ven, Alice. No dejes que te moleste.

Los tres se alejaron del grupo y Alice echó una última ojeada a Kenneth, que le sonrió ampliamente. Ella solo puso una mueca.

—Qué chico más raro —comentó.

—Se cree que el mundo es suyo —Tom puso los ojos en blanco.

•••

La siguiente semana pareció pasar muy deprisa.

Pasó menos tiempo con Rhett, que estaba preparando con los demás guardianes unas pruebas para algo relacionado con los principiantes sobre lo que, al parecer, todavía no podía dar muchos detalles. Alice, aunque volvió a tener sus comidas diarias, se sentía un poco vacía sin sus entrenamientos con él.

Pero, al menos, con la excusa del iPod, podía ir a verlo las noches. De hecho, él ya prácticamente la esperaba con una película preparada.

Cada vez se sentía mejor cuando pasaba tiempo con él. Nunca quería irse de su habitación. Podía pasar horas ahí dentro y seguían pareciendo muy pocas.

Era... un sentimiento completamente nuevo en su vida, y no sabía por qué, pero se sentía incómoda cuando pensaba en decírselo a Jake o a los demás, así que un día en que tuvo que ir a ver a Tina aprovechó para decírselo a ella.

Ya habían empezado las peleas de entrenamiento con Deane y a Alice le habían dado un puñetazo en el labio que, en esos momentos, ella presionaba un poco con un paño con hielo.

Tina, por su parte, la miraba algo sorprendida después de que se lo contara todo.

—Bueno... cielo —pareció que le resultaba un poco complicado encontrar las palabras más adecuadas—, ¿nunca te habías sentido así con nadie?

—No, nunca.

Le gustaba pasar tiempo con Jake y los demás, pero... no, no era lo mismo.

—Pues... deberías olvidarte de eso —Tina frunció el ceño—. Y no decírselo a nadie más.

—¿Por qué no? ¿Es algo malo?

—No, el sentimiento en sí no es malo, pero... simplemente no se lo digas a nadie.

—¿Por qué no? —repitió.

—Porque es tu instructor, y esa es toda la relación que deberías tener con él. Además, es mayor que tú.

—Solo unos pocos años.

—Alice, si alguien se entera de esto... podrías meterte en un problema. Y a él también. Déjalo estar. Dentro de unos meses quizá te hagan exploradora oficial y dejes de ser su alumna. Quizá, entonces... sí podamos volver a hablarlo.

—Pero... ¿los humanos no pueden tener sentimientos por otros humanos mayores?

—Y deberías dejar de referirte a los humanos como si no formaras parte de ellos, cielo. Se supone que eres una más.

—Lo siento. A veces, se me olvida.

—Si te consuela, cada vez te adaptas mejor —ella le dedicó una pequeña sonrisa—. Pero eso no quiere decir que lo de Rhett esté bien, así que lo mejor es que te olvides del tema.

—No quiero olvidarme del tema —protestó.

—No es cuestión de lo que quieras, es cuestión de responsabilidad. Y se acabó el tema.

Tina no quiso volver a hablar de ello y Alice tuvo la sensación de estar todavía más confundida.

Esa noche, mientras cenaba con Jake y los demás en la cafetería, miró de reojo la mesa de los instructores. Deane y el guardián que apenas conocía —¿Geo? ¿Se llamaba así?— estaban enfrascados en una conversación que parecía bastante aburrida. Tina y Max en otra, y él parecía considerablemente menos tenebroso hablando con ella que con el resto del mundo.

Rhett, por otro lado, solo comía con aire distraído, mirando a su alrededor como si su cabeza estuviera en otra parte. Alice se encontró a sí misma observándolo por mucho más tiempo del estrictamente necesario sin poder evitarlo, removiendo su comida con la cuchara, completamente absorta.

Sin embargo, se distrajo cuando captó un movimiento por el rabillo del ojo. Kenneth se acercaba directamente a ella.

Oh, no.

Había intentado pasar demasiado tiempo con ella esos días. Tanto, que empezaba a agobiarla. Alice no estaba segura de qué quería Kenneth de ella, pero estaba segura de que ella no lo quería de él.

—Hola, Alice —la saludó con una amplia sonrisa, sentándose con el brazo apoyado en el respaldo de su silla.

Jake, al que había apartado para sentarse entre ambos, le frunció el ceño a su espalda, muy ofendido.

—Hola —le dijo ella con la boca llena de puré, sin mirarlo.

