Episodio 8
La entrada.
La piel me quema y me arde hasta sentir la fibra de mis huesos cortarse en filamentos hechos de tortura pura, el aire apenas puede pasar por mis pulmones es como si hubiese olvidado cómo hacer funcionar mi cuerpo, lo único que hay en mi cabeza es agonía y la sensación del hilo grueso de sutura al traspasar su rústico camino dentro de mi carne hacia afuera.
Una y otra vez.
Lo siento arrastrarse en mis manos, mis piernas, mi cuello.
Mi cabeza.
En un repunte de fuerza logro abrir los ojos para captar lo que podría ser la peor imagen de mi vida.
No tengo piel en las extremidades, veo sangre en todos lados, solo hay hilos y me faltan las piernas.
Soy solo un rompecabezas ansioso por morir cuando veo una máquina soldadora ardiendo en rojo vivo pegarse a mi piel
Despierto.
Tengo la respiración agitada, el televisor suena de fondo con un reality show de parejas mientras yo trato de recobrar la consciencia, entender que nada de eso es real, que estoy aquí a salvo con Mocka.
Las pesadillas siguen siendo recurrentes aunque haya descubierto algunas cosas de mi pasado, Mocka dice que puede ser estrés por no conseguir más pruebas porque ya tenemos una semana sin encontrar nada más desde que fuimos al orfanato.
La agencia de ese tipo es impenetrable y está resguardado por un par de guardaespaldas que alejan a todo el que se le acerque, logramos saber dónde vive pero nada más y ayer en vista de lo desesperante de la situación tuvimos que tomar una decisión.
Entraremos a su casa.
He estado vigilando al sr. Romanov todos estos días, lo sigo con el auto o espero fuera de su casa hasta que llegue o se vaya, noté que siempre se va a las seis de la mañana y para cuando regresa son las siete de la noche, aunque siempre por alguna razón quedan dos guardias custodiando la casa todo el día así que siempre hay gente adentro.
Excepto.
Que a las seis de la tarde todos los días los guardias se van y el Sr. Romanov llega una hora después.
Es la única brecha de tiempo.
Y la vamos a usar.
Se supone que hoy es el día de dar el golpe pero Mocka no sale sino hasta las seis, tendrá que inventarse algo para salir antes sin generar sospechas.
He estado ansiosa esperándolo todo el día sentada en este sofá que hasta me dormí. La puerta suena. Mocka ha llegado, ver su cara termina de tranquilizarme.
—¿Qué sucede? —interroga a la defensiva, repasa mis facciones, el ritmo de mi respiración, el cabello castaño desordenado— Tuviste otra pesadilla.
No hay duda en su voz, es muy observador e inteligente no necesita que le diga.
—Da igual, en cualquier momento tienen que desaparecer, mientras tanto ignoremos eso —respondo.
Mocka me da una mirada preocupada antes de dejar el tema atrás.
Espero que se cambie su ropa elegante de trabajo por una más cómoda que le aprieta igual de bien los bíceps que a pesar de ser un simple suéter manga larga en su espalda ancha se ve bien, tengo que tomar un respiro y mirar hacia otro lado porque siento que en cualquier momento podría saltarle encima.
Una vez con la mente concentrada en la misión nos metemos en el auto, no sin antes yo tener el cuidado de ponerme mi disfraz de costumbre y finalmente nos estacionamos a unas calles de la ubicación.
—¿Quieres repasar el plan? —ofrece Mocka.
Niego absolutamente segura.
—Terminemos con esto rápido mejor.
Bajamos del vehículo caminando hasta el umbral de la puerta de la casa verde pistacho de dos pisos, con ventanas de marco blanco que combinan con su diseño conservador de antaño. Parece como salida de un cuento entre los edificios y residencias modernas de ciudad Laika. Mocka saca un alambre de su bolsillo con otro palillo que no sé cómo usar, los introduce en la cerradura y en lo que parecen dos respiraciones la cerradura cede.
Alzo una ceja asombrada.
¿Dónde aprendió eso este hombre?
Nota mi mirada incrédula en él, a lo que Mocka considera que puede responder lógicamente con un guiño y una sonrisa socarrona.
A veces es insoportable.
La vivienda tiene una decoración clásica, con sofás de color chocolate, retratos de personas que no conozco y un título enmarcado que dice "Ingeniería Agropecuaria", ni idea de cómo un criador de vacas termina mezclado en esta situación.
—Buscaré en la planta de arriba, tú busca aquí pero recuerda dejar todo en su lugar.
Mocka se pierde por las escaleras de madera en el vestíbulo sin más.
Tenemos solo una hora para encontrar lo que sea o los problemas que vamos a enfrentar van a ser más que solo cargos por allanamiento.
Reviso toda la planta baja, muevo cosas en la cocina, la lavandería, la sala, su oficina que es el lugar que uno pensaría más propenso a guardar secretos, pero pasan treinta minutos y no encuentro nada.
Ni él más mínimo indicio.
Ni en las repisas llenas de libros sobre política, criminología o temas de herbología, ni en los estantes llenos de baratijas de muchas partes del mundo, las gavetas de piso que me llegan a la cintura o en el escritorio de madera oscura.
No hay papeles que digan algo turbio solo hay contratos, permisos o perfiles de personas al azar pero nada relacionado conmigo. Me siento incrédula e impotente. Este es el único otro lugar donde podemos buscar, es la única pista que podíamos seguir y en nuestra única oportunidad no logramos conseguir nada.
Maldición.
Me muerdo los labios pensando qué hacer, me siento muy molesta en estos momentos. Creo que tal vez nos arriesgamos para nada, esto fue un disparo a ciegas.
—¡Arise!
Pego un respingo al oír el grito de Mocka, salgo de la oficina precitándome al piso de arriba donde encuentro al hombre rubio de camino a buscarme.
—¿Qué pasó?
—Encontré algo.
Es todo lo que dice antes de guiarme al baño de la habitación principal donde hay un enorme cuadro de dos mujeres sostenido por dos visagras imperceptibles en uno de los costados, detrás del mismo hay una cerradura como una caja fuerte de banco, es de hierro sólido y solo puede ser abierto con una clave de 4 dígitos.
—¿No puedes abrirla? —pregunto aún sabiendo la respuesta.
—Por supuesto que no, olvidé mi certificado de ladrón de alto nivel en casa —rechista.
Blanqueo los ojos.
Siento ganas de pelear con él pero reconozco que no es el momento.
—Si hay algo en esta casa debe ser ahí adentro, abajo no conseguí nada —me quejo.
—Lo sé, no hay ni una sola pista.
Me estoy desesperando, solo quedan veinte minutos.
¿Qué hago?
Es una cerradura súper fuerte y claramente ninguno de los dos tiene una bomba en el bolsillo que nos ayude con este problemita, además que no sería muy óptimo para el tema del sigilo, estamos atrapados aquí con una pista consistente y no podemos abrirla.
Me siento muy frustrada en estos momentos.
—¡Mierda! —grito patentando el suelo de blandosas blancas.
Mocka también está en blanco.
No es de extrañarse, sinceramente él no sabe mucho sobre secretos de estado sino el día que fuimos al ministerio habría puesto los comandos y la clave en la computadora del centro de seguridad él mismo.
Exacto.
Él no lo hizo, lo hice yo pero ¿cómo lo supe? En ese momento estaba perdida no tenía cómo saberlo, fue como si solo apareciera en mi mente, como si algo tomara mi cuerpo para usarlo por mí.
¿Será esa persona?
¿El que vive dentro de mí sabe cosas que yo no?
Teóricamente, yo tengo dos o más personalidades según el informe aunque nunca he sentido alguna prueba de ello, me he sentido normal cada día sin nada que me dé un indicio.