Vale, quizá estaba un poco molesta porque ahora se había metido en medio de su visión panorámica y no podía ver a Rhett.

—¿Qué tal? —preguntó Kenneth.

—Bien.

—Me alegro.

—Ajá.

Y... silencio incómodo.

Él lo interrumpió al cabo de unos segundos, inclinándose hacia ella.

—¿Qué haces después de cenar? —preguntó.

—Dormir.

Trisha empezó a reírse entre dientes. Dean y Saud se burlaban de Kenneth disimuladamente, pero él los ignoró completamente, mirando a Alice.

—¿Te apetece ir a dar una vuelta conmigo?

—No podemos ir a dar vueltas después de cenar.

—¿Y qué?

—Pues que no le apetece ir a dar una vuelta después de cenar —aclaró Jake, agitando su cuchara—. ¡Déjala tranquila!

—¿Y si vengo a verte a tu cama? —sugirió Kenneth directamente.

Trisha dejó de comer y los miró. Dean y Saud intercambiaron una mirada. Jake volvió a sacudir la cuchara, indignado.

—¿A mi cama? —repitió Alice, sorprendida por la reacción de los demás.

—Sí, a tu cama.

—No hace fala.

—Puedo ir aunque no haga falta.

—No me apetece que hoy vengas a mi cama, ¿vale?

—Entonces, mañana. Nos vemos, Alice.

Kenneth sonrió ampliamente antes marcharse con sus amigos, no sin antes darle un apretón en la rodilla a Alice, que se removió, incómoda.

Los demás integrantes de la mesa la miraban fijamente.

—¿Qué pasa? —preguntó, todavía un poco incómoda.

—Nada —Trisha señaló su comida—. Solo acabas de aceptar que un orangután vaya mañana a tu cama, pero no pasa nada.

—¿Qué es un...?

—Alice, si intenta algo inapropiado, llámame —le dijo Jake, muy serio, todavía con la cuchara en la mano—. Puedo llegar a ser mortífero con el arma adecuada.

—Sí, dale una bota y conseguirá asesinar a Kenneth —se burló Saud.

Y todos empezaron a reírse menos Alice, que observó con una mueca como Deane hablaba de forma bastante insistente a Rhett, que la observaba con una mueca aburrida.

Esa noche, como de costumbre, Alice no podía dormirse, pero tardó un poco más que de costumbre en poder escabullirse porque había viso a una chica dirigirse a las camas del fondo y, en esos momentos, estaba metida bajo las sábanas con el dueño de dicha cama.

Alice los miró disimuladamente y vio que estaban haciendo eso de besarse. Y de forma... mucho más intensa que en esa película. Casi parecía que querían comerse el uno al otro.

Puso una mueca cuando vio que el chico la agarraba del culo y la atraía hacia él. Concretamente, encima de su cuerpo. Hacían ruidos... raros. Como si estuvieran atragantándose con su propia respiración o algo así. ¿Qué demonios hacían? ¿Necesitaban ayuda?

Alice aprovechó el momento para, incómoda, cruzar la habitación e ir de puntillas hacia la puerta. Nadie la vio. Menos mal. Se encaminó mucho más relajada hacia casa de los instructores con el iPod en la mano.

Rhett abrió la puerta al escuchar sus pasos por el pasillo y la miró con una ceja enarcada cuando entró y le dio el aparato.

—Es curioso que el iPod se te descargue cada día —replicó él, conectándolo a la toma de corriente.

—Es que lo uso mucho —Alice cerró la puerta a su espalda, todavía algo incómoda por lo de la habitación.

—¿Y cuándo tienes tiempo para usarlo tanto?

—Tú... cárgalo y ya está.

Se acercó al montón de películas y se agachó, buscando una conversación alternativa para no tener que confesar que dejaba el iPod encendido para que se descargara cada día y tener la excusa perfecta para ir a verlo.

Pasó el dedo por encima de los títulos. Ya habían visto casi la mitad durante esas noches. Al final, escogió una que tenía la carátula de un hombre y una mujer muy cerca el uno del otro. Le recordó a los de su habitación. Se quedó mirándolos un instante. Tenían una mejilla pegada a la del otro y miraban algún punto más allá de Alice, que se mordió el labio inferior, pensativa.

—¿Qué haces? —preguntó Rhett, extrañado, al ver que tardaba tanto.

Ella no respondió, pero notó que Rhett se asomaba por encima de su cabeza para ver la carátula que había elegido.

—¿Casablanca? —preguntó, confuso—. ¿Te has levantado romántica o qué?

—Algo así.