Me muerdo los labios con indecisión.
Tendré que intentar.
¿Me escuchas?
. . .
Necesito ayuda.
. . .
Si no hacemos algo nos van a matar, si sabes algo tienes que darme no sé, alguna señal.
. . .
Casi me siento una idiota hablando conmigo misma como si esperara alguna bendición de un dios pagano, pero de pronto siento mi cabeza ser presionada justo en la sien. Un flash. De pronto un montón de información pasa por mi vista, como sobreponiéndose en una segunda capa a la vista que capturan mis ojos, toda clase de temas desde biología, medicina, educación, tecnología. Todos pasan rápidamente como imágenes o palabras sueltas por mi cabeza a una velocidad que me da ganas de vomitar, veo un buscador de Google antes de una página de la deep web, un montón de números que constan solo de ceros y unos, lenguaje de informática que desconozco por completo, hasta entrar a una base datos por la que pasa toda clase de fotos de personas con nombres al azar, edades, alturas.
Hasta que se detiene en una por un segundo, es suficiente para ver al sujeto en cuestión: Silian Romanov. Nuevamente pasan datos a gran velocidad, edad, nombre completo, tipo de sangre, educación, padres, nacimiento, email, cuenta de Instagram, dónde trabaja, su agencia, usuario laboral, lista de contraseñas usadas a lo largo de los años, conocidos, para quiénes trabaja, la historia del Ministerio, el sistema de seguridad del mismo siendo hackeado con ceros y unos, después ni siquiera puedo procesar todo lo que veo.
Luego todos los datos se mezclan, se combinan, se analizan y saltan a mi cabeza tres posibles combinaciones numéricas.
9904
7964
4706
Parpadeo.
Todo sale de mi cabeza y queda en blanco.
—¿Qué hacemos? —Mocka me apura irritado.
No tengo idea de qué responderle porque ni siquiera yo lo sé, es como si hubiesen pasado horas en la inmensidad de mi cabeza, me siento exhausta y que no puedo coordinar bien mi lengua con lo que pienso, me limito a mirar de nuevo la cerradura de caja fuerte. Me acerco. Marco la primera combinación. Negada. Marco la segunda. Suena un pitido.
Se abre.
Bueno, eso fue extraño.
¿Gracias a quién sea? Supongo.
No tengo manera de saber qué fue eso, pero sé que no tengo tiempo qué perder así que abro la gruesa puerta de hierro con Mocka mirándome atónito, adentro algo nos descoloca. No hay papeles sino la entrada a unas escaleras verticales.
—¿Cómo lo supiste? —inquiere con cautela.
Sé que está muy impactado y empezandosé a inquietar un poco, lo noto porque en su mirada hay un tinte de algo que por alguna razón no me parece desconocido, ese temor de cuando ves algo inexplicable.
Un fenómeno.
—No lo sé, la información solo llegó a mi cabeza —Me encojo de hombros para aligerar el ambiente.
Mocka cierra la boca retractándose de decir lo que piensa para frotarse las manos ansioso, me duele un poco porque me siento rechazada aunque solo sea con un silencio. Compartimos una última mirada antes de subir por el estrecho recoveco de la escalera de tubo.
Quedan quince minutos.
Llegamos a una habitación que parece estar en un ático, hago mención de lo que tiene: un escritorio, estantes llenos de archivos, una silla acolchada, lapiceros, una alfombra. Ahora lo que no tiene: ventanas, color, desorden, inocencia.
Buscamos por todos lados frenéticos, nos queda un cuarto de hora y todavía no hemos encontrado nada, sacamos papeles de todo tipo pero ninguno sobre mí, lo que sí descubro leyendo algunos archivos curiosamente es sobre la organización.
Casi todo es una recopilación de información de niños de toda clase, al principio pienso que es por el tema de las adopciones pero me encuentro que tienen un sello que dice "fallido".
Uno tras otro.