Rhett se la quitó y le rozó la mano en el proceso, cosa que hizo que Alice diera un respingo que, menos mal, apenas se notó.

—¿Te encuentras bien? —preguntó él, confuso.

Alice se aclaró la garganta. De pronto, le parecía que esa habitación era muy pequeña y que él estaba muy cerca. O muy lejos. No estaba muy segura.

—Dos de mi habitación estaban... haciendo cosas raras... cuando he salido.

—¿Cosas raras?

—Él la ha agarrado del... culo —puso una mueca de disgusto—. Y parecían como... ahogados.

Y, de pronto, Rhett empezó a reírse. Con ganas. Alice lo miró, molesta.

—¿Qué te hace tanta gracia?

—Alice, eso es sexo —aclaró, divertido—. Te aseguro que cuando eres tú quien está haciéndolo no parece tan raro.

—Pero... el sexo en la película era distinto.

—Bueno, las películas son muy poco realistas en ese aspecto —le aseguró, divertido.

Se dejó caer al lado de Rhett en el colchón, con los pies descalzos colgando de la cama, y lo miró de reojo. Él estaba leyendo el plástico en el que estaba el CD de la película mientras pasaban los créditos iniciales, así que no se dio cuenta.

Recorrió la cicatriz con la mirada, como había hecho miles de veces, y volvió a preguntarse cómo se la habría hecho. Parecía haber sido muy dolorosa. Pero no se atrevía a preguntar.

—¿Conoces a Kenneth? —preguntó Alice de pronto.

Él frunció el ceño sin levantar la mirada.

—No.

—Es un chico del grupo de avanzados.

—Ajá.

—De mi habitación.

—Ah —él estaba bostezando.

—Creo que quiere tener sexo conmigo.

Rhett cortó su bostezo al instante y la miró, olvidándose por completo de la película.

Alice notó que sus mejillas empezaban a calentarse. No esperaba una reacción tan repentina.

—¿Eh? ¿Sexo?

—Bueno... no estoy segura —aclaró ella—. Eso dice Trisha.

—¿Qué...? —él se tomó un momento para mirar a su alrededor, y después volvió a clavar la mirada en ella—. ¿Qué te hace pensar eso?

—Hace unos días que no deja de buscar excusas para hablar conmigo. Jake dice que intenta ligar conmigo, pero... no estoy muy segura de qué es eso de ligar con alguien.

—¿Y qué más? —preguntó él, que de pronto parecía especialmente interesado en la conversación.

—Hoy ha venido a la hora de cenar y me ha preguntado si quería ir a dar una vuelta con él más tarde. Le he dicho que no.

—Bien hecho.

—Así que me ha preguntado si quería que me visitara a la cama esta noche.

—¿Que te ha preguntado si...? —repitió él, frunciendo cada vez más el ceño—. ¿Y qué le has dicho?

—Que no.

—Ah —pareció calmarse.

—Así que lo hará mañana.

—¡¿Qué?!

—¿Crees que quiere eso? ¿Sexo?

Rhett se quedó mirándola fijamente unos segundos en silencio, asimilando la situación. Alice no sabía si había hecho del todo bien contándoselo.

—¿Le has dicho que sí? —preguntó Rhett de pronto, y ella no entendió su expresión.

—No se ha molestado en preguntar. Ha dicho directamente que vendría.

—Menudo gilipollas.

—¿Vas a responderme ya?

—¿Responder a qué?

—¿Crees que quiere sexo?

—¿Por qué? ¿Tú sí quieres?

—No sé si quiero, nunca lo he probado.

—Me refiero a si quieres probarlo con él.

—No —miró sus manos—. No con él.

Hubo un momento de silencio. Rhett carraspeó.

—Bien.

—¿He hecho bien en contártelo? No sabía a quién decírselo.

—Has hecho muy bien —dijo él, frunciendo el ceño de nuevo—. Mañana me dices quién es ese tal Kenneth.

—¿Y qué vas a hacer? ¿Decirle a Jake que lo vigile?

Rhett la miró con mala cara cuando ella se rio, así que Alice dejó de hacerlo enseguida. La película ya había empezado y ninguno de los dos le prestaba atención. Ambos parecían centrados en sus propios pensamientos. Al final, Rhett suspiró y la quitó antes de dejarse caer en la cama con una mueca.

Alice, claro, se dejó caer a su lado y lo miró de reojo.

—¿Puedo preguntarte algo?

Rhett siguió mirando el techo, pensativo.