Todos fallidos pero no sé en qué.
Hasta que hallo uno que tiene el sello de "óptimo". Leo el registro del chico Roph, hay información general acerca de él pero lo que me llama la atención es una sección en específico.
"Misión Golondrina: exitosa"
"Misión Siberia: exitosa"
"Misión Arcadia: presenta fallos"
"Actualizaciones: exitosa"
"Misión Escarlata: falla en combate, muerte en acción."
Estoy boquiabierta conforme leo cada perfil que está fichado como óptimo, algunos terminan con muerte, otros con inactivo o activo. Según lo que he podido descifrar Oasis es una organización que entrena niños, los prepara durante años para hacer misiones fuera del ojo público o son usados para experimentos. Lo que más me perturba es la cantidad absurda de niños "fallidos" o muertos en acción.
Miles, Roge, Giselle, Miguel, Sasha, Riad, Kriss, Mika, Regina, Ava, Asa...
Tantos nombres, tantas vidas que fueron tomadas por Oasis y nadie sabe, el orfanato nunca supo pero se limitaron a solo proporcionar niños como si solo fueran ganado.
Y ¿Si ellos saben?
Y ¿Si el gobierno sabe?
Y ¿Si nadie nunca hace nada?
Un pinchazo en la cabeza me saca el aire, se me acelera el corazón mientras veo imágenes poco nítidas en mi cabeza.
Un hombre protagoniza el recuadro en mi cabeza está vez, está difuso al inicio pero a medida que se vuelve nítido lo reconozco. El vice presidente del Ministerio de Protección y Cuidado al Menor. Me ve con el cabello cano bien peinado hacia atrás con laca, un traje pulcro de color vinotinto y el brazo entrelazado con mío, soy más pequeña de lo usual pero estoy mirando a sus ojos negros cuando me habla.
—La función de esta noble organización es adoptar a huerfanos como ustedes, niños con un talento brillante que la sociedad no les ha dado la oportunidad de sobresalir, nosotros los acogemos para formarlos para ser los nuevos héroes de los ciudadanos y protegerlos de criminales malvados que quieren salirse con la suya, por eso para ser un verdadero héroe deben entrenar durante años, volverse los mejores y apoyar a Cuidad Laika con su talento.
Se detiene, me pone las manos en los hombros viéndome fijamente.
»Nuestros ciudadanos cuentan contigo Arise, tienes un perfil brillante y es tu deber brindarle honor a tu patria, hacer justicia por tu gente, por tu hermana y el orfanato. Hazlo por ellos, cuento contigo serás como una hija para mí.
Parpadeo.
He vuelto a la realidad.
Siento náuseas de pronto, como si el suelo se moviera bajo mis pies en una cinta de correr, la cabeza la siento pesada lo que me hace ser consciente de la presión de la gravedad en ella. Si sigo teniendo toda esta actividad cerebral voy a terminar internada en un hospital.
Todo me da vueltas, me tiemblan las manos cuando busco a Mocka para pedirle ayuda, siento que estoy algo mareada a estas alturas, me cuesta moverme hasta él. Está en el escritorio sentado en la silla como si estuviera muy cómodo, mientras está revisando una carpeta sumido en sus pensamientos y no es mi intención hacerlo pero termino por echar un vistazo a lo que está viendo mientras pongo una mano en su hombro.
¡Es una foto mía!
Mocka pega un respingo antes de verme.
—Lo siento, no quería asustarte, me siento un poco mal —me disculpo y al segundo un ruido se escucha abajo.
—¿Escuchaste eso? —Se levanta de la silla con el ceño fruncido.
Vuelven a sonar pasos abajo como si estuvieran usando los escalones y entonces lo sabemos:
Se acabó el tiempo.
Nos vemos petrificados, apenas estamos revisando, aún no nos hemos ido y seguimos aquí donde la única salida es abajo.
Mierda.
Le quito la carpeta de las manos cuando nos lanzamos para bajar la escalera uno tras otro apurados, me tropiezo con cada barra en un intento por salir rápido con el dolor de cabeza, Mocka trata de seguirme el paso pero con su enorme cuerpo se le dificulta, sé que tenemos que salir de aquí antes de que nos vean pero apenas logramos asomar la cabeza para salir del baño cuando nos encontramos cara a cara con Sr. Silian Romanov.
La mueca molesta, las arrugas en su cara, el diente de oro, los ojos inclementes, las manos siempre apunto de agarrar el arma que carga en la cintura del pantalón. Lo primero que siento es sorpresa.
Lo segundo es como si terminaran de meter mi cabeza en una licuadora, más pinchazos, más latidos acelerados, siento que me caigo por un agujero directo a la boca del lobo feroz, una vez más mis ojos dejan de funcionar para ver todo en negro me sumerjo como en un sueño mientras estoy despierta.
Todo está difuso, las figuras empiezan a verse nítidas conforme el recuerdo se establece en mi mente
—Arise ¿Qué te dice?
Interroga serio el Sr. Romanov mientras me está apuntando con la pistola.
Siento mi cabeza confusa, como con una voz fuerte que me grita pero no distingo qué dice, yo solo no puedo dejar de repetir en mi cabeza un mantra.
"Te frenarás, te atarás, te frenarás, te atarás..."
—Contrólala Arise. —ordena él quitando el seguro del arma— Contrólala.
"Te frenarás, te atarás, te frenarás, te atarás..."
Pero es como si mis palabras fueran un escudo cediendo ante una marea enorme, como una represa que apenas puede sostener el peso de un tsunami hasta que finalmente un pequeño hilito de agua traspasa las defensas.
"Te frenarás, te atarás, te frenarás, te atarás..."
¡NO! ¡No me voy a callar nunca más!
Siento un terror que va fuera de mí siendo tan intenso como el oleaje embravecido de una tormenta, el terror a lo que guarda mi interior.
Pierdo el control de mi lengua, mi boca se mueve sin mi consentimiento.
—Morirás, consentidor del cerdo atroz.
Las palabras raspan en mi garganta con una profundidad que parece otra voz hablando desde mi pecho, un tono más ronca llena de promesas de muerte, impregnada de un odio ardiente que quema en mi pecho con lágrimas, me desconozco y eso me aterra. En aquel entonces no entendí lo que dijo mi boca y ahora tampoco.
Lo último que escucho es el caer de los casquillos vacíos con el disparo de su arma que me trae de nuevo a la realidad.
Estamos los tres viéndonos fijamente, el tipo es de mediana edad, tiene cicatrices que atraviesan su cara y cabeza de un lado a otro, tiene esa postura que de alguna forma te comunica su deseo de sangre, como un vaquero sediento de un enfrentamiento, incluso cuando su cara se estira en una sonrisa es la representación de una oda a la guerra.
—Eres una maldita rata difícil de eliminar —sisea con una voz desagradable semejante a el sonido del vidrio al quebrase.
Entonces sé que me reconoció, ya no hay vuelta atrás el ministerio sabrá que estoy viva.
El Sr. Romanov aprieta un control de un solo botón que tiene en su mano, no lo habíamos notado pero sin duda es alguna clase de alarma que nosotros no escuchamos, es cuestión de tiempo para que lleguen refuerzos.
Mocka adopta una pose de combate como si estuviera preparado para darme tiempo de correr, yo en cambio no puedo concentrarme por completo.
Me duele la cabeza siento que el cerebro se me va a escurrir por las orejas o que el estómago se me dobla en cientos de origamis distintos, en cualquier momento mi cuerpo va a fallar y no voy a poder evitarlo. Siento una sobrecarga de información, cansancio tanto mental como físico.
Todo eso mientras veo a quién podría ser... ¿mi archienemigo?
Ya no tengo idea, todos parecen querer matarme.
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