—Siempre me haces esa pregunta como si tuviera alternativa.

—¿Eso... es que puedo preguntarte o no?

—Pregúntame lo que quieras, Alice.

—¿Por qué siempre usas guantes?

Vaya, eso pareció sorprenderlo.

La verdad es que nunca los llevaba cuando estaban solos, en su habitación, pero por algún motivo Alice había decidido que quería respetar lo que fuera que no quería enseñar y nunca le miraba las manos. Y eso que la tentación era grande.

Pareció que él pensaba en algo antes de tragar saliva.

—No me gusta enseñar las manos.

—¿Por qué no?

—Porque a la gente no suelen gustarles.

—Seguro que a mí me gustan.

Él negó con la cabeza.

—No lo creo —dijo, finalmente.

—¿Por qué no dejas que lo decida yo?

Rhett se quedó observándola unos segundos antes de, finalmente, levantar una de sus manos hacia ella.

Alice se quedó mirando el dorso de su mano sin comprender nada. Solo era una mano normal y corriente. Pero, entonces... lo vio. Bajo la piel ligeramente bronceada, había pequeñas marcas de cortes repartidos tanto por el dorso de la mano como por las muñecas.

Frunció el ceño y sujetó la mano de Rhett entre las suyas, notando como se tensaba cuando pasó el pulgar sobre su piel, intrigada.

—¿Son... cicatrices? —preguntó en voz baja, girándola para ver que en la palma también había unas cuantas.

Al pasar el pulgar sobre ellas, la piel era ligeramente más rugosa. No parecían graves, pero era cierto que eran evidentes a primera vista.

—Sí —murmuró Rhett, observando cómo lo inspeccionaba minuciosamente.

—¿Por qué hay tantas?

—Es... es una historia un poco desagradable, Alice.

—Mejor. Las historias agradables son muy aburridas.

Él sonrió, pero le dio la impresión de que su mirada era más bien triste, cosa que no entendió.

—Me obligaron a meter las manos en una caja llena de cuchillos —murmuró al final.

Alice detuvo en seco su inspección y se giró hacia él, pasmada. Rhett había apartado la mirada.

—¿Quién... haría algo así? —preguntó en voz baja, horrorizada.

—Nadie —él sacudió la cabeza—. Eso no importa. Ahora ya no duele.

—Pero...

—Alice, no insistas.

Quizá con otro tema lo habría intentado un poco más, pero con ese en concreto supo que no estaría bien. Se limitó a volver a pasar el pulgar por encima de la peor cicatriz, la que tenía justo debajo de los nudillos.

—No entiendo por qué no podría gustarle esto a la gente —murmuró finalmente.

Rhett soltó un resoplido.

—Las cicatrices son asquerosas.

—A mí me parecen fascinantes. En mi zona todo el mundo era tan... perfecto.

—¿Me estás llamando imperfecto?

—Sí. Lo perfecto es aburrido y predecible. Lo imperfecto, en cambio... es único. No deberías avergonzarte de tus imperfecciones, Rhett. A mí me gustan.

Hubo un momento de silencio. Alice soltó su mano y él la puso sobre su propio estómago, respirando hondo. Se quedaron en silencio unos instantes mientras ella lo examinaba con la mirada.

—¿Puedo preguntarte algo más sobre Kenneth?

Rhett cerró los ojos un momento.

—No es precisamente mi tema de conversación favorito.

—¿Eso es un sí?

—Sí, Alice, ¿qué pasa? ¿Te ha dicho algo más?

—No, no es eso. Es que... —Alice ladeó la cabeza, algo curiosa—. ¿Por qué el hecho de que Kenneth diga que va a venir a mi cama tiene que significar que quiere tener sexo conmigo?

—Porque todos los chicos como él piensan en eso todo el día.

—¿Los chicos como él?

—Los gilipollas, sí.

—Pero... no lo conoces.

—He oído lo suficiente de él como para formular ciertas teorías.

—Pero... yo vengo a tu cama cada noche y no por eso tenemos sexo. ¿Por qué tengo que tenerlo con él si viene a mi cama?

Alice vio que Rhett se quedaba muy quieto un momento, y después la miró.

—Bueno, ya va siendo hora de que vuelvas a tu habitación.

—¡Espera! —Alice puso mala cara mientras la arrastraba hacia la puerta—. ¿Por qué nunca me respondes a las preguntas más interesantes?

—Porque no —él la miró un momento antes de cerrar la puerta, con el ceño fruncido—. Tienes un concepto de interesante muy curioso, ¿no crees?


